Prólogo
---¡NO! ¡NO LO HAGAS! ---gritó la joven totalmente desesperada. En su mirada podía verse reflejado todo el horror y pánico que tenía en ese momento. No era algo extraño, ya que si tuviéramos a un loco demente con un hacha en la mano a punto de cortarnos los pies, pues entonces reaccionaríamos igual---. ¡NO, DETENTE, NO! ---alargando la última o. No podía correr ni moverse, no había ninguna forma en la que pudiera evitar aquel impacto, porque aquellas grandes cadenas se lo impedían.
El sonido del arma cortando el aire llenó sus oídos, pero pronto aquella melodía que a él tanto le hipnotizaba llegó para indundarlo de placer. Los gritos mezclados con el llando del sufrimiendo y de la agonía invadieron el lugar. Pero a él no le bastaba eso, quería más, mucho más. Caminó unos centímetros y prosiguió con el siguiente pié. Aquello que tanto esperaba no tardó en llegar. Inclinó la cabeza hacia atrás para sentir más placer al escucharla y cerró sus ojos para disfrutar del momento.
La joven no dejaba de gritar, tal parecía que sus pulmones iban a salir por su boca en cualquier momento. El dolor le recorría desde su gran herida, atravesando por sus piernas para distribuirse en todo su cuerpo. La escena era horrenda, se podían ver ambos pies ya apartados, tirados en el armario como si fueran un par de zapatillas más. La sangre corría a montones, provocando que la de ojos celestes tuviera grandes mareos.
---Eso te pasa por ser una puta perra que intentó escaparse. Si no lo hubieras hecho nada de esto hubiera pasado... Pero ya no tendré que preocuparme por eso ahora, en estas condiciones... Dudo mucho que puedas subir las escaleras velozmente sin que me dé cuenta ---parándose delante de ella, mientras pisaba con sus pies descalzos el charco, quería sentir aquella sensación tan única.
---Y-Yo... ---no pudo terminar la frase porque había caído rendida, ya no podía más.
Y una delicada lágrima cayó al suelo fusionándose con aquél líquido rojizo que seguía corriendo.
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