Capítulo 21
Ambientado en los capítulos 66-67 del manga.
El Imperio Kai y la Tribu del Fuego.
-¡Oye, jovencita! ¡Ven aquí, rápido!- Yoon, a pesar de saber que se referían a una chica, se giró al reconocer la voz del hombre de la noche anterior, aquel que tanto había insistido en verlo bailar con vestido. Vio que se refería a él y se acercó al hombre. Al parecer, a pesar de haber estado hablando con él y cocinando juntos, aún no se había percatado de que Yoon era un chico y no una mujer.
-¿Seguro que está bien que se mueva tanto? Anoche en el festival se emocionó y se hizo daño en la espalda, ¿no?- preguntó el chico preocupado.
-Desde que me pusiste la medicina en mi espalda y mis hombros, me siento realmente bien.- afirma el contrario. Mira fijamente a Yoon unos segundos antes de soltar un suspiro.- Ah, me equivoqué.- el menor le mira confuso.- No eres una jovencita, sino un chico. Por Dios, di eso antes.- se quejó, apartando la mirada abatido.
-Lo siento. ¿Está enfadado?
-No.- negó, a pesar de su mueca de niño pequeño.- Ten.- puso frente a él una bolsa, esperando a que el chico la tomase. Yoon curioseó el interior tras tomarla, sorprendiéndose al ver su contenido.
-¡Semillas Iza! ¡Pero es demasiada, anciano, esto es...!
-Tómalas.- interrumpió el contrario, desviando la mirada.
-Pero dijo que eran muy valiosas...
-No es tan importante. Tómalas. Jovneci... Digo, niño.- se corrigió.- Tú, de forma muy generosa, utilizaste tu valiosa medicina en mí. Menos mal que me di cuenta antes de arrepentirme. Ya me había arrepentido de preguntarme por qué debería compartir las semillas con invitados que vinieron desde tan lejos.- reveló, sincero.- También es porque tenéis a una bailarina muy buena. Los de la aldea sienten lo mismo.
Yoon, conmovido, le dio las gracias y un corto abrazo. Sabía lo valiosas que aquellas semillas eran para la pobre aldea, y aún así se las estaba dando a unas personas sin saber quienes eran o de donde venían. Sin duda, tenía un gran corazón. El anciano correspondió con una sonrisa muy grande.
Le prometió cuidar bien de ellas y fue corriendo en busca del resto del grupo para enseñarles lo que había obtenido.
"Ik-Soo... Hay gente maravillosa incluso al otro lado de las montañas..."- pensó con una sonrisa mientras se acercaba a Yona.
-¡Yona!
-¡Yoon! Escucha, hay problemas...- comenzó a decir ella, siendo interrumpida por el risueño chico, quien no la escuchó y habló.
-¡Escucha, escucha! ¡Conseguí las semillas Iza!
La princesa, alegre por la noticia, olvidó el probema que había a sus espaldas y sonrió alegre.
-¿¡Qué!? ¿¡En serio!? ¡Eso es maravilloso, Yoon!
-¿Cierto? ¡Ese anciano es un hombre increíblemente amable! ¡Y parece que a los aldeanos les encantó tu baile!
-¿De verdad? ¡Gracias a los cielos...!
En un movimiento inesperado y sorpresivo, Hak y Jae-Ha cubrieron las bocas de Yona y Yoon, respectivamente, haciéndoles callar. Mio cambió el peso de pierna.
-Nosotros también querríamos celebrar...- comenzó el peliverde, sonriendo a pesar de todo.
-Quedaos en silencio por un momento.- dijo el guardaespaldas serio, sintiendo las manos de Yona en su brazo.
-¿Qué pasa?- preguntó el menor cuando fue liberado, preocupado. El Ryokuryū respondió mirando a su derecha y haciéndole un gesto con la barbilla.
-Eso.
Yoon observó preocupado tres soldados que permanecían hablando entre sí, ajenos al extraño y colorido grupo que los observaba de lejos.
-¡Soldados de la Tribu del Fuego...!- exclamó, entre sorprendido y asustado.- ¿¡Por qué están en el Imperio Kai!?
-Es más, parece que vienen aquí bastante seguido.- argumentó Mio, cambiando de nuevo su apoyo a la otra pierna.- Esas mujeres dijeron que venían soldados a menudo, pero era fácil suponer que serían los propios soldados del Imperio Kai.
-Tiempo atrás escuché un rumor sobre que el líder de la Tribu del Fuego estaba comprobando las armas de otros países.- afirmó Hak.
-Pero, ¿como pueden nuestros soldados entrar en territorio enemigo de forma tan confiada y despreocupada?- inquirió el albino, con sus ojos fijos en los hombres.
-Más bien, ¿qué vamos a hacer al respecto?- preguntó Jae-Ha.
-Es preocupante que la defensa de la aldea esté tan descuidada.- habló el menor, serio.- ¿Deberíamos de observarlos por más tiempo?
Mio ladeó la cabeza.
-Sea lo que sea, no creo que tarde mucho en llegar alguna batalla.- dijo, cruzándose de brazos.- Aunque presiento que va a ser más que una simple riña. Esto va a convertirse en una auténtica guerra.
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En el Castillo de Saika, la capital de la Tribu del Fuego, el primer hijo del general se encontraba en busca de su padre. Kan Kyo-Ga fue informado de que su progenitor y el líder de la Tribu se encontraba ocupado lejos del castillo en unas negociaciones importantes, y que su hermano pequeño Tae-Jun sigue sin dar ningún reporte como segundo hijo del general.
Su padre, Kan Soo-Jin, se encontraba bebiendo sake con su acompañante, relajado, sin ninguna preocupación por el peligro que podía acecharle. Li Hazara, el líder de la provincia de Sen del Imperio Kai, y él concretaron los preparativos. Con una sonrisa maliciosa, acordaron la fecha.
En tres días, estallaría en Kouka su plan cargado de violencia y traiciones.
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Mio dijo que el agua que ella había traído y que no usarían ni ella ni su grupo podía ser dada a los aldeanos como forma de gratitud. Ella, a pesar de no decirlo, había recogido agua de más para que sobrase y que las otras personas pudieran usarla. Las montañas estaban lejos y los cubos de agua pesaban bastante, así que les ahorró algo de trabajo a las mujeres que solían ir a buscar el líquido tan lejos.
Las tres mujeres, Jae-Ha, Shin-Ah, Yoon, Yona y la propia Mio volvían a la aldea juntos. Hak, Kija y Zeno se habían separado del resto para espiar a los soldados. Mio hubiera preferido ir con ellos dado que era un grupo más pequeño, pero debía quedarse cerca de Yona para cuidar de su "Ama" como su sangre de dragón le ordenaba.
-¡Gracias por ayudarnos a conseguir tanta agua!- dijo una de las chicas, sonriendo. El peliverde caminaba delante con ellas tres mientras que los otros dos dragones, la princesa y el chico genio iban detrás.
-No deberían dejar que dulces señoritas carguen con tanto peso.- aduló el mayor, también llevando dos cubos de madera con agua.- Vuestras hermosas manos se agrietarán.
El menor, algo irritado, se acercó al Dragón Verde.
-¿Por qué las trajiste con nosotros? Así es difícil espiar.- susurró molesto.
-Ayudar a doncellas con problemas es de sentido común, Yoon.- respondió, mirando al frente, hablando alto. Luego susurró.- Además, así será más fácil mezclarnos con la gente de esta tierra y pasar desapercibidos.
El menor no podía negar eso, aunque dudaba que fuese fácil que Shin-Ah pudiera "mezclarse con facilidad" dada su apariencia extravagante, su máscara y su peluca blanca.
-Además, está Aro.- dijo una de las mujeres, sin saber muy bien de qué se trataba la conversación, pero queriendo llamar la atención del peliverde.- Dijo que iba a saltarle encima a Hak, pero...
-Que mejor lo olvidásemos.- afirmó otra.- Se le vio algo triste.
-¿En serio?- cuestionó el Ryokuryū, intentando de repente llamar la atención de Yona. Amaba molestar a aquellos dos, quienes parecían que jamás se darían cuenta de los sentimientos del otro o de los suyos propios.- Me preguntó si habrá pasado algo con Hak.- observó a Yona seguir caminando, aunque no pudo ver su rostro debido a la capucha que cubría su cabeza. Dio un par de pasos rápidos para poder ver su rostro. La princesa pelirroja observaba al horizonte seria, ajena a la conversación.
"Desde que vio a los soldados del Fuego, su mirada no ha cambiado."- pensó, sorprendido.- "No escuchó nada de nuestra conversación. Por lo general se ve como una chica linda, pero esa mirada me hace replantearme las cosas."
-Disculpad, ¿cuánto tiempo hace que esos soldados vienen aquí?- intervino la de ojos violetas, atrayendo la mirada verde de Mio.
-En realidad no estoy segura... Los hemos visto en ocasiones durante algunos años.- dijo una mujer, pensativa.- Últimamente han estado aquí con más frecuencia.
-¡Oh! Desde esa parte en adelante está la frontera, así que no deberías de seguir por allí.- avisó otra, señalando a la distancia.- Te meterías en problemas si te ven los soldados.
De pronto, Mio se puso tensa. Miró al rededor, alerta. No les veía, pero sí los escuchaba. Shin-Ah también se irguió y se colocó delante de la pelirroja para cubrirla, pasando un brazo por delante de ella.
-Yona, cúbrete. Vienen caballos.- dijo, mirando a la distancia. Mio escudriñó el mismo lugar que su silencioso hermano, pero no pudo ver nada.
-¿Qué?- inquirió confuso el mayor, girándose hacia el Seiryū confuso y preocupado.
Todos se agacharon tras unos arbustos y se escondieron en silencio, viendo pasar frente a ellos a cinco jinetes que galopaban a toda velocidad levantando tierra y humo tras de ellos.
-Vienen desde Kouka, pero no son soldados de la Tribu del Fuego.- dijo Yoon. Mio se puso en pie, mirando a la distancia, seria y preocupada.
-El que iba delante.- dijo ella, con un tono de voz que hizo que los demás se preocupasen.- Era él, ¿cierto?- preguntó a las chicas de la aldea, mirándolas.- Li Hazara. El gobernante de la provincia de Sen. ¿Me equivoco?
-No.- respondió negando.- Era él.
-¿¡Li Hazara!?- exclamó sorprendido el menor.
-Tengo cuentas pendientes con ese hombre.- murmuró la de cabello violeta con un mohín que Jae-Ha encontró divertido. Una nueva expresión que sabía que la chica podía hacer, aparte de su rostro serio y su mueca molesta.
-¿Y por qué alguien tan importante como él vendría hasta la frontera con Kouka?- indagó el quinceañero.- No lo entiendo. ¿Qué está pasando...? No puede ser que la relación con el Norte de Kai de repente no tenga ninguna restricción...
Yona sopesó con una mirada seria los acontecimientos. Soldados del Fuego entrando al Imperio Kai, Li Hazara traspasando la frontera. La chica no era capaz de ver nada bueno en lo que aquello conllevaba.
-Yoon.- llamó, sin mirarle. Todos los demás la miraron.- Algo no está bien. Volvamos a Kouka.- dictaminó la princesa, sin dudar. Mio la observó bien.
Pensó que quizá se había equivocado un poco. No lo admitiría, no aún, pero sí tenía que decir que aquella no era la princesa llorona y débil de la que había oído hablar, no era aquella niña que había escapado del palacio. Aquella princesa pelirroja frente a ella tenía una mirada decidida, seria. Sabía lo que estaba haciendo, y no se detendría.
Mio pensó que aquella chica era más de lo que había imaginado y esperado. Quizá la había subestimado, quizá Mio podía pelear por ella por su propia voluntad. Incluso, Mio se vio algo asustada y temerosa de ver en Yona vestigios de su antiguo Rey, aquel hombre al que le había entregado su vida. Yona no era tan diferente de Hiryū, después de todo.
Negó con la cabeza. Trató de convencerse a sí misma de que aquello no era cierto, Yona no era como Hiryū y nunca lo sería. Aún no estaba segura de si aquella opción le gustaba más.
Y lo que también quiso recalcarse fue que ella nunca serviría a Yona por voluntad. Mio era una súbdita sin mente para pensar, sin voz para gritar. Siempre sería la sangre de dragón en sus venas la que empujaría a la inmortal a proteger a su Maestra. Mio nunca lo haría por su propio deseo, por su propia decisión.
Al menos, eso quería obligarse a creer.
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En el castillo Hiryū, en la capital de Kouka, el Rey Soo-Won y el líder de la Tribu de la Tierra, Lee Geun-Tae, compartían un té mientras hablaban de relaciones comerciales y del Imperio Kai. El rubio notaba una extraña tensión el Norte, y sospechaba la posibilidad de que en un futuro cercano se diese algún conflicto entre ambos reinos. Le confió una misión a Geun-Tae, quien asumió su rol, serio. Dio las gracias y se despidió formal, prometiendo regresar a Chi'Shin cuanto antes para completar su misión. El alegre general se marchó serio y pensativo.
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En la capital del Fuego, Saika, Zeno y Yoon se deslizaban entre las personas, corriendo y pasando desapercibidos entre la variopinta población del lugar. En silencio y con rapidez, Yoon llevaba un saco abrazado contra su pecho mientras que el rubio le seguía despreocupado y alegre. Asomándose antes de girar las esquinas, asegurándose de que nadie les seguía y que estaban lejos de miradas sospechosas, avanzaron. Serpentearon entre los caminos anchos y atestados de gente y por pequeños y estrechos callejones, bajando escaleras y subiendo por rampas.
Al llegar, abrieron una puerta y bajaron unas escaleras. Tras una segunda puerta, llegaron al local. Allí, muchos hombres adultos y bastante amenazantes fumaban y bebían en silencio. Los dos chicos desentonaban totalmente con el ambiente oscuro y desafiante ambiente que había en el lugar. Parecían dos niños pequeños que se habían colado por error en el lugar equivocado.
Un par de hombres pensaron que se veían indefensos y se acercaron a Zeno y Yoon.
-¡Oye!- exclamó uno, poniendo una mano sobre la cabeza del joven genio y atrayéndolo hacia él.- ¿Qué quieres, niño? ¿Te separaste de tus padres?- sonrió burlonamente mientras Yoon se cubría la nariz y la boca dado el mal olor del tabaco que desprendía el hombre.
-¿Estás perdido?- preguntó otro, tomando el brazo del rubio inmortal.- Ven aquí.
-No jugaremos contigo.- dijo Yoon, serio, tratando de cubrirse.- No te acerques tanto.
-Oh, ¿qué sucede, niño? Ya veo. Quieres beber un poco de alcohol, ¿no?
De pronto, Zeno fue arrebatado de las manos del hombre, seguido de Yoon. Ante ambos adultos apareció la mirada amenazante y cortante de Mio, quien dejaba a sus compañeros seguros a sus espaldas. Una mano se aferró al hombro del hombre que sostenía a Yoon.
-No lo toques con tus asquerosas manos.- bajo una capucha, con un tono realmente desafiante, Jae-Ha elevó su mirada. El hombre se giró para enfrentarlo.- Vienen conmigo.
-¿Qué?- exclamó fuera de sí el contrario.- Nunca te había visto por aquí. Pero me quedaré con esos niños y con esta mujer.
El rostro de Mio se ensombreció. Jae-Ha la vio y sonrió.
-¡Oye, no te metas con él, ellos...!- trató de advertir el otro hombre, asustado, pero siendo ignorado.
-¡No te metas donde no te llaman!- gritó el primero, lanzando un puñetazo directo al rostro del peliverde.
Sin embargo, su puño fue detenido por una garra blanca, que lo detuvo sin ningún esfuerzo. Kija cerró un poco su mano alrededor de la del hombre, haciéndole soltar un quejido de dolor.
-Sería mejor que no alces los puños, porque sería muy fácil aplastar tu mano.- confesó serio y tranquilo el albino.
Le soltó algo brusco, haciéndolo retroceder. Ante él, vio ocho figuras, seis de ellas con mantos y capuchas para cubrir su ropa y su rostro, dejando a los dos que acababan de incorporarse a cada lado del grupo. Yona permanecía en el medio, con la cabeza agachada. Shin-Ah se había quitado la máscara, pero llevaba una venda blanca que cubría sus ojos. A Mio le costaba un poco verlo así, podía ver bastante su rostro... Y le recordaba al primer Seiryū, Abi. Si podía, evitaba mirarlo.
El hombre vio a la inmortal acercarse a él. Retrocedió un paso ante su presencia poderosa y peligrosa.
-Ni esos chicos ni yo vamos a ser de nadie.- elevó su cabeza, mostrando sus verdes ojos esmeralda entrecerrados y acusadores.- Si vuelves a ponerles una mano encima, tú vas a pertenecer a la tierra y los gusanos, y yo me encargaré de ello.
Le dio una patada bastante suave al hombre, sólo con la intención de asustarlo, y él cayó al suelo de espaldas. Desde abajo, Mio se veía aún más amenazante.
-¿Quienes son... ellos?- preguntó sin aliento el hombre mientras que Mio volvía con los demás, deteniéndose consciente o inconscientemente entre ellos y el resto de la gente en el lugar, ya que El Dragón Negro y el Feliz Grupo de Hambrientos se había situado en una de las esquinas, junto a dos paredes. Quizá se puso allí sin pensarlo, en un gesto de protección: "para llegar a ellos, tendrás que pasar por mí".
-No te metas con esos tipos...- le susurró el otro hombre, mirándolos de reojo.- Ayer aparecieron de la nada en los suburbios de Saika. La mayoría permanecía serios, mirando al suelo, pero podían ver a Zeno sentado tranquilamente con una pequeña sonrisa en sus labios. Él les parecía muy extraño.- No sé por qué, pero han estado preguntando en los alrededores información sobre los soldados de Saika. Son aterradoramente fuertes. Alguien intentó tocar a la chica bajita del medio. El tipo con una venda en los ojos casi le corta el brazo. Y la chica alta estuvo a poco de arrancarle la cabeza.
Mientras, Yona se giró hacia el menor.
-Yoon, bienvenido de vuelta. ¿Cómo os ha ido?
-Lo único que descubrí es que incluso con nuestras caras cubiertas llamamos demasiado la atención.- dijo suspirando. Le tendió un pequeño paquete.- Toma, algo de comer. Nunca pensé que vendríamos la capital del Fuego, Saika...- admitió, comiendo su propio onigiri.- Mucho menos a un callejón con gente aterradora entrando y saliendo.
-Es más fácil esconderse en lugares como estos.- dijo Hak, mirando alrededor.- Suele haber varios informantes. Encuentras rápido lo que buscas.
-Sabes bastante, Bestia del Trueno. ¿Vienes a estos lugares a menudo?- preguntó el menor, curioso.
-... Cuando estaba en Kūto, había un tipo que siempre se movía por estos callejones.- dijo finalmente, tras pensarlo un poco. Shin-Ah tomaba un trozo de pan con Ao en su hombro mientras que Zeno jugaba con la ardilla, ajenos a la conversación.
-¿Cómo están las tropas de Saika?- inquirió la pelirroja.
-Parece que todo sigue igual.- contestó el menor.- Yona, este lugar parece peligroso. Sería mejor que nos fuésemos lo antes posible.
-Sí, tienes razón... Pero hay algo que me molesta.- pensativa, la chica se llevó una mano aun mechó de cabello y lo escondió tras su oreja.- Los soldados que vimos en el Imperio Kai... Li Hazara de la provincia de Sen. Algo... me hace sentir intranquila.
Mio deslizó su mirada hasta Yona, de forma casi perezosa. Luego la volvió al suelo. Ella también tenía un mal presentimiento. Se puso en pie, llamando la atención de todos.
-Iré a buscar más información. No tardaré.- dijo, dándose la vuelta y saliendo del local. Kija se puso en pie también.
-La acompañaré.
Hak asintió ante sus palabras.
-Esconde tu garra, serpiente albina, y que no os vean. Tened cuidado.- pidió sincero. El Hakuryū asintió serio y siguió a la inmortal fuera.
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3315 palabras.
Os dejaré aquí una pequeña guía de las Tribus, sus capitales y sus líderes, así como un mapa de Kouka y alrededores... Quizá lo necesitéis tener a mano en los próximos capítulos, y si no, al menos os entretenéis un poco.
Tribu del Cielo - Kūto (capital) - Han Joo-Doh
Tribu del Viento - Fūga - Tae-Woo
Tribu del Fuego - Saika - Kan Soo-Jin
Tribu de la Tierra - Chi'Shin - Lee Geun-Tae
Tribu del Agua - Suiko - An Joon-Gi
Entonces, Kouka en el medio, Kai del Norte arriba, Kai del Sur a la izquierda, y abajo Sei y Xing. Este mapa es de mis favoritos sin duda.
Y esto es lo mismo. Sólo que de Kouka, Sei y Xing. Pero más de cerca. :)
Creo que eso ha sido todo por ahora... Si hay alguna cosa que queráis decir, preguntar o opinar, dejadlo en comentarios, que sabéis que me encanta saber qué pensáis.
¡Gracias por leer! ¡Cuidaos mucho y tened cuidado fuera!❤️
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