Parte 2
Zeldris miraba a su hermano con desinterés, pero por dentro se encontraba lleno de dudas. No era usual que él le cocinara, no había sido desde que era un niño de 4 años que le haba cocinado. Y por alguna razón, no recordaba bien que ocurrió, pero estaba seguro que había pasado algo malo en aquel entonces. El hecho que le hiciera el desayuno, ¿sería por la niñera?
- Hermano... - Dijo Zeldris, viendo sus pancakes, que lucían apetitosos. Su estómago decía comételos, pero su memoria gritaba que se alejara de ellos. Decidió ignorar esos pensamientos y emplear la situación a su favor, es decir aprovechar el buen humor de su hermano para su beneficio. - ¿Me quieres?
- Claro. Puede que no te lo demuestre, pero en el fondo me preocupo por ti. - Dijo Meliodas con un deje de tristeza, después de todo él no era muy cariñoso. Pero luego sonrió con malicia. - ¿Qué es lo que quieres?
- ¿Me prestas dinero? - Dijo Zeldris con simpleza, Meliodas rió ante el viejo truco de pedir cosas. - ¿Sí?
Meliodas se sentó en la mesa para comer con él. Le sonrió con burla. - Claro, ¿pero no tienes dinero? Papá nos dio suficiente para estos tres días. Y te conozco, eres muy planificador y dudo que te lo hayas gastado todo.
- ¿Me prestas o no? - Exclamó serio, pero ver la mirada burlesca de Meliodas lo avergonzó un poco. - ¿Por favor?
- Claro. Ahora come esos pancakes, que se ven deliciosos. - Dijo Meliodas con orgullo. - He estado practicando mi cocina.
Ambos hermanos dieron el primer mordisco y reaccionaron de diferentes formas. Meliodas con una cara de resignación y Zeldris corriendo al baño.
- Como lo supuse, está horrible. Honestamente, no sabía qué debía esperar. - Dijo Meliodas mientras escupía su propia comida en una servilleta. Se levantó de la mesa para correr a auxiliar a su hermano. - Espero que no haya caído a medio camino, sino tendré que limpiar el desorden.
(*.*)
Elizabeth terminaba de desayunar mientras leía un libro titulado "Época medieval resumida en corto". Agradecía a Margaret por encontrarle un libro de acuerdo a su tema. Se levantó para limpiar y fregar los platos. Eran las 10:45, tenía aproximadamente una hora para ir con los jóvenes Demon. Por lo que se sentó a seguir leyendo.
- Qué curioso... - Sonrió para sí misma. El señor Demon había dicho que Meliodas era un rebelde, pero para ella era un chico muy agradable, algo lindo y muy dulce. Y Zeldris... Bueno, él era un buen chico.
- ¡Oh, conozco esa mirada! - Dijo Margaret con una sonrisa, asustando a Elizabeth.
- ¡Hermana! - Exclamó exaltada por su repentina presencia, no la había sentido llegar. - Pensé que estarías con Gil.
- Pasará por mí en media hora... Y regresando al tema. - Dijo Margaret de manera animada, mientras tomaba asiento junto a ella. - ¿Quién es el chico?
- ¡¿Q-qué?! - Dijo Elizabeth confundida y algo sonrojada.
- ¡Ay, por favor! - Exclamó una voz con burla. - ¡Se te ve a kilómetros!
- ¡Verónica! - Exclamaron Margaret y Elizabeth con sorpresa. La chica agarró por los hombros a su hermana menor.
- Elizabeth, has estado sonriendo más de lo usual desde ayer en la noche. - Dijo Verónica como si fuera lo inusual. - Y ya sé que siempre eres alegre...
- Pero esta sonrisa no es de alegría, es de amor... ¡Tu primer amor! - Comentó Margaret orgullosa de que su hermana ya estaba iniciando una nueva etapa. Ella le guiaría en esta etapa como buena hermana. - Ahora, di quien es el afortunado.
- O afortunada. - Completó Verónica.
Elizabeth se quedó callada ante las palabras de sus hermanas, ¿será cierto? ¿Ella enamorada? Bueno, no lo iba a negar, pero estar en la casa Demon le había traído cierto confort. Conocer a Meliodas la había hecho más abierta, en cierta manera más alegre... ¡Pero sólo tenía 13 años y lo estaba cuidando!
- ¿Elizabeth...? ¿Estás bien? - Preguntó Margaret con preocupación, pues la chica de cabellos plateados está roja de la vergüenza, aparte de no contestarle.
- P-posiblemente... - Murmuró Elizabeth entre balbuceos, mientras se levantaba y dejaba a sus hermanas confundidas en el comedor.
- Apuesto a que es un chico malo. - Declaró Verónica con simpleza. Para ella, era obvio que Elizabeth buscara algo de peligro para compensar su vida tranquila.
- No, lo dudó. Conozco a Elizabeth y apuesto a que es un chico caballeroso. - Dijo Margaret con convicción. - Alguien gentil e incapaz de hacerle daño a una mosca.
(O.O)
- ¡Mira lo que hiciste! ¡Mataste a Hawk! - Gritó Zeldris con molestia a Meliodas, quien tocaba al cerdo con curiosidad.
Ambos niños estaban enfrente del cerdito rosado en la cocina. Meliodas había decidido que era buena idea darle a Hawk los pancakes que había hecho, pero solo terminó con el pobre cerdo desmayado. El rubio no le importó mucho, pues veía que estaba respirando.
- Lo siento. No pensé que mi comida fuera tan poderosa. - Dijo Meliodas con cierto orgullo.
- Si se muere o deja su suciedad por ahí, no me haré responsable. - Dijo Zeldris mientras se acercaba al refrigerado para sacar un galón de leche. - Comeré cereal, ¿vas a querer?
- Claro. - Respondió cargando al cerdo a una de las esquinas de la cocina. - Voy por el cereal.
Zeldris asintió y se fue por dos tazones. Mientras que Meliodas se subió a un banquito para alcanzar la alacena y sacar una caja de cereal. Se dispusieron a desayunar, cuando una viejo gordito entró al lugar. Éste se veía feliz y vestía con elegancia.
- Buenos días, joven Meliodas. - Dijo el viejo con voz cantarina, ignorando al otro niño.
Meliodas miró de manera molesta al anciano, odiaba que ignoraran a Zeldris. Solo él podía hacerlo y cuando lo hacía era sin intención. - Hola, Chandler.
- Ya es hora que te vayas. - Dijo Zeldris serio sin ninguna emoción, pero por dentro estaba molesto.
Chandler en vez de ofenderse por las palabras del niño, sonrió. - Oh, no lo había visto, joven Zeldris. Y sí, ya es muy tarde. Fue un placer cuidarlos.
- ¿Vendrás de nuevo? - Preguntó Meliodas sin mucho ánimo, realmente no quiera que él volviera. Prefería a Gowther, él era más "normal" de los parientes que tenían.
- Oh, por desgracia no podré. - Dijo de manera triste, pero los niños se miraron con satisfechos. - El que vendrá a cuidarlos será Cusack.
- Bueno, él es mejor que Chandler. - Pensó Meliodas algo animado. Por lo menos, Cusack era más prudente y más tranquilo, pero sobretodo, le caía muy bien a Zeldris.
- Bueno, sin más, me retiro. Fue un placer pasar el tiempo con usted, joven Meliodas. - Dijo Chandler sonriente, esperando algo de Meliodas, pero éste junto a su hermano regresaron al desayuno, ignorándolo. Sintiéndose un poco decepcionado, el viejo sale de la cocina para irse del departamento.
Tras el sonido de la puerta cerrarse, Zeldris mira a su hermano con cierta preocupación. - Está obsesionado contigo... Da miedo hasta cierto punto.
- Sí... - Dijo Meliodas sin mucho ánimo.
Según Chandler, el rubio sería un gran emprendedor y le traería muchos beneficios a la familia Demon. Pero para Meliodas, aunque sabía de sus habilidades, no estaba seguro en seguir en la empresa. Mientras las miradas estaban en él, su hermano era ignorando y eso le molestaba. Podría decirse que esa era la razón por la que su hermano no sonreía... ¡¿Hace cuánto que lo había visto sonreír?!
- Oye... Zeldris. - Le llamó Meliodas con curiosidad, el niño de cabellos negros lo miró expectante. - ¿Podrías sonreír para mí?
Zeldris lo miró confundido para luego mostrarle sus dientes, más no significó una sonrisa. - Listo.
Meliodas recordó que no había visto a Zeldris sonreír desde que tenía cuatro o cinco años. Y las veces que reía, era por algo gracioso y no por alegría. El rubio dejó de comer, ¿acaso era un mal hermano?
- ¿Qué pasó? - Dijo Zeldris al ver la cara de tristeza de Meliodas. - No te preocupes, Hawk ya se despertó y se fue arriba. - Comentó pensando que la tristeza de su hermano era por el cerdo, que ya no estaba presente.
- Zeldris... Tú confías en mí, ¿verdad? - Dijo Meliodas un poco melancólico.
- Claro. Eres mi hermano, aunque dude de tus acciones estúpidas y arriesgadas, sé que siempre hay una razón por las que las haces. - Dijo Zeldris directamente, sin importarle que hubiera ofendido a Meliodas. Pero no hubo ofensa alguna, todo lo contrario su hermano le sonrió con ternura. Observó al rubio se levantarse y aun no terminaba su desayuno. Entendió lo que quería hacer. - Si me abrazas, te golpearé sin dudarlo.
- ¡Me arriesgare! - Dijo Meliodas acercándose a su hermanito.
(U.U)
Elizabeth vestía casual, una blusa negra junto a una falda rosa pálido y zapatos que combinaban. Sin olvidar su mochila, donde tenía sus notas del trabajo y unos cuantos materiales que serían de gran ayuda. Se encontraba sentada en un banco de los parques que estaban cerca del departamento de los Demon. Y al ser un parque muy frecuentado por los jóvenes y niños, pensó que sería ideal para encontrarse con Gelda.
- ¿Quién es el chico? - Recordó las palabras de su hermana con vergüenza.
Pero... ¿qué podía decirle? Que es un chico de 13 años que estaba cuidado. Y que su corazón palpitaba al estar cerca de él, adoraba cómo su aroma combinaba con su personalidad, que no le importó su baja estatura y esos hermosos ojos esmeraldas, que brillaban al verla. - Es muy guapo...
- ¿Quién es guapo? - Preguntó una suave voz con cierta curiosidad.
- ¡Meliodas! - Contestó Elizabeth con dulzura y cierta vergüenza. Hasta que se dio cuenta de lo que acaba de decir, convirtiendo su cremosa piel en una totalmente roja. Levantó la mirada sin poder decir nada porque había quedado sin palabras por la vergüenza que sentía.
Era Gelda, que la observaba con una mirada de "ya te atrapé". Ésta vestía un hermoso vestido blanco y un grueso listón abrazaba su cintura, junto a unos zapatos negros. El cabello trenzado a un lado de su cuello era atado por pequeños listones negros. Lucía elegante con ese simple conjunto, Elizabeth no sabía cómo le hacía para verse así. La chica de cabellos plateados notó un gran bolso de color rosa, posiblemente ahí estarían las cosas para el trabajo.
- Meliodas... - Dijo Gelda con un pequeña sonrisa, pero llena de curiosidad y burla. - ¿No era el nombre de uno de los niños que estabas cuidando?
Elizabeth se levantó de golpe mientras jugaba con sus manos de manera nerviosa. - Sí... Quiero decir, no.... Ay... no...
Ver la reacción de Elizabeth fue gratificante para Gelda, lo que indicaba que todo había salido bien con los chicos... Demasiado bien por lo que veía. - Mientras vamos al hogar Demon, me gustaría escuchar todo lo que pasó ayer. - Dijo con una sonrisa que tranquilizó a Elizabeth.
- Claro... - Dijo Elizabeth algo resignada, quería que esto no se hubiera enterado por nadie.
- Sabes que se lo voy a contar a Diane, si tú no se lo dices. Prometimos decirnos todo sobre el amor, ¿recuerdas? - Advirtió Gelda con alegría. Elizabeth gimió de la vergüenza que sentía.
(n.n)
- Y eso es lo que pasó... - Dijo Elizabeth con pena, mientras oprimía el botón del ascensor. Gelda la miraba con una pequeña sonrisa, cosa que puso nerviosa a su amiga. - Por favor, no sigas sonriendo. Me pones nerviosa.
El ascensor se abrió, por lo que ambas chicas entraron y Elizabeth presionó el botón 3. Gelda dejó de sonreír para poner su usual cara, que era una seria, pero manteniendo un aire de tranquilidad. - Sabes que Diane te gritará y te acosará con preguntas sobre Meliodas, ¿no?
- ¿Eh...? - Dijo confundida. Y era cierto, Diane le pediría más detalles sobre ella y Meliodas. Gelda era más directa, pero comprendía más rápido los sentimientos. - Me ayudarás a explicarle... ¿verdad?
Gelda rió suavemente. - Claro. Estoy segura que a media explicación, te dará un ataque de nervios.
- ¡Gelda! Eso solo pasó una vez. - Exclamó Elizabeth avergonzada.
La puerta se abrió en el piso 3. Elizabeth salió del ascensor, seguida por Gelda. La chica de cabellos plateados avanzó con más confianza, cosa que no pasó por desapercibido por la chica de tez pálida. Ambas se detuvieron en una puerta.
- Está bien. - Dijo Elizabeth tomando valor. - Sé que el señor Demon había dicho que no había problema, pero me gustaría pedirle permiso a los jóvenes Demon. ¿No habrá problema?
- Claro que no. Lo entiendo muy bien. - Comentó Gelda con ánimo. Elizabeth agradeció la compresión de su amiga.
De su bolsa, Elizabeth sacó unas llaves y abrió la puerta. Primero pasó ella y luego Gelda, quien miró al su alrededor con curiosidad, pues le recordaba a su casa. Después de cerrar la puerta, Elizabeth alzó un poco la voz. - Buenos días, soy Elizabeth.
Gelda miró con sorpresa a un chico de cabellos rubios bajar de las escaleras con ánimo. Elizabeth había dicho que era un niño, pero a sus ojos era un chico muy guapo. ¿Está muy enamorada su amiga como para no darse cuenta de que le gustaba ese chico?
- ¡Elizabeth! ¡Buenos días! - Exclamó Meliodas con una gran sonrisa, provocándole un sonrojo a la chica.
- Buenos días, joven Meliodas. ¿Y el joven Zeldris? - Preguntó Elizabeth con cierta preocupación al no verlo presente.
- Oh, él está en su cuarto. Creo que está durmiendo. - Dijo Meliodas con cierta burla, pero su sonrisa desapareció al ver a Gelda. - ¿Quién es ella?
- Ella es Gelda, una de mis mejores amigas. - Dijo Elizabeth con alegría, Gelda hizo una pequeña reverencia. - Lamento si suene demasiado atrevido, pero... ¿Nos permitiría a Gelda y a mí trabajar en nuestro proyecto en su departamento?
- Elizabeth... -Dijo el chico con un tono de reproche. - Sabes que no hay problema, confió en ti.- Las palabras del rubio hicieron sonrojar más a la chica. -Mucho gusto, soy Meliodas.
Gelda sonrió de manera educada. - Del mismo. Ahora veo porque mi amiga ha estado tan feliz.
Las simples palabras de la chica hicieron sonreír a Meliodas con orgullo y apenar a su amiga. - ¡Gelda!
- Creo que nos llevaremos bien. - Soltó Meliodas con confianza. - Creo que puedo aprovechar a hacer mi tarea. ¿Si no es molestia?
- ¡Claro que no! ¡Todo lo contrario!- Exclamó Elizabeth con dulzura. -Joven Meliodas, podría esperarme junto Gelda en la sala. Iré a ver si el joven Zeldris le gustaría unirse a nosotros. - Dijo Elizabeth un poco más tranquila.
- ¡Claro! Pero... - Dijo Meliodas un poco inquieto. - Zeldris odia hacer la tarea y prefiere hacerla solo. Usualmente me la lleva después de que ha terminado, pero casi siempre está mal.
- Oh... - Elizabeth se entristeció, pero luego se animó con determinación. - Intentaré hacer que se nos una.
- Suerte, porque yo no he podido. - Eso desánimo por completo a Elizabeth.
- Pero no sabrás sino lo intentas. - Dijo Gelda con una sonrisa de ánimo. Meliodas asintió con concordancia.
- Está bien. ¡Aquí voy! - Dijo Elizabeth, marchándose.
Gelda vio cómo Meliodas observaba a Elizabeth con una mirada llena de ánimo y cariño. Podría ayudarlo un poco a relacionarse más con su amiga, se veía era una buena persona. - Joven Meliodas, ¿qué tal si vamos a la sala?
- Oh, claro. - Dijo algo apenado, se había emocionado viendo a Elizabeth, que había ignorado a Gelda.
Ambos avanzaron hacía la sala, donde tomaron asiento en los sillones. Meliodas en el sillón grande y Gelda en el mediano, ambos estaban frente a frente. De su bolsa, la chica comenzó a sacar materiales de papelería y otras cosas. - Así qué... ¿Meliodas? ¿Te gusta Elizabeth?
Meliodas se tensó por la pregunta e intento actuar normal, que a pesar de verse tranquilo, Gelda entendió su sentir. - Claro que no. Ella es solo mi amiga.
- Oh, ya veo. - Dijo fingiendo desinterés. - Lamento mi impertinencia, es qué pensé en ayudarle... Olvídelo...
Meliodas captó lo que quería decirle la chica, ella se veía de fiar, pero no podía arriesgarse. Por lo que se mantuvo neutro. - Podríamos hablar de Elizabeth... Digo, para que ella y yo mantengamos una relación amistosa por más tiempo. Ella es... una buena persona.
- Claro que lo es. Muy inocente para alguien de su edad, pero una gran persona. - Dijo Gelda suavemente, lo había atrapado. - Creo que eres el primer chico al que le habla con gran confianza... Obviamente, descartando a parientes.
- ¿En serio? - Dijo sorprendido, sabía que ella era tímida, pero se veía que era muy amigable. De alguna manera, lo hizo sentirse único. - Pensé que tendría algún amigo hombre.
- No realmente. Después de todo, Elizabeth y yo estudiamos en una escuela para chicas. - Comentó Gelda, dándole a Meliodas una esperanza a crear un vínculo especial con la chica de cabellos plateados. - ¿Tienes su número de teléfono?
- No... Pero tú me lo podrías dar, ¿no? - Dijo Meliodas con persuasión. Esta chica le estaba cayendo muy bien
- Claro. Te daré su número y unas cuantas cosas más. - Dijo Gelda con una sonrisa traviesa.
(@.@)
Elizabeth se apresuró a buscar a Zeldris, se sentía incómoda por haber dejado a Gelda con Meliodas... ¿Eran celos? No, no podría ser eso. Ella confiaba en su amiga, pero y si Meliodas le gustaba más Gelda que ella. - ¿Pero qué te pasa? - Susurró con pena a sí misma, para luego suspirar avergonzada de sus pensamientos.
Tocó la puerta de Zeldris y esperó a que respondiera, pero no hubo respuesta. Volvió a tocar, pero nada. Por lo que decidió aventurarse al cuarto del chico. Adentro observó a niño jugar con su videojuego, pero con audífonos.
Él notó su presencia por lo que apagó su videojuego y se retiró los audífonos. Zeldris la miró sin muchas ganas.- Hola, Elizabeth.
- Hola, joven Zeldris. - Dijo Elizabeth algo nerviosa ante la mirada seria del niño. - Lamento molestarlo, pero estaremos abajo haciendo tareas y me preguntaba si le gustaría unirse a nosotros.
- No. - Dijo Zeldris mientras se levantaba hacia su mochila, que estaba en la esquina de su cama, y sacaba unos cuadernos. - Lo haré yo solo.
- Meliodas tenía razón. - Pensó Elizabeth sorprendida, al parecer lo conocía muy bien. Ella se dispuso a salir de la habitación para dejarlo hacer su tarea, no sin antes avisarle. - Estaremos abajo, cualquier cosa siéntase libre de ir a vernos.
- Claro. - Asintió Zeldris para dirigirse a su escritorio de su cuarto, dejando a Elizabeth un poco decepcionada por no lograr su propósito.
Cerró la puerta y decidió bajar a la sala, donde vio a Gelda y Meliodas platicar tranquilamente. Al llegar fue recibida por las miradas animadas de sus amigos. - ¿De qué me perdí?
- Nada importante. Le comentaba al joven Meliodas que nuestra tarea consiste en construir un castillo medieval. - Dijo Gelda con su usual cara.
- Veo que fallaste con Zeldris. - Dijo Meliodas con una sonrisa. - No te preocupes, nadie ha podido hacerlo. Él no es muy sociable o cariñoso...
- Bueno, es un gran intento... Creo. - Dijo Elizabeth apenada, mientras tomaba asiento a un lado de Meliodas. - Bien, es hora de hacer el trabajo.
Mientras Elizabeth y Gelda intentaba construir un mino castillo, Meliodas hacía su tarea con cierto aburrimiento. Lo único bueno de esta situación, es que logró conocer más a Elizabeth en otros aspectos, gracias a la ayuda de Gelda. Había pasado una hora y el castillo ya estaba tomando forma. Ambas chicas se miraron con orgullo, no estaba tan mal. En cambio, Meliodas ya había terminado toda su tarea y las había estado ayudando, aprovechando a acercarse más a Elizabeth.
- Joven Meliodas, ¿me permite su baño? - Preguntó Gelda de manera educada.
- Claro. Está arriba, es la puerta de color verde. - Dijo Meliodas. Observó a la chica retirarse, dejándolo solo con Elizabeth. Así que decidió aprovechar este momento. - Así qué Elizabeth... ¿Qué te gustaría para tu cumpleaños?
- ¡¿Q-qué?! - Exclamó Elizabeth sorprendida por su pregunta. ¿Un regalo para ella?
- Gelda me comentó que dentro de una semana será tú cumpleaños. - Dijo Meliodas animado, era una oportunidad para acercarse a ella. - Somos amigos, ¿no? Me gustaría darte algo especial.
- N-no se preocupe... Estoy bien. Con el simple hecho de haberlo conocido me es un excelente regalo... - Dijo Elizabeth, para luego darse cuenta de lo que había comentado, sonrojándose al máximo. Observó a Meliodas sonreírle con cierta malicia.
- Entonces salgamos el día de tu cumpleaños para conocernos mejor. - Dijo Meliodas con simpleza. Elizabeth no sabía si sonreír de la alegría o a sentirse avergonzada por su mirada fija.
(-.-)
Gelda avanzó con curiosidad, el pasillo había recuadros de hermoso paisajes. Decidió dejar de ver los cuadros y buscar el baño hasta que notó a un niño de cabellos negros mirarla con sorpresa, pero manteniendo una cara seria. Sin dudarlo, se acercó a él y le sonrió. - Hola, tú debes ser Zeldris.
Zeldris se quedó sin palabras. Era la muchacha más hermosa que había visto en su corta vida, ella parecía una bella princesa. Se sorprendió por la piel pálida que poseía. Sintió sus labios secarse ante el repentino acercamiento de Gelda, por lo que simplemente asintió.
- ¿Esa es tu tarea? - Preguntó Gelda a Zeldris, que tenía en sus manos un cuaderno. Asintió algo apenado, que inconscientemente le entregó su cuaderno, para luego maldecirse internamente por su acción. Eran ejercicios matemáticos.
La chica no dudó en tomar el cuaderno y sonrió al darse cuenta de que Meliodas tenía razón, pero también se dio cuenta de algo. - Sabes, te has equivocado.
- Lo sé. - Por fin habló Zeldris cortante, había vuelto a ser aquel niño serio y poco expresivo. Pero Gelda no se inmutó y se mantuvo sonriéndole, rompiendo su semblante de chico serio.
- Pero lo curioso es que tienes bien los ejercicios más difíciles y los más fáciles están mal. ¿No es algo raro? - Dijo Gelda fingiendo confusión, sorprendiendo a Zeldris y provocando ponerlo nervioso. Ella sonrió al darse cuenta de lo que él estaba haciendo. - Quieres atención, ¿no es cierto?
- Claro que quiero. Es la única manera en la que me notan. - Zeldris le arrebató el cuaderno a Gelda y luego agachó la mirada molesto, pero a ella no le importó. - Piensas que solo soy un niño amargado, ¿cierto?
- Por supuesto que no, eres un chico muy orgulloso y lindo. - Gelda levantó su mano para acariciar los cabellos negros de Zeldris, sorprendiéndole por la calidez que lo invadió. ¿Hace cuánto que no había sentido este tipo de cariño?
- ¿Q-qué? - Balbuceó Zeldris algo nervioso por el repentino contacto suave de la chica. Su manera de acariciarlo era muy tierna, tanto que lo abrumó.
- Se ve que eres un chico muy inteligente y capaz. Lo puedo ver en tu mirada. - Dijo Gelda con dulzura. - Si te lo propones, sé que podrías superar a tu hermano con facilidad y todos te miraran con respeto. Tienes ese potencial.
Zeldris estaba temblando, posiblemente por las dulces palabras de Gelda. Nadie le había dicho eso, nadie lo había visto de otra manera, que no fuera un niño serio y amargado.
- ¿En serio? - Levantó su cabeza, sus ojos oscuros brillaban con esperanza, que provocó a Gelda sorprenderse por su linda mirada. Incapaz de contenerse, ella lo abrazó con dulzura. Zeldris no se sintió incómodo por su contacto, de hecho era todo lo contrario, deseaba que durara más.
- Lo siento. - Dijo Gelda algo apenada por su atrevido acto, mientras lo soltaba. - No fue mi intención-
- Para nada. - Sonrió Zeldris, sonrojando a Gelda. No sabía que tuviera una hermosa sonrisa. - Me gusto mucho, puedes abrazarme cuando guste. - Gelda rió ante la honestidad del chico. Su risa hizo sonrojar al Zeldris. - Eres muy linda.
- ¡Muchas gracias! - Exclamó Gelda alegre con una sonrisa. Verla en ese estado hizo a Zeldris sentirse tranquilo, cosa que era raro en él. - ¿Por qué no corriges tu tarea y bajas a pasar el tiempo con nosotros?
- Claro... ¿Cuál es tu nombre? - Había pasado el rato y él no se le había ocurrido preguntar su nombre, debía saber quién era está chica que hacía latir su corazón de manera descontrolada y, a la vez, le hacía sentirse relajado.
- Soy Gelda. Es un placer conocerte, joven Zeldris. - Dijo con una suave voz.
- Gelda, que hermoso nombre. Por favor, llámame Zeldris. - Dijo con simpleza, pero manteniendo una sonrisa animada. - Iré en cuanto terminé.
Sin más, el niño se regresó a su habitación dejando a Gelda pensativa y sonrojada. - Él es muy lindo... - Decidió continuar avanzado en busca del baño.
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N/A: Hola y muchas gracias por leer. Espero que les haya gustado o, al menos, sacado una sonrisa. Adoro que Zeldris vea de manera animada a Gelda, como en el manga. Lamento los errores ortográficos y gramáticos.
¡Gracias por leer y que tenga un buen día!
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