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Capítulo 3

-Nos conocemos finalmente, Murasakiryū.

Mio le observó de arriba a abajo. Daba igual cuántas veces le viera, el parecido físico que tenía con su hermano mayor era pasmoso.

-El Rey, puedo adivinar.- respondió ella, con un tono algo receloso. Soo-Won, que se mantenía de pie junto a la puerta, dio unos pasos hacia delante, hacia el medio de la sala.

-Desde hace algunos meses, sí.- confirmó el menor, con las manos escondidas en sus largas mangas. Se quedó en silencio unos segundos, alternando su vista entre Mio y los altos techos de la habitación.- El Rey anterior no me permitía entrar aquí, al igual que me prohibía entrar a la sala del trono.- confesó, tranquilo.- Supongo que tenía miedo de que me hiciera una idea equivocada.- sus agudos ojos azules regresaron a Mio, brillantes. Ella le observó en silencio, dejando en claro que no intervendría.- Parecéis más sana de lo que mi General me dijo, tal vez los rumores sean ciertos.

-¿Los rumores sobre mi inmortalidad?- inquirió ella, curiosa, mirándolo de reojo de forma analizante, cautelosa.

-Así es.- asintió el contrario, observándola con atención, eligiendo siempre las palabras correctas de utilizar.- Como en la batalla contra la Tribu del Fuego, cuando una flecha os atravesó y seguisteis adelante casi sin inmutaros. Otros rumores dicen que sois un monstruo, pero yo diría que sois más una enviada de los Dioses.

-También oí de Su Majestad que no le interesa la fuerza de los Dioses, sino de las personas.- recordó Mio, erguida, caminando lentamente y acariciando el ataúd de piedra con cuidado según andaba.- ¿Es eso cierto al igual que los rumores sobre mí?

-Es cierto.- confirmó Soo-Won, tranquilo.- Los Dragones y usted me producen mucha curiosidad. No creo en los Dioses, sólo en la fuerza de las personas y lo que estas pueden hacer para llevar cosas a cabo si colaboran unidas.- explicó, observando el sarcófago que ella acariciaba, pero él no tocándolo.- Y aún así, los otros Cuatro Dragones y usted son francamente interesantes.- admitió, volviendo a mirarla de reojo.- Sus poderes, su resistencia, su aspecto... Todo me resulta curioso y atrayente.

-Interesante.- repitió Mio, como si buscara significados ocultos tras sus palabras.- Escuché que uno de sus soldados me trajo aquí.- dijo, apartándose del tema.

-Así es.- asintió el Rey, mirándola de regreso.- El General Han Joo-Doh, el General de la Tribu del Cielo. Él os encontró y os trajo aquí. Estabais inconsciente en un camino, os reconoció y os trajo.

-Comprendo.- asintió ella, silenciosa, aún de espaldas a él mientras giraba al otro lado del sarcófago y quedaba de cara a él, al otro lado del ataúd.- Agradezco su ayuda, entonces, pero es mi momento de marcharme.

-Usted es inmortal, no teme ser apuñalada porque sabéis que os regeneraréis.- recordó el Rey, mirándola fijamente a cambio.- Y sin embargo, Joo-Doh dijo que cuando os encontró apenas estabais consciente. ¿Qué ha ocurrido para terminar así? ¿Dónde están Yona y sus amigos? ¿Es con ellos con quien os marcharíais de poder hacerlo?

-¿Sois el enemigo de la Princesa, Su Majestad?- preguntó ella a su vez, con ojos afilados.- En aquel momento os defendí al actuar antes que pensar.

-¿Creéis que soy el enemigo de Yona?- replicó Soo-Won, cauteloso.- ¿Parezco su enemigo desde un punto de vista externo, Señorita Murasakiryuu?

-¿No sois el asesino del Rey anterior, y el que desterró a la Princesa y Son Hak de su hogar?- inquirió de la misma forma, entrecerrando algo más los ojos.

-¿Conocéis el motivo por el que hice todo eso? ¿Lo conocen Hak o Yona?

-No me interesan los motivos, sólo los hechos.- dijo Mio, apartando la mirada al sarcófago, apretando algo la mandíbula.- La gente miente, Su Majestad. Y quienes no mienten, no tienen forma de explicar sus hechos. Así como Hiryuu nunca se atrevió a explicar las razones de nada de lo que me hizo.

-Entonces supongo que el motivo por el que habéis abandonado a mi prima es alguna clase de absurda excusa, ¿no es así?- contraatacó él, cauteloso, eligiendo sus palabras.- ¿O vuestros motivos sí se pueden explicar?

-Mis motivos se reducen a que fui dejada atrás por la Ama y sus acompañantes.- resolvió ella con cierta molestia, mirándole con los ojos entrecerrados.- Y créame, Su Majestad, que me encantaría tener algún motivo para su decisión.

-Era necesario, ese es mi motivo.- respondió Soo-Won, tranquilo.- ¿Llamáis a Yona "Ama"? ¿Acaso sois un animal? Creo que sois una persona libre. En Kouka no hay amos y siervos, la esclavitud está prohibida.- le recordó, sin inmutarse ante la afilada y viperina mirada verdosa de la mujer.

-Los Dioses no siguen las normas de Kouka.- respondió ella, apretando algo los labios.

-¿La Princesa Yona es su Diosa? ¿Eso es lo que quiere decir?

-Quiero decir que el Dragón Violeta no me dará la libertad de la que habláis.

-¿Habéis intentado pedírsela? Si os donó su poder, ¿por qué no os daría la libertad?- inquirió Soo-Won, observándola fijamente.- Parece que conocéis muy bien este lugar, supongo que sois de la primera generación.

-Así es.- asintió ella, sin mirarlo, volviendo a girarse hacia la pared del fondo, donde sabía que estaba la puerta secreta a los pasadizos.- Y no, el Murasakiryuu nunca me daría la libertad. Créame, Su Majestad, lo he intentado muchas veces antes.- aseguró, reteniendo un suspiro.

-¿Por qué aceptasteis ser su recipiente en primer lugar?

-No lo hice.- aseguró la mayor, negando con la cabeza.- Soy el único Dragón Original que no tuvo esa oportunidad.

-Eso no suena demasiado justo.

-El mundo no es justo, Su Majestad.- recordó Mio, con una leve sonrisa dolorosa.- Creí que sabríais eso.

-Créame, lo sé bien.- asintió el Rey, observándola fijamente.- ¿Dónde vais a ir?

Mio se encogió de hombros, girándose con un suspiro y moviendo a su vez algo su capa, afirmándola bien y tirando algo de su capucha hacia arriba.

-Donde sea. Pero, a juzgar por lo desesperado de sus guardas por encontrarme, temo que sólo podré salir de aquí con una carrera.

-No podréis salir de aquí.- negó Soo-Won.- No quiero que os vayáis.

-¿Estoy aquí retenida como un rehén?- preguntó Mio con una sonrisa algo divertida, mirándolo de reojo.

-Podéis consideraros mejor una invitada.- respondió el menor.- Una invitada Real.

-¿A qué debo mi "invitación"?- preguntó la contraria con los ojos entrecerrados de nuevo, mirándole con algo de molestia mientras mantenía su mano en la fría piedra.

-Nunca nadie jamás había oído hablar de un último Dragón.- dijo Soo-Won, volviendo a pasear lentamente.- Ni en los libros más antiguos o en los rumores de menos volumen se escucha rastro alguno. ¿Cómo es esto posible si sois de la primera generación? Quiero saber sobre usted, Señorita, todo lo que pueda. Ahora que os tengo aquí, no puedo dejaros marchar, supongo que lo entendéis.

-No se sabe de mí porque así lo decidió el Rey Rojo, eso es todo.- dijo Mio con dureza.- No hay nada más que necesitéis saber.

-Sí lo hay.- aseguró el menor, seguro de sus palabras.- ¿Por qué? ¿Qué ocurrió para ser eliminada de esa manera de la historia? ¿Cuál fue vuestro tan grave pecado? Hay mucho sobre lo que saber y yo quiero saberlo todo.

-Lamento informarle que no tengo esas respuestas, y que, por mucho que nos moleste a vos y a mí, los muertos no hablan.

-Pero los vivos sí y usted está viva. Así que, contadme, quiero saberlo todo de usted.- avisó, abriendo la puerta.- Tenemos mucho tiempo para conversar, ¿por dónde queréis empezar?

Mio le miró con cierta dureza y desconfianza, pensativa.

-Responderé si hacéis lo propio.

-¿Disculpad?- inquirió él, con una ceja alzada, sumamente sorprendido.- ¿A qué debería responder yo?

-También siento curiosidad.- admitió, saliendo primera sin mirarle al pasillo, su capa y su cabello ondeando suavemente con la brisa.

-¿Con respecto a qué?

Mio se encogió suavemente de hombros, mirándolo sobre su hombro.

-Sus padres.

Aunque trató de disimularlo, al Rey se le bajó levemente la sonrisa, siendo suficiente para Mio para saber que acababa de tocar un punto sensible para Soo-Won.

-¿Qué queréis saber sobre mis padres?- inquirió él, simulando tranquilidad peor de lo que desearía.- Todos podrían responderle, mis padres fueron muy conocidos en esta ciudad.

-¿Sabéis qué, Su Majestad?- inquirió Mio, mirándole de reojo.- Tenéis un parecido asombroso, e incluso algo sobrenatural, con el Rey Rojo.- explicó, volviendo a mirar al frente y apoyándose en la barandilla con los antebrazos, mirando la lejanía.

-¿Eso es malo?- inquirió el contrario, colocándose a su lado.- ¿Ayudasteis a construirla?- preguntó, esta vez, con referencia a la ciudad.- La leyenda cuenta que los Dragones ayudaron a hacerla.

-No significa que sea malo.- supuso Mio, encogiéndose de hombros.- Sólo es curioso. Y sí, ayudamos en su construcción. Era pequeña y no me dejaban hacer mucho, pero eso no me impedía ayudar.

-¿Cuántos años teníais al transformaros? ¿Tenéis familia?

-Tenía.- asintió, con el gesto algo sombrío.- Mis padres y tres hermanos. No volví a verlos desde que me transformé con once años. No sobrevivieron a la ira del Dragón Violeta.- dijo algo en bajo.

-¿Los matasteis? ¿A vuestra sangre?- inquirió Soo-Won, genuinamente sorprendido.- ¿Por qué motivo? ¿Qué os habían hecho? ¿Qué tenía el Dragón Violeta en contra de esa gente?

-No, no los maté yo.- negó ella, mirándole de reojo con molestia.- El Dios Dragón Violeta lo hizo para castigarme.

-¿Tan grave fue vuestro error para castigaros de esa manera tan cruel y sanguinaria?

-Oh, sí, mi error fue pensar que podría marcharme del Castillo y lejos de mis responsabilidades para regresar con mi familia.- aseguró ella, sarcástica, apretando la mandíbula.- Si no tenía familia, no tenía dónde regresar; y, así, cumpliría sus deseos a la fuerza.

-Los Dioses son extremadamente caprichosos.- aseguró Soo-Won, mirando al cielo.- Por fortuna, no me interesan lo más mínimo.

-Bueno.- suspiró Mio, dando un pequeño salto y poniéndose con agilidad sobre la barandilla de forma elegante.- Si eso es todo, me marcho, Su Majestad.- avisó, sujetándose la capa.

-No os vais.- negó él, agarrándola por la capa.- No quiero que os vayáis, no tenéis permiso de abandonar el Castillo. Quiero saber más de usted, Señorita Murasakiryuu. Usted misma lo ha dicho, no tiene familia ni lugar dónde regresar. Aquí estáis bien, quiero saber de usted.

Mio se tensó al momento, tomando la capa y quitándosela de la mano, retrocediendo un paso.

-¿Qué queréis saber?- preguntó, despacio y cautelosa.

-Vuestra historia.- replicó el menor, observándola con fijeza, sus ojos azules brillantes y seguros.- Desde el principio hasta ahora mismo.

-¿Sabéis que podría escapar ahora?- inquirió ella, entrecerrando algo más sus ojos, algo desconfiada.- ¿Qué haréis cuando termine?

-Podríais escapar, pero no lo hacéis. No queréis iros y quedaros sola.- dedujo Soo-Won, sabiendo que acertaba por la cara que Mio ponía.- Ya veremos qué hacemos cuando terminéis, pero dos mil años no parece que se cuenten en una sola noche. 

---⛩️---

2150 palabras. 

Nuevo capítulo :)

Por fin hablan cara a cara, estos dos tenían una conversación pendiente desde que se vieron en la rebelión. 

¡Bien! Ya me diréis que opináis en los comentarios. Sin más que decir, ¡besos, nos vemos la próxima vez! 💜

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