Dominik
Dominik
Hace 7 años.
Doce, ese era el número de veces que había esquivado la muerte desde que llegué a este lugar hace apenas dos meses. Ya no estaba seguro de si era suerte o una desgracia haber sobrevivido cada vez. Sabía que mi humanidad iba desapareciendo con cada día que pasaba en este infierno en el que mi madre me había dejado. No fue difícil convencerla de que yo quería esto, aun cuando no muy en el fondo los dos sabíamos que lo hacía por ella.
Nunca tuve que preguntarle por qué razón me dejaba escuchar sus conversaciones con Mick, el hombre que abusó de ella y que siempre había estado presente en su vida como una sombra o una enfermedad recurrente que volvía una y otra vez amenazando con destruirla. Nunca se lo tuve que preguntar porque siempre supe la respuesta. Lo veía en sus ojos cada vez que pasaba algo relacionado con ese hombre, esa chispa de súplica, de expectación. Mi madre necesitaba alguien que la salvara de él pero sobre todo, de su propia mente que era víctima de los traumas y cicatrices que venía acarreando durante años. ¿Pero qué podía hacer yo a mi corta edad contra un hombre como él? Sabía que lo mejor hubiese sido hablar con mi padre, él podría cortar todo esto de raíz y yo no tendría que cargar con el peso de que debía hacer algo que estaba fuera de mis capacidades físicas y mentales.
—Prométeme que nunca le contarás a nadie sobre esto —recordé la promesa que tuve que hacerle cuando me confesó todo lo que había sucedido y del peligro que corría día a día mi hermano menor.
Por un corto tiempo la odié por haber compartido su secreto conmigo. ¿Cómo podía ser tan egoísta para no contárselo a su esposo pero sí a su hijo de once años? Ese secreto que ahora compartíamos era una sentencia de muerte para el Dominik que era actualmente. El que quería llevar una vida normal, aquel que deseaba ser un doctor algún día y salvar tantas vidas como pudiera, aquel cuyo pasatiempo favorito era algo tan sencillo como ver películas con su hermano menor y con sus padres. Ese Dominik debía desaparecer.
Sin haberlo pedido, me había convertido en el mejor amigo y confidente de mi madre; Y estaba dispuesto a llevar la carga que suponía aquello. Solo tenía que ver a mi hermano para saber que daría mi vida por él. Siempre fui muy apegado y sobreprotector, si de mí dependiera, lo tendría siempre en una burbuja o en una caja fuerte lejos de los males del mundo. Y mi madre sabía eso. Sabía que con solo decir "Dylan" yo haría lo que sea al igual que ella.
—Estuve buscando información sobre esta academia en Rusia, échale un vistazo —le había dicho hace cuatro meses entregándole un folleto sobre una academia militar rusa en la que entrenaban chicos para literalmente ser mercenarios. Nunca olvidaré el brillo en sus ojos después de hacerle creer que había sido mi idea cuando la verdad era que había descubierto los correos que intercambiaba con el dueño de la academia, además de que ella hace casi un año había contratado a un profesor de ruso para mí. Quería proteger lo más que pudiera la mente ya dañada de mi madre. No quería que en unos años se arrepintiera y se culpara de todo esto, prefería cargar yo con aquello aunque significara abandonar mis sueños.
Regresé a la realidad y dejé de pensar en todo aquello cuando una fría gota de agua cayó entre mis cejas, miré con pesar la gotera que había en el techo. Tanto dinero que costaba estar en este maldito lugar y ni siquiera podían molestarse en arreglar una gotera. Aunque conociéndolos la habían dejado ahí a propósito. Me acosté de lado en la cama y observé a los otros doce chicos que dormían plácidamente en las pequeñas literas del diminuto lugar que teníamos por habitación. Éramos veinte cuando llegué, pero muchos no soportaron la dureza de los entrenamientos. Yo era el único extranjero aquí, el bicho raro que no hablaba mucho porque apenas entendía el idioma. Sabía que todos me subestimaban por no ser ruso, incluidos los de la administración. Pero yo tenía una buena razón para no rendirme, mi familia. Mientras que la mayoría de los que estaban aquí solo buscaban convertirse en asesinos a sueldo o estaban atrapados en el mundo de la mafia, como aquel chico ruso de ojos color miel que se levantó de la cama gritando como casi todas las noches.
—Deberías irte antes de que te asesinen por hacer tanto ruido —le sugerí con burla a Vladimir, él dormía en la cama contigua a la mía. Sus ojos me miraron con molestia, noté como estaba bañado en sudor. Vladimir era uno de los pocos que hablaban inglés.
—No todos podemos limitarnos a llorar por las noches cuando creemos que nadie nos ve —me sorprendí por aquello que dijo, miré al techo nuevamente un poco molesto conmigo mismo por haber sido descubierto. Trataba siempre de ser fuerte, pero algunas noches no podía soportarlo y lloraba. Lloraba porque deseaba estar en mi país, en mi casa, con mi familia. —Tranquilo, no se lo diré a nadie —lo vi de reojo cuando dijo eso en voz baja antes de cubrirse por completo con las sábanas, sonreí un poco.
La única razón por la que nadie decía nada sobre los molestos gritos nocturnos que causaban las pesadillas de Vladimir era porque su padre era un peligroso mafioso ruso que además también era el dueño de la academia. Lo miré, sus pies casi sobresalían de la cama, era demasiado alto para la edad que teníamos. Mis ojos se fueron cerrando lentamente luego de arroparme inútilmente con la fina manta que nos daban esperando que nos muriéramos de hipotermia.
—¡DESPIERTEN! —abrí los ojos de golpe sintiendo el corazón un poco acelerado cuando uno de los instructores gritó eso en mitad de la noche a la vez que prendía las luces, noté de reojo como todos los demás se habían reincorporado y tenías caras de auténtico terror por la sorpresa. Las primeras cinco veces casi me daba un infarto cuando esos dementes nos despertaban de esa forma, pero ya más o menos estaba acostumbrado.
Me levanté y me paré frente a mi cama como todos los demás esperando la orden, Vladimir estaba frente a mí con una cara de fastidio que me habría dado risa en otra ocasión.
—Vístanse, saldremos a trotar, tienen un minuto —dijo el instructor antes de desaparecer por la puerta. Todos nos comenzamos a vestir rápidamente, estaba muerto del sueño, llevaba toda la noche sin poder dormir.
Me puse un grueso abrigo, unas botas, un gorro y unos guantes. Seguí a los demás fuera de la habitación. En el patio lleno de nieve nos reunimos con otro grupo de unos diez chicos que salieron con caras de querer suicidarse. Miré los tres grandes edificios que formaban este lugar, era muy espacioso pero aún así dormíamos como ratas apretujadas. Metí las manos en los bolsillos de mi abrigo buscando calentarlas pero era imposible. Estábamos en medio de la nada con las piernas literalmente enterradas en la nieve. No sabía qué hora era, no nos dejaban tener ni siquiera relojes. Pero suponía que debían ser más o menos las tres de la mañana.
—Tomen un arma y una linterna —miré al instructor cuando salió, era un pelinegro de unos dos metros con mirada de asesino serial, la cual probablemente sí era su ocupación principal aparte de ser instructor. Él fue pasando por cada uno de nosotros con una caja en las manos, cuando llegó frente a mí traté de controlar el temblor de mis manos a causa del frío y tomé una pistola y una linterna. El instructor se quedó mirándome fijamente, arqueé una ceja y le mantuve la mirada, él se rio después de un rato y siguió su camino.
—Tienes que enseñarme a hacer eso —miré a Dimitri a mi lado, él me miraba con admiración.
—¿A hacer qué? —pregunté confundido, Vladimir se acercó a nosotros con los dientes castañeando.
—Nunca te dejas intimidar, ni siquiera por el jefe —dijo Dimitri sorprendido, me rasqué la nuca cuando Vladimir asintió de acuerdo con él.
—Mi madre enojada da mil veces más miedo —reconocí haciéndolos reír, me mantuve serio. No había dicho aquello en broma, amaba mucho a mi madre, pero verla enojada era una de las pocas cosas que me daban miedo en el mundo. No me refería a cuando se ponía a gritar y maldecir a todos del enojo, no... Me asustaba cuando se quedaba quieta, fría, manipuladora y algo psicótica.
—¿Las nenas tienen frío? ¡Quítense los abrigos y los gorros! —exclamó el instructor de repente viéndonos a todos con sadismo. Nadie se atrevió a decir algo, la última vez que alguien reclamó lo obligaron a correr por media hora en mitad de una tormenta de nieve. En silencio me quité el abrigo y el gorro, todos quedamos en las camisetas manga corta que nos daban para dormir. —Vamos —dijo el muy abrigado hombre mientras todos comenzaban a trotar, mi piel estaba erizada y sentía mis manos un poco entumecidas mientras agarraba la pistola.
Solo se escuchaban los sonidos de nuestras botas entrando y saliendo de la nieve. Miré detenidamente hacia los árboles que teníamos al lado. Cada vez que salíamos a "trotar" en realidad se trataba de una cacería, por eso nos daban las armas. Había estado observando el comportamiento y todo lo relacionado con el instructor desde que llegué aquí, para saber qué podía esperar de él. Noté que llevaba puesto un abrigo demasiado grueso, lo que me hacía pensar que iba a pedirnos cazar ovejas de las nieves, un animal que no era especialmente rápido ni tampoco peligroso. Cuando se trataba de otro tipo de animal, el instructor usaba ropa más ligera, con la que pudiese moverse con mayor facilidad si algo salía mal.
—¡Tráiganme ovejas de las nieves, tienen dos horas! —sonreí cuando dijo eso. Todos comenzaron a esparcirse por toda la zona en pequeños grupos. Vladimir y Dimitri se acercaron más a mí y me miraron esperando algún tipo de orden, miré alrededor con detenimiento.
—Deberíamos subir por aquella montaña, a esas ovejas les gusta dormir en las alturas —dije en base a lo que había visto en entrenamientos anteriores, Vladimir y Dimitri asintieron y los tres comenzamos a caminar hacia la montaña.
Llevábamos unos diez minutos caminando, sentía que mis pestañas se comenzaban a congelar, tenía los labios partidos y resecos del frío, miré a mis acompañantes. Eran los únicos a los que consideraba amigos en este lugar y por los cuales seguía cuerdo. Ellos se abrazaban a sí mismos tratando de mantener el calor. Respirar el aire tan frío me dolía, sentía que se me quemaban los pulmones.
Los tres nos miramos con sorpresa cuando escuchamos un pequeño sonido detrás de unos árboles, podíamos reconocer ese sonido en cualquier lado. Me quité los guantes, abrí y cerré mi mano derecha varias veces tratando de calentarla para poder tener un pulso firme mientras caminábamos sigilosamente hacia los árboles.
Dimitri señaló la izquierda varias veces, entendimos el mensaje cuando él caminó hacia donde indicó, Vladimir fue por la derecha y yo me aproximé por el centro. Al caminar entre los árboles vi más adelante a un grupo de ovejas, había una grande que parecía ser la madre y dos más pequeñas. Con el brazo casi entumecido apagué la linterna y gracias a la luz de la luna pude apuntar hacia la más grande, cuando la tuve en la mira disparé logrando que las otras corrieran despavoridas cuando su madre cayó de repente. Al principio me costó matar animales inocentes, pero cuando comencé a imaginar que era a Mick a quien le disparaba, todo se hizo más sencillo.
Mientras Dimitri y Vladimir se acercaban al animal muerto miré hacia atrás al escuchar pasos, al encender la linterna me sorprendió ver otra oveja que era el doble de grande, ella salió corriendo al verme, no dudé en perseguirla sintiendo un gran atisbo de adrenalina en mi interior. Odiaba este lugar por lo que me estaba convirtiendo, lo odiaba por lo mucho que me comenzaba a gustar hacer estas cosas.
Le apunté a la oveja mientras corría y le disparé una sola vez dejándola abatida en la nieve. ¿Podía haberla dejado escapar y simplemente quedarme con la que ya había matado antes? Sí. ¿Quería hacerlo? No.
Me acerqué a ella justo cuando murió, después de guardarme el arma en los pantalones agarré dos de sus patas y comencé a arrastrarla. Todavía no tenía el cuerpo ni la fuerza para cargar tanto peso.
—Eres malvado —dijo Dimitri con desaprobación y tristeza llegando hasta mí, me encogí de hombros y vi como ellos llevaban a la otra que maté.
—Repíteme eso más tarde cuando te la estés comiendo —respondí sin sentir ni una pizca de remordimiento, Vladimir se rio pero el rubio me miró mal. Sabía que si Dimitri no cambiaba esa forma de ser iba a fracasar en este lugar.
—Dominik, no eres una mala persona... pero si sigues por este camino vas a llegar a un punto en que no te reconocerás...
Miré a mi amigo, él se veía preocupado por mí al igual que Vladimir. Ellos dos no pertenecían a este lugar, solo seguían las órdenes de los terribles padres que les tocó tener. Les sonreí con un poco de fastidio. ¿No era ese mi mismo caso?
—A diferencia de ustedes, yo pedí venir aquí... —dije mientras los miraba fríamente, los dos se veían demasiado serios. —No puedo creer que de verdad estén así por una oveja que luego disfrutarán hipócritamente acompañada con papas o vegetales...
—Sabes que no está hablando de la oveja, Dominik —miré a Vladimir cuando habló. ¿En serio va a ponerse del lado de Dimitri? —Y ya deberías dejar de engañarte con eso de que pediste venir aquí —agregó mirándome con compasión. Resoplé y di por zanjado el tema al ignorarlos y enfocarme en arrastrar la oveja.
Cuando regresamos a la academia notamos que casi todos estaban allá, solo había una oveja a la vista y muchos rostros de derrota. El instructor nos miró maravillado al ver que veníamos con dos ovejas.
—¿Quién las mató? —preguntó mirándome.
—Como si ya no lo supiera... —masculló Dimitri algo molesto.
—Nuestro prodigio —dijo en cambio Vladimir pasando un brazo por mis hombros, lo miré confundido. ¿No era el mismo que estaba indignado hace un rato? El instructor dijo algo en ruso que no entendí pero todos comenzaron a aplaudirme a regañadientes. —Dijo que eres uno en un millón —me explicó Vladimir con algo de orgullo y preocupación, se veía un poco asustado. —A este paso te van a transferir con los mayores... y créeme que entre ellos no serás un prodigio, serás solo un niño que se cree lo suficientemente bueno como para estar entre ellos, van a acabar contigo...
Me quedé de piedra al oír eso, el temor en los ojos de Vladimir era auténtico. Ya había escuchado rumores sobre los mayores, supuestamente incluso mataban a sus propios compañeros en los entrenamientos. Pero poco me importaba aquello. Lo que me preocupaba era que no quería irme de este grupo porque sabía que lo único que mantenía algo de mi humanidad eran mis amigos.
—Debería darles vergüenza que un inglés tenga más habilidad y resistencia que ustedes, cobardes de mierda —el instructor los regañó a todos con una mirada de desprecio. El tipo era un experto en bajarle la moral a cualquiera y al parecer también en ganarme más enemigos. Pensé al ver las miradas de fastidio que recibí de parte de algunos.
Una semana después ya me encontraba entrenando con los mayores, los cuales me llevaban entre seis y diez años. No solo tenían cuerpos más resistentes, también eran personas extremadamente crueles.
Sabía que mis compañeros de habitación estaban tramando algo contra mí. Eran tan tontos que no disimulaban sus miradas cuando se reunían para conspirar. Además parecían no saber que yo hablaba un poco de ruso y que comprendía la mayoría de las cosas que decían. Siempre me mantuve en silencio para aprovecharme de la ignorancia que tenían. Vladimir había tenido razón, al parecer a nadie en mi nuevo grupo le agradó la idea de que me ascendieran aquí antes de la edad requerida.
Había pasado un mes y cada día el desprecio por mí aumentaba, pero no era mi culpa que casi todo me saliera bien. Mi puntería era la mejor de toda la academia y aunque muchos pensaran que era talento, realmente era dedicación. Me había pasado horas practicándola, de día y de noche, mientras que ellos perdían su tiempo libre en llenarse las bocas como cerdos o en masturbarse.
—Vamos a hacerlo esta noche —escuché un día que dijo uno de ellos en ruso, los otros dos asintieron. Lamentablemente, aunque la habitación que tenía ahora era un poco más grande, me tocaba compartirla con el trío de idiotas que finalmente, después de todo un mes pensándolo, habían dictado mi día de muerte.
—Hay que violarlo primero —controlé el tic que me dio en una ceja al oír eso, seguí leyendo mi libro fingiendo no entender lo que decían. Creía firmemente que algunos humanos merecían más la muerte que los animales que cazábamos en el bosque.
Y yo ya estaba aburrido de matar animales.
Sonreí mientras seguía leyendo el libro de anatomía humana que había tomado prestado de la biblioteca que tenían en esta cárcel. Pasé un dedo lentamente por el dibujo de una columna vertebral.
Al escuchar la campana para cenar me levanté de mi cama y salí de la habitación dejándolos solos para que planearan mejor lo que iban a hacerme. Dejaría que hicieran su mejor esfuerzo en intentar asesinarme.
Pasé de largo por el comedor de los mayores, donde se suponía que debía cenar. Crucé hacia el salón donde estaban mis antiguos compañeros. Vladimir se acercó de inmediato como cada noche, sonriéndome y contándome todo lo que había sucedido hoy en su entrenamiento.
—Te ves... diferente —lo miré extrañado cuando dijo eso, se veía muy pensativo.
—¿En qué sentido? —pregunté mientras tomaba una bandeja y me ponía en fila para recibir mi ración de estiércol de la noche.
—Más frío —respondió con resignación Dimitri llegando a nuestro lado, hice una mueca pensando en sus palabras. La verdad es que no había notado ningún cambio especial en mí. —Pero sigues juntándote con nosotros así que supongo que no todo está perdido —agregó con una pequeña sonrisa, Vladimir no había dejado de mirarme fijamente.
—Mmmm... ¿estás planeando algo? —preguntó con sospecha, me reí. Vladimir me conocía más de lo que me gustaba.
—Estoy planeando cenar e irme a dormir —respondí viendo como el cocinero echaba una viscosa sustancia blanca que parecía avena vomitada en mi plato, tomé una rebanada de pan de hace cien años y me senté en una mesa con ellos siguiéndome de cerca. —Esto es un arma mortal —dije tocando la mesa de metal con el pan y escuchando el sonido seco, ellos miraron el pan con horror.
—Deberías hablar con tu padre para que sirvan cosas de calidad en este infierno —se quejó Dimitri mirando a Vladimir con molestia, el pelinegro se rascó la nuca con incomodidad y me miró después sonriendo.
—¿Mi tía viene mañana? —preguntó llevándose a la boca la extraña avena, me reí por lo bajo al escuchar cómo llamaba a mi madre. Asentí. Mañana era mi último día aquí antes de las vacaciones. Esto no era solo una academia de entrenamiento, también daban las clases normales que darían en cualquier otra escuela. Podía irme a casa por dos meses antes de regresar a la rutina.
Después de cenar me despedí de ellos y caminé por los pasillos mientras silbaba con calma. Al entrar en mi habitación noté con fingida sorpresa que mis compañeros no estaban, me cambié la ropa por una más cómoda para dormir... A veces me movía mucho mientras dormía, la ropa cómoda ayudaba bastante...
Me tiré en la cama boca abajo y metí una mano por debajo de la almohada mientras sonreía.
—Se tardaron un poco —dije en ruso al escuchar la puerta abrirse casi una hora después. Agarré el arma que escondía bajo la almohada y apunté hacia la puerta. Los tres idiotas traían puestas máscaras negras, alcancé a escuchar como ahogaban exclamaciones de sorpresa. —¿Negras? Qué falta de originalidad —critiqué recostándome mejor en la cama. —Si intentan abrir la puerta les dispararé, puede que no los mate a todos de golpe pero al menos es seguro que uno de ustedes sí va a morir de inmediato y a los otros los voy a cazar —expliqué a medida que me levantaba de la cama, podía ver en sus ojos lo asustados que estaban.
Caminé hacia ellos mientras trataban de alejarse lo más que podían de mí, sonreí con malicia al ver que uno se orinó en los pantalones.
—Por favor, n-no te i-íbamos a h-hacer nada...
—S-Solo queríamos a-asustarte un p-poco —rodé los ojos al escuchar esas cosas cuando sabía perfectamente que planeaban asesinarme.
—Deben ser muy engreídos si creyeron que iban a poder matarme —dije riéndome con mucha diversión. —Quítense las máscaras y siéntense en esa cama —les indiqué con tranquilidad. Sabía que no tenían armas, nos prohibían portarlas fuera de los entrenamientos, pero me las había ingeniado para meterme en uno de los cuartos de utilería y tomar esta prestada.
—Somos más grande que él, pode...
—Cállate la boca, imbécil, él nos entiende —interrumpió uno al otro, los miré con aburrimiento. Esperaba que al menos tuvieran cuchillos o bates para hacer de esto aunque sea un desafío menor pero los idiotas habían venido con las manos vacías.
—Puede que tengan el tamaño y la edad, pero quien tiene el arma... ¡soy yo! —me burlé agitándola un poco y riéndome, ellos se asustaron más al verme la cara. Parecían más asustados de mi rostro que del arma. —Ahora, ¿qué haré con ustedes?
Me paseé por la habitación mientras pensaba en qué hacer. No era tan sanguinario como para asesinarlos sin que tuvieran un arma que hiciera esto más equitativo, además no quería manchar las sábanas. La sangre debía ser muy complicada de quitar de la tela. Y mi madre vendría mañana, probablemente no me dejarían marchar si los mataba, y tenía muchas ganas de ver a mi padre y a mi hermano.
Aunque no quisiera, debía simplemente denunciarlos con la administración.
Pero aquello me dejaría con un mal trago en la boca. Ellos debían sufrir, debían pagar por siquiera pensar en hacerme cosas tan horribles. Probablemente le han hecho eso a otras personas en el pasado sin recibir ningún tipo de castigo.
Vi de reojo que uno de ellos se estaba acercando a mí, el tipo se me abalanzó encima sin dudarlo así que le disparé en una pierna sin pensarlo mucho, él se tiró al piso llorando y agarrándose la pierna con fuerza, los otros dos se levantaron y caminaron hacia mí con prisa, rápidamente le disparé a uno de ellos en un brazo haciendo que se retorciera del dolor. Agradecí que la pistola tuviera un silenciador, si no hace rato que esto se habría llenado de gente.
—Uno cojo de por vida y el otro con un brazo disfuncional —dije lentamente viendo mejor dónde les había disparado, el tercero de ellos era el único que quedaba en pie, era un pelinegro enorme, me debía sacar unas tres cabezas. —¿Y tú qué quieres? ¿Te dejo ciego, cojo, inválido... —me reí cuando el tipo corrió hacia mí sin dejarme decirle todo el menú de opciones, corrí saltando por cada cama sin que pudiese agarrarme.
—Te voy a matar —masculló rabioso intentando acercarse a mí, negué varias veces.
—Respuesta incorrecta, si dices eso entonces yo voy a querer matarte a ti y créeme que lo haré —contesté seriamente ladeando un poco la cabeza, él me miró con mucho terror, como si fuera finalmente consciente de que su vida iba a terminar en poco tiempo. —Ahora elige, ¿cabeza o corazón? —quise saber apuntándole en la cabeza y luego al corazón, aquello logró dejarlo quieto y tomándome por sorpresa el tipo se arrodilló y comenzó a llorar con mucha fuerza del miedo.
—Lo siento muchísimo, por favor no me mates, nada de esto fue mi idea —suplicó con el rostro lleno de lágrimas y con gruesas cantidades de moco saliéndole por la nariz, me acerqué a él y lo miré con compasión.
—Pero yo te escuché diciendo que me querías violar —dije pensativo recordando sus palabras, el tipo empalideció y justo cuando intentó agarrarme le di una patada por el estómago haciendo que se encogiera del dolor. Puse un pie en su espalda cuando se colocó en posición fetal. —Y solo por decir eso me encargaré de que no puedas volver a levantarte por ti mismo jamás en tu miserable vida —añadí en su oído pasando una mano por su espalda y sintiendo las vértebras de su columna, sin ningún tipo de piedad le disparé y me alejé de él cuando gritó del dolor.
Mire a mi alrededor el desastre que había hecho, uno de ellos se había desmayado por el dolor y los otros dos seguían chillando y mirándome como si fuera un monstruo, observé toda la sangre que había regada en el piso y en las camas, resoplé al ver que también en mi pijama había sangre.
—Dominik, ¿pero qué diablos hiciste?
Observé a Vladimir cuando abrió la puerta y miró todo con horror, detrás de él estaba Dimitri, el cual miró a los chicos con terror.
—Sabía que estabas tramando algo, por eso vinimos... pero esto... ¿perdiste la cabeza o qué?
—E-Ese... fue e-el c-chico... —murmuró Dimitri en un hilo de voz interrumpiendo a Vladimir y señalando al tipo que lloraba y se agarraba el brazo, Vladimir y yo lo miramos impactados.
—¿Él fue quien abusó de ti en tu primer año? —preguntó Vladimir sorprendido, Dimitri asintió entre llantos, lo observamos entrar en la habitación y escupirle en la cara al tipo. Dimitri nos había contado lo que le sucedió cuando llegó aquí y no tenía amigos, pero nunca quiso decirnos quién había sido su abusador.
Me sorprendí cuando Vladimir me quitó la pistola de las manos y le disparó al tipo en ambas piernas con una mirada muerta, observé como el chico se desmayaba mientras se desangraba rápidamente.
—Ya te entiendo —me dijo antes de devolverme el arma y salir de la habitación con Dimitri, suspiré pesadamente y salí de allí con prisa.
—La habitación número cinco necesita limpieza —le dije en voz baja a una mujer que estaba barriendo el pasillo, ella me miró extrañada al ver la sangre en mi pijama pero luego corrió hacia la habitación y mientras los tres nos marchábamos escuchamos a lo lejos su grito de horror. —Algún día seguirás tú, Mick —susurré mientras miraba la oscura noche a través de los ventanales.
. . .
—Papá y yo fuimos muchas veces al cine, también comimos pizzas y hamburguesas, pero no se lo digas a mamá... ah, y también estábamos en la playa hace unos días, mira las fotos que sacamos para ti... —ni siquiera miré la cámara cuando Dylan comenzó a pasar foto tras foto de sus aventuras, solo podía ver su carita de inocencia. Él tenía una boba sonrisa en los labios, sus ojos azules llenos de pureza me miraron con enojo al ver que no le prestaba mucha atención a lo que me decía. Lo abracé con fuerza olvidando de pronto todo el horror que había vivido durante meses. —¿Y tú qué hiciste? ¿A dónde fuiste? —preguntó mientras me abrazaba, me reí y me llevé una mano a la boca.
—A un lugar secreto...
—¿Puedo ir contigo? —preguntó emocionado, negué y acaricié su cabello.
—No, es un lugar que solo puedo ver yo —respondí con mucho misterio, él hizo un puchero.
—¡Me salí de la raya! —exclamó Dean rompiendo en pedazos el dibujo que había estado pintando, me reí. Qué paciencia tenía ese chico. Pensé con sarcasmo.
—Existe algo llamado borrador, no tenías que romperlo —le dijo Dylan mirándolo mal, cuando los dos comenzaron a discutir me levanté y me acerqué a mi madre cuando entró en el salón y se quedó parada junto a la ventana con la mirada perdida.
—¿Estás molesta por lo que pasó? —pregunté seriamente, ella me miró y negó lo cual me sorprendió bastante. Aunque ninguno de los chicos murió, sí terminaron dañados de por vida. Y honestamente no me sentía mal ni me arrepentía de lo que hice. Se lo merecían. Pero sabía que había agregado mi nombre en algunas listas negras de peligrosas familias rusas.
—Te estabas defendiendo —respondió mi madre acariciando mi mejilla, suspiré y vi otra vez hacia donde estaban Dylan y Dean jugando, mi madre sonrió mientras los observaba. —Hablé con Sokolov, él se encargará de que las familias no tomen represalias —cuando dijo aquello negué suspirando. Sabía que la única razón por la que el padre de Vladimir ayudaba tanto a mi madre era porque estaba enamorado de ella. Y mi madre sin duda le sacaba todo el provecho a aquello.
—¿Qué hay de Mick? ¿Te ha dicho algo? —pregunté fríamente para ponerme al día con lo que realmente importaba, mi madre me miró asombrada pero rápidamente sonrió con complicidad.
Y ahí fue cuando supe que el antiguo yo había muerto.
Hace dos años
—Es muy bueno, ¿verdad? —pregunté sentándome y observando a través de la ventana del café como Dylan jugaba fútbol junto a sus amigos en una pequeña cancha que había al cruzar la calle. Miré al hombre sentado frente a mí, Mick me miraba un poco estupefacto pero lo disimuló rápido.
—Por fin nos conocemos en persona, Dominik —dijo reconociéndome, sonreí levemente y le eché varias bolsitas de azúcar a mi café caliente. Mick y yo habíamos hablado una vez por teléfono, hace ya más de un año cuando cumplí quince y salí de la academia. Me parecía necesario que conociera a quien lo mataría algún día, contaba con que se preparara y esperara mi llegada.
—Disculpa mis modales de no haberme presentado antes, he estado muy ocupado —respondí tomando una cucharita y removiendo el café, él soltó una risita y me miró con atención. Sabía que Mick venía aquí algunas veces a observar a Dylan jugar, siempre lo hacía de lejos. Los guardaespaldas de mi hermano tenían la orden de dispararle si se acercaba demasiado a él.
—He escuchado mucho sobre ti, tengo algunos amigos rusos... —afirmó lentamente, me encogí de hombros y le di un trago a mi café. Me había hecho de un nombre en la academia, no fue complicado ganarme el respeto de todos después de que se esparcieran los rumores de todo lo que les hacía a los que siquiera pensaban en meterse conmigo. —Pero debes ser muy confiado si viniste aquí tú solo... —dijo mirando alrededor maliciosamente.
—Yo solo soy más que suficiente para matarte —contesté tranquilo, aquello lo hizo reír aunque en sus ojos se veía lo irritado que realmente estaba. La única razón por la que Mick seguía con vida era porque mi madre no quería que lo asesinara todavía, ella y su estúpida sed de una venganza lenta sería su perdición algún día.
—Pero no has venido a matarme... —dijo sorprendido, lo miré fijamente y negué.
—Solo vine a tomarme un café —respondí vagamente, él sonrió.
—Te pareces mucho a tu madre —reconoció mirándome con satisfacción antes de volver a mirar por la ventana.
—Más de lo que crees... —murmuré para mí mismo llevándome la taza a la boca.
Me fijé en las grandes bolsas que traía bajo los ojos, probablemente llevaba muchos días sin dormir bien. Quizás debido a la repentina muerte de su madre hace unas semanas. ¿De verdad no se le había hecho extraño que uno de sus tíos y su madre murieran exactamente el mismo día pero con un año de diferencia? El 27 de agosto, la misma fecha en la que abusó de mi madre hace algunos años. Las muertes eran declaradas por causas naturales pero yo había descubierto que mi madre había tenido algo que ver. Ella tenía al padre de Vladimir a sus pies, el hombre podía mandar a matar a quien sea con ella solo pedirlo.
Sabía cuál era su plan, quería dejar a Mick para el final para que supiera que era ella quien vendría por él. El hombre todavía no se había dado cuenta de que el día que la violó ganó una parca personal para él y su familia. El próximo año quizás le tocará a su padre o alguno de sus hermanos, pero sí o sí el 27 de agosto alguien de su familia moriría.
¿Cuántos años serán necesarios para que note que todas las lápidas en su cripta familiar compartían la misma fecha de muerte? Dudo que muchos. Yo solo pensaba en las posibles represalias que tendrá todo aquello cuando se dé cuenta. Si las cosas se salían de control no dudaría en matarlo aunque aquello arruinara los planes de mi madre.
—Ya nos veremos luego, es hora de llevar a mi hermanito a casa —dije parándome, él hizo una pequeña mueca de molestia pero luego sonrió.
—Quería verlo un poco más —me controlé para no estrellar su cabeza contra la mesa y matarlo en un instante cuando dijo aquello mirando a mi hermano. Sé que una de las cosas que más destruirá a ese hombre será enterarse de que vivió engañado y que Dylan no era realmente su hijo.
—¿Qué crees que pensará él cuando sepa todo lo que le hiciste a la madre que tanto ama? —dejé aquella pregunta en el aire y después de ver como se borraba su sonrisa puse dinero junto al café que dejé a medio beber y salí de allí. Aunque mi madre no le demostrara todo el amor del mundo a Dylan, aún así él la amaba y sé que odiará a Mick con toda su alma cuando se entere de toda la verdad.
Hace 7 meses
Revisé en mi computadora las cámaras de seguridad el edificio donde vivían Dylan y Dean, no había sido complicado interferirlas. Su sistema de seguridad era un completo chiste.
Llevaba ya un buen rato sin ver a mi hermano desde que se mudó a esta ciudad. De nada sirvió que mi madre y yo nos opusiéramos. Sabía que mi padre también había hecho esto para castigarla porque cree que está embarazada de otro hombre. Ya estaba harto de todos estos secretos. Estaba a nada de contarle a mi padre que nadie más ni menos que el mismo era el padre de ese bebé. Nunca había logrado entender del todo por qué mi madre no confiaba en él lo suficiente como para decirle toda la verdad, estaba cansado de ser el único cómplice en toda esta locura.
Yo y nadie más que yo era quien cargaba con el peso de proteger a mi familia de un enemigo que ni siquiera sabían que tenían, todo por el egoísmo y el trauma de mi madre. Pero aquello debía cambiar pronto. No sabía por cuánto tiempo más podría mantener a Mick alejado de Dylan. Había tenido una novia que trabajaba cerca de él y siempre me contaba sus planes, por eso pude impedir que Mick se acercara a mi hermano durante tanto tiempo, pero todo eso fue hasta que Katherine se dio cuenta de que seguía viendo a otras mujeres y que solo la usaba para mi beneficio. Después de eso me mandó al diablo y dejó de informarme, por lo que estaba casi a ciegas con respecto a Mick.
Cerré la computadora y salí de mi apartamento nuevo. Dylan me mataría si supiera que compré este lugar para tenerlo vigilado. Había tomado la decisión correcta. No tardé en darme cuenta de que se estaba acercando mucho a William Collins, su director. Pero no había mencionado nada porque sé que él es amigo de mis padres, puede que mi padre le pidiera que lo cuidara o algo así. Solo podía ver lo que sucedía fuera del apartamento, necesitaba más información.
Diría que sería imposible que Dylan tuviera una aventura con su director, pero ese chico era tan impredecible que no me sorprendería tanto.
Manejé en silencio por unas cuantas calles y aparqué mi auto frente al edificio. Ninguno de los dos estaba así que aprovecharía para poner unas cámaras en la sala y en la cocina. Dejaría la habitación limpia porque en caso de que tuvieran una aventura lo último que querría sería verlos en acción. Me puse un sombrero, unos lentes de sol y una bufanda para no ser reconocido por nadie. Aunque llamaba demasiado la atención que usara lentes de sol cuando todo estaba completamente nublado. Aún así no me los quité y entré al edificio.
—Hola, soy Dominik —saludé al portero pasándole un billete, me sonrió. Él ya me conocía pero le pagaba para que no le dijera a Dylan que me vio. Otra razón más para que no viviera en este lugar, el portero era un corrupto fácilmente comprable.
Entré al ascensor mientras revisaba mi celular. Tenía mensajes de Vladimir diciéndome que vendría en unos meses al país. Sonreí un poco. Después de terminar la academia siendo los mejores de la clase, Vladimir, Dimitri y yo seguíamos siendo los mejores amigos.
Un brazo impidió que el ascensor se cerrara. Miré al chico que entró con prisa mientras hablaba por teléfono, debido a los lentes oscuros que me puse no pude ver su color de cabello ni de sus ojos y aunque no pudimos hacer contacto visual por alguna razón mi cuerpo se estremeció de la cabeza a los pies.
Me bajé los lentes un poco y alcancé a ver que era rubio. Me acomodé la gruesa bufanda y bajé un poco mi sombrero pasando desapercibido.
—Escucha, tener sexo no es lo mismo que tener una relación. No es mi problema si lo entendiste mal —dijo él discutiendo por teléfono, se veía muy exasperado. Me hizo un poco de gracia como gesticulaba con las manos a pesar de estar hablando por teléfono. Lo miré de arriba abajo. Se veía muy bien, llevaba un uniforme de fútbol y cargaba con un bulto deportivo.
Noté como su cuerpo tembló un poco cuando me miró de reojo después de colgar. Antes de que pudiese decir algo salió del ascensor en el piso tres. Me quedé mirándolo mientras se alejaba por el pasillo, arqueé una ceja al ver lo ajustado que le quedaba en el trasero el pantalón de fútbol que llevaba puesto, me fijé en su camiseta antes de que se cerraran las puertas. "Hallanger". Atrás tenía también el escudo escolar del instituto donde estudiaba Dylan.
Ignorando el extraño sentimiento que tuve seguí mi camino hacia el quinto piso. En cuanto llegué saqué la copia de la llave que tenía de este apartamento y entré en él para instalar las cámaras antes de que llegara alguien. Me sorprendió ver lo organizado que estaba todo, en realidad esperaba encontrar restos de comida o ropa regada en el lugar.
Puse una cámara en un librero que había en una esquina de la sala, la oculté un poco detrás de un libro. Puse la otra en la cocina, en una de las esquinas de un estante flotante. Esa no estaba tan oculta pero Dylan y Dean casi siempre estaban en el aire y no se fijaban en nada de su alrededor, así que dudaba que se dieran cuenta.
Luego de instalarlas fui a la habitación de Dylan. Pasé por su escritorio y sonreí viendo todos los post-it con dibujitos que tenía pegados en la pared. Me acerqué a su cama y tomé una de sus almohadas, me reí y la solté sin siquiera olerla. No puedo ser tan acosador.
"Controlas demasiado mi vida. Me marcharé. Me vendrá bien olvidar que existes aunque sea por unos meses". Nunca me tomé en serio las últimas palabras que me dijo Dylan el día que vino a vivir para acá. Sabía que estaba molesto por haber alejado de él a una chica con la que salía, la cual literalmente solo lo usaba como su banco personal. Confiaba en que con el tiempo entendería mejor que solo quiero cuidarlo.
Salí del apartamento y bajé con calma al lobby. Me acerqué al portero que seguía detrás del counter y me quité los lentes de sol, él me sonrió con amabilidad.
—¿Viste al rubio que llegó después de mí? ¿Cómo se llama? Se apellida Hallanger —pregunté recordando el apellido, el portero arqueó una ceja y sobó sus dedos como señal de que quería dinero, rodé los ojos y le pasé un billete.
—Se llama Cameron, vive en el 3E, es una de las bellezas del edificio... —arqueé la ceja al escucharlo decir eso para nada heterosexual. —... según las chicas —añadió rápidamente, me reí un poco y después de despedirme salí de allí.
Cameron Hallanger...
Le envié el nombre a Sophie para que hiciera una investigación. No sabía por qué pero sentía que necesitaba saber y conocer sobre ese chico. Tenía una extraña corazonada, cosa que nunca antes me había pasado...
Conduje hacia la casa que habían terminado de arreglar hace poco y donde mi padre pretendía reunir a toda la familia exceptuando a mi madre. Él ya debía saber que yo nunca aceptaría vivir en esta casa sabiendo que ella está aislada. Cosa que la volvía diez veces más peligrosa. No sabía que mi padre era tan vengativo hasta que se enteró del embarazo.
Mientras recorría la enorme casa respondí unas cuantas llamadas para resolver unos problemas que había en el bufete de abogados de mi madre, la cual había dejado todo de lado en cuanto su embarazo se volvió de alto riesgo.
Esa era la rutina de mi vida desde hace unos años. Despertar, ver que la vida de todos en mi familia no se fuera al carajo, dirigir los negocios y proyectos familiares, cuidar a Dylan de un demente y como decidí ser un poco egoísta y pensar en mí, también tenía que ocuparme de estudiar medicina. Había entrado en un ciclo vicioso de estrés y secretos que me estaba comiendo vivo.
Organicé una reunión en mi apartamento con mi equipo de seguridad y conduje hacia allá después de ver que la casa estuviera perfecta, ya estaba lista para ser habitada. No sabía cuándo mi padre decidiría hacerlo. Pero no dudo que tarde mucho, en este enorme terreno podrá seguir viviendo su tonta fantasía adolescente con Dean. No me costó mucho descubrirlo, se me hicieron un poco sospechosas las repentinas visitas seguidas que hizo a esta ciudad...
Me molestaba demasiado aquello. Cada día me mataba velando por el bienestar de la familia para que él ponga todo en juego al meterse con un chico al que literalmente le doblaba la edad. Todos estaríamos arruinados si esa información caía en las manos equivocadas. Pero mi padre no parecía pensar en las consecuencias, así que dejaría que se estrellara de frente y que la realidad lo golpeara tarde o temprano.
Muchas veces me pregunto si las cosas habrían sido distintas si supiera que mi madre nunca lo engañó.
Al llegar de regreso a mi apartamento subí y saludé a mi equipo al verlos reunidos en la sala. Éramos seis en total pero solo estábamos cinco aquí, siempre había alguien vigilando a Dylan aunque fuese de lejos.
—¿Y bien? ¿Qué tenemos? —pregunté con un poco de sueño, Frank me pasó unos cuantos folders que tomé y comencé a ojear.
—Estos son los amigos de Dylan y Dean, los más cercanos. Hasta ahora esa es toda la información que tenemos sobre ellos. Ninguno se ve sospechoso...
—Pide comida italiana, quiero pasta alfredo —le ordené al ver que los otros estaban concentrados en sus computadoras, él asintió y se marchó.
Miré lo que tenía en las manos con curiosidad.
—Abigail Wilde, 16 años, rubia, madre muerta, sobrina del director, séquito de amigas sin personalidad, jefa de porristas, novia de Shelly, alérgica al maní... bla, bla —dije leyendo superficialmente toda la información. —Shelly Nickelson, 16 años, pelinegra, padre muerto, novia de Abigail, nuevo padrastro desconocido... ¿por qué no está aquí el nombre del padrastro? —pregunté arqueando una ceja, todos me observaron.
—No pudimos averiguar quién era, todavía estamos en eso...
—Eso espero —respondí con una sonrisa que los asustó. Negué varias veces y seguí leyendo los papeles.
Me pasé la siguiente media hora leyendo y grabando en mi cabeza todo lo que habían investigado sobre los amigos de Dylan. Me llevé un poco de pasta a la boca y agarré uno de los últimos folders que me quedaba por revisar.
Dejé de lado el bowl con pasta al leer el nombre de Cameron Hallanger. Tomé en mis manos la pequeña foto que habían adjuntado.
—El de Cameron ya estaba, parece que él y Dylan son amigos o al menos comparten en el mismo círculo, amplié la información lo más que pude —dijo Sophie interrumpiendo la atención que le había puesto a los ojos verdes de Cameron que antes no había notado en el ascensor. No me sorprendió mucho que Dylan y él se conocieran, después de todo mi hermano también era parte del equipo de fútbol.
Solté la foto y dejé que mis ojos vagaran por las letras que me hablaban superficialmente sobre aquel chico que había captado mi atención.
"Cameron Hallanger, 16 años, capitán del equipo de fútbol, ¿playboy del instituto?, hermano menor: Luke, padre acusado de falsificar firmas en la empresa "Grills" donde actualmente labora, se presume que será despedido en los próximos días, madre ama de casa, relaciones amorosas..."
Solté un silbido de sorpresa al ver la larga lista de conquistas que había tenido aquel chico. Había unos cincuenta nombres escritos.
—¿Quieres mi opinión? —miré a Sophie cuando me habló —Es un mujeriego —declaró ella como si lo conociera, entrecerré los ojos viéndola. Me fijé mejor en los vagos detalles que había sobre cada supuesta conquista de Cameron.
Sabía que Sophie sentía algo por mí, nunca le reclamé nada porque creí que eso no interferiría con su trabajo... Vaya error.
—¿Cuántos de estos nombres son reales, Sophie? —pregunté con calma, ella dio un respingo y se mostró bastante avergonzada. Me molestaba que me subestimaran, ella solo llevaba unos cuantos meses trabajando para mí, pero aquello era más que suficiente para saber que no me pueden engañar fácilmente.
—Perdón... es solo hasta Shelly, la número trece... —confesó mordisqueándose el labio con fuerza. Tomé un lapicero y taché los casi cuarenta nombres que ella se había inventado. —Solo quería cuidarte, aunque no fueran tantas, el tipo solo juega con las personas y las deja... esos fueron solo los nombres que pude conseguir pero deben haber muchas...
—Shhh... —la interrumpí sintiéndome enfermo por los disparates que estaba hablando. ¿Cuidarme a mí? —Ni siquiera sé qué te hizo pensar que tenías derecho a tomarte esas confianzas conmigo —dije levantándome del sofá, todos me estaban mirando de reojo mientras fingían seguir con sus tareas. Suspiré al ver los ojos negros de Sophie llenarse de lágrimas por la dureza de mis palabras.
Me acerqué a ella y con delicadeza limpié las lágrimas que comenzaron a recorrer sus mejillas.
—Estás despedida —le dije suavemente acariciando un poco sus mejillas, su rostro se transformó en una mueca de dolor y sorpresa.
Justo en ese momento se abrieron las puertas del ascensor que daba directamente a mi apartamento, sonreí al ver a Felicite, la modelo australiana que solía ver de vez en cuando. Ella iba acompañada de uno de mis guardaespaldas.
—¡Domi! —exclamó ella corriendo hacia mí. Me alejé de Sophie que aun parecía impactada por su despido. ¿Qué esperaba? ¿Un premio por tratar de verme la cara de tonto?
Cuando la modelo de largo cabello castaño y ojos negros se acercó a mí juntamos nuestros labios en un intenso beso, apreté su culo con fuerza y me alejé tras unos segundos.
—Vamos —dije caminando hacia mi habitación y olvidándome por completo de Cameron Hallanger.
. . .
El plan de olvidarme de él fue todo un éxito durante unos meses. Volví a enfocarme en mi rutina, no tenía tiempo para dejarme llevar por mis deseos.
Hasta que descubrí que Dylan sí estaba teniendo un romance con su director.
Mantuve el secreto y controlé mis ganas de ir y matar a aquel hombre. Tenía un gran dilema. Quería irme a vivir cerca de Dylan de forma permanente, pero no podía dejar a mi madre sola, sin duda ella y mi padre terminarían asesinándose el uno al otro, pero tampoco quería que ella estuviese cerca de mi hermano, no solo por el daño psicológico que causaba en él, sino también porque traería consigo toda la atención de Mick. Tampoco deseaba que ella tuviese que ver de cerca la aventura de mi padre y Dean. Para mí también sería una tortura considerando el hecho de que sé toda la verdad.
Cuando mi padre se enteró de lo que pasaba entre Will y Dylan fue cuando finalmente tomó la decisión de que nos mudáramos en la casa que había comprado hace meses. Y el día en que mi madre hizo acto de presencia fue una tarde que nunca olvidaré y no solo por todo el drama que pasó...
—¿Vas a salir? —le pregunté a Dean al verlo sentado en la sala principal, cuando él asintió me dirigí hacia donde estaba y me senté a su lado. Le había pedido a Dylan que se las ingeniara para sacarlo de la casa por un rato antes de que llegara mi madre y se desatara un infierno cuando vieran su gran barriga. Pero sabía que aquel secreto no tardaría en ser descubierto. —¿Con quién saldrás? —quise saber con interés, cuando él me miró el timbre sonó, miré la hora en mi reloj. Mi madre no tardaría en llegar.
—Con un chico —dijo levantándose, aquello me hizo fruncir el ceño. ¿Saldrá con un amigo? —Tranquilo, le gusta Dylan —cuando él agregó aquello con un tono vago mi cuerpo recibió un impulso y me levanté de un tirón del sofá sintiendo una pequeña espinita en el corazón.
No aprobaba para nada la relación de Dylan con Will, pero tampoco me metería en eso, quería darle a Dylan la libertad de vivir su vida como quisiera para que no me odie, pero eso no significa que dejaré de cuidarlo de cualquier idiota que se crea suficientemente bueno para él.
—Parece que ya llegó —murmuré seriamente.
—¡Dean! —gritó una de las chicas del servicio.
Caminé hacia el vestíbulo con mucha calma mientras que Dean me miraba entre arrepentido y aterrorizado, debe pensar que voy a matar al chico. ¿Por qué todos piensan que ando matando gente a diestra y siniestra?
Me detuve a causa de la sorpresa al ver que Dylan estaba hablando con Cameron Hallanger, el chico rubio que había decidido olvidar sin siquiera haber conocido. Fruncí el ceño al verle mejor el rostro.
Sí. Debía follármelo.
Sus ojos verdes estaban fijos en Dylan. El chico tenía uno de los rostros más atractivos que había visto y vaya que sí he estado rodeado de gente bien parecida. Pero no solo me gustaba su rostro, incluso el rubio de su cabello me parecía del tono adecuado, su cuerpo atlético era simplemente perfecto y el grosor de sus labios era idóneo. Sus piernas se veían firmes y un poco tonificadas aun por encima de la ropa, probablemente producto del deporte que practicaba.
—¿Cómo se llama? —fingí no saber sin despegarle los ojos de encima. Nunca antes había tenido tantas ganas de arrancarle la ropa a alguien y dejarme llevar como en este momento.
—Cameron —contestó Dean con un tono titubeante, como si no hubiese querido decírmelo. Reprimí una sonrisa al pensar en que ya sabía hasta el nombre de sus padres, de su último perro, que era alérgico a los pepinillos y algunas cosas más.
—¿Qué nombre es ese? Suena como camarón —reconocí finalmente saliendo de mi sorpresa y acercándome a ellos, Dean se rio a mi lado. —Dylan —lo llamé haciendo que diera un respingo, mi hermano se giró y me miró sorprendido al igual que los ojos color esmeralda de Cameron, quien finalmente notó mi presencia. Por mi cabeza pasaron mil ideas de las cosas indecorosas que quería hacerle...
—Dominik, él es Cameron, invitó a Dean a salir esta noche —dijo Dylan mirándome mal, suspiré y recordé que mi madre estaba a nada de llegar, asentí con resignación para que se fueran a pesar de que quería seguir viendo a Cameron, el cual seguía mirándome en silencio, sus ojos recorrían mi rostro y todo mi cuerpo con detenimiento, reprimí una sonrisa.
—Lo sé —murmuré acercándome un poco más al rubio, sus ojos se abrieron mucho al tenerme cerca, quise echarme a reír. Se ve un poco tímido para ser el supuesto playboy del instituto. Aunque suelo causar este efecto en las personas y me gustó que él no haya sido la excepción. —Cameron, ¿cierto? —pregunté con un tono intimidante, él asintió lentamente.
Noté de reojo que Dylan y Dean se veían el uno al otro muy confundidos, lo cual me hizo pensar que Cameron usualmente no era tan callado como estaba. Sonreí en mi interior. Si puedo afectarlo tanto entonces no será complicado llevármelo a la cama. Será como quitarle un dulce a un bebé. Lo cual me gustó, siempre obtenía todo lo que quería y mientras más rápido mejor, no tengo tiempo para distracciones. Pero tenía curiosidad por saber cómo era él realmente.
—Como le hagas algo malo a Dean, prepárate... Dylan me dirá donde vives, te busca...
—Dominik —miré a Dylan con exasperación cuando interrumpió mi mentira. Me hubiese gustado ver qué cara pondrían todos si supieran que lo mandé a investigar.
—No interrumpas mi momento, Dylan —le dije con fingida molestia que no pude mantener por mucho tiempo al ver sus mejillas sonrojarse. Tenía el hermano más dulce y tierno de la ciudad. Escuché la pequeña risita que soltó Cameron. ¿De verdad le gusta Dylan? Eso podría ser un problema...
—Lo siento, solo quería decirte que no sé dónde vive el camarón —miré a Dylan fijamente cuando me mintió en la cara. ¿Por qué dice que no sabe donde vive el rubio si ambos solían ser vecinos en el mismo edificio? ¿Se mudó? La dulce sonrisa que Cameron le dedicaba interrumpió mis pensamientos.
—¿Camarón? —finalmente el rubio emitió una palabra, la sonrisa en su rostro fue sustituida por una expresión de molestia. Me sentí un poco sorprendido por el cambio de personalidad tan radical que tuvo cuando comenzó a discutir con Dylan por llamarlo así. —... pero rápido que corres hacia este camarón cuando lo necesitas... —masculló indignado mirándolo mal.
—Sí suena como camarón... —dije pensativo.
—¿Ves? No es mi culpa que tu madre no te quiera por ponerte un nombre así —contestó Dylan mirándolo con burla, Cameron no volvió a dirigirme la mirada, al contrario, ahora parecía estar evitando verme.
—No pueden negar que son hermanos, tienen el mismo nivel de idiotez —arqueé una ceja cuando dijo eso con un tono de seguridad y fastidio que me puso duro, Dylan siguió discutiendo con él pero yo me quedé entretenido viendo como afloraba su verdadera forma de ser. Estaba más que claro que no era una inocente florecita.
—Nos insulta en nuestra propia casa... dile algo, Dominik —se quejó Dylan enfurruñado, yo levanté ambas manos retirándome de la discusión. No quería ganarme el odio del rubio, eso arruinaría mis planes, solo quería ver cómo reaccionaba.
—Ya se está haciendo tarde —dijo Dean viendo su teléfono y deteniendo la discusión.
—Váyanse —respondió Dylan agarrando a su mejor amigo de la mano y yendo hacia la puerta. Al ver que Cameron también comenzó a alejarse agarré su brazo en un impulso que me sorprendió a mí mismo. Cuando toqué su fría y blanca piel sentí mi mano arder.
—Suéltame —dijo soltándose rápidamente de mi agarre y mirándome con mucha intensidad, lo observé salir despavorido por la puerta.
—Mmm... —murmuré con una sonrisa. No será tan fácil como pensé.
Cuando él salió por esa puerta nunca pensé que en el futuro terminaría perdidamente enamorado y literalmente matando por él...
Hace tres meses
Esta era la primera vez que no obtenía lo que quería. Cameron había entrado en mi vida para reescribir muchas cosas que nunca creí cambiar. Él fue la primera persona que puso condiciones para estar conmigo. Sonreí al recordar que literalmente tuve que ser su novio para que siquiera aceptara tenerme cerca. También era el primero, aparte de mi hermano y de Vladimir, que tenía el valor para llevarme la contraria y desafiarme cuando lo creía necesario. Aquello me molestaba un poco pero había aceptado todo eso con tal de estar con él.
Estaba enamorado. Lo supe cuando lo dejé en su casa hace unas horas. Separarme de él había sido una de las decisiones más difíciles que había tomado en mi vida y con cada segundo que pasaba sentía que mi corazón se partía cada vez más. Pero era necesario si quería que él estuviese a salvo. Esta era la primera vez que experimentaba este tipo de amor en mi vida y el dolor de la separación.
Tenía que resolver algunos asuntos antes de marcharme. En unas horas tomaría un vuelo con destino a Manchester, para tratar de limpiar el desastre que había hecho Vladimir.
Lo primero que hice fue cancelar mi número telefónico y bloquear cualquier vía de comunicación que Cameron pudiese tener conmigo. Desaparecería de su vida por completo aunque aquello destruyera todo lo bueno que quedaba en mí.
Detuve mi auto frente a un burdel de mala muerte que había en un barrio pobre de la ciudad. Caminé hacia la entrada y al abrir la puerta arrugué la nariz cuando me llegó un nauseabundo olor a humedad, suciedad e incienso. Un místico humo rojo invadía cada rincón del oscuro lugar. El intento de música sensual taladraba mis oídos mientras veía a unas cinco mujeres bailando en tubos dispuestos por todo el espacio mientras que los hombres les lanzaban billetes y silbidos.
—¿Puedo ayudarte en algo, guapo? —observé a la mujer pelirroja semi desnuda que se me acercó y pasó con toda confianza un dedo por mi abrigo, solo hice mirarla para que alejara su dedo de inmediato con temor. Ella traía un diminuto traje que apenas cubría sus pezones y su parte íntima.
—Estoy buscando a Rick Hallanger —dije subiendo la voz para que pudiese escucharme, ella me miró de arriba abajo con sospecha y negó.
—No podemos dar información sobre nuestros cli...
—Sé que está aquí y tú me vas a decir exactamente dónde —la interrumpí agarrándola por la cintura y acercándola a mí, ella me miró embobada con una sonrisa dulce aspirando mi olor hasta que sintió el frio metal del cañón de la pistola que traía dentro del abrigo y que había pegado contra su abdomen, pude notar como comenzaba a temblar y sus ojos se abrían aterrorizados, le sonreí y la aparté un poco cuando asintió rápidamente.
—Sígueme —dijo comenzando a caminar, la seguí de cerca mirando atentamente todo a mi alrededor. Frank me informó que vio al padre de Cameron entrar aquí hace unos minutos. Quise venir a resolver esto yo mismo.
—Ábrela —le ordené a la chica cuando señaló una puerta negra. Ella me miró molesta y abrió la puerta dejando a la vista una enorme cama con sábanas rojas sobre la cual estaba el padre de Cameron con una chica encima, los dos nos miraron cuando la puerta se abrió. —Entra —le dije a la chica que había venido conmigo, ella apretó la mandíbula con fuerza y entró. No dejaría que se fuera, podría avisarle a alguien y no tenía tiempo que perder.
—¡¿Qué diablos significa esto?! —exclamó el padre de Cameron apartando a la chica desnuda de un manotazo y mirándome cargado de odio, cerré la puerta y me saqué el arma haciendo que todos guardaran silencio.
—Hola, suegro —lo saludé con tranquilidad mientras veía como la chica con la que había estado teniendo sexo se cubría con las sábanas en una esquina y me miraba aterrada. El hombre me miró muy confundido, me alegraba ver que no se parecía en nada a Cameron, el cual era una copia casi exacta de su madre.
—¿Quién eres tú? —preguntó con un tono cauteloso, sonreí. Me gustaba el efecto que causaban las armas en la gente altanera y simplona como él, los ponían sumisos y acobardados. Me senté en una silla que había a un costado y después de subir las piernas sobre una mesa saqué unas cuantas balas sueltas que tenía en el gran bolsillo de mi abrigo.
—Soy quien meterá una de estas en tu diminuto cerebro si vuelves a acercarte a Cameron, a su madre o a su hermano —dije sacando el cargador y agregando las balas con calma.
—Son mi familia, ¡¿quién diablos te crees que eres?! —arqueé una ceja cuando dijo aquello muy alterado, al dirigir mi mirada a una mesita de noche que había junto a la cama lo comprendí al ver rayas de un polvo blanco. El tipo estaba drogado.
—¿Ahora son tu familia? —pregunté con burla mirando alrededor, eso lo enfureció ya que se levantó dejando a la vista su asqueroso cuerpo desnudo, hice una mueca. —Tu esposa debió fingir muchos orgasmos durante demasiados años, pobre mujer —dije al ver el diminuto gusano que tenía ahí abajo y que probablemente llamaba pene.
—¡Hijo de puta! —masculló rabioso, se notaba que aquello le había dolido.
—¿Por eso golpeabas a tu hijo? No soy psicólogo pero sé que los hombrecitos como tú que no han sido... agraciados en la vida, llevan mucha frustración por dentro —dije pensando seriamente en mi propia teoría, el rostro del hombre estaba rojo, sabía que se moría por arrancarme la cabeza y a mí tampoco me faltaban las ganas de hacerlo. Quise matarlo desde que vi las marcas en el cuerpo de Cameron.
Resoplé al recordar cómo reaccionó el rubio cuando insinué que lo mataría. No creo que le agradara mucho la idea.
Saqué un fajo de billetes del interior de mi abrigo y los puse sobre la mesa que tenía al lado, los ojos de las otras tres personas en la habitación lo miraron con impacto. Aquello era suficiente como para comenzar desde cero en otro lugar.
—Te daré esto. Tienes tres horas para recoger todas tus cosas e irte de la ciudad, si no lo haces me enteraré y te mandaré a enterrar vivo. Si intentas o siquiera piensas en contactar a Cameron o a los demás, me enteraré y te mandaré a quemar vivo... en resumen, vas a tener una muerte dolorosamente lenta si no haces lo que digo... —dije levantándome de la silla y acercándome a la cama donde ahora el hombre me miraba genuinamente asustado. Todo lo que le dije era literal, Cameron no tendría que enterarse si lo metía en una caja y lo sepultaba mientras aun respira.
—E-Está b-bien —respondió muy descolocado, ya debía habérsele pasado el efecto de las drogas. Me quedé observándolo fijamente durante unos segundos para que viera que hablaba completamente en serio. —L-Lo haré... —reafirmó temeroso, asentí.
—Eso espero —dije caminando hacia la puerta. —Yo siempre estaré observando —agregué finalmente dedicándole una última mirada, él se cubría con las sábanas y me miraba como si fuese el diablo. —Gracias por tu ayuda —dije sonriéndole a la chica que me había llevado hasta él, ella me miró por unos segundos antes de devolver la atención al dinero que dejé en la mesa. Sonreí y salí de allí sin perder un segundo más.
Tres horas después me encontraba en el avión con los ojos cerrados luchando contra el dolor de cabeza que tenía. Apreté los puños con fuerza al recordar por qué había pasado todo esto. Fui demasiado descuidado con respecto a Cameron, pero cuando estaba con él era como si dejara de ser yo mismo y todo lo demás dejara de importar.
El día que su hermano Luke se desmayó y tuvimos que llevarlo al hospital, fue también el día en que nos dimos nuestro primer beso y que acordamos tener una relación que literalmente no duró ni una semana. Ese día me encontraba también con Daniela, mi amiga y ex novia que estaba ayudándome a despistar a los hombres que habían estado siguiéndome durante todo el día. Al principio creí que mi madre los había enviado porque sospechaba que estaba haciendo cosas a su espalda, pensar eso fue un error. Me equivoqué y lo estaba pagando demasiado caro.
Aquellos hombres los había enviado Mick.
Por supuesto, ellos no tardaron en darle un informe completo a su jefe sobre el apuesto chico con el que me estaba besando no muy lejos del hospital. Eso puso a Cameron en el radar del hombre que protagonizaba las pesadillas de mi madre.
—Pídeme que me quede y lo haré —recordé con amargura aquello que le dije al rubio que se había adueñado de mi corazón, y cuando él, dejando de lado todo su orgullo me pidió que me quedara, supe en ese momento que mis sentimientos eran correspondidos.
Iba a quedarme, por él iba a hacerlo. Hasta que recibí una llamada que lo cambió todo...
—¿Cómo es que nunca había visto a esa belleza? Lo tenías bien guardado, Dominik...
—Si le tocas aunque sea un solo pelo no solo tú vas a pagarlo, también tus dos hijos —respondí imaginando rápidamente en mil formas de torturar a los dos hijos que tenía Mick, le daría donde más le duele si se atrevía siquiera a acercarse a Cameron. Quise mantener la calma pero fallé, el solo pensar en que él estaba en peligro hacía que mi sangre hirviera.
—Uy, debe ser alguien muy especial si te pones así de agresivo —maldije en mi mente cuando dijo aquello notando claramente lo que más quería evitar. Una de las primeras cosas que nos habían enseñado en la academia era lo importante que debía ser ocultar lo que sientes de tus enemigos, aquello siempre se me había dado a la perfección hasta este momento.
—Estás advertido —mascullé antes de cortar la llamada.
Abrí los mensajes que me había enviado Vladimir hace unos días, eran fotos de la hermana menor de Mick que se encontraba en París, desprotegida y vulnerable, tal y como debía estar Cameron en estos momentos. Después de decirle que la tenga vigilada llamé a Frank, no podía confiarle este trabajo a alguien más. Él era el mejor de mis guardaespaldas.
—Vigila a Cameron, no te atrevas a despegarle un ojo de encima, si ves algo raro no dudes en actuar e informarme —le ordené fríamente y colgué. Sabía que estaría a salvo con él pero aquello no me quitaría de encima el extraño sentimiento de culpa que se había alojado en mi interior. Nunca antes había sentido culpabilidad por las cosas que hacía, hasta que llegó él. Fue muy egoísta de mi parte meterme en su vida sabiendo las consecuencias que podría traer.
Días después no podía siquiera dormir pensando en lo que podía pasarle a Cameron. Sabía que este era el plan de Mick, tenerme paranoico con lo que podría hacer. Necesitaba algo que usar en su contra, algo que fuera igual de importante para él.
Cuando mi teléfono sonó contesté de inmediato al ver que era Vladimir.
—Dominik... —me puse alerta al escuchar su tono cauteloso. Siempre que había hecho algo malo hablaba así, como un niño con temor de ser regañado.
—¿Qué pasó? —pregunté sin rodeos levantándome de la cama, miré el reloj en la pared, eran casi las tres de la mañana.
—¿Recuerdas que dejé a alguien vigilando a Tessa en París?
—Ajá... —respondí un poco impaciente, él soltó un suspiro.
—Bueno... ella regresó a Inglaterra ayer al igual que yo... sabía que llegaríamos casi a la misma hora así que yo...
—Así que tú... —lo animé a seguir hablando mientras temía lo peor. Vladimir era excelente peleando y cuando estaba calmado era un estratega de primera... Pero otras veces era demasiado espontáneo y volátil, y no lo culpaba. Él estaba acostumbrado a las formas toscas y muchas veces demasiado explosivas de la mafia rusa, en la cual estaba envuelto desde que nació hasta hace aproximadamente un año que se desligó de su familia y de todo aquello.
—Mira... lo importante es que ya Mick no va a poder chantajearte... —dijo con mucha calma haciendo que me doliera la cabeza, cerré los ojos y me llevé una mano al puente de la nariz.
—¿Qué hiciste? —pregunté perdiendo la paciencia, Vladimir se mantuvo en silencio por unos segundos.
—La secuestramos...
Me mantuve en silencio al oír aquello. No me sorprendía demasiado. Sabía que Vladimir no iba a poder cambiar su forma de ser de un momento a otro.
—Te mataré —respondí tranquilamente, lo escuché resoplar al otro lado de la línea. —Solo te pedí que la vigilaras... —le recordé confundido. ¿Cómo puede pasar de vigilar a secuestrar a alguien?
—Así resolvemos las cosas en Rusia... —usó su típica excusa con molestia, me pasé una mano por la cara.
—¿Acaso estás en Rusia, Vladimir? —quise saber con curiosidad, él se quedó callado. Esto no era Rusia ni tampoco éramos parte de alguna mafia. Un paso en falso y me llevaría a toda mi familia al infierno por un error como ese.
—¿Quieres que la libere?
—¡Ni pensarlo! —exclamé rápidamente. Si la dejaba ir lo primero que haría sería contárselo a sus hermanos psicóticos y sabrá Dios qué harían. Luego la chica probablemente iría a la prensa a decir que estábamos involucrados en eso. —Voy para allá en unos días, trata de tener todo bajo control —respondí con pesar sabiendo que debía hacerme responsable de aquello y de cualquier cosa que pudiera suceder.
Abrí los ojos olvidando aquello y dejando mis ojos vagar por la pequeña pantalla que había frente a mí que marcaba el trayecto y el tiempo que faltaba para llegar a mi destino. En veinte minutos estaría allá. Trague duro al cerrar los ojos nuevamente y recordar lo suaves, carnosos y cálidos que eran los labios de Cameron, no necesitaba un abrigo para no sentir frío, con solo pensar en él todo mi cuerpo se encendía.
Sonreí con un poco de tristeza al pensar en lo confundido que debía estar ahora mismo preguntándose por qué borré mi número o preguntándose si realmente volvería como le prometí. No pensaba cumplir aquella promesa por su propio bien...
Al salir del aeropuerto había un auto esperándome, saludé a Stephano, quien trabajaba para Vladimir. Me subí en el asiento del copiloto. Estuve todo el rato mirando por la ventana con distracción hasta que llegamos a una enorme mansión que literalmente estaba en mitad de la nada. Vladimir había escogido aquella locación en caso de que la chica escapara. En este terrero sería fácil encontrarla ya que tendría que caminar durante un buen rato antes de poder encontrar alguna otra casa.
Vladimir necesitaba algo que le devolviera la humanidad que había perdido en su país natal.
—¡Dominik! —me saludó mi mejor amigo con un abrazo en cuanto me bajé del auto, después de mirarlo mal lo abracé mientras sonreía. Tenía mucho tiempo sin verlo. —Solo falta Dimitri, pero está muy ocupado atendiendo su estúpido restaurante —se quejó mientras caminábamos hacia la entrada de la casa.
Me sentía feliz por Dimitri, al menos él pudo llevar una vida normal después de todos los horrores que vivimos en la academia. El peor destino lo había tenido Vladimir, al ser hijo de uno de los jefes de la mafia rusa, se había convertido en uno de los mercenarios de su familia sin tener la opción de elegir, o eso creía hasta que hace un año me confesó que se reveló contra su padre y decidió seguir su propio rumbo dejando todo en manos de sus hermanos mayores.
—Tengo cuatro hermanos, nunca iba a ser el jefe así que preferí no ser nada —recordé las frías palabras que me dijo justificando sus acciones. Aunque dijera aquello, sabía que en el fondo no le gustaba hacerle daño a las personas, mucho menos matarlas.
Observé todo el polvo que había en esta vieja casona, estornudé inevitablemente y miré mal a Vladimir. ¿Cómo era posible que llevara días aquí y no se había molestado en siquiera limpiar un poco? Odiaba los lugares sucios y desordenados. Mi mejor amigo me miró con incomodidad y sonrió apenado.
—Alguien viene mañana a limpiar todo —dijo comenzando a subir las polvorientas escaleras, lo seguí con el ceño fruncido.
—¿Quién? —pregunté seriamente. Nadie podía enterarse de que estábamos aquí.
—Tranquilo, es un tipo discreto... y ha limpiado cosas peores que una casa sucia... —murmuró con la mirada perdida, suspiré y asentí comprendiendo a qué se refería. —La chica está ahí adentro —señaló una habitación de la cual provenía una pequeña luz. —Ha sido Stephano quien le ha llevado comida y todo eso, será mejor que no vea nuestros ros... —lo ignoré y entré en la habitación.
Cuando entré mis ojos ubicaron rápidamente a una chica castaña de unos dieciocho años que estaba hecha un ovillo en una esquina amarrada a un viejo aire acondicionado, su rostro estaba oculto por su cabello que parecía un completo nido de pájaros, se veía todo sucio y enredado. Llevaba puesto un vestido roto lleno de tierra y polvo, estaba también descalza. Al escuchar nuestros pasos giró su rostro hacia nosotros. Tenía el labio partido y con sangre seca, sus mejillas estaban negras por el sucio y por el rímel corrido, sus ojos azules me miraban con mucho temor, noté que tenía un lado de la cara lleno de sangre, me contuve de arrugar la nariz cuando un terrible olor me llegó, olía a sangre, orina y sudor, ella temblaba del frío. Noté que la ventana estaba abierta y que no podía ni alcanzar a cerrarla por como la tenían amarrada. No había rastros de la elegante y sofisticada chica que había visto en las fotos que me envió Vladimir hace unas semanas.
—Por Dios... —lo miré fríamente cuando susurró eso, él se veía muy sorprendido.
—Hablemos afuera —dije saliendo de la habitación y cerrando la puerta. No podía creer en qué condiciones tenían a esa pobre chica. —¡¿Qué diablos, Vladimir?! El asunto de tener a alguien secuestrado es poder usarlo a tu favor, cosa que no va a servir si se enferma y se muere —le expliqué sarcásticamente controlando mi enojo, él me miró mal.
—No sabía que estaba así, dejé que Stephano se encargara... —se defendió cruzándose de brazos, me relamí los labios, los sentía resecos y todo mi cuerpo frío después de ver aquello. Si le mandábamos una foto a Mick de su hermana en esas condiciones, iría y mataría a Cameron él mismo.
—Ese es el problema, ¿cómo dejas que un mercenario sin escrúpulos se encargue de una chica indefensa? —pregunté con molestia caminando de un lado a otro. Todo estaba terriblemente mal aquí.
—Tienes razón, debí hacerme cargo yo —dijo él finalmente entrando en razón. Tessa no tenía la culpa de nada de esto, probablemente ni sabía sobre las atrocidades que han hecho sus hermanos.
Regresé a la habitación ignorando la mirada arrepentida de Vladimir, me acerqué con cautela a la chica, la cual comenzó a llorar y a revolverse como loca, y no era para menos, debía estar traumatizada.
—Tranquila, solo quiero ayudarte... —le dije suavemente hincándome a su lado.
—D-Déjame ir p-por f-favor, n-no les h-he hecho n-nada m-malo... —sollozó mientras pataleaba como loca.
—Confía en mí, vas a estar bien... —susurré agarrando su sucio rostro entre mis manos y mirándola a los ojos, ella se quedó observándome mientras lloraba, lentamente su cuerpo dejó de dar violentos espasmos y su respiración se normalizó.
Al verla de cerca noté que la sangre que cubría la mitad de su rostro provenía de una herida que tenía en la cabeza. Escuchamos un estridente sonido salir de su barriga, debía estar muriéndose de hambre. Bajo su atenta mirada desamarré la soga que la mantenía presa, vi las marcas rojas que tenía en las muñecas y los relucientes anillos que adornaban algunos de sus dedos. Según la información que tenía, Mick trataba a su hermana como si fuese una de sus joyas más valiosas.
—Ven, te llevaré al baño para que puedas asearte —dije levantándome, sus ojos brillaron al escuchar la palabra baño, negué lentamente. Estaba demasiado furioso con Vladimir y con Stephano. Aunque Vladimir quisiera limpiarse las manos, también era su culpa que ella estuviera así. Para comenzar, ni siquiera debería estar secuestrada...
Mi mejor amigo me miraba de reojo desde el umbral de la puerta. Sabía que estaba arrepentido pero ya no se podía dar marcha atrás al tiempo.
—Iré a buscarle jabón... —dijo algo decaído antes de retirarse. Más tarde le pediría que me explicara cómo fue que terminaron secuestrándola.
Tessa intentó levantarse pero parecía no tener fuerzas en las piernas así que la cargué con facilidad y caminé hacia el baño.
—¡S-Suéltame! —gritó con fuerza a la vez que comenzaba a dar inútiles golpes en mi pecho, la ignoré completamente. Estaba tan débil que no podía siquiera asestarme un buen golpe.
La dejé en la bañera y abrí la llave de la ducha dejando que el agua cayera sobre su sucio cuerpo.
—Toma —entró Vladimir en el baño momentos después con una cesta que contenía jabón, un cepillo de dientes, una toalla, shampoo y otras cosas de limpieza personal.
—Dile a Stephano que vaya a la tienda y que compre toallas sanitarias, un peine, algo de ropa, interior y normal... y un desodorante... —me gané una mirada de odio de parte de la chica cuando dije esto último haciendo una mueca. Vladimir pareció memorizarlo todo y salió nuevamente del baño.
—¿Te vas a quedar ahí mirándome? —preguntó molesta tomando el jabón de la cesta, arqueé una ceja.
—Si fueras cierto rubio de ojos verdes... —murmuré saliendo del baño y cerrando la puerta.
Debía pensar bien en mis próximos movimientos. Mick no tardaría en notar que su hermana no estaba y por supuesto que en la primera persona que pensará será en mí. Ahora, ¿cómo puedo decirle que tengo a su hermana secuestrada sin que se vuelva todavía más loco y ataque?
Le envié un mensaje a Vladimir con más cosas que debía comprar. Lo primero era poner a Tessa tal y como estaba antes de que la trajeran aquí.
—No... lo primero era mantenerla con vida —dije para mí mismo abriendo rápidamente la puerta del baño al imaginarla suicidándose o lanzándose por la ventana.
La chica soltó un grito al verme, la observé cubrirse los senos rápidamente, estaba llena de espuma de la cabeza a los pies. Su mirada era rabiosa, levanté ambas manos como señal de paz.
—Dijiste que confiara en ti —masculló molesta.
—Pero yo no confío en que no te matarás o algo así —dije mirando alrededor e imaginando las posibles formas de suicidio que podían llevarse a cabo en un baño.
—Pervertido, seguro quieres violarme... —dijo con odio mientras soltaba los brazos y seguía bañándose, arqueé una ceja.
—Quisieras —contesté mirándola sin ningún tipo de interés sexual, ella me miró indignada.
Tessa no era una chica fea, al contrario, se veía bastante bien, pero por alguna razón, desde que Cameron y yo nos besamos por primera vez, nadie, absolutamente nadie más ha sido capaz de despertar algo en mí, ni la más mínima emoción. Era completamente suyo aunque él no lo supiera.
Fui hasta la cama y me senté dejando la puerta del baño un poco abierta para poder entrar rápidamente en caso de que sucediera algo.
Casi una hora después la chica salió del baño cubriéndose con una toalla. Se veía mucho mejor sin toda esa sangre y esa tierra encima, pero la mirada de desprecio en sus ojos seguía intacta. Se parecía mucho a Mick, en los ojos y en el color del cabello, pero a diferencia de él, ella tenía una apariencia bastante inocente.
—¿Por qué estoy aquí? —preguntó manteniendo la distancia.
—Porque tu hermano Mick es un idiota —respondí vagamente su pregunta, ella se sorprendió mucho y bajó la mirada al piso pensativa.
—¿Todo esto tiene que ver con el supuesto hijo que tiene? —preguntó confundida levantando la mirada otra vez, asentí levemente. —Ese imbécil, sabía que su locura nos traería problemas a todos... —murmuró con rabia, la miré intrigado.
—Pensé que no sabías nada sobre eso —admití levantándome de la cama, ella negó y suspiró.
—Lo he escuchado hablando sobre el chico —dijo mirándome a los ojos, me encogí de hombros. Realmente no me importaba mucho que supiera o no sobre las locuras de su hermano. La usaría para lograr mi objetivo, mantener a salvo a Cameron, y después de eso no tendría que verle más la cara.
—Aquí tienes, Dominik —miramos a Stephano cuando entró minutos después, el pelinegro dejó unas bolsas sobre la cama y se marchó no sin antes ver con molestia a Tessa, la cual estaba pálida y tensa, hice caso omiso a su cambio de humor y revisé las bolsas mientras sacaba la ropa y todo lo que mandé a comprar.
—Tienes una herida en la cabeza, déjame revisarla... —dije viendo como nuevas rayas de sangre recorrían su rostro, ella me miró asustada por unos segundos pero luego asintió al llevarse una mano a la frente y sentir la sangre. Me acerqué y separé con cuidado su cabello buscando la herida. —¿Cómo te la hiciste? —pregunté sorprendido, no fue difícil encontrarla, tenía una herida enorme entre el cabello, aunque ya se estaba curando tenía pequeños trozos de madera incrustados en algunas partes.
—El tipo que trajo las bolsas me la hizo... c-cuando me trajo a-aquí me t-tiró y m-me golpeé c-con la e-esquina de esa m-mesa —murmuró señalando una mesa que había a un costado, creí en su historia al ver la sangre en la esquina de la mesa y al ver mejor los trozos de madera en la herida. Aquello debía doler demasiado, me sorprendía que hablara con tanta normalidad y que no se hubiese desmayado por la pérdida de sangre o por el dolor.
—Tengo que limpiártela y suturar —dije caminando hacia la cama y abriendo una de las bolsas que contenía todo lo que necesitaba.
—¿Has hecho eso antes? —preguntó nerviosa, me reí un poco.
—¿Eso es lo que te preocupa de toda esta situación? —pregunté seriamente, ella hizo una mueca. —Sí, lo he hecho antes —dije recordando todas las suturas que tuve que darle a algunos de mis compañeros en la academia. Aunque muchas de sus heridas se las había abierto yo mismo. Me resultaba relajante y un castigo adecuado lastimarlos cuando querían pasarse de listos conmigo y luego suturarlos sin anestesia. Me reservé aquellos recuerdos para mí mismo.
—Está bien —dijo sentándose en la cama y agarrando con fuerza el nudo que tenía en la toalla.
—¿Ya confías en mí? —pregunté sorprendido separando su cabello, ella suspiró.
—Tú y el gigante parecen diferentes al animal que me trajo aquí... —murmuró bostezando. —¿Y quién es ese rubio de ojos verdes que mencionaste antes? —me asombró que lo haya escuchado, sonreí un poco al pensar en Cameron, con quien me gustaría estar ahora mismo.
—Él es la probable causa de muerte tuya y de toda tu familia si tu hermano se atreve a tocarlo —respondí tranquilo sacando unas pinzas, ella me miró impactada, de repente todo rastro de sueño había desaparecido de su rostro.
—¿Cómo puedes decirme algo así y quedarte tan calmado? —preguntó horrorizada, la miré fríamente.
—Puedo decírtelo tan tranquilo porque es la verdad —contesté con el mismo tono de antes, noté como empalidecía y su cuerpo caía desplomado en la cama después de perder la consciencia. Sonreí.
Tres meses después
Mientras me abotonaba la camisa miré con una sonrisa el video que me había enviado Frank. En él se veía a Cameron entrenando en el gimnasio. Llevaba ya tres meses viéndolo solo por los videos y fotos que me enviaban. Me agradaba verlo bien pero siendo honesto no me gustaba mucho la idea de que me hubiese superado cuando yo no pude sacarlo de mi cabeza ni por un segundo.
"¿Lo has visto con alguien?". Le había preguntado aquello a Frank hace un mes. Hablaba en un sentido romántico. Necesitaba saber si él ya estaba saliendo con alguien más.
"Ha salido algunas veces con chicos y chicas pero a simple vista solo se trataba de amigos". Su respuesta no me había dejado tranquilo, sino todo lo contrario, después de eso no dejaba de imaginarme a alguien más tocándolo y odiaba la furia que esos pensamientos desataban en mí.
Bajé las escaleras lentamente alejando aquello de mi cabeza. Algo me decía que Cameron todavía pensaba en mí...
—¡Al fin! —exclamaron Vladimir y Tessa cuando entré en la sala, los dos se veían muy hambrientos. Les había dicho varias veces que podían cenar sin mí pero siempre me esperaban para hacerlo. Observé el filete de pescado empanizado y las papas fritas que habían cocinado los dos.
—Gracias por la cena —les agradecí como cada noche desde hace tres meses, los dos me sonrieron y se sentaron en la mesa. Los tres comenzamos a comer en silencio. El único que nunca nos acompañaba era Stephano. Me ahorré el comentario de que le faltaba un poco de sal al pescado, sabía que ambos estaban aprendiendo a cocinar.
—Está enamorada de ti —susurró Vladimir rompiendo el silencio y mirando mal a Tessa. La chica se sonrojó hasta las orejas y asesinó a Vladimir con la mirada. —Deberíamos llevarla a un psiquiatra, eso se llama síndrome de Estocolmo —agregó mi mejor amigo maliciosamente sabiendo que ella lo escuchaba todo a la perfección.
Me mantuve callado cuando los dos se quedaron mirándome disimuladamente. Sabía que Tessa se había enamorado del trato y de los cuidados que le di estos últimos tres meses. Toda esta situación se había alargado demasiado debido a Mick. Al parecer su hermana le importaba, pero no lo suficiente como para también aceptar dejar a Dylan tranquilo aparte de no meterse con Cameron. Pero después de varias semanas finalmente habíamos llegado a una especie de acuerdo o tregua. Él no tocaba a Cameron y yo le devolvía a su hermanita en una sola pieza.
No pude dejar de pensar en Cameron ni durante un solo día, él era lo último que habitaba mi mente al irme a dormir y al despertar.
Miré a Tessa, ella estaba completamente bien. La herida en su cabeza había sanado, vestía impecable con la ropa que mandé a comprar para ella y sorprendentemente era una chica bastante feliz. La hemos tratado tan bien que creo que en su cabeza esto eran más unas vacaciones que un secuestro. Tuve que cambiarme de habitación porque no fueron pocas las veces que intentó meterse en mi cama aprovechándose de que no servía el seguro de donde antes dormía.
—Te irás mañana a tu casa, tu hermano y yo llegamos a un acuerdo —dije mirándola, ella dejó caer los cubiertos sobre el plato y me miró boquiabierta.
—Te lo dije —murmuró Vladimir viendo la cara de terror de Tessa, arqueé una ceja. Su enamoramiento era más fuerte de lo que había imaginado.
Ella se levantó de la mesa y subió las escaleras dramáticamente mientras lloraba. Vladimir y yo nos miramos y tuvimos que cubrirnos las bocas para que no se escucharan nuestras risas.
—Y así es como infiltras a alguien en la familia de tu enemigo... —murmuré completamente complacido con los resultados, Vladimir me miró mientras negaba y se reía.
—Eres la persona más malvada que he conocido en mi vida y te lo dice el hijo de un mafioso —susurró levantándose de la mesa y saliendo, suspiré y sonreí sintiendo un sentimiento de emoción crecer en mi pecho al pensar que pronto volvería a ver a Cameron.
Había aprovechado cada segundo de este "secuestro" para volverme alguien inolvidable en la vida de Tessa, quería que estuviese dispuesta a traicionar a su hermano por mí en cualquier momento.
—¡Dominik! —el grito de la chica me hizo levantarme rápidamente y subir las escaleras con prisa. ¿Qué estaba pasando?
Intenté abrir la puerta de su habitación pero estaba cerrada con seguro. Arremetí contra ella varias veces, la cuarta vez finalmente se rompió el cerrojo y se abrió. Encontré a Stephano asfixiándola, noté rápidamente que su vestido estaba completamente desgarrado, sin dudarlo me abalancé sobre él y se lo quité de encima, el tipo me miró con rabia y me lanzó un puñetazo que esquivé fácilmente.
—Sal de aquí —le dije a Tessa, ella salió rápidamente llorando.
—¡B-Buscaré a Vladimir! —gritó mientras corría asustada.
Stephano sacó un arma de su pantalón y me apuntó con ella. Yo estaba completamente desarmado, había dejado la pistola en mi habitación después de limpiarla esta tarde. Entrecerré los ojos viéndolo, su mirada lucía perdida, como si estuviese borracho.
—No quieres hacer esto... —dije acercándome lentamente, él sorbió con fuerza por la nariz y negó.
—Te conozco, tengo que hacerlo... no me vas a dejar salir con vida después de esto... —afirmó muy convencido, suspiré. Bueno, en eso tenía razón. Stephano sabía demasiado como para dejarlo ir libremente después de esta evidente muestra de traición.
—Entonces hazlo —dije abriendo los brazos y dándole una vía libre para que terminara todo esto con una sola bala. Él me miró con incertidumbre, cosa que sabía que haría así que aproveché ese segundo de duda para acercarme a él y desarmarlo en un pestañeo. —Lo siento —susurré inmovilizándolo rápidamente y rodeando su cuello con mi brazo, observé como el aire y la vida se le iban escapando rápidamente mientras pataleaba e intentaba alejarme con desesperación, tragué duro y después de hacer un poco de fuerza terminé rompiéndole el cuello dejándolo sin vida entre mis brazos.
Él era la primera persona a la que mataba. Al manchar finalmente mis manos con sangre sabía que había iniciado un camino sin retorno.
—Dominik —miré a Vladimir cuando me removió varias veces para que reaccionara, miré a mi alrededor, por un segundo mi mente había ido a otra parte. Todavía seguía sosteniendo el cuerpo de Stephano. Mi mejor amigo lo alejó de mí y me levantó con algo de dificultad.
—Estoy bien, Vladimir —dije recomponiéndome y parándome por mi propio pie, él me miró con incredulidad. —Llama al tipo de la limpieza —añadí saliendo de aquella habitación sin mirar atrás.
Cameron. Necesitaba a Cameron.
Actualidad
Y finalmente me encontraba donde siempre quise estar durante estos últimos meses, con el rubio de ojos verdes que llevaba tres horas observándome completamente atento y en silencio. Su silencio era lo que más me tenía preocupado. Él pestañeó varias veces cuando terminé de hablar y juntó las manos frente a su boca a la vez que soltaba un gran suspiro. Muchas emociones pasaron por su rostro en todo el rato que estuvo escuchándome sin interrumpirme, lo vi enojarse, ponerse feliz, tomarse copas de vino de un solo golpe, emocionarse, sorprenderse... Y también asustarse. Ese último sentimiento era la razón por la que no quería contarle sobre mi vida. Sabía que al principio él me tenía mucho miedo, y lo último que quería era volver a eso o, a algo peor después de saber que no podía vivir sin él.
—Cuando lo asesiné lo único que podía pensar era en estar contigo, pero también tenía miedo, me asustaba que no quisieras estar conmigo al saber todas las cosas horribles que he hecho... —admití siendo completamente honesto, él solo me observaba de una forma que no pude interpretar. No sabía cómo se sentía y su silencio estaba carcomiéndome vivo. Había omitido muchas otras situaciones en las que actué como una persona carente de sensibilidad. Si me ponía a contarle todas las cosas malas que había hecho entonces estaría hablando durante dos días corridos o más. —Dime algo, por favor —le pedí agarrando sus manos, cuando sentí lo heladas que estaban y cómo temblaban lo comprendí y lo solté de inmediato.
Estaba asustado de mí. Me quedé mirando mis manos por un largo rato, solo escuchaba su respiración un poco entrecortada.
—Me mentiste... —levanté la mirada al escuchar su tono enojado, sus ojos me miraban con molestia. —Me dijiste que nunca habías matado a alguien... —recordé la mentira que le dije hace unos días cuando me lo preguntó.
—¿Cómo iba a decirte que sí cuando me miras con esos ojos llenos de esperanza aun después de que te dejé sin darte ninguna explicación? —pregunté mirándolo y sintiendo mi corazón apretujarse un poco, él se sorprendió. —No quería que me odiaras más... —dije sirviéndome lo último que quedaba de la botella de vino que habíamos estado bebiendo. —Ya sabes la verdad sobre mí o al menos gran parte de ella, lo entenderé si ya no quieres estar conmigo...
Sus suaves labios se juntaron con los míos callándome, al salir de la sorpresa saboreé el vino en su boca y lo besé con violencia dejando de lado la copa. Él se subió sobre mí y enterró los dedos en mi cabello mientras chupaba mi lengua, todo mi cuerpo estaba caliente como siempre que él me tocaba. Sonreí contra su boca al sentirlo querer llevar el control, como siempre no lo dejé ganar y me apoderé de sus labios mientras me bajaba una mano al pantalón, sentía que iba a estallar.
Cameron alejó sus labios y me dio una bofetada tan fuerte que mi rostro se giró y mi mejilla se calentó al instante, lo miré sorprendido.
—Eso fue por mentirme y por literalmente admitir que estuviste tres meses enamorando a una chica mientras yo estaba aquí sufriendo por ti —dijo mirándome como si quisiera asesinarme, tragué duro.
—Si lo dices así suena peor...
—Suena como lo que es —contestó cruzándose de brazos y alejándose de mí. ¿En serio estaba celoso por Tessa? Eso explicaría la expresión de rabia que tuvo todo el tiempo cuando le estaba contando esa parte y por la forma en que miró la botella de vino varias veces supe que se estaba controlando para no partírmela en la cabeza.
—Tessa nunca significó nada más para mí —dije algo que creí que había sido demasiado obvio, pero Cameron seguía mirándome con resentimiento. —¿No te preocupa nada más de todo lo que te conté? —pregunté sin creerlo, él suspiró y se giró en mi dirección. —Las cosas que te dije que hice en la academia... —murmuré vagamente arqueando una ceja.
—No te ofendas pero ya me imaginaba que hacías cosas así... —dijo haciendo una mueca, me acerqué un poco más a él. —Pero me sorprendió mucho lo de mi padre... también había algo que quería preguntarte... el nuevo trabajo que tiene mi madre fue gracias a ti, ¿verdad? —preguntó en un tono un poco bajo y tímido, asentí. No me había parecido necesario contarle aquello.
—La recomendé con algunos amigos —respondí sin darle mucha importancia aunque sabía que aquello había cambiado por completo su calidad de vida.
—Gracias... —susurró haciéndome sonreír un poco. —Tampoco esperaba que me hubieses visto e investigado antes de que nos conociéramos, ¿debería asustarme? —preguntó ahora con burla aunque luego frunció el ceño y se quedó pensativo, le sonreí de lado y negué. Lo normal sería que sí estuviese asustado si alguien hacía eso...
—Yo daría mi vida por protegerte, nunca debes tenerme miedo —dije tomando una de sus manos y dándole un beso en ella. Su piel iluminada por la luz de la luna se erizó y todo su cuerpo se estremeció. Observé la pequeña sonrisa que apareció en sus labios, él posó una mano en mi mejilla y me miró sin apartar los ojos ni un segundo. Me miró sin una pizca de miedo.
—Te amo, Dominik. No te tengo miedo.
El peso que había sentido en mis hombros desapareció de un segundo a otro al escuchar esas palabras. Un sentimiento antes desconocido se alojó en mi corazón haciendo que latiera con prisa y una oleada de felicidad me acogió al ver el amor y la aceptación en los ojos de Cameron.
—Yo también te amo, Cameron.
Sentí que fue mi corazón el que habló. El mismo corazón que ahora solo latía porque sabía que estaba con el chico frente a mí.
Me acerqué a él y lo besé con delicadeza, disfrutando cada centímetro de su boca, conociéndola mejor y haciéndola mía. Porque él era mío y de nadie más.
Le quité la camisa rápidamente cuando lo que comenzó como un inocente beso rápidamente escaló a un deseo incontrolable por unir nuestros cuerpos aún más. Después de haber hecho el amor hace unos días supe que nunca me saciaría por completo de él.
—T-Todavía tenemos q-que hablar sobre algunas c-cosas —dijo entre besos, asentí sin detenerme en mi tarea de desnudarlo. Todo lo demás podía esperar.
Para mí, Cameron era la persona más perfecta que había visto en mi vida. Cada rincón de su cuerpo atraía al mío de una forma incontrolable.
Besé su cuello y fui bajando los labios por la tersa piel de su pecho y abdomen cuando lo liberé de la camisa. Admiré con fascinación lo definido que estaba. Su cabello rubio parecía casi brillar cuando la luna lo iluminaba.
Los ojos verdes que tanto había extrañado me miraron con adoración toda la noche mientras recuperábamos el tiempo perdido haciendo el amor...
. . .
Abrí los ojos cuando la claridad comenzó a molestarme. Lo primero que vi fue el techo de cristal que dejaba ver las claras nubes en el cielo, me sorprendió ver pequeñas cantidades de nieve amontonadas encima del cristal. Cuando sentí algo caliente y suave sobre mi pecho miré hacia abajo y sonreí al ver a Cameron desnudo aferrado a mí mientras dormía. Lo cubrí mejor con la manta que le había buscado anoche.
Él abrió los ojos lentamente y miró alrededor confundido, cuando me vio sus mejillas se coloraron casi de inmediato pero luego se mostró bastante horrorizado. Arqueé una ceja, ¿ahora es cuando viene el arrepentimiento? Después de todo el sexo salvaje que tuvimos anoche... Me dejó bastante impresionado las cosas que el rubio podía hacer con solo un par de copas de vino abajo.
—¡¿Qué hora es?! —preguntó levantándose rápidamente, en vano intenté agarrarlo antes de que se cayera al enredarse con la manta, él se levantó del piso con una expresión de dolor y de terror. Puede que nos hayamos pasado un poco anoche...
—Son las 7, relájate... —dije viendo la hora en mi celular y levantándome del sofá, él se alejó rápidamente y comenzó a vestirse cuando estaba por darle un beso, hice una mueca. Algo me dice que no es muy cariñoso por las mañanas... Tal vez deba poner vino en su café...
—¡No puedo relajarme, Dominik! ¡Tengo un partido de fútbol dentro de dos horas y siento que me arroyó un camión por el culo! —abrí la boca y volví a cerrarla cuando dijo aquello casi enloqueciendo.
—Oh...
Mierda...
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