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Capítulo diecinueve: Un breve suspiro

En medio de la infinita oscuridad, un punto de luz se expande, hasta convertirse en una esfera color naranja, flotando en el espacio vacío y silencioso.

El corazón de Melissa late con fuerza, pero el toque de Asher le devuelve la calma que precisa en esos momentos. Sin más, ambos entrelazan sus manos, como un recordatorio de que juntos pueden enfrentar cualquier obstáculo que se oponga en su camino.

—¿Orion, eres tú?

Pregunta Asher al no reconocer el color de aquella esfera flotante.

—Soy el ángel guardián del astral, mi nombre es “Astrane”—Una voz gruesa e intimidante proviene de la esfera naranja—. El cuerpo humano de aquella mujer, no puede a entrar a un lugar tan sagrado como “la cascada de la curación”

—¿Entonces qué es lo que debo hacer? — Asher cuestiona a la esfera naranja.

Melissa se aferra a la mano del pelirrojo.

—Para poder ingresar, deberás hacer que su alma abandone a su cuerpo terrenal.

—¿Cómo voy a hacer eso? —cuestiona Melissa.

—Tu ángel guardián tiene la respuesta.

Melissa dirige la mirada al ángel esperando alguna respuesta. En seguida, el pelirrojo le pide que se coloque en el suelo tomando la posición de “flor de loto” mientras Asher toma asiento frente a ella, dándole el ejemplo de cómo hacerlo. Ambos sitúan sus manos en la punta de sus rodillas y enroscan sus dedos formando un número seis.

—Ahora cierra los ojos, preciosa, vas a inhalar y exhalar conmigo. Sigue mi voz.

Melissa se enfoca completamente en su respiración y en las instrucciones de Asher. Su cuerpo comienza a relajarse, ya que sus respiraciones lentas y pausadas, la hacen soltar toda la tensión que habita en su cuerpo.

Después de unos cuantos minutos, Melissa percibe distintos círculos de colores, que aparecen de manera intermitente en su mente. Su cuerpo comienza a sentirse ligero como una pluma.

En un instante suena un estruendoso ruido, las vibraciones de aquel sonido, retumban por todo su cuerpo, hasta que finalmente su alma se desprende totalmente de su cuerpo físico.

—Cariño, abre los ojos.

Sigue las instrucciones de Asher y lo primero que logra divisar es su angelical rostro, ligeramente iluminado por la esfera naranja. Melissa se apoya en la mano del ángel para levantarse del suelo, observa a su cuerpo terrenal en el piso, aun en la posición de flor de loto.

—Este es mi espíritu. ¿Cierto?

Melissa contempla sus manos pálidas, carentes de piel, sangre y de vida humana. Solo hay energía en su alma, que le permite existir en el mundo astral.

—Ahora tu espíritu puede entrar a la cascada de la curación. Cierren los ojos, en un momento estarán ahí —dice la voz grave proveniente de la esfera naranja.

De pronto, el sonido de la cascada de la curación, le ordena abrir los ojos. Melissa contempla detenidamente el celestial lugar que se muestra ante sus ojos.

—¿¡Qué es este lugar!?

Cuestiona Melissa al ver las aves fénix volar por los cielos despejados y observar detenidamente los árboles que tiran frutos rojos de sus ramas doradas.

La pelinegra cierra los ojos y se embriaga del dulce aroma de las cerezas en el suelo, así como del refrescante olor del pasto cubierto por neblina.

—¡Orión! ¡Orión! ¡Orión!

Asher grita el nombre de su amigo, mientras sus ojos del color del mar intentan encontrarlo.

—No está, se fue a buscar a alguien, me dejó al cuidado de la cascada.

Rápidamente, Melissa y Asher buscan aquella dulce y tierna voz. Ambos se percatan de una pequeña adolescente de cabello rosado; sus alas doradas son proporcional a su pequeña estatura. Sus mejillas rosadas son del mismo color de sus labios, que dibuja una gentil sonrisa.

—¿Eres la esfera naranja, cierto?

La pequeña sonríe al ser pillada por Asher.

—Mi nombre es Cassiel, soy la mejor amiga de Orión y ambos somos protectores de la cascada de la curación.

—¡Este lugar es demasiado hermoso! —dice Melissa con la emoción que se desborda de su corazón.

—Por esa razón y otras más cuidamos mucho este lugar.

—Lo comprendo —Melissa asiente al notar el peso que tiene la palabra de Cassiel.

—Espera, entiendo que ella tenga el lazo de plata, eso mantiene la unión entre su alma y su cuerpo. —Melissa rápidamente se percata del lazo que tiene pegado a uno de sus tobillos —Lo que no entiendo es porque ella tiene una aureola flotando en su cabeza.

—¡Qué! ¿¡Estoy muerta!?—Melissa exclama sorprendida e intenta tocar su aureola sin poder conseguirlo.

—No, preciosa, no has muerto, este es tu espíritu. Te prometo que mi amigo Orión y yo te explicaremos todo, por ahora no tienes de qué preocuparte, confía en mí… —Dice Asher con serenidad, haciendo que Melissa recobre la compostura y guarde la calma.

—Pueden seguir aquí, mientras esperan a mi amigo Orion. Yo estaré custodiando la entrada desde el astral, así que los veré más tarde.

El ángel astrane emprende vuelo hacia el cielo despejado, con la intención de regresar a sus deberes como ángel del astral.

—¡Gracias, Cassiel! —exclama Asher al verla desaparecer en la inmensidad del cielo.

—¡Gracias, encantadora ángel! —expresa Melissa con alegría.


Después de haber recorrido cada rincón del mágico lugar. Asher lleva a Melissa a la majestuosa cascada de la curación.

Asher le explica a Melissa la importancia de la existencia de dicha cascada, así como la sanación que otorga a quienes se sumergen en su milagrosa corriente de agua.

—Preciosa, entremos juntos a la cascada, te prometo que el agua te hará sentir mejor —dice con su característica dulce voz.

Asher era consciente de que la cascada de la curación, era exclusivamente para las almas que están a punto de trascender al descanso eterno. También sabía que la intención de Orión al ofrecerle la purificación mediante la cascada, era aliviar temporalmente su dolor emocional y físico, ya que al poco tiempo como un torbellino los recuerdos se volvieron contra él, dejándole un pesar, que nuevamente pretende aliviar junto a su amada Melissa, que lo necesita tanto como él.

—Está bien amor.

Melissa se apresura a retirar sus zapatillas, guantes, al igual que las joyas que cuelgan de su cuello y manos. Por otro lado, Asher se desata la corbata y se deshace de su saco, dejando de igual manera sus pies descalzos en el suave pasto verde.

—Dame tu mano, amor mío —dice Asher al estirar su mano.

Melissa, sin dudarlo, entrelaza su mano con la del ángel guardián, confiando ciegamente en lo que están a punto de hacer.

Ambos sumergen sus pies en el agua y caminan cuidadosamente hasta la impresionante cascada. Melissa suelta las manos pelirrojo para tocar la corriente de agua que cae frente a ella.

Una reconfortante sensación de alivio abriga a su cuerpo. Sin pensarlo, se adentra a la cascada, dejando que las gotas de agua limpien cada recuerdo que asfixia y tortura a su mente, al igual que a su corazón.

Un suspiro emergió de su alma, liberando así la inmensa carga de dolor que la aquejaba.

Melissa se embriaga de sensaciones gratificantes, que no hacen más que mantenerla en una maravillosa relajación y la hacen sentir completamente renovada.

Al abrir lentamente los ojos, Melissa se encuentra con una inesperada imagen. Cómo un árbol de Navidad, las cicatrices de Asher se iluminan de un color azul metálico, que se logra apreciar gracias a su camisa empapada por el agua.

En breve, Asher se apresura a quitarse la camisa para ver con total precisión la luz de sus cicatrices.

Melissa se posa frente al pelirrojo, escanea la luz que emerge de su torso mojado, acaricia cuidadosamente las cicatrices de su tersa piel.

—¿Esto te lo hizo el cierto? —dice la mujer afligida.

Asher asiente, sintiéndose avergonzado por ello.

—Estoy bien, preciosa, ya no me duele.

La sonrisa del ángel, como los rayos de sol, la cubren de la frialdad que la “culpa” le demanda sentir.

—Juntos lo venceremos, preciosa, no permitiré que nada ni nadie te lastime —Asher acomoda el cabello mojado de Melissa que cae detrás de su oreja—. Te pertenezco, Melissa, soy capaz de hacer cualquier cosa por ti.

Ella le corresponde con un dulce beso con sabor a “eres el amor de mi vida”, dejando al ángel sin aliento.

—Lo sé, mi dulce ángel, yo también cuidaré de ti. Juntos acabaremos con él y contra quién se oponga a nuestra felicidad. Nuestro destino es ser felices. ¡Mecemos ser felices!

Melissa entierra los dedos en el cabello mojado de Asher, dejando al descubierto su frente y sus brillantes ojos azules que se anclan en ella.

—Así es, amor mío, cumpliremos nuestro sueño, lo prometo…


Después de estar un tiempo en la cascada de la curación. Melissa y Asher se mantienen acostados sobre una manta de seda, rodeados de suaves almohadas.

Con un chasquido, Asher se vistió de un cómodo pantalón y playera blanca como las nubes en el cielo. De igual manera, Melissa había sido vestida de un hermoso vestido primaveral, color blanco con estampados de pequeñas flores amarillas.

Entrelazan sus piernas y ríen al recordar sus memorables citas: cuando Asher casi se vomita en la montaña rusa, cuando casi le da un infarto, cuando Melissa lo llevó a ver una película de terror o cuando fueron a un acuario y Asher casi se desmaya al ver un tiburón.

Y de todos esos recuerdos, ambos aprecian la primera vez que se besaron en la rueda de la fortuna, un momento que Melissa adora recordar. Asher resalta sus citas en distintos museos de arte, ya que atesora las reacciones de Melissa al contemplar exquisitas pinturas. El pelirrojo sabe que detrás de esos gestos y reacciones, existe un gran anhelo por pintar de nuevo.

—¿Cariño, puedo preguntarte algo personal? —pregunta Asher con la intención de no incomodar.

—Lo que desees, mi vida.

—¿Por qué has dejado de pintar?—dice Asher con delicadeza.

Asher había visto un sin fin de cuadros, pinturas y material para pintar, pero jamás había visto a su amada usarlos. Solo distintos cuadros pintados a medias, permanecían arrinconados en la habitación en la que Melissa sufría en silencio.

—Porque…

La mirada de Melissa se oscurece, lentamente agacha la mirada, intentando encontrar las palabras correctas para su Asher.

—Desde que tengo memoria, mi padre pintaba conmigo; ahora que no está, siento que no puedo seguir haciéndolo. No sin él, además no tengo talento como mi padre…

Las lágrimas de Melissa caen por sus mejillas, su garganta duele y sus manos se aferran a la espalda de Asher.

El pelirrojo abraza a su amada con fuerza. En un instante una idea se ancla en su mente. Ya había roto todas las reglas existentes en el mundo angelical, por ende romper una regla más no significa nada para él. Una vez más valía la pena arriesgar su existencia por la felicidad de su adorada Melissa.

—Preciosa, ven conmigo.

Asher la ayuda a levantarse del suelo, y ambos se aproximan al árbol de la sabiduría. Al estar frente al majestuoso árbol, Asher se apresura a dibujar un portal en el tronco manteniendo una firme intención.

En seguida se abre el portal, del cual emerge una infinita luz celestial. Melissa permanece atenta a la magia que se desarrolla frente a ella. En un instante el mundo entero cayó sobre sus rodillas, cuando observa a su padre salir del portal.

—¡Pulguita! —exclama su padre con inmensa felicidad. Estira sus brazos invitando a su hija a un anhelado abrazo.

—¡PAPÁ!

En un suspiro, Melissa se arroja a los brazos de su padre y se ahoga en ellos. Ambos intercambian lágrimas de felicidad y nostalgia.

—¡No puede ser! ¿En serio eres tú, papito?

Melissa toca su rostro intentando asegurarse de que no era víctima de uno de sus tantos sueños.

—¡Soy yo, hija! ¿Cómo es que estás aquí? —dice su padre confundido, observa a su alrededor tratando de encontrar una explicación.

Rápidamente, Asher y Kurt Hyland intercambian miradas.

—¿Tú trajiste a mi hija, ángel guardián?

—Así es, señor. Si me lo permite, la traje aquí, porque Melissa lo extrañaba demasiado.

Asher muestra una amigable sonrisa al sentirse conmovido por tan maravilloso encuentro.

—Gracias, hijo… Sé que eres su ángel guardián, por favor, cuida de ella.

Una satisfactoria sonrisa se forma en los labios del hombre de aspecto saludable, Kurt Hyland.

—Puede estar seguro de eso, señor.

La seguridad en las palabras de Asher tranquilizan el preocupado corazón del señor Hyland.

—Papá, me haces tanta falta…

Melissa observa fijamente los ojos grises de su padre, que la miran con el amor que solo un padre puede darle a su hija.

—Lo sé, pulguita, también me haces mucha falta. Pero prométeme que seguirás adelante con tu vida, prométeme que perseguirás tus sueños.

Un breve silencio toma por sorpresa a Kurt Hyland.

—No puedo pintar, padre, no soy una buena artista como tú, además no quiero faltarle al respeto, a tu memoria y a tu nombre.

El padre de Melissa ríe de ternura.

—Cariño, tú eres mi legado, mi más grande orgullo, nada me haría más feliz que continuaras con tu sueño de “mostrar tu arte al mundo”. ¿Recuerdas?

—Pero papá…

Kurt Hyland limpia las lágrimas de su hija.

— No hay peros pulguita, eres capaz de lograr lo que sea que te propongas, tienes que trabajar muy duro y levantarte siempre que caigas en el camino. El mundo que deseas está listo para ser tomado por ti, solo tienes que creer en ti, hija.

Ambos intercambian sonrisas, que llenan el corazón de ambos.

—Gracias, papá, jamás olvidaré tus palabras. Daré lo mejor de mí, lo prometo.

—Tú puedes, pulguita creo en ti.

De pronto el portal comienza a parpadear, indicando que la hora de partir de Kurt Hyland había llegado.

—Señor, es hora de regresar a su dimensión —indica el ángel guardián.

—¡Espera papá! Antes de irte dime ¿Estás bien en la dimensión en la que te encuentras?

Melissa se aferra a las manos de su amado padre.

—¡Si hija! Me encuentro en la 5 dimensión, es algo parecido al mundo humano. Vivo con tus abuelos y tengo muchos amigos ahí. —El rostro de Kurt Hyland refleja la felicidad en la que vive día con día —. Ya lo verás en su momento hija, pero por ahora vive muchas aventuras en el mundo terrenal, luego tendremos una eternidad para que me cuentes tus aventuras en el planeta tierra.

—¡Sí papá! ¡Lo haré! ¡Viviré mis sueños por ti y por mí, te lo prometo!

Padre e hija se funden en un amoroso abrazo, lleno de amor y esperanza para ambos.

—Lamento interrumpir, pero señor, ya tiene que regresar a su dimensión, su espíritu no podrá soportar estar más tiempo en este lugar. Además de que su espíritu podría ser detectado por los Serafines y eso sería un grave problema para mí.

Asher se coloca a lado del árbol, sus manos tocan el tronco con el fin de mantener el portal abierto por un poco más de tiempo.

—Gracias ángel guardián.

Asher se limita a solo asentir.

—Adiós, papá, te amo…

—Me gusta más la frase “hasta pronto”. —Kurt Hyland regala un dulce beso en la frente de su hija y Melissa tatúa en su corazón dicha acción —Te amo, hija.

El padre de Melissa se obliga a sí mismo a soltar a su hija y sin más se aproxima al portal, no sin antes escuchar la inesperada noticia que Melissa le da.

—¡Papá, mi ángel guardián es mi pareja! —dice Melissa con orgullo.

Al estar a un paso de cruzar el portal, el hombre se da media vuelta, dejando a la vista la sorpresa dibujada en su cara.

—¿¡Qué!? —exclama su padre.

Melissa sonríe al ver la expresión de su padre.

—¡Bienvenido a la familia, hijo! ¡Cuida a mi pulguita y dame muchos nietos!

En breve, el hombre de alto y pelo castaño desaparece junto al portal que permanecía en el tronco.

Melissa estalla de risa ante las palabras de su padre, mientras derrama lágrimas de desmesurada felicidad. Asher sonríe al ver la reacción de Melissa y hace suya la alegría que experimenta su adorada pelinegra.

Continuará... 🥀

Deseo que les haya gustado este capítulo, me dio mucha emoción el encuentro de Melissa y su padre 🤧

¿Creen que Kurt Hyland sería un buen suegro para Asher?

Datos curiosos:

El padre de Melissa y su madre tenían una buena relación de amistad. Mantuvieron en secreto su separación, pero legalmente seguían casados por conveniencia económica. Se separaron cuando Melissa tenía 13 años.

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