Capítulo 10
Cabello rubio, ojos violetas.
Habían pasado varios días desde entonces. Mio no había vuelto a hablar mucho con nadie, aunque parecía mucho menos enfadada que cuando volvió con Jae-Ha. Su mirada era menos oscura y volvía a responder con monosílabos o frases cortas si era necesario.
Parecía que la relación de el Dragón Oscuro y el Feliz Grupo de Hambrientos (*) con Mio había retrocedido hasta los primeros días, en los que había como una barrera entre ellos. De nuevo, era difícil que pudieran mezclarse, como el agua y el aceite.
Antes de que se dieran cuenta, habían llegado a su destino.
Mio sólo había oído a dónde se dirigían una vez, ya que parecía que el resto ya había estado ahí con anterioridad.
Era una casa de un piso, mediana, al lado de una enorme cascada y rodeada de un espeso bosque. Al parecer, un monje llamado Ik-Soo vivía ahí.
Mio sentía que ese nombre le era vagamente familiar, pero no era capaz de ponerle cara al hombre que los demás buscaban en el interior de la casa y por los alrededores.
Algunos se separaron para buscarlo, mientras le llamaban a gritos. Otros esperaron, como Hak, quien se tumbó en la hierba al sol cerca de un árbol y cerró los ojos.
La inmortal se acercó a una pequeña huerta donde había varios vegetales plantados, algunos listos para ser recogidos y otros algo mustios. Se veía un poco descuidado. La chica paseó la mirada, hasta encontrar en el suelo una cabellera rubia.
Se acercó, para descubrir a un hombre tumbado en el suelo boca arriba, con las manos llenas de raspones como los que se hacían los niños al caerse.
Sólo podía verse uno de sus ojos, uno violeta suave que se vio algo sorprendido al principio. La mirada de Mio también tomó un brillo, y su mirada se llenó de obviedad.
-Ah, eres tú.- dijo, tranquila y algo desinteresada. El contrario sonrió al reconocerla.
-¡Oh, Mio-chan! Ha pasado un tiempo desde la última vez.
Ella se apartó, chasqueando la lengua, y le tendió una mano. El monje le sonrió y la tomó para levantarse.
-¿Qué te ha traído hasta aquí, Mio-chan?
-Sabes perfectamente qué me ha arrastrado aquí. Y no voy a esforzarme en repetirte que odio que me llames así.
-¡Eso no es cierto! Los dioses me han dicho que sí te gusta que te llamen así, te hace sentirte cercana a los demás, ¿no?- rebatió el hombre, recibiendo una mirada asesina de los ojos verdes. Él rió.- No has cambiado nada.
La de cabello violeta volvió a chasquear la lengua, y rodó los ojos.
-¿Así que tú eres el monje que están buscando?
-No hay muchos monjes que todavía escuchen las voces de los dioses y que sean como yo.- Mio suspiró.- ¿Cómo están los demás?
-De una pieza.- murmuró recelosa la contraria, cruzándose de brazos.- Tengo preguntas para tí, pero siento que no vas a responderlas, Soo.
El rubio sonrió.
-Me conoces muy bien, Mio-chan. Quizá pueda darte alguna respuesta, pero sobre las preguntas que me hacías hace tiempo sigo sin poder decirte nada.- la mayor puso la mirada en el suelo, con un mohín.- Tienes que...
-Descubrirlas yo, lo sé, me lo has repetido una infinidad de veces.- interrumpió. El mayor esbozó una sonrisa de nuevo.
-El mismo número de veces que me las preguntaste.
-¡Ik-Soo!- los mayores siguieron la voz hasta encontrarse con Yoon, que se acercó al monje casi enfadado.- ¿¡Qué ha pasado dentro de casa!? ¡Parece que haya pasado un huracán!
El nombrado juntó las manos como si rezara y sus ojos brillaron bajo los mechones rubios de su pelo.
-¡Yoon-kun! ¡Has vuelto!
Al contrario que la mirada alegre y tranquila del de ojos violetas, el pequeño genio gritaba exaltado mientras le reñía.
-Echaba de menos los gritos de Yoon-kun...- se repetía, ignorando al menor.
Mio suspiró de nuevo, y observó aproximarse a los demás al oír la voz del menor del grupo.
-Yona-chan, me legro de veros a todos bien.- dijo, mirando a los demás bajo su flequillo.- Más pronto de lo esperado, pero siempre es un placer.
-Gracias, Ik-Soo.- respondió ella, ladeando un poco la cabeza con una sonrisa. Kija hizo una reverencia, Shin-Ah observó en silencio. Zeno jugaba con Ao, sentado al lado de Jae-Ha, quien tenía una pequeña sonrisa en los labios.- Hemos venido por que...
-Lo sé, querida Yona, los dioses me lo enseñaron.- dijo el de ojos violetas, sonriendo. Se giró para ver a Mio, y los demás también deslizaron su mirada hacia ella.- Cierto, ¿Mio-chan?- inquirió, mirando a la inmortal.
Por un momento, pareció que sus mejillas estaban algo rosáceas, al sentirse observada y avergonzada, así que no tardó en quejarse.
-Soo, eres un caso perdido.
Y sin decir más y dejando a los otros siete confundidos, se dio la vuelta haciendo ondear su capa y escondiéndose al otro lado de la casa. Se sentó, algo molesta, al lado de las plantas de los tomates, mirándolos casi con rabia. Hacía tiempo que no se sentía expuesta de esa forma. ¿Qué había pasado con su resistente muro? Allí estaba ella, el Dragón Violeta, sonrojada y sentada lejos de el resto.
Desgraciadamente, conocía al monje rubio, y lo infantil e inesperado que podía ser.
Ik-Soo rió al ver la reacción de la muchacha, mientras que el resto le miraba confuso y perdido.
-¿Qué ha sido eso?- preguntó Hak.
-¿Soy el único que cree que se sonrojó?- inquirió Jae-Ha, mirando por donde ella se había ido.
-¿Soo?- intervino, Yoon, con un tono que expresaba su desconcierto.
El rubio volvió a reír.
-Mio-chan y yo nos conocimos hace bastante tiempo, la primera vez yo aún era un niño, y la verdad es que hace unos años que no había vuelto a saber de ella.
Los demás no sabían cómo digerir esa información. Nunca se lo habían podido esperar. Excepto Zeno, que seguía sonriente jugando con Ao, el resto se veía algo confuso. Incluso Shin-Ah tenía la boca abierta en un pequeño círculo.
-Bueno, vayamos a comer algo.- continuó.- Debéis de estar hambrientos.
-¡Zeno tiene hambre, hambre!- exclamó el otro rubio, elevando los brazos sobre su cabeza mientras sonría mostrando sus colmillos.
-Bien, Yoon, preparemos la cena.
El menor pareció despertar en ese momento.
-¿Piensas dejarme a cargo de todo el trabajo, cierto?- preguntó, con la voz baja y de forma peligrosa.
-Me hice daño en mis manos...- murmuró, enseñándolas casi con timidez.
-¡Esa no es una excusa, monje estúpido!- gritó el menor, asustando a sus compañeros, y sobre todo, al hombre rubio.- ¡Ven aquí!
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-Intercambiando lazos blancos...- cantó en bajo, para ella.- Ofreciendo una oración a la noche azul... Sembrando semillas verdes...- su voz se perdía en la noche y en las voces de los demás, mientras que seguía cantando para ella misma.- Abrazando la cosecha dorada... (**)
Miró a los demás, que ya estaban terminando de cocinar. Yona ayudaba a Yoon, Ik-Soo charlaba con Kija, Zeno y Shin-Ah, y Jae-Ha y Hak bebían sake. Mio observó a la pequeña ardilla colocarse frente a ella, sobre su rodilla, quedando frente al rostro de la inmortal. Se miraron fijamente durante unos segundos, y luego la de cabello violeta apartó la mano y rebuscó algo en su bolsillo.
Tras unos segundos, sacó una bellota, y se la dio al animal. Ao la tomó y se la metió entera en la boca, sorprendiendo un poco a la mayor.
-Si te atragantas, no es mi culpa.- le dijo, señalándola con un dedo, como una madre que advertía a su hijo.
Desde lejos, Yona la miraba con una sonrisa, al lado de Yoon y Kija. La pelirroja se acercó unos pasos.
-¡Mio, ven a cenar!- la llamó alegre, haciendo que la contraria la mirara. Tomó a la ardilla y se acercó, sentándose, como los demás, al rededor de la hoguera, haciendo un pequeño círculo con el fuego crepitando alegremente en el medio.
Cenaron abundantemente, entre risas. Mio se mostró algo más receptiva, hasta habló varias veces sobre un joven Ik-Soo, quien se reía avergonzado. Contó cómo le había conocido, cuando éste tenía unos siete años y se caía cada dos por tres, por lo que siempre estaba lleno de golpes.
Decía que era demasiado bueno, que con el tiempo dejó de llorar al hacerse daño, aunque fuera una herida grande, o las veces en las que ella tenía que conseguir comida para que el rubio tuviera algo que llevarse a la boca.
Todos se sentían felices. Mio se estaba abriendo a ellos, de nuevo, aunque no fueran cosas sobre sí misma. No sonreía, pero su tono de voz no era tan frío y cerrado. De echo, se le veía algo cálida, contando pequeñas historias iluminada por la luz del fuego. El resto reía, bien a carcajadas o con una pequeña sonrisa, pero pasaron una noche agradable y tranquila.
Jae-Ha contó alguna historia de piratas y bellas doncellas, Kija hablaba sobre su aldea con nostalgia y Hak compartió historias de feroces batallas y valientes soldados.
Yona y Zeno reían con las ocurrencias de sus amigos, y Shin-Ah escuchaba y comía en silencio. Ik-Soo no pudo evitar notar la forma en la que se comportaba la inmortal. Le parecía extraño y gratificante ver cómo había cambiado aquella mujer de cabellos violetas y una terrible historia de eternidad.
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Esa noche, los dos rubios compartían el silencio y la oscuridad. Una suave conversación de todo y nada sobre la inmortalidad y las profecías, sus palabras envueltas por los sonidos de la noche y el agua cayendo por la cascada.
Mio se encontraba bastante lejos de ellos, cerca de donde dormían los demás. Todos le aseguraron que allí no había peligro, y que podía dormir un poco, pero ella observaba el cielo nocturno, como de costumbre, en la copa de un alto árbol.
Ik-Soo le contó a Zeno algo que los dioses le habían dicho recientemente, sorprendiendo un poco al contrario. Zeno, que en ese momento no hablaba en tercera persona, le preguntó que significaba aquello, y el monje le prometió contar un poco de la historia la noche siguiente, durante la cena.
Yona se puso en pie, tratando de no hacer ruido, y tomó su arco y su carcaj de flechas. Salió cuidadosamente de la casa, tratando de no pisar a nadie, sin notar que Zeno no se encontraba en su lugar.
La de ojos verdes la vio salir, e internarse un poco en el bosque. La siguió entre los árboles, en silencio, para verla detenerse frente un árbol.
La pelirroja hizo una pequeña marca en la mitad del tronco del árbol, una pequeña cruz, y luego se alejó varios pasos cargando sus cosas. Mio observó curiosa cómo la pequeña colocaba una flecha en el arco, tensaba la cuerda y apuntaba, para luego disparar contra el árbol.
No le dio al centro, pero siguió lanzando flechas. Una, y otra, y otra, y otra, sin descanso. Tras un rato, se acercó para tomar las flechas que había lanzado, guardarlas de nuevo en su carcaj y comenzar a disparar de nuevo.
Repitió ese proceso varias veces, ante la mirada de Mio. La mayor pudo contar que, cuando la pelirroja recogió y volvió a la casa para dormir un poco, Yona había lanzado unas doscientas flechas.
La siguió con la mirada hasta que estuvo dentro, y luego volvió a acomodarse en el árbol en el que estaba anteriormente.
Cerró los ojos, y, casi sin querer, se quedó dormida.
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2167 palabras.
(**) Esas líneas que canta mío pertenecen a la versión extendida del segundo ending de Akatsuki no Yona.😋
(*) ¡Una cosa importante!
Creo que lo he nombrado algunas veces ya, pero no había caído en la cuenta de que probablemente hay gente aquí que no leyó el manga y no lo entiende. El grupo de los cuatro dragones, Hak, Yona y Yoon, incluso Ao, se llamaron a sí mismos "El Dragón Oscuro y el Feliz Grupo de Hambrientos".
El Dragón Oscuro sería Hak, y el resto del nombre es obra de la imaginación de Zeno (más bien, todos se morían de hambre en ese momento).
Quizá debería de haberlo dicho antes para las personas que sólo vieron el anime...😅❤️
Lo explicaré aquí rápidamente:
Estaban en una aldea, ayudando a los aldeanos, cuando llegan unos soldados de la tribu del fuego para cobrar impuestos. La gente no tiene nada de dinero, y los soldados comienzan a meterse con una niña pequeña.
Todos deciden intervenir, ignorando a Yoon quién les decía que se quedasen escondidos. Hak se pone la mantita blanca de Shin-Ah en el rostro para que no lo reconozcan y al final Yona dice que son bandidos y que ese es su territorio.
Os dejo aquí el fragmento que encontré para que lo veáis, recordad que se lee de derecha a izquierda y de arriba a abajo. Es el capítulo 48.
Créditos de la imagen a su respectivo traductor/a y a la autora Kusanagi.
Me alargué un poco con esto, pero espero que os haya quedado claro...😅❤️
Gracias por leer❤️
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