Capítulo 4
Maratón 1/4
Mapa
Mio suspiró, apartando la mirada, cerrando los ojos y saltando de regreso al pasillo, sin mirarlo. Soo-Won sonrió levemente y asintió.
-El Dragón Violeta... Tan majestuoso como decían.
-¿Y qué debería hacer, Su Majestad?- inquirió ella, silenciosamente, con los ojos aún cerrados y la espalda erguida.- ¿Queréis que os cuente dos mil años de historia de pie en medio del pasillo?
-No.- respondió el contrario, colocándose a la misma altura que Mio y señalándole adelante.- Hacedlo donde estéis más cómoda, Señorita. En mi despacho, por ejemplo. Pediré té, si gustáis.
-Como deseéis.- aseguró Mio, comenzando a caminar sin dudar, deteniéndose junto a la puerta que conocía con gran familiaridad.- Aquí, ¿no es así?
-Sabéis que es ahí, no es la primera vez que entráis.
-Después de vos, Su Majestad.- respondió ella, haciendo un gesto con la mano.
Soo-Won abrió la puerta y entró, arrodillándose en su lugar y cerrando los libros y papeles que tenía, dejando sólo el mapa de Kouka a la vista de Mio. Ella se sentó de rodillas en un cojín, mirando el mapa con curiosidad.
-Cuántos errores.
-¿Veis algo extraño?- inquirió el Rey, mirando a su vez el mapa.- ¿Hay algo mal?
-Pues sí, hay varias cosas mal.- asintió ella, tomando un pincel y arreglando varias formaciones como costas o montañas.- Aquí hay un lago, una aldea se estableció aquí hace unos diez años, esta montaña se derrumbó hace sesenta y este río ahora está represado.- explicó con rapidez y tranquilidad, arreglando todo lo que veía mal.- Esta playa ahora sólo es una ría y esta cala ha cambiado desde entonces, la cascada ha comido este terreno y este bosque fue incendiado.
Soo-Won observó el mapa con atención, asintiendo ante cada palabra de la chica, sin lugar a dudas impresionado por el extenso conocimiento de la mujer con respecto a su Reino.
-¿Yona sabe todo esto? ¿Se lo habéis dicho a ella también?- inquirió, mirando a Mio de reojo.- ¿Dónde están ellos ahora? ¿Lo sabéis?
-No sé.- negó ella, silenciosamente, sin levantar la mirada.- También arreglé su mapa. Era incluso peor. Se notaba que era un mapa viejo y poco actualizado.
-Comprendo.- asintió Soo-Won, pensativo. La miró durante unos segundos, en silencio, analítico.- Usted... Usted ha sufrido mucho.- aseguró, observándola con fijación y cuidado, cauteloso.- Usted, Señorita, es una persona que ha sufrido mucho y que aún sigue sufriendo. ¿Me equivoco? ¿No está sufriendo al mirarme? Porque esa es la sensación que me da y yo no suelo equivocarme en temas como este.
Mio le miró con cuidado, sus ojos esmeraldas brillando algo más al chocar con los suyos, si bien apretando algo la mandíbula, no oponiendo demasiada resistencia.
-Vos os parecéis demasiado al Rey Rojo, sólo eso.- dijo, restándole algo de importancia como pudiera para no dar aquella falsa sensación de empatía o pena, apartando un poco la mirada de regreso al mapa.- Me recordáis a él, nada más.
-No se habla de usted en los libros de historia.- reconoció el Rey, aún mirándola a ella en lugar de al mapa.- Pero, por vuestra forma de hablar, de mirarme y de actuar, presupongo que entre el Rey Rojo y usted había algo más que compañerismo, Señorita. ¿Me equivoco?
La inmortal le observó silenciosa, cautelosa y pensativa.
-Todos los Dragones éramos como hermanos.- mencionó, despacio.- No tuve sólo "compañerismo" con ninguno de ellos.
Soo-Won la miró unos segundos más para luego inspirar profundamente, asintiendo.
-Sois una mujer con tantos secretos...- susurró, con una pequeña sonrisa, volviendo a ver el mapa que estaba arreglado.- Qué interesante...
-Y no los desvelaréis.- avisó Mio, inmóvil, observándole con fijeza, viendo por unos segundos aquella sonrisa en un rostro similar, aquella sensación hacía mucho olvidada.
-Tampoco conozco demasiados.- recordó el Rey, mirándola de nuevo de reojo, sonriendo algo más.- Sí que debo parecerme al Rey Rojo, me miráis con una cara increíble... No sabría si de dolor y tristeza o si hay una pizca de nostalgia y paz en ella...
La chica rodó los ojos y apartó la mirada, apretando algo las manos bajo la mesa. Soo-Won no dijo nada, y ella tampoco, al final quedando en silencio ambos mirando el mapa.
-Todas las fronteras parecen tan desprotegidas...- susurró el rubio, pensativo.- Hay mucho que hacer...- admitió, cerrando unos segundos los ojos y frunciendo de manera casi imperceptible el ceño, apretando un poco los labios.- No ahora...
Mio le observó al momento al notar el cambio en su voz, con, ciertamente, algo de confusión, notando su gesto algo fruncido.
-¿Ocurre algo?- preguntó ella, observándolo de arriba a abajo.
-No, nada.- respondió Soo-Won, abriendo los ojos y mirándola, con una sonrisa.- Todo está bien, no os preocupéis, Señorita.
Ella le miró incluso con aburrimiento, alzando una ceja.
-¿Tras dos mil años, creéis que no sé cuando alguien miente?
-No creo que lo que me ocurre os interese realmente.
-Evitáis el tema.- observó ella, seria.- Es importante, entonces, y queréis ocultármelo.
-Si algún día queréis volver a salir de este Castillo, no queréis saber la verdad.- aseguró él, mirándola con la misma seriedad.
-Una enfermedad.- descubrió ella, sin apartar la mirada o dubitar.- Una que no parece tener buen final. ¿Me equivoco?
Soo-Won no respondió, respondiéndole de aquella manera.
-Si el Consejero Kye-Sook se entera de esto, daos por condenada.
-No podría ni arañarme.- aseguró Mio, bajando algo la mirada antes de subirla a él.- ¿Es muy grave?- preguntó en un bajo susurro, cuidadosa.
-¿Realmente os interesa lo más mínimo eso?
-A parte de Yona o su grupo y usted, nadie se había interesado por mí en demasiados años.- respondió ella, sin dejar de mirarle.
-No puedo decíroslo por vuestra seguridad...
-Soy inmortal, con el poder de un Dios.- recordó Mio, ya sabiendo las respuestas con sus expresiones, pero por alguna razón, deseando oírlo.
Soo-Won apretó los labios y suspiró, apoyando un brazo en la mesa y luego recostando su cabeza en él, con los ojos algo apretados.
-Es como si te partieran la cabeza y la separaran lentamente...- murmuró, sin moverse.- Y será así hasta que un día mi cabeza no soporte más dolor... o hasta que yo enloquezca y me mate...
Mio le observó en silencio por largos segundos, tensa, tragando un poco en seco.
-¿Un dolor de cabeza insoportable...?- inquirió en bajo, apenas en un susurro.
-Sí... Uno en el que deseas la muerte antes de seguir con vida... Mi madre lo soportó por tres años... Pero, yo... Desde que mi reinado comenzó, sólo ha ido incrementándose el dolor... Cada vez un poco más... Cada vez un poco más insoportable... Hasta que me muera...
La inmortal apretó los labios, bajando algo la mirada a sus puños apretados en su regazo.
-No estuve junto al Rey Rojo cuando... falleció.- dijo, en bajo.- Y tardé muchos años en saber de ello. Pero oí en innumerables ocasiones que cada uno de sus cuatro hijos murieron bastante jóvenes, todos habiendo pedido médicos y medicinas para curar unas migrañas que, se rumoreaba que todos habían muerto por el mismo dolor... La misma enfermedad.
-La Enfermedad Escarlata...- murmuró el Rey.- Se llama así... Es la maldición de los Dioses a los que descienden del primer Rey... para que su descendencia se extinga... y él regrese de alguna manera a los cielos...
Mio apretó algo los labios y lo miró en silencio, incluso con algo de lástima. No dijo nada, levantándose y saliendo de la habitación sin hacer mucho ruido. Regresó poco después con una taza de agua caliente, dejándola en la mesa y regresando a su lugar. En silencio, usó algunas cosas que guardaba en sus bolsillos, mezclando hierbas y plantas y metiéndolas en el té, dándole algunas vueltas hasta que se disolvieron, soplándole un poco y oliendo levemente.
-Tome esto.- pidió, en un susurro.
-¿Qué es...?- preguntó Soo-Won, en voz baja, incorporándose un poco y tomando la taza, oliéndola.- No huele mal...
-Una medicina.- respondió ella, calmada.- Me la enseñaron mucho tiempo atrás. Detendrá vuestro dolor casi al completo y le dará un tiempo de tranquilidad. Si es demasiado doloroso, dormirá. Al despertar, estaréis mejor.
-Eso suena bien...- admitió el joven monarca, soplando un poco antes de acercar la taza a sus labios y beberla, con los ojos cerrados.- Sabía bien...- aseguró, dejando la taza y volviendo a acostar su cabeza en su brazo, sin abrir los ojos.- Os he contado uno de los dos mayores secretos de Kouka ahora mismo... Espero no arrepentirme, Señorita Murasakiryuu...
-Mio.- susurró ella en bajo, alzando despacio una mano y acariciándole levemente el cabello.- No soy como el Dragón Violeta cree que soy. Soy yo por mí misma.
-Mio...- repitió Soo-Won, sin quejarse por su caricia, incluso algo emocionado de que alguien le mostrara una muestra de afecto después de años de soledad casi absoluta.- Gracias...- susurró, con una pequeña lágrima escondiéndose en su cabello rubio, casi imperceptible.
-De nada.- susurró ella en bajo, silenciosa.- Aniki... Qué injusto que me hayas hecho encontrarlo y recordarte... Qué injusto...
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Mio se irguió en su lugar varios días después, alerta, sintiendo una fuerte, pero cercana presencia volver a tirar de su cuerpo hacia fuera.
-¿Qué ocurre, Señorita Mio?- preguntó Soo-Won, levantando la mirada del mapa hacia ella.- ¿Habéis oído algo?
La de ojos esmeraldas negó con la cabeza, aunque seguía mirando hacia la puerta.
-Están... cerca.- musitó al que, quizá impulsado por su viejo corazón con el recuerdo de Hiryuu, o quizá simplemente por convivir y escucharlo durante aquel tiempo, había terminado considerando como "protegido", o quizá, "hermano menor".
-¿Están cerca?- preguntó Soo-Won, mirando hacia donde ella miraba.- ¿Yona y los demás, hablas de ellos?
La inmortal sólo asintió, silenciosa y bien erguida.
-No deberían acercarse tanto... No deberían estar tan cerca de este lugar... Podrían acabar muertos, o encarcelados... Ese maldito consejero... hace siempre lo que le da la gana...
-Ven.- pidió Soo-Won, estirando un brazo hacia ella.- Vamos a decirles que se marchen. Antes de que Kye-Sook se entere. Si vamos juntos no dirá nada.
Mio le miró y asintió, afirmándose su capa y saliendo con él, mirando al momento de tener visual hacia el lugar donde sentía a Yona, observando hacia la lejanía con fijeza.
-Si tuviera los ojos del Seiryuu...- se lamentó, apretando los labios.
Soo-Won subió primero a su caballo, después ayudándola a ella a subir tras él, agarrándole las manos y haciéndola abrazarse a él para no caer.
-Guíame.- pidió, saliendo de los establos junto a ella hacia la puerta del bosque.
Mio cogió una de las riendas con una mano y dirigió lentamente al caballo. Recorrieron el camino silenciosos, ambos bien erguidos y algo tensos, ella forzando al caballo a detenerse un tiempo después, bajando de un salto.
-Debes regresar.- ordenó, acariciando algo al animal blanco.- Si ellos te ven, si Hak te ve,- se corrigió, sin mirarlo.- habrá grandes problemas.
-No debería dejarte sola...- admitió Soo-Won, apretando los labios.- pero tienes razón. ¿Te espero en el despacho?- preguntó, dándose media vuelta.- Le diré a Kye-Sook que saliste a dar un paseo, nos vemos luego.- se despidió el Rey, girando su caballo y marchándose sin que ella le respondiera.
-Espera...- pidió Mio, apretando los labios y observándolo marcharse, quizá con cierto dolor de que, por una persona que no había decidido apartarla de su lado, debía marcharse por su propio bien.
Con cierta tristeza, inspiró y luego suspiró, girándose y caminando lentamente hacia delante, pronto encontrándose de cara con el grupo de cabellos de colores.
-Ama.- nombró Mio, volviendo a sentir su sangre inquietarse, apretando la lengua contra el paladar y relajándose despacio.
-Mio...- susurró Yona al verla, sonriendo con algunas lágrimas en sus ojos, corriendo hacia ella y abrazándola.- Mio, lo siento... No fuiste tú, lo siento... Lo siento...
La inmortal la recibió con sorpresa, atrapándola de forma natural cuando se lanzó por ella, retrocediendo un paso para permanecer firme y mirándola desde arriba, con cierta confusión.
-... Ama, ¿estáis bien...?- inquirió, cautelosa, mirándola un poco y luego al resto de presentes.
-Tú no eras la qué nos traicionó...- reconoció la Princesa, mirándola desde abajo.- Tú no nos traicionaste... Yo me equivoqué... Lo siento...
La chica la miró con confusión, pero asintió un poco y la abrazó algo mejor, despacio.
-No pasa nada...- dijo, en bajo, mirándola desde arriba.- ¿Qué ha pasado...?
-Un chico de negro bastante idiota vino.- recordó Jae-ha, apretando los dientes.
-¿Un chico de negro?- preguntó Mio, alzando una ceja y mirándole.
-Era como de mi altura, con el pelo y los ojos negros, todo tapado.- asintió Kija, alzando una mano y simbolizando la altura.- Perdónanos, Mio.- se disculpó, visiblemente arrepentido, inclinándose un poco.- No queríamos hacerte daño...- dijo, mientras la inmortal sentía que era abrazada por su espalda, girándose y encontrando a los Dragones Azul y Amarillo, abrazándolos con un brazo con torpeza.
-Mio...- nombró Shin-Ah, silencio.- Te eché de menos...
-... Shin-Ah... nombró ella, en bajo, mirándolo a él y luego al rubio.- y Zeno...
-Has dicho sus nombres...- se sorprendió Kija, sonriendo.- ¡Dijiste sus nombres! ¡Increíble!
Mio lo miró, avergonzada por su reacción emocionada, apartando la mirada algo sonrojada y carraspeando.
-¿Y eso qué, Kija...?- inquirió por lo bajo, sus pómulos algo colorados.- ¿Qué importa eso...? Sólo son nombres...
-¡Y te has sonrojado!- apuntó el Dragón Blanco, riendo.- ¡Mio se ha sonrojado! ¡Increíble!
-A mí me gusta...- murmuró Shin-Ah, sonriendo y abrazándola un poco más.- Ao también te ha echado de menos... Ahora está en mi bolsillo durmiendo... ¿Vuelves con nosotros...?
-Eso, ¿vas a volver?- preguntó Yoon.- Es por saber cuánta comida necesito hacer.- murmuró, aunque en el fondo todos sabían que echaba de menos a la de pelo violeta tanto como los demás.
-Yo...- musitó Mio, en bajo, mirando algo a Hak y Jae-ha, aún abrazando a los otros tres menores.- No sé...- dijo, bajando algo la mirada, pensando en Soo-Won.- Si me aceptáis... Venía a deciros que os alejéis de aquí... Es peligroso para la Ama estar aquí cerca.
-Vámonos de aquí.- pidió Jae-ha, serio, tomándola de la mano y alejándola unos pasos más del Castillo.- Nunca debiste venir, en primer lugar. No quiero que esta gente te haga daño.
Mio les miró a todos, inspirando y luego suspirando, dejándose llevar tranquila.
-Está bien, Jae-ha.- aceptó, viendo al resto seguirle, mirando al Castillo una última vez.- Vámonos. Lo siento.- pensó, recordando a Soo-Won de nuevo, aunque ya sin detener sus pasos.- Volveremos a vernos. Es una promesa.
Hak miró una última vez al Castillo con mala cara. Aquel que había sido su hogar por tanto tiempo, se había convertido para él en el peor de los infiernos y no dudaba de que cuanto más lejano, mejor estaba de aquel lugar.
Aunque lejos, su mirada y la de Soo-Won se cruzaron, pero ninguno dijo ni hizo nada, el ex General marchándose con su grupo y el Rey regresando a su Castillo, ni siquiera por su cabeza pasándose la posibilidad de detener a Mio de ir con quien ella deseaba.
Jae-ha se agarró a la mano de la chica y no la soltó hasta la noche, subiéndola junto a él a un árbol y cruzándose de brazos, mirándola.
-¿Por qué fuiste al Castillo?- preguntó, serio. -¿Por qué no intentaste volver con nosotros? Si eras inocente, debías habérnoslo dicho. Te pregunté si no ibas a decir nada más y me dijiste si quería que mintieras. No, Mio, lo que quería era la verdad. Que tú no eras culpable, que aquello era un error. Si lo sabías, ¿por qué te callaste?
Mio le observó fijamente unos segundos, silenciosa.
-Dos veces antes de vosotros fui abandonada por las únicas personas que tenía.- reveló, sincera.- La primera fue con Hiryuu. La segunda, fue, en parte, error mío.- admitió.- Y en ambas oportunidades intenté negarme y luchar, intenté retener a las personas a mi lado por más tiempo. Nunca funcionó.- dijo aquello que, dolorosamente, resultaba obvio.- Estaba cansada de intentar mantener a las personas a mi lado. De nuevo, volví a oír las mismas palabras, y a ver las mismas miradas. En ese momento ya me dio igual me rendí de esperar ser feliz algún día. Y el Castillo es el segundo y otro único lugar cerca del cual puedo estar ahora. Desde que conocí a Yona y estoy con vosotros, ya no me curo, ya no soy inmortal.- recordó, silenciosa.- Estoy enferma.- añadió, tocándose algo el pecho.- Durante miles de años buscaba la muerte para quedar en paz. Ahora, le temo a morir. Qué ridículo, ¿no? Incapaz de morir cuando más lo deseo, y enferma cuando más quiero vivir.
Jae-ha apretó los dientes al escucharla, bajando la mirada en silencio, negando con la cabeza.
-¿Lo que dices es que desde que estás con nosotros eres mortal...?- preguntó él, algo adolorido de escuchar aquello.- ¿Fuiste al Castillo porque allí no eres débil como a nuestro lado...?
Mio negó lentamente.
-Sólo puedo vivir junto a Yona o Hiryuu.- explicó, despacio y en bajo, observándolo fijamente.- O la Princesa, o el Castillo. Casi no llego por mi propia cuenta. Si el General del Cielo no me hubiese encontrado, no habría llegado.
-Estuviste con el Rey, supongo.
En aquella ocasión, la chica asintió. Jae-ha chasqueó la lengua, negando con la cabeza.
-Ese usurpador... ¿Cómo lograste escapar?
-Me dejó marchar.- respondió ella, calmada.- No opuso resistencia. Me trató bien, me dio cama y comida. Me escuchó y pidió consejos. Le dije que debía marcharme, y él me abrió la puerta.
-Fue muy peligroso ir con él.- regañó el mayor, molesto.- No debiste hacerlo.
-Si no hubiera ido, hubiera muerto.- recordó Mio.- Y puedo defenderme sola.
-No podías si llegaste tan herida como dices que llegaste, cuando apenas mantenías la consciencia.
-Al llegar allí, desperté. Fue instantáneo.
-Qué casual.- bufó el peliverde.- Realmente conveniente.
-¿Algún problema con eso?- preguntó la chica, alzando una ceja.- Estás extraño, Ryo... Jae-ha.
-Simplemente no quiero que estés cerca del Rey, puede ser peligroso.- explicó el menor, mirándola.- No quiero perderte.
-En el Castillo o junto a Yona soy más fuerte que en ningún lugar.- recordó Mio, pensándolo un poco antes de poner su mano en la rodilla del menor, dubitativa.- No moriré si estoy aquí.
Jae-ha la miró y apretó los labios, negando con la cabeza. Ambos bajaron cuando Yoon los llamó para cenar, Kija quedando de guardia aquella noche. Shin-Ah llamó a Mio antes de acostarse, señalando el lugar a su derecha, con una silenciosa petición para la chica. Mio le miró y asintió, sonriéndole suavemente mientras se descalzaba, sentada en su lugar.
-¿Quieres que duerma aquí, Shin-Ah...?- preguntó en bajo, tranquila, quitándose las pesadas botas.
Él asintió, moviéndose para dejarle espacio y manta, quedando él de espaldas a Zeno.
-Así Zeno no te golpeará en sueños... -Susurró, quitándose el pelaje blanco y acomodándolo para que fuera una almohada. -Toma... -Dijo, colocándolo para Mio. -Duerme bien...
Mio le miró y sonrió suavemente, asintiendo un poco y cogiéndolo, poniéndolo bajo su cabeza.
-Gracias.- dijo, tranquila, tapándose y tapándolo también.- Eres muy amable, Shin-Ah.
Él sonrió levemente, tumbándose y usando sus propios brazos como almohada, con los ojos cerrados y la máscara puesta, silencioso.
-¿No te incomoda para dormir?- susurró la inmortal, en bajo.
-No...- respondió Shin-Ah, apenas en voz alta.- Estoy acostumbrado... A veces dormía así en la cueva... No la siento...
-¿Te molesta que vea tu rostro?- preguntó entonces, sin apartar sus ojos de él.
-Ya ves mi cara todo el tiempo...
-Es que me gusta verla.- admitió, alzando una mano y retirándole la máscara con cuidado, mirándolo.- ¿Puedo?
Shin-Ah asintió un poco, dejándola tomar la máscara sin quejarse. Mio sonrió suavemente y la dejó a un lado, tranquila, volviendo a esconder su brazo bajo la manta.
-Buenas noches.- dijo, tranquila, cerrando los ojos.- A todos.
-Buenas noches...
Mio suspiró y se arropó, sorprendentemente, cayendo dormida con rapidez, algo que hacía mucho que no le ocurría. A algunos kilómetros, Soo-Won también se metió en su cama, suspirando y arropándose, con algo de dolor en su cabeza, pero sin quejarse. Movió una mano en la cama y quitó una pluma que encontró cerca de donde Mio había estado durmiendo junto a él, negando con la cabeza. Teniendo a su halcón como último pensamiento, se durmió. De nuevo, estaba solo, en una habitación fría y silenciosa, pero ya acostumbrado.
-Era demasiado buena como para ser verdad.
---⛩️---
3336 palabras.
Mio ha regresado con su grupo... y Soo-Won ha vuelto a quedarse solo.
¿Qué pensáis que ocurrirá ahora? ¿Jae-ha el celoso ataca de nuevo?
Nos leemos en el siguiente cap :))
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