Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 26

Plan y estrategia.


Había amanecido, y Yona sintió como ponían una mano sobre su hombro y la llamaban tratando de despertarla.

-...cesa. Princesa.- la pelirroja abrió los ojos medio dormida, encontrándose a Hak frente a ella. Ignoró el hecho de que Jae-Ha estuviera tumbado a su lado, y que Hak estuviera apoyando una rodilla insensiblemente sobre la cabeza del peliverde. De noche, cuando el guardaespaldas y el Ryokuryū cambiaron el turno de guardia, el mayor aprovechó para tomar el lugar de Hak y acostarse junto a la princesa. Hak estaba algo molesto por eso.

-¡Lo siento! ¡Me quedé dormida!- exclamó la pelirroja, sentándose en su lugar y mirando sólo al moreno.- ¿Es muy tarde?

-No, aún está amaneciendo.- la tranquilizó el contrario, calmado.

-Hak, me estás aplastando...- se quejó el peliverde, siendo ignorado por todos.

Zeno todavía dormía, y Kija estaba despertándose lentamente. Shin-Ah cabeceó y Yoon se pasó las manos por la cara, tratando de despertarse por completo.

-¿Qué pasó con la pelea?- preguntó la pelirroja, preocupada.- ¿La provincia de Sen ya atacó?

-En realidad, las puertas fueron bloqueadas, así que no ha llegado nada de información nueva.- explicó el ex-general.- Mio salió anoche a buscar información, pero aún no ha regresado.

Jae-Ha se extrañó al oír aquello, pero no dijo nada. Le comentó a Hak que Mio había salido, pero creyó que habría vuelto para ese momento.

-Definitivamente esto está muy tranquilo.- continuó, levantándose para que el peliverde también pudiera hacerlo.

-Si pudiéramos saber lo que está sucediendo en el exterior...- pensó en voz alta la pelirroja.- ¿Y si la batalla ya llegó a la capital?- Jae-Ha se puso la capucha y le sonrió.

-Bueno, ese es mi trabajo. Iré a echar un vistazo.- dijo, tranquilo.

-Oh, es verdad, Jae-Ha puede saltar.- recordó Yoon, sorprendido.

-¡Jae-Ha! ¡Lleva a Zeno contigo, está aburrido!- gritó el rubio, alegre como de costumbre. No estaban seguros de cuánto tiempo llevaba despierto. Se subió a la espalda del más alto, y éste sólo le acarició la cabeza como si fuera un gato que no quería que su dueño fuese a trabajar.

-Los niños pequeños deberían seguir durmiendo.- alegó el Dragón Verde, paciente como si estuviera hablando con su hermano más pequeño.

-¡Jae-Ha! Espera un segundo.- pidió Yona, haciendo que el nombrado se girara hacia ella, sonriéndole coqueto.

-¿Qué ocurre? ¿Quieres venir conmigo?- preguntó muy feliz y radiante, con una sonrisa dulce y suave para tratar de encandilar a la pelirroja.

-Sí, por favor, lleva...

Sin dejarla terminar, Jae-Ha la cortó contento.

-¡Por supuesto! Te sujetaré muy fuerte.- habló, acaramelado.

No se esperaba que terminaría cargando a Shin-Ah en brazos como si el de cabello azul fuera una princesa. Jae-Ha estaba algo confuso.

-¿Eh? ¿Qué es esto? ¿Qué es esto? ¿Vamos a observar el paisaje?- preguntó, perdido.

-Por favor, lleva a Shin-Ah contigo.- pidió Yona, tranquila.

-Ya veo, si va Shin-Ah contigo podrá ver mucho mejor.- comprendió Yoon, de brazos cruzados.

-¡Shin-Ah, asegúrate de cumplir tu misión!- pidió el albino, dedicado al trabajo bien hecho como de costumbre.

-Jae-Ha, hermano, por favor asegúrate de sujetarlo bien fuerte.- habló Hak, serio, metiéndose con el contrario y disfrutando por dentro a pesar de su rostro serio.- Dos hombres grandes volando por el cielo, uno cargando a otro como una princesa. Si fuera yo, les dispararía sin duda.

Tras quejarse de las burlas de Hak, Jae-Ha y Shin-Ah se marcharon. El de cabello verde cargaba al espadachín a su espalda, quién pasaba sus brazos al rededor del cuello del mayor mientras observaba la capital y sus alrededores con la venda blanca aún cubriendo sus ojos. 

-La puerta donde están las tropas de la provincia de Sen está por allí.- avisó Jae-Ha, saltando sobre un tejado y señalando con su cabeza la dirección.- ¿Puedes ver algo, Shin-Ah?

Primero el Dragón Azul negó con la cabeza, aunque luego se echó hacia atrás y tiró del de cabello verde para decirle que se detuviera. 

-¿Q-qué?- inquirió el Ryokuryū bajando a un tejado, llevándose una mano al cuello.- ¿Querías que parase?- el contrario asintió.- La próxima vez, por favor, háblame.- pidió.- Mi cuello no es una rienda.- susurró casi para sí mismo. Sin embargo, el de cabello azul observaba a la distancia, con sus dedos sobre la fina tela que cubría sus ojos.

-Cerca de... la puerta... hay muchos soldados.- dijo, hablando con su suave y habitual pausada voz.- Podrían vernos...- cerró sus dedos alrededor de la venda.- Si la situación fuera está así, podré verlos desde aquí...

Se detuvo al sentir la penetrante mirada del de cabello verde. Lentamente, se giró a mirarlo, todavía cubriendo sus ojos, para encontrarse con un expectante Jae-Ha que esperaba ansioso a que Shin-Ah se quitara la venda para poder ver sus ojos. 

Durante un par de segundos en silencio, ninguno hizo nada, hasta que el tímido Seiryū giró su cabeza hacia el lado contrario para ocultarse. 

-Ah, lo siento, lo siento.- murmuró Jae-Ha, tratando de esconder sus ganas de ver los ojos del Dragón Azul.- No intentaré mirar. 

Jae-Ha bajó la mirada a las calles mientras pensaba que según la leyenda los ojos más hermosos del mundo eran los del Seiryū, y pensando en lo que le gustaría poder verlos. Dejando a Shin-Ah a su aire y suspiró internamente. Casi sin querer, su mirada dio con tres soldados de la Tribu del Fuego, fácilmente reconocibles por sus vestimentas y sus armaduras, aunque no estaba seguro de qué hacían dentro de la capital. Se veían bastante apresurados, aunque no era capaz de oír lo que decían. Se asomó un poco y se esforzó por escuchar.

-Hay un mensaje urgente para las tropas de la cuarta división que se encuentran cerca de la puerta.- dijo uno de ellos, que acababa de llegar con los demás.- El fuerte Kah-Sho fue traspasado. En este momento, Lord Soo Jin-sama está pidiendo refuerzos y retirándose. 

El Dragón Verde no daba crédito a lo que acababa de escuchar. El general de la Tribu del Fuego había perdido y se estaba retirando...  Sin tener un buen presentimiento, decidió que sería mejor regresar.

-Shin-Ah, volvamos.- dijo, sin mirarle y todavía observando a los soldados.- Tenemos que decírselo a Yona.- al elevar la mirada, se encontró con la figura del de cabello azul, de espaldas, observando el silencio a la lejanía.- ¿Shin-Ah?

El Dragón Azul tenía la mirada fija en la distancia con un rostro descompuesto, mostrando miedo y casi en un estado de shock. 

---

-Oh, regresaron.- avisó Yoon al oír pasos y ver a sus amigos tras ser abierta la puerta. Los Dragones entraron serios.- ¿Cómo os fue? ¿Descubristeis algo?- inquirió, atrayendo la atención de todos los demás en busca de lanzar algo de luz en el asunto.

-Al parecer las cosas están tomando una dirección extraña...- murmuró el de cabello verde, suspirando con pesar. Les explicó brevemente al resto lo ocurrido, tras la cual se escuchó una exclamación de sorpresa por parte del menor.

-¿¡El general Soo-Jin fue derrotado...!?

-En este momento están pidiendo refuerzos y huyendo.- concretó el mayor. 

-¿Como se encuentra la situación militar entre las tropas de Saika y la provincia de Sen?- preguntó la princesa, con un tono sombrío y serio, siendo consciente de la tormenta que podía estarse avecinado para ella y sus amigos, y para el resto de los ciudadanos. 

-Sobre eso...- dudó Jae-Ha, mirando de soslayo al Dragón Azul antes de decir nada. Tras unos segundos, explicó qué había visto Shin-Ah. 

-¡¿Aún  no hay ninguna batalla?!- exclamó Yoon, sorprendido. El rostro de Yona se descompuso debido a la sorpresa. 

-Bueno, mejor dicho, la armada de la provincia de Sen no está atacando.- se corrigió el mujeriego.- Según Shin-Ah. Ellos están observando desde las puertas de Saika.- los presentes no daban crédito a lo que estaban oyendo. 

-Pensaba que todo estaba demasiado tranquilo, pero esto es...- mumuró Yoon, nervioso. 

-Sin embargo, la provincia de Sen está constantemente traspasando puertas y murallas.- intervino el albino, tranquilo y observando la situación de forma objetiva.- Que dejen de atacar una vez llegados hasta aquí es...- Yona se quedó en silencio, pensativa, oyendo a sus compañeros.- Quizá tienen algún plan...

Hak, serio, se dirigió hacia el de cabello azul. 

-Shin-Ah, ¿cuántas tropas de la armada de la provincia de Sen hay?- inquirió, pensativo. Zeno jugaba con la pequeña Ao totalmente ajeno a la situación y a la conversación. El aludido respondió, pausadamente. 

-Al rededor de 2.000...- habló, con su suave voz.

-¿2.000?- repitió, confuso.

-¿Hak?- llamó Yona, sin comprender su reacción.

-De acuerdo con la información que conseguí en los callejones, Li Hazara está liderando la fuerza de más de 10.000 hombres.- explicó.- Venir con tan sólo 2.000 a atacar el centro de la Tribu del Fuego, la capital y el castillo Saika...- dejó la frase en el aire para que Kija interviniese.

-Escuché que Kan Soo-Jin lideró una gran armada fuera de este área. ¿Acaso Li Hazara no mandó una gran cantidad de hombres a pelear contra esos soldados? Este pensamiento también me molesta...

-Si analizamos la situación... Li Hazara irrumpió en la frontera de la Tribu del Fuego, y llegó al fuerte Rokka. Luego dividió su fuerza en dos. Envió 2.000 soldados de su armada a Saika y el resto a la Kah-Sho, lugar que Kan Soo-Jin estaba protegiendo.- habló el ex-general, demostrando sus dotes de planteamiento y de estrategias que había aprendido con el viejo Son Mundok.- Venció a Soo-Jin, quien pidió refuerzos y se retiró... Al parecer las tropas enfrente a la capital son sólo para evitar que su hijo mayor, Kan Kyo-Ga, huya. La verdadera fuerza de la armada está siguiendo a Kan Soo-Jin. Li Hazara debe de estar ahí. 

-¿Entonces...?- las palabras de Yoon fueron interrumpidas con el sonido de unos suaves pasos sobre las maderas huecas del pasillo, los cuales se detenían frente a la puerta de la habitación del colorido grupo. La puerta se abrió con lentitud, y un poco después se pudo divisar la figura de la chica inmortal que les acompañaba desde un par de meses atrás.

-¡Mio!- exclamó Kija.- Has regresado.

Todos se movieron para dejarla sentarse en un lado, a excepción del rubio infantil. Zeno tenía su mirada fija en la contraria.

Aunque ella había tratado de arreglarlo, se le veía muy maltrecha. Su ropa estaba sucia de tierra y de una mancha oscura que el inmortal calificó como sangre. Tenía una marca roja sobre su clavícula que no le causaba nada de buena impresión y su rostro, oculto bajo la capucha, se veía sombrío y perturbado. 

Zeno se levantó, tomando sin ser visto y con una gran soltura algunas vendas y desinfectante y una aguja e hilo de la bolsa de Yoon. Nadie se dio cuenta, nadie vio sus manos introducirse en los bolsillos de forma discreta y silenciosa. Escondió unas telas entre su ropa sin hacer apenas movimientos. Traspasó la habitación con Ao sobre su hombro, y se encaminó hacia la inmortal, que permanecía de pie al lado de la puerta. Puso sus manos en la espalda de Mio y la empujó hacia la salida.

-¡Zeno quiere que Mio le compre dulces! ¡La hermana mayor cuidará de Zeno para que no se pierda! ¡Así la señorita y los hermanos pueden discutir de cosas de guerra que Zeno no entiende sin que Zeno les moleste!

-¡Z-zeno, espera!- trató de detenerlo el chico genio, aunque para aquel momento ambos inmortales habían salido de la habitación y atravesaban el pasillo para ponerse a salvo de los ojos curiosos. El mayor deseó para su interior que a Shin-Ah no se le ocurriese buscarles con su mirada de Dragón. 

Mio no dijo nada, no se removió ni trató de evitar ser arrastrada por el chico, simplemente se dejó llevar en silencio sumida en sus pensamientos. El chico la tomó de la mano después de unos momentos para llevarla fuera de allí y entrar en una de las habitaciones de almacenaje del hostal donde no entraba nadie. 

Una vez dentro, Zeno empujó de forma cómica y vistosa una pequeña mesa hasta la puerta para bloquearla mientras que Mio se apoyaba contra una pared, en silencio. 

El Dragón Amarillo la analizó de arriba a abajo una vez más, escaneando en búsqueda de heridas o golpes. 

-¡Zeno ha secuestrado a la hermanita!- exclamó, como si fuesen parte de un divertido juego basado en el escondite. La contraria no reaccionó. Zeno se acercó a ella, aún mostrando su sonrisa, y la empujó hacia abajo con suavidad para sentarla. Ella no se lo impidió.

El rubio observó el costado lleno de sangre de la inmortal. Apuntó a su herida y subió su mirada azul hacia los ojos verdosos, que lo observaban en silencio.

-¿Puede Zeno?- pidió permiso, ya que tenía la sensación de que a Mio le habían pasado cosas no muy buenas. Siempre estaba rechazando a toda costa los acercamientos peligrosos de Jae-Ha, y se tensaba con el contacto físico cuando no estaba en ese estado de mantenerse perdida en su mente, ahogándose entre sus memorias en algún lugar entre sus recuerdos y la realidad. Ella, sin decir nada, dio un asentimiento de cabeza muy suave, tanto que apenas lo parecía, pero que hizo que la sonrisa del inmortal se ensanchara aún más.

Con cuidado, apartó la capa oscura de la chica, cosa que hizo que se tensase al instante. Sus alarmas sonaron en su cabeza y su cuerpo se puso rígido. El chico trató de ignorar este hecho y subió un poco la ropa, sólo un poco, lo suficiente para poder ver la herida. 

Era en el costado, a la altura del ombligo, algo más profunda y ancha de lo que se esperaba. Mio era inmortal, no necesitaba nada para poder curar sus heridas físicas, pero Zeno sabía que en la mente de la chica se estaba llevando a cabo una tormenta de tal intensidad que nublaba su entendimiento y su racionalidad. No podía aplicar ungüentos o medicamentos sobre esas heridas, no podía vendarlas, por lo que aplacarlas era algo más comlicado. 

La inmortal, al ver las intenciones del contrario al ver su mano dirigirse al desinfectante, regresó a su cabeza de auquellos lugares tan lejanos donde había estado.

-No necesito medicamentos.- dijo, seria.- Soy inmortal, me curaré sola. 

-Pero esto hará que la hermanita se sienta mejor...- insitió Zeno, intentando de nuevo retomar su tarea.

-No.

-¡Zeno quiere ayudar!- exclamó, sin hacerle caso y tomando la crema. Mio actuó y elevó su brazo para tomar la muñeca de Zeno con su mano, deteniéndolo. Ambos se miraron a los ojos.

-No lo necesito. ¡No lo quiero! ¡Soy capaz de curarme sola, siempre ha sido así y siempre lo será!- gritó, sintiendo cómo su garganta se cerraba y sus ojos ardían.- No quiero ayuda. No necesito...- se detuvo unos momentos, perdiendo la voz.- Ayuda.- susurró finalmente. El chico notó que la de ojos verdes tembló ligeramente.

-Zeno no pondrá la medicina, pero Zeno quiere coser la herida...

-¡No! ¡No, no, no y no!- negó con vehemencia la chica, sintiendo que sus propias palabras la ahogaban. La situación había pasado de cero a cien en un sengundo. Sus emoviones ya estaban a flor de piel y se sentía de nuevo perdida y angustiada. Su corazón latía con fuerza, sentía que iba de nuevo a colapsar en otro ataque de ansiedad. 

-La hermanita...

-¡No soy tu hermana, Ouryū!- gritó, entre furiosa y asustada. Se retractó al instante, pero no podía explicarse bien. Que alguien la llamase hermana le recordaba a él, a ellos, a Hiryū y a sus Dragones, a su familia... Sentía que no daba tomado el aire suficiente. 

Zeno no se lo tomó en cuenta, sabía que Mio había vivido con la primera generación y que habían tenido un problema realmente importante para que la inmortal saliera tan dañada. No le sintió tan mal, así que le dio una sonrisa calmada.

-Está bien.- dijo tranquilo, poniéndose en contraposición al rostro angustiado de la chica.- Zeno coserá la ropa, pero Mio debe cambiarse.- habló, sacando las telas que tenía escondidas y revelando una muda de ropa de la de ojos verdes. Mio no dijo nada, tomó la ropa en silencio tragando en seco.- Zeno esperará fuera~.- canturreó, dejando a un lado el ungüento y las vendas que había tomado de la mochila de Yoon y poniéndose en pie. Mio dejó ir la muñeca del inmortal.

Zeno volvió a mover la mesa con su habitual forma cómica y salió cerrando la puerta sin hacer apenas ruido. Una vez fuera, se sentó en el suelo y apoyó su espalda contra la puerta en forma protectora, aunque sonriendo inocentemente.

Mio, con lentitud, se levantó en silencio. Se deshizo de su capa, dejando al descubierto sus hombros, donde sentía un gran peso aplastarla y empujarla hacia el suelo.

Se cambió la ropa, con cuidado. Su herida aún no se estaba curando más allá de evitar el sangrado, cosa que la hacía sentirse nerviosa. Normalmente, cualquier daño que sufría sanaba al instante. No quiso pensar en eso para embotar su mente aún más.

Terminó en cuanto volvió a colocarse su larga capa, y dio unos pasos vacilantes hasta la puerta. Puso la mano sobre esta con cuidado, ansiosa.

-¿Ouryū?- llamó en voz baja, sin saber si el aludido había podido escucharla.

Sin embargo, unos segundos después, la puerta se abrió lentamente y el nombrado asomó su cabeza, sonriendo tranquilamente y con Ao sobre su cabeza.

-¡Zeno ya puede entrar!- cantó alegre, regresando al interior de la habitación y cerrando la puerta con suavidad. Mio sostenía sus ropas anteriores en sus brazos, y su mirada estaba en el suelo.

-Puedo coserlo yo.- dijo, sin mirarlo. Zeno sonrió.

-Si Mio quiere coserlo, ¿puede Zeno cubrir su herida?- insistió, de forma casi casual y tratando de sonar persuasivo. Mio, tras mirarlo en silencio y tratar de ver qué quería realmente el rubio, bajó la mirada. 

-Sólo dame la aguja y el hilo.- pidió, sentándose de nuevo y levantando un poco su camiseta, lo suficiente para que se pudiera ver el corte. Zeno, como una mascota feliz de ver regresar a su dueño, le tendió lo que ella pedía y se sentó a su lado. Mientras Mio cosía su ropa, Zeno limpiaba con suavidad la sangre para evitar que los nuevos ropajes se tiñeran rojos de nuevo por la sangre. En silencio ambos se centraron en sus tareas, terminando la chica un poco antes que el rubio. Ella se dejó hacer, algo ansiosa, para que luego Zeno pusiese una venda sobre la piel y la ciñera para que no se soltase.

-Gracias.- masculló la inmortal, poniéndose en pie. Zeno sonrió mientras la miraba desde el suelo.

-¡No hay problema para Zeno! ¡Hará todo por sus hermanos!- exclamó en respuesta. A Mio seguía sentándole extraño que la llamase así, pero ignoró aquel pensamiento.

-Volvamos con los demás.- habló ella, sintiendo como el rubio se ponía en pie a su lado y colocaba a la ardilla sobre la cabeza de la chica. La inmortal, a pesar de quedarse unos segundos estática, le lanzó una mirada al sonriente chico que colocaba sus manos detrás de su cabeza mientras sonreía inocentemente. 

Algo dentro de la inmortal la hizo sentirse tranquila y segura. Nunca había conocido a ningún Ouryū, pero estaba segura de una cosa sólo mirando al extraño chico frente a ella. El Dragón Amarillo podía brillar, y lo hacía con una intensidad asombrosa. So sonrisa afable y cálida, su mirada reluciente y llena de emociones dulces y sinceras, su personalidad comprensible y energética, siempre predispuesto a ayudar aunque saliera malparado en el proceso. Y aunque Mio veía a un niño, a un chico inocente y alegre solo en el mundo, Mio vio algo en su mirada que le hizo detener sus pensamientos. En aquel momento, sentía que Zeno sabía qué era lo que ella necesitaba, él sabía todas las cosas que le habían ocurrido a la de cabello violeta y le prometía que estaría ahí con ella para siempre. En aquel momento, le parecía que el chico rubio y distraído sabía mucho más de lo que aparentaba, que era más mayor que ella, que escondía secretos que Mio no podía imaginar. 

Su simple presencia, la suave y tranquila sonrisa de Zeno, habían hecho que Mio tuviera de nuevo aquel ansiado y buscado, y ya casi olvidado sentimiento. Se sentía protegida, segura, a salvo, como si, por primera vez en muchos años hubiera vuelto a casa, esperando encontrarla vacía y olvidada, pero en su lugar había luz y calor. Entre aquellas paredes, donde la de cabello creía que encontraría polvo y tumbas, podía oler aquella fragancia de la comida recién hecha, podía oír las risas y las conversaciones, podía sentir el calor en los dorsos de sus manos y en sus mejillas. Podía sentir su corazón latir calmado de nuevo, después de muchos años, sintiendo que había encontrado lo que necesitaba. Estaba a salvo y en aquel momento no le importaba nada más. Ni siquiera encontrarse con otras personas donde debía de estar su familia, donde debían de estar sus hermanos, ese pensamiento tampoco la molestó. Se unió a ellos como quien saluda a un viejo amigo, se sentó junto a ellos y se mezcló con las conversaciones y las risas. Totalmente aceptada de nuevo, sin dudarlo ni por un segundo.

No importaba que fuesen otras personas, no importaba cómo se hubieran conocido o dónde estaban los anteriores dueños del hogar. Desde hacía mucho tiempo, Mio sintió que había regresado a casa.

-Ouryū...- murmuró, regresando en sí. Sus labios estaban entreabiertos y sus ojos verdes brillaban humedecidos. Tragó saliva, cerrando los ojos, y le dedicó al inmortal algo que ninguno en su grupo había visto antes. De entre sus labios, casi oculta e imperceptible, se pudo dibujar una sonrisa. Era muy suave y las comisuras de sus labios sólo habían subido un poco, pero Zeno leyó aquella sonrisa como si le estuviera dando las gracias, como si ahora pudiese respirar tranquila por un momento y mantener su batalla mental alejada por un segundo. 

Ante este gesto, el rubio primero pareció sorprendido, pero luego correspondió a su sonrisa con una muy grande y alegre. Zeno estaba feliz de haber conseguido que Mio se sintiese tranquila y a salvo, ya que a juzgar por cómo había regresado, no había disfrutado de una noche muy agradable. Se quitó el pañuelo verde claro que usaba de bufanda, similar al que ejercía de diadema, y lo colocó al rededor del cuello de la inmortal sin pedir permiso pero con movimientos calmados. Tapó aquella marca rojiza que Mio tenía en su clavícula, y luego le puso la capucha de su capa y la acomodó sobre su cabeza. Sonrió orgulloso de su trabajo, exclamando un "¡Listo!" con su tono de voz despreocupado e infantil. 

Mio estaba asombrada. Zeno era una persona tan simple y tan compleja a la vez, tan sincero pero tan difícil de leer. El rubio inmortal era una persona la cual nunca nadie se había parado a observarlo dos veces, que nadie había analizado a profundidad. Sin embargo, Mio no se creía que pudiera haber alguien así. Acababa de darse de bruces con una persona extraña y maravillosa.

-Ouryū, eres extraño.- dijo finalmente, logrando que sus palabras salieran entre sus labios. El contrario rió al oírla, girándose hacia la puerta y ocultando su rostro, sin decir nada. Mio observó la espalda del inmortal atravesar la puerta y, como si atrajera la luz hacia él, brillar de nuevo. 

La inmortal siguió al Dragón Amarillo hacia la luz, hacia aquella casa rebosante, y, finalmente, hasta su hogar.

---⛩️---


4015 palabras. 


Estamos de vuelta con un capítulo en el que siento que, a pesar de todo lo que escribo, no digo nada... Y realmente no ocurrió nada durante esas 4000 palabras, por favor, decidme si os ocurre también...

Siento que me estoy estancando últimamente, a pesar de que reescribo los capítulos seis o siete veces (como este mismo), siento que no estoy diciendo nada. Y no sé si es sólo cosa mía, si siempre fue así o si debería de escribir de forma más dinámica. 

Necesito que me respondáis a eso.

De todas formas, habéis llegado hasta aquí, así que supongo que alguna cosa que estoy haciendo bien... Así que muchísimas gracias por leer, sin vosotros no habría llegado tan lejos. Aunque no seamos muchos, para mí es más que suficiente. Un abrazo, y cuidaos mucho.❤️

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro