Capítulo tres: Dolor en el alma
Por la noche, Melissa se encuentra en su cuarto alimentando y cuidando a su nueva hija gatuna.
—¡Te llamaré Fany, ese nombre te queda perfecto! —dice Melissa mientras la observa beber leche tibia.
Asher se mantiene afuera de la habitación, custodiando la entrada al cuarto. De pronto, Lucía se acerca a la habitación.
—Asher ve a cenar algo o ve a dormir. Yo estaré un rato con mi hija. Te indicaré cuando vuelvas a tu puesto.
—Gracias, señorita Lucía —expresa Asher.
La diseñadora de joyas entra al cuarto, dejando la puerta abierta. Asher camina por el largo pasillo de la mansión, hasta llegar a su cuarto. Al cerrar la puerta, nota unas pequeñas patitas detrás de él.
—¿Qué haces aquí, pequeña? —dice Asher, carga a la gatita y la lleva adentro
—Te advierto, si me das otro lengüetazo yo...
Asher se siente nervioso y al mismo tiempo se derrite al ver su pequeño cuerpo
— ¡Okay, tú ganas!
Cierra la puerta y deja a la gatita a lado de él. Se quita los zapatos, luego retira las agujetas de su calzado y se los da a la dulce gatita, la cual juega con ellas.
Asher respira profundo mientras se quita el saco, desabrocha su camisa azul, retira su chaleco antibalas, al igual que algunas pistolas y cuchillos de bolsillo. Coloca las cosas en la mesa junto con su celular. Se sienta en la orilla de la cama mientras observa a su peluda amiga jugar.
—Dime, pequeña, ¿cuál es tu verdadera identidad? —cuestiona Asher, toma una agujeta y juega con la gatita—. Te seré honesto, yo soy un ángel guardián.
De pronto siente una carga pesada en la espalda.
—Y tengo una misión: proteger a tu nueva madre y encontrar su propósito de vida. Lo sé, suena sencillo, pero no sé cómo voy a lograrlo — explica a la gatita, luego se levanta de la cama.
—Te llevaré con tu dueña, probablemente te está buscando.
Al levantarse, presta atención a una extraña pesadez en su espalda. Con sus manos siente unas suaves plumas blancas. Rápidamente se dirige al baño y ahí encuentra un espejo de cuerpo completo. Observa las enormes alas blancas que provienen de su espalda, estas abarcan 20 centímetros arriba de su cabeza, hasta la punta de sus pies.
—¿Cómo es que aparecieron? —Dice confundido.
Asher intenta moverlas, y en un segundo hace un leve aleteo, lo que lo hace sentir sorprendido. No para de mirarlas con asombro. Inmediatamente, tocan la puerta de su habitación
—¿Asher has visto a mi gatita? —Escucha la voz de Melissa al otro lado de la puerta.
—¡No! ¿Cómo oculto estás alas? — Se cuestiona así mismo, los nervios le nublan la mente.
—¿Asher estás ahí? —pregunta Melissa, toca más fuerte la puerta, luego de no haber escuchado una respuesta.
Corre desesperadamente de un lado a otro buscando una solución rápida; sin darse cuenta, tira un jarrón de vidrio que se encontraba encima de una pequeña mesa redonda de mármol.
—¿¡Qué fue eso!? —cuestiona Melissa preocupada.
—¿Desaparece? ¿Adiós alas? ¡No tengo alas! — Dice Asher en voz alta; aun así, sus alas no desaparecen.
Se queda inmóvil frente a la puerta, pensando en que pronto se arruinaría su misión, pero sobre todo dejaría de ser un ángel encarnado.
—¡Voy a entrar! —advierte la joven.
Toca la manija y abre abruptamente la puerta. Asher cierra los ojos, piensa en su deseo de desaparecer sus impresionantes alas blancas.
—¿Qué rayos? —dice Melissa.
Lo primero que observa, es al jarrón hecho pedazos tirado en el piso. Asher abre los ojos.
—Lo siento, Melissa, no te asustes, por favor.
—¿Sabes que cada pieza en esta casa es de colección? ¡Ten más cuidado! —exclama molesta, observa que detrás de él, se encuentra su gatita jugando a lado de la cama.
—¡Fany!
Corre tras la minina y la carga en sus brazos.
—¿Qué no me ves? —pregunta el ángel confundido.
Melissa examina detenidamente su vigoroso abdomen, luego escala en las profundidades de su trabajado torso, hasta llegar a su dulce rostro.
—¡Vístete y levanta este desastre! —dice Melissa sonrojada. Enseguida se dirige a la salida.
—¡Y no te lleves a Fany sin mi permiso! —exclama nerviosa.
La chica sale de la habitación y cierra la puerta con brusquedad.
—¿Qué le pasa? —dice Melissa, confundida, sus mejillas y orejas siguen coloradas.
El ángel de nuevo toca su espalda, pero esta vez solo siente su suave piel. Suelta un suspiro de alivio
—Casi me descubres...
Melissa regresa a su cuarto, donde su madre se encuentra en el sofá esperando su regreso. Cierra la puerta de su cuarto y se sienta junto a ella.
—¿Dónde estaba la gatita? —Cuestiona Lucía, acariciando gentilmente a la minina.
—Estaba con el nuevo guardaespaldas.
—¿Asher? —Su madre pregunta curiosa, por lo que Melissa asiente.
—Hija, esta semana, estaré ocupada con unos compromisos del trabajo, así que tienes ese tiempo para pensarlo. —Lucía se levanta del sofá.
—¡No hay nada que pensar! ¡No aceptaré ningún negocio con los Bennett! —dice Melissa molesta.
—¡Es una gran oportunidad! ¡Además, es el mejor amigo de tu padre! ¿Quién sería mejor que él? —dice Lucía, en su mirada se refleja la confianza que siente por los Bennett.
—¡Tú no lo entiendes, mamá! —dice Melissa sintiendo rabia.
—¡Pues no maldita sea! ¡No lo entiendo, lo harás, te guste o no! —Su madre camina molesta hacia la salida—. ¡Tienes un maldito día para entrar en razón, cuando me desocupe firmarás!
Lucía azota la puerta del cuarto al salir y camina por el pasillo.
—¡No lo haré! Yo tomo mis propias decisiones... —Melissa baja la voz al notar que nadie la escucha.
—¡MAMÁ! —Su grito desgarrador suena en toda la habitación.
—Asher regresa a tu posición —ordena Lucía por la radio mientras escucha el grito de su hija.
—Voy para allá, cambio —dice el ángel, enseguida se viste de nuevo.
Melissa se ahoga en un mar de llanto y rabia.
—¡ODIO ESTAR VIVA!
La mujer toma con fuerza su cabello, pero no siente dolor. Cansada de su sentir, se desparrama en el sofá, colocando sus manos en su regazo, baja la mirada hasta observar detenidamente sus muñecas. La chica de ojos claros se levanta rápidamente y corre hacia el tocador. Entre el lápiz labial, peines y ligas para el cabello, encuentra unas puntiagudas tijeras. Melissa las abre y en el filo de la herramienta coloca una de sus muñecas, desliza las tijeras en línea recta, desgarrando profundamente su piel. El dolor hace su aparición, pero no se compara con el sufrimiento en su corazón.
El guardaespaldas abre la puerta del cuarto.
—¿Señorita, necesita algo?
Asher observa a Melissa sentada en el piso, con el cabello cubriendo su rostro, ahogada en un feroz llanto lleno de dolor.
El piso está cubierto de sangre, que procede de las cortadas en las muñecas de Melissa.
El pelirrojo se queda en estado de shock al ver la desgarradora escena. Enseguida percibe un fuerte olor metálico por toda la habitación. En un parpadeo retoma la conciencia.
—¡Melissa!
Inmediatamente la levanta del piso, cargándola en sus brazos.
—¡DÉJAME MORIR! —Melissa desgarra su garganta.
El pelirrojo baja corriendo las escaleras, dirigiéndose a la entrada principal de la casa; las puertas se abren automáticamente. Asher corre hacia el estacionamiento, en breve encuentra la camioneta y sube a Melissa, la cual se encuentra inconsciente. Él maneja hacia la salida y al aproximarse al portón, toma su radio.
—¡Solicito permiso para salir, es una emergencia, cambio! —exclama Asher con premura.
—Solicitud aprobada, cambio —dice el hombre de la radio.
El ángel maneja a toda velocidad. Las calles están cubiertas por la oscuridad de la noche, así que prende las luces de la camioneta. Entre diversos hoteles, edificios y restaurantes, intenta encontrar un hospital. Después de unos minutos de una desesperada búsqueda, localiza el hospital.
Al entrar, corre con Melissa en brazos a la recepción.
—¡Ayuda, por favor!
La recepcionista aprieta un botón, rápidamente los camilleros se aproximan a ellos. Asher recuesta a Melissa en la camilla.
—¿Qué pasó? —pregunta el doctor que camina detrás de la camilla, junto al guardaespaldas.
—Entré a su habitación y vi que sus muñecas estaban ensangrentadas, la traje lo más rápido que pude.
El semblante de Asher expresa preocupación.
—¿Cuánto tiempo ha pasado? —pregunta el doctor.
—No sé, unos diez minutos —responde Asher con nervios.
—Bien, ve a la sala de espera. Pronto te daremos el informe.
El pelirrojo se detiene y observa al personal del hospital entrar por una puerta, perdiéndolos de vista.
Camina por el pasillo y encuentra la sala de espera. Toma asiento junto a una mujer, dejando un asiento vacío entre ambos. La sala de espera se encuentra silenciosa; por consiguiente, no puede evitar recordar lo sucedido. La viva imagen de las ensangrentadas muñecas de Melissa hace eco en su cabeza. Su desesperación le hace hervir la sangre, la culpa de no haber llegado antes lo tortura. El hombre se levanta y camina de un lado a otro pensando en si Melissa sobreviviría.
De pronto se detiene al reconocer su miedo hacia la muerte y comienza a percibirse así mismo como un ser humano, lo cual le sorprende.
—Melissa, por favor, no mueras...
Del bolsillo de su pantalón saca su celular, procede a llamar a Lucía. Tras un par de tonos de buzón de voz, marca al número de la secretaria Carol.
—¿Quién habla? —La voz de Carol suena adormilada.
—Carol, soy Asher el guardaespaldas de Melissa. Ella tuvo un intento de suicidio, se cortó las muñecas. En este momento estamos en el hospital, la señorita Lucía no responde. —Carol escucha atentamente las palabras de Asher.
—Mándame la ubicación y en un rato llego. Tú mantente a lado de Melissa, yo me encargo del papeleo. Voy para allá —Carol cuelga la llamada.
El pelirrojo respira profundo. De nuevo toma asiento en la sala de espera y cierra los ojos intentando conciliar el sueño. De pronto, un niño de dos años abraza fuertemente su pierna. El pelirrojo abre los ojos y mira fijamente el rostro del tierno niño.
—¡Hola, amigo! ¿De dónde saliste?
El niño sonríe al ver el rostro de Asher y él le devuelve la sonrisa.
—Disculpa, es mi hijo —dice la joven mujer mientras aparta a su hijo de la pierna del guardaespaldas.
—Está bien, no te preocupes —El niño comienza a llorar después de ser alejado de él.
—Qué raro, casi no le gusta que lo abrasen —dice la mujer sorprendida.
—¡Familiar o tutor de Melissa Hyland! —exclama la enfermera que está parada en la entrada.
Enseguida Asher se levanta de su asiento
—¡Yo soy su tutor, señorita!
—Acompáñame.
Asher sigue a la enfermera, hasta el cuarto donde descansa Melissa.
Melissa abre los ojos lentamente, su visión es borrosa, pero reconoce la silueta de Asher que se encuentra hablando con un hombre de bata blanca. Luego su visión se aclara, pero siente un fuerte dolor en sus muñecas. Al verlas, nota que están vendadas. Siente un alivio al ver que Asher es quien está recibiendo el informe, su madre le habría gritado enfrente de todo el mundo.
Después de haber terminado de recibir el informe, Asher se aproxima a la joven.
—Señorita Melissa, aquí estoy —dice Asher. Su voz es suave y dulce, lo cual la tranquiliza.
—Por favor, llévame a casa. —La voz de Melissa es débil y ronca.
—Claro, solo firmaremos unos papeles y podremos irnos —explica Asher, mientras acomoda su almohada—. Iré a la recepción, ya vuelvo.
—¡No te vayas, por favor, quédate a mi lado! —En sus ojos hay miedo.
—Siempre estaré a tu lado, hasta donde me lo permitas, jamás te dejaré sola —Asher acaricia gentilmente su mejilla.
—Gracias...
Carol entra a la habitación.
—Listo, ya quedó el papeleo, podemos irnos —indica Carol gentilmente.
—¡Melissa, vamos a casa! —exclama Asher, con una expresión de inmensa alegría.
—No me lleves a la mansión, por favor, llévame a tu casa... —Dice Melissa, su mirada de súplica lo toman por sorpresa.
—Está bien, te llevaré conmigo.
Después de tanto tiempo Melissa sonríe genuinamente.
Continurá..... 🥀
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