Inocencia
Dylan
Recosté mi cabeza del hombro de mi abuela mientras ella observaba las fotografías en el álbum que sostenía en sus manos. Miré su rostro, ella tenía una nostálgica sonrisa al observar la imagen de su hijo fallecido, mi tío Henry. Nunca llegué a conocerlo ya que murió en un accidente de autos cuando él tenía veinte años y mi madre trece. En ese entonces ni Dominik ni yo habíamos nacido.
—Era un chico hermoso, se parece mucho a tu amigo rubio... cuando lo vi no pude evitar recordar a mi Henry —dijo ella acariciando la fotografía.
Observé a mi tío y asentí levemente. Sí tenía algo de parecido con Cameron, ambos eran rubios y tenían los ojos casi del mismo color, sus cuerpos también eran muy parecidos. En la fotografía que estaba viendo mi tío llevaba puesto un uniforme de rugby. Cuando una lágrima cayó sobre su rostro abracé a mi abuela rápidamente tratando de reconfortarla cuando comenzó a llorar. En cuanto Cameron me escribió un mensaje un poco desorientado contándome que mi abuela lo llamó Henry, comprendí a qué se debía así que le expliqué lo que había sucedido para que no se asustara o pensara algo malo.
—Gracias mi niño —dijo mi abuela alejándose un poco y limpiándose las lágrimas, le sonreí con un poco de tristeza.
No me imagino lo difícil que debió ser perder a su hijo. Mi madre nunca hablaba de Henry pero a lo largo de los años la he encontrado varias veces llorando a escondidas viendo sus fotografías. Siempre me pregunté por qué ella nunca hizo algún comentario negativo sobre la relación de Dominik con Cameron, contrario al show que armó cuando le dije que yo era gay, y creo que el parecido que tenía el rubio con mi tío podía ser una de las razones de aquello. Cameron le recordaba a su hermano mayor. Nunca había caído en la cuenta de eso, pero echando un vistazo atrás ahora recuerdo que cuando Cameron había venido algunas veces a la casa, por momentos mi madre se quedó absorta observándolo. Le tomé una foto al álbum y se la envié al rubio.
—Dylan... —miré hacia la puerta al escuchar a mi padre llamarme, él le sonrió a mi abuela con dificultad, se veía un poco alarmado y nervioso.
—Robert, ven a sentarte con nosotros —dijo ella con serenidad, el brillo en sus ojos delataba lo mucho que quería a mi padre. Mis abuelos lo habían tomado como a su propio hijo después de perder a Henry, incluso, cuando mi abuelo falleció le dejó el cincuenta porciento de las acciones de todas sus empresas, la otra mitad le pertenecía a mi madre.
—Me gustaría pero tengo unos asuntos pendientes, ¿puedes venir un momento, Dylan? —me levanté del sofá cuando mi padre dijo aquello, me disculpé con mi abuela y caminé hacia él sintiendo que tenía una piedra en el estómago. Mi corazón comenzó a doler por alguna razón.
—¿Pasó algo malo? —pregunté saliendo de la sala a su lado, él soltó un suspiro y asintió, comencé a temblar.
—No te alteres... —comenzó diciendo deteniéndose en el vestíbulo, lo miré con el ceño fruncido ansioso porque terminara de hablar, él me miró con duda.
—No me voy a alterar, ya dime —dije un poco desesperado, él tomó un abrigo del perchero que había en una esquina y se lo puso, comencé a imaginar cosas terribles. ¿Le pasó algo a Dean? —¿Por qué te pones eso? ¿A dónde vas? —pregunté viendo la hora en mi celular, eran las 12:23 de la noche.
—Edward me llamó hace un rato. Los Graham fueron a la casa de Will... parece que hubo un intercambio de disparos, cinco personas que iban con Mick murieron y Will está en la estación de policías...
Me tuve que apoyar de la pared para no caer cuando escuché eso, mi estómago estaba revuelto.
—¿W-Will mató a esas personas? —pregunté en un susurro mientras tomaba un abrigo y me lo ponía encima del pijama, cuando mi padre hizo una mueca mis ojos se humedecieron. Debía haber un error. Will no era un asesino.
—Cuando él llamó a tu madre le dijo que no, también le dijo a Edward que todo estaba en las grabaciones de seguridad de su casa pero al parecer fueron borradas, así que por ahora él es el principal sospechoso... —solté el suspiro de alivio más grande mi vida al escuchar lo primero. Si Will dice que no entonces le creo, él nunca mataría a una persona, mucho menos a cinco. Pero mi tranquilidad se fue a la basura tan rápido como llegó. Sentía mucha impotencia de que siquiera intentaran acusar a mi novio de algo tan atroz.
—¿Quién mató a esas personas? ¿Y qué vamos a hacer para que no lo culpen? —pregunté rápidamente con desesperación, mi padre puso las manos en mis hombros y me miró fijamente.
—Dominik está tratando de recuperar las grabaciones, tu madre y yo iremos a ver a Will para que hable con ella antes de dar su declaración. No será buena idea que vengas, te informa...
—¡No! Tengo que ir, papá... no puedo dejarlo solo en esto, necesito verlo —le supliqué sin poder controlar mis lágrimas, él me miró con incertidumbre pero luego asintió. —Gracias —dije abrazándolo cuando se acercó a mí, mojé un poco su camisa con mi llanto así que me separé de él y me limpié las mejillas con las mangas del abrigo.
—Esperemos a tu madre —dijo apartando el cabello de mi rostro, asentí a regañadientes. Aunque seguía enojado con ella por lo que le hizo a mi hermano, me sentiría más tranquilo si ella era la abogada de Will. Como madre sacaba un cero pero como abogada era la mejor.
—Pasaré a ver a Dominik, no se vayan sin mí —dije apresurado mientras comenzaba a correr en dirección a la habitación de mi hermano, mi padre asintió.
En menos de un minuto llegué a la habitación de Dominik pero no lo encontré. Salí y abrí la puerta que quedaba frente a la suya, donde tenía una especie de estudio. Me relajé al verlo en el fondo de la habitación sentado en un escritorio y escribiendo rápidamente en su computadora, me acerqué a él y observé las tres pantallas que había frente a él, Dominik me observó de reojo.
—¿Crees que puedas recuperar las grabaciones? —le pregunté con miedo de escuchar la respuesta, mi hermano hizo una pausa en lo que estaba haciendo y me observó con una ceja arqueada.
—Dyl...
—Ya sé que Will no te agrada mucho pero él no merece pagar por cosas que no hizo... —agregué rápidamente con temor viendo sus ojos grises, él sonrió un poco y regresó la vista a las pantallas.
—Veré qué puedo hacer —respondió sin mirarme otra vez. Lo abracé con fuerza y le di un beso en la mejilla antes de caminar hacia la puerta, antes de cerrarla él se dio la vuelta en la silla y me dedicó una pequeña sonrisa compasiva. Sé que hará todo lo que esté en sus manos para recuperar esas grabaciones.
En cuanto cerré la puerta para dejarlo trabajar tranquilo me dirigí nuevamente hacia el vestíbulo donde ahora también se encontraba mi madre.
—¿Nos vamos? —la observé cuando habló, ella estaba vestida formalmente con unos pantalones crema de vestir, una camisa blanca y un gran abrigo color salmón. Cuando ella me miró y sonrió un poco resoplé y rodé los ojos antes de salir de la casa seguido de mi padre. Me sorprendía que no me hubiesen dicho que me cambiara el pijama, pero no quería perder más tiempo.
Los tres nos subimos en un vehículo, saludé a Taylor al verlo tras el volante. Mientras mis padres hablaban me mantuve viendo lo vacías que estaban las calles. Tenía mucha ansiedad. Quería abrazar a Will y decirle que todo estaría bien, que no lo dejaríamos solo. Por otra parte deseaba decirle mil cosas a Mick, él nunca nos dejaría en paz. Y con razón, cuando mi madre me contó sobre los miembros de su familia que ordenó asesinar, supe que jamás nos libraríamos de los Graham a menos que dejaran de existir o que estuvieran ambos en prisión sin oportunidad alguna de quedar en libertad.
Observé a mi madre tratando de comprenderla, algo que nunca llegaría a hacer del todo. Y por lo visto tampoco mi padre, ellos estaban asesinándose con la mirada, suspiré.
—¿Por qué no se divorcian? —pregunté finalmente después de años de presenciar el amor-odio que se tienen. Los dos me miraron estupefactos, el silencio sepulcral que le siguió a mi pregunta terminó por responderla. Pienso que llevan tanto tiempo juntos, entendiéndose a su manera, que ya no sabrían estar el uno sin el otro, lo cual era demasiado tóxico pero sobre todo, era triste.
—Ya llegamos —dijo mi padre minutos después tras aclararse la garganta. Observé como el auto de seguridad que iba delante entraba por una especie de parqueo subterráneo, lo seguimos poco después al igual que el otro auto tras nosotros.
Me mordí el labio con nervios y desesperación al ver a los guardaespaldas bajarse de ambos autos y examinar el estacionamiento que literalmente estaba vacío exceptuando algunos autos de policía estacionados. En cuanto confirmaron que era un ambiente seguro nos bajamos y caminamos hacia el ascensor.
Se me hizo eterna la espera en el ascensor. Cuando salimos me abracé a mí mismo observando con detenimiento mi alrededor. Habían unos diez escritorios repletos de papeles y unos cuantos policías en ellos, me sorprendió un poco no ver civiles. Supuse que era cosa de mis padres, lo último que querrían sería personas curiosas indagando o tomando fotos.
—Señor Brown, buenas noches —lo saludó un hombre uniformado que se acercó a nosotros, lo miré mientras saludaba a mis padres. Era pelinegro, un poco más alto que mi padre y con los ojos color cafés. Mire la placa que tenía en su saco. Troy Hilton, Sheriff. Estreché su mano cuando me saludó.
—¿Dónde está mi cliente? —preguntó mi madre cruzándose de brazos, el sheriff la miró un poco mal pero luego asintió y ladeo un poco la cabeza como seña para que lo siguiera. Mi padre me detuvo cuando intenté seguirlos.
—¿No puedo verlo? —pregunté deseando poder ir con ella, él negó levemente.
—Después, vamos a dejar que hablen primero —me explicó caminando hacia una silla de espera, me senté a su lado cabizbajo.
—¡Robert! —levanté la vista del piso cuando oí a Edward, el rubio doctor había salido de lo que parecía ser el baño. Me provocó un poco de lástima ver sus ojos rojos hinchados. Aunque no me agradaba ni un poco, sé que quiere mucho a Will y que se preocupa por él.
—Está bien, déjenlo pasar —dijo mi padre cuando Taylor y Jack se interpusieron en su camino al intentar acercarse a nosotros.
—¿Qué fue lo que pasó, Edward? —pregunté bajando un poco la voz, él se sentó con derrota a mi lado.
—Por lo que sé, Julien y Mick aparecieron en la casa de Will tratando de chantajearlo para que se alejara de ti, después llegaron unos hombres que asesinaron a los secuaces de los Graham, después llegué yo junto con la policía porque uno de los vecinos me llamó diciendo que escuchó disparos en la casa y que Will no contestaba su teléfono... —me quedé atónito, el mismo Edward se veía un poco confundido mientras hablaba, lo que denotaba que no sabía todos los detalles. Esto ya ha llegado demasiado lejos, Mick debe dejar de creer que soy su hijo, debe saber que no tiene ningún derecho sobre mí o sobre mi relación con Will.
—Le mandaré un poco de cabello a ese hijo de puta para que haga una prueba de adn y deje de joderme la maldi...
—¡Dylan, esa boca! —me callé cuando mi padre me interrumpió mirándome mal.
—Perdón, pero es que ya estoy harto, alguien debe ponerlo en su lugar —dije exasperado, Edward asintió de acuerdo conmigo. —¿Y entonces? ¿Quién fue que mató a los hombres de Mick? —pregunté confundido sin terminar de comprender aquello, mi padre y yo miramos a Edward esperando una respuesta, el rubio se frotó las manos y luego se acomodó los lentes con un poco de nerviosismo.
—Fueron los rusos —susurró muy bajito, me llevé una mano a la boca con sorpresa, en cambio el rostro de mi padre pasó a estar rojo, había rabia en sus ojos. —Me fastidia que dejaran su desastre en la casa de Will, pero quién sabe lo que le habrían hecho los Graham si ellos no hubiesen llegado... —añadió Edward fingiendo un escalofrío, me abracé a mí mismo y asentí sintiendo mis ojos llenarse de lágrimas otra vez al imaginar a Will siendo asesinado por el simple hecho de ser mi novio. Pero que los rusos hayan intervenido solo significaba una cosa, que mi madre ya había dado la orden para deshacerse de Mick, detalle que se le pasó mencionar hace un rato. —¿No hay nada que puedas hacer? —le preguntó Edward a mi padre con algo de súplica, él suspiró.
—Ya sospechaba que los rusos tenían algo que ver, no debería involucrarme en esto... esperemos a ver si Dominik consigue las cintas de seguridad, si no, entonces veré qué hago —respondió él pasando la mirada por nosotros, asentimos con pesar.
Aproximadamente una hora después los tres nos levantamos al ver a mi madre salir por una puerta, ella se acercó a nosotros luciendo muy confiada considerando la situación en la que estaba Will en gran parte por culpa de ella. Si nunca hubiese retirado la demanda, esto no hubiera pasado.
—¿Sabías que tus amigos rusos tenían algo que ver con esto? —le preguntó mi padre en voz baja aunque Edward y yo alcanzamos a oírlo, ella se alejó de él con una expresión de molestia.
—No, no lo sabía... —contestó mirando a mi padre con frialdad.
—Sabía que tarde o temprano sus problemas familiares terminarían arrastrándolo —dijo Edward con un tono cargado de resentimiento, aunque mis padres lo miraron como si fuese un insecto yo no pude evitar sentirme culpable sabiendo que él tenía razón, silenciosas lágrimas bajaron por mis mejillas. A Will no le hubiese pasado nada de esto si tuviera un novio con una familia aunque sea un poco normal.
—Sigues siendo tan dramático como siempre, Edward —murmuró mi madre con desprecio antes de llevarse el celular al oído, el rubio doctor la miró de igual forma. —Valentín... —dijo mi madre mientras se alejaba de nosotros con una pequeña sonrisa, me limpié el rostro con el pañuelo que me pasó mi padre mientras los tres la observábamos. Fruncí el ceño al verla tan tranquila y risueña mientras nosotros estábamos muriendo por la tensión y la preocupación.
—¿Quién es Valentín? ¿Qué va a pasar ahora? —nos preguntó Edward confundido, me rasqué la nuca.
—Es...
—Un amigo de Celine —me interrumpió mi padre mirando a Edward sin expresión alguna, me sorprendió un poco que no quisiera decirle quién era realmente aquel hombre. Aunque supongo que no debe ser una buena idea andar por ahí diciendo que estábamos relacionados con un peligroso mafioso ruso.
—¿Eso es todo lo que me vas a decir? —preguntó Edward indignado, mi padre se encogió de hombros.
—Es todo lo que necesitas saber, lo demás son... ¿cómo dijiste? Problemas familiares... —respondió secamente, casi se me salen los ojos al ver cómo le respondió, Edward y él se quedaron mirándose con rabia.
—No soy tu enemigo, Robert —dijo el rubio cruzándose de brazos, pero aquello no hizo que mi padre bajara la guardia. Sabía que entre ellos había mucha tensión y resentimiento luego de que Edward lo grabara teniendo sexo con Dean en la cocina del viejo apartamento.
—Listo —todos miramos a mi madre cuando se acercó nuevamente, arqueé una ceja al ver lo coloradas que estaban sus mejillas, mi padre entrecerró los ojos, se veía muy celoso. —Ahora tenemos que esperar —dijo ella sentándose en una de las sillas de espera, los tres la seguimos un poco desorientados.
—¿Puedo ver a Will? —le pregunté en voz baja con nerviosismo, ella me miró con cariño y asintió mientras se ponía nuevamente de pie. Me apresuré en seguirla cuando caminó de regreso a donde había estado minutos antes. Ella le sonrió al sheriff, el cual rodó los ojos con fastidio pero después de mirar hacia donde estaba mi padre nos abrió la puerta para que pudiésemos entrar.
—¡Yo también quiero verlo! —exclamó Edward levantándose de golpe y caminando hacia nosotros, el sheriff levantó una mano parándolo en seco.
—Solo dos, incluyendo a la abogada —dijo él con un poco de malicia, Edward bufó y regresó a su asiento no sin antes mirarlo mal.
—Aquí hay cámaras, Dylan —me susurró mi madre cuando seguimos al oficial por un estrecho pasillo que tenía puertas negras.
—Su hijo no puede estar en contacto con el detenido —dijo el sheriff abriendo una puerta y entrando.
En cuanto lo seguí mi corazón se rompió en mil pedazos al ver que Will estaba en un cuarto de interrogatorios separado de este por un cristal que supuse estaba polarizado de su lado ya que él ni siquiera levantó la vista. Él estaba sentado frente a una mesa con esposas en sus manos, ya había visto ese tipo de habitaciones en las películas pero jamás imaginé que vería a mi inocente novio en una de ellas. Se veía un poco mareado y desorientado, su cabello negro estaba todo revuelto, su camisa blanca estaba toda arrugada, él observaba la mesa con una mirada algo perdida, como si no estuviese del todo consciente de lo que pasaba a su alrededor.
—¿Puede escucharnos? —le pregunté al sheriff observando los micrófonos que habían frente a unas pantallas en un escritorio pegado a la pared frente al cristal que nos dejaba ver a Will. Sabía que no podía escucharnos, de otro modo ya habría reaccionado.
—Mantén este botón pulsado cuando quieras hablar —me explicó el hombre señalando un botón en la base de uno de los micrófonos. Con las manos temblándome me senté en una silla y me acerqué al micrófono.
—W-Will... —lo llamé titubeando un poco, Will miró hacia acá de inmediato al escuchar mi voz, supe que no podía verme ya que no hicimos contacto visual cuando se levantó y se acercó al cristal.
—Dylan, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó con un tono de reproche que me hizo rodar los ojos.
—¿Dónde más se supone que debería estar? —le respondí con otra pregunta, aquello lo hizo sonreír un poco, mis mejillas se calentaron. Donde él estuviera ahí debía estar yo. Quise decirle eso pero me lo reservé ya que no estábamos solos. —Tranquilo, te sacaremos de aquí... vamos a probar tu inocencia —dije en un intento por darle fuerzas y ánimos, él asintió con calma y volvió a sentarse.
—Lo sé —contestó mirando fijamente sus esposas.
—Buena suerte con eso, el único testigo aparte de él, es el vecino, el cual solo escuchó los disparos pero nunca vio a alguien más... —quité el dedo del botón en cuanto el sheriff comenzó a hablar, lo miré fríamente al igual que mi madre, él tenía una pequeña sonrisa algo diabólica que me puso los pelos de punta.
—¿Cuál es su problema? —le pregunté con fastidio ganándome una mirada desdeñosa de su parte.
—Él se irá de aquí esta misma noche —respondió mi madre mirándolo como la psicótica que era no muy en el fondo, la sonrisa del hombre se borró.
—El dinero no lo puede comprar todo —contestó él mirándola de arriba abajo, ella no se dejó intimidar, en cambio le sonrió de lado y se metió las manos en los bolsillos de su gran abrigo con relajación.
—¿Quién habló de dinero? —preguntó ella con un poco de burla en la voz, el sheriff, el cual parecía tener algún tipo de problema personal con nosotros, la miró como si quisiera asesinarla o algo así. —Deberías contestar —dijo ahora señalando el bolsillo del hombre, a través de la tela del pantalón se veía la pantalla iluminada de su celular que había comenzado a sonar, él frunció el ceño y después de ver quien lo llamaba hizo una mueca y se alejó a una esquina para responder.
—¿Ya lo conocías? —le pregunté mientras miraba de reojo al hombre, mi madre asintió.
—Está resentido conmigo porque hace unos años fui la abogada de una chica que su hermano violó e intentó asesinar, obviamente ganamos el juicio y lo enviamos a prisión —respondió ella en voz baja mirando al hombre con fastidio, me crucé de brazos.
El hombre colgó el teléfono y nos miró con odio puro antes de entrar al cuarto de interrogatorios donde estaba Will, lo observamos quitarle las esposas a regañadientes. Casi salto de la emoción y de alegría al ver a un confundido Will seguirlo.
—Contrólate —me susurró mi madre antes de que ambos salieran a donde estábamos. La mirada perdida de Will se iluminó al verme, tuve que hacer un esfuerzo para no saltar a sus brazos. Observé a mi madre acercarse y darle un abrazo algo frío, entendí que yo debía hacerlo de ese modo también, me acerqué bajo la atenta mirada de todos y le di un corto abrazo.
—Debe llenar unos papeles antes de irse —dijo el sheriff rodando los ojos y saliendo al pasillo, lo seguimos de inmediato. —Celine Brown lo hace de nuevo... —susurró el hombre con sarcasmo.
—Supéralo —susurró mi madre fríamente. Miré de reojo a Will mientras caminábamos por el pasillo, los dos nos sonreímos levemente, me estremecí cuando tocó disimuladamente mis dedos.
Cuando regresamos a donde estaban los demás, mi padre y Edward se acercaron rápidamente luciendo aliviados al ver a Will, aunque mi padre observaba a mi madre con algo de sospecha. Probablemente está pensando lo mismo que yo. Dominik todavía no recuperaba las grabaciones, entonces hasta el momento el principal y único sospechoso era Will porque era quien estaba en la escena cuando llegaron los policías, aún así lo estaban dejando ir... Entonces, ¿qué tanto alcance tenía Valentín como para lograr algo así en cuestión de minutos?
—Ven, será mejor que te quedes conmigo hasta que terminen de examinar tu casa... —dijo Edward minutos después agarrando a Will por un brazo cuando terminó de llenar unos formularios. Me sentí molesto al ver lo posesivo que lucía Edward.
—Se quedará con nosotros —respondió mi madre sin levantar la vista de su celular, mi padre asintió. Will y yo nos miramos, le supliqué con la mirada que aceptara eso. En mi casa estará más seguro que en cualquier otro lado, y allá no tendríamos que preocuparnos por personas curiosas o por entrometidos que quieran arruinar nuestra relación.
—Está bien —contestó mi novio mirándome, sonreí. Edward nos miró con impacto, se veía bastante traicionado y molesto.
—Nos vemos, Edward —dijo mi madre mirándolo de reojo y comenzando a caminar hacia el ascensor al igual que mi padre, el rubio ni se molestó en despedirse de ellos.
—Todo estará bien, ¿llevaste a Whisky al veterinario? —le preguntó Will preocupado, los miré sorprendido. ¿Qué le sucedió al perrito?
—Sí, mañana lo iré a buscar, el veterinario se quedó con él esta noche. Sobrevivirá —respondió cruzándose de brazos, Will le sonrió con alivio.
—¿Qué pasó con Whisky? —pregunté asustado, las miradas de ambos se ensombrecieron.
—Luego te lo cuento —dijo mi novio mirando hacia donde nos esperaban mis padres.
—¿En serio te vas a ir con ellos? —quiso saber Edward con incredulidad, alcé una ceja. Will asintió y me miró con determinación.
—Sí, no quiero dejar a Dylan solo —respondió mi director y novio, sonreí un poco mientras que Edward nos miró con molestia.
—Esa familia va a ser tu perdición —contestó él dejándome asombrado. Sabía que no le caíamos bien, pero tampoco esperaba que fuera tan frío con nosotros. Will lo miró con pesar, obviamente quería que se callara.
—¿Nos vamos? Hay una bebé esperándome —dijo mi madre con fastidio desde el ascensor.
—Estaré bien, Edward. Relájate —dijo Will con una sonrisa que no logró convencer al hombre con el que desgraciadamente seguía casado. —Vámonos —añadió caminando hacia donde nos esperaban.
—Dame un segundo —dije quedándome con Edward. —Diría que lamento que no eligiera quedarse contigo pero no sería cierto. Te guste o no, Will ahora es parte de mi familia y aunque no lo creas, estará más a salvo con nosotros que en tu casa —le dije con firmeza tratando de no sonar demasiado rudo o frío, él me miró con ojitos de cachorro herido. Sabía que quería proteger a Will, pero eso era lo que todos también deseábamos aunque nos viera de otra forma. Me sorprendí cuando me abrazó de repente, le respondí el abrazo sin dudarlo.
—Tú harás que lo maten un día de estos...
Me quedé de piedra cuando susurró eso gélidamente en mi oído antes de separarse de mí y sonreírme con falsa dulzura, lo observé salir de la estación por la puerta principal. Si Edward me hubiese dicho eso hace unas horas lo habría mandado a volar, pero ahora mismo, después de las cosas que sucedieron, me era imposible no pensar que sus palabras podrían tener algo de verdad.
—¡Dylan! —me recompuse rápidamente y me di la vuelta cuando me llamó mi padre, caminé hacia ellos mientras veía el débil estado en el que estaba Will, él me sonrió pero no fui capaz de corresponderle.
Cuando íbamos de regreso a la casa Will estuvo contándonos todo lo que había sucedido. Mi odio y desprecio por Mick crecía con cada segundo. Cuando mencionó las fotografías que le sacaron con una desconocida en la cama comprendimos por qué estaba tan mareado y desubicado, lo habían drogado. Mick no tenía ni idea de todo lo que tuvimos que atravesar Will y yo para estar juntos, unas simples fotografías no serían suficiente para hacerme creer que me fue infiel. Por la expresión en el rostro de mi novio podía ver que le preocupaba que Mick lanzara a la luz las fotos, los rumores que aquello desataría serían terribles. Sé perfectamente qué es lo que debo hacer para evitar aquello...
—¿Entonces no sabes si los rusos se llevaron a Mick y a su hermano? —le pregunté a Will para confirmar que quiso decir eso, él asintió. Todos miramos a mi madre esperando que pudiese darle una respuesta a la pregunta que hice, ella se encogió de hombros.
—Yo no lo sé —respondió bajándose rápidamente del auto en cuanto llegamos, la miramos con sospecha. Obviamente está escondiendo información. Pero para mala suerte suya si quería mantener aquello en secreto, el cabecilla de la obra de esta noche era nuestro invitado de honor. Aun no había visto al tal Valentín.
—Hablaré con ella —dijo mi padre antes de seguirla, Will y yo nos miramos cuando bajamos del auto y en menos de un segundo nos encontrábamos abrazándonos con fuerza.
Sus brazos me rodearon con posesión y su nariz aspiró con fuerza el olor en mi cuello, me sentí en paz al estar tan cerca de él, lejos de todos aquellos que buscaban hacerle daño.
—Te amo —le susurré separándome un poco para mirarlo, él me sonrió y nos besamos por unos segundos, cuando nos separamos caminamos hacia la puerta de entrada. Ninguno de los guardaespaldas nos miró o se sorprendió, ya todos sabían sobre nosotros. Incluso algunos fueron testigos desde el inicio de lo turbulenta que ha sido nuestra relación.
Nos dirigimos a mi habitación, ayudé a Will a subir las escaleras lentamente. Debieron darle algo muy fuerte para que tenga este efecto en un hombre tan grande como él.
—Hey... —los dos miramos hacia abajo en mitad de las escaleras, Dominik nos observaba con una frialdad que me caló los huesos, él agitó un poco el teléfono en sus manos. —Recuperé todo, se los enviaré en un momento —en cuanto dijo eso Will y yo nos miramos con sorpresa y nos abrazamos, ya no recordaba cuántas veces mis ojos se habían humedecido esta noche. Estaba muy aliviado.
—Gracias, Dominik —le dijo Will con una pequeña sonrisa, mi hermano asintió levemente, fruncí el ceño al ver que su mirada se volvió aún más fría observando a Will, tragué duro.
—¿Qué sucede? ¿Qué tanto recuperaste, Dominik? —pregunté rápidamente rascándome la nuca con mucha incomodidad y vergüenza, Will abrió los ojos como platos al entender mi pregunta, en cambio Dominik sonrió de una forma extraña que me hizo estremecer y confirmar mis sospechas. Maldición...
—Todo, Dylan, todo —dijo misteriosamente antes de desaparecer por uno de los pasillos en el primer piso, miré con temor a Will mientras pensaba en todo el sexo que hemos tenido en cada rincón de su casa. Incluso mis orejas se calentaron al imaginar a Dominik viendo aquello. Will soltó una risita y siguió subiendo las escaleras como si nada.
—Bueno, eso fue incómodo —murmuró mi novio con una sonrisa, resoplé. Él no se veía para nada incómodo, al contrario, se veía algo satisfecho con que Dominik haya visto las grabaciones. Ellos han tenido una especie de rivalidad desde el inicio, a Will le molestaba lo celoso que era mi hermano y a mi querido hermano mayor le fastidiaba que tuviera novio.
Cuando llegamos a mi habitación lo ayudé a sentarse en la cama y le quité los zapatos, él se acostó de inmediato y me tomó de la mano atrayéndome hacia su cuerpo.
—Espera, debo ver a mi abuela —le dije acariciando su rostro suavemente, él asintió mientras se desabotonaba la camisa y bostezaba, le di un beso en la frente y salí de allí con algo de prisa.
Le había mentido y probablemente no se dio cuenta de eso porque estaba demasiado cansado. Quería ver a Valentín. Deseaba hablar con él y averiguar qué había pasado con los Graham, si pudieron capturarlos, asesinarlos o qué.
Toqué varias veces la puerta de cada habitación en el segundo piso exceptuando la de mi abuela, quien debía estar durmiendo a estas horas. Me sorprendió encontrar que Valentín no estaba en ninguna de aquí arriba. ¿O ya debía estar durmiendo? Le hubiese preguntado a alguna de las chicas del servicio pero todas se marchaban a sus casas después de las ocho de la noche a menos que sea alguna ocasión especial.
Bajé las escaleras quitándome el grueso abrigo al sentir un poco de calor. Me escondí rápidamente detrás de un pilar cuando escuché a Dominik hablando con algunos guardaespaldas, lo miré de reojo como se marchaba hacia la oficina de mi padre, di un respingo cuando mi hermano se dio la vuelta y sin sorpresa alguna me miró directamente a los ojos, rodé los ojos cuando se acercó a mí con una ceja alzada.
—¿Siempre me dejabas ganar a propósito cuando jugábamos a las escondidas? —pregunté cayendo en la cuenta de eso, él se sorprendió un poco. —Digo, debieron enseñarte a buscar y a esconderte bien en tu entrenamiento militar... —dije recostándome de la pared, Dominik me miró con un asombro auténtico, luego se mostró muy confundido.
—¿Came...
—No, fue mamá quien me contó todo —respondí sin siquiera dejarlo formular la pregunta, él me miró con curiosidad. —Lamento mucho no haberme dado cuenta antes de todo lo que sacrificaste —dije genuinamente arrepentido por aquello, Dominik me sonrió un poco pero su sonrisa fue desvaneciéndose lentamente.
—Haría lo que sea por ti —contestó él acariciando mi cabello, negué lentamente apartando su mano.
—No debiste haber pasado por esas cosas, nuestra madre es cruel y egoísta, ella te convirtió en su arma personal, ¿no ves que te ha estado utilizando toda tu vida? —dije con frustración, Dominik soltó un suspiro sin sorprenderle mis palabras. Él no era tonto, sabía lo que ella estaba haciendo y aún así nunca lo he visto revelarse.
—Volvería a repetir todo una y otra vez de ser necesario, no estoy arrepentido, así que no te preocupes por mí, Dylan. Buenas noches... —observé a mi hermano marcharse luego de decirme eso fríamente. No dije nada más, sabía que no serviría de nada. Dominik actualmente solo escuchaba a una persona, Cameron.
Hice una nota mental para recordar hablar con mi engreído capitán de fútbol sobre Dominik y reanudé mi tarea anterior. Encontrar a Valentín. Cuando pasé frente a la habitación de Dahlia abrí la puerta para verla, me acerqué y sonreí un poco al ver a mi hermanita sumida en un profundo sueño. No quise acercarme demasiado para que mi madre no me viera a través de la camarita que había junto a la cuna. Salí de allí y di varios toques en la puerta de enfrente.
¿Será que se marchó hoy mismo? Me pregunté dando media vuelta para irme cuando nadie respondió. Me detuve al escuchar la puerta abrirse segundos después, con los nervios a flor de piel miré hacia la habitación y me sorprendió encontrar a quien había estado buscando. El hombre sin camisa junto a la puerta me miró con una expresión algo divertida. Supe que definitivamente se trataba del padre de Vladimir con solo ver sus ojos, ese color tan único solo se lo había visto a ellos dos.
—Valentín supongo... —dije un poco nervioso. Era un hombre muy imponente, me sentí intimidado al segundo.
—Dylan supongo —respondió él de igual forma un poco sorprendido, su voz profunda con ese acento ruso tan marcado me hizo dar un respingo, ese hombre emanaba testosterona por los poros.
No sabía qué edad tenía pero se veía bastante bien, como no llevaba nada puesto arriba pude notar su musculoso cuerpo sin llegar a ser exagerado. Ya comprendía por qué mi madre se sonrojaba al hablar con él hasta por teléfono y por qué mi padre estaba tan celoso. Y definitivamente ya comprendía a quién había salido Vladimir, el cual se había comenzado a meter en la mente de mi mejor amigo aunque él no quisiera admitirlo.
—Pasa —dijo con amabilidad haciéndose a un lado, lo dudé un poco pero terminé entrando en la habitación. Se me hizo sospechoso que de todas las habitaciones vacías con una gran vista que había en el segundo piso, él se estuviera quedando en esta, que estaba prácticamente al lado de la habitación de mi madre y que la única vista que tenía era de pinos y césped. —Y bien, Dylan, ¿qué es lo que quieres saber? —preguntó el hombre yendo al grano, me sorprendió lo directo que fue.
—Yo... y-yo... —yo me estaba arrepintiendo de haber venido a hablar con él, nunca había sentido tanta presión al conocer a alguien, él en cambio parecía acostumbrado a este tipo de reacción ya que se veía muy paciente y calmado. ¿De verdad era un mafioso? No te distraigas, Dylan, ve al punto. Me dije a mí mismo para concentrarme. —Quisiera saber si pudieron dar con Mick y su hermano —dije rápidamente agarrando con fuerza el abrigo que tenía en mis manos, Valentín disimuló una pequeña sonrisita y caminó hacia los ventanales con tranquilidad, le agradecí al cielo que se haya alejado un poco de mí, noté el tatuaje de un extraño símbolo que tenía en la espalda, era como una pirámide invertida con una cruz en el centro, el tatuaje no era tan grande y estaba cerca de uno de sus hombros, me sorprendió ver cómo se marcaban los músculos en su espalda sin siquiera tensionarlos.
—Mick logró escapar... sigue libre, aunque no por mucho —respondió él dándose la vuelta, aquello último lo susurró con un poco de malicia, pasé saliva. Era obvio que este hombre no andaba con juegos o rodeos.
—¿Y dónde está Julien? —pregunté por el doctor psicópata al ver que no lo mencionó, él sonrió levemente y se acercó más a mí.
—No deberías preocuparte más por él —contestó mirándome desde arriba, abrí mucho los ojos. ¿Lo asesinó? —No está muerto, todavía no —aclaró leyéndome el pensamiento y llevándose las manos detrás de la espalda.
—¿Pero pronto lo estará? —pregunté más para mí mismo cuando dijo "todavía no", Valentín me evaluó con la mirada.
—¿Acaso no quieres que muera? Él iba a asesinar a tu amigo a sangre fría hace unos meses y hoy probablemente iba a matar a tu novio —me recordó con una desaprobación algo falsa, fruncí el ceño. Odiaba demasiado a los Graham pero creo que nunca tendría el valor para asesinar a alguien y cargar con ese peso por el resto de mi vida. No me sorprendió mucho que él supiera esas cosas sobre nosotros, probablemente fue mi madre quien se lo contó.
—No seríamos mejores que él si lo asesinamos —dije lo que pensaba mientras mi cuerpo comenzaba a transpirar, a pesar de haberme quitado el abrigo todavía tenía demasiado calor. Valentín pareció sorprenderse un poco al escucharme decir eso, él me miraba con mucha curiosidad, como si fuese algún espécimen extraño. —¿Cuánto tiempo llevas alejado de tu humanidad? No debería sorprenderte que alguien diga eso —aquello lo susurré sintiendo lástima por él. No creo que matar personas sea la única solución a los problemas. El hombre frente a mí me miraba algo fascinado lo cual seguía probando mi punto.
—¿Seguirías pensando así si William Collins hubiese muerto hoy a manos de Mick o de Julien? —preguntó él a pocos centímetros de mí, me estremecí al imaginarlo, mi corazón dolió. Valentín sonrió al ver mi cara. —Matarlos sería tenerles piedad para las cosas que probablemente les querrías hacer si eso hubiese sucedido —murmuró bastante seguro, quise refutarlo pero las palabras ni siquiera se formularon en mis pensamientos. Él tenía razón. Al verlo a los ojos sentí que veía un reflejo de mis más oscuros sentimientos, sentí escalofríos recorrer todo mi cuerpo.
Valentín debía ser un experto en hacer que aflorara la parte oscura que todos tenemos y que algunos nos esforzamos por mantener oculta en un baúl bajo llave. Su mirada era tan penetrante que sentía que si seguía observándolo no tardaría en liberar dicho baúl. Para no dejarme envolver en la oscuridad que rodeaba este hombre pensé en Will, en que estaba arriba esperándome para que durmiéramos juntos y solo eso bastó para que saliera de la especie de trance en el que había entrado inconscientemente.
—No todos somos como tú o como mi madre —dije sin mucha convicción en mi voz, él pareció notarlo ya que me sonrió con un poco de burla.
—Algunos son más felices engañándose a sí mismos —respondió sin alejarse de mí.
—Buenas noches, señor Sokolov —murmuré ignorando sus palabras y dirigiéndome hacia la puerta. De repente, llamarlo Valentín en voz alta como había hecho antes me pareció algo demasiado personal y después de haber hablado con él, deseaba estar lo más lejos posible y no tener ningún tipo de cercanía con él.
Era un hombre peligroso y no precisamente por sus contactos o por que tenga mercenarios bajo su poder... No... La amenaza que suponía Valentín Sokolov iba más allá de todo eso. Su personalidad, las cosas que decía, su forma de hablar, su lenguaje corporal, todo me gritaba peligro, y en los pocos minutos que llevaba con él ya me había hecho pensar en mi lado oscuro y en considerar posibles escenarios de venganza contra los Graham. Sin esforzarse mucho, él tenía un gran poder de persuasión y de influencia en las personas.
—Solo llámame Valentín —lo miré de reojo cuando dijo aquello sonriendo, por cómo me miraba supe que sabía lo que pasaba por mi cabeza, había desafío en sus ojos.
—Valentín... —dije segundos después armándome de valor, lo reté con la mirada, mi actitud hizo que arqueara una ceja sin borrar su sonrisa. Salí de allí con el corazón acelerado y con miedo.
Había obtenido las respuestas que había venido a buscar, pero siento que me puse en la mira de aquel hombre. Nunca pensé que llegaría a esto pero me alegraba que estuviese de nuestro lado y no en contra. Aunque todavía no tenía claro cuál de las dos cosas era peor.
Cuando llegué a mi habitación me encontré a Will durmiendo como un bebé, apagué las luces y me metí a su lado en la cama, me quedé un buen rato observándolo gracias a la leve luz de la luna que se colaba entre las cortinas. Mick estaba libre, lo que significaba que probablemente cumpliría con la amenaza que le hizo sobre las fotos. Tomé mi celular y le escribí un no tan extenso mensaje a ese imbécil.
"Si te atreves a atentar contra Will, también lo haces contra mí. No te metas en mi relación y déjanos en paz".
Aunque Mick me tenía cansado con todo el asunto de que es mi padre, debía aprovecharme de eso mientras pudiera. Hace un rato me dejé llevar por el enojo cuando sugerí enviarle una muestra de mi cabello para que hiciera una prueba de adn, pero aquello sería lo peor que podría hacer ahora mismo. Si Mick se enteraba de que no era su hijo, no lo pensaría dos veces para arruinar mi vida y la de Will.
Abracé a mi dormido novio y cerré los ojos, a los pocos minutos me quedé dormido...
Dominik
Tres horas antes
Contuve una sonrisa mientras conducía hacia el restaurante de mi mejor amigo Dimitri. Analise Hallanger no dejaba de observarme de reojo con bastante escrutinio. No podía culparla por estar enojada conmigo, incluso yo mismo reconocía que dejar a Cameron hace unos meses había sido un error. Ya el daño estaba hecho, Mick sabe lo importante que es para mí y tarde o temprano volverá a aprovecharse de eso. Lo mejor que podía hacer ahora mismo era no estar lejos de él. Aunque Mick no era la única razón por la que no volvería a alejarme de aquel rubio...
—No le había preguntado, ¿le gusta la comida francesa? —le pregunté a la hermosa mujer a mi lado, cuando la miré por un segundo su sonrisita me recordó a Cameron, todo en ella me hacía pensar en él.
—Sí, aunque prefiero la italiana —contestó borrando su sonrisa y ahora esforzándose por mirarme mal. No podía negar quién era su hijo. Los dos eran muy orgullosos con las personas que los lastimaban. Pero a mí me encantaban los retos...
—Qué bueno que en este restaurante tienen ambas —dije inocentemente, Analise arqueó una ceja y se cruzó de brazos. Me estacioné frente al elegante restaurante que había elegido para esta ocasión y que solía frecuentar cada vez que venía a esta fría ciudad.
En cuanto salí del auto lo rodeé y le abrí la puerta, ella salió y agarró mi brazo con algo de dudas cuando se lo ofrecí. Ambos miramos la recatada y minimalista fachada del restaurante. Solo tenía tres grandes ventanales que nos dejaban entrever el interior, el resto era puro mármol italiano blanco con unos cuantos paneles que iluminaban levemente el nombre del restaurante. Voyageurs. Que significaba "Viajeros" en francés.
—Es muy bonito —dijo Analise algo sorprendida, sonreí mientras caminábamos hacia la entrada.
—Gracias, yo lo diseñé —le confesé dejándola boquiabierta.
—¡Mentira! —exclamó asombrada, me reí. Ambos nos detuvimos frente a la hostess, la encargada de asignarnos una mesa. Aquí solo se podía venir con reservación, la cual por lo que he escuchado, tiene una lista de espera de meses. Pero yo siempre tenía una mesa disponible, beneficios de ser el diseñador del lugar y mejor amigo del dueño. Sonreí al pensar en lo celoso que se pondría Vladimir si supiera eso.
—Señor Brown, es un placer verlo después de tanto tiempo —me saludó Alizeh con una sonrisa, ella era una de las primas de Dimitri que ha estado presente desde los inicios del restaurante.
—Buenas noches, Alizeh, no has cambiado nada —dije alzando una ceja al ver como miró a la mujer a mi lado, con un deje de superioridad y fastidio, la madre de Cameron tenía el ceño fruncido pero mantuvo la frente en alto lo que me hizo sonreír.
—Lo guiaré a su mesa... —respondió la chica pelinegra forzando una sonrisa, asentí y afianzando un poco más el agarre de Analise sobre mi brazo caminé con ella hacia el interior del restaurante.
No pasé por alto cómo la confianza en el rostro de mi suegra iba menguando a medida que nos acercábamos a la mesa y veía a su alrededor. Casi todas las mesas estaban ocupadas, me alegró ver por mis propios ojos lo bien que le estaba yendo al lugar.
—Está tan hermosa esta noche que nadie puede evitar verla —le dije a la madre del amor de mi vida al ver como todos giraban sus cabezas a nuestro paso, ella soltó una risita nerviosa y se agarró con más fuerza de mi brazo. Todos nos miraban de arriba abajo. El problema de este lugar era que reunía principalmente a personas que lo único que les importaba en la vida era su apariencia física y la cantidad de ceros en sus cuentas de banco.
—Creo que te están mirando a ti —dijo ella notando con algo de recelo las miradas lascivas que descaradamente me estaban lanzando algunas mujeres.
Ignoré las miradas y la ayudé a sentarse cuando llegamos a la mesa junto a uno de los ventanales. Me senté frente a la deslumbrante rubia que me acompañaba esta noche y le agradecí a Alizeh cuando nos entregó la carta. Analise miró alrededor luciendo un poco incómoda y fuera de lugar, en cambio yo no aparté mis ojos de ella. La madre de Cameron era tan hermosa como él. Tenía el cabello rubio y los ojos verdes de su mismo tono, con la diferencia de que su cabello era un poco ondulado, contrario al pelo liso que tenía su hijo. Su rostro era ovalado, en sincronía con sus carnosos labios y su respingada nariz, alrededor de sus ojos no había prácticamente ni una sola línea de expresión. Me sorprendía un poco lo bien conservada que estaba.
—¿Usted practicaba algún deporte? —pregunté con curiosidad mientras abría una de las cartas al igual que ella, levanté un poco la mirada y noté el leve color rojo que adquirieron sus blancas mejillas.
—Sí, atletismo. Llegué a estar en algunas competencias en mi juventud —respondió ella con algo de nostalgia, asentí sin sorprenderme mucho. Lo había imaginado aunque también debe haber una gran genética detrás de su buen físico.
—Lo pregunto porque se ve bastante bien —le aclaré mientras dejaba vagar mis ojos por la selección de vinos en la carta, escuché su risita algo sarcástica.
—No creas que me vas a comprar con tus lindos halagos —dijo con decisión, la miré fijamente, ella me mantuvo la mirada aun cuando todo su rostro parecía un tomate, sonreí.
—Y yo que creí que estaba funcionando —murmuré con diversión, ella no aguantó más y se rio mientras negaba. —¿Ya sabe que va a elegir? —pregunté cerrando la carta cuando me decidí, ella asintió, toqué un pequeño botón que había en el centro de la mesa junto al florero con rosas rojas. En menos de un minuto un mesero se acercó a nosotros para tomar la orden. —Lo de siempre —dije cuando Analise terminó de ordenar, el mesero me sonrió y se marchó.
—¿Entonces también eres diseñador? —preguntó la rubia frente a mí mirando alrededor con algo de fascinación. El restaurante constaba de unas doce mesas repartidas alrededor de una gran y elegante barra de granito negro que funcionaba como bar, más allá se podía ver un poco la cocina.
—Me gustaba diseñar lugares en mi tiempo libre así que le hice el favor al dueño —respondí vagamente recordando que tenía unos quince años cuando hice el diseño de este lugar, en ese entonces la idea de que se volviera un restaurante de verdad se veía muy lejana. Pero quería incentivar los sueños de Dimitri lo más que pudiera. Analise se quedó mirándome y asintió, cuando su expresión cambió a una más seria supe lo que vendría a continuación...
—No pareces un mal chico, Dominik... no conozco todos los detalles sobre lo que pasó entre mi hijo y tú, pero solo sé que él estuvo bastante mal por un largo tiempo y que no me gustaría verlo pasar por eso otra vez... —asentí completamente de acuerdo con ella cuando dijo eso con algo de temor en la voz. —La única razón por la que acepté verte esta noche es porque sé que mi hijo está enamorado y porque es un rebelde que de una u otra forma seguirá viéndote aunque se lo prohíba... —admitió con un poco de pesar. Más que enojo, en sus ojos había temor y algo de súplica, entendía a la perfección su preocupación por Cameron, lo que le hice no tiene justificación alguna. Si yo fuese su padre tampoco quisiera que mi hijo estuviera con alguien como yo.
—Cuando su hijo y yo comenzamos a salir debo admitir que me dio un poco de temor todo lo que estaba sintiendo por él, era algo nuevo y completamente distinto a lo que había experimentado antes, fui un cobarde y hui, pero estar lejos de él fue aún más difícil y me provocó más miedo que afrontar estos nuevos sentimientos. Yo amo demasiado a Cameron y le prometo que nunca volvería a dejarlo solo a menos que él mismo me lo pida... —admití con total honestidad, ella se quedó mirándome logrando ponerme un poco tenso, pero luego dejó caer los hombros y soltó un suspiro de alivio, me relajé cuando me dedicó una pequeña sonrisa.
Aunque me alejé de Cameron para resolver el problema con Tessa y Mick, en parte también lo hice porque no deseaba encariñarme demasiado con él. Quería ignorar lo que había comenzado a sentir porque era algo nuevo, y porque sabía que era egoísta quererlo en mi vida comprometiendo su seguridad e incluso la de su propia familia.
—Confiaré en ti, Dominik. No me defraudes porque no doy terceras oportunidades —dijo su madre con un tono bastante serio. Asentí. Si volvía a lastimar a Cameron no me merecía el perdón de ninguno de los dos.
—Señor Brown, como cortesía de la casa le traemos un Domaine Leroy Richebourg Grand Cru 1949... —unos meseros interrumpieron nuestro íntimo momento cuando se detuvieron en la mesa mostrándonos una botella de vino de más de cinco mil dólares y abriéndola poco después. Analise los miraba muy impresionada, en cambio yo busqué a Dimitri con la mirada. Ya debía saber que me encontraba aquí.
—Gracias —dije sonriéndoles un poco a los meseros cuando me sirvieron una copa del vino tinto, luego de que se retiraran sonreí al ver salir de la cocina a un fornido y alto rubio de ojos negros que conocía demasiado bien. Dimitri sonrió de oreja a oreja y se acercó rápidamente a nosotros.
—Dominik, afortunados son los ojos que te pueden ver. Comenzaba a creer que encontraste un restaurante mejor que este, aunque eso es imposible —dijo en cuanto llegó junto a mí, me levanté y riendo le di un fuerte abrazo. A pesar de su apariencia algo tosca y hostil, Dimitri era un ser sensible y demasiado emocional. —¿Y quién es la hermosa mujer que te acompaña? —preguntó coquetamente alejándose de mí y tomando sin previo aviso la mano de Analise y depositando un beso en ella, la rubia le sonrió un poco avergonzada.
—No había tenido tiempo de venir, y ella es Analise Hallanger, mi suegra —respondí suavemente, Dimitri abrió la boca exageradamente con sorpresa pero luego sonrió y se separó de ella. Noté la pequeña mueca que hizo la madre de Cameron cuando mencioné su apellido de casada, no la culpaba. Probablemente traje a su memoria recuerdos de la basura que tenía por esposo.
—Oh. Es un placer —dijo Dimitri mirándola con amabilidad y curiosidad.
—El placer es mío, supongo que usted es el dueño del lugar, es muy lindo... —murmuró ella sonriendo y mirando alrededor, Dimitri asintió y le besó nuevamente la mano sorprendiéndola, agarré su hombro y lo apreté disimuladamente para que ya la dejara en paz. Él se alejó de ella mientras reía. Su debilidad eran las mujeres atractivas. —Si me disculpan, ¿dónde se encuentra el baño? —preguntó la sonrojada mujer levantándose de su asiento.
—Doblando a la izquierda por ese pasillo —le respondió encantadoramente Dimitri señalando el lugar, ella le agradeció y caminó hacia allá dejándonos solos. En cuanto desapareció de nuestras vistas él me miró con los ojos muy abiertos. —Si así es la madre no me imagino al hijo... —lo miré sorprendido cuando dijo aquello. No recuerdo haberle mencionado que salía con un chico.
—¿Cómo sabes...
—Vladimir, sabes que no puede guardarse nada —respondió lo que ya sospechaba, negué lentamente mientras me sentaba, él me imitó y se quedó pensativo mientras me evaluaba con la mirada, arqueé una ceja. —Sabía que alguien derretiría todo ese hielo algún día...
—Me alegra ver que estás bien, Dimitri —dije ignorando sus últimas palabras, él sonrió y me palmeó la espalda cuando se levantó.
—Trae a tu chico un día, me gustaría conocerlo —asentí levemente cuando dijo aquello. Me hubiese gustado que Cameron nos acompañara pero necesitaba este momento a solas con su madre para poder aclarar las cosas.
—¿No te hace falta algún pastelero? —le pregunté con burla, él me miró horrorizado.
—¡Mantén a Vladimir lejos de mi cocina! —exclamó comprendiendo de inmediato a quién iba a sugerirle, los dos nos reímos. Recordé todas las veces que Vladimir nos obligó a escabullirnos en la cocina de la academia cuando todos dormían, allí nos preparó postres tan malos que siempre terminábamos con dolor de estómago.
—¿Recuerdas las galletas con "chispas de chocolate"? —pregunté riéndome, Dimitri se carcajeó.
—Cómo olvidarlas, solo Vladimir puede confundir bolas de pimienta con chispas de chocolate —dijo limpiándose las lágrimas de la risa, los dos suspiramos cuando dejamos de reírnos. Sin duda las artes culinarias de Vladimir nos hacían olvidar por momentos el terrible lugar en el que habíamos estado.
Sabíamos que de haber tenido una vida distinta, Vladimir se hubiera dedicado a estudiar repostería. Aunque nada le salía bien, él siempre volvía a intentarlo una y otra vez. Por eso estaba un poco celoso del restaurante de Dimitri, veía en él todo lo que realmente quería hacer pero que su familia jamás le hubiese permitido.
Le sonreí a mi suegra cuando regresó a la mesa, ella tomó un trago del vino y nos miró encantada.
—Dile a Vladimir que venga, quiero verlo —me pidió Dimitri con algo de anhelo, me rasqué la nuca recordando lo pálido que estaba cuando prácticamente escapó de la casa en cuanto le dije que su padre estaba allá.
—Será otro día, hoy ya estoy muy bien acompañado —dije mirando a Analise, ella se encogió de hombros y bajó la copa rápidamente.
—No, no, si quieres invitar a Vladimir no tengo ningún problema, lo conocí esta mañana y es un chico muy encantador —respondió ella con una mirada tan cálida y un tono tan amigable que Dimitri y yo nos quedamos mirándola algo embobados por unos segundos. Ya comprendía por qué Dylan iba tanto a la casa de Cameron.
—Pues ya está decidido, dile que venga, ¡le prepararé su cena favorita! —exclamó Dimitri con mucha felicidad mientras se retiraba, suspiré y le escribí un mensaje a Vladimir para que nos honrara con su presencia. Me había dicho hace un rato que estaría con Dean, no me sorprendía que se estuviesen llevando tan bien, de hecho, contaba con eso...
Media hora después me encontraba bastante relajado disfrutando de la buena comida y hablando amenamente con Analise en lo que esperábamos la llegada de Vladimir.
—... a los cinco años lo expulsaron del colegio porque se bajó los pantalones y orinó los juguetes de los demás niños porque no querían prestárselos... pensaba que con orinarlos ya serían suyos, su complejo de perro duró un par de meses...
Me reí con fuerza al escuchar eso, no me era muy difícil imaginar a un mini Cameron haciendo todas las cosas que su madre me ha contado esta noche. Llevaba un buen rato sin reírme tanto.
Poco después la puerta principal del restaurante se abrió y un cabizbajo Vladimir entró, él miró alrededor sin muchos ánimos y al verme caminó hacia nosotros. Se veía muy decaído y desanimado.
—Buenas noches, señora Hallanger —la saludó con una pequeña sonrisa y se sentó a nuestro lado. Analise y yo nos miramos con duda.
—¿Te sientes bien? —preguntó ella acariciando su cabello como una madre preocupada, Vladimir pestañeó varias veces sorprendido por el toque. Su reacción me hizo un poco de gracia, al igual que él, a mí también me sorprendía la calidez de la madre de Cameron.
—No me siento muy bien —confesó él tomando mi copa de vino y bebiéndosela de golpe. ¿Estaba así por su padre o porque ocurrió algo con Dean? —Este restaurante se ve muy bien —reconoció a regañadientes mirando con celos su alrededor, cuando su mirada fue hasta la barra donde se encontraba Dimitri se levantó con sorpresa. Creo que llevaban unos dos años sin verse en persona.
Dimitri lo miró y no tardo en venir hacia acá y abrazarlo cambiando de inmediato su estado de ánimo. Sonreí. Siempre que los tres estábamos en el mismo lugar me sentía tranquilo y feliz.
. . .
Deseé tener unos tapones en los oídos para no seguir escuchando el tortuoso y fuerte canto de Vladimir y Analise. Los dos estaban extremadamente borrachos. Todo era culpa de Dimitri, él abrió unas cuantas botellas de vino que los tres se encargaron de dejar vacías. Estuvimos hablando hasta que no quedó nadie más que nosotros en el restaurante. Me sorprendió lo bien que se llevaron mis mejores amigos con mi suegra. Me mantuve mirando al frente mientras conducía y recordaba cómo estaban bailando los tres hace unos minutos. El único que no se descontroló con la bebida fui yo, alguien debía conducir. Alizeh se encargó de llevar a Dimitri a su casa y tuve que llamar a alguien para que se llevara el auto de Vladimir.
Fruncí el ceño al ver en la pantalla de mi auto que me estaba llamando un número desconocido cuando estaba llegando a la casa de Cameron. Salí del auto en cuanto me estacioné y ayudé a Analise a salir, pasé una mano por su cintura y caminé hacia la puerta cuidando que no tropezara mientras ella y Vladimir se despedían efusivamente como si llevaran toda la vida conociéndose
—¡Salgamos pronto Anny, esto debe repetirse! —exclamó mi mejor amigo haciéndome suspirar. ¿Anny? Solo bastaron unas pocas horas para que ya se pusieran apodos y todo.
—¡Sí, Vladi, cuídate mucho! —respondió de igual forma mi suegra. Cuando toqué el timbre un adormilado Cameron me abrió la puerta. El sueño desapareció de su rostro cuando vio lo ebria que estaba su madre.
—¿Emborrachaste a mi madre? —preguntó indignado mientras la agarraba.
—Bueno, técnicamente no fui yo... —dije con algo de incomodidad, el rubio me miró mal, con el ceño fruncido ladeó la cabeza viendo hacia el auto.
—¡Cameroon! ¡Cameroon! ¡Camii! —Cameron hizo una mueca al ver a Vladimir llamarlo con fuerza, los dos nos miramos y no pudimos evitar reírnos un poco.
—Me siento bien, Cameron. Tenía mucho tiempo sin divertirme así —se defendió su madre recuperando la compostura y sonriéndole. —Gracias por la invitación de esta noche, Dominik... bienvenido a la familia —me quedé paralizado cuando ella me abrazó después de decir eso, cuando se alejó la observamos caminar hacia el interior de la casa murmurando cosas y tambaleándose un poco. Cameron la miró con un poco de sorpresa.
—¿Te comió la lengua el gato? —preguntó ahora mirándome con burla, sonreí. Me habían tomado por sorpresa las palabras y el abrazo de su madre, no estaba muy acostumbrado a eso.
—Tu madre es una mujer increíble —le dije siendo sincero, él asintió de acuerdo conmigo. —¿Estabas durmiendo? —pregunté viendo mejor sus ojos un poco rojos, él se mostró un poco avergonzado cuando asintió.
—Ya es un poco tarde —contestó abrazándose a sí mismo, bajé la mirada por su adorable pijama, cuando miré sus piernas noté como la piel se le erizaba, me aclaré la garganta al recordar como esas mismas piernas estaban alrededor de mi cuerpo desnudo hace unas cuantas horas. —B-Buenas n-noches, D-Dominik —se despidió rápidamente algo nervioso, observé sus preciosos ojos esmeraldas y le di un beso en los labios.
—Buenas noches, Cameron —dije después de separarme, él me sonrió cuando acomodé un rebelde mechón de cabello detrás de su oreja. Acaricié una de sus mejillas por unos segundos y luego caminé de regreso al auto.
—Camerrrrooooonnnn, ¡¿no vas a venir al after party?! —rodé los ojos y Cameron se rio cuando Vladimir gritó aquello.
—¿De qué after party estás hablando? —le pregunté en cuanto arranqué, miré atrás cuando no recibí ninguna respuesta pocos minutos después. Se había quedado dormido...
Veinte minutos más tarde me encontraba dejándolo en la cama de una de las habitaciones de mi apartamento, él se encontraba en un estado entre dormido y despierto. Suspiré y miré alrededor, las luces habían estado encendidas pero no vi señales de Dean por ningún lado. Ya debía estar durmiendo.
Bajé rápidamente en el ascensor y salí del edificio, saludé a los guardaespaldas que se estaban quedando a vigilar el lugar. Sabía que mi padre no dejaría a Dean sin ninguna protección extra.
Cuando estaba cerca de mi casa recordé que tenía dos llamadas perdidas de un número desconocido así que decidí regresarlas.
—¡Dominik! Por fin sacaste un espacio para mí en tu apretada agenda.
Toda mi relajación de esta noche desapareció al escuchar esa repugnante voz.
—¿Qué es lo que quieres? Ya te habías tardado —le dije a Mick mientras presionaba el botón en el pequeño control que abría la puerta al residencial cerrado en el que vivía, él se rio. Pensé que trataría de contactarme en cuanto saliera de la cárcel.
—Todo a su tiempo. Estoy de visita en la casa de tu cuñado... tiene una buena decoración aquí, al igual que un perro muy bonito aunque algo ruidoso —en cuanto dijo eso maliciosamente giré rápidamente y conduje en dirección contraria a la que iba antes.
—¿Ah, sí? Salúdamelo —respondí sonando despreocupado mientras aceleraba, me encontraba demasiado lejos de la casa de Will.
—Ahora mismo no puedo, él está tomando una siesta, pero cuando despierte le daré tus saludos, ¿verdad, Julien?
—Sí, sí, tal vez nunca más despierte... —escuché a lo lejos la voz de su hermano, rechiné los dientes y puse en el asiento del copiloto el arma que guardaba en la guantera.
—¿Y me llamaste para eso? ¿Para decirme que estás con él? —pregunté tratando de hacer un poco de tiempo, Mick se rio.
—Sí. Trataste muy bien a Tessa, pero no puedo prometerte que haré lo mismo con Will... hablamos luego, Dominik —maldije cuando colgó la llamada después de eso.
Puse la dirección de la casa de Will para encontrar la ruta más rápida. Me encontraba a media hora de distancia. En ese tiempo podían pasar demasiadas cosas.
Excedí el límite de velocidad pero aún así tarde un buen rato en llegar, cuando estaba cerca vi unos cuantos autos de policía estacionados frente a la casa. Pensé en lo peor. Dylan quedaría destruido si algo le pasó a Will...
Me estacioné cerca y alcancé a ver cómo subían a Will al auto de un policía. Me tranquilizaba ver que estaba vivo pero por la cantidad de policías que lo custodiaban supe que algo terrible había pasado. No podía ver mucho de lo que pasaba en el interior de la casa ya que Will tenía una selva por jardín delantero que no permitía miradas curiosas. Llamé a Edward.
—D-Dominik, e-es h-horrible... —me mantuve en silencio mientras Edward me explicaba entre llantos todo lo que había sucedido. —¡Y revisé l-las g-grabaciones antes d-de que la p-policía se lleve t-todo, no s-soy un experto e-en tecnología p-pero a-alguien b-borró t-todo!
—Cálmate, Edward... y haz exactamente lo que te diga... —dije con un nuevo dolor de cabeza. —Sin que nadie te vea vas a ir a donde Will tiene su computadora y cerca del monitor debería haber una cajita pequeña que necesito que me traigas...
Me masajeé las sienes y esperé pacientemente unos veinte minutos hasta que finalmente vi a Edward salir de la casa con temor y mirar a los lados algo desesperado, le hice una señal con las luces para que pudiese ubicarme. Él trotó levemente hacia donde estaba, bajé el cristal cuando se detuvo a mi lado y disimuladamente tomé el pequeño CPU que me pasó.
—Tengo que irme, uno de los policías me llevará a la estación. Por favor, Dominik, trata de recuperarlo... —no dije nada cuando me miró con ruego, me despedí de él y me dirigí a la casa nuevamente.
No puedo bajar la guardia ni siquiera por unas pocas horas sin que pase alguna desgracia.
Una hora después me encontraba viendo a mi aparentemente nada inocente hermano teniendo sexo violento con su director en un sofá... Respiré hondo y adelanté las cintas rápidamente tratando de borrar de mi cabeza lo que acababa de ver.
—Dios mío... —murmuré viendo cómo seguían apareciendo escenas sexuales a pesar de estar adelantándolo.
Me tomaría más tiempo organizar las cintas por días así que no me quedó otra opción que adelantar manualmente días y días de grabación hasta llegar al de hoy, sentía que mis ojos se quemaban cada vez que salía el cuerpo desnudo de mi hermano en la pantalla.
Las cámaras no habían sido alteradas por otra persona, me di cuenta de que fue un error de ellas mismas. Cosa que me aliviaba. En estas grabaciones se encontraba lo que salvaría a Will pero si alguien más hubiese visto todo el sexo que tiene con su alumno ni Dios lo salvaría de aquello.
Presté más atención cuando finalmente vi a los hermanos Graham cargar a un inconsciente Will, solo pude verlo desde que lo trajeron hasta que entraron en la habitación donde no había cámaras. En las cámaras exteriores se veía el grupo de cinco hombres que habían llegado con ellos.
—¿La chica va a tardar mucho? Debemos darnos prisa —dijo Julien saliendo de la habitación, Mick salió y se llevó el celular al oído.
—Dominik no contesta —gruñó él colgando la llamada, Julien se le acercó y lo miró con molestia.
—¿Qué hacemos aquí? Deberíamos estar detrás de Celine haciéndola pagar por lo que hizo. ¿Quién sabe cuánto tiempo tenemos? ¡Hay muchos rumores, Mick! Si realmente fue Valentín Sokolov quien asesinó a nuestra familia entonces estaremos perdidos cuando venga por nosotros —dijo él muy preocupado. Me sorprendía que de vez en cuando las neuronas en su cerebro dieran señales de vida. Julien no se equivocaba, si yo fuera ellos y Valentín estuviera detrás de mí, definitivamente no andaría perdiendo el tiempo torturando o jugando con Will.
—Los rusos pueden chuparme la verga. No les tengo miedo —masculló Mick algo altanero, me reí un poco. Si supieran que solo seguían con vida porque mi madre así lo ha querido...
Por la cara de preocupación que tenía Julien podía decir que él sí sabía de lo que era capaz Valentín.
Observé a una mujer pelinegra llegar a la casa, los hombres la dejaron pasar, luego de que se saludaran la llevaron a la habitación de Will. Por el momento todo coincidía con la historia que me contó Edward. Poco tiempo después la mujer salió de la habitación acompañada del par y después de recibir dinero se marchó.
—Este perro no se calla —dijo Julien con molestia cuando el perrito de Will comenzó a ladrarles con insistencia. Él cargó al perro y lo lanzó contra una pared haciéndolo soltar quejidos de dolor, tuve ganas de hacerle lo mismo a él.
Mientras Mick hacía dibujos en la mesa con un cuchillo, Julien se mantuvo pisando al perrito hasta que Will salió de la habitación muy desorientado y molesto. Todo lo que le siguió a eso confirmaba lo que Will le contó a Edward, los rusos asesinaron a los hombres de Mick. Gracias a la cámara en el patio pude ver cómo lograban agarrar a Julien mientras que Mick había saltado ágilmente la cerca que dividía el patio de Will y del vecino. Supongo que corrió sin mirar atrás ya que dos de los hombres de Valentín fueron tras él.
Corté el video desde que llevaron a Will a su casa hasta que llegó la policía. Se lo envié de inmediato a mis padres, a Edward y a mi propio celular. Me levanté y me estiré mientras bostezaba. Estaba muy cansado. Cuando salí de mi estudio y caminé hacia la cocina me sorprendió ver a Will y a Dylan subiendo las escaleras. Supuse que era obra de Valentín que él estuviese libre aun sin las pruebas que había en los videos. De repente los recuerdos de ellos teniendo sexo invadieron mi mente...
Dean
Me removí unas diez veces con incomodidad en la cama. Por más que lo intentaba simplemente no podía conciliar el sueño. Y no precisamente porque estuviese asustado o algo así... No podía dejar de pensar en Vladimir y en lo que ocurrió hace unas horas cuando estuvo aquí.
—¿Qué sabes de mi padre, Dean? —preguntó él sin dejar de mirarme algo molesto, tragué duro. ¿Por qué tuve que mencionar a su padre?
—Solo que se está quedando en casa de Dylan —contesté tratando de sonar convincente pero su ceja arqueada y su escéptica mirada indicaban que no me creyó. —¿Por qué le tienes tanto miedo? —pregunté acercándome a él, Vladimir retrocedió rápidamente.
—Por tu propio bien no deberías entrometerte en mis cosas —hice una mueca cuando dijo eso mirándome con frialdad. Ouch. Me crucé de brazos.
—¿Eso es una amenaza? —pregunté disimulando un poco mi miedo.
—Es un consejo —contestó secamente antes de irse rápidamente de la cocina. Lo seguí sin poder creer el comportamiento tan hostil que tenía.
—¿Así es como eres realmente? —le pregunté antes de que entrara en el ascensor, él se dio la vuelta y se me puso la piel de gallina al ver lo vacíos que lucían sus impresionantes ojos.
—No has visto nada —murmuró antes de que se abrieran las puertas.
—Te he visto, Vladimir. No eres como tu padre, eres amable, dulce, divertido... no tienes que huir de mí —dije acercándome al ascensor cuando él entró. El alto ruso se rio con amargura y negó.
—¿Ves que si sabías más sobre él de lo que dijiste? —preguntó con sorna mirándome mal.
—También sé sobre ti —dije metiendo la mano entre las puertas para que no se cerraran, Vladimir negó lentamente y sin darme tiempo a siquiera pensar salió del ascensor y me pegó a la pared con agilidad.
—No tienes ni idea de quién soy, te lo aseguro —susurró en mi oído logrando que me sonrojara. —¿Sabes a cuántas personas he matado con estas manos? —mi corazón se detuvo cuando preguntó aquello agarrando mis hombros con sus grandes y calientes manos. Lo miré a los ojos, había mucha oscuridad y tristeza en ellos. —Ni siquiera yo lo recuerdo —agregó dejándome estupefacto. A pesar de lo que había dicho confirmando que sí era un mafioso, aún así mi cuerpo y mi mente estaban convencidos de que él no me haría daño. —Así que no, no me conoces, Dean... —dijo suavemente antes de soltarme y regresar al ascensor. Mis piernas perdieron fuerza y terminé sentado en el piso escuchando como se cerraban las puertas.
Y aquí me encontraba ahora, incapaz de dormir porque no dejaba de pensar en él cuando lo más sano y lógico que haría una persona normal sería olvidar que lo conocí. Pero no podía hacer aquello. No después de haber visto un lado de Vladimir tan amable y divertido. Algo me decía que ese era el verdadero él, y no el monstruo asesino que había creado su familia.
Me levanté rápidamente de la cama cuando escuché música provenir de afuera. ¿Vladimir regresó? Salí sin molestarme en cambiarme el camisón de satín que llevaba puesto. Eran casi las tres de la mañana.
En cuanto salí la música se hizo más fuerte, pero lo que me dejó más sorprendido fue ver a dos mujeres pelinegras sonreírme y correr desnudas llevando crema batida y una bolsa de chips en sus manos, ambas corrieron por toda la sala antes de encerrarse en una habitación. Por alguna razón sentí un nudo en la garganta. Sabía que no era Dominik quien se hallaba tras esa puerta...
Respiré hondo e ignorando el inexplicable dolor en mi pecho caminé hacia la pantalla táctil junto a la televisión que controlaba el reproductor de música. Traté de bajar el volumen pero pronto me di cuenta de que la música en realidad provenía de la habitación donde habían entrado las mujeres.
Me resigné y regresé a mi habitación, después de cerrar la puerta me tiré en la cama y abracé una almohada con fuerza. Quería que Dylan estuviese aquí conmigo. Me sentía... Mal.
Fruncí el ceño cuando la música se hizo más fuerte todavía, me acosté de lado y me cubrí el rostro con la almohada para amortiguar un poco el ruido pero aquello fue en vano. Me levanté de la cama y tras ponerme mis pantuflas salí decidido a pedirle amablemente que bajara un poco la música.
Toqué varias veces la puerta pero nadie contestó así que la abrí y tuve que cubrirme los ojos rápidamente al ver a una mujer con la boca en el sorpresivamente enorme miembro de Vladimir.
—Esperen, váyanse a bañar chicas —ordenó él arrastrando un poco las palabras, se notaba a leguas que estaba bastante borracho.
Escuché a las chicas quejarse pero luego oí como se cerraba la puerta del baño. Me sentía molesto a un nivel demasiado grande, quería pegarle a Vladimir. No comprendía por qué estaba tan enojado.
—Ya puedes mirar, Dean —mi pulso se aceleró cuando las manos de Vladimir tocaron las mías alejándolas de mis ojos. Miré hacia arriba para verlo, él me observaba con una ceja arqueada.
—No me toques —dije un poco rabioso alejando sus manos de las mías, aquello lo sorprendió un poco. —Solo vine a pedirte que bajes la música, no puedo dormir —mascullé con fastidio sin mirar su musculoso cuerpo, él solo traía puesto un pantalón.
—¿Estás molesto por lo que pasó hace unas horas o solo estás celoso? —cuando preguntó eso con curiosidad no pude evitar sentirme indignado.
—¿Celoso? Jamás estaría celoso por ti —respondí sintiendo como me hervía la sangre, él soltó una risita extraña y asintió.
—Está bien, disculpa el desorden, bajaré la música —contestó con un tono algo burlón, cuando sus ojos bajaron por todo mi cuerpo miré alrededor con incomodidad tratando de escapar de su mirada.
Tuve arcadas y me sentí mareado cuando vi en el suelo un preservativo usado. Miré a Vladimir sintiéndome estúpidamente traicionado por alguna razón, él miró con incomodidad y algo de vergüenza lo que había dejado tirado en el piso.
—Dean... —lo ignoré y salí con prisa de allí. —Maldición —lo escuché mascullar aquello y algunas palabras en ruso mientras me seguía. Corrí hacia mi habitación y cerré la puerta con seguro.
Me senté junto a la puerta con el corazón en la mano. ¿Y si tenía razón y eran celos lo que sentía? ¿Pero por qué? Veía a Vladimir solo como un amigo. No podía negar que me parecía demasiado atractivo y sexy, pero no lo veía como algo más... No debería molestarme lo que haga...
Y aún así, por alguna razón que todavía no lograba comprender, mi corazón dolía.
Tal vez lo que me molestaba era que mientras yo estaba aquí preocupado por haberlo hecho sentir mal, él estaba divirtiéndose y teniendo sexo con dos mujeres. ¡Sí! ¡Era por eso!
Me relajé un poco cuando las cosas parecieron cobrar algo de sentido. Mis mejillas se calentaron al recordar el milisegundo en que vi su gran miembro.
Caminé hacia la cama y enterré la cara en las suaves almohadas tratando de olvidar aquello. ¡¿Qué rayos pasa conmigo?! Me pregunté con impotencia cuando me sentí un poco excitado.
La música se detuvo de un momento a otro, cosa que agradecí enormemente. Mis ojos comenzaron a cerrarse de inmediato...
. . .
Regresé a la habitación con un vaso de agua fría en las manos, todo estaba a oscuras. No recordaba haber apagado las luces así que aquello solo significaba que Vladimir lo había hecho. Crucé los dedos deseando que aquellas mujeres se hayan marchado en cuanto acabó su mini fiesta.
Me gustaba mucho Vladimir, esa era la única explicación que le había encontrado a mi comportamiento de hace un rato. Ya no valía de nada negarlo.
Cuando entré en la habitación dejé el vaso sobre la mesita de noche.
—Dean, ese camisón está demasiado corto —miré hacia la puerta con impacto al escuchar a Vladimir, él estaba allí parado devorándome con la mirada.
—V-Vladimir... —susurré su nombre con deseo al ver su pecho descubierto.
Él se acercó y sin decir nada más me tiró en la cama sacándome un pequeño gemido, mordí una almohada cuando me dio la vuelta poniéndome de espaldas a él y levantó mi camisón, la excitación y el calor recorrieron mi cuerpo cuando lo escuché quitarse la correa y desabrocharse el pantalón...
Grité con fuerza y horror reincorporándome en la cama y despertando de ese excitante y húmedo sueño. Noté cómo me temblaban frenéticamente las manos, con violencia me aparté el cabello de la frente mojada. Todo mi cuerpo estaba bañado en sudor. Miré el reloj en la mesita de noche, eran las tres y media de la mañana.
Miré aterrorizado la puerta cuando escuché toques en ella. Vladimir...
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