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Capítulo 29

Basado en los capítulos 73-75 del manga

Enemigo

A Mio le dolía el pecho.

Llevaban peleando un buen rato, evitando causar muertes si era posible, y siempre tratando de separar a todos los soldados de la princesa pelirroja. A aquellos que lograban acercarse con intenciones de herirla, Hak y Mio se encargaban de despacharlos y mantener a Yoon y a Yona a salvo.

Pero la inmortal había cruzado la mirada con aquel joven Rey, tan parecido al inolvidable Hiryū, y algo dentro de él también lograba que Mio viera a dos personas diferentes en el mismo lugar. La sangre del primo de la princesa era la misma, Mio podía sentirlo en su propia sangre.

Sentía un grito agónico atascado en su pecho, silenciado amargamente en su garganta arañando su interior tratando de salir.

Más de 2.000 años habían pasado, y sin embargo ella sentía que nada había cambiado. De nuevo, era una niña indefensa y fácilmente sobrepasada por sus emociones, por el miedo y por la tristeza.

La figura de Hiryū tomo fuerza en su cabeza, su imaginación lo plantó frente a ella como si el tiempo no hubiese pasado. Y no era capaz de mirarlo con rencor u odio, no era capaz de reprocharle nada de lo que había hecho y de tratar de mantener su enfado latente.

El Rey Rojo se transformó de nuevo ante sus ojos, en un chico rubio y de ojos celestes, más joven, delgado y algo más bajo. Sin embargo, su cabeza vibraba, su sangre la atraía hacia él. No, no era Hiryū, pero el corazón de Mio chillaba inteligibles súplicas y su cabeza gritaba desesperadas órdenes.

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"-Los flancos se están cerrando a nuestro al rededor, Su Majestad.

-Tomad a los arqueros y a los lanceros y defended la retaguardia.

-¡Sí, mi Rey! ¡Ya habéis oído! ¡Arqueros y lanceros, conmigo!

-Hermanos, nosotros iremos al frente.

-A sus órdenes, Hiryū-sama."

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Mio tomó aire con fuerza, y se obligó a apartar la mirada. Abrumada, agarró su alabarda con más fuerza entre sus manos, tragando en seco y mirando al frente. Su corazón palpitaba con tanta fuerza y rapidez en su pecho que dolía, lo sentía golpear contra sus costillas como si no tuviera espacio suficiente. Su cuerpo parecía haberse vuelto de piedra, y se mantenía en tensión como la cuerda de un arco demasiado tensa. No podía pensar en él, no podía permitir que hirieran a Yona por estar atrapada en recuerdos del pasado.

Sus ojos verdes esmeralda brillaron con instinto asesino hacia los soldados frente a ella. Estos retrocedieron, asustados del "monstruo" capaz de regenerar sus heridas en instantes.

Sin embargo, eso no la contentó. Un par de hombres se acercaron más de lo que deberían con la intención de herir a Yoon, así que ella dio dos pasos hacia delante, cargada de decisión, y sin dar una palabra usó su alabarda para abrirse paso entre la espada y la armadura de uno de los hombres y hacerle un corte casi mortal en el pecho. Mio giró y atacó al otro soldado, haciendo un corte muy profundo en su pierna que lo hizo car al suelo. Se acercó a él, mirándolo desde arriba con asco, y le dio una patada en el estómago que lo dejó sin respiración.

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"-Eh, Hakuryū, desde aquí arriba se te ve con problemas.

-Desde aquí abajo se te ve aún más imbécil.

-Al menos no soy como el chico de los animales, que ya casi se ha quedado petrificado por usar su propio don.

-Llevo más enemigos que vosotros dos juntos, charlatanes.

-Hermanos, concentraos en el combate.

-Sí, Majestad.

-¿Dónde está Mio?"

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Mio bajó la cabeza, dejando que su rostro fuese oculto por su cabello. Tuvo que hacer uso de la poca cordura que le quedaba y toda su fuerza de voluntad para no atravesar la cabeza del soldado a sus pies con su arma. Se mantuvo en tensión en el sitio, muy quieta, como si moverse fuera a desencadenar su pérdida de razón.

Mientras tanto, Kija y Jae-Ha peleaban juntos donde estaba la mayoría de soldados. El de cabello verde lo cubría desde el aire, mientras que el veinteañero daba todo de él en tierra. Shin-Ah estaba separado, en comparación, para que no todos los enemigos se concentrasen en el mismo lugar. Zeno era algo ignorado por la mayoría, que o no lo veían o creían que era un niño perdido, así que el rubio se dedicaba a permanecer justo al lado de Yoon y Yona sosteniendo un escudo, algo cerca de Mio, quien tenía una posición algo más separada de la princesa y mantenía a los soldados más alejados.

Hak se encargaba de las personas que no se atrevían a acercarse a Mio para alcanzar a Yona y probaban suerte enfrentándose al ex-general. Sin embargo, ninguno de ellos tenía mucha suerte, ya que la Bestia del Trueno despachaba a todos y cada uno de ellos en un abrir y cerrar de ojos.

Fue el momento en que el guardaespaldas se giró hacia la inmortal, para asegurarse de que Yona estaba todavía protegida por ambos lados. En su lugar, su mirada se desvió hacia la princesa, quien todavía observaba en silencio al Rey.

-Princesa, ¿qué estáis...?- siguió la dirección de su mirada para toparse con la de Soo-Won. Mio giró su cabeza levemente, para observar la escena también.

Hak abrió los ojos y apretó la mandíbula, y su agarre alrededor de su arma. Sus nudillos se pusieron blancos y su vista se volvió borrosa de la ira que le acababa de embargar.

-¡Majestad!- exclamó Joo-Doh, acercándose al nombrado.

-¿Cuántos hay en ese misterioso grupo de guerreros que están montando un revuelo?- preguntó Geun-Tae, acercándose a caballo sonriente y en busca de grandes guerreros con quien medir su fuerza.

Los tres pusieron su mirada Yona, y luego en Hak, todos igual de confusos y sorprendidos. Se había esparcido la noticia en el castillo que Yona y Hak habían muerto al caer de un acantilado varios meses atrás, y sin embargo ambos estaban allí, en medio del combate, rodeados de personas de fuerza asombrosa y cualidades increíbles.

Yoon, al ver a la Tribu del Cielo llegar poco a poco, supo que era momento de marcharse. Nervioso, se giró hacia la pelirroja.

-¡Yona, retirémonos!- exclamó. Sin embargo, la nombrada tenía su mirada baja, y permanecía inmóvil en su lugar, en silencio.- ¡Yona!

Mio dio unos pasos hacia el Rey. Un soldado trató de acercarse, pero ella lo mató sin apenas mirarlo con un movimiento de su arma. El hombre extendió sus manos hacia ella, agónico mientras caía al suelo, sosteniéndose en los hombros de la inmortal. Ella se irguió aún más, mientras que de daba un codazo en las costillas y éste caía al suelo, bajando la capucha de la chica mientras tratada de sujetarse a la tela.

Bajo la capucha, Mio tenía una mirada totalmente ida, vacía, desenfocada pero puesta en los ojos azules de Soo-Won. Sus labios formaban una amplísima e irónica sonrisa, como si acabara de perder la cabeza, llena de locura. Soltó una carcajada, ante las confusas y preocupadas miradas de sus compañeros de grupo, y finalmente su sonrisa desapareció y su rostro pareció sumirse en sombras. Su mirada brillante perdió color, su rostro se volvió tan serio que parecía una persona totalmente diferente. Sin apartar los ojos del Rey, elevó su alabarda con una sola mano, apuntando con el filo de esta hacia el primo de la pelirroja.

-¿Es ese su enemigo, Ama? ¿Es a él a quien debo eliminar?- preguntó con una voz suave, ladeando su cabeza hacia la derecha, manteniendo un rostro totalmente impertérrito.

Había visto a Hak, cómo había reaccionado, a pesar de que parecía estar controlándose; y había visto la mirada violeta en los ojos de la princesa. Yoon dio un paso hacia ella, extendiendo una mano, preocupado y asustado. Nadie estaba increíblemente contento de ver allí al Rey.

-Mio, ven...- pidió, con voz suave el menor.

-Yo acabaré con sus enemigos, Ama.- dijo Mio, aún sin apartar su mirada de la de Soo-Won. Él también la miraba, algo asustado, pero sin demostrarlo. Yona observó a la inmortal, abrumada.

Hak se giró hacia la inmortal, sintiendo su corazón comprimido. Aquella era la forma en que él se sentía, lleno de odio e ira, y se asustó al ver a la chica de cabello violeta actuar de aquella manera.

Zeno, sin preocuparse por disimular, se acercó a ella.

-Mio.- llamó Yona, con la voz seria. La nombrada no se movió ni dio signos de haberla escuchado.- Ven.

El Dragón Violeta no tardó nada en bajar su arma y enderezar la cabeza para girarse hacia la reencarnación de Hiryū y colocarse frente a ella en dos amplios pasos.

Yona pudo ver los ojos esmeralda de Mio de frente, sin nada más que algún mechón violeta cayendo sobre su frente. Parecían dolidos, tristes, furiosos y al mismo tiempo agónicos, en un profundo conflicto entre las dos partes de ella que batallaban en su interior.

Yona recordó lo que la inmortal les había contado, sobre una parte de ella que daría su vida para protegerla y otra que siempre estaba en busca de saciar su sed de sangre. La princesa de Kouka no permitiría que la chica se sintiese de aquella manera e hiciese algo que ambas podrían lamentar.

El Dragón Amarillo, sonriendo con suavidad, se situó al lado de la inmortal y se abrazó al brazo de la chica que no usaba para sostener la alabarda. Con un gesto infantil, trató de tranquilizarla sin siguiera decir nada o hacer ver sus intenciones reales.

Yona miró a Hak, quien ahora miraba al suelo ocultando su expresión de otras miradas; y a Yoon, quien se acercó a las chicas angustiado. Mio permanecía de espaldas a Soo-Won, con ambas manos cerradas en puños y la mirada cansada sobre la pelirroja.

La princesa volvió a mirar al Rey. Cerró los ojos mientras suspiraba para tranquilizarse y tomar valor. Moviendo un brazo como toda una comandante y haciendo ondear su capa, Yona alzó su voz para hacerse oír entre los sonidos de la batalla.

-¡Nos retiramos! ¡Hak y Kija, cread un camino!- ordenó con la voz digna de una reina, seria y decidida como su brillante mirada violeta.

-¡Déjanoslo a nosotros!- respondió el albino, sin siquiera dudar por un momento de ella. Yona miró a Hak, en silencio.

-Hak.- pidió, con voz suave.

-... Entiendo, princesa...- asintió, girándose sin mostrar su expresión o sin elevar la voz, tratando de contener todos los sentimientos que se agolpaban en su pecho.

Mio comenzó a respirar con fuerza.

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"-¡Se están retirando!

-¡No lo permitiremos, Su Majestad!

-¡Avisad a los Dragones!

-¡El enemigo no debe traspasar la frontera!

-¡Haced caminos! ¡Formad los escuadrones!

-¡Un segundo, Rey Rojo, no encontramos a Mio!- exclamó Shu-Ten entre el griterío.

-Seiryū está demasiado débil como para usar su vista y Ryokuryū no la encuentra desde el cielo.

-¡Debemos encontrarla! ¡Apenas es una cría!"

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Una cría...

Sin embargo, Mio era capaz de recordar la sangre y los cadáveres.

Era capaz de recordar las miradas de odio, burla y lascivia; las miradas de miedo y terror; y las miradas silenciosas que la culpaban de todo.

Los gritos, las voces, las súplicas y los llantos. Las lágrimas, las heridas, el dolor. Mio podía recordarlo.

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"-Su Majestad, necesitamos el poder de los Dragones Blanco y Verde para impedir que los enemigos escapen. Sabe que una vez que crucen la frontera, serán intocables.

-... Sólo por esta vez, Gu-En, Shu-Ten, mirad primero por el reino antes que por Mio. La encontraremos.

-... Sí, Rey Rojo."

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Zeno frotó el brazo de Mio con su mano, y luego su espalda, mientras la empujaba lentamente para hacerla caminar. Ella parpadeó, regresando por unos instantes para encontrarse con la sonriente mirada del Dragón Amarillo.

-Jae-Ha, toma a la princesa y a Yoon.- ordenó Kija, jadeando del cansancio.

-Listo.- respondió el mayor, tras tomar con cada brazo a los más jóvenes del grupo, listo para saltar en cualquier momento. Shin-Ah se acercó a los inmortales.

-¿Shin-Ah estaba cuidando la retaguardia? ¡Zeno también lo hará!- exclamó el rubio.

-Zeno, delante.- dijo el espadachín, todavía con la venda blanca cubriendo sus ojos.

-¡Bueno, vale~!- respondió, igual de alegre mientras sonreía y se posicionaba delante de Mio y detrás de Hak, dejando sola a la de cabello violeta.

-Mio.- llamó Kija, poniéndose frente a ella apresuradamente y haciendo que ambos encontrasen su mirada, siendo la mayor la que la tenía todavía algo perdida. El albino la sujetó del brazo con la mano izquierda, con algo de fuerza, y la zarandeó un poco y la miró con apremio y preocupación.- ¿Todo bien?- la contraria asintió algo ida, tratando de regresar al completo.- Bien, vas en el medio. Usa el arco para proteger los flancos. ¿Lo tienes?

Asintió de nuevo, haciendo que el veinteañero se separase y se dirigiese al frente con Hak. Jae-Ha saltó con los miembros más indefensos con él para ponerlos a salvo mientras que el resto del grupo comenzaba a moverse y a salir de allí.

Mio pareció recuperarse en silencio y usaba su arco tal y como Kija le había pedido, sin fallar ni una sola vez y sin cobrarse ninguna otra vida.

-General Joo-Doh, no puedo ver muy bien desde aquí... Pero aquel hombre de la alabarda... ¿No es...?- preguntó un soldado, algo nervioso.

-¡¿No deberíamos capturarlos?!

El general de la Tribu del Cielo miró hacia Soo-Won y Geun-Tae. Ambos mantenían unas expresiones serias.

-Sólo son unos bandidos desconocidos.- dijo con voz pausada el Rey, confundiendo un poco a su general.

-Probablemente se mezclaron en el fragor de la batalla.- continuó el general de la Tierra, igual de serio a pesar de saber la verdad tan bien como los demás.- Dejadlos en paz.

-Capturar al general Soo-Jin es lo único importante ahora- dijo el Rey, serio.- No os enfoquéis en los bandidos.

Los líderes del Cielo y la Tierra que permanecían a sus lados miraron a Soo-Won con la misma mirada, pero este mantenía la suya en el combate.

En la lejanía, el general de la Tribu del Fuego estalló en rabia.

-¡¿Qué estáis haciendo?! ¡Id tras ellos!- gritó, fuera de sí. En la lejanía, Shin-Ah lo miró directamente, y el general se estremeció a pesar de no ver los ojos del Dragón Azul por la venda que los cubría.

Entonces, mirando sus tropas, logró entrever al joven Rey, observando sobre su caballo con un rosto serio e indiferente.

-Su Majestad...

-Soo-Won sama...- susurraban los soldados del fuego, asombrados.

-¡Él!- gritó Soo-Jin, señalándolo y elevando su voz con fuerza.- ¡Dirigid las flechas hacia él! ¡La victoria será nuestra si el falso Rey Soo-Won muere!

Nadie respondió a sus gritos, nadie elevó su arco, nadie le devolvió la mirada llena de confusión y odio al general.

-¡¿Qué ocurre?! ¡Apresuraos y matadlo!- tras una rápida ojeada a su alrededor, a su ejército que se negaba a continuar cumpliendo sus caprichos, tomó su propio arco y colocó la flecha en su lugar, apuntando al Rey y rebosante de rabia.- ¡Sois unos inútiles! ¡Yo mataré al falso Rey para que los verdaderos herederos de Hiryū recuperen el trono! ¡Cobardes!

-¡Su Majestad, retroceda!- gritó Joo-Doh, poniendo su brazo delante del pecho de Soo-Won y tratando de tranquilizar a su exaltado caballo a la vez. El general de la Tribu de la Tierra comenzó a cabalgar a la mayor velocidad posible hacia Soo-Jin, serio y sin dudarlo.- ¡Geun-Tae!

Durante un segundo, mientras el moreno galopaba hacia el enemigo y Soo-Jin tensaba su arco, pareció que el tiempo se detuvo. Soo-Won permanecía impertérrito, serio, con una mirada totalmente desafiante y superior que intimidó a Kan Soo-Jin por un momento.

-¡Este es tu fin! ¡Soo-Won!

Nadie creyó que fuera capaz de soltar la flecha. Sin embargo, las miradas se posaron en el proyectil mientras abandonaba las manos del general y surcaba el cielo en un perfecto arco que terminaba en el pecho del Rey.

Y fue aún más inesperado la aparición de una segunda flecha, que en lugar de hacer un arco en el cielo lo surcó en línea recta a una velocidad de vértigo. La segunda flecha hizo su camino veloz, para terminar golpeando la primera un instante antes de alcanzar a Soo-Won. Ambas cayeron en picado al suelo, habiendo asegurado la vida del rubio y la sorpresa de todos los presentes. Siguiendo su camino hacia atrás, los ojos de Soo-Won y los tres generales se posaron en la figura de Mio, en la lejanía, que bajaba su arco lentamente sin expresión en su rostro.

Con un leve movimiento de la cabeza hacia Soo-Jin, logró que todos movieran su mirada hacia un soldado de la Tribu del Fuego, detrás de su general, quien atravesó el pecho de Soo-Jin con su espada de forma limpia, justo en le medio. Las miradas de sorpresa se pusieron en él mientras Geun-Tae se detenía, y Soo-Jin caía del caballo. El tembloroso soldado le miró, aterrado.

-Lord Soo-Jin...- susurró, temblando en su culpabilidad.- Usted ya no es... El Rey Hiryū que adoramos... No es...

-K-kyo-Ga.... Tae-Jun...- susurró el general, ahogándose en su sangre. Los presentes mantuvieron el mayor silencio posible mientras una lágrima solitaria recorría el rostro de Soo-Jin y la vida abandonaba sus labios.

La rebelión del la Tribu del Fuego terminó con la muerte del general Kan Soo-Jin. Los soldados de la Tribu del Fuego fueron subyugados por la Armada Imperial y Li Hazara se retiró a su provincia con sus soldados restantes.

La chica con el cabello rojo y sus acompañantes que aparecieron en el campo de batalla, desaparecieron sin dejar rastro.

Y, sin embargo... La mujer de ojos esmeraldas y cabello violeta no abandonaba la cabeza de Soo-Won.

Su cuerpo todavía vibraba con su recuerdo. Había tenido un extraño sentido de añoranza y tristeza, algo lo había empujado hacia ella. Había conseguido mantenerse en su sitio, pero sentía que necesitaba saber más de aquella mujer.

Mientras visitaba a ambos hijos de Soo-Jin, les daba las noticias de lo sucedido, nombraba al mayor como nuevo general y observaba el increíble trabajo que el menor hacía en las pequeñas aldeas con tal de proteger a su gente, Soo-Won seguía pensando en la inmortal.

No era como si ella pudiera olvidarlo tampoco.

---⛩️---

El Dragón Negro y el Feliz Grupo de Hambrientos ya se encontraba lejos de todas las miradas curiosas, en un bosque, precisamente bajo uno de los árboles más viejos. Jae-Ha, Kija y Shin-Ah estaban sentados contra el gran tronco del árbol, mientras que Yoon les curaba y les vendaba con cuidado. El de ojos dorados tenía su pecho vendado, y Kija estaba siendo tratado en su brazo derecho y sus hombros. Jae-Ha esperaba su turno de pie, apoyado completamente contra el árbol. Yona se acercó a Yoon con nuevos medicamentos de su bolsa y miró cómo estaban los guerreros.

-Yoon, ¿cómo están las heridas de todos?- inquirió la pelirroja.

-Bueno...- suspiró el menor. Fue interrumpido por Kija, quien se puso de pie al instante sin dudarlo.

-¡Yo ya estoy curado!- exclamó, recibiendo un golpe en la cabeza por parte del chico genio.

-¡Mentiroso! ¡Siéntate!- el albino obedeció frotándose la cabeza.- Kija, tú eres el más herido y exhausto. ¡Descansa!

-Eres horrible utilizando tu fuerza, Kija.- dijo Jae-Ha con sinceridad, con su usual sonrisa en los labios.

-¿¡Qué!? ¿Por qué dices eso...?

-Siempre estás al frente y los atacas inmediatamente con toda tu fuerza.- explicó serio, preocupado por el bienestar del contrario.- Si sólo te sobre-esfuerzas, algún día morirás.- Kija, sintiéndose algo ofendido, miró al frente serio y separó su mirada del peliverde.

-Si así puedo proteger a la princesa, moriré felizmente.- dijo seguro y algo enfadado, frunciendo levemente el ceño. Jae-Ha suspiró por la nariz y mantuvo una mirada cansada como un padre que ve a uno de sus hijos decidido por elegir una opción que sería dañina para él.

-Aún así, estoy sorprendido de que Hak, Mio y Zeno tengan tan pocas heridas.- continuó el peliverde, dirigiendo su mirada esta vez hacia el rubio inmortal, quien sonreía y hacía gestos con las manos de forma infantil.

-Zeno sólo estaba animando a todos.

La inmortal abrió sus ojos. Estaba sentada contra otro tronco, con una pierna doblada hacia su pecho y la otra estirada a ras del suelo, los brazos cruzados y la cabeza baja. No miró a nadie, pero, como todos, estaba oyendo la conversación que se llevaba a cabo. Todos estaban juntos, al fin y al cabo.

-La verdad, podrías tratar de comportarte como uno de los Cuatro Dragones...- le dijo Kija a Zeno, sin querer sonar irrespetuoso. No fue muy consciente de que dijo "cuatro" dragones mientras que Mio estaba ahí, pero ella no le dio importantica.

-Zeno me estaba protegiendo.- intervino Yoon, con un tono de voz no muy alto pero haciéndose oír entre todos. Mio elevó la mirada, en silencio. El nombrado dejó de sonreír y observó con una de sus expresiones de más sincero asombro hacia el menor, sus ojos llenos de sorpresa y su boca apenas entreabierta.- Zeno sostuvo un escudo frente a Yona y a mí, quienes no podíamos pelear, y nos protegió. Hizo un gran trabajo.

El inmortal tardó unos segundos en salir de su estupefacción sin ser capaz de ocultar sus verdaderos sentimientos. Cuando pudo volver a sonreír, exagerando su mueca de alegría como de costumbre, trató de desviar la atención de su sonrojo hablando.

-¡Vaya, que dependan de Zeno lo avergüenza!

-No dependía mucho de ti.- respondió Yoon, sin querer que se le subieran los ánimos a la cabeza.

La de cabello violeta apartó de nuevo la mirada con un silencioso suspiro. Vio a la princesa mirar a Hak, sentado en contra el mismo árbol que la de ojos verdes, algo más apartado del resto mientras se vendaba el brazo a sí mismo. Yona se acercó a él.

-Hak.- llamó, haciendo que el nombrado la mirase.- Yo ajustaré tus vendas.

Se sentó sobre sus talones a su lado, y comenzó a vendar el brazo del moreno con mucho cuidado y dedicación, casi en silencio. Ambos tenían un rostro sombrío y no parecían tener muchas ganas de hablar.

-Gulfan estaba... en el campo de batalla, ¿no...?- le preguntó la pelirroja, sin mirarlo mientras continuaba haciendo su tarea.- El halcón que, hace tiempo, Soo-Won y tú criasteis juntos...- su voz era un suave susurro que escapaba entre sus labios con dolor.

-... No lo sé.- respondió, mintiendo. En su memoria veía claramente la imagen del actual Rey y él mismo jugando con el halcón, siendo niños.- Lo he olvidado.

Yona tampoco lo había olvidado, su mirada lo decía todo. Sostuvo la muñeca de Hak, ya vendada, y juntó la mano del ex-general con su frente, cerrando los ojos.

-Gracias, por seguirme... Hak...

Él la miró y cerró su mano para formar un puño, tratando de calmarse.

-Yo siempre la seguiré, princesa. Al fin y al cabo, ese es mi trabajo.- dijo, con una pequeña sonrisa que trataba de borrar el dolor. La contraria respondió con otra sonrisa, poniéndose en pie.

-Tienes hambre, ¿no? Prepararé algo de comida.

-Por favor, deje que Yoon se encargue de los condimentos.- se burló el mayor, apoyando su barbilla en una mano y sonriendo más ampliamente mientras ladeaba la cabeza.

-No eres nada lindo, Hak.

Cuando Yona se hubo alejado, el chico apoyó la cabeza en el árbol y miró al cielo. Luego sintió la mirada de Mio a su lado, y giró la cabeza para observarla. Estaba mirándolos en silencio, con los brazos apoyados sobre su rodilla y el rostro semi escondido en ellos.

Tras una larga mirada, ella suspiró y se puso en pie. A pesar de ser seguida por las miradas de Jae-Ha y Zeno, mientras que Kija y Yoon peleaban ya que el albino no quería continuar siendo vendado, se acercó a Hak y se sentó a su lado, caminando con cuidado y acomodando su capa mientras se sentaba. Dobló las rodillas para juntarlas contra su pecho y volvió a esconder su rostro entre sus brazos, esta vez sólo dejando sus ojos visibles.

-Necesito que me hables del Rey.- pidió, seria y quizá sintiéndose algo culpable. Hak cerró los ojos y tomó aire.- Por favor.

El moreno la miró de nuevo, le lanzó una mirada a Yona, en la lejanía, y volvió a observar a la de ojos verdes.

Y él le explicó todo aquello que Mio quería saber.

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4105 palabras.

Hey, nuevo capítulo~~

Aquí vuelvo a subirlo, esperemos que esta vez no se me borren casi 3000 palabras de nuevo y podáis leerlo sin problemas :')

Bueno, aquí os lo dejo y marcho que tengo que marchar, que están los tropecientos mil trabajos pendientes de la universidad en el escritorio.

¡Dejad todos vuestros pensamientos y teorías, por favor, que me encanta ver lo que opináis y pensáis al respecto de todo y sabéis que yo os leo!

¡Gracias por leer! Besos~❤️

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