Capítulo veintiuno: El portal del infierno.
En la cálida noche, tras escabullirse de la fiesta de Melissa. Carol sostiene el rostro de Sara, quien contempla su majestuosa belleza.
Besos apasionados y caricias acarameladas encienden la pasión de ambas mujeres. Carol le ruega a la pelinegra que se deshaga de su ropa, pero antes de que ella pudiera siquiera tocar la tela de su vestido, una estruendosa explosión suena a lo lejos, provocando la agitación de la tierra.
Una fuerte ráfaga de viento lanza todo a su paso, en un segundo Sara se abalanza sobre Carol, tratando de protegerla de los pedazos de vidrio que segundos antes era una ventana.
Ropa, cajones, cobijas y objetos personales vuelan por todas partes.
Un aterrador silencio se expande por toda la habitación. De nuevo, una ráfaga de viento, irrumpe violentamente por la ventana. Carol se aferra al cuerpo de Sara, quien arquea su espalda como si fuera un escudo protector.
Luego de escuchar simultáneamente sonidos de disparos, Sara toma la mano de Carol, con la intención de sacarla de ese lugar, sin tener idea de lo que está pasando afuera.
—¿Estás bien, Carol? — cuestiona Sara con los nervios alterados.
—¡Estoy bien! ¡Ahora mismo hay que salir de aquí! —La rubia mira detenidamente los cortes en los brazos de Sara, pero prefiere guardar silencio, hasta encontrar un lugar seguro
De pronto, Zaiden cruza la puerta partida por la mitad, junto a Oliver y Petra, quienes caminan detrás de él.
—¡Petra! —exclama Carol con un nudo en la garganta.
—¡Ven aquí, hija! —Petra abre sus brazos de par en par.
En breve, Carol y la anciana, de cabello plateado, se funden en un amoroso abrazo, lleno de calidez y protección. Zaiden rápidamente, se aproxima a la caja fuerte que a simple vista parece ser un ropero. Introduce una contraseña en la pantalla táctil. Oliver se mantiene a su lado, prestando atención a cada movimiento de su padre adoptivo.
El hombre, de ojos semejantes a los de un zorro, abre cuidadosamente el ropero de material de acero. Oliver observa todas las armas que le es imposible de contar a simple vista. Zaiden enciende el micrófono de sus auriculares inalámbricos.
—Amor, encontré la caja fuerte, todas las armas están intactas y listas para usar —explica Zaiden con premura.
—Bien, amor, te veo en un rato —comunica Dylan mediante el auricular, mientras dispara a sus enemigos —. Dejo todo lo demás en tus manos.
—¡Amorcito, soy el mejor para este trabajo! —dice Zaiden confiado de sí mismo —. Protegeré a nuestra familia, lo prometo.
—Te amo —aquellas palabras se escapan del alma de Dylan —. ¡Mierda!
Zaiden escucha de nuevo disparos, al igual que Dylan forcejeando a través del auricular.
—¡Dylan!
—Estoy bien, cariño, solo le arrebaté la pistola al imbécil que me apuntaba con el arma.
—Concéntrate, amor, necesitamos ocuparnos de toda esa mierda. Comencemos ahora mismo con el plan —dice Zaiden, luego de llenar dos maletas de municiones y armas de fuego.
Dylan presiona un botón en su auricular, el cual le permite comunicarse con los demás miembros de su banda criminal al mismo tiempo.
—¡Equipo, comuníquense de inmediato! —ordena Dylan con firmeza, cambiando al idioma alemán.
—¡Aquí, Lyssa! —menciona la mujer con voz entrecortada.
—Aquí estoy, Han —dice con seriedad.
—¡Aquí, Astrid! —Su voz refleja el esfuerzo que ejerce en su combate.
—¡Presente, Caelus! —El sonido de una bomba explotando opaca su voz gruesa.
—¡Aquí el más sexy! —Una risa egocéntrica se escapa de la boca de Zaiden.
—¡Maldita sea! ¡Aquí, Set! —Disparos se escuchan a través del auricular.
—Caelus, informe —ordena Dylan apresuradamente. La llamada se corta por unos breves segundos, hasta que su respiración agitada se transmite de nuevo.
—Al parecer, los hombres de Demian, alias “Alas de Ángel” están destruyendo la ciudad de Chicago. Hay un total de 10 bombas lanzadas hasta el momento y más de 2, 000 hombres encapuchados con metralletas hasta ahora. —Reporta Caelus con dificultad para respirar.
—¿¡Qué está haciendo aquí ese imbécil!? —exclama Astrid, su miedo y preocupación llegan a oídos de sus compañeros —¡No hemos robado en sus territorios! ¡Japón y Estados Unidos son intocables para nosotros!
—¡No! ¡Al parecer no viene por ninguno de nosotros, esto no tiene que ver con la mafia! —Menciona Caelus, hasta que su anuncio se ve interrumpido por Dylan.
—Viene por Melissa.
—¡Exacto! ¡Dos mujeres y Alas de Ángel la están mencionando, solicitan que la entreguen de inmediato, al igual que a su pareja Asher! —De pronto la llamada de Caelus, hace interferencia con la voz de Nobu.
—¡Aquí, Nobu! ¡Me encuentro en la calle 26, hay un hoyo en el piso del tamaño de un edificio! ¡Esperen, veo algo! —El hombre fornido, expresa alarmado por aquello que se presenta ante sus ojos — ¡NO! ¡ALÉJATE, ASQUEROSO ANIMAL! ¡NOO! ¡MUERAN BASTARDOS!
—¿Qué sucede, Nobu!? — cuestiona Han con el corazón acelerado.
Escalofriantes rugidos monstruosos dejan helados a los integrantes del equipo. Disparos y forcejeos indican la batalla en la que Nobu se encuentra luchando, hasta que inesperadamente la llamada se corta.
—¡NOBU! —dice Lyssa con los nervios al límite.
—¡NOBU! ¡MALDITA SEA IRÉ POR ÉL! —Con el corazón al borde del precipicio, Astrid se dirige a la calle 26, la cual se encuentra a 12 cuadras de la casa de Dylan.
—¡Adelante, Astrid! —afirma Dylan con autoridad.
La concentración del rubio es plena cuando se encuentra en medio de una batalla, a pesar de las circunstancias en las que se ve involucrado.
—Equipo, llevaremos a cabo la formación CR2. Esta vez nuestros diamantes serán Melissa, Asher, Petra, Oliver, Sara y Carol. Mantendremos a salvo a nuestros diamantes a toda costa.
—¡Entendido líder! —exclaman al unísono.
—Caelus encárgate del avión con destino a Alemania; regresaremos a casa esta misma noche. Han sigue a Astrid y asegúrense de traer de vuelta a Nobu. Lyssa tu deber es entregar armas y municiones a los miembros del equipo, Set te cubrirá la espalda. Zaiden protege y escolta a nuestros diamantes, hasta que Caelus nos indique la llegada del avión. Yo buscaré a Melissa y Asher. ¿¡Entendido!?
—¡Entendido, Líder! —De nuevo las voces de cada integrante del equipo resuenan a través del auricular.
En una misión normal, CR2 consiste en priorizar el robo de una joya, poniendo en riesgo sus propias vidas, así como extraer la joya de manera intacta y segura. En este caso no existe algún tipo de reemplazo para la joya. Dichas misiones son muy raras de llevar a cabo, ya que consisten en piezas históricas e imposibles de reemplazar. Por lo cual Zaiden comprende perfectamente la importancia que tiene esta misión para su pareja.
Zaiden se dirige a Sara, ella espera ansiosamente una palabra suya.
—Sara, Carol, tomen, lo necesitarán —Zaiden les ofrece una pistola cargada. Carol se acerca y mira detenidamente el arma, sintiéndose dudosa de sujetarla. Por el contrario, Sara frunce el ceño y, dispuesta a defender a las personas que ama, toma la pistola sin titubeos.
—¿¡Qué está pasando, Zaiden!? —Carol pregunta con un nudo en la garganta. Se aferra a las cálidas manos de Petra, que inconscientemente le devuelven la calma.
—Escuchen, un imbécil está en búsqueda de Asher y Melissa, eso que escuchan son sus hombres atacándonos — explica Zaiden mientras acomoda sus guantes de cuero negro en las manos.
—¡No! ¡Mi niña! ¡Dios mío! —Los ojos de Petra se cristalizan tras escuchar aquella noticia —. ¿¡Qué vamos a hacer, hijo!?
—¡Abuela! ¡Escúchame, abuela! Te prometo que protegeremos a Melissa y Asher —Petra toma con fuerza las manos de Zaiden, que rodean su mandíbula. —Ahora los sacaré de este lugar, confía en mí, abuela.
Petra respira profundo al recibir de Zaiden un protector beso en la frente. Carol en seguida toma la mano de Petra, reforzando así la seguridad y tranquilidad en ambas mujeres.
—Zaiden, solo una maldita vez he disparado. Dylan intentó enseñarme, pero tus estúpidas burlas robaron mi atención en la clase —dice Sara con el ceño fruncido.
La pelinegra se mantiene inspeccionando el arma en sus manos sudorosas.
Zaiden se retira por un par de minutos, detrás de la pared, junto a la puerta rota. Al terminar, el pelinegro aparece con unas botas negras, ropa cómoda y adecuada para la guerra que se divisa a distancia. Su boina roja le hace derrochar la sensualidad y seguridad que le caracterizan.
—Sara, no estoy bromeando, nuestras vidas están en riesgo. Tienes que tomar esa maldita arma y romperles el culo a esos bastardos.
Al escuchar las palabras de Zaiden, la pelinegra entra en razón. No estaban en un día de campo practicando tiro, estaban en medio de una guerra que ni siquiera han presenciado. Sin más, guarda la pistola en su pantalón y toma la metralleta que está sobre la maleta. Carol de igual manera le pide al hombre de mirada astuta una pistola con la cual defenderse.
—¡Zaiden, yo también quiero un arma! —anuncia Oliver, al tomar con fuerza la playera negra del hombre.
—Escucha, Olí, no lo necesitas, hijo, te prometo que cuidaré de ti sin importar qué. Confía en mí.
—Pero yo también quiero protegerte —En sus ojos se percibe la angustia que Oliver siente.
—Lo sé, Olí, solo quédate cerca de mí.
Oliver asiente al escuchar las palabras de Zaiden.
—Ahora necesito que se pongan esto —Zaiden estira su mano, otorgando a cada uno, un chaleco antibalas. —Esta noche atravesaremos el infierno, así que permanezcan cerca de mí en todo momento. ¿Entendido?
Oliver asiente, al igual que las demás mujeres, con un semblante lleno de incredulidad.
Todos se adentran a la casa con la intención de salir lo más pronto posible del lugar vulnerable en el que se encuentran. Siguen los pasos de Zaiden, quien lidera la travesía.
Cuando finalmente bajan las escaleras y cruzan la puerta principal, nadie estaba preparado para lo que estaban a punto de presenciar.
En la espesa neblina, gracias a las casas destruidas de concreto, existen múltiples hombres encapuchados disparando sin piedad a cualquier persona que se cruce en sus caminos.
Ya no existen paredes divisorias entre casas, ni siquiera edificios o casas completas, solo rastro de lo que alguna vez fue un hogar.
Zaiden da la indicación de dirigirse a la calle, con la intención de ocultar a su familia entre los autos estacionados; así mismo, el pelinegro le brinda las indicaciones exactas de su ubicación a Lyssa.
Los demás se apresuran a cruzar lo que alguna vez fue un jardín, mientras Zaiden dispara a los enemigos que se encuentran cerca del perímetro.
Carol dispara de manera temerosa; por el contrario, Sara dispara con firmeza, consiguiendo herir a distintos hombres armados.
Diversas personas que corren con premura caen muertas frente a ellas, lo cual las deja meramente en shock.
Bombas, metralletas y gritos de horror se mezclan entre el ambiente tenso, repleto de un espeso olor a sangre, entrañas y putrefacción.
—¡Rápido! ¡Rápido! ¡Vayan detrás del auto! —indica Zaiden en voz alta.
Todos enseguida se colocan detrás de la camioneta roja, que cubre a la perfección sus cuerpos aún intactos.
Una gran explosión hace eco en el cuerpo de Petra, al darse cuenta de que la bomba había caído en su preciosa casa.
Una ráfaga de viento sucumbe todo el lugar, cuerpos mutilados, restos de mesas, sillas y objetos pesados caen del cielo tras la explosión, rozando la poca distancia que los separa del caos.
—¡NO! ¡MI CASA! ¡MI HOGAR! ¡NO POR FAVOR! — Petra, con lágrimas en los ojos, intenta caminar hacia la explosión, tratando de detener el daño que sufre su hogar.
Carol rápidamente la toma del brazo, deteniendo sus intenciones puras y dañinas para ella.
—¡Escucha Petra! ¡Ya es tarde, no podemos hacer nada! —exclama Carol
Petra se aferra a sus brazos, intentando apaciguar el dolor que le generan los recuerdos de esa casa junto a su nieto y su adorado hijo, que se queman frente a sus ojos.
Al haber salido del refugio detrás del vehículo, Petra había expuesto a Carol y así misma al peligro.
—¡Carol! ¡Petra! ¡Regresen aquí ahora mismo! — exclama Zaiden con desesperación.
El hombre se apresura a colocarse frente a ellas, usando solo su metralleta para defenderse.
Dylan se encuentra en medio de los restos de lo que fue la casa de sus vecinos. Su camisa blanca contiene la sangre derramada por los enemigos de su reciente enfrentamiento.
El rubio se detiene por un segundo para controlar su respiración agitada, al contemplar detenidamente los cuerpos sin vida de los hombres encapuchados, tirados en el piso.
Sin más, Dylan aprovecha el momento para robar municiones, pistolas y cuchillos que son útiles para futuros enfrentamientos. De pronto la neblina se comienza a disipar, haciéndolo visible para los demás hombres de negro.
Enseguida, Dylan limpia la sangre en sus mejillas y se dirige a la calle donde se encuentran vehículos estacionados por todas partes. El hombre fornido esquiva a distintas personas que corren con desesperación hacia algún lugar seguro.
Distintos árboles prenden en llamas, haciendo que el césped del vecindario arda en fuego.
—¡Dylan! ¡Dylan responde! —La voz desesperada de Astrid, suena en el auricular del rubio.
—Te escucho, Astrid. ¿Qué sucede? —dice Dylan al llegar a una limusina con los vidrios rotos.
—¡Nobu! ¡Acaba de perder las piernas! — Aquellas palabras desgarran la garganta de la pelirroja —¡No sé cómo explicarlo, pero estamos huyendo!
La palabra de Astrid se ven interrumpidas por el grito de una mujer. Dylan percibe la respiración entre cortada de su compañera, y rugidos que se funcionan entre humano y animal perforan los oídos del rubio.
——¡MIERDA! ¡MIERDA! ¡HAN! —Astrid grita con todas sus fuerzas.
—¿¡Qué sucede, Astrid!? —Dylan toma con fuerza el auricular, aprieta los dientes intentando mantener la calma ante la incertidumbre.
El sonido de una explosión retumban en los tímpanos de Dylan, lo cual le altera los nervios.
—¡Voy para allá!
—¡NO! ¡No vengas, Dylan! —dice Astrid con dificultad —. Hay unas repugnantes bestias, sus cuerpos desnudos son asquerosos, son muy violentos y rápidos.
—¿¡Qué!? ¿¡Estás hablando en serio!?
—¿Cómo no podría hacerlo en esta situación, Dylan!? —Astrid se queja del dolor que experimenta, entre las palabras que salen de su boca.
Han, rápidamente, se involucra en la llamada.
—¡Dylan es un maldito ejército! ¡Estamos escondidos dentro de una camioneta blindada! ¡Necesitamos apoyo! Dylan... —Han, hace una breve pausa al no poder creer lo que está a punto de decir —. Se dirigen hacia tu dirección.
—¿Alguien más está herido? —dice Dylan con seguridad, aunque por dentro la impotencia le golpee el vientre y las palabras de Han lo dejen helado.
—Tengo una herida de bala en la pierna, nada que no se arregle con un torniquete. —Astrid suelta el aire acumulado en sus pulmones —Nobu perdió sus dos piernas, así que hemos usado nuestra ropa como torniquete. Han, tiene heridas de bala en el brazo, pero él está bien.
Dylan se aproxima al auto blanco, esquiva a más personas que huyen para salvar sus vidas. Sin demora, dispara en la cabeza a los hombres que matan sin piedad.
—Estoy bien, acabé con esos Gollums, pero se multiplican como malditas cucarachas. —dice Han
—Bien, manténgase ahí, iré por ustedes —afirma Dylan entre la fría noche y la espesa neblina.
—¡No, Dylan! —interrumpe Astrid.
—¡Es una orden, Astrid! Manténgase a salvo mientras llego. Traeré más refuerzos de Alemania y prometo que los sacaré de ahí. —Dylan frunce el ceño, una ardiente voluntad quema su corazón.
—Cuidaré de ellos, Dylan, solo no mueras, eres el líder. ¿Lo recuerdas? —dice Han, transmitiendo la esperanza que siente por sobrevivir.
—Lo sé Han. Manténgase a salvo hasta que yo llegué, es una orden.
—¡Entendido líder!
Antes de que Dylan colgará la llamada, escucha la fuerte discusión entre Han y Astrid. La mujer alega el peligro al que Dylan se expone al ir a su rescate. El hombre le pide que confíe plenamente en su líder, en sus habilidades y fortalezas.
Aquellas palabras no hacen más que motivar al hombre de ojos verdes, para tomar acción en rescatar a sus amigos.
La llamada de Zaiden entra a su auricular.
—¡Amor, pronto Lyssa, Set y yo nos encontraremos para hacer la entrega de municiones! ¿Dónde te encuentras? —cuestiona Zaiden con premura.
El poco silencio que había en el ambiente, se ve fuertemente opacado por un estruendoso temblor en la tierra. La agitación no se percibe como si de una simple bomba se tratara; aquel sonido venía acompañado de edificios cayendo a los costados.
Dylan alza lentamente la mirada al contemplar una escamosa piel oscura; en breve, aquella piel toma la forma de una gigante pierna del tamaño de un edificio. Unas majestuosas alas escamosas flotan por los aires, creando un sonido ensordecedor. El extraordinario Dragón que camina entre las calles de Chicago deja completamente atónito al hombre.
—Zaiden… ¿Estás viendo lo mismo que yo?
Las manos de Dylan tiemblan y sus ojos se abren de par en par al ver que aquella bestia está expulsando bolas de fuego de su temible boca.
—Lo estoy viendo... —dice Zaiden con la sangre helada y el impacto directo al hueco de su estómago.
Dylan traga saliva al contemplar detenidamente al imponente Dragón.
Continuará...
Mis querid@s lector@s muchísimas gracias por estar un capítulo más. Iniciamos el año con un capítulo espeluznante ✨
¿Se esperaban algo así?
La verdad me queme el cerebro tratando de plasmar el caos que viven nuestros amados personajes. Espero les hayas gustado y un abrazo ❤️
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