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Capítulo 35


Fuego 

Sólo habrían pasado un par de horas cuando Jae-ha y Kija creyeron escuchar ruidos. 

Se pusieron alerta, mirándose entre ellos y a su alrededor repetidamente. El cansancio y el sueño desapareció al instante, y agudizaron su vista y oídos alarmados. Ambos tenían un mal presentimiento.

-Kija-kun, tú ve a avisar a Hak.- pidió el mayor de ambos, sentándose sobre su rodilla listo para ponerse en pie.- Si esto se trata de lo que estamos pensando, necesitaremos ayuda, sobre todo porque no sabemos de quien se trata o sus intenciones.

-Oí al menos a cuatro personas. Por sus pisadas.- respondió Kija, tratando de mostrarse tranquilo para que las personas no sospecharan nada.- Aprendí a diferenciar a la gente por sus pasos cuando la abuela mandaba mujeres a mi habitación de noche.- se estremeció, quizá olvidando por un momento los problemas que podían o no estar a punto de llegar. 

-Reitero que tengo unas ganas tremendas de conocer tu aldea, Kija-kun.- aseguró el peliverde, sonriéndole con los ojos cerrados y colocando su sobre la parte de atrás de la cabeza del contrario, como quien acaricia a un niño pequeño a punto de llorar.- Ahora, ve...

No le dio tiempo a terminar la frase cuando oyeron un silbido cruzar sobre sus cabezas. Al elevar la mirada, sus ojos se toparon con una flecha oscura envuelta en fuego, cuyo acto culminó cuando impactó con el techo de la tienda grande donde los Dragones y Yoon dormían. 

Kija y Jae-ha se quedaron helados en su sitio por un segundo. Les chocaba el hecho de que seguía lloviendo, y el agua no había apagado el proyectil; y también que no esperaban un ataque tan rápidamente y desde lejos. 

El albino se puso en pie de un salto y corrió hacia el lugar de donde provenía la flecha. La fogata ya hacía horas que se había apagado por la lluvia, por lo que no podían ver nada. Sin embargo, mientras Kija corría en los alrededores en busca del arquero, Jae-ha pudo divisar, con una suerte sorprendente, a un par de hombres alejándose de espaldas a ellos hacia la maleza.

-¡Mio! ¡Hak!- gritó, comenzando a seguir a los atacantes pero preocupándose por los que estaban dentro de la tienda grande.- ¡Despertad!

Mio estaba algo mareada cuando abrió los ojos, habiendo escuchado muy de lejos la voz del peliverde, escuchando también a Yoon toser frenéticamente a su lado. Zeno comenzaba a toser, aún durmiendo, y Shin-Ah trataba de aguantar la tos cubriéndose la boca. Se levantó, trastabillando e ignorando la razón por la que se encontraba en la tienda durmiendo, pero inmediatamente se agachó al ver el humo y el fuego comenzando a devorar la tienda con una rapidez pasmosa. 

Echó mano de Yoon y Zeno, quienes estaban menos preparados para salir del lugar (uno sin poder moverse y otro apenas consciente), y los arrastró fuera de la tienda, ella también aguantando la tos y esforzándose para ver a través del humo. Levaba a Zeno cargado sobre su hombro y arrastraba a Yoon por la ropa, que le seguía con pasos torpes sin calcular. Fuera, la lluvia continuaba, y pudo divisar a un confuso y nervioso Hak salir de la tienda con una asustada Yona tras de él. 

Mio se acercó a la pelirroja, dejó a los chicos en el suelo y se permitió tomar aire. Su garganta escocía. 

-¡¿Qué ocurre?!- inquirió Yona, abrumada, ayudando a Yoon a reponerse mientras Hak se arrodillaba y sostenía a Zeno, quien comenzaba a despertar debido a que continuaba respirando agitadamente y tosiendo.

-No lo sé.- respondió seria Mio, dándose la vuelta hacia la tienda para verla en llamas. Regresó casi corriendo al interior, viendo que Shin-Ah apenas podía levantarse por alguna razón. Se acercó a él, tomándolo por un brazo para ayudarlo a levantarse para sacarlo de ahí. Un gran trozo de la lona que constituía el techo y la pared, aún ardiendo, se desprendió y cayó sobre ellos. Mio apenas tuvo tiempo de soltar al peliazul, erguirse y estirar los brazos a los laterales de su cuerpo, algo encorvada hacia delante para cubrir al otro Dragón. La tela cayó sobre su espalda y sus brazos, quemando rápidamente su piel y partes de su capa. 

Aterrada por su capa, tomó la lona con las manos directamente, sintiendo quemaduras que escocían y quemaban las palmas y los dedos de sus manos, y la lanzó a un lado rápidamente. Se apagó algo de fuego que había sobre su hombro, en la capa, y le alivió encontrarla en un estado mejor de lo esperado. Retomó su misión y volvió a sujetar a Shin-Ah. Logró de agarrar un par de cosas que quedaban dentro con la mano libre. Puso uno de sus brazos sobre sus hombros y lo sacó de allí mientras él mantenía la mano cubriendo su boca y tosiendo por todo el humo inhalado, con los ojos apretados. 

Fuera, Hak ya estaba empuñando su alabarda y ya se había colocado en una postura defensiva, con los otros tres compañeros a su espalda. Zeno parecía haberse estabilizado, se agarraba el estómago y escudriñaba la oscuridad, habiendo dejado de toser. Yoon trataba de hablar con Yona, pero su voz no parecía salir correctamente. 

Mio dejó a Shin-Ah sentado junto a Zeno, y se arrodilló a su lado. Le tendió la máscara que había tomado del interior de la tienda, al igual que su espada y su peluca blanca.

-¿Estás bien?- le preguntó, agachada a su altura y con voz baja. Pasó su mano por la frente del chico, apartando unos cabellos que le caían sobre los ojos y colocándolos en su lugar, permitiendo sin querer que el chico notase lo calientes que sus manos estaban. 

Shin-Ah se limitó a asentir, deteniendo su tos con cuidado y carraspeando la garganta, mientras ella le colocaba con cuidado la máscara sobre su rostro. Tomó su mano y colocó en ella la espada, antes de chequear con la mirada al de cabello azul de arriba a abajo en busca de heridas. 

-Bien.- murmuró quizá para ella misma, asintiendo y poniéndose en pie. Observó ahora a Yona. Para su alivio, ella no estaba herida en ninguna parte. Miró a Zeno, quien había cobijado a la pequeña Ao entre sus manos, cubriéndola con una de sus manos para que no se mojara demasiado, y a pesar de tener el cabello rubio manchado de hollín, no parecía herido tampoco. De echo, se dio cuenta de que todos los que estaban en la tienda tenían en pelo y la ropa tiznadas de negro por el carbón y el hollín que había caído sobre ellos. Alargó la mano hacia la cabeza rubia de Zeno y la revolvió para quitar algo de cenizas, luego hizo lo mismo con Shin-Ah y el chico genio. Dirigió su mirada a Yoon. Respiraba con fuerza, y Yona estaba agachada a su lado con una mano sobre su espalda. 

Mio buscó con la mirada su mochila (que alegraba haber dejado fuera de la tienda) y pensó qué podría preparar después para Yoon. Quizá podía hacer algún té con algunas plantas que ella iba recogiendo en el viaje.

Su mirada fue más allá, hacia el bosque. La lluvia imposibilitaba gran parte de la visión, además de la oscuridad, pero no fue complicado descubrir al chico albino moverse erráticamente unos metros más allá. 

-Protegeos.- le pidió a Hak, sin mirarlo, aunque sabiendo que él se daba por aludido. 

-Busca a Ojos Caídos también.- le solicitó a cambio, recibiendo un asentimiento de la contraria. 

Bastaron esas palabras para que Hak subiera a Yoon a su espalda y comenzara a movilizar a los demás. Yona parecía preocupada por los tres compañeros que quedaban atrás, pero siguió al ex-general con rapidez, seguida por un asustado rubio y un torpe Dragón Azul. Mio les vio marchar con el rabillo del ojo, notando enseguida que había algo malo con el Seiryū, definitivamente. 

Se acercó donde Kija, que en ese momento peleaba con cuatro figuras borrosas. Esquivó dos cuerpos que estaban tendidos en el suelo, con los que casi se tropieza, y los cuales prefirió no inspeccionar. Vio que uno de los atacantes planeaba asaltar al albino por detrás, así que se mantuvo detrás de un árbol durante cuatro segundos antes de darle un fuerte codazo en la nariz que lo tumbó al instante.

-¡Mio!- exclamó Kija, girándose hacia ella con un gesto de alivio. En ese instante, un hombre alzaba su espada contra él. La inmortal se agachó y movió su pierna extendida a ras de suelo, barriendo a Kija en el proceso y haciéndole caer de espaldas contra el suelo. Se quejó, pero como cayó al suelo de repente la espada no lo goleó. La de cabello violeta saltó a su compañero y golpeó el codo del contrincante, fuerte y secamente, al mismo tiempo que golpeaba su mano en la otra dirección y le arrancaba la espada de las manos. Le dio una patada en el estómago y un puñetazo en el rostro que lo hizo caer de espaldas, antes de agacharse a su altura, agarrarlo del pelo y golpear su cabeza contra el suelo, asegurándose de usar la fuerza necesaria para sólo dejarle inconsciente. 

-Hakuryū, no te distraigas del combate.- pidió seriamente la chica, mientras que el sorprendido albino se levantaba.

-P-perdón...

Con eficacia, ambos dejaron fuera de combate a los otros hombres, y ella se remangó antes de recogerse el cabello en una larga coleta alta.

-¿Qué ha pasado?- preguntó, afirmando la mirada en busca del peliverde.

-No sé... De pronto escuchamos unos pasos, y estábamos a punto de despertaros cuando incendiaron la tienda.- explicó apartándose el cabello mojado del rostro.- Apenas tuvimos tiempo de reaccionar. Vine a buscar al arquero, pero resultaron ser muchos más de lo esperado, y Jae-ha se fue persiguiendo a otros.

-¿Qué?- murmuró molesta Mio.- ¿Sólo?

Kija se encogió de hombros, en silencio. Parecía que estaba a punto de decir algo más cuando se escuchó el fuerte sonido de metal contra metal cerca del oído de Mio, y ella se giró a tiempo de ver a Hak moviendo su alabarda para alejar a un atacante que había estado a punto de cortar a la chica con su espada. 

-No sirves ni para montar guardia, Serpiente.

-Silencio, Bestia, o juro por Hiryū que usaré toda mi fuerza contra tu cabeza descerebrada.

Hak se encargó sin problemas del espadachín, y sintió la molesta y oscura mirada de Mio sobre él. La miró de vuelta, quizá algo incómodo.

-¿Qué?

-Explícame quién protege a la Ama y a los demás mientras tú estás aquí protegiendo a alguien que no puede morir, dejando desprotegidas a cuatro personas indefensas.- articuló, con la mandíbula apretada y los brazos cruzados sobre su pecho. Hak se apartó el pelo de la frente y luego se rascó la nuca.

-Primero, la Princesa se sentiría ofendida si escuchara que la has llamado indefensa. Y como su profesor, me haces sentirme mal también; segundo, Shin-Ah es quien les está protegiendo; y tercero, se dice "gracias". 

-¿Gracias...?- repitió ella, casi incrédula.

-De nada.- respondió orgulloso el moreno. Mio cerró los ojos, inspiró aire lentamente y lo retuvo en sus pulmones por un tiempo. Al dejarlo escapar, se giró hacia el albino.

-¿Hacia dónde fue?- inquirió, hablando del de ojos violetas. Kija miró a su alrededor, dando un par de vueltas sobre sí mismo, pero finalmente señalando un camino. Ahora que lo veía bien, la inmortal podía ver cómo los arbustos y hierbas altas habían sido aplastados y pisoteados recientemente.

-Por ahí.

-Bien, ahora, ve con la Ama y los demás. Ayuda a Seiryū.- dijo, mirando el lugar por donde Jae-ha se había ido. Kija parecía ofendido.

-¿Por qué tengo que ir yo?

-Porque nuestro amigo, aquí presente, no sabe quedarse quieto en un lugar protegiendo a los más pequeños.- respondió, hablando molesta, sin mirar a nadie. Comenzó a andar.- Regresamos pronto.

Kija suspiró.

-Tened cuidado.

-Lo mismo digo.

-Hasta luego, Culebrilla.

-Juro que te mataré.- refunfuñó por lo bajo, andando molesto hacia donde sentía las presencias de Zeno y Shin-Ah.

Hak y Mio siguieron el camino que Kija les había indicado, y no tardaron mucho en oír los pasos de alguien. Se pusieron alerta, pero resultó ser su compañero, arrastrando de la ropa a los dos hombres que había perseguido, inconscientes.

-Veo que llegamos tarde para la fiesta.-saludó Hak, relajando su postura. Mio observó al más alto, viendo que tenía un corte en su rostro y que su respiración estaba acelerada. Frunció el ceño pensativa. El Ryokuryū tenía fuerza suficiente como para encargarse de dos enemigos sin problemas. 

-Pues sí, es una lástima. Mientras tú te echabas una cabezadita abrazado a la adorable Yona-chan, Kija-kun y yo decidimos entrenar un poco. 

Mio ignoró la respuesta que el moreno le dio y toda la discusión que prosiguió tras eso, se acercó a uno de los hombres que el contrario sujetaba. Inspeccionó su ropa y su armadura, descubriendo el escudo de la Tribu del Cielo en su pecho. 

-De la capital, de nuevo.- murmuró ella, con molestia, chasqueando la lengua.- ¿Cómo demonios sabían que estábamos aquí?

Hak y Jae-ha no dijeron nada, ya que no tenían respuesta a su pregunta. Regresaron al campamento, y ataron a los soldados con cuerdas.

-Estoy empezando a cansarme de estos poco amistosos amigos.- murmuró el peliverde, terminando la lazada tras las manos de uno de ellos.

Hak encargó el resto a los Dragones y fue a avisar a los demás de que ya no parecía haber peligro. Mio parecía molesta, pero Jae-ha no dijo nada. Cuando los demás llegaron, trayendo consigo a otro hombre inconsciente que les había atacado y contra el que Kija había pelado, Yona corrió a asegurarse de que el de cabello verde y la de ojos esmeralda estaban bien, y no tardó en ver las quemaduras en los brazos y las manos de Mio.

Se preocupó y se puso triste, pero tomó las manos de la inmortal sentada a su lado hasta que las quemaduras de su piel desaparecieron. Mio le dio las gracias cortésmente. Luego, fue la inmortal quien se acercó a su mochila y preparó algo rápido para Yoon y los Dragones. Claro, ella ignoraba el hecho de que Zeno era tan inmortal como ella, y lo veía como un chico algo débil que había inhalado mucho humo como sus compañeros.

Finalmente, la lluvia había amainado, así que Hak encendió el fuego de nuevo mientras Yoon y Zeno buscaban trozos de tela de la tienda que pudieran ser reutilizados. Kija vigilaba a los solados y Shin-Ah se encargaba de mantener a Yona lejos de ellos. 

Cuando el fuego estuvo encendido de nuevo, Mio anunció que iría a recoger agua, y para evitar dejarla sola, el peliverde fue con ella. Regresaron poco después con un par de cubos llenos de agua, gran parte reutilizando la lluvia que había caído, y luego la de cabello violeta calentó un té con la medicina que había hecho, que le ofreció a los dos Dragones con los que había dormido y a Yoon. Ella misma se sirvió un poco, ya que su propia garganta escocía, aunque la cercanía con Yona había disminuido notablemente el dolor. 

Ella preguntó directamente por qué los Dragones, especialmente el Verde y el Azul, parecían tan débiles, y Zeno le respondió que probablemente era porque se encontraban lejos del castillo de la capital. Ella parecía genuinamente sorprendida con este hecho, ya que ella les contó después que Mio había viajado por los demás reinos varios años atrás, introduciéndose tanto en Kai que incluso llegó a países donde se hablaban diferentes idiomas. Los demás parecían algo celosos, y querían escuchar historias y anécdotas de lugares que quizá nunca podrían visitar, y aunque Mio no tenía problema con contarles, todavía se sentía en tensión por lo ocurrido no mucho antes. 

Kija, Jae-ha y Hak tenían la misma mala sensación. Los dos últimos mandaron al resto a dormir, cerca del fuego pero sin acercarse demasiado a los hombres. Los otros cuatro Dragones rechazaron la oferta, y aunque Yoon y Yona se tumbaron, no lograron dormir. Se quedaron pensando en silencio en la tienda pequeña, juntos. Zeno se quedó sentado con las piernas cruzadas como indios cerca de la hoguera, con Shin-Ah a su lado, que se abrazaba sus piernas hacia el pecho como si tuviera frío. Kija estaba sentado bajo un árbol, frente a los soldados. Junto al fuego estaban Hak y Jae-ha. Mio apoyaba su espalda contra un árbol cercano a Kija y mantenía una mirada nerviosa.

Ella fue la primera en ver a uno de los hombres despertar. Se puso en pie y se encaminó hacia él, seguida rápidamente por el Dragón Blanco y el Azul. Los que ejercían de padres (Jae-ha y Hak) se pusieron en pie pero se quedaron detrás. Zeno permaneció junto al fuego. La escena con Mio sola era bastante amenazante como para que ahora otras cuatro figuras se alzaran a su espalda y aportaran aún más presión.

-¿Quién os envía?- habló ella, con una voz fuerte y dura, con el rostro en alto alzando la barbilla y mirando al hombre desde arriba con desprecio y desdén. Parecía una emperatriz líder de una potencia mundial que acababa de descubrir una cucaracha.

El hombre estaba algo intimidado, pero aún así una sonrisa temblorosa afloró de sus labios junto a una risa nerviosa.

-Lo sabes bien...

Mio apretó la mandíbula y le dio una patada en el rostro, sin meditación. Su rostro estaba impertérrito, su mirada parecía arder.

-Sin juegos.- amenazó ella, mientras que el hombre atado comenzaba a sangrar por la nariz violentamente y trataba de sentarse recto de nuevo. Los compañeros de la de cabello violeta no sabían si debían intervenir.- No repetiré mis palabras.

-No desvelaré a mi clienta.- respondió tosco el hombre, con seguridad, como si aquella fuera una frase ensayada y preparada para ser dicha en caso de interrogatorios. Mio alzó las cejas en una mueca.

-Muy bien.- respondió ella, altiva.- ¿Y qué queréis?- a pesar de que hacía preguntas, no tenía esa entonación para nada. Estaba exigiendo respuestas.

-No desvelaré mi misión.- atajó el hombre, haciendo que la mirada verde de Mio brillara de forma peligrosa.

Se relamió los labios mientras se agachaba lentamente para acuclillarse a la altura del hombre. Apoyó un brazo en la rodilla y con la mano libre se limpió los labios, de forma que parecía que trataba de mantenerse en calma. Suspiró, mientras que el cabello violeta le caía sobre el rostro.

Parecía a punto de decir algo más, pero se limitó a fijar su mirada de pronto oscura en los ojos castaños del contrario. Kija se tensó aunque Mio no lo miraba a él, e intervino poniendo una mano en el hombro de su hermana y echándola un poco hacia atrás. Ella se dejó hacer y se sentó en el suelo en silencio, sin despegar la mirada del soldado.

-Esta es la segunda oportunidad.- habló Hak, dando unos pasos hacia adelante para entrar en escena. Excepto Mío y Shin-Ah, todos le miraron.- No has muerto como algunos de tus compañeros. No desperdicies tu vida.

-Elegimos la muerte ante la traición. No fallaremos.- dijo, con un tono plano. Mio, frustrada, se puso en pie en un salto, se dio la vuelta con rapidez haciendo ondear su capa y caminó apresurada fuera del claro, con los puños apretados con fuerza. Sus compañeros se miraron entre ellos, indecisos, hasta que Zeno se puso en pie torpemente y comenzó a seguirla en silencio.

Jae-ha se acercó a los hombres, que ahora eran dos despiertos, y les amenazó como sólo el Ryokuryū sabía hacer. Shin-Ah se mantuvo cerca de Yoon y Yona y Kija se quedó detrás, en silencio. Hak y Ojos Caídos trataron de sacar algo de información de ellos, pero no lograron nada.

No pasó mucho hasta que, sorprendiendo a todos los presentes, algo estalló junto a los pies del ex-general y creó una intensa y densa nube de humo que cubrió el lugar por completo. Los menores asomaron las cabezas fuera de la tienda, pero no veían nada más allá de sus narices. El albino, el peliverde y la Bestia del Trueno se juntaron casi inconscientemente para prepararse para saltar a la pelea, y aguantaron aquellos angustiosos momentos en tensión. No oían o veían nada, y no sabían que esperar de sus atacantes.

Sin embargo, cuando la niebla se dispersó, descubrieron que todos ellos se habían ido, que en donde estaban atados sólo quedaban cuerdas rotas, y por mucho que inspeccionaron los alrededores, aquellas personas se habían disipado como la niebla, en un parpadeo, sin dejar ni rastro.

Zeno regresó más tarde, confuso, diciendo haber perdido a Mio, e infundiendo la preocupación en el resto de sus compañeros ante la idea de que la mayor estuviera sola tras lo ocurrido aquella noche.

Ya era la segunda vez que ciertas personas de la Tribu del Cielo les atacaba, y decían buscar a Mio para llevarla a algún lugar. Y el Dragón Oscuro y el Feliz Grupo de Hambrientos no iban a permitirlo.

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3542 palabras.

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Gracias por leer~❤️

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