El alumno supera al maestro
Dylan
Admiré en silencio como Will se ponía los pantalones tras recogerlos del piso de su oficina. Yo me encontraba tirado en el sofá que había a un costado cubriéndome con una manta, solo llevaba puesto mis bóxers y mi camisa. Aunque tener sexo con él me había relajado bastante todavía no dejaba de pensar en Dean. Lo conozco, sé que no me ha dejado de considerar su amigo y que aquello solo lo dijo porque estaba muy molesto, pero aún así, escucharlo fue un golpe muy duro para mí. No hay un segundo en que no me arrepienta de no haberle contado de inmediato lo que sabía.
—Pequeño... —miré sorprendido a Will cuando tocó mi hombro, él me miraba preocupado. Me había quedado perdido en mis pensamientos. —Dean te perdonará... lo sé —me tranquilizó sentándose a mi lado, me reincorporé y lo abracé suavemente deleitándome con su embriagante aroma.
—Espero que tengas razón... —susurré inseguro jugando con su corbata. —Es que soy un completo idiota, ¡me merezco todo esto!
—El único que se merece el odio de Dean es tu padre. Pero ya no sirve de nada buscar culpables, enfócate en estar ahí para tu amigo ahora que te necesita —dijo Will mirándome a los ojos con compasión, asentí dejando caer mis hombros, cuando él me abrazó recosté mi cabeza de su pecho.
Me levanté de golpe alejándome cuando una oleada de motivación me invadió, él me miró con una ceja arqueada.
—¡No pienso dejar que esto aleje a Dean de mí! Aunque sé que me quiere lejos no lo dejaré solo aunque termine odiándome. Él ha estado conmigo desde hace muchos años, no puedo vivir sin él... —dije convencido de mis palabras. Pensé que lo mejor sería darle su espacio pero eso solo aumentó la distancia entre nosotros, así que intentaré todo lo contrario. —Aunque se vaya de mi casa no dejaré que se marche de la ciudad...
—Quizás debas dejar que sea él quien decida si quedarse o no... —dijo Will con duda, hice una mueca y me comencé a poner los pantalones luego de tomarlos de su escritorio.
—Sí... no puedo obligarlo, pero aun así trataré de convencerlo —respondí vistiéndome, Will se cruzó de brazos y me dedicó una pequeña sonrisa. Sintiendo mariposas en el estómago me acerqué y lo besé tras sentarme de lado en sus piernas. Sus labios tenían un ligero sabor a café, él me devolvió el beso con suavidad y el timbre de cambio de hora nos interrumpió justo cuando había bajado mi mano a su pantalón. —Me voy, probablemente la profesora Donna ya notó que no estoy en el baño... —murmuré levantándome un poco asustado, Will se rio.
—Si te regaña dile que estabas conmigo —respondió guiñándome un ojo, sonreí viéndolo caminar hacia su escritorio. —Por cierto, mañana Edward y yo iremos a tu casa —cuando dijo aquello lo miré confundido. ¿A qué irá su esposo a mi casa? Rodé los ojos al recordar que seguía casado con aquel doctor tonto.
—¿Cuándo te vas a divorciar? —pregunté fríamente acercándome a él, se sorprendió un poco por mi pregunta pero después sonrió de lado. Aunque sabía que su matrimonio era falso, debo admitir que me daba un poco de celos que estuviese casado con Edward.
—Ya estamos en ello, en unos meses terminará el proceso —respondió mientras rebuscaba algo entre sus papeles, sonreí complacido con la respuesta.
Mi mente comenzó a divagar al pensar en que dentro de unos años podríamos casarnos y vivir juntos, así ya no tendría que sentirme triste al despedirme de él. Probablemente adoptaríamos varios bebés, primero un solo porque es muy complicado tener hijos. También viviríamos con su cachorro Whisky y quizás adoptemos un gato, pero que sea un gato muy peludo y esponjoso. También nos mudaríamos a una linda casa y él me enseñaría a conducir para que pueda tener mi propio au...
—¡Dylan!
Pestañeé sorprendido cuando Will me agarró de los hombros y me sacudió trayéndome de vuelta a la triste realidad, él se estaba aguantando la risa, sentí que mis mejillas ardían.
—¿Qué pasó? —pregunté avergonzado, él se rio por lo bajo y me mostró una invitación que tomó de su escritorio. Hice una mueca al leer lo que decía, era una invitación a una fiesta de bienvenida que harían en mi casa en honor al nacimiento de Dahlia.
No me preocupé mucho por Dean porque sabía que se iría esta tarde a la casa de Abigail o al menos eso me había contado la rubia cuando la vi hace unas horas. Me iba a costar vivir en una casa sin él, pero sabía que aquello era lo mejor.
—Muchas veces siento que estoy entre Dean y mi madre —dije cuando por un momento me cruzó el pensamiento de faltar a esa fiesta y estar con Dean en casa de Abigail, pero sabía que eso haría sentir fatal a mi madre y el resto de mi familia se lo encontraría raro. ¿Por qué la vida se volvió tan complicada?
—Debes encontrar un equilibrio, pero también recuerda que fue Dean quien estuvo ahí cuando tu madre no lo hizo...
Las palabras de Will me cayeron como un balde de agua fría. Ya sabía eso, pero que alguien más me lo dijera resultaba un tanto doloroso. A veces quisiera dormir y despertar con la vida que tenía hace unos meses cuando vivía en el apartamento con Dean, sin tanto drama ni traiciones. Claro, sin dejar de lado al amor de mi vida, el cual se había quedado mirándome con atención.
—Tienes razón... —murmuré tomando mi mochila y acercándome para darle un beso de despedida.
—Te amo —me susurró Will abrazándome, sonreí un poco y murmuré un tímido "te amo" casi imperceptible antes de salir corriendo de su oficina no sin antes ver cómo se reía de mí.
Caminé por los pasillos pensando seriamente en si volver para la segunda hora de matemáticas que me tocaba hoy, o si irme a dormir a la biblioteca. Mientras me decidía vi a lo lejos a Abel, el alto pelinegro hijo de Mick quien también era mi compañero en el equipo de fútbol. Cuando sus amables ojos azules se posaron en mí agitó una mano en forma de saludo, le sonreí un poco. Me sorprendía que a estas alturas todavía no supiera que su padre cree que yo soy su hijo. Me acerqué rápidamente a él, quien estaba junto a los casilleros.
—Hola, Abel, ¿cómo estás? —pregunté con un tono casual y amigable, él me sonrió mientras guardaba sus libros.
—Todo bien, Dyl, Dyl. ¿Has visto a Cameron? Mañana tenemos entrenamiento y debo preguntarle algo, recuerda que este fin de semana nos toca jugar contra el instituto de Sheffield —cuando dijo aquello me quedé impactado a la vez que sentía toda la sangre de mi cuerpo bajar a mis pies. —Olvidaste el partido, ¿verdad? —preguntó con burla al ver mi rostro, asentí lentamente.
Por alguna razón mi cerebro consideró buena idea ignorar por completo el importante partido que teníamos dentro de poco. Dudo mucho que Dean esté con ánimos o en condiciones de jugar, tendré que hablar con el camarón para que lo cambie.
¡Hablando del rey de Roma! Abel y yo fruncimos el ceño al ver a nuestro querido capitán acercarse lentamente por un pasillo. El rubio caminaba de una forma extraña, como si estuviera incómodo o adolorido.
—Mmmm... —murmuré pensativo mientras lo veía detenidamente, él venía cabizbajo con la expresión ensombrecida. Ese caminado tan raro se me hacía conocido...
—¿Por qué camina así? —ignoré a Abel cuando me preguntó eso extrañado. Todo mi rostro se calentó al comprenderlo. Definitivamente él y Dominik se acostaron anoche. Eso explicaría también por qué no lo vi en la cama cuando me levanté de madrugada para ir al baño y también justificaría el porqué se había marchado tan apurado esta mañana.
—Estamos jodidos —dije seriamente pensando en el partido, Abel me miró horrorizado.
Si hubiese recordado que teníamos el partido definitivamente no habría apoyado a Abigail en su plan de reconciliar a Cameron con Dominik.
—¿Te sientes bien, Cameron? —le preguntó Abel cuando el rubio pasó a nuestro lado, él levantó la mirada sorprendido, cuando me miró noté que se sonrojó un poco. Sí, definitivamente tuvieron sexo. —Estás caminando de una forma extraña... —me recosté de los casilleros y me reí un poco al ver lo inocente que era Abel, él se veía realmente preocupado por el camarón.
—Tengo una lesión en una pierna...
Me exploté de la risa al escuchar su excusa, cuando el rubio me asesinó con la mirada dejé de reírme. Abel me miró de reojo con confusión.
—Capitán, ¿recuerda que tenemos un partido dentro de dos días? —le pregunté burlón, casi me muero de la risa al verlo empalidecer cuando lo recordó.
—Sígueme, ovejita del infierno. Tengo que hablar contigo —masculló en voz baja con molestia, me quejé cuando me agarró con fuerza por un hombro y me arrastró por el pasillo. —Nos vemos mañana en el entrenamiento, Abel —dijo a lo lejos despidiéndose del pelinegro que nos observaba con curiosidad y algo de temor.
—Oh, ¿seguro que puedes entrenar? —pregunté con malicia soltándome de su agarre, él resopló y entró a un aula vacía, lo seguí.
Cameron cerró la puerta con algo de brusquedad y me miró preocupado, me senté con calma sobre una mesa, hice una pequeña mueca al sentir un ligero dolor en el trasero, Will se emocionó demasiado hace un rato. Traté de disimularlo y observé a Cameron con seriedad.
—Supongo que ya sabes lo que pasa, debes tener mucha... experiencia en eso —cuando él dijo eso no supe si sentirme halagado o indignado, me limité a observarlo. Parecía un gatito perdido o un adolescente cruzando por cambios corporales que no conocía. Me dio un poco de lástima. —Sabes que Will nos asesinará si nos va mal en el partido, ¿cómo puedo... ya sabes... m-mejorar... o q-qui...
—¿Quitar el dolor? —me apiadé de él y lo interrumpí, él asintió muy avergonzado, sonreí un poco.
Realmente le había agarrado demasiado cariño al camarón, aunque se esforzara en aparentar ser un chico duro sabía que todo aquello no era el verdadero él. En eso se parecía un poco a Dominik, quien había construido toda una muralla de frialdad a su alrededor cuando realmente era alguien muy atento y cariñoso.
Saqué un pequeño papel de mi mochila y le escribí el nombre de una pomada fría que Will llegó a ponerme varias veces para el dolor.
—Esto ayuda mucho —dije pasándole el papel, él lo leyó y se lo guardó en el bolsillo. —Trata de descansar lo suficiente, creo que estarás bien para el día del partido —lo animé levantándome de la mesa, él me miró con los ojos brillosos e ilusionado. —Aunque no te lo puedo garantizar —le advertí.
—¿Qué vamos a hacer si no mejora? Tengo que jugar obligatoriamente —murmuró más para sí mismo, me masajeé las sienes. Lamentablemente para él y aunque no quisiera admitirlo, era el mejor jugador que teníamos, aunque la mayoría eran excelentes, nadie jugaba como Cameron. Sí o sí debía jugar si queríamos tener aunque sea una oportunidad ante ese instituto, el cual era conocido por su buen equipo de fútbol.
—También puedes preguntarle a tu doctor Dominik —dije riendo tratando de aligerar su tensión, él me miró mal.
Por la forma en que se fue esta mañana supuse que todavía no habían arreglado su malentendido. Recordé cómo se miraban anoche cuando los encontramos besándose después de que Vladimir nos insistiera para que abriéramos la puerta. Dominik y Cameron se miraban como si no existiera nadie más en el mundo aparte de ellos.
—¿Él te dijo algo esta mañana? —preguntó tratando de sonar desinteresado, arqueé una ceja. Sorprendentemente Dominik no me había dicho ni hola cuando me trajo al instituto, parecía estar con la cabeza en Narnia.
—¿Algo como qué? —pregunté soplando unos largos mechones de mi cabello que se habían movido y tapaban mis ojos. Necesito ir a la peluquería pronto.
—Nada... olvídalo —miré al rubito, Cameron se veía algo decepcionado.
—¿Qué pasó anoche? ¿No deberías estar feliz, súper enamorado y todo eso? —pregunté genuinamente confundido, él me miró con un poco de tristeza.
—Lo dejé solo después de eso... aunque quiera no puedo confiar en Dominik, no hasta que él quiera abrirse a mí... —asentí comprendiéndolo, sus ojos verdes esmeraldas se quedaron perdidos observando las ventanas. Sabía que él estaba perdidamente enamorado de mi hermano y sé que su amor era correspondido por todas las señales que había visto en Dominik.
—¿Y cómo se va a abrir a ti si te vas y lo dejas justo después de acostarte con él? —cuando le pregunté aquello él me miró mal, crucé las piernas. Le faltaba mucho por aprender. —Escúchame, después de tener sexo es común que la gente quiera hablar sobre sus sentimientos, ahí fue cuando debiste aprovechar y preguntarle todo lo que quieres saber... —expliqué asintiendo sabiamente a mis propias palabras, él se mostró resentido. Negué con desaprobación. Su molestia y resentimiento no lo dejaban ver más allá.
Recordé como estaba Dominik esta mañana y también lo mal que estuvo hace unos días cuando lloró bajo la lluvia, aunque me había dicho que estaba cansado, sabía que estaba tan afectado porque Cameron lo rechazaba.
—Tienes a mi hermano en la palma de tu mano, Cameron —dije seriamente caminando hacia la puerta, vi de reojo como la sorpresa asomaba sus ojos. ¿De verdad no lo veía? —Espero que sepas lo que haces. Mañana habrá una fiesta por la bebé, estás invitado si quieres ir... —agregué dedicándole una última mirada y saliendo de allí dejándolo solo con sus pensamientos.
Al llegar al salón de matemáticas toqué con duda la puerta, cuando la profesora abrió y me miró mal le sonreí con encanto.
—Me cayó mal lo que almorcé —mentí sobándome la barriga y haciendo un puchero, ella me miró con sospecha por unos segundos pero se hizo a un lado para dejarme pasar.
—Siéntate, Brown —dijo antes de caminar hacia su escritorio. Sonreí triunfante y me senté con mis amigos en la parte trasera del salón. Abigail miraba sus uñas mientras Harry dormía ocultando su rostro con su cuaderno y Shelly me miraba un poco ansiosa.
—Dominik regresó, ¿cierto? —me preguntó la pelinegra cuando me senté a su lado, asentí extrañado de que me preguntara por él. Ella no dijo más pero el suspiro de alivio que soltó me preocupó un poco.
—¿Pasa algo con Mick? —pregunté temeroso de escuchar una respuesta afirmativa, ella negó rápidamente mirándome con horror como si hubiese mencionado al diablo. Aunque Mick era algo peor que eso para nosotros.
Shelly miró disimuladamente a su novia, por si nos había escuchado, pero la rubia había pasado de ver sus uñas con molestia a mirar su celular. ¿Hasta cuándo planea ocultarle las cosas? Pienso que Abigail estaría más a salvo si supiera de Mick y su hermano psicópata, así estaría alerta.
—No pasa nada exactamente con Mick, sigue en prisión después de lo que pasó en tu casa, pero...
La miré algo ansioso cuando hizo una pausa, ella se acercó más, se veía un poco nerviosa. ¿Qué sucedía?
—Mick tiene una hermana menor, se llama Tessa... y está buscando a Dominik...
Tuve que clavarme las uñas en la mano para no bombardearla con preguntas en medio de la clase. ¿Tessa? El infiltrado que se había quedado merodeando por mi casa había mencionado ese nombre antes de que Dominik lo callara y me obligara a irme a mi habitación.
—¿Y q-qué q-quiere esa mujer con mi hermano? —pregunté sintiendo unas repentinas ganas de vomitar, Shelly me miraba preocupada.
—Ella fue a mi casa a preguntarme por él, sabe que soy amiga de ustedes... creo que la chica está como una cabra... es idéntica a Mick...
—Dime qué es lo que quiere, Shelly —la apresuré para que fuera al punto, observé cómo sus ojos grises me miraban asustados. Temí lo peor.
—Está loca... me dijo que estuvo tres meses con Dominik...
Toda la clase me miró cuando me levanté de golpe por la sorpresa, miré a Shelly con impacto. Eso debía ser algún tipo de equivocación. ¿Qué haría Dominik con la hermana de Mick durante tanto tiempo?
Me disculpé cuando la profesora me miró y me senté rápidamente acercándome más a Shelly mientras me negaba a creer sus palabras, pero la pelinegra me miraba con tanta confusión y seriedad que supe que decía la verdad.
—¿Qué tanto están hablando? —preguntó Abigail mirándonos curiosa, mientras su novia se inventaba una excusa me quedé viendo fijamente la mesa frente a mí tratando de pensar qué hacia Dominik con esa mujer pero nada me llegaba a la mente.
—¿Ella te dijo algo más? —le pregunté a Shelly cuando pareció convencer a Abigail de que no hablábamos nada raro.
—Solo que fueron los mejores meses de su vida... ella quería que le diera el número de Dominik pero me inventé que no lo tenía... la chica está muy enamorada —respondió ella haciendo una mueca de asco, sentí que mi corazón se detenía por un momento al pensar en Cameron. Tengo que hablar pronto con Dominik, como no me aclare lo que estuvo haciendo con esa mujer iría y se lo contaría todo a Cameron para que no se hiciera más ilusiones con mi hermano.
Me pasé el resto de la clase moviendo una pierna con nerviosismo. En cuanto sonó la campana me levanté y me despedí rápidamente de mis amigos. No podía esperar más. Caminé con prisa hacia la salida empujando a algunos estudiantes y ganándome un par de insultos.
Al salir miré a todos lados buscando el auto de Dominik pero no tuve suerte. Aun no llegaba por mí. Me sentí un poco incómodo al ver a Cameron salir y hablar animadamente con algunos de nuestros compañeros. Mataré a Dominik si no tenía una buena explicación.
Todos miramos hacia la derecha al escuchar el potente y dramático sonido de una moto a lo lejos.
—Ay, Dios mío... —susurré sonrojado hasta las orejas al reconocerla. Esa moto era de mi escandaloso hermano, mi madre se la había regalado hace un tiempo. No me sorprendía que la hubiese mandado a traer ahora que se quedaría a vivir aquí. ¿Pero cómo se le ocurría venir a buscarme en eso? —No puede ser más engreído —murmuré avergonzado al ver la llamativa moto negra acercándose a gran velocidad, todos la veían maravillado y al conductor cuyo rostro estaba oculto tras un casco negro.
—Dylan...
—No lo conozco, no es mi hermano... —susurré ignorando su llamado cuando se estacionó frente a mí, todos me miraron, incluyendo al camarón que ahora miraba algo asombrado a Dominik, no me quedó más remedio que caminar hacia mi hermano, vi que algunos habían sacado sus celulares para grabarlo.
Él iba vestido con una chaqueta negra abierta en el medio que mostraba una camiseta blanca, unos pantalones negros y unas malditas botas negras. Otra cosa en la que Dominik y Cameron se parecían era que a los dos les gustaba ser el centro de atención. Me imaginé a mi llamativo capitán de fútbol montado en la parte trasera de la moto junto a mi hermano y negué resignado al pensar en lo bien que se verían. Eran el uno para el otro.
—Está buenísimo
—Es demasiado sexy...
Escuché los murmullos excitados de las chicas cuando Dominik se quitó el casco y se pasó una mano por el cabello, él las ignoró completamente, su mirada estaba fija en Cameron, el cual no podía ocultar su sorpresa.
—Súbete —ordenó Dominik después de lanzarle una sonrisita a Cameron, varias chicas suspiraron enamoradas creyendo que había sido a ellas, resoplé y como pude me subí en la moto.
Él se puso su casco y me pasó otro que me hizo avergonzar aún más. Miré con fastidio el casco gris que él había comprado para mí hace casi un año, el color estaba bien, lo feo era que en la parte superior el casco tenía la forma de orejas de gato.
—Te mataré después de esto —dije fastidiado poniéndome el casco con humillación, él se rio. Me incomodó ver que nos grababan sin disimulo, solo les faltaba pedirle autógrafos a Dominik.
Miré a Cameron, él estaba ahora ignorando olímpicamente a Dominik y se veía muy concentrado hablando con un compañero, me aguanté una risita.
—Agárrate —murmuró Dominik con un tono extraño, tragué duro y metí mis manos por debajo de su chaqueta negra, lo abracé y ahogué un grito cuando aceleró a toda velocidad.
—E-Estás loco... —dije aunque sabía que no podía escucharme a causa del casco y del fuerte viento que chocaba contra nosotros por la velocidad que llevaba, lo agarré como si mi vida dependiera de ello. —No puedes ir tan rápido —lo regañé cuando se detuvo en una luz roja, él se quitó el casco y me miró de reojo con diversión, noté como las personas en la calle se nos quedaban viendo, Dominik puso el casco donde lo guardaba y aceleró sin él. Me impacientó verlo hacer eso, ¿y si teníamos un accidente? —Ponte el casco, ¡estúpido! —exclamé en vano.
Vi como su cabello se movía con violencia, cerré los ojos con fuerza, estaba muy asustado. Siempre me había dado miedo subirme en esta cosa. Los minutos pasaban y yo seguía con los ojos cerrados rezando para llegar con vida.
—Ya llegamos —abrí los ojos cuando dijo eso y me bajé rápidamente de la moto, me quité el casco con desesperación y me alejé un poco para vomitar. Asesiné a Dominik con la mirada cuando se paró a mi lado sobándome la espalda suavemente y mirándome preocupado.
—E-Eres un d-desconsiderado —mascullé antes de volver a vomitar todo mi almuerzo de hoy.
—Qué recuerdos —miramos a mi padre cuando salió de un auto que acababa de llegar, él me miró con una pequeña sonrisa y una expresión nostálgica. Debe estar recordando todas las veces que vomité al bajarme de la moto. Lo miré mal logrando así que su expresión se volviera amarga. Seguía demasiado enojado con él.
—Tenemos que hablar —le dije a Dominik arrebatándole de las manos el pañuelo que me pasó, él me miró con atención, vi de reojo como mi padre entraba en la casa seguido de dos de sus guardaespaldas.
—Te dije que hablaríamos cuando tuviera tiempo... —devolví mi atención a Dominik, él me miraba un poco incómodo. Ha estado alargando la conversación que habíamos acordado tener el día que lloró junto a mí. Sabía que si fuera por él, tendríamos esa conversación dentro de diez o veinte años.
—Quiero que me digas quién rayos es Tessa y por qué estuviste con ella estos meses... —dije sin expresión alguna, sus ojos se abrieron mucho y su rostro pasó a estar blanco como un papel, por un momento disfruté haberlo tomado desprevenido. No puedes controlarlo todo, Dominik. Pensé aquello con satisfacción pero por otra parte me preocupé, esa reacción que tuvo confirma que lo que me dijo Shelly era cierto.
—¿Quién te habló sobre ella? —preguntó fríamente, me encogí de hombros.
—¿Acaso importa? Dime ahora mismo qué estuviste haciendo con esa mujer o... Cameron se enterará... —lo amenacé con molestia, él entrecerró los ojos retándome con la mirada, trataba de intimidarme pero no me dejé, le sostuve la mirada y saqué mi celular del bolsillo, lo levanté en una mano, noté como se tensaba. —No estoy jugando —dije moviendo el celular un poco, su mirada me asustó por un segundo pero me mantuve firme.
—Fue Shelly, ¿cierto? —preguntó arqueando una ceja, fruncí el ceño y me puse nervioso. ¿Cómo lo supo? Él soltó un resoplido molesto al ver mi expresión. —No le digas nada a Cameron, ya se lo contaré yo...
—¿Y qué hay de mí? Te escucho —dije molesto, él me miró con cautela. Se notaba que no quería contarme nada, de hecho, ni siquiera me creía eso que dijo sobre contarle a Cameron.
—¡DOMINIK! —los dos giramos nuestras cabezas en dirección a la casa al escuchar ese frío y enojado tono, mi madre venía bajando las pequeñas escaleras con algo de prisa, su mirada destilaba mucha rabia, detrás de ella venía un preocupado y asustado Vladimir, escuché a Dominik maldecir en voz baja.
—Lo siento, Dominik. Me obligó a contarle... —dijo el ruso luciendo bastante traumatizado, arqueé una ceja cuando Dominik lo miró mal. ¿De qué hablaba?
—Dominik, ¡¿cómo pudiste hacer algo así?! ¡¿Enloqueciste o qué?! —exclamó mi madre muy alterada llegando hasta nosotros, Dominik rodó los ojos y comenzó a caminar hacia la casa. —No me ignores cuando te hablo, jovencito. Tu padre se va a enterar de esto... —cuando mi madre dijo eso Dominik se detuvo y se dio la vuelta, se veía muy cansado.
Justo cuando creímos que nos daría alguna explicación por lo que sea que había molestado a mi madre, él caminó hacia su moto ignorándonos y se puso el casco.
—¡Dominik! —lo llamó mi madre indignada.
—Ya hablaremos, Vladimir —dijo mi hermano un poco molesto antes de acelerar e irse de la casa cuando mi madre intentó acercarse.
Mi madre se quedó boquiabierta con los brazos en jarras viendo como Dominik se iba. Me sorprendía que mi hermano se haya revelado así, siempre era muy débil con ella.
—¿Qué le contaste? —le pregunté a Vladimir en un susurro, él me miró por unos segundos y negó.
—Nada... —dijo con determinación, vimos como mi madre regresaba enfurruñada a la casa.
—Mamá, ¿qué está pasando? —me apresuré a preguntar antes de que entrara aun sabiendo que era muy probable que no me lo dijera. Ella se puso un poco nerviosa.
—Nada, mi amor. No te preocupes... —contestó notablemente incómoda antes de huir hacia el interior de la casa. Agarré con fuerza a Vladimir cuando planeaba seguirla, él se detuvo y me miró interrogante.
—¿Tiene que ver con Tessa? —pregunté sin rodeos. El ruso puso la misma cara de terror que había tenido Dominik, sin duda eso fue lo que le contó a mi madre. —Dímelo, Vladimir. Recuerdo que dijiste que estuviste con Dominik los últimos tres meses...
—Tu hermano va a asesinarme después de esto —dijo con resignación después de unos minutos en silencio, le sonreí un poco.
—Por favor, dímelo —supliqué, él hizo una mueca y después de un rato asintió, sonreí. Quizás no es tan malo después de todo.
—Esta parte no se la conté a tu madre, pero todo comenzó una noche cuando a Dominik lo estaban siguiendo unos hombres...
Diez minutos después me encontraba mareado mientras Vladimir me sostenía. No podía creer todas las cosas que me había dicho. Dominik nunca haría algo tan desagradable. Simplemente no tenía sentido para mí.
—¿P-Por q-qué llegaron a e-ese extremo? —pregunté en un hilo de voz. ¿Qué llevaría a Dominik al extremo de hacer esas cosas?
—Lo hizo por Cameron —lo comprendí todo cuando dijo eso.
Dean
—¿Dylan y tú discutieron, es por eso que quieres irte?
"No, es porque tenía algo con su padre casado, el cual por cierto es uno de tus mejores amigos, y ah, él me engañó con su esposa, la cual es también tu mejor amiga... ". Quise decir aquello pero me contuve mientras veía a mi madre a través de la pantalla de mi celular.
—No, mamá... ya te dije, siento que necesito mi propio espacio...
—Nunca has estado solo, Dean, aún eres muy joven... —mi padre me interrumpió apareciendo detrás de ella, moví mi pierna con impaciencia y me mordí el labio inferior. Ahora mismo lo que más deseaba era que me abrazaran y me llevaran lejos de aquí. Pero están negados en dejarme ir, no puedo estar con ellos porque no viven en un lugar fijo, se la pasan viajando por trabajo todo el tiempo y no quieren dejarme solo.
—Pronto tendré 19 —murmuré un poco irritado, una sonrisa encantadora apareció en el rostro de mi mamá. Mi cumpleaños era la próxima semana, siempre me emocionaba cuando se acercaba la fecha, ahora todo me daba igual.
—Para nosotros todavía tienes cinco... —dijo mi padre burlón antes de alejarse, rodé los ojos.
—¿Qué quieres por tu cumpleaños? Si quieres ven a España de vacaciones, estaremos aquí hasta diciembre y dile a Dylan también...
Suspiré cuando mi madre comenzó a parlotear sobre comida ignorando por completo mis peticiones.
—¡Mamá! ¡Quiero irme de aquí! Eso es lo que quiero, no me interesa irme de vacaciones o mi cumpleaños, quiero irme... —la corté perdiendo la paciencia, supe que le había hablado muy mal cuando su rostro pasó de estar iluminado de felicidad a uno de mucha preocupación.
—Dean, cuéntame qué pasó..
No llores, no llores, no llores. Me repetí eso y miré al techo aguantándome las lágrimas. Quería abrazar a mi mami y que me consolara por todo el dolor que llevaba dentro, pero eso era imposible. Nunca entendería cómo me siento porque jamás le podría contar la verdad.
Aunque estuviera enojado y decepcionado de Robert, nunca buscaría venganza o algo así.
—Mamá, ya sabes que Robert y Celine acaban de tener una hija, no me siento muy cómodo viviendo aquí ahora que está toda la familia reunida, incluso Dominik vive aquí también. Ellos son una familia y yo soy... yo. Siento que molesto aquí, aunque quizás no sea así, pero es como me siento... entiéndeme por favor —expliqué con un tono algo suplicante, ella se quedó en silencio observándome, crucé los dedos. Gran parte de lo que había dicho era cierto. Vivir solo con Dylan era una cosa, me gustaba mucho hacerlo, pero ahora él tiene a su familia reunida, yo sobro en esta casa.
—Lo hablaré con tu padre... —casi chillo de la emoción cuando mi madre dijo eso un poco insegura y preocupada. —No quiero que te sientas incómodo en ningún sitio...
—Gracias. ¡Te amo, mamá! —dije sintiendo un atisbo de felicidad en mi interior, ella me sonrió dulcemente.
Luego de hablar con ella por unos minutos me recosté de la cama y me quedé pensativo. Mientras ellos lo discuten me iré a casa de Abigail por unos cuantos días.
Llevaba unas dos horas esperando a Vladimir para que me sacara de aquí. Me levanté y tomé la carta que le había escrito a Robert hace una media hora. Tenía dudas de si entregársela o no, pero sabía que lo mejor era hacerlo. En ella le pedía que me dejara marchar en paz y que siguiera con su vida. Si me largaba sin más podría desatar todo un caos y probablemente me encontraría en un santiamén con todos los lacayos que trabajaban para él. Como todavía mis padres no me habían dado el visto bueno, lamentablemente Robert era quien debía dejarme ir. Si le decía a mis padres que estaría en casa de Abigail se encontrarían demasiado extraño que tuviese tanta prisa por irme, y no quiero que indaguen mucho en este asunto.
Dejé la carta sobre una de las mesitas de noche. La puerta se abrió de la nada tomándome desprevenido, me asusté un poco por aquello y miré mal a Vladimir cuando se adentró en mi habitación.
—¿Es que en Rusia no tocan la puerta? —pregunté molesto a la vez que me levantaba de la cama, él soltó un silbido viendo mi habitación destrozada.
—Qué salvaje... —murmuró sorprendido avergonzándome un poco. —Vámonos rápido, Robert está aquí —me apuró viéndome serio, ignoré mis nervios y caminé con prisa hacia la puerta. ¿Y si me encontraba con él? —¡Corre, corre! —dijo bajando las escaleras, lo seguí tratando de no rodar por ellas.
—¡Mis maletas! —exclamé al verlas en el vestíbulo donde las había dejado tiradas, cuando intenté tomarlas Vladimir me lo impidió arrastrándome hacia la puerta, lo miré confuso.
—Te las enviaré luego, ¡no hay tiempo! —dijo corriendo.
—Pero... —él no me dio tiempo a reclamar cuando tras tomar unas llaves se subió a un Porsche descapotable blanco, él me miró con exasperación al notar que me quedé quieto. Ese era uno de los deportivos de Robert, ¿pretende sacarme de aquí disimuladamente en un auto tan llamativo? Y encima propiedad de mi carcelero...
—¿Vienes o no? —preguntó impaciente, sin pensarlo mucho me subí a su lado al escuchar a unos guardaespaldas acercándose.
—Solo era cuestión de tomar las maletas y ya... —dije algo molesto y con sospecha de que pasaba algo extraño, Vladimir me miró de reojo y comenzó a conducir, noté que reprimió una sonrisita.
—Nunca sabes en qué momento Robert puede aparecer... —se justificó un poco burlón, fruncí el ceño y me quedé analizándolo con la mirada. Había algo extraño con él, no sabía si se debía a algún trauma post-Robert pero me sentía desconfiado.
—¿Cómo sabes de nosotros? —pregunté seriamente, él se rio un poco mientras conducía por el camino que llevaba a la entrada principal.
—Te dije que lo sé todo, agáchate para que no te vean —dijo rápidamente cuando nos acercamos a donde estaban los estúpidos guardias que no me habían dejado salir antes.
Me agaché lo más que pude, sentí a Vladimir cubrirme con un saco. Quise matarlo cuando los restos de perfume del saco invadieron mis fosas nasales e hicieron que mis ojos se llenaran de lágrimas. Era de Robert.
—Hola, chicos. Saldré un rato a hacer turismo... —rodé los ojos al escuchar lo que le dijo a los guardias con un tono un tanto divertido. No creo que se traguen eso.
—Mmm...
Hubo un largo silencio por unos minutos, escuché los pasos de uno de los guardias alejarse y luego regresar, sudé frio. Era obvio que no se habían creído lo que dijo Vladimir.
—Está bien, ten mucho cuidado, Vladimir —me estremecí cuando el guardia habló, aquello había sonado como una amenaza. Algo estaba pasando frente a mis narices y no tenía ni idea de qué podría ser.
Vladimir avanzó cuando escuché la puerta eléctrica abrirse, después de unos segundos cuando imaginé que ya estábamos algo alejados de la casa me senté bien en el asiento del copiloto quitándome de encima el saco y lanzándolo a la parte trasera con molestia. Me estremecí en el asiento cuando toda mi piel se erizó por el viento.
—¿Cómo pudiste tomar este auto? —lo interrogué molesto, él me miró y luego al frente mientras sonreía. Sabía que por cuestiones de seguridad, los autos de Robert sólo podían conducirlos él, sus guardaespaldas o Dominik.
—Estoy trabajando para Robert.
—¿Qué? —mi tono fue gélido y cortante. ¿Es uno de sus hombres?
—Sí. Estoy dirigiendo a su grupo de seguridad con el tema de Mick y su hermano psicótico... —explicó él alzando un poco la voz para que pudiese escucharlo a través del viento, me crucé de brazos y lo miré de arriba abajo. Pues la verdad es que sí tenía pinta de trabajar de eso, parecía algún tipo de mercenario ruso.
—¿Y por qué me estás ayudando? —quise saber al no comprender por qué traicionaba a Robert si supuestamente trabajaba para él. Su mirada de compasión me sobrecogió un poco.
—Me imagino el infierno que debes estar pasando en esa casa, así que quise hacer una buena acción. Y no es que trabaje exactamente para él, más bien estoy ayudando a Dominik... —después de que dijera aquello mirándome de vez en cuando me relajé un poco pero no lo suficiente. Mi instinto me decía que tenía otras razones ocultas para ayudarme.
—Dame tu número. Te enviaré la ubicación del lugar —murmuré sacando mi teléfono. Agregué su número en cuanto me lo dio con una sonrisita y le envié la ubicación de la casa de Abigail.
Abrí por curiosidad su foto de perfil y no supe qué me sorprendió más, si verlo en una playa sonriendo y llevando solo un diminuto calzoncillo de baño o ver a su lado a Dominik con gafas de sol y lo que parecía ser una piña colada en sus manos, él llevaba un bóxer de baño más decente.
—Este no es el camino, ¿a dónde me estás llevando? —pregunté alarmado al levantar la vista del celular minutos después y ver que estábamos en una carretera vacía.
—Quiero mostrarte algo, tranquilízate, no voy a matarte —me puse nervioso cuando dijo aquello, sus ojos color miel se posaron en mí por un par de segundos. Por alguna razón en su mirada veía honestidad, sentí que no debía asustarme.
Él pisó el acelerador hasta el fondo, cuando el frío aire azotó mi rostro comprendí por qué se metía a la piscina congelada, sentí que revivía al sentir el frío en mi rostro y aire fresco llenar mis pulmones.
—¡ME GUSTA NADAR DESNUDO! —miré impactado al loco que tenía al lado cuando gritó eso con todas sus fuerzas, su acento lo hacía más gracioso, no pude evitar reírme al ver lo liberado que se lucía luego de aquello. —¡Grita, Dean! —exclamó mirándome, me rasqué la nuca con incomodidad y le sonreí nervioso. No estoy tan loco.
—¿Qué va a pensar la gente? —pregunté sorprendiéndome a mí mismo por ser tan tímido. Me entristeció caer en la cuenta de que hace meses no habría dudado en gritar y en seguirle todas las locuras a alguien como Vladimir. Pero ahora, es como si fuera otra persona, alguien más apagado y triste. Extraño ser quien era.
—Por aquí no hay gente, puedes ser tú mismo —las suaves palabras de Vladimir hicieron que se me encogiera el corazón. Ese era el problema, ya no sabía quién era.
Miré lo que nos rodeaba, solo se veían altos y enormes árboles a ambos lados del camino desierto, parecíamos estar subiendo por una especie de montaña.
—Sigo esperando a que grites —devolví la mirada a mi lado, Vladimir me miraba expectante, me reí sin ganas. ¿De verdad me hará gritar?
—¡Me gustan los tacos! —exclamé no tan fuerte, él se mostró exageradamente indignado.
—¿Llamas a eso un grito?
—No tengo ga...
—Te vas a sentir mejor después de hacerlo, ¡grita con fuerza! —me interrumpió con efusividad, me relamí los labios y respiré hondo. Tú puedes Dean...
—¡ME GUSTAN LOS TACOS! —grité tan fuerte que sentí mi garganta arder, Vladimir se carcajeó a mi lado, me reí un poco. Tenía razón, me sentí más liberado luego de aquello.
—Te llevaré a comer tacos más tarde —me avergonzó un poco aquello que dijo Vladimir mirándome.
Eché la cabeza hacia atrás y miré al cielo gris por unos largos minutos. Al estar lejos de aquella casa sentía que mi mundo tomaba un poco más de color, ya no solo veía tonos grises y fríos.
—Mira este lugar —seguí la mirada de Vladimir cuando dijo eso, me quedé boquiabierto al ver hasta dónde habíamos llegado.
Estábamos en lo que parecía ser una montaña alta despejada, lo sorprendente era la vista. Se veía casi toda la enorme ciudad a lo lejos, el aire aquí se sentía más limpio, no había humo ni ruidos indeseables de automóviles o de personas.
Salí del auto en cuanto Vladimir se estacionó y corrí por la tierra húmeda hacia uno de los límites de la montaña para tener una mejor vista. Abrí mis brazos y cerré los ojos sintiéndome bien. Por primera vez en días me sentía yo otra vez, le agradecí en silencio a Vladimir que me haya traído.
Cuando abrí los ojos lo vi recostado del auto mirándome con mucha atención y curiosidad, él sin decir nada se acercó y se paró a mi lado observando la ciudad.
—Puede que sientas que es el fin del mundo o que ya no volverás a ser feliz otra vez... pero Dean, eres muy joven... tienes toda tu vida por delante. Debes salir, ver el mundo, conocer nuevas personas, tener nuevas aventuras, amar, llorar, reír, equivocarte, triunfar... de eso se trata la vida.
Me quedé sin habla cuando Vladimir dijo aquello bajando la mirada a mi rostro, sus amables ojos miel se veían muy convencidos de lo que decía. Sus palabras fueron como una suave caricia a mi corazón, sentí que él era el primero en poner una vendita en una de las mil heridas que Robert abrió.
—Nunca tuviste intención de llevarme a donde Abigail, ¿cierto? —pregunté suavemente mirando la ciudad, él se rascó la nuca y me miró con una sonrisa de disculpa. Supe que esto no se trataba de una ayuda de escape permanente en cuanto él no me dejó tomar mis maletas.
—No puedo hacer eso, solo quería que salieras un rato...
—Gracias —dije sin molestarme por aquello. —Pero encontraré la forma de irme —añadí con seguridad, lo vi sonreír un poco. Había tenido sentimientos encontrados con Vladimir, aunque algo me decía que ocultaba cosas, me sentía a salvo a su lado. Con él tenía una sensación parecida a la que siempre me provocó Dominik. —¿Fue Dominik quien te pidió que hicieras esto?
—Se lo mencioné y estuvo de acuerdo, él habló con los guardias —sonreí un poco cuando él me confesó aquello un poco avergonzado. Sabía que Dominik había tenido algo que ver. Después de Robert, era Dominik quien controlaba a los demás.
—¿Y todo ese show de que me agachara...
—Había que hacerlo más creíble —respondió divertido, negué varias veces con la cabeza. Mi repentina felicidad se vio amargada cuando sin previo aviso a mis pensamientos llegaron recuerdos de Robert y yo haciendo el amor hace unos días. ¿Por qué tenía que pensar en eso ahora?
—Maldición —mascullé un poco molesto.
—Si quieres damos una vuelta por la ciudad —asentí rápidamente cuando sugirió aquello, él me sonrió y caminó de vuelta al auto, lo seguí en silencio. Me subí al auto sin molestarme en sacudir mis pies para limpiar un poco de la tierra que probablemente tenían mis vans, sonreí con maldad.
Diez minutos después estábamos de regreso en las calles de la ciudad. Miré a Vladimir cuando se detuvo en un café que reconocí de inmediato.
—Alguien me dijo que esta era la hora perfecta para tomar el té —dijo con un extraño tonito después de ver su reloj, arqueé una ceja y salí acompañándolo cuando bajó del auto. Las miradas no tardaron en llegar y no podía culparlos. Ya de por sí la altura de él llamaba la atención, agregándole también su curioso acento y debía admitir que Vladimir era un tipo bastante atractivo.
Entramos al café y nos sentamos en una mesa junto a los ventanales, busqué a Cameron con la mirada, ya que él trabajaba aquí. Sonreí levemente cuando el rubio salió por una puerta llevando una bandeja en sus manos.
—¡Cameron! —lo llamé agitando una mano, vi de reojo que Vladimir me sonreía. ¿Qué le pasa?
Cuando Cameron me notó sus ojos verdes se abrieron sorprendidos, lo vi acercarse tras dejar un café en una mesa, él venía con una sonrisa que fue sustituida por una mirada escrutadora al ver a Vladimir.
—Dean... y... ¿Samir? —preguntó con malicia, me reí y Vladimir lo miró mal. Se notaba que Cameron había dicho aquello a propósito.
—¿Estás viendo lo malo que es mi cuñado? —cuando Vladimir preguntó eso con burla me llevé una mano a la boca con sorpresa, en cambio el rostro de Cameron pasó a estar rojo. No supe identificar si de rabia o vergüenza, o quizás eran ambas. ¿Dijo cuñado? ¿Cameron y Dominik estaban juntos otra vez?
Me preocupé un poco mientras lo miraba. Ahora que yo estaba pasando por esto entendía mejor todo lo que sufrió y vivió el rubio hace unos meses y por qué dio un cambio tan drástico.
—Me alegra ver que estás mejor, Dean —dijo él con total honestidad, forcé una pequeña sonrisa.
Al escuchar muchos cuchicheos los tres seguimos las miradas de los demás. Lancé un silbido al ver a Dominik bajarse de una moto y entrar al local como si fuera el dueño, Cameron lo miró horrorizado por un segundo pero luego fingió molestia.
—Espero que no te moleste, Dean. Dominik estaba cerca y quiso venir —dijo Vladimir mirando a Cameron con una sonrisa malvada, me encogí de hombros restándole importancia.
—S-Si no van a p-pedir nada...
—¡Yo quiero un café con leche! —exclamó el ruso emocionado. ¿No que había venido a tomar el té?
—Vladimir, Dean... —dijo Dominik como saludo acercándose a la mesa, Vladimir y yo nos quedamos impactados cuando ignoró por completo a Cameron y se sentó a mi lado para luego tomar el menú con despreocupación.
Cameron lo miraba fijamente, se veía igual de sorprendido que nosotros y un poco dolido también.
—Lauren los atenderá, tengan un buen día —dijo el rubio halando por un brazo a una mesera que pasó a nuestro lado, ella nos sonrió incomoda y confundida. Cameron nos dio una última mirada y se alejó con algo de prisa, noté que caminaba un poco raro. Dominik se quedó viéndolo por unos segundos, aunque su expresión era seria, por la forma en que sus ojos grises brillaban mientras veían al rubio marcharse con un poco de ternura supe que él estaba indudablemente enamorado.
—Ay, el amor es a veces tan complicado —suspiró Vladimir sonriéndole encantado a la mesera quien se sonrojo notablemente. —¿Y tú vives por aquí, Lauren? —fue difícil reprimir una sonrisa cuando el ruso le preguntó aquello casualmente como si la conociera de toda la vida.
—S-Sí...
—No la acoses, Vladimir —dijo Dominik pasándose una mano por el cabello, la chica casi se desmayó al verlo, fruncí un poco el ceño. —Quiero un café solo... —añadió el castaño viendo el menú y luego a la chica. Cuando Dominik le sonrió ella soltó un suspirito que me incomodó un poco por alguna razón. ¿Dónde se metió Cameron? Me pregunté mirando alrededor pero el rubio había desaparecido. —Y si un extraño te hace preguntas personales, no le respondas... quién sabe si planea secuestrarte —Dominik dijo aquello último pasando la mirada a Vladimir, su tono había sido frío y sarcástico. Vladimir hizo una mueca de exasperación, parecía un niño regañado. Por cómo se miraron supe que se habían dicho algo entre líneas que no comprendí.
Varios minutos después sentí mi celular vibrar así que lo miré y abrí rápidamente el mensaje que mi madre me envió.
"Te dejaremos vivir solo por un mes, dependiendo de cómo te vaya y cómo te adaptes veremos si puedes hacerlo por más tiempo o no. Esto solo será hasta que tu padre y yo nos establezcamos permanentemente el próximo año después de terminar unos proyectos, entonces vivirás con nosotros".
—¿Buenas noticias? —levanté la mirada cuando Vladimir me habló, asentí levemente, había comenzado a sonreír sin darme cuenta. Vi de reojo que Dominik me estaba observando.
—Me mudaré pronto —dije bastante tranquilo, ellos se sorprendieron un poco pero me sonrieron levemente segundos después.
—¿Y a dónde iras? —quiso saber el ruso a la vez que la mesera llegaba con nuestra orden.
—Todavía no lo sé, debo buscar lugares y todo eso... —contesté en voz baja. Sentí mucho dolor al recordar cómo Dylan y yo habíamos estado durante meses buscando apartamentos antes de mudarnos juntos. Extrañaba demasiado hablar con él. Una parte de mí sentía que Dylan era mi otra mitad, el hermano que nunca tuve. —¿Y Dylan? —le pregunté a Dominik en un impulso, él bajó su café luego de darle un sorbo.
—En la casa... —respondió con calma, me sonrojé un poco. Era obvio que estaba en la casa a estas horas. ¿Dónde más va a estar? Dominik me sonrió levemente.
—Iré al baño un momento —dije levantándome, luego de que asintieran caminé hacia el baño en silencio. Me desvié al ver a Cameron salir de la cocina.
—¿Todavía siguen aquí? —preguntó en voz baja con molestia viendo de reojo hacia donde estaban Dominik y Vladimir, me senté en la barra frente a él.
—No hace ni veinte minutos que llegamos —respondí confundido, él resopló y comenzó a limpiar un vaso con mucha fuerza, su mirada estaba clavada en mí.
—¿Estás bien?
Esa pregunta me resultó un poco amarga, como pude asentí y forcé una sonrisa. Aunque me sentía mucho mejor, todavía tenía un vacío horrible en el corazón.
—Con el tiempo va a mejorar, créeme —dijo con compasión. Entendía por qué lo decía tan convencido, él pasó por mucho dolor cuando el amor de su vida, aunque no quiera aceptarlo, se fue lejos. Pero no era lo mismo que ser traicionado frente a tus propias narices, hubiese preferido un millón de veces que Robert se hubiera marchado a que hubiese besado a Celine. —La casa invita —le sonreí cuando puso frente a mí un platito con galletas.
—Si Dominik te hubiese engañado, ¿crees que seguirías amándolo como lo haces? —pregunté por pura curiosidad mientras tomaba una de las galletitas, rodé los ojos cuando se mostró molesto.
—Yo no amo a ese idio...
—Cameron —lo interrumpí y lo miré con cara de póker. ¿En serio iba a negármelo a mí? Él me miró mal y tras unos segundos suspiró y miró hacia donde estaba Dominik.
—No lo sé, Dean... ni siquiera puedo imaginarme eso —contesto con honestidad devolviendo la mirada hacia mí, sonreí un poco sintiendo algo de envidia. Dominik nunca le sería infiel, incluso ahora que no estaban juntos. ¿Por qué el padre no pudo ser aunque sea un poco parecido al hijo? —Olvídalo, si puedo imaginarlo —agregó Cameron en un gruñido, seguí su mirada y quise reírme al ver que estaba molesto porque Dominik le sonreía a una chica que se había acercado a su mesa.
—Dominik solo tiene ojos para ti —murmuré levantándome del banquillo, él me miró extrañado.
—Dylan me dijo algo parecido, creo que están equivocados... —contestó pensativo, me tensé un poco al escuchar el nombre de Dylan, él pareció notarlo ya que hizo una mueca. —Dean... Dylan nos contó todo a Abigail y a mí para que te ayudáramos. El día que él vio a sus padres... ya sabes besándose, vino aquí buscando mi ayuda, él estaba muy preocupado porque no sabía cómo contártelo, dijo que no tenía valor para lastimarte diciéndote eso... quizás no te lo contó de inmediato porque accidentalmente lo drogué con una malteada y Dominik y yo tuvimos que cuidarlo casi toda la noche porque estaba muy mal... si no me crees puedes hablar con el director, Dylan le envió muchos mensajes de voz cuando estaba así, aunque la mayoría no se entiende nada, en muchos otros estaba llorando diciendo que no sabía qué hacer, que te sentirías demasiado mal, que los odiarías a todos, que nadie en esta vida te merecía y muchas cosas que no entendí en el momento porque no sabía sobre tu relación. En fin, fue todo un desastre, las cosas se complicaron ese día... pero sé que Dylan no quiso traicionarte o algo así...
Me quedé estupefacto escuchando todo aquello, Cameron me miraba con seriedad, creí en sus palabras. Un pequeño sentimiento de alivio me acogió. Sabía que Dylan no quiso hacerme daño, pero aún así me dolió que no me contara todo de una vez, también estaba el hecho de que nunca mencionó que la bebé era de Robert. Me crucé de brazos, lo dejaré sufrir un par de días más. Se lo merece.
—¡Cami! — los dos miramos hacia la puerta cuando un fornido chico pelirrojo entró sonriente y se acercó con prisa a Cameron al verlo, el rubio lo saludó sorprendido. Los dos comenzaron a hablar entre ellos muy animados, por lo que escuché van al mismo gimnasio. Al sentir una vibra negativa más allá suspiré y tomé otra galletita.
—Adiós, Cameron —dije caminando de regreso hacia mis acompañantes, Dominik miraba hacia Cameron y el chico, su expresión era indiferente, pero sus ojos... su mirada era fría. Deseé tener una cámara profesional en mano para tomarle una foto y capturar su intensa mirada.
Les pediré una de regalo a mis padres por mi cumpleaños. La fotografía siempre había sido uno de mis hobbies, hasta que mi última cámara se me cayó en la playa y se destruyó.
—¿Nos vamos antes de que esto se vuelva una escena del crimen? —preguntó Vladimir riéndose y levantándose, asentí de acuerdo con él. Dominik se terminó su café con toda la calma del mundo y se levantó.
—Adelántate, Vladimir... —los dos lo miramos extrañados cuando dijo eso viéndome a los ojos, Vladimir asintió y salió del local con algo de duda, miré a Dominik, el cual tenía sus ojos grises en mí. —Dean, si te quieres ir de la casa desde hoy me lo puedes decir, me dijeron que te quieres ir con Abigail, puedes hacerlo, si no, tengo un apartamento en la ciudad donde puedes quedarte hasta que busques otro lugar, pero no quiero que te quedes en la casa contra tu voluntad, no voy a permitirlo...
Mis ojos se llenaron de lágrimas cuando Dominik dijo aquello, en sus ojos se veía la empatía, él me miraba como si supiera exactamente cómo me sentía. No pude evitarlo y lo abracé mientras lloraba, cuando sus brazos me rodearon más lágrimas salieron de mis ojos. Me alegró sentir y saber que él me apoyaba de esa forma aun yendo contra su padre. Cameron no tiene ni idea de la suerte que tiene.
—Puedes con esto y con más —susurró en mi oído antes de alejarse un poco y sonreírme, le sonreí de regreso mientras me limpiaba las lágrimas. Él dejó dinero sobre la mesa y revolvió mi cabello un poco. ¿Qué tanto te costaba ser así, maldito Robert? Me pregunté con rabia. —Vamos —dijo ahora dirigiéndome hacia la puerta. Cuando me di la vuelta me encontré con la fija mirada de Cameron, se veía un poco preocupado, le sonreí levemente y me despedí agitando una mano.
Cuando él me devolvió el gesto miró a Dominik con molestia, pero Dominik ni siquiera lo miró al abrirme la puerta para que saliera, lo último que vi fue la sorprendida expresión del rubio.
—Eres muy malo... —lo regañé cuando estuvimos afuera, él se rio un poco y miró hacia el café.
—Quiero ver cuánto aguantará con esa actitud... —susurró aquello pero alcancé a oírlo. —Me escribes si decides quedarte en mi apartamento, ya le dije a los guardias que pueden dejarte salir... —dijo tomando el casco negro de su moto, asentí agradecido. Había algo que quería hacer antes de irme...
—Me iré a tu apartamento, no quiero sentir que molesto en casa de Abigail... pero primero quiero arreglar unas cosas... ¿mañana estaría bien? —pregunté con duda, él me miró intrigado, probablemente le sorprendió ver que no me iría de una vez.
—Claro. Mandaré a alguien para que llene la nevera y la despensa, todo está vacío porque nunca estoy allá... —contestó pensativo, sonreí un poco y le di otro abrazo en un impulso, él se rio y me correspondió.
Me despedí de él y tras verlo ponerse su casco e irse a toda velocidad en su moto caminé hacia donde había estado Vladimir esperándome recostado del auto.
—¿Ya? Tenían que quedarse hablando por cinco años más, casi me salen canas aquí parado... —se quejó infantilmente entrando al auto, me subí a su lado ignorando sus palabras.
Mañana era la fiesta que harían para Dahlia y yo iría a esa fiesta. Quería ver por última vez a la perfectamente falsa familia feliz, necesitaba grabarme con fuego esa imagen en la cabeza para usarla cada vez que quiera volver a llorar por Robert o si en algún momento me pasaba por el pensamiento la horrible idea de perdonarlo por lo que hizo.
Sonreí. Creo que no solo él se llevará una gran sorpresa al verme allí. Probablemente está esperando que me quede llorando en mi habitación encerrado como rapunzel lamentando mi vida.
—Detente en esa tienda, por favor —le pedí al ruso señalando la lujosa tienda de trajes que había en una esquina, Vladimir me miró un poco sorprendido pero se detuvo.
Me bajé del auto y entré a la tienda rápidamente. Una chica vestida de negro se acercó a nosotros y nos miró de arriba abajo con una sonrisa, cuando vio por los ventanales el tremendo auto en el que andábamos su sonrisa se ensanchó, casi veo el signo de dinero en sus ojos.
—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarlos? —preguntó aun sonriente, miré alrededor los elegantes trajes que había en exhibición, eran de todos los colores y telas.
—Quiero que me hagan un traje a la medida —dije pasando de ella y sentándome en un sillón que había a un costado, Vladimir me imitó aun viéndome fijamente, seguro trataba de descifrar qué tramaba.
—Excelente, tenga nuestro catálogo donde podrá elegir el color y el estilo, luego le mostraremos las telas y tomaremos sus medidas —explicó la chica tomando un catálogo de la mesa que adornaba el centro, lo tomé y hojeé las páginas con atención, Vladimir también estaba mirándolos.
Aceptamos la copa de champagne cuando otra chica se acercó ofreciéndonoslas.
—Es un menor —asesiné a Vladimir con la mirada cuando dijo aquello divertido antes de tomar un sorbo de la copa, me bebí todo de golpe cuando vi que la chica tenía intenciones de quitármela, ella sonrió apenada y se llevó la copa vacía.
—¿Para cuándo quiere su traje? Lo mínimo son tres días de antelación...
—Lo quiero para mañana —dije sonriendo, la chica me miró como si estuviera loco.
—Eso es imposible...
—Entonces no tenemos nada que hacer aquí —respondí levantándome, Vladimir se levantó bebiéndose rápidamente lo que quedaba en su copa, vi gotas de sudor bajar por la frente de la chica, se veía preocupada.
—Yo haré tu traje para mañana.
Todos miramos hacia la izquierda cuando un alto hombre peligro de ojos cafés y extravagantes lentes rojos se acercó, supe que era el sastre al ver la cinta métrica que traía alrededor del cuello y lo perfecto que era el traje que llevaba puesto, sonreí.
—Perfecto —dije acercándome.
Robert
Cuando era un adolescente siempre deseé llegar a ser una persona importante que no dependiera de nadie y que pudiese darle la mejor de las vidas a su familia. En el ámbito profesional había llegado más lejos de lo que alguna vez imaginé. ¿Pero a qué costo? No podía crucificar a Celine por ser del modo que era actualmente, yo también tuve mucha culpa en aquello. Me enfoqué tanto en el trabajo durante gran parte de mi vida, descuidándola a ella y a Dominik, y las consecuencias eran actualmente incalculables. Antes no sabía el porqué del cambio tan radical que dio aquella dulce chica de la que me enamoré. Intenté por mucho tiempo encontrar la razón, le supliqué que me dijera durante años pero nunca quiso confiar en mí. Tampoco pude averiguarlo por otras fuentes, porque aquello era un secreto que guardaban ella y el desgraciado que me la arrebató.
Personalmente me encargaría de que Mick se pudriera en la cárcel aunque aquello molestara a Celine. Sabía que su sed de venganza no se saciaría hasta que él estuviese enterrado bajo tierra. Pero yo creía firmemente que estar privado de su libertad sería el castigo perfecto para el narcisista que era aquel hombre.
Observé el gran cuadro familiar que había en una de las paredes de mi oficina. El contraste de mis dos hijos me resultaba doloroso de ver. Mis ojos fueron al mayor de ellos. Dominik era frío y extremadamente calculador, igual que su madre, la cual quiere exculparse de la personalidad tan gélida que tenía nuestro hijo. Recuerdo como si fuera ayer lo dulce que era Dominik antes de que ella lo envolviera en un mundo al que no pertenecía. Cuando quise darme cuenta ya era demasiado tarde. Siempre le guardaría rencor a Celine por haber expuesto a nuestro hijo a cosas tan traumáticas siendo tan pequeño. ¿Qué diablos tenía en la cabeza? Aunque algo me decía que no todo estaba perdido con Dominik, él podía pasar de apuntarle fríamente a alguien a ser la persona más cariñosa y cálida con sus hermanos.
Mi mirada fue ahora a Dylan, él era quien más sonreía en el cuadro. Siempre tuve una debilidad por él. Siempre hice un gran esfuerzo por protegerlo y darle el cariño que su madre le negó por tantos años. Él era todo lo contrario a Dominik y a su madre, siempre fue muy cálido, expresivo y sentimental. Sabía que no podía llevarme todo el crédito de eso... No cuando tuvo a aquel otro niño con él.
Traté de no pensar en el causante de mis recientes dolores de cabeza e insomnio.
Abrí uno de los cajones de mi escritorio y saqué un pequeño álbum de fotografías que guardaba allí. A veces me gustaba verlo y recordar. Sentía que la vida pasaba demasiado rápido y que no me quedaba más que observar en silencio cómo se me escapaba entre los dedos.
Sonreí nostálgico al ver que la primera foto que aparecía era una de Dylan completamente desnudo cuando era un bebé mientras Celine lo bañaba. Aunque la mayor parte del tiempo era fría con él, recuerdo que muchas otras veces demostraba lo mucho que le importaba su hijo. Como aquella horrible noche que nunca olvidaré...
—Estoy embarazada.
Al escuchar a mi hermosa esposa decir aquello mi corazón se rompió como nunca antes. Siempre me había mantenido fiel a ella. Para mí, era el amor de mi vida. Sabía que ninguna mujer podría siquiera llegarle a los talones, pero sobre todo, mantenía la tonta esperanza de que regresara aquella niña dulce que conocí a los diez años y que hoy en día era la madre de mis hijos. Pero esas esperanzas se fueron a la basura y me sentí como un idiota después de escuchar eso. Para buen entendedor pocas palabras. Sabía que el bebé que llevaba dentro no era mío. ¿Cómo iba a serlo si no me dejaba siquiera ponerle un dedo encima cuando estábamos a solas? Me enfurecía pensar que dejó que otro la tocara mientras que a mí parecía tenerme miedo.
Sus ojos grises me miraban con dolor, me reí con amargura. Era una desgraciada y yo un imbécil rendido a sus pies. Ni siquiera tenía idea de que tuviese un amante. Me pasaba todo el día trabajando y cuando llegaba a la casa pasaba algo de tiempo con Dylan, el único que parecía tener tiempo para mí. Celine y Dominik siempre estaban en el propio mundo que construyeron para ellos.
¿Qué se supone que debería hacer? ¿Pedirle el divorcio? ¿Dejarla marchar con su amante? ¿Me merezco todo esto? No entiendo qué clase de karma vine a pagar en esta vida. Me he matado trabajando día y noche para tener a esta mujer viviendo como una reina y viene y me paga de ese modo.
No podía dejarla ir. Mi amor por ella no era ni la mitad del que sentía hace unos años, pero aún así seguía queriéndola. Sentía la necesidad de protegerla de todo el mundo aun sabiendo que me había sido infiel y que iba a tener al hijo de otro. ¿Qué tan tonto era eso? No soportaría que la gente murmurara y esparciera rumores sobre ella si se sabía que llevaba un hijo de otro hombre y sobre todo, no quería que mis hijos pasaran por aquella vergüenza.
—¿De quién es? —quise saber. ¿Ella cambió conmigo por ese amante suyo? ¿Qué hombre me había robado a la mujer de mi vida? Su expresión triste pasó a ser fría y molesta. ¿De verdad tuve esperanzas de que esta perra fría desapareciera y volviera a ser la Celine que amé?
—No te importa —respondió con desdén, no aguanté mi furia y le agarré el brazo con fuerza cuando quiso marcharse así como si nada luego de haber soltado esa bomba con tanta insensibilidad, como si yo no tuviese sentimientos o un corazón. Ella me mantuvo la mirada con la frente en alto. Me sorprendió que no me apartara como siempre lo hacía cada vez que me acercaba demasiado. —¿Quieres el divorcio, Robert? —su pregunta burlona me hizo sonreír un poco con amargura, al ver el miedo cruzar sus ojos sentí que me estaba ocultando algo más importante detrás de aquella pantalla de indiferencia que mostraba.
—Sí, lo quiero —mentí para ver su reacción, ella me miró estupefacta, cuando sus ojos se llenaron de lágrimas por un momento me pareció ver a la chica indefensa que era cuando nació Dylan.
—¿Papá? —miramos hacia la puerta, allí estaba nuestro hijo menor mirando con horror como tenía a su madre agarrada, me apresuré en soltarla, dejando a la vista una marca roja que rodeaba su brazo. Esa era la primera vez que la tocaba con violencia, siempre discutíamos pero nunca había ido más allá. No sería capaz de alzar mi mano contra ella. Nunca.
Ella se sentó en un sillón un poco desubicada mientras miraba al piso, sabía que corría de la mirada preocupada de Dylan. Siempre huía de él o lo trataba con frialdad por alguna razón que nunca comprendí. Debía alejar a mi hijo de esa mujer, ya no la reconocía. No sabía de qué podría ser capaz.
—Dylan, espera afuera...
—Pero...
—Dylan —lo interrumpí. Él me miró con el ceño fruncido, no me sorprendió que entrara en la habitación ignorando mi orden. Lo observé acercarse con cautela a su madre. Dylan me recordaba a la antigua Celine, eran dos gotas de agua de lo parecidos que eran. Tan rebeldes, llenos de vida, tan tímidos y expresivos...
—¿Mamá? —dijo con duda, Celine levantó la mirada del piso y la clavó en él, era una mirada indiferente.
—No pasa nada, Dylan... —respondió ella cortante con una sonrisa falsa, Dylan suspiró y luego caminó hacia la puerta arrastrando los pies, se veía un poco dolido por la forma en que su madre le habló.
—Hoy dormiré en la casa de Dean —dijo antes de salir y cerrar de un portazo. Sabía que siempre que discutíamos él se iba a dormir a la casa de su mejor amigo y no podía culparlo por querer alejarse de este ambiente tóxico.
Dean. No estaba ciego ni era estúpido, sabía que le atraía al mejor amigo de mi hijo. Aquello me resultaba gracioso, pero no provocaba en mí más que gracia y algo de ternura. Sabía que era solo alguna fantasía adolescente que él tenía, aquello no podía ser nada más, era imposible que realmente estuviese enamorado de mí. Nunca se me había cruzado por la cabeza la idea de darle esperanzas o de tener algo con él. Tenía mil razones para ignorarlo y ni una sola para hacerle caso a su atracción. Nunca me aprovecharía de él, era todavía un niño que no tenía claro lo que quería. Además de que era ilegal y que se trataba del mejor amigo de mi hijo, no podía ver a nadie más mientras tuviera a esa fría mujer en frente...
Celine era la mujer más hermosa que había visto en mi vida. Su cabello largo, su tersa piel, sus largas y estilizadas piernas, su curvilíneo cuerpo, sus carnosos labios rojos, sus ojos grises, todo en ella me robaba el aliento. Siempre me había hipnotizado su belleza. Su antigua personalidad dulce me enamoró pero esta reina del hielo en que se había convertido me volvía loco en todos los sentidos. Me hacía perder la cabeza de la rabia y la exasperación, pero también volvía loco a mi corazón.
Pero ahora esa fría mujer estaba embarazada de otro.
—Dylan se irá a vivir a otra ciudad —le dije mientras me acercaba a la ventana ignorando el dolor que me produjo recordar su traición. Ya había pensado antes en aquello, los padres de Dean me habían comentado que como no podían estar todo el tiempo con él habían pensado en mandarlo a vivir con su tía, la cual el chico odiaba hasta más no poder según me dijeron. De inmediato pensé en lo mal que lo pasaría Dylan sin su amigo, quien había sido su salvavidas todo este tiempo.
—No te dejaré hacer eso —me giré al escuchar ese tono tan cargado de odio, Celine me miraba como si quisiera saltar sobre mí y arrancarme los ojos. Parecía una leona protegiendo a sus crías. Sonreí con sorna.
—No estás en posición de prohibirme nada —respondí cortante acercándome a ella, agarré su rostro con una mano y le apreté un poco las mejillas viendo las lágrimas agruparse en sus ojos. —¿Por qué lloras si lo tratas tan mal? —pregunté confundido, ella cerró los ojos con fuerza pero no pudo contener más las lágrimas cuando los abrió. No entendía su comportamiento. —Si nos divorciamos, ¿a quién crees que le darán la custodia de los chicos después de tu infidelidad? —la rabia se apoderó de ella al escucharme, me apartó con violencia como siempre lo hacía, suspiré.
—No vas a alejar a Dylan de mí, ¿a dónde quieres mandarlo? ¿Y con quién? —preguntó muy alterada y rabiosa, hice caso omiso a sus palabras.
Tomé mi celular y le escribí un rápido mensaje al padre de Dean explicándole la idea que tenía, casi de inmediato recibí una respuesta de su parte. Estaba encantado con la idea de dejarlos vivir juntos. Aquello sería matar dos pájaros de un tiro, por un lado alejaría a Dylan de esta mujer y por otro me libraría de las miradas soñadoras y lujuriosas que me dedicaba Dean. Estar lejos de mí lo ayudará a encontrar su propio camino y quizás incluso encuentre a alguien de su edad que pueda darle el amor que merece.
—No me ignores, Dylan es mi hijo, no puedes hacerme esto...
La miré con incredulidad, ella parecía haber salido del papel de perra malvada, en cambio se veía completamente destrozada, negué lentamente. No podía dejar que Dylan siguiera soportando los cambios irracionales de su madre.
—Se irá... —dije sin ningún titubeo, ella comenzó a llorar desconsoladamente pero no me importó.
Busqué rápidamente el número telefónico de William Collins, aquel joven hombre que conocía desde hace años. La primera vez que lo vi fue cuando me invitaron a dar una charla en la universidad donde él había estudiado, rápidamente nos hicimos grandes amigos. Will era un genio, siempre estuvo más adelantado que todos los de su generación. No llegaba a los veinticinco y ya era director de uno de los institutos más prestigiosos del país. Nada de eso me sorprendía. Pero, aunque era un intelectual la verdad es que era un tipo de moral dudosa, era joven y le gustaba disfrutar su vida, pero rayos, a veces se pasaba de libertino. Will era inteligente pero mujeriego hasta decir basta.
—¡Will! —lo saludé en cuanto contestó, vi de reojo la mirada asesina de Celine. Probablemente ya se dio cuenta de que iba muy en serio lo de mandar lejos a Dylan. Le pediría a Will que cuidara de él.
Regresé a la realidad y resoplé. Mi vida había dado muchos giros inesperados. Le había dado demasiada confianza a Will. Le dije que cuidara a Dylan y terminó engatusándolo para que estuviera con él. Al principio me molestó en sobremanera todo aquello, pero debo admitir que Will se ha estado comportando y no me quedan dudas de que realmente ama a mi hijo. Pero definitivamente el premio al cambio más inesperado se lo llevaba Dean...
Dean se había metido en mi cabeza, en mi corazón y en mi cama, haciéndome traicionar todos los principios y valores que creí tener alguna vez. Estaba pasando por un oscuro momento cuando todo este desastre comenzó, la traición de Celine me había destruido por completo. Fue muy difícil tener que aparentar estar bien, seguir mi vida como si nada y fingir tener un matrimonio perfecto cuando la realidad es que no podía siquiera verme al espejo. No soportaba ver en lo que me había convertido. Odiaba la mentira en la que vivía por culpa de aquella maldita mujer que no podía dejar sola...
Hasta que comencé a notar mejor los inocentes ojos cafés cargados de amor y la dulce sonrisa que alguien me había estado dedicando durante años, diferentes a los fríos y despiadados ojos grises que me recibían al llegar a casa.
Celine tenía razón en algo. Si nunca hubiese creído que ella me engañó, jamás me habría fijado en Dean. Pero, se equivocaba al afirmar con tanta seguridad que no sentía algo real por él. Puede que ella hubiese sido la clave para dejar que aquel adolescente se acercara, pero él y solo él habían conquistado mi corazón. Siempre estuve agradecido en silencio por como él ha estado presente en la vida de Dylan protegiéndolo de todo y de todos, pero... Yo realmente no conocía a Dean.
Nunca me había sentado a hablar con él por más de diez minutos hasta hace unos meses, su timidez no lo dejaba hablar conmigo más que cosas superficiales. No sabía lo que le gustaba, no sabía cuáles eran sus hobbies, no sabía cómo se comportaba cuando nadie lo veía, no conocía sus manías, no sabía que le gustaba bailar a escondidas, o que le gustaban los libros de fantasía, no sabía que le aterraban los hospitales, no sabía cómo arrugaba su nariz cada vez que algo le molestaba demasiado, no sabía que le gustaba el café con diez kilos de azúcar, no sabía que adoraba las gomitas dulces y que lo ayudaban a calmar su ansiedad, no sabía que se quedaba dormido fácilmente si le acariciabas el cabello, tampoco sabía que odiaba cuando su cabello se rizaba haciéndolo lucir más adorable de lo que ya era. A pesar de que nos conocemos desde hace años, no sabía nada sobre él, todo eso lo aprendí en los pocos meses que duró lo nuestro.
Lo correcto sería dejarlo ir, alejarlo de mí lo más que pueda. Las cosas que sentía y que siento por él estaban mal, siempre estuvieron mal. Dean era todavía demasiado pequeño para saber qué quería, siempre lo visualizaba en unos años arrepintiéndose de haber perdido tiempo de su vida con un hombre mucho mayor que él. Él debía disfrutar de su juventud y yo no debí haberme metido nunca en su vida quitándole la inocencia que me había ofrecido en bandeja de plata. Sus ojos nunca me habían mostrado duda, siempre pareció estar muy seguro de que quería estar conmigo pero yo era el adulto, yo debía frenar todo aquello desde antes que comenzara. Pero no lo hice... Y por desgracia, una parte de mí no se arrepentía.
Era aquella parte que creía que había muerto junto con la antigua Celine pero no, revivió con él. Dean me hacía sentir que volvía a ser un adolescente, me mostraba que la vida era más que el trabajo y que los problemas. Su bondad y gran corazón me tenían cautivados, pero había algo oscuro en todo aquello que me había negado a aceptar hasta hace poco.
Algunas veces la veía a ella en él.
Dean provocaba en mí sentimientos agridulces. Muchas veces, cuando él hacía alguna tontería o me miraba con tanta adoración estando entre mis brazos me parecía estar viendo a la que fue el amor de mi vida en mi juventud. Dean y la Celine de antes eran algo parecidos. No en lo físico pero sí en la personalidad. Eran tan rebeldes pero a la vez podían llegar a ser tan tímidos, eran berrinchudos, pero sobre todo, los dos me miraban como si dependieran de mí o como si no podían vivir sin mí. Antes pensé que me había dejado llevar por aquello, porque él me recordaba a Celine, quería justificar mis acciones con lo que sea, con lo primero que se me ocurriera. Pero sabía que no era así, las diferencias entre ellos eran más que las coincidencias.
Celine siempre tuvo oscuridad en su interior, desde pequeña había sido muy vengativa. Recordé cuando teníamos once años y ella le llenó la boca de tierra a una niña que me confesó su amor, la niña casi muere asfixiada pero la misma Celine la había salvado a tiempo, no lo hizo porque se arrepentía, lo hizo para torturarla y darle alguna especie de sádica lección. Ninguna chica se atrevía a acercarse a mí por los rumores que había en torno a Celine, de que las lastimaría. Aunque siempre nos burlábamos de eso, sabía que aunque sea un mínimo porciento de aquello era verdad. Pero estaba tan enamorado de ella que nunca me importó. No me interesaba conocer a nadie más.
Dean nunca pondría en peligro la vida de alguien. Esa era la diferencia más grande que tenían él y la antigua Celine, el corazón de Dean no albergaba ni un poco de maldad o de sentimientos de venganza.
Por eso me parecía innecesario lo que Vladimir Sokolov estaba haciendo.
Me quité los lentes y bostecé a la vez que dejaba de lado el álbum de fotos y los documentos que ya había estado firmando antes. Llevaba horas leyendo y revisando todo de principio a fin. Me enfrasqué en el trabajo para no pensar en todos los problemas que tenía.
—Cancela la reunión que tengo esta noche, reprográmala para mañana... —le ordené a Bella cuando abrió la puerta minutos después, la peligra asintió y salió de mi oficina llevándose el celular al oído.
Bella era una de mis guardaespaldas pero últimamente le daba más tareas de asistente que de otra cosa. Necesitaba una secretaria, llevaba años sin tener una, todas renunciaban en cuanto Celine pisaba mi oficina y hablaba con ellas. Solo se atrevieron a quedarse a mi lado las chicas de seguridad que eran lo suficientemente duras como para no sucumbir ante la complicada y posesiva personalidad de la mujer con la que estaba casado.
Recordé cómo la besé hace unos días. No he podido dormir bien desde entonces. ¿Por qué diablos hice eso? Todavía no terminaba de comprenderlo del todo.
Mentiroso. Sí lo sabía.
Amaba a Dean. No quería seguir mi vida sin él en ella. Pero una parte de mí seguía aferrada al pasado. Me tenía muy confundido conocer finalmente las razones del cambio de Celine y saber que nunca me había traicionado con Mick, me alegró demasiado saber que Dahlia era mi hija. Pero todo aquello me tenía la cabeza hecha un lío. Ya no sentía lo mismo por Celine, eso era verdad. Pero no todo se había desvanecido... Una parte de mi corazón seguía perteneciéndole. Pero mi amor por Dean era superior, o eso creía.
No sabía muy bien cuál de los dos sería mi perdición, si el adolescente que me enloquecía con su inocente sonrisa o la psicótica que le disparaba a la gente sin siquiera pestañear.
Me levanté de la silla y me acerqué a una de las ventanas al escuchar a lo lejos el motor de mi deportivo blanco, miré rápidamente el reloj en mi muñeca y fruncí el ceño. Habían estado más de tres horas afuera. ¿Qué tanto habían estado haciendo? No me negué cuando Dominik me había dicho horas antes que dejaría que Vladimir y Dean salieran un rato. Sabía que aquello ayudaría a que Dean despejara su mente, además sabía que no podría intentar escapar de Vladimir.
Mi propio egoísmo me tenía sorprendido. No quería que Dean se fuera de la casa aun sabiendo que era lo mejor para su corazón y su mente. Pero dejarlo ir significaría aceptar que todo esto había terminado.
Observé el auto acercarse a lo lejos, sonreí un poco al ver a Dean sentado en él, se veía más calmado ahora, una pequeña sonrisa asomaba su cansado rostro. Verlo me hacía sentir culpable, sus ojeras me decían que llevaba días sin dormir bien al igual que yo, la tristeza en sus ojos me recordaba cada estupidez que había cometido contra su dulce corazón.
Como si hubiese sentido mi mirada, él levantó la vista y miró hacia acá, mi corazón dio un vuelco cuando sus ojos color café me miraron sorprendidos, la pequeña sonrisa que había tenido se desvaneció poco después, observé cómo se mordió el labio probablemente aguantándose las ganas de llorar. Él salió rápidamente del auto y entró en la casa huyendo de mi mirada seguido por Vladimir, el mejor amigo de Dominik.
Me quedé viendo hacia afuera por un largo rato hasta que poco tiempo después el sonido de toques en la puerta me hizo reaccionar, al ir hacia ella y abrir no me sorprendió encontrarme con Dominik y Vladimir.
—Pasen —dije caminando hacia la silla tras mi escritorio. —¿Y bien? —pregunté mirándolos, Dominik estaba de pie junto a una de las ventanas con los brazos cruzados, me sorprendió notar que parecía un poco perdido en sus pensamientos, en cambio, Vladimir estaba sentado frente a mí mirándome fijamente con seriedad y algo más que no supe identificar.
—No hablará, el chico ama demasiado a Dylan, no hará nada que lo pueda perjudicar —contestó el ruso reacomodándose en el sillón, no me sorprendieron sus palabras. Sabía que Dean nunca diría nada de lo que teníamos. Pero al parecer Dominik había tenido sus dudas.
—Ya lo sabía —arqueé una ceja cuando mi hijo mayor finalmente habló llevando la mirada a mí. ¿Si ya lo sabía por qué le ordenó a Vladimir acercarse a Dean para ver si tramaba algo? —Solo quería asegurarme —añadió él caminando hacia la puerta, Vladimir nos observaba en silencio. Entrecerré los ojos. Algo me decía que Dominik tenía otras razones, al igual que su madre, casi siempre hacia las cosas con una doble intención.
—¿Qué intentas, Dominik? —le pregunté antes de que saliera de mi oficina, él se detuvo y me miró. Sabía que él no aceptaba mi relación con Dean, eso me lo había dejado demasiado claro cuando se enteró.
—¿Qué intento yo? No, papá... la pregunta es, ¿qué tratas de hacer tú jugando al indeciso? —sus enojadas palabras me tomaron un poco con la guardia baja.
—¿Nos dejas a solas un momento, Vladimir?
Vladimir se levantó y se fue tras mirarnos por unos segundos. Aquel chico ruso no terminaba de gustarme del todo, sabía que él había sido parte de la oscura adolescencia de Dominik, solo confiaba en él porque Dominik le había permitido acercarse a Dylan, cosa que no hacía con todo el mundo.
—Siéntate, Dominik —le pedí indicándole uno de los sillones frente a mi escritorio, él suspiró y tras pensárselo caminó hacia donde le indiqué.
—Tengo que buscar a la abuela en el aeropuerto —reprimí una sonrisa cuando dijo eso seriamente. Esas pequeñas cosas eran las que mantenían viva mi fe en él. Teníamos varios choferes, cualquiera podría ir a buscar a su abuela o a los chicos cuando iban al instituto, pero él se empeñaba en hacerlo.
—Espero que no vayas en la moto —murmuré ganándome una pequeña sonrisa de su parte y relajándolo un poco. Dominik nunca hablaba mucho conmigo, siempre mantenía sus cosas para él mismo, mientras que a Dylan tenía que mandarlo a callar muchas veces porque hablaba hasta por los codos. —Cuando tengas tiempo me gustaría que nos sentáramos a hablar tendidamente —dije con cautela, él hizo una pequeña mueca que no pasé por alto.
—Claro, papá... —su respuesta fue un poco cortante. —¿Eso es todo? —preguntó levantándose nuevamente, suspiré al sentir que cada vez estaba más lejos de él aunque estuviésemos en la misma habitación.
—¿Sigues molesto conmigo? —pregunté lo obvio, la forma en que me había hablado hace un rato era una clara muestra de que estaba furioso conmigo. Él se pasó una mano por el cabello y clavó su fría mirada gris en mí, por la forma en que su respiración estaba agitada sabía que se controlaba por no explotar. Verlo era como estar viendo a Celine. Y aun así esa mujer se atrevía a insinuarme que no era su culpa lo que pasó con nuestro hijo. —Adelante, dime lo que piensas —lo reté levantándome de la silla, caminé hacia él y me recosté del escritorio sin dejar de mirarlo, él levantó la mirada sin una pizca de intimidación. Si algo debía agradecerle a Celine, era la seguridad en sí mismo que tenía Dominik. Nunca se dejaba intimidar por nadie.
—Sabes bien lo que pienso de Dean y de ti, esa relación nunca debió comenzar... aún así jamás interferí, te dejé cometer todos los errores que quisieras, pero que ahora involucres a mamá... y que juegues con los dos... no puedo quedarme tranquilo viendo eso... —sus palabras fueron tranquilas, pero había molestia en sus ojos.
—No estoy jugando con ellos —me limité a decir. Aquello era cierto, lo último que quería era lastimarlos pero sabía que ya lo había hecho. Dominik se quedó observándome por un largo rato, parecía estar analizándome.
—Peor aún, no sabes lo que quieres.
No pude decir nada al escucharlo.
—Dean se quedará en mi apartamento, si de verdad sentiste o sientes aunque sea un poco de cariño por él, lo vas a dejar marchar... lo estás asfixiando en esta casa —dijo mi hijo mayor con un tono que no daba lugar a replicas, suspiré y regresé a mi silla. ¿Debería dejarlo ir? Sabía que era cuestión de tiempo hasta que convenciera a sus padres de dejarlo marchar. Además, mientras más lo retuviera aquí más crecería su desprecio por mí.
—Está bien —respondí rindiéndome, Dominik lució un poco sorprendido. Pensé también en desistir de mis intenciones de recuperarlo, no lo merecía. Pero tampoco quería vivir sin él...
—Deberías alejarte de él al menos por unos años, hasta que sea mayor de edad y que tenga claro lo que quiere para su vida...
Ahí estaba. Dominik había dicho en voz alta lo que rondó por mi cabeza desde el segundo uno de mi relación ilícita con Dean.
—Pero no lo harás, ¿cierto? —lo miré cuando preguntó aquello, en sus ojos se veía lo descontento que estaba conmigo, mi cabeza comenzó a doler de un momento a otro.
—Márchate, Dominik. Tengo trabajo que hacer —ignoré su pregunta a la vez que abría mi laptop, segundos después lo escuché cerrar de un portazo.
No tenía clara la respuesta a su pregunta. Una parte de mí quería alejarse, dejarlo vivir su vida, pero otra no quería, aun sabiendo que no había futuro para nosotros. Debía decidir. Si dejarme llevarme del amor que sentía por él o por mi egoísmo.
Decidí olvidar todo eso por un momento y envolverme en el trabajo otra vez. Era lo que mejor sabía hacer. Ignorar todo a mi alrededor y enfocarme en trabajar.
Sabía que ya no era posible cuando mis ojos se llenaron de lágrimas al desear tener a Dean cerca de mí otra vez, siempre entraba a mi oficina a abrazarme y a pasar tiempo conmigo aunque fuese sentado en una esquina quejándose y viéndome trabajar.
Miré hacia la puerta rápidamente al escucharla abrirse, mi corazón se aceleró al pensar que podría ser aquel adolescente.
—Me pongo igual de feliz cuando te veo —las frías y sarcásticas palabras de Celine fueron una respuesta a la notable decepción que sentí al verla entrar a ella y no a Dean. Después de haberle dicho que lo del beso fue un error y que probablemente amaba a Dean, mi esposa regresó a su papel de odiarme, y no la culpaba.
—¿Qué quieres, Celine? —pregunté devolviendo la mirada a los documentos en la pantalla de mi laptop, observé de reojo como ella cerraba la puerta y se sentaba frente a mí, había un poco de dolor en sus ojos haciéndome sentir más culpable.
Noté que traía en sus manos una taza de café, miré la hora. ¿Por qué tomaba café tan tarde? Cerré la laptop y le presté más atención al notar lo nerviosa que se veía.
Quise sonreír al ver lo revuelto que estaba su rebelde cabello largo el cual traía suelto, me fijé en que solo llevaba una pequeña bata de seda azul marino, ¿está tramando algo? Bajé la mirada por sus piernas hasta llegar a las pantuflas negras que usaba.
—Tenemos que hablar sobre Dominik —la miré a la cara cuando habló, me sorprendió aquello. Ella dejó el café sobre mi escritorio, sus ojos grises se mostraron muy serios de repente, tuve miedo por un segundo.
—¿Qué pasó? —pregunté preocupado.
—No me vas a creer lo que estuvo haciendo todo este tiempo —dijo con un tono misterioso, se veía muy indignada. Debía ser algo muy serio para que ella, la reina de hielo, se viera tan alterada.
—Te escucho —dije impacientándome, ella me miró fijamente.
—Tenía secuestrada a la hermana menor de Mick...
Me reí al escuchar aquella tontería, eso era absurdo. Mi risa desapareció al ver lo seria que estaba la mujer frente a mí. ¿Estaba hablando en serio? Me levanté sintiendo una oleada de calor extenderse por la furia que habían desatado esas palabras. No podía creer aquello. Dominik era demasiado calculador para cometer semejante estupidez.
—¿Cómo es eso posible? —pregunté acercándome a Celine, ella tragó duro y negó confundida. ¿Cómo Dominik haría algo así sin siquiera decirle a ella?
—Yo no lo sabía... Vladimir me lo contó cuando le insistí —respondió ella asustada. Al escuchar el nombre de aquel ruso supe que había mucho más en esa historia.
—Cuéntamelo todo —le pedí tomando la taza de café que había dejado sobre mi escritorio, me lo tomé todo de golpe tratando de calmar las ganas que tenía de salir por la puerta y buscar a Vladimir y a Dominik para que me dieran una explicación.
—Solo me dijo que la tuvieron retenida en una casa, no pude sacarle más información y Dominik no quiere ni verme —dijo ella frustrada, me pasé una mano por el cabello.
—¿De verdad no sabías nada de esto? —pregunté sin creer del todo en ella, su mirada molesta me hizo arquear una ceja. Me acerqué y levanté su mentón con suavidad para que me viera a los ojos, sus mejillas se sonrojaron.
—¿Crees que yo hubiese aceptado algo así? —preguntó con fastidio, asentí.
—De ti no me sorprendería nada —contesté siendo honesto, ella me miró mal y alejó mi mano con rabia. —Pero parece que el alumno ahora supera al maestro —murmuré ganándome una mirada asesina.
¿Qué llevaría a Dominik a hacer algo tan peligroso?
—Bueno, solo hay una forma de averiguar lo que pasó, tenemos que hablar con él —dije caminando hacia la puerta, Celine se apresuró en seguirme. —Quizás quieras cambiarte —susurré notando una pequeña mancha de humedad en su bata, su rostro enrojeció hasta las orejas al ver que tenía una mancha de leche en un seno, sonreí un poco cuando salió despavorida.
—Y-Ya v-vuelvo... —dijo antes de desaparecer por un pasillo.
Me pasé una mano por la cara al recordar que Dominik había dicho que iría al aeropuerto. Justo cuando estaba por regresar el sonido del piano a lo lejos me sorprendió.
Caminé hacia la sala de música con algo de prisa, sabía que era Dean. Esa forma de tocar la reconocía, tan segura y confiada por momentos pero a ratos se volvía insegura, Dean tocaba hermoso pero le faltaba más confianza en sí mismo. Justo antes de que llegara a la sala el sonido se detuvo y unas risas lo siguieron, me acerqué y me recosté de la pared al lado de la puerta sin entrar. No quería que Dean me viese, solo lo entristecería otra vez.
—¿Cómo dices jirafa en ruso? —mi ceño se frunció al escuchar a Dean preguntar aquello, ya sabía con quién se estaba riendo tanto.
Pero, ¿por qué Vladimir seguía con él si ya su tarea había terminado?
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