Capítulo veinte: La inevitable verdad.
En medio de la majestuosa naturaleza celestial, Melissa y Asher se encuentran frente a la cascada de la curación, tratando de plasmar en su respectivo lienzo, la belleza captada por sus ojos.
Melissa duda en las pinceladas que pasa delicadamente sobre su lienzo, pero gracias a los constantes halagos de su ángel guardián, poco a poco la confianza regresa en su talento innato.
Por otro lado, Asher disfruta mezclar la pintura en su pincel. Si alguien preguntara por su creación, diría que claramente es la cascada de la curación plasmada en su lienzo, aunque a simple vista parezca una mancha gris.
La tranquilidad que reinan en aquel sitio sagrado, se ve interrumpida por el portal que se abre frente a ellos. En un instante, Orión sale apresuradamente del mágico portal, que se cierra rápidamente detrás de él. El adolescente recarga la palma de las manos sobre su rodilla, mientras respira profundo para conseguir la calma.
—¿Estás bien, Orión? —dice Asher preocupado, al acercarse a su pequeño amigo.
—¡Asher! —exclama Orión con un llanto incontrolable. Se aferra a su torso y lo abraza con fuerza, descargando todo el miedo que jamás había experimentado en su vida.
—¿Qué sucede, Orión? ¿Dónde estabas? —Asher se alarma al ver la reacción del joven albino, jamás lo había visto tan asustando, mucho menos tembloroso.
—¿Estás bien, pequeño? ¿Podemos ayudarte en algo? —dice Melissa con suma delicadeza, intentando calmar a Orión con su dulzura.
—¡Melissa! —Al ver el rostro de la pelinegra, Orión se lanza a sus brazos, refugiándose en el calor de su amorosa energía.
—¿Sabes mi nombre? —cuestiona Melissa al sentirse sorprendida, y aun así aprieta fuertemente al joven ángel arcane.
—Sí, los he estado encubriendo de los jefes —explica Orión mientras se limpia las lágrimas de sus ojos turquesa —, porque jamás había visto a un ángel amar tanto a una humana.
Melissa sonríe, aunque tiene más preguntas que respuestas, decide cambiar de tema, ya que la ocasión lo amerita.
—¿Orión, por qué estabas llorando? —dice Asher con un semblante serio.
El rostro del adolescente vuelve a entrar en estado de alerta y miedo. Traga saliva a intentar explicar con palabras la horrible escena que hace poco tiempo acaba de presenciar.
—¡Es Demián! ¡Tiene un ejército de humanos genéticamente modificados! —toma aire por un segundo, logrando tener fuerzas para continuar con la peor parte —. ¡Y eso no es todo, quiere aniquilar a todos los ángeles y esclavizar a la raza humana!
Aquellas palabras son como afiladas cuchillas que se clavan en los oídos de Melissa, dejándola con un hueco en el estómago, que le provoca náuseas con tan solo imaginar aquellos horribles escenarios.
—¿¡Qué es lo que podemos hacer, Orión!? —cuestiona Asher alarmado.
El joven albino mira fijamente a la pareja que se posa frente a sus ojos.
—Ustedes dos son la respuesta —dice Orión con una mirada llena de luz y esperanza.
—¿¡Nosotros!? ¡Querrás decir que Asher es la respuesta! —Melissa frunce el ceño, sintiéndose confundida al ver que Orión la mira con determinación.
—Melissa, tú eres la clave de todo esto, tú también eres un ángel —Melissa abre los ojos como platos, al escuchar las inesperadas declaraciones de Orión —. Eres un Serafín, creadora de todos los universos y multiversos existentes. Es un poder que tu abuelo te concedió.
—¡Espera! ¡Espera! ¿Qué estás diciendo? —Aquellas declaraciones dejan a Melissa meramente en shock.
—Es verdad, preciosa, tienes un poder ilimitado dentro de ti —dice Asher al tomar la mano de Melissa y sostenerla con fuerza, ya que es consiente del peso que acaba de caer en sus hombros.
—¡Esperen, no estoy entendiendo nada!— dice Melissa con angustia.
—¡Solo mira tu aureola blanca, mira el aura blanca que emanas y la facilidad con la que puedes estar en este lugar sagrado! —Manifiesta, Orión con emoción —. Tomen asiento, les explicaré desde el inicio.
En la acalorada noche, Astrid se acerca a las dos hermosas mujeres que se encuentran divirtiéndose en el bar. Una rubia semejante a una diosa y a la mujer elegante, como un gato negro que se divierte a la luz de la luna.
—Así que, son amigas de Dylan —expresa la pelirroja con picardía, toma el vaso de Carol y sin más le da un sorbo a la bebida.
—¿Y tú eres? —cuestiona Sara desconcertada.
—¡Oh! Cierto, mis modales —una sonrisa de oreja a oreja se forma en sus carnosos labios —.Mi nombre es Astrid, soy amiga de Dylan y digamos que la versión femenina de Zaiden, solo que yo tengo más personalidad.
Carol ríe al escuchar aquellas confiadas palabras.
—¿Y te podemos ayudar en algo? —dice Sara con un semblante adusto, luego de verla a los ojos.
—Las vi tan solitas en esta esquina, pensé que algo de compañía no les vendría mal.
De su abrigo saca una pequeña bolsa de bombones de chocolate. Carol acepta tomar uno; por el contrario, Sara rechaza el ofrecimiento de Astrid.
—Estamos bien, enamoradas y felices. Mientras Carol y yo estemos juntas, siempre estaremos bien —dice Sara con una sonrisa amenazante, sus manos envuelven la cintura de la rubia.
Carol solo ríe de los evidentes celos de Sara.
—Eso quiere decir que podemos ser amigas —Astrid hace un guiño a Carol al mismo tiempo que saborea el dulce bombón que se derrite en su boca.
Carol observa los ojos a Sara esperando una respuesta, no puede evitar sonreír, la emoción que siente es innegable.
—Entiéndelo, ella es mía —dice Sara con valentía, sus mejillas se vuelven ligeramente ruborizadas.
Carol se sorprende ante la actitud de Sara, que en un principio se mostraba como una chica tímida e insegura. Ahora mismo toma con fuerza su mano y la arrastra con ella lejos del ruido, de la gente y sobre todo de Astrid.
Sara abre la puerta del cuarto de Dylan. La mujer, de cabello corto, toma a Carol y la arrincona contra la pared.
—Sara, yo… —dice Carol, luego de tragar saliva, intenta decir algo, pero las palabras no salen de su boca.
Sara apoya sus manos en la pared, dejando al descubierto sus grandes ojos marrones que arden en celos.
—¡Lo siento, no pude soportarlo! —exclama Sara tratando de contener los sentimientos que la consumen —. La manera en la que te miraba...
Carol sonríe al ver la desesperación de Sara y la manera en la que muerde sus labios, no hacía más que feliz a la rubia.
—Solo me interesas tú y me encanta que no reprimas lo que sientes. Gracias por mostrarme cuánto te gustó —dice Carol al tomar la barbilla de Sara y sin demora funde sus rosados labios en los suyos.
Sara estaba cansada de contenerse, de temerle a sus sentimientos y a no ser suficiente para ella misma. En breve toma de la cintura a la hermosa mujer de ojos claros, iniciando un apasionado beso que deja a la mujer sin aliento.
Carol se entrega a los desesperados besos de Sara que reclaman su amor. La rubia disfruta de la nueva faceta que Sara le muestra, dejándose dominar por ella al ser llevada a la cama.
La rubia permanece acostada a la cama con las muñecas arriba de su cabeza, sujetadas con fuerza por las manos de Sara. El cuello de Carol es saboreado desesperadamente por la pelinegra, encendiendo las cenizas que había quedado aún por consumirse.
—¿Qué haces aquí? —pregunta Astrid, al ver a Dylan dirigirse hacia ella —. ¿Dónde está Oliver?
—Eso mismo me pregunto —Dylan toma siento a su lado —Oliver está con mi novio y Seth, están botando espuma por todos lados.
—¡Oh, vaya! No pierden el tiempo —Astrid le da un trago a su shot de tequila —. Solo estoy aquí divirtiéndome.
—¡Ey! ¿Qué están haciendo aquí? La diversión está en la fiesta de espuma —dice Lyssa rompiendo el ambiente. Camina junto a su pareja en dirección a sus amigos.
Lyssa sujeta la mano de Astrid, impulsándola a levantarse de su asiento.
—¡Tú ganas, Lyssa, vamos! —Astrid le corresponde la sonrisa que muestra su amiga de pelo castaño con emoción.
—¡Dylan! Toma, te lo manda tu padre, dice que lo vas a necesitar. —Su compañero Han le arroja una pequeña caja de acero, la cual logra atrapar.
—Gracias, Han —expresa el rubio.
Han coloca dos dedos en la sien, haciendo un movimiento desde adentro hacia fuera, en señal de despedida; luego alcanza a su novia y entrelaza sus dedos con los de Lyssa.
Dylan inspecciona cuidadosamente la caja, descubre la parte frontal, esta se convierte en una pantalla que solicita la clave de acceso. El rubio indaga en sus más profundos recuerdos, hasta que por fin recuerda la clave. Su corazón se detiene por un segundo al recordar el contenido de aquella caja que le había otorgado su padre solo para emergencias. Sus ojos se abren de par en par al recordar su temible contenido.
Orión les habla sobre una leyenda: cuenta que existió un cuarto Serafín, el cual fue expulsado del gobierno celestial. Él no estaba de acuerdo con las leyes impuestas a los ángeles guardianes, alegaba que “los ángeles merecen amar y ser amados”. Los Serafines lo enviaron al mundo terrenal, con la finalidad de que comprendiera la importancia de dichas leyes.
Los jefes no contaron con que el cuarto Serafín se enamoraría de una humana y, como consecuencia, ella resultaría embarazada de él. Los tres Serafines lo abandonaron, al igual que a la humana y el bebé que crecia en su vientre.
Los tres Serafines dieron por hecho que la madre e hijo habían muerto; el cuerpo de una mujer no puede soportar la carga energética de un ángel al dar a luz.
Asher aporta a la historia, mencionando que la identidad de aquel cuarto Serafín, era nada menos que su abuelo Enzo, quien desesperado hizo un pacto con Demian, entregando a su primogénita a cambio de la vida de su esposa.
Melissa pregunta acerca de su padre, pero Orión le aclara que él jamás se enteró de los poderes que le habían sido heredados, ni la verdadera identidad de su padre, Enzo.
Orión le confiesa que el trato había sido plasmado en el cuadro “Melissa”, donde Demian se alimenta de su esencia y del poder que posee la pelinegra en su interior.
Melissa recuerda el desmayo que sufrió tras haber ido de compras con sus amigos, antes de la fiesta sorpresa. Finalmente, la mujer de ojos grises, comprende la razón detrás del feroz sentido de pertenencia que Demian siente por ella. Una profunda tristeza le embarga en el corazón, cuando es consciente de que su existencia desde un inicio fue una moneda de cambio, un simple trueque sin importancia.
—Melissa, debes despertar tus poderes, solo tú puedes salvar ambos mundos. —En el rostro de Orión se hace visible la desesperación que le carcome la mente.
—Yo… ¿Pero, cómo? —cuestiona dudosa de sí misma.
Una brillante luz parpadeante se asoma de la playera blanca de Asher interrumpiendo el momento. El pelirrojo se desabotona la playera, enseguida Orión y Melissa se percatan de la luz azul que emanan las cicatrices de su torso.
—Lo sé, Demian lo hizo —afirma Orión frunciendo el ceño, en sus ojos hay un inmenso odio por lo sucedido —. Solo un ángel puede lastimar a otro ángel. Además, el cuchillo de Demian no era uno normal, estaba hecho con poder celestial.
—¿Orión, cómo podemos desaparecer la luz de las cicatrices de Asher? —Melissa aprieta los dientes ante la preocupación por su adorado ángel.
—Solo la energía de los Serafines puede sanar el ataque de un ángel —Melissa traga saliva al ver la esperanza reflejada en los ojos de Orión —. Tú puedes hacerlo, Melissa.
Ella estaba cansada de llorar, estaba harta de tener miedo y no hacer más que depender de Asher. Ya no era un saco de polvo, ya no era más un títere que cualquiera podría manejar. Ahora se considera una mujer que merece ser tratada como un diamante, una mujer con sueños y virtudes. El pasado ya no importaba más, ahora tiene un hermoso presente y un anhelado futuro por construir al lado de Asher. Y si ella tiene la oportunidad de ayudar por primera vez a su amado pelirrojo, lo intentaría con todas las fuerzas de su alma.
—Dime qué hacer —expresa Melissa con determinación al apretar sus puños con fuerza.
Orión hace una breve explicación a la pareja enamorada, sobre el poder de la intención, en combinación con los grandes poderes que poseen sus manos.
Melissa sigue las instrucciones de Orión, cierra los ojos y coloca sus manos en el tonificado torso del pelirrojo. Una luz dorada surge de la palma de sus manos; en seguida, aquella luz celestial envuelve al cuerpo del hombre de ojos azules.
Asher respira profundo, luego cierra los ojos. Confía en su atesorada Melissa, confía en sus capacidades y en la fuerza escondida en su interior. Por un instante, una sensación de alivio lo sumerge a un estado de plenitud.
Al abrir los ojos, las marcas en el torso de Asher habían desaparecido, así como la estorbosa luz que salía de ellas.
—¡Amor mío, lo hiciste! ¡Lo lograste! —Grita Asher con emoción, levanta a Melissa de la cintura y comienzan a girar sobre su propio eje.
—¿¡Lo viste!? ¡Asher lo hice! —Melissa se ahoga en una risa de nervios y al mismo tiempo de felicidad inexplicable.
Tal vez Orión y Asher tenían razón, esto era la prueba que Melissa necesitaba para demostrarse así misma que existe un poder infinito dentro de ella, sin dudarlo lo usaría para proteger a los que ama.
—Amigos, sus lecciones acaban de comenzar, pronto se volverán invencibles —declara el confiado ángel de ojos turquesa. Se cruza de brazos, y una sonrisa triunfadora delata sus anheladas intenciones.
Continuará... 🥀
Muchas gracias por haber leído un capítulo más ❤️🙌✨🙏
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