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Capítulo Cincuenta y siete: Una Victoria

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Nadia

Mi cuerpo estaba helado, mi pecho tenía una sensación extraña y tenía un vacío en el estómago al escuchar las palabras de Matt.

—¿Por qué? —cuestioné.

—Esto no está funcionando —mencionó Matt.

—Pero Matt, estoy aquí —lo miré frunciendo en ceño, sentía tanta culpa en ese momento.

—Y estoy en deuda contigo —acercó una mano a mi mejilla—, pero tu corazón no me pertenece.

—No, Matt. Yo… —me interrumpió.

—Sé que los chicos no lo hiceron con malas intenciones, pero ellos notaron tu mirada y la de Leonardo —bufó y sonrió—. Y no los culpo, tú mirada siempre le perteneció a él y a mí me habría encantado ser el centro de tu atención.

—Matt…

—Déjame terminar, por favor —levantó su mano y después me estrecho con ambas manos mi mano—. Sonará cliché lo que diré, pero si tú eres feliz con él, entonces yo también seré feliz con eso. Tal vez llegué tarde, pero no tan tarde para ser tu amigo y decirte que las cosas van a mejorar. Sólo espero que él haga lo correcto y no te lastime en el proceso.

—Matt, no sé que decirte… —las lágrimas se acumularon en mis ojos hasta que una resbaló por mi mejilla.

—Dime que serás feliz —limpió la lágrima con su dedo pulgar y después acaricio mi mejilla; yo asentí con la cabeza—. Sé que no debo pedirte esto, pero… ¿podrías besarme como si de verdad me amaras una última vez?

Sus mejillas se tornaron de un color rosa muy hermoso y una sonrisa tímida las acompañaba. Yo reí por los nervios y asentí con la cabeza.

Me puse de pie y me coloque a su lado, lentamente me incliné sobre él y le otorgue ese beso llenó de ternura y amor que pude sentir o expresar en ese momento. Después de unos segundos, separé mis labios de los suyos y él me miró con tanto agradecimiento y felicidad, en ese momento me sentí tranquila por fin.

Sabía que su corazón estaba roto y que yo era la causante, pero había buscado la forma de evitarlo, pero su comportamiento fue tan maduro y realista con el hecho de que él siempre supo que tal vez nunca iba a amarlo como a él le hubiera gustado. Su decisión de terminar nuestra relación estuvo llena de tanta valentía, algo que mucha gente le era imposible de tomar; algo que a mí me faltaba para poder hablar con fuerza; algo que sin duda alguna iba a aprender.

Esa noche me quede un par de horas más, hablando de todo y nada y de la forma en que nuestra amistad iba a quedar más reforzada. Además, Matt me mostró su lado más sobreprotector con una advertencia que algún día le diría a Leonardo frente a frente. Yo no podía evitar dejar de reír por todas sus ocurrencias o los movimientos que hacía cada que hablan, parecía que el dolor cada vez iba disminuyendo y eso aliviaba a Matt en gran medida.

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Al día siguiente me levanté temprano para poder preparar mis cosas y regresar a la facultad. Estaba nerviosa, pues la gente sí o sí iba a murmurar sobre lo sucedido y tal vez iba a ser interrogada por todos y por cada uno de mis profesores, pero lo que más nerviosa me tenía era que por fin iba a poder hablar con Leonardo y serle sincera y más que directa sobre mis pensamientos.

Cuando llegué a la facultad, busque a Leonardo por todas partes, en cada salón y en cualquier rincón dónde él pudiera estar, pero jamás lo encontré; terminé entrando a la clase de su padre y este parecía no querer quitarme la mirada de encima, era molesto y muy incómodo.

Al llegar el final de la clase, el padre de Leonardo me detuvo.

—Señorita Rodríguez —su voz levemente grave, causo un frío incómodo en mi espalda.

—¿Si, doctor Lane? —sonreí apenas mostrando muy poco los dientes.

—Estoy enterado de lo que sucedió la noche del martes —posó los codos sobre el escritorio y junto sus manos—. ¿Usted se encuentra bien?

—Si, gracias —respondí sin más esperando a que me dejara ir, pero fue todo lo contrario.

—Me dijeron que mo hijo fue quién atendió a su… —hizo una pausa, supuse que era para que yo terminara con su duda.

—Novio.

—Si, su novio. Ya me anunciaron que su estado es de mejoría —se puso de pie y rodeó lentamente el escritorio, su acción me incómodo y en cierto modo, me dio miedo provocándome dar un paso atrás para alejarme—. Espero que eso sea razón suficiente para que deje a mi hijo y a su esposa en paz. Usted solo fue un desliz que él decidió tomar para no lastimar a su esposa.

—¿Qué? —lo miré sorprendida.

¿Acaso Leonardo le había contado a su padre?

Era un desastre, no sabía que pensar en ese momento, solo venían a mi mente un sin fin de escenarios de cómo o por qué le habría contado a su padre, o tal vez, su padre no se había enterado de algún modo.

—La esposa de mi hijo tiene cáncer y al estar tan débil, no tiene la fuerza suficiente como para tener relaciones, por eso se metió con usted, solo para satisfacer su necesidad —el corazón se me estaba estrujando, era como si el hombre frente a mí lo estuviera apretando con su mano para hacerme sentir un dolor mayor al que ya tenía—. Alejese y nada sucederá —dio un paso más hacia a mí—, equivoquese y lo lamentará.

Trague saliva con dificultad y mi respiración se había detenido por un momento. Tenía miedo y muchas dudas al respecto, y solo Leonardo podría ayudarme a responder todas y cada una de ellas. Por otro lado, sentía que mis rodillas iban a fallarme en cualquier momento y que me harían caer golpeándome contra el suelo.

El doctor Lane tomó sus cosas y me dejó sola en salón, petrificada por el miedo y el dolor que sus palabras me habían causado. Quería ponerme a llorar por todo lo que se había acumulado en ese momento, me picaba la nariz y los ojos me ardían, sin embargo, ni una sola lágrima salió de mis ojos.

Con mis cosas en las manos, salí del salón encontrándome a mis amigos a unos cuantos metros del salón; Sarah, Miguel y Gargi me miraban tanto con curiosidad cómo con preocupación.

—¿Qué sucedió? —preguntó, Sarah.

—¿Está todo bien? —Gargi preguntó en su turno, Miguel fue el único que se limitó a quedarse en silencio y observar.

—Él… yo… sólo… —bajé la mirada, inhale profundamente y después exhale para tratar de tranquilizarme y podre controlar las lágrimas—. Me preguntó si estaba bien y por el estado de Matt. Solo fue eso, gracias.

Fingí una sonrisa para evitar ser interrogada, me preocupaba que se dieran cuenta y comenzarán a cuestionarme, pero solo se limitaron a verme extrañados y regresarme la sonrisa, para después salir del edificio de salones. Pero antes de cruzar la gran puerta del edificio, vi a Leonardo salir de uno de los salones, rápidamente se lo mencioné a Sarah y me despedí de mis amigos agitando una mano mientras me alejaba con paso veloz.

Corrí lo más rápido que pude para alcanzar a Leonardo, incluso lo llamé por su “nombre de profesor”, pero este me ignoro hasta que logré tomarlo de la manga de su bata y lo obligue a voltear a verme.

—Leo… —me interrumpió.

—Doctora —pronunció en un tono seco y frío—. ¿Necesita algo?

—No, yo… —fruncí el ceño—. ¿Podemos hablar?

—Si es alguna duda médica, será en otro momento. Debo ir a una cita con mi esposa —una clase de frío se apodero de mis hombros y después pasaron a un calor intenso que hizo que me dolieran.

Bajé la cabeza y negué al instante, no podía mirarlo a los ojos sin que empezara a llorar. Recordé las pañabras de su padre sobre su esposa y de que había sido usada. Tal vez, siempre supe la verdad y aún después de tanto tiempo, fingía que nada había sucedido cuando la realidad estaba frente a mí.

—Lamento haberlo molestado —dije aguantando las ganas de llorar y reclamarle por el beso, pero las fuerzas se habían ido a mis manos que permanecían apretadas en un puño.

—Qué tenga buena tarde, doctora —sin levantar la vista, sólo vi como sus pies daban media vuelta para alejarse y dejarme ahí parada.

Levanté levemente la mirada y vi como se iba alejando más y más hasta que desapareció al doblar en una esquina del pasillo.

¿Era verdad después de todo? ¿Fui una tonta?

Eran las preguntas que más se repetían en mi cabeza mientras un par de lágrimas resbalaban por mis mejillas.

Tal vez el padre de Leonardo tenía razón en haberme advertido para alejarme de él. Leonardo seguía casado y yo solo era un estorbo para él, un simple objeto para satisfacer sus necesidades carnales y que seguía cayendo en su juego.

Salí huyendo del lugar, buscando un rincón dónde esconderme y poder llorar por lo tonta que había sido al creer que Leonardo me quería de verdad, qué me contaría la verdad y que había buscado una forma de arreglar las cosas y permitirnos ser felices, pero no era más que una actuación tan creíble para llevarme de nuevo a la cama.

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Habían pasado dos semanas desde el incidente con Matt. Él se había recuperado muy pronto, pero le habían puesto restricciones de actividades y un par de terapias en caso de que algún nervio o tejido siguiera sin sanar.

Constantemente se quejaba por no poder surfear y sentir la fuerza de las olas, pero tanto sus amigos como nosotros lo visitábamos y él siempre nos convencía de llevarlo a la playa para solo “meter los pies en la arena y mar”, parecía un niño siendo necio por no cumplirle sus caprichos.

En cuanto a Leonardo y a mí, seguíamos en las mismas, sin hablar y fingiendo que aquel beso nunca había sucedido. Cuando me lo cruzaba en los pasillos, él a veces se regresaba por donde venía o simplemente pasaba de largo sin mirarme. Por mi parte, seguía destrozada por las palabras del doctor Lane y sentía unas ganas inmensas de gritarle a Leonardo que mr mirara a la cara y fuera valiente para decirme mas cosas así como lo había hecho para engañarme de nuevo. Sin embargo, jamás tuve la fuerza ni la convicción para hacerlo.

La segunda mitad del semestre estaba más cerca del final y el estrés de los exámenes volvía a acumularse. Además, la advertencia del padre de Leonardo parecía ser más real que antes, pues, cada que creía que me iba bien en los exámenes o proyectos, el doctor Lane me destrozaba con regaños y un sin fin de correcciones. Me estaba haciendo ver mi suerte por haber estado con su hijo y por poco arruinar su matrimonio con una mujer que no tenía la culpa de nada.

No creía que algo pudiera hacer empeorar todo, pero Marco volvió a aparecer, y esta vez para seguir chantajeando con las fotos que tenía en su poder. La desesperación se apoderó de mí mientras leía su último mensaje:

"Nos vemos mañana a las 4 en el café de siempre. No se te ocurra faltar."

Con el corazón acelerado y una sensación de agotamiento que parecía hundirme cada vez más, me dirigí al café. Estaba harta, cansada de vivir bajo la sombra de sus amenazas. Esta vez, las cosas serían diferentes.

Entré y vi a Marco sentado en una mesa del rincón, con una sonrisa cínica en su rostro. Me acerqué y tomé asiento frente a él, sin esperar a que hablara primero.

—¿Por fin te decidiste? —preguntó sin preámbulos, su tono arrogante.

Habia estado insistiendo en que debía volver con él y continuar “complaciendolo”, no sentía más que asco y repulsión.

Lo miré directamente a los ojos y sentí una calma extraña inundarme.

—Haz lo que quieras con esas fotos, Marco —le dije, con voz firme—. Ya no me interesa ser expulsada de la facultad de medicina. Y ya no me importa Leonardo porque él está siendo feliz con su esposa. Estoy cansada de vivir con miedo. Si vas a destruirme, hazlo. Pero no seguiré bajo tu control.

Por un momento, el rostro de Marco mostró sorpresa, y luego una mezcla de frustración y rabia. No había esperado que me plantara así, que rechazara su poder sobre mí.

—¿Crees que estoy bromeando? —amenazó, su voz subiendo de tono.

—No, no creo que estés bromeando —respondí—. Pero ya no me importa. Haz lo que quieras, pero esta es la última vez que me ves.

Me levanté, sintiendo una libertad que no había experimentado en mucho tiempo. Mientras salía del café, supe que había recuperado mi vida. Marco ya no tenía poder sobre mí. Me había liberado de sus cadenas, y no había vuelta atrás

Sin embargo, apenas había dado unos pasos cuando escuché la puerta del café abrirse violentamente. Marco salió tras de mí, y su voz resonó con furia en la calle tranquila.

—¡Te vas a arrepentir! —gritó—. ¡Regresarás rogándome! Si crees que esto se va a acabar aquí, estás muy equivocada. ¡Voy a destruirte! ¡Voy a asegurarme de que quedes arruinada!

Sus palabras me golpearon como una tormenta. Sentí el miedo regresar, esa sombra oscura que había intentado dejar atrás. Pero seguí caminando, sin mirar atrás. Sabía que no podía dejarme vencer por sus amenazas.

—¡Nadie te va a creer! —continuó gritando—. ¡Leonardo sabrá toda la verdad y te despreciará aún más! ¡Tus profesores, tus amigos, todos sabrán quién eres en realidad! ¡Sabrán que tuvieron a una zorra entre ellos!

Cada una de sus palabras era un dardo envenenado, pero traté de mantener mi determinación. Sabía que tenía que ser fuerte, que no podía ceder a su chantaje.

Finalmente, sus gritos se desvanecieron en la distancia y el silencio volvió a envolverme. Las amenazas de Marco seguían resonando en mi mente, dejándome una sensación de inquietud. Sin embargo, sabía que había dado el primer paso hacia mi libertad, y no permitiría que él me arrebatara eso.

Tenía mucho que pensar, mucho que planear, pero por ahora, solo quería disfrutar de ese pequeño triunfo. La batalla no había terminado, pero había ganado una importante victoria.

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