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Capítulo 27

Antes de comenzar, os dejo arriba un fan art que hizo Micky_Au para esta historia, que está súper bien hecho y me gusta un montonazo.
¡Muchas gracias! Sin duda es increíble que mis lectores sean personas tan asombrosas. ❤️

Si vosotros tenéis alguna cosa que queráis mandar de esta historia, sentiros libres de mandadme un mensaje. Todo aquello que hagáis con esfuerzo y dedicación merece estar a la visa de los demás 🥳

Sin más que decir, comencemos.

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2000 soldados y 6 guerreros.

Cuando Mio y Zeno entraron de nuevo en la habitación, el rubio terminaba de comer unos dango de colores, alegre. Mio estaba ahora tranquila, así que nadie imaginó lo que había pasado salvo Shin-Ah, que había visto parte de lo ocurrido antes de decidir dejarlos solos. 

En la habitación seguían hablando del tema, preocupados y expectantes.

-Me pregunto si Kyo-Ga enviará refuerzos...- inquiría en aquel momento la pelirroja. 

-Ya que la armada de Sen está acampando fuera de Saika, no creo que los refuerzos puedan llegar fácilmente.- pensó Yoon.

-A este ritmo, aunque Soo Jin quiera refugiarse en Saika, no podrá hacerlo.- razonó el mayor.- Sería interceptado al momento por los 2000 soldados de ahí fuera. De todas formas, ¿qué están haciendo? 

-Están esperando a que llegue.- dijo Mio, atrayendo la atención de los demás.

-¿Los refuerzos?- preguntó Kija, ladeando la cabeza. La contraria negó.

-Esto es una rebelión. Un golpe de estado. Van a por el Rey.- nada más nombrarlo, el rostro de Yona se oscureció, y la inmortal no dejó pasar por alto ese detalle. Siempre que se nombraba al Rey, ella ponía ese rostro.- Ama, no debemos estar aquí cuando eso ocurra.- insistió, deseando mantener a Yona lo más lejos posible de aquel lugar.- Deberíamos irnos ahora que podemos, antes de que comience una batalla. Saltaremos el muro del Sur.

Sin embargo, Yona no respondió. Mio respiró profundamente, sintiendo su corazón palpitar con fuerza. Tenía una mala sensación, un terrible presentimiento que le instaba a estar muy lejos del Rey en todo momento, aunque Yona no parecía de acuerdo a su petición de abandonar la capital. Mio sentía la necesidad de proteger a la pelirroja, quizá por encima de sus propios deseos egoístas, pero no quería exponer a la princesa ante el Rey. Ella misma estaba aterrada de ver a quien ocupaba el antiguo puesto del Dragón Rojo. 

Nadie dijo nada ante las palabras de Mio. 

-Kyo-Ga no podrá ayudar a dar la vuelta a la situación porque no puede traspasar las puertas.- habló el chico genio, pensativo. 

-Yoon, ¿hay alguna forma de salir de aquí?- Mio se sintió casi aliviada al oír a la pelirroja decir eso. Por fin podría mantenerla a salvo de aquella guerra. Sin embargo, se adelantó a los acontecimientos, que giraron de una manera imprevista.- Saldremos, y dispersaremos a los 2000 soldados fuera de Saika.

El corazón de la inmortal dio un vuelco. La mirada de fuego de la rencarnación de Hiryū era decidida, no admitiría otra opción, y no estaba dispuesta a fallar. 

Durante un segundo, todos la miraron en silencio, sorprendidos y sin dar crédito a sus oídos. Zeno sostenía a Ao en sus manos. 

Un segundo después, todos estallaron en diferentes reacciones. 

-¿¡Qué estás diciendo, Yona!?- exclamó Yoon, sin entender lo que ocurría. Hak sonrió y levantó su alabarda del suelo, a pesar de seguir sentado. Yoon le miró casi asustado.- ¡Bestia del Trueno! ¿¡De verdad es un buen momento para que estés sonriendo!?

Shin-Ah ya estaba de pie, tomando su espada en silencio. Zeno había colocado a la ardilla sobre su cabeza y sonreía tranquilo. Jae-Ha sonreía satisfecho con los ojos cerrados, siempre sorprendido para bien con la menor de las chicas del grupo. 

-¡Déjanoslo a nosotros, Princesa!- gritó Kija, agrandando su gran garra blanca con crujidos. Mio no podía creerlo.

-No apruebo los métodos de Soo-Jin.- continuó la Princesa, poniéndose en pie.- Pero si es derrotado por Li Hazara, la Tribu del Fuego quedará sumida en caos. Si nosotros nos encargamos de la armada de la provincia de Sen que rodea Saika, el general Soo-Jin podrá regresar aquí y finalmente Kyo-Ga podrá comenzar a moverse. 

-Ama, ¿no nos oyó antes?- inquirió Mio, casi atónita.- Tenemos casi las pruebas suficientes como para afirmar qué es lo que Soo-Jin y Li Hazara están haciendo. ¡Uno de sus propios soldados me lo confesó anoche!

-Además, no sé si sería bueno armar tanta confusión...- dudó Yoon. 

-No habrá problema mientas nos comportemos como bandidos.- lo tranquilizó Kija, visiblemente emocionado por retomar su "rango" como bandido.

-Me pregunto si el Dragón Negro y el Feliz Grupo de Hambrientos finalmente hará su reaparición.- pensó en voz alta Jae-Ha. El rostro de Mio era un poema. 

-Desde que Zeno se hizo amigo de algunas personas de los barrios bajos, Zeno conoce muchos pasadizos secretos que le mostraron.- aseguró el rubio con una gran sonrisa. 

-¡¿Cuándo pasó eso?!- exclamó exaltado el menor.- Yona, estamos hablando de 2000 soldados...- dijo ahora preocupado, dirigiéndose a la pelirroja.- Creo que Mio tiene razón en esto...- la inmortal no le miró a pesar de todo, seguía con su mirada preocupada y algo enfadada sobre la Princesa.

-Mio... No es que pensemos lo contrario, pero no tenemos pruebas suficientes como para culpar al jefe de la Tribu del Fuego de algo así... Y aunque hablemos de tantos soldados, no vamos a echarnos atrás.- dijo, sin dar su brazo a torcer. Su mirada se volvió comprensiva y miró a la chica de vuelta.- Creo y confío en tí, Mio. Pero no podemos irnos y dejar las cosas así. Por primera vez tengo una forma para ayudar a mi pueblo, a la gente que lo está pasando mal. Y creo que, como Princesa de este reino y como habitante de él, debo hacer algo. No permitiré que esto siga así. Si no puedo ayudar al reino desde el trono, lo haré desde dentro. Es la mejor forma de arregalar los cimientos de este reino.- se detuvo un momento, mientras Mio bajaba la mirada.- Por favor, Mio, ayúdame.

La inmortal se arrodilló en silencio, siguiendo las órdenes de su sangre, y bajó la cabeza.

-Sí, Ama.- murmuró. Yona le tendió una mano.

-No te arrodilles, Mio. No quiero que seas mi subordinada, sino mi amiga.- la de cabello violeta lo dudó un momento antes de tomar su mano y levantarse sin decir nada. 

-Yona...- trató de replicar el chico genio.

-Vamos, Yoon.- habló la líder, con una suave sonrisa.- Definitivamente, nosotros os protegeremos, a ti y a tu hogar.

El menor puso una mueca enfurruñada, pero durante unos segundos dijo nada.

-Lo entiendo.- habló, tomando las manos de Yona y  llegando casi a juntar sus frentes- Además, no quiero que estés bajo ningún peligro.- avisó, preocupado.  Yona sonreía tranquila.

-Sí. Lo sé. 

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En el campamento de las tropas de la provincia de Sen, donde los soldados esperaban reunidos y algo aburridos, se oyó un ruido extraño, como de algo arrastrándose. 

-Las personas de Saika deben de estar aterrorizadas.- dijo un soldado, burlón.

-Sólo tenemos que quedarnos aquí y esperar, así que podemos relajarnos.- dijo otro, sentándose sobre una caja.

Los sonidos fueron haciéndose más fuertes y constantes. 

De pronto, una afilada y amenazante garra blanca levantó una trampilla en el suelo, que estaba cubierta de tierra y polvo debido a su antigüedad, y poco a poco seis figuras encapuchadas comenzaron a salir. 

-¡Cuánto ruido hacéis!- exclamó otro soldado, girándose hacia quienes creía que eran sus compañeros para mandarles silencio.- Callar...

Se quedó sin habla al ver a un extraño grupo de personas extrañas en medio del campamento, de pie relajados y tranquilos como si estuvieran en el parque. 

-¡Qué miedo!- exclamó un rubio que no llevaba la misma capa y capucha que los demás, que parecía un niño.- ¡Ese pasadizos estaba lleno de arañas y telarañas! ¡Zeno está todo sucio!- exclamó riendo, no pareciendo en realidad preocupado por los bichos o su ropa llena de polvo y tierra. 

-Zeno, no digas nada... Por favor, Jae-Ha, quítalas...- rogó un albino, al borde del llanto. 

-Hakuryū, estás cubierto de telarañas.- la verdad de los labios de la inmortal golpeó al Dragón Blanco como si fuera una bofetada.

-No tocaré nada que no sea hermoso.- dijo tajante uno de los más altos, el de ojos violetas. Para sorpesa de la mayoría, su ropa estaba totalmente limpia de polvo o tierra, a excepción de una telaraña medianamente grande sobre su capucha.- Te lo dejo a ti, Shin-Ah.

-Ah...- suspiró un espadachín con una venda sobre sus ojos, no realmente emocionado con la idea. Sin embargo, estaba cubierto tanto de esos insectos como de sus telas. El de cabello negro no perdió la oportunidad de hablar.

-Shin-Ah, ¿acaso eres un nido de arañas? Estás cubierto de ellas. 

El grupo caminaba casualmente por el lugar ante las miradas sorprendidas y atónitas de los soldados a su alrededor. 

-¿Q... quiénes sois vosotros?- preguntó uno de ellos, confuso y algo asustado. 

-Ah, saludos, soldados de la provincia de Sen que vienen desde tan lejos.- dijo Jae-Ha, adueñándose del amiente y creyéndose el anfitrión.- Lo lamento, pero creo que el campamento que establecisteis está causando problemas a los ciudadanos de Saika. 

-¡Pobre Shin-Ah, está cubierto de arañas!- gritó de fondo Kija, realmente transmitiendo pena y ansiedad.

-¿Podríais retiraros?- preguntó amablemente el que parecía el portavoz, siendo también el mayor del colorido grupo.- Si os vais sin causar problemas, no os haremos daño.- ante sus últimas palabras, los hombres de Sen se enfadaron. 

-¡Bastardos!

-¿¡Quiénes os creéis!?

-Somos monstruos.- afirmó tranquilamente, con una sonrisa, Jae-Ha. Zeno reía a carcajadas de fondo mientras que Kija seguía sintiéndose miserable por el de cabello azul. 

-¡Ao, para, no puedes comer arañas!- exclamó, preocupado, a la pequeña ardilla. 

-¡Eres demasiado ruidoso, Serpiente Albina, cállate un poco!- exclamó el ex-general.- Los mayores intentamos hacer negocios.

-¡Pero si soy mayor que tú!- gritó el aludido cabreado. 

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Mientras que llegaba a los oídos de Kyo-Ga la noticia de un un alboroto entre las tropas de la provincia de Sen, entre esos mismos soldados se libraba una verdadera batalla, más grande de lo que se consideraba un "alboroto". Los cinco guerreros dragón y Hak peleaban a su manera, dañando o hiriendo de gravedad a los soldados. Hak y Mio se las apañaban con su alabarda, Shin-Ah con su espada, Kija con su garra blanca y Jae-Ha con sus armas a distancia y sus saltos por el cielo. Zeno llevaba un palo bastante largo y grueso en la mano con el que iba golpeando las cabezas de algunos hombres, riendo, saltando y pasándoselo en grande. 

Entre los gritos, se distinguieron unas palabras.

-¡¿Pero quienes?! ¡¿Quienes son estas personas?!

-¡Son monstruos!- exclamó otro asustado y tratando de huir de Mio, quien cubría su rostro con su capucha como de costumbre, pasando desapercibida.

-Eso es lo que os dije.- respondió tranquilo el peliverde, sonriendo y saltando lejos de allí. 

Mio se detuvo un momento al oír una flecha silbar el en aire, y vio como esta aterrizaba en una  de las tiendas de los soldados y comenzaba arder. 

-¡La tienda! 

-¡Se está quemando!

La inmortal siguió la dirección de la flecha y localizó a Yoon y a Yona en la lejanía, ocultos tras la maleza, y distinguió el arco que sujetaba la pelirroja y las flechas que el menor le sujetaba. Hak también alzó la mirada, sonriendo orgulloso. 

Causando pánico de esa forma, los soldados se descentrarían aún más y Soo-Jin podría entrar en Saika. 

Tras asegurarse que su objetivo se había cumplido de momento, los guerreros del grupo variopinto se retiraron y se alejaron del lugar, escondiéndose mientras que en el campamento se desataba la confusión y el pánico.

Una vez se reunieron todos, Shin-Ah se tensó y miró a la distancia. Levantó la venda que cubría su ojo izquierdo para poder ver mejor, siendo al momento el centro de atención de todos.

-La armada...-dijo, con su usual voz pausada.

-¿Ya vienen?- inquirió Kija.

-Por Hiryū, entonces deberíamos escondernos mejor.- propuso el peliverde. Sin embargo, el Seiryū no respondió. 

-¿Shin-Ah?

-La armada... no está viniendo.

-¿Qué?- soltó Yoon, mirando a la distancia como si él también quisiera ver a los soldados. 

-Las tropas de la Tribu del Fuego... y las de la Provincia de Sen... están yendo al sudoeste...

-¿No están regresando?- preguntó Kija. 

Mio se guardó sus palabras. Todos sabían lo que se encontraba al sudoeste de la capital de la Tribu del Fuego. 

Hak se cruzó de brazos.

-Parece que Mio no se equivocaba.- dijo, atrayendo la atención de los demás.- Soo-Jin había pedido refuerzos del Rey, pero ahora está dirigiéndose hacia el castillo Hiryū. Kan Soo-Jin tomó una gran armada para enfrentarse a Sen. Debía de saber el número aproximado de soldados que venían, ya que se llevó una armada mucho más grande que la de su hijo. Según la estrategia militar común, la estructura esencial de la Tribu del Fuego es Saika, por lo que se necesita el mayor número de tropas para protegerla.- el ex-general se detuvo un momento.- Sin embargo, es derrotado con una pasmosa rapidez. Rokka cayó demasiado pronto. Además, Shin-Ah dijo que ambas armadas se dirigían hacia el mismo lugar. Shin-Ah, ¿como estaban las tropas de la Tribu del Fuego? ¿Estaban heridos? ¿Y la fortaleza en la que pelearon?

-No vi... ningún herido. No parecía que... hubieran pelado.- respondió, con su venda blanca ya colocada sobre sus ojos de nuevo.- Pero las dos armadas iban al sudoeste.

Mio suspiró. 

-¿Mio-nee-chan tenía razón?- inquirió Zeno, quien no parecía realmente interesado mientras jugaba con Ao.

-Se dirigen a su verdadero objetivo.- intervino la inmortal.- Li Hazara y Kan Soo-Jin están tras Saika, el castillo, y la cabeza del Rey.

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-A pesar de que ya habíamos barajado la posibilidad, es...- habló Kija, algo molesto.- Que desvergonzado. ¡Él es uno de los esenciales cinco generales de Kouka! Invitando a nuestro reino a tropas de 10.000 hombres de una nación enemiga y pidiendo su ayuda para tomar el castillo Hiryū...

-La Tribu del Fuego siempre fue de las más leales y adoradoras del Dragón Rojo.- explicó Mio, tranquila.- Siempre se arrodillaron ante el poder de los dioses y realizaban más ritos y ceremonias que nadie. Hace algunos siglos, comenzaron a pensar que la sangre del Dragón Rojo corría por sus propias venas; que ellos, quienes más idolatraban a los dioses, debían ser los verdaderos líderes del reino. No tardó mucho tiempo en que creyeran que ellos mismos eran los únicos y verdaderos descendientes de los dioses; y aunque no todos pensaban así, los de los más altos cargos siempre estaban sedientos de poder.- se encogió de hombros.- Esto no iba a tardar tanto en ocurrir. 

-De todas formas...

-Los únicos por los que siento pena es por aquellos soldados que ofrecieron sus vidas para defender a Saika. Ellos no tienen ni idea de que su propio líder unió fuerzas con una nación enemiga.- dijo Jae-Ha. Mio tenía algo que objetar en contra de eso, pero se mantuvo en silencio.

-Y, ¿qué deberíamos hacer?- preguntó Yoon, preocupado.- ¿Dispersar a las tropas de Soo-Jin y Li Hazara? Eso es obviamente imposible. Intimidamos a las tropas de Sen que estaban aquí antes, pero... ahora nos enfrentamos a 20.000 tropas en total. Además...

Se detuvo en silencio ante lo que todos pensaban, a excepción de Mio. Soo-Won era el enemigo de Yona. Se preguntaron por qué ella había decidido ayudarlo. Sin contar con el hecho de que, si la princesa pelirroja se presentaba en la capital, sin duda parecería como si estuviera pidiendo a gritos ser asesinada. 

-Yona...- trató de avisar el chico genio al ver la mirada de la pelirroja.- Por ahora, demos un paso atrás y observemos qué ocurre. No podremos ganar ni aunque lo intentemos.

Sin embargo, para la sorpresa e incomodidad de Mio, la princesa habló de nuevo.

-Hak... ¿Puedes preparar unos caballos? Iremos detrás de Soo-Jin y Hazara. 

Yoon y Mio parecían los más disgustados con sus palabras. Sería tan sencillo para ella tomar a la mujer y esconderla lejos de allí, a salvo... No quería saber que podría llegarle a pasar si, como Dragón Violeta, desobedecía a su sangre y permitía que la reencarnación de Hiryū saliese herida. Sin embargo, cumpliendo de nuevo con su posición, Yona era su ama y no podría desobedecerla, ni aunque quisiese.

Zeno, Hak y Jae-Ha tampoco parecían extasiados con la idea de la princesa.

-¡Yona!- exclamó Yoon.- ¡Eso es absurdo! ¡Son 20.000 soldados! Además...

Si la Tribu del Fuego, el castillo Hiryū o el propio Soo-Won descubrieran que Yona seguía viva, probablemente fuera a acarrear bastantes problemas.

-Las acciones de Soo-Jin llevarán a este reino al caos.- aseguró, con sus ojos violetas brillantes y decididos.- No voy a ignorarlo, y menos aún, no voy a permitirlo.

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Media hora después, el guardaespaldas y el mujeriego regresaron con cuatro caballos (nadie estaba muy seguro de dónde los habían tomado o de dónde habían sacado el equipamiento pero preferían no preguntar). Ao ya estaba jugando sobre el morro de un caballo haciendo su característico "Pukyū" mientras que Yoon ejercía su papel de madre de grupo. 

-Bien, ya tenemos los caballos. Pero, ¿todos saben montar a caballo? Dicho sea de paso, yo no sé cabalgar.- dijo algo más bajo.- La Bestia del Trueno estará bien. Shin-Ah no ha montado en uno antes, ¿cierto?- en respuesta, el aludido negó.

-Yo puedo. Solía dar largos paseos con bellas damas.- aseguró el peliverde. 

-Zeno puede montar en uno, ¡incluso puede ponerse de pie!- gritó el rubio, demostrando su habilidad en aquel momento. 

-¡Sorprendente!- exclamó Yoon, aunque giró la cabeza bruscamente hacia Kija al oírlo.

-Yo también puedo montar.- el menor, no esperándose aquello, le observó asombrado.

-¡¿En serio?!

-Sería grosero por mi parte mentir sobre eso.- respondió Kija, algo ofendido sólo de imaginarlo.

-Pero no esperaba que pudieras montar. Puedo ir contigo.- dijo al final, más bajo.

-Aprendí a acostumbrarme a los caballos para poder pelear junto a mi maestro cuando llegase el momento.

-¡Increíble!- soltó Yoon, asombrado.- ¿Entonces puedo ir contigo?

-Sólo que esta sería la primera vez que monte en un lugar abierto porque nunca he dejado mi aldea.- dijo con la voz algo más temblorosa.

-Jae-Ha, déjame ir contigo.- pidió el menor, girando la cabeza con rapidez y mirando al mayor dejando en claro que no cabalgaría con el albino. 

-Yo también puedo montar.- dijo Mio, en un lado. Tenía dos caballos a cada lado de ella, aunque tenía los brazos cruzados y no parecía que ella los hubiera colocado ahí. Un tercero se acercaba en su dirección.- Además, por lo general, parece que le gusto a los animales, no importa cual sea o lo que yo haga. Tienen un particular interés en mi.- mientras decía eso, uno de los animales tomó su capucha con la boca y la inmortal tuvo que quitársela resignada. A Yona, Mio le pareció linda. Se veía muy diferente en compañía de animales, tranquila y relajada, como si supiera que eran fuerzas más grandes con las que no podía lidiar, quizá por no tener suficiente fuerza de voluntad. En general, parecía que los animales eran atraídos a ella, y sin duda a ella le gustaba su compañía.

Yoon se acercó a la pelirroja. 

-Como te ofreciste a preparar los caballos, pensé que sabrías montar.- confesó el menor, a su lado. Yona le miró. 

-No. Sólo monté una vez.- dijo, con la mirada perdida y recordando el día una semana antes de su último cumpleaños, en el palacio, siendo ignorante y feliz, con Soo-Won. 

-Yona, ¿realmente quieres ir?- inquirió. Al ver la mirada seria y decidida de la contraria, suspiró.- Lo entiendo. No te detendré.- se giró y comenzó a marcharse algo sonrojado.- En lugar de eso, iré contigo, para apoyarte sin importar lo que suceda. 

Yona sonrió levemente antes de volver a mirar al caballo frente a ella. Era muy alto para la princesa pelirroja, haciéndola sentir algo temerosa. Recordó a su primo, la sonrisa brillante y la mano que éste le ofrecía, y titubeó y retiró su mano angustiada Sin embargo, una cálida mano diferente a la de sus recuerdos la tomó y la elevó, sentándola sobre el caballo y asegurándose de que no se fuera a caer. 

Aquellas manos eran más ásperas, mucho menos suaves y delicadas que las del Rey, pero la hacían sentir muy segura. Miró hacia atrás para encontrar a su acompañante.

-¿Hak...?

El nombrado, con el rostro serio, asomó su cabeza sobre el hombro de Yona para poder tomar las riendas. Sus brazos pasaban por los costados de la princesa, quien tenía su espalda pegada al pecho del ex-general y le daba una mirada con sus grandes ojos violetas.

-Tú... No, usted...- se corrigió, recordando su posición de mero guardaespaldas y  ocultando su rostro bajo la capucha. Su voz era suave, pero Mio observaba y oía mientras debía estar prestando atención a Yoon.- Usted es una descendiente legítima de la familia real. Esa es la razón por la que vais, ¿cierto?- sus ojos azules asomaron serios, mirando al frente. Yona se quedó atónita ante sus palabras.- Para proteger al reino.

Los ojos de Yona abandonaron su asombro para tomar una mirada igual de seria y decidida, cargada de seguridad y venganza. Asintió, en silencio, y aquella fue la señal que Mio tomó para girarse. La mayoría ya se había montado en su caballo, así que ella se dirigió al que le tocaba (dado el reparto de Yoon) con Kija. 

Zeno dirigía uno y llevaba a Shin-Ah con él, detrás; al igual que Jae-Ha y Yoon. Vio a su compañero ya sentado, así que se subió con gracia sobre el animal y detrás del albino. Pudo ver que Kija, a pesar de tener su capucha puesta, estaba algo sonrojado, aunque no comentó nada al respecto. Puso sus manos alrededor del cuerpo del veinteañero, quien estaba algo tenso, y Mio cerró los ojos. 

Comenzaron a cabalgar, Yona y Hak a la cabeza, y dejando al albino y a la inmortal al final. La de cabello violeta estaba algo incómoda también, aunque trataba de tranquilizarse. Kija no era Gu-En, apenas le conocía y eran ligeramente similares en personalidad y apariencia, pero eran personas distintas. Trató de recordarse que el Hakuryū que conoció llevaba mucho tiempo muerto. Que tanto el primer Dragón Blanco como sus hermanos Verde y Azul ya no estaban en ese mundo, ni nada más cerca, y que si jamás los volvería a ver sería por la culpa de Hiryū. 

Durante todos esos años, tener a alguien a quien señalar y a quien maldecir sin duda había ayudado, creyendo que jamás lo volvería a ver. Sin embargo, tener justo frente a ella a Hakuryū era mucho más difícil que enfrentarse a la pelirroja. Tenía resentimiento contra Hiryū, pero lo que sentía por el albino era culpabilidad. Siempre se lamentaba, siempre se repetía la misma frase. "Ojalá me hubiera despedido. Ojalá hubiera sabido..."

Y mientras dejaba su cabeza reposar contra la espalda de Kija, sintió de nuevo ganas de llorar. Quería subir los brazos para darle un abrazo, y apretar su agarre para sentir su calor y el latido de su corazón, pero no quería hacerse ilusiones. No era Gu-En; él, como muchos otros, se habían quedado estancados en el pasado, congelados en el tiempo sin poder avanzar. Ella tampoco lo hacía, también estaba inmóvil en el sitio mientras todo cambiaba en torno a ella, pero sin duda era algo muy distinto. Las conversaciones, sus sonrisas y sus promesas habían sido olvidadas, palabras vacías que el viento se había llevado.

Y mientras un nuevo soplo de aire fresco golpeaba en su rostro, Mio pensó que jamás podría dejarlos atrás. Se dirigía con otros dragones, con gente que no conocía; a una nueva guerra, a una batalla que libraría sin tener voz o voto. Tenía un nudo en la garganta, pero Mio lo ignoró. Tragó en seco, tomó aire y elevó su rostro para ver hacia delante. Kija se había relajado al sentir a la inmortal, tratando casi inconscientemente de hacerle ver que todo estaría bien, y la rigidez del cuerpo de la de ojos esmeralda desapareció casi por completo. 

"Me estoy acercando..." pensaron las dos chicas, aunque con diferentes personas en sus recuerdos. Yona visualizaba a Soo-Won, mientras que Mio recordaba a Hiryū. "Lentamente, me estoy acercando... a ti."

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3989 palabras. 

No sabéis la de veces que tuve que corregir Mio por Shanna, el nombre de me otro Oc de la historia de Naruto, no tengo ni idea dónde tendrá la cabeza. Si veo que se me pasó uno, avisadme para que pueda corregirlo.

De nuevo quiero agradecer a Micky_Au por el fan art, y por darme permiso para ponerlo aquí para que todos podamos verlo. ¡Un saludo!

Y por supuesto que muchas gracias a todos vosotros por leer, sabéis que podéis comentar o preguntar que yo os leo y si puedo os respondo. Amo saber lo que pensáis. Un beso, y cuidaos mucho. ❤️❤️

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