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Dahlia

Dylan

Mientras corría hacia la oficina de mi padre sentía mi corazón desbocado y mi respiración entrecortada. Estaba aterrorizado. No necesito ser un experto en embarazos para saber que toda esa sangre que corría por las piernas de mi madre era una terrible señal de lo que sucedía en su interior. ¿Y si se trataba de un aborto? ¿Y si a ella también le pasaba algo malo? ¿Y si moría?

Alejé los sombríos pensamientos que me invadieron. Será mejor no pensar en esas cosas por ahora y enfocarme en lo que realmente importaba. Mi madre debía ir a un hospital lo más pronto posible. Cada segundo perdido podría ser mortal.

Abrí la puerta de la oficina estrepitosamente y entré, todos se quedaron sorprendidos y de inmediato se pusieron en alerta al verme la cara, miré a mi padre.

—¡Mamá está s-sangrando mucho! —exclamé con desesperación, sus ojos se abrieron como platos y sin dudarlo ni un segundo se levantó y salió corriendo por la puerta con Dominik siguiéndolo de cerca.

—Dylan, ¿qué pasó? —me preguntó Scott, uno de los guardias. Noté que todos me miraban con atención, incluido Vladimir, el amigo ruso de Dominik.

—No lo sé, la encontré sangrando... tengo que irme —dije rápidamente caminando hacia la puerta. Quería estar cerca de mi madre.

Corrí de vuelta a la habitación sin mirar atrás. Cuando estuve llegando encontré a mi padre cargándola en brazos mientras ella lloraba, me hice a un lado para dejarlos pasar por el pasillo.

—¡M-Me d-duele m-mucho! —dijo mi madre en un grito desesperado, su cuerpo estaba dando pequeños espasmos. Sentí que mi corazón se encogía cuando me observó, su rostro estaba bañado en sudor, las lágrimas recorrían sus mejillas y su expresión de dolor era indescriptible.

—Todo estará bien —le susurró mi padre cariñosamente, admiré su gran capacidad para mantener la calma en esta situación. Cuando él me miró pude notar algo muy diferente en sus ojos, había mucho miedo. Sus ojos reflejaban lo que realmente estaba sintiendo. —Dylan, la llevaré al hospital con Dominik. Tú quédate aquí —me ordenó con firmeza, me limité a asentir. No estaba de acuerdo con lo que dijo pero sabía que no era el momento para discutir.

Fui detrás de él y lo observé subir a mi madre con delicadeza en el asiento trasero. Tuve un deja vú y recordé la noche que tuvimos que llevar a Dean al hospital cuando casi muere envenenado.

No pude ocultar mi sorpresa al fijarme mejor en la expresión de profundo e intenso temor de mi padre y en como abrazó protectoramente a mi madre después de haberse sentado a su lado. Él la abrazaba y la miraba como si tuviese entre sus brazos a la persona más valiosa de su vida. Conocía esa mirada porque era muy parecida a la que me dedicaba Will cada vez que estaba con él. Recordé que él lució genuinamente preocupado cuando Dean estaba enfermo, pero aquello definitivamente no se comparaba a como se veía ahora.

Sentí que me quitaban la venda de los ojos, y fue entonces cuando entendí todo lo que Dean había estado diciéndome desde que ella llegó.

Me quedé pensando en aquello mientras veía el auto alejarse. Me di la vuelta y miré con lástima hacia la ventana de la habitación de Dean. Nunca debí dejar que mi padre se acercara a él...

Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando una fría ráfaga de viento me envolvió. Miré alrededor, la única iluminación que había provenía de las luces que adornaban el largo camino hasta la puerta de entrada. Sentí algo de temor al ver toda la oscuridad que reinaba en el resto de los alrededores de la casa. Este parecía el escenario perfecto para que sucedieran cosas terroríficas.

Me tranquilicé un poco cuando divisé más allá a unos guardias vigilando el perímetro. Solté un suspiro y regresé al cálido interior de la casa.

Cuando subí las escaleras caminé inconscientemente hacia la habitación de Dean. Sonreí un poco al abrir la puerta lentamente y verlo en su cama profundamente dormido mientras abrazaba una almohada. Me invadió la tristeza al saber que muy pronto no podré venir a verlo dormir...

Volví a mi habitación sin ánimos y sonreí levemente al ver que Will también se encontraba durmiendo. Apagué la luz y me acosté a su lado mirando fijamente mi celular. Sabía que no podría dormir hasta recibir noticias sobre mi madre.

Miré a mi lado cuando Will puso uno de sus pesados brazos sobre mi cuerpo y me atrajo al suyo mientras gruñía en sueños. Acaricié su cabello negro y me quedé viendo hacia el techo. A pesar de estarme muriendo del sueño mis ojos no se cerraban.

Después de unas dos horas le escribí a Dominik al ver que no me había enviado siquiera un mensaje.

Cuando vi la palabra "escribiendo" me reincorporé rápidamente en la cama con ansiedad, Will se removió con fastidio a mi lado y siguió durmiendo. Podría haber un terremoto y ese hombre seguiría durmiendo como si nada.

Dominik: Todo está bien, mamá está bien y pudieron rescatar a la bebé a tiempo.

Me dejé caer de espaldas en la cama cuando sentí todo mi cuerpo relajarse, me sentía sumamente aliviado. Mis ojos se cerraron de inmediato y sin poder soportarlo más terminé cayendo en un profundo sueño.

. . .

—Cinco minutos más —le rogué a Will sin siquiera abrir los ojos, lo escuché suspirar.

Me sentía demasiado agotado, creo que solo pude dormir unas tres horas. Cuando abrí los ojos me encontré con un Will recién bañado viéndome con desaprobación, bajé la mirada hacia la toalla que cubría su parte baja, se me secó la boca al ver las gotas de agua bajar por todo su cuerpo, lentamente fui subiendo los ojos admirando cada parte de él, me reí cuando llegué a su cara y lo descubrí observándome con una ceja arqueada.

—Se nos está haciendo tarde —dijo yendo hacia mi armario, en el cual le había cedido un espacio para que pusiera ropa suya por si se quedaba a dormir.

—No pude dormir casi nada, anoche tuvieron que llevarse a mi madre a emergencias —dije levantándome de la cama, él me miró sorprendido.

—¿Por qué no me lo dijiste anoche? —preguntó luciendo algo molesto, me encogí de hombros.

—No quise despertarte. Dominik me dijo que todo estaba bien, la bebé ya nació —dije esto último con anhelo, Will me sonrió suavemente.

A pesar de todo el drama y todas las cosas horribles que estaban sucediendo, no podía evitar sentirme emocionado al saber que ya mi hermanita había nacido. Nunca se lo había dicho a nadie, pero me hacía mucha ilusión ser un hermano mayor y proteger a mi hermana como Dominik siempre lo hizo conmigo.

—Si quieres puedes quedarte hoy y descansar —miré maravillado a Will, él se estaba vistiendo mientras me miraba, sonreí. —Tengo que irme pronto, hoy tengo una reunión con unas supervisoras —agregó terminando de vestirse y mirándose al espejo, arqueé una ceja y de repente sentí que todo signo de cansancio mágicamente abandonaba mi cuerpo.

—Me siento mejor, me bañaré e iré a clases —dije con ánimo mientras agarraba mi toalla, lo vi sonreírme burlón, me sonrojé un poco.

—Son señoras, Dylan —resoplé cuando dijo eso sin dejar de verme divertido, entrecerré los ojos. La única supervisora suya que había visto era la madre de Wesley Patterson, el delincuente del instituto. Esa mujer parecía sacada de una revista.

—¿Te parece que estoy celoso? Ya quisieras —dije con burla caminando hacia el baño, él sonrió. Will se lo tiene muy creidito, voy a tener que darle un trago de humildad un día de estos. —Soy un estudiante muy responsable y no voy a faltar —me sentí con la necesidad de recalcar eso, él asintió fingiendo creerme mientras se veía al espejo.

—Por supuesto que sí, eres muy responsable... —me hice el indignado cuando se acercó y rápidamente me dio un beso en los labios después de haber dicho aquello con un tono falso, lo miré mal mientras caminaba hacia la puerta. —Te amo —dijo con su sonrisa de ensueño, suspiré cayendo redondito por lo hermoso que era mi novio.

—Yo también te amo —respondí sonriendo, él me lanzó un beso y salió de la habitación. Con una sonrisa boba me fui a bañar...

Me acerqué nuevamente a la habitación de Dean luego de haberme bañado y puesto el uniforme. Dudo que él esté en condiciones de ir hoy al instituto y lo entendía completamente.

Toqué la puerta un par de veces pero nunca abrió así que entré sin avisar, lo encontré tirado en su cama jugando videojuegos. Él ni siquiera levantó la vista cuando entré. Miré hacia la pantalla de la tv, estaba jugando Fortnite. Fruncí el ceño al ver las ojeras bajo sus ojos hinchados y rojos. Seguro tuvo pesadillas anoche.

—¿Cómo te sientes? —pregunté acercándome con cautela, él me miró por unos segundos y sin decir nada siguió jugando, me sorprendí un poco. —¿Necesitas que te traiga algo? —dije suavemente con interrogación, recibí la misma respuesta que antes. Silencio.

Admito que me sorprende un poco que me esté ignorando, pero no puedo culparlo. Debe tener muchas cosas en mente. No sabía si contarle o no lo que había pasado anoche con mi madre, no tenía ni idea de cuál podría ser su reacción.

Hice una mueca y tuve un debate mental. Si no le decía corría el riesgo de que se enterara por otras personas y me culpara nuevamente por no decirle las cosas.

—¿No me escuchaste? —pregunté ahora viendo los audífonos gigantes que traía puestos, él me miró por un segundo. Claro que me escuchó, simplemente está decidiendo hacerse el sordo. —¿Qué es esto, me vas a aplicar la ley del hielo? —mi voz sonó algo indignada, abrí la boca sorprendido cuando lo vi poner los ojos en blanco. Parece que mi presencia le está molestando. —¡Está bien! ¡Hazlo! ¡Me voy! —dije caminando hacia la puerta con molestia, miré de reojo su reacción y me detuve al ver que seguía haciendo caso omiso a mis palabras. —Anoche tuvieron que llevar a mamá al hospital, tuvo un problema con la bebé...

Cuando dije eso él se dignó a mirarme por varios segundos, noté que estaba sorprendido y aunque quiso ocultarlo, se veía un poco preocupado, sonreí levemente. Dean era muy sensible, sé que no puede evitar preocuparse por la salud de la bebé aunque esté odiando a mis padres.

—Tranquilo, las dos están bien —dije abriendo la puerta para marcharme, escuché como soltaba un pequeño suspiro de alivio. Tienes un buen corazón, Dean. Pensé eso antes de salir de allí.

Cuando bajé al primer piso vi a Dominik y a su amigo desayunando, me acerqué rápidamente a mi hermano.

—¿Dónde está mamá? ¿Y la bebé? —pregunté preocupado.

—Debe quedarse hoy en observación, pero se encuentra bien... —contestó mi hermano viéndome a los ojos, vi de reojo como Vladimir miraba con asco el plato frente a él.

—No entiendo cómo es que los ingleses pueden comer frijoles con huevos y salchichas de desayuno —dijo el ruso con evidente desagrado, me reí un poco, eso era algo en lo que estábamos de acuerdo. Nunca me gustó esa combinación.

—¿Entonces para qué te sirves eso? —preguntó Dominik con pesar, los ojos color miel de Vladimir lo miraron con burla.

—Para ver si los entiendo mejor —respondió como si fuera obvio mientras tomaba una taza de té y lo bebía alzando dramáticamente un meñique, Dominik y yo lo miramos fijamente cuando mostró desagrado. —Tampoco pega el té de desayuno... no entiendo nada —agregó muy confundido, Dominik soltó una risita de burla. No pasé por alto que Vladimir traía una ropa distinta a la de anoche, parece ser que se está quedando aquí.

—El té usualmente se toma entre las tres y las cinco...  —le dije mientras negaba, él me miró con fingido impacto pero luego se quedó pensativo, me reí cuando todo pareció cobrar sentido en su cabeza. —¿Me vas a llevar hoy? —pregunté mirando nuevamente a mi hermano, él asintió y se levantó rápidamente del banquillo del desayunador. Se nota a kilómetros que quiere ver a Cameron. Hice una mueca.

—Vengo en un rato —le dijo Dominik a Vladimir mientras tomaba las llaves del auto y caminaba hacia la puerta, le sonreí un poco forzado a su amigo como despedida, él apoyó su rostro en un puño y me miró atentamente mientras seguía tomando té a pesar de haberlo criticado.

Lo escuché decir "do svidaniya, Dylan " o algo así. Lo miré completamente perdido mientras me rascaba la nuca, él se rio un poco. ¿Y eso qué se supone que significa?

—Significa adiós, ahora vámonos —miré a mi hermano cuando asomó la cabeza por la puerta apurándome. Después de mirar a Vladimir por última vez seguí a mi hermano.

—¿Desde cuándo lo conoces? —le pregunté a Dominik con curiosidad cuando nos subimos al auto, él me echó una mirada de reojo y comenzó a conducir. —Y no me digas que es verdad que estudia gastronomía en la universidad, no soy estúpido... —dije un poco molesto recordando las mentiras que me dijeron anoche, lo vi soltar un suspiro pesado.

—Es un amigo de la infancia —cuando respondió eso a regañadientes se lo creí.

—¿Qué estuviste haciendo estos últimos meses? —me aventuré a preguntar aquello, noté como su cuerpo se tensaba notablemente. Fue demasiado pronto para preguntarlo...

—¿Por qué no me dices qué estuviste haciendo tú? —soltó de repente con curiosidad, bufé. Es obvio que solo quiere ignorar mi pregunta. No aparté la mirada de él en ningún momento.

—Estuve ayudando a Cameron a que saliera de nuevo de su casa y a que socializara con las personas, ya que después de que te fuiste se encerró completamente. Al principio incluso tuve que ayudarlo a comer porque no quería ni hacerlo —dije seriamente recordando aquellos horribles meses. Nunca había visto al fuerte y engreído de Cameron desmoronarse de esa forma. Dominik miró fríamente al frente mientras apretaba con fuerza el volante, vi sus nudillos ponerse blancos. —Por lo que vi anoche quieres volver a enamorarlo... ¿de verdad eres tan egoísta? —pregunté eso verdaderamente sorprendido, él me miró de reojo con algo de dolor.

—No sabes nada, Dylan...

—Sí, no sé todo lo que escondes, Dominik. Pero lo que sí sé es que lo dejaste solo, lo que sí sé es que le rompiste el corazón, fuimos yo y los demás quienes tuvimos que arreglar tu desastre. Dominik... te supliqué que volvieras, te dije lo mal que él estaba y nunca me hiciste caso, incluso intenté que fuera él quien te buscara pero obviamente no lo hizo y, ¿sabes qué? Eso fue lo mejor que pudo haber hecho —dije fríamente sin importarme que mis palabras lo lastimaran. Él escuchaba todo en silencio. —Y ahora que él está bien, que pudo superarte, vuelves y... ¿quieres qué? ¿Qué es lo que quieres? ¿Enamorarlo otra vez y volver a dejarlo? —cuando pregunté eso él me miró finalmente, en su mirada había mucha tristeza. Me sentí un poco mal. —Esta familia es tóxica. Solo sabemos hacerle daño a todos los que nos rodean... —dije por último mientras abría la puerta al notar que se había estacionado.

Solté un suspiro y aun con la puerta abierta lo miré con fijeza. Odiaba lastimarlo pero no podía seguir de brazos cruzados viendo todo lo que pasaba delante de mis ojos.

—Si estás tan decidido en regresar con él y si es que te perdona... ¡Bien! ¡Excelente! ¡Hasta te ayudaré! Pero escúchame atentamente, Dominik. Si vuelves a dejarlo como la última vez, yo mismo te cortaré las bolas cuando estés dormido —le advertí con la misma frialdad que siempre tenía él, por como entrecerró los ojos y me sostuvo la mirada supe que entendió que hablaba en serio. Le sonreí dulcemente y salí del auto. —Me alegra que nos hayamos entendido. ¡Gracias por traerme! —dije con una sonrisa, él seguía mirándome de la misma forma de hace un momento, me reí.

—A veces me das miedo —lo escuché murmurar eso cuando me alejé un poco, sin mirarlo caminé hacia la entrada del instituto.

Mientras caminaba hacia mi primera clase recordé que hoy era Halloween porque vi el pasillo decorado con calabazas, lápidas y telas de araña en el techo, vi a unos chicos disfrazados de caza fantasmas y unas chicas vestidas de brujas. Había olvidado por completo la fecha con tantos dramas familiares. Hice un puchero. Me hubiese gustado disfrazarme con Dean.

Más adelante vi a Will hablando con unas mujeres, que supuse eran sus supervisoras. Él me miró de reojo, me reí. Sí eran mujeres mayores, cualquiera de ellas podría ser su madre.

—Dylan Brown y Cameron Hallanger favor dirigirse a la oficina de orientación —fruncí el ceño al escuchar eso en los parlantes de los pasillos, miré a Will con interrogación, noté que estaba reprimiendo una sonrisa.

Me dirigí a la oficina de orientación con sospecha. No recuerdo haber hecho nada malo...

Toqué la puerta cuando llegué y una mujer castaña me recibió con una sonrisa de lástima, tragué duro y al mirar hacia el interior de la oficina vi a Cameron sentado luciendo más perdido que Harry en clases de matemáticas.

—Pasa, Dylan... —me dijo la mujer haciéndose a un lado, Cameron y yo nos miramos. —El día de hoy no asistirán a sus clases normales, este día van a recibir una orientación especial sobre el uso y abuso de sustancias ilícitas...

Maldito Will.

Cameron y yo nos quedamos boquiabiertos al oír a la mujer decir eso, ella nos veía con mucha pena. Debe estar pensando que somos unos drogadictos. Este debe ser el castigo de Will por lo que pasó ayer.

—Yo nunca he usado drogas, no entiendo qué hago aquí —se apresuró a decir Cameron mientras se levantaba, la mujer lo miró asustada como si fuera un drogadicto violento a pesar de que el rubio le había hablado con calma.

—Yo... yo tampoco he usado drogas... conscientemente —dije pasándome una mano por el cabello, la mujer me miró de arriba abajo con duda, me crucé de brazos con indignación. ¿Tengo cara de drogadicto? Cameron se rio al ver cómo me miraba la mujer, lo miré mal. Todo esto era su culpa. —En cambio... por aquí hay ciertas personas que se encargan de drogar a otros sin su consentimiento  —susurré inocentemente mirando a Cameron, en sus ojos verdes relució su molestia, me reí con maldad.

—Por aquí también hay ciertas personas que se drogan tanto que se imaginan que son soldados, que ven unicornios y que tienen sexo con sirenas... —mi boca casi pega al piso cuando Cameron dijo eso con fingida inocencia mirándome fijamente. Estúpido camarón.

—Bueno, por aquí hay ciertas personas que se bañan con vómito —dije con malicia recordando el baño de vomito que le di ayer. Su rostro comenzó a enrojecer de la furia, me llevé una mano a la boca y me reí.

—Este chico definitivamente tiene pinta de drogarse todos los días, alguien llévelo a rehabilitación...

Me lacé sobre él cuando dijo eso mirándome despectivamente, los dos caímos al piso y comenzamos a pelear, el camarón me haló del cabello haciéndome enojar aún más así que le mordí un brazo con fuerza.

—¡Basta! ¡Llamaré a seguridad! —los dos nos detuvimos cuando escuchamos a la señora decir eso. Miré a Cameron, quien me estaba agarrando de la camisa mientras que yo estaba encima de él con las manos en su cuello para estrangularlo.

—Ya, ya... tampoco tiene que exagerar tanto —dije levantándome y mirándola con desdén, Cameron se levantó y me miró, quise asesinarlo cuando se rio viendo lo desarreglado que estaba mi uniforme.

—Ahora sí pareces un drogadicto —murmuró riendo, me reí con superioridad.

—Deberías verte en un espejo —susurré con una sonrisa, él dejó de reírse de golpe y pasó a mirarme mal.

—¡Ustedes no deberían ir a orientación, ustedes deberían estar internados en un psiquiátrico! —exclamó la mujer horrorizada, me crucé de brazos y ambos la miramos expectantes. Sigo creyendo que está exagerando demasiado.

Cuando la puerta se abrió y Will entró sentí mi corazón acelerarse, él pasó la mirada de mí hacia Cameron y se pasó una mano por la cara con pesar. Creo que era muy obvio lo que había sucedido minutos antes.

—Yo me encargaré de esto, señora Grant —dijo mi sexy director sonriéndole apenado a la mujer, la cual nos echó una última mirada de fastidio y se marchó. —Ahora, ¿qué haré con ustedes dos? —se preguntó Will llevándose una mano a la barbilla, me mordí el labio con ganas desde que sentí un gran calor en mi cuerpo al estar cerca de él.

Sentí un poco de miedo cuando nos miró y suspiró.

—Los mandaré a detención, hoy no tengo tiempo para ocuparme de ustedes —dijo sobándose las sienes, Cameron y yo comenzamos a quejarnos. —He dicho que irán a detención —cuando Will repitió eso con autoridad los dos nos callamos, mi novio tenía una cara de pocos amigos, se veía bastante serio. —Síganme —ordenó saliendo de la oficina, Cameron y yo lo seguimos en silencio.

Los pasillos estaban desiertos, todos estaban en clases, donde estaríamos ahora si no fuese por el camarón a mi lado. Le sonreí un poco a Abigail al verla salir del baño. Noté que estaba disfrazada. Traía puesto un corto vestido azul que tenía delante una especie de delantal blanco, el vestido hacía juego con el moño azul que traía en el pelo. Supe que iba vestida de Alicia de Alicia en el País de las Maravillas cuando vi los diseños de barajas francesas que tenía el vestido y las largas medias de rayas blancas y negras que traía.

Ella nos miró confundida y se acercó con los brazos en jarra. Esa chica realmente parecía una barbie humana. Pensé al verla. Ya me había acostumbrado a verla pero aún así a veces me seguía sorprendiendo lo hermosa que era, el disfraz le quedaba perfecto. Miré la espalda de Will y suspiré bobamente. Esa belleza debe ser algo de familia.

—¿Pasó algo malo, a dónde van? —preguntó curiosa caminando a nuestro lado, Will miró a su sobrina. Cameron y yo nos mantuvimos en silencio para no decir algo que incomodara aún más a nuestro director.

—No pasa nada, Abigail, ve a clases —se limitó a contestar él sin prestarle mucha atención, ella hizo un puchero mientras lo miraba mal.

—¡No me iré hasta que me cuenten! —refunfuñó ella fastidiada, Will la miró por unos segundos y sonrió. Quise gritarle a Abigail que huyera, pero vi de reojo que Cameron me hizo señas para que no dijera nada, él también estaba asustado de Will.

—Síguenos y tú también lo verás, es más, también vas a participar —dijo Will con una sonrisita sádica, sentí pena cuando vi la emoción en la cara de Abigail. No sabe lo que le espera.

Cuando nos detuvimos frente al salón de detención Abigail se quedó horrorizada, Will se rio.

—Ahora que lo recuerdo me toca hacer una exposici...

—No irás a ningún lado —dijo Will agarrándola por un brazo cuando la rubia intentaba escaparse, los tres lo miramos mal, lo cual le pareció gracioso ya que comenzó a reírse malvadamente, segundos después se recompuso, pareció recordar que estaba en el instituto, donde debía fingir que era una buena persona.

—¿Por qué yo también tengo que ir a detención? —preguntó Abigail entrecerrando los ojos, Will la miró fijamente.

—No quisiste irte cuando te lo ordené, y además ese vestido está demasiado corto —respondió evaluándola con la mirada, ella refunfuñó nuevamente y entró al salón de detención con rabia, Will negó con resignación.

—Tengan un lindo día —nos dijo sarcásticamente, hice un puchero y traté de poner la cara más inocente que pude. Esto nunca fallaba. Él me miró y se rascó la nuca. Vamos, Will... Sabes que no puedes resistirte...

—No te vas a salvar de esta. Aquí o no sufre nadie o sufrimos todos —Cameron dijo eso y me arrastró hacia el interior del salón alejándome de Will antes de que pudiera convencerlo, mi novio sonrió y cerró la puerta. Miré al camarón con acidez, sin duda voy a terminar matándolo un día.

Había un profesor sentado detrás de un escritorio observándonos con molestia.

—Dejen sus celulares en esa caja y siéntense —dijo vagamente señalando una caja negra en su escritorio, lo hicimos a regañadientes.

Miré alrededor, aquí habían tres estudiantes más, los cuales lucían muertos del aburrimiento, uno de ellos estaba disfrazado de payaso zombie o algo así, sea lo que sea, su rostro pintado de blanco y la pelota roja que tenía en la nariz me pusieron los pelos de punta.

Abigail, Cameron y yo nos sentamos en la parte de atrás. Los tres estábamos en completo silencio, yo me distraje viendo hacia las ventanas, había comenzado a llover. Mi mente comenzó a divagar pensando en Dean y en mi madre.

—¡Dylaaaan!

Miré con sorpresa a mi lado, Abigail y Cameron me miraban con atención y algo de preocupación. Me había desconectado por un momento de la realidad.

—¿Qué pasa? —pregunté desorientado, Abigail hizo una mueca y me tocó la nariz con un dedo, arqueé una ceja.

—Te veías muy triste, ¿qué sucede? —preguntó ella con atención, miré a los demás de reojo, todos se habían dormido, incluso el profesor estaba roncando.

—Mi madre tuvo algunas complicaciones con el embarazo, pero ya la bebé nació, todo está bien —dije en voz baja, los ojos de ambos se abrieron mucho.

—Felicidades por tu nueva hermana —me felicitó Abigail dulcemente, murmuré un "gracias". —Deberíamos ir a visitar a tu mamá y llevarle flores o algún regalo, algo que la haga sentir bien —cuando ella dijo eso pensativa comencé a asentir de inmediato, Cameron también estaba asintiendo, sonreí.

—Ella pasará este día en el hospital, pero preguntaré si podemos ir a verla, le alegrará mucho —dije emocionado, ellos asintieron.

—¿Y Dean? ¿Vino hoy? —las preguntas de Cameron me bajaron el ánimo otra vez, él hizo una mueca.

—¿Qué sucede con Dean? ¿Por qué no me entero de nada? —preguntó Abigail molesta, me mordí el labio inferior con nerviosismo.

—Su novio le fue infiel —solté resumiéndolo, ella se quedó impactada y después lució muy triste.

—Pobre, Dean. ¿Qué clase de idiota le sería infiel? Es tan dulce, bueno, leal, lindo... no entiendo a los hombres —dijo ella indignada y molesta, apreté los labios. Yo tampoco entendía. —Sin ofenderlos —añadió riendo y mirándonos.

—Yo soy hombre y tampoco los entiendo... —murmuró Cameron recostando su cabeza de la mesa, los tres nos quedamos en silencio. Quise decirle que él no era un hombre, sino un camarón pero me controlé. El pobre rubio tenía ojeras bajo los ojos, no sé bien qué pasó anoche entre él y mi hermano pero por como se había marchado supe que no había sido nada bueno.

—Mi hombre no es así —dije encantado pensando en Will. Era el hombre perfecto. Las miradas asesinas de Abigail y Cameron hicieron que me encogiera en la silla.

—¡Hagamos una pijamada hoy! Como tu mamá va a estar en el hospital y seguro tu padre se quedará con ella... hagamos una pijamada para no dejarte solo y tampoco a Dean —dijo Abigail de repente levantándose de golpe, Cameron la sentó rápidamente mientras negaba y miraba al frente, todos miramos con temor al profesor, pero él seguía babeando y roncando. Pensé por un momento en la propuesta de Abigail.

—No van a estar solos, por si lo olvidas tienen un ejército de sirvientas y guardias de seguridad —le dijo Cameron a Abigail como si fuera obvio, ella y yo lo miramos mal.

—Acepto, Abi. Hagamos una pijamada —dije con tranquilidad, ella se emocionó y dio varias palmaditas, en cambio Cameron nos ignoró y cerró los ojos acomodándose para dormir.

—Buena suerte —murmuró el camarón con burla, arqueé una ceja.

—¡Tú también tienes que ir, Cameron! —exclamó Abigail mirándolo mal, él ni se inmutó, solté una risita.

—El camarón tiene vergüenza de ir a mi casa porque allá está mi hermano —le expliqué a Abigail con inocencia, ella me miró sorprendida y luego a Cameron, el cual abrió los ojos y me retó con la mirada.

—Iré —respondió con fastidio. Sonreí.

Me vas a deber una muy grande, Dominik. Pensé mirando las hebras de cabello rubio casi dorado que caían sobre el rostro de Cameron. No dudaré en cumplir mi promesa si Dominik volvía a hacerle tanto daño.

Aunque el camarón y yo viviéramos matándonos, le había agarrado demasiado cariño y sé que para él era igual aunque se negara a aceptarlo.

Abigail comenzó a parlotear sobre todo lo que haríamos hoy, el rubio y yo la miramos un poco aterrorizados, ella se veía demasiado emocionada. Espero que esto no haya sido una mala idea.

Después de horas perdiendo el tiempo en detención, pudimos salir. En cuanto prendí mi celular vi todos los mensajes que me había mandado mi madre. Sonreí y mis ojos se llenaron de lágrimas inevitablemente al ver las fotos y videos que me había mandado de la bebé. Su pequeño cuerpo se veía rosado, lo cual era normal en los recién nacidos. Me sorprendió ver la gran cantidad de cabello castaño oscuro que ya tenía, en uno de los videos la bebé abría la boca y los ojos, que eran azules como los de mi padre y los míos. Vi en una de las fotos como mi padre cargaba a la bebé con una gran sonrisa en el rostro...

Es idéntica a ti cuando naciste. Dijo mi madre con felicidad en una nota de voz. Me aliviaba escucharla bien.

—Es preciosa —dijo Cameron cuando le mostré las fotos, sus ojos verdes brillaron con asombro. No sabía que le gustaran tanto los bebés. Abigail parecía estar teniendo un ataque de ternura.

—¡Vamos ya mismo a verla! —demandó la rubia luciendo muy decidida.

—No puedo ir ahora, tengo que trabajar, pero me mandan fotos —dijo Cameron con pesar, tras despedirse se fue rápidamente, me quedé viéndolo mientras se marchaba. Era una persona muy trabajadora, prácticamente me ha devuelto todo el dinero que le di hace meses cuando estaba en una crisis financiera.

Por un segundo tuve miedo de que Dominik terminara de destruir lo bueno que quedaba en él.

—Haremos una pijamada donde Dylan, ¿quieres ir? —volví a la realidad cuando escuché a Abigail a mi lado, ella estaba hablando con Shelly, la cual ni siquiera noté que se había acercado.

Admiré encantado el disfraz del Sombrerero Loco que tenía la pelinegra. Llevaba un hermoso vestido corto, era negro con diseños de barajas francesas como el de su novia, también llevaba una chaqueta roja manga larga, pero lo que llamaba la atención era su gran sombrero negro lleno de agujas y alfileres. Sus ojos grises veían con amor a su Alicia. No tenía ni que preguntar para saber que Abigail la había obligado a venir vestida así, me reí. Shelly me fulminó con la mirada, se veía un poco avergonzada.

—Quisiera ir con ustedes pero tengo que ayudar a mi mamá con algunas cosas en la casa —respondió mirándonos, Abigail hizo un puchero.

Tenía que preguntarle muchas cosas a Shelly. Quería saber cómo se había tomado su madre lo del arresto de Mick o si siquiera lo sabían ya que la noticia no había sido publicada.

La madre de Shelly era otra afectada más en toda la situación con Mick, el cual por desgracia era su esposo. Por las amenazas de Mick, Shelly ha tenido que mantenerse en silencio sin poder decirle a su madre la verdad. Lo único positivo era que Mick no pasaba mucho tiempo con ellas porque supuestamente estaba de "viaje", cosa que sabemos que es mentira.

No pude sacar a relucir el tema de Mick porque Shelly quería mantenerlo en secreto de Abigail, no quería que la rubia corriera peligro. La entendía completamente ya que Mick le había echado el ojo a Abigail según lo que me contó Shelly. Yo también estaría aterrada si fuera ella.

Después de despedirnos de ella, ambos caminamos hacia la salida del instituto.

En el patio pude ver a Will hablando nuevamente con el grupo de señoras, como si hubiese sentido mi mirada me observó y sonrió, lo miré mal y le saqué la lengua, él disimuló una risa y siguió en sus asuntos.

No me sorprendió ver a Dominik recostado de su auto en la calle frente al instituto, noté que muchas chicas se quedaban mirándolo como siempre que me traía o que venía a buscarme. Él me miró y luego a Abigail con algo de sorpresa pero rápidamente sus ojos fueron a un punto más alejado en la calle, ni siquiera tuve que voltear hacia allá para saber que se trataba de Cameron.

—No puedo culpar a Cameron —dijo Abigail algo asombrada mirando a Dominik de arriba abajo, me reí y recordé que ella solo lo había visto una vez cuando mi padre se enteró de lo mío con Will y quería llevarme lejos de aquí. Ella había ido varias veces a la casa en estos últimos meses pero ya Dominik se había marchado. —Es como la versión masculina de Shelly, las personas con ojos grises son muy especiales —murmuró con convicción mientras nos acercábamos. —¡Hola! No sé si me recuerdas, soy Abigail, la amiga de Dylan —lo saludó con mucha amabilidad, él le sonrió. Admiré la inocencia de Abigail. Estoy seguro de que Dominik sabe hasta dónde guarda su cepillo de dientes.

—Te recuerdo... —su tono un poco burlón me hizo confirmar que sí la había investigado, Abigail seguía sonriéndole. —Bonito disfraz, tú también debiste disfrazarte, Dylan —dijo él mirándome con ternura y revolviendo mi cabello.

—Queremos ir a ver a mamá —le dije a mi hermano ignorando sus palabras, él asintió y abrió la puerta trasera para Abigail la cual entró encantada, rodé los ojos. A mí nunca me abre la puerta.

Me mantuve viendo por la ventana lo gris que estaba el cielo, por el cristal podía ver el reflejo de Abigail distraída con su celular.

—Detente en esa tienda —le pidió la rubia a Dominik unos cinco minutos después señalando la que parecía ser una tienda de regalos, Dominik se parqueó obedientemente y nos miró alzando una ceja.

—Volveremos en un momento —dije bajándome del auto con Abigail, escuchamos a Dominik resoplar. Sé que no le gusta ser mi chofer, pero también sé que no dejará de serlo mientras pueda seguir viendo al camarón en el instituto aunque sea de lejos.

La tienda era un paraíso por dentro. Las paredes estaban pintadas de rosa pastel, había unos cuatro pasillos con estanterías repletas de finos y hermosos regalos. Había de todo, joyería, esculturas, peluches, carteras, ropa, globos, una infinidad de pequeños detalles hechos en cristal y en cerámica, jarrones, cuadros, de todo.

Abigail tomó una canasta y caminó decidida por un pasillo, la seguí ya que parecía conocer bien la tienda. Me quedé asombrado cuando se detuvo en una zona donde había ropa y juguetes para bebés.

—Mira qué hermoso es esto —dije tomando un sonajero rosado con blanco, los dos morimos de ternura al escuchar el sonidito que hacía. Lo eché en la canasta. Caminé un poco lejos de ella mientras miraba alrededor, ¡quería llevármelo todo!

—Dylan —me llamó Abigail con ternura.

—Aww —dije al ver el vestidito de bebé que tenía en las manos, ella lo puso en la canasta al igual que otras cosas más. Agarré una linda caja de música color rosa que mostraba una bailarina cuando se abría, tenía una suave melodía que pondría a dormir a cualquiera.

Después de unos minutos caminamos hacia la caja, traíamos la canasta llena de regalos. Observé a Abigail tomar uno de los arreglos de flores y globos. Después de pagar y de que pusieran todo en bolsas de regalo salimos de la tienda.

—¿Compraron toda la tienda o qué? —preguntó Dominik mirando todo lo que llevábamos, entramos al auto como pudimos. No podíamos ver nada debido a los globos y las bolsas de regalo.

Al llegar al hospital nos bajamos rápidamente, Dominik nos ayudó con algunas bolsas. Me sentía nervioso mientras estábamos en el ascensor. No recuerdo cuándo fue la última vez que agarré a un bebé. Pero más que nervioso estaba demasiado emocionado.

Tras salir del ascensor reconocí a varios guardaespaldas de mi padre ubicados en distintos puntos del pasillo.

Abigail me miró sorprendida cuando Dominik abrió la puerta de la habitación introduciendo una clave en una pantalla digital que tenía al lado. No me extrañaba que hubiesen tomado tantas medidas de seguridad después de lo que pasó con Dean en el otro hospital.

Mi madre nos miró y sonrió encantada cuando la puerta se abrió. Ahogué una exclamación cuando vi los cinco enormes e imponentes arreglos de rosas rojas que había que en la habitación a un costado, cada uno parecía tener más de mil rosas. Miré nuevamente a mi madre, no quería sacar conclusiones apresuradas pero creo que me hago una idea de quién podría haber gastado tanto en rosas para ella...

—Felicidades por la bebé... —Abigail se acercó a mi madre y le dio un gran abrazo que ella le correspondió. Siempre se llevaron bien desde la primera vez que Abigail fue a mi casa hace unos meses.

—Felicidades, mamá —dije acercándome con un poco de timidez y abrazándola, ella se veía muy contenta de vernos.

—Le trajimos regalos a ambas —dijo Abigail suavemente dejando los regalos sobre una mesa que había en una esquina de la enorme habitación de hospital, Dominik y yo la imitamos. La mirada de mi madre se iluminó al ver los regalos.

Finalmente miramos hacia la pequeña cuna que había a un lado, Abigail y yo nos acercamos y miramos con fascinación a la bebé, la cual dormía plácidamente. Me alegraba ver que estaba bien de salud y que no se encontraba en una incubadora o algo así.

Me quedé un buen rato viéndola mientras Abigail le sacaba fotos. A veces me daban ganas de volver a ser pequeño y no tener que preocuparme por nada más que por tomar leche.

—¿Y cómo se llama? —preguntó Abigail mirando ahora a mi madre y sentándose en un sofá que había junto a la cama, Dominik se acercó a la cuna y miró a la bebé con una sonrisa. Una enfermera entró en la habitación y tras saludarnos se sentó en una esquina mientras abría un libro. Me sorprendía que ella supiera la clave para entrar en la habitación, debía ser alguna conocida de mi padre o de Dominik.

—Dahlia.

Me sorprendió que fuese mi hermano quien dijera el nombre. Él extendió una mano y acarició la mejilla de la bebé. Sonreí. Dahlia. Era un nombre bonito. Aunque yo había propuesto que se llamara Daenerys, como Daenerys Targaryen, la madre de los dragones de Juego de Tronos. Pero Dominik se negó.

Estuve un buen rato viendo a la bebé mientras mi madre y Abigail comenzaban a abrir los regalos encantadas. Le hice una sesión de fotos a Dahlia y se las mandé a Will. Mientras lo hacía algo azul captó mi atención.

Dahlia había despertado. Sus ojos azules me observaban mientras ella se movía suavemente, mi corazón comenzó a latir con mucha fuerza y tuve deseos de cargarla.

—Parece que ya despertó —dijo la enfermera encantada acercándose y viéndola, la observé en silencio mientras cargaba a Dahlia y me miraba con una sonrisa. —Pon tus brazos como los míos —me indicó de repente, yo no dudé en hacerlo. Seguro había notado las ganas que tenía de cargarla.

Cuando sentí el peso de mi hermana sobre mis brazos algo cambió en mi interior, sentía que uno de mis propósitos en la vida debía ser cuidar de ella. Sus inocentes ojos me observaban curiosos. Me sorprendía lo tranquila que estaba. Cuando me giré hacia mi madre me sorprendió encontrarla con los ojos llenos de lágrimas mientras nos veía, Abigail estaba tirándome fotos encantada y Dominik estaba recostado de la pared mirando fijamente a Dahlia. Creo que ahora comprendo un poco mejor por qué él siempre ha sido muy protector conmigo.

Me asusté cuando el rostro de Dahlia enrojeció y comenzó a llorar. Miré a mi madre cuando extendió sus brazos hacia mí. Me acerqué y le pasé a la bebé con cuidado. Ella, con una expresión calmada se abrió un poco el camisón que traía y vimos como Dahlia dejaba de llorar en cuanto fue amamantada.

No pude evitar preguntarme dónde estaba mi padre. Creí que lo encontraría aquí...

Miré mi celular al escuchar una notificación. Quise abrir la ventana y tirarme del doceavo piso en el que estábamos al ver que Abigail había mandado las fotos que me tomó con la bebé por el grupo en el que estábamos con Harry, Cameron, Daniel, Shelly y... Dean.

Pensé en escribirle un mensaje privado diciéndole que borrara las fotos pero sabía que todos se lo encontrarían muy extraño así que decidí dejarlo pasar.

Además no debería sentirme culpable o que estoy haciendo algo malo. Como he pensado siempre, Dahlia no es responsable de todas las desgracias que pasaron.

Me acerqué a los arreglos de rosa que habían captado antes mi atención y vi que no tenían ninguna dedicatoria.

—¿Quién envió todos estos arreglos? —pregunté sin aguantar un segundo más la curiosidad, miré a mi madre, ella se sonrojó violentamente lo cual definitivamente respondió mi pregunta.

—Solo tienes que quedarte hoy, ¿verdad? No me gusta que estés aquí —Dominik interrumpió el silencio sepulcral que hubo tras mi pregunta, mi madre suspiró y acarició el cabello de Dahlia, la cual seguía tomando leche.

—Sí. Es solo hasta mañana —respondió ella en voz baja, Dominik frunció el ceño.

Todos miramos hacia la puerta cuando se abrió y mi padre entró con un café en las manos, nos miró a todos con algo de sorpresa.

—Dylan, Abigail... —dijo en forma de saludo mirándonos, Abigail le sonrió y lo saludó, en cambio yo ni siquiera me inmuté.

Vi de reojo como mi madre apartaba a Dahlia suavemente al ver que se había quedado dormida literalmente con la boca abierta en su pecho. ¿Se puede ser más tierna? Pensé viendo aquello. Mi madre lucía notablemente nerviosa y su rostro estaba muy rojo, ella no levantaba la mirada de la niña desde que mi padre entró, el cual guardaba silencio observándolas con mucha atención.

—Déjame llevarla a la cuna —dijo él pasándole el café a Dominik y caminando hacia mi madre. Ella le pasó a la bebé con cuidado, cuando él la cargó una sonrisa se dibujó automáticamente en su rostro, mi madre y él se miraron finalmente y de pronto sentí que los demás sobrábamos en la habitación. ¿Cómo es que no vi todo esto antes?

—Hora de irnos —murmuró mi hermano tras unos segundos. Mi madre hizo un puchero al oír a Dominik mientras mi padre dejaba a Dahlia en la cuna.

Abigail y yo nos despedimos de ella y caminamos hacia la puerta. Mi padre resopló cuando vio a Dominik beberse el café que le había pasado para que se lo agarrara. Mi hermano le sonrió y abrió la puerta.

—Adiós, niños —dijo mi madre otra vez sonriéndonos, Abigail y yo le devolvimos la sonrisa y salimos no sin antes ver como mi padre hablaba con la enfermera, la cual salió segundos después detrás de nosotros. Supongo que quiere un tiempo a solas para hablar con mi madre...

Minutos después estábamos de camino a la casa de Abigail para dejarla. Me sentía mejor después de ver a mi madre y a la bebé.

—Trataré de ir temprano a tu casa, ¡ya verás que será la mejor pijamada! —me dijo Abigail emocionada mientras se bajaba del auto, vi de reojo que Dominik estaba pendiente a su celular sin importarle nuestra conversación.

—Sí... espero que Cameron tampoco llegue tarde —dije con un poco de malicia, Dominik dejó de escribir en su celular al escucharme, lo observé quedarse pensativo. Abigail y yo nos miramos con complicidad.

—Yo me encargaré de eso —dijo la rubia guiñándome un ojo y tras despedirse caminó hacia la puerta de su casa.

Todo el camino me mantuve tarareando en voz baja mientras veía como comenzaba a llover fuertemente.

—Entra al garaje —le indiqué a Dominik cuando llegamos, afuera llovía a cántaros. Lo miré con interrogación cuando no me hizo caso y se estacionó frente a la casa.

—¿Le tienes miedo al agua? —preguntó con diversión mientras salía y corría hacia la entrada bajo la intensa lluvia. Me reí y salí corriendo mientras abrazaba mi mochila.

Miré con terror como Dominik trataba de abrir la puerta de la entrada sin éxito.

—Si se dañan mis apuntes te pondré a copiar todo en cuadernos nuevos —vociferé para que me escuchara a través de la lluvia, él se rio y después de abrir la puerta con una llave entramos. Me sorprendió escuchar el fuerte sonido del piano. ¿Quién tocaba?

—Relájate un poco, Dylan —dijo Dominik moviendo su cabeza como un perro, las gotas de agua de su cabello mojado me golpearon el rostro, lo miré mal e hice lo mismo.

Los dos terminamos riéndonos. Me sorprendía ver a Dominik tan relajado y juguetón. Me pregunté cuánto duraría aquella actitud...

Dean

El gruñido de mi estómago me exasperó. Me estaba muriendo del hambre, no había comido nada desde ayer. No quería salir de mi habitación, no quería hablar con nadie, no quería ver a nadie. Solo quería desaparecer...

Me la he pasado jugando y viendo películas desde que desperté, trataba de no pensar en Robert ni tampoco en Celine. Me sorprendí cuando Dylan me contó lo que le pasó a su madre, aunque eso era algo que debía verse venir. Su embarazo siempre fue muy complicado y ver a Mick debió ser demasiado para ella. Me regañé a mí mismo por preocuparme.

Quería odiar a Celine, pero sabía que ella no era la culpable de todo esto. Robert sí. No dejaba de pensar qué hubiese sucedido si ella nunca hubiese ocultado la verdad de Robert, si nunca hubiese fingido que tenía un amante... ¿De verdad Robert nunca se habría fijado en mí? Ese fue el pensamiento que no me dejó dormir bien anoche.

Sabía que necesitaba escuchar algo de Robert, necesitaba escuchar aunque sea una disculpa, quería que me rogara, incluso que se arrodillara y me suplicara aun sabiendo que yo nunca lo perdonaría. Pero esas disculpas nunca llegaron.

Cada vez que tocaban a la puerta de mi habitación o se abría, esperaba que fuese él... Pero Siempre era Dylan...

Tomé mi celular, lo había puesto en modo avión anoche. Me sorprendí cuando todas las notificaciones aparecieron de golpe, mi corazón se aceleró al ver que tenía tres llamadas perdidas de Robert. Dos eran de anoche muy tarde en la madrugada y una era de esta mañana.

Me dolió respirar cuando entré a Whatsapp y vi las fotos que Abigail había enviado por el grupo. En una de ellas se veía a Dylan muy emocionado cargando a su recién nacida hermana, la cual por lo que vi en otras fotos, tenía los ojos idénticos a los de Dylan y a los de Robert. Mi corazón dolió mientras mis ojos vagaban por los mensajes que habían escrito mis amigos.

Abi🍓: Bienvenida al mundo, Dahlia 💗

Cam🍤: Ya era hora de que les tocara un hijo lindo 💀

Abi🍓: ¿Quieres que metamos a Dominik en el grupo para que dé sus declaraciones? 🙂

Cam🍤 ha abandonado el grupo.
Cam🍤 fue añadido al grupo por Abi🍓

Harry🍉: Dahlia se parece a mí 🤔😎

Shel🍒: Quisieras... 🤨😒
Shel🍒: Felicidades, Dylan.

Dyl🍑: Gracias chicos 💙

Harry🍉: ¿Seguro que no es mía? 🤨

Dani👦🏻: 🔪🔪🔫

Rodé los ojos leyendo todo aquello. ¿Cómo podían afirmar que era linda si apenas había nacido? Literalmente seguía teniendo la piel rosada. Lo único lindo que tenía eran los ojos y el cabello.

Suspiré y me calmé. Me estoy dejando llevar por los celos que siento. Sabía que esa bebé sería muy querida, no debería sorprenderme todo esto.

Revisé el chat con mis padres, todavía no me habían respondido los largos mensajes que les escribí anoche diciéndoles que quería mudarme cuanto antes, me inventé todo un discurso de que quería ser más independiente y unas cuantas mentiras más para convencerlos. Quería hacerlo antes de que Celine diera a luz pero mis planes se vieron arruinados por su repentino parto de anoche. No sabía cuánto más soportaría estar aquí.

Mi estómago gruñó nuevamente recordándome que necesito comer para vivir. Tiré el celular sobre la cama y fui al baño para lavarme la cara. No me asombré al ver mi terrible reflejo, tenía los ojos hinchados, las mejillas rojas de lo irritadas que estaban y el cabello... Mi cabello era una maraña de rizos enredados. Si algún pajarito viniera y se posara en mi cabeza creyendo que es su casa no lo culparía.

Miré hacia la ducha. Debería darme un baño caliente, eso probablemente relajaría mis nervios y estrés...

Pocos minutos después me encontraba llorando bajo la lluvia artificial. Definitivamente darse un largo baño caliente a veces no ayudaba con la depresión.

No dejé de maldecir a Robert desde que entré hasta que salí de la ducha. Cuando el frío de mi habitación chocó contra mi cuerpo caliente sentí que revivía, mis ánimos aumentaron un poco después de aquello, también me sentía mejor luego de haber llorado.

Sequé mi cabello con una toalla dejándolo solo un poco húmedo y me vestí con unos pantalones cortos de pijama y una camiseta holgada, me puse unas pantuflas y miré con una mueca el desastre en que había convertido mi habitación. Quizás ayer sí me pasé un poquitito...

Salí de la habitación con sigilo, planeaba ir a la cocina por algo de comer y regresar sin que nadie me viera. Sabía que si alguna de las chicas del servicio o alguien más me veía salir se lo iba a contar a Robert. Y quería que él se sintiera aunque sea un poco culpable al pensar que me estoy muriendo de hambre.

Después de ver que el segundo piso estaba desierto corrí de puntillas hacia las escaleras y las bajé con cuidado. Cuando iba caminando hacia la cocina me escondí rápidamente en un pasillo al ver a una de las chicas acercarse cabizbaja, tenía el pulso muy acelerado. Me sentía en una misión secreta.

Cuando vi a la chica irse a la sala de estar, caminé hacia la cocina con el estómago todo revuelto. Casi grito de la emoción al ver que la cocina estaba desierta, lo cual era muy raro en esta casa. Abrí la nevera e hice una mueca viendo todos los vegetales, frutas y carne cruda que había. Debí haber pedido algo de comer y simplemente bajar a buscarlo.

Me agaché y seguí rebuscando en la nevera. ¿Cómo era posible que todo estuviese crudo?

Me resigné al no encontrar nada y tomé una manzana. Me pareció la manzana más rica del mundo cuando la mordí. Es increíble lo que hace el hambre...

Mientras me la comía escuché una voz acercándose así que corrí las puertas transparentes que daban al patio trasero y salí sin soltar mi manzana. Quise chillar cuando sentí todo el frío que hacía afuera. Me escondí donde terminaba la pared de cristal para que no me vieran. Escuché a un tipo hablando en otro idioma en la cocina, parecía estar hablando por teléfono porque solo se escuchaba su voz. Vete, vete, vete. Traté de enviarle ese mensaje por telepatía. Estaba temblando del frío, miré mis piernas, tenía la piel de gallina. Escuché al tipo reírse mientras seguía hablando. ¿Quién es ese? Me pregunté mirando con odio hacia las puertas, me pasé la mano por la cara al ver que dejé la puerta corrida. Si el tipo salía al patio me vería de inmediato.

Crucé los dedos y contuve la respiración cuando minutos después vi de reojo una gran mano blanca arrastrando la puerta para cerrarla, me pareció escuchar una risita burlona antes de que se cerrara por completo. ¿Sabía que estaba aquí?

Era imposible, no me había visto.

Esperé unos cuantos minutos antes de caminar hacia las puertas nuevamente, me tranquilizó ver las luces de la cocina apagadas. Mordí mi manzana y traté de abrir la puerta rápidamente, pero me horrorizó ver que no se movía. ¡La cerró con seguro!

Me resigné a que me vieran y caminé arrastrando los pies por todo el perímetro de la casa, tenía que rodearla para poder entrar por la puerta de enfrente. Me abracé a mí mismo temblando del frío y quise echarme a llorar cuando comenzó a llover escandalosamente. Juro que debo estar pagando algo en esta vida, tanta mala suerte no podía ser coincidencia.

Cuando finalmente llegué al frente traté de abrir la puerta pero estaba cerrada. No puedo creerlo. Esa puerta NUNCA estaba cerrada a estas horas pero hoy a alguien se le ocurrió cerrarla. Toqué el timbre varias veces pero nadie abrió. ¿Dónde rayos estaban todos?

Miré alrededor buscando a alguno de los guardias pero los dos que vi a lo lejos estaban corriendo de la lluvia hacia la caseta de seguridad que había en la entrada. Suspiré viendo la enorme distancia de diferencia, ni loco podría correr hacia allá con esta lluvia.

Quise probar algo de suerte y caminé por los costados de la casa buscando alguna ventana abierta. Sabía que aquello era casi imposible en esta época del año pero no tenía opción.

El fuerte sonido de un piano me hizo correr hacia los grandes ventanales que daban al salón de música. En cuanto llegué comprendí por qué nadie abrió la puerta. Estaban todas las chicas del servicio embobadas viendo a un tipo que cantaba y tocaba el piano. Supe que se trataba del mismo extranjero que había estado en la cocina y que cerró la puerta porque estaba cantando en el mismo idioma extraño de antes. Era un tipo alto, aun sentado se veía bastante imponente, era el centro de atención en el salón. Su cabello negro y largo lo llevaba amarrado en una media coleta, se veía muy feliz mientras cantaba y tocaba sin siquiera mirar el piano. Comencé a tocar el ventanal tratando de llamar la atención de alguien pero todos seguían viendo al tipo. Gruñí. ¿Están sordas o qué?

Seguí golpeando con más insistencia, el frío me calaba los huesos. Definitivamente me voy a enfermar después de esto.

Cuando la mirada del tipo se posó en mí sentí una corriente eléctrica por todo mi cuerpo e inconscientemente me quedé paralizado con una mano al aire, sus ojos eran color miel, por lo que pude más o menos divisar a causa de la lluvia, él me miró por unos segundos con algo de sorpresa, como si también hubiese sentido lo mismo que yo, lo vi levantarse del piano y caminar hacia mí con el ceño algo fruncido. ¿Quién rayos es ese tipo? ¿Y por qué me sentí así al verlo?

—¡A-Abre la v-ventana! —le pedí con los dientes castañeando, él puso una cara de confusión, señaló su oído y negó, indicando que no me escuchaba, entrecerré los ojos al notar un poco de burla en su mirada. Le hice señas para que abriera la ventana pero él fingió seguir sin escuchar. Apreté los dientes con fuerza y sentí mucha rabia. Voy a matar a ese tipo. ¿No ve que me estoy congelando bajo la lluvia? No es muy difícil entender lo que tiene que hacer.

Una de las chicas le dijo algo mirándome preocupada, lo vi hacerse el sorprendido, cuando él abrió la ventana finalmente me aguanté las ganas de decirle de todo y traté de entrar a la casa.

—Si quieres te puedo ayudar... —ni siquiera lo miré cuando dijo eso inocentemente. Reconocí finalmente de dónde era al escucharlo hablar, tenía un acento ruso.

—N-No n-necesito tu a-ayuda —respondí cortante muerto del frío mientras seguía intentado subir por la ventana, la distancia entre esta y el suelo era considerable. Maldije.

—Te vamos a ayudar, Dean —miré con adoración a las chicas del servicio cuando una de ellas dijo eso acercándose rápidamente.

—Ni hablar, no puedo dejar que las damiselas hagan el trabajo sucio —cuando el ruso dijo eso como si fuese algo impensable lo miré arqueando una ceja, las chicas suspiraron cuando él les lanzó una coqueta mirada, di un respingo cuando me miró fijamente por un segundo.

—¿Y t-tú q-quién te c-crees que e-eres? —pregunté temblando.

Antes de que pudiese reclamar él se inclinó en la ventana y posó sus grandes y cálidas manos en mi cintura sentí un cosquilleo en el estómago, me quedé en shock cuando me levantó sin mucho esfuerzo y me atrajo hacia su cuerpo mientras retrocedía unos cuantos pasos del ventanal. Me separé de un tirón de él cuando sentí el calor de su cuerpo envolverme. Miré hacia arriba para poder verlo a los ojos, era un tipo demasiado alto. Sus ojos mieles me miraban con curiosidad, lo vi bajar disimuladamente la mirada por mi cuerpo. La lluvia había hecho que mi pijama se pegara como un guante de mi cuerpo, mis pezones endurecidos a causa del frío se marcaban a través de la camiseta blanca que llevaba, vi una sonrisita en los labios del gigante frente a mí, fruncí el ceño.

—Soy Vladimir Sokolov, un placer —me quedé de piedra cuando dijo eso tomando mi mano con intenciones de darle un beso, reaccioné y la aparté rápidamente antes de que sus labios la tocaran, él arqueó una ceja y me miró intrigado.

—¿En qué siglo crees que vives? —le pregunté rodando los ojos, eso le sacó una carcajada.

—¿No me darás las gracias por haberte rescatado? —cuando preguntó eso con un brillo de malicia en sus ojos supe que fue él quien había cerrado la puerta de la cocina a propósito y no me sorprendería que fuese obra suya que la puerta de la entrada también estuviera cerrada.

—Nunca te pedí que lo hicieras —dije fríamente pasando de él y caminando hacia la puerta mientras me abrazaba a mí mismo, ni siquiera había notado que las chicas del servicio se habían ido. Por un momento toda mi atención la acaparó el gigante ruso.

—Cada vez me gusta más este país —lo escuché murmurar con un tono extraño, lo miré y me sorprendió la intensidad de su mirada sobre mí, por alguna razón tuve un escalofrío. Me apresuré en salir de allí escapando de su mirada.

¿Quién es ese?

Me olvidé rápidamente de él cuando al subir las escaleras vi la puerta de la habitación de Dylan abierta, recordé las fotos que había visto y fui a mi habitación cabizbajo. Ya no sabía ni cómo sentirme...

Cameron

—Pueden pasar —dijo el guardia colgando la llamada que había estado teniendo con Dylan.

Finalmente podíamos entrar, después de media hora de habernos hecho todo un interrogatorio y de inspeccionar el auto y a cada uno de nosotros. Tuvimos que llamar a Dylan para que le dijera que nos dejara pasar. Después de lo que había sucedido, entrar a esta casa se sentía como entrar a una prisión con lo meticulosa que era la inspección.

La puerta frente a nosotros comenzó a abrirse dándonos paso, el padre de Abigail condujo por el largo camino hacia la casa. Nunca dejaba de sorprenderme cuando venía aquí.

Aunque el instituto al que íbamos era bastante caro y solo estudiaba la élite del país o personas con becas, nunca había conocido a una familia del nivel de los Brown. Sabía que no solo tenían esa posición por el cargo del padre de Dylan, ya venían amansando una fortuna de generaciones. Pensé eso al ver como un guardia abría la puerta de un enorme garaje dejando a la vista los lujosos autos que tenían. Me aguanté las ganas de pedir que me regresaran a mi casa al ver el auto de Dominik estacionado al frente.

—Diviértanse, chicos —dijo el padre de Abigail con una sonrisa, nos despedimos de él y nos bajamos del auto. Yo solo traía mi mochila con mi pijama, mi cepillo de dientes y lo que me pondría mañana, pero Abigail...

La rubia parecía que se iba a quedar aquí por una semana o más. Literalmente traía una maleta de rueditas y una enorme cartera, ambas cosas marca Louis Vuitton por lo que pude ver. Los dos caminamos por las cortas escaleras que daban a la puerta, la cual se abrió de repente y Dylan salió con una sonrisa. Me sentía nervioso, sabía que Dominik podría aparecer en cualquier momento.

Dylan miró extrañado todo el equipaje de Abigail, me reí.

—Aquí tengo todo lo que vamos a necesitar esta noche —dijo la rubia pasándole la maleta a Dylan y caminando hacia el interior de la casa, el castaño arqueó una ceja y la siguió.

—¿Y qué se supone que vamos a necesitar? —le preguntó algo confundido, cuando Abigail me miró tuve un mal presentimiento, ella arrastró a Dylan a una esquina y comenzó a hablarle en susurros que no pude escuchar.

El mal presentimiento se intensificó cuando Dylan me miró y su rostro enrojeció de un segundo a otro, él asintió mirando a Abigail, y luego los dos se rieron de una forma que me dio escalofríos. No deben estar planeando nada bueno.

—¿Qué tanto están cuchicheando? —demandé saber acercándome a ellos, los dos cambiaron sus expresiones a unas de inocencia que no me tragué.

—Vamos arriba, quizás Dean se anime cuando los vea —dijo Dylan ignorándome y caminando hacia las escaleras. Abigail y yo lo seguimos. —C-Camarón a-ayúdame, ¿tienes piedras aquí adentro o qué, Abigail? —masculló molesto levantando con mucho esfuerzo la maleta de Abigail, fui hasta él y se la quité de las manos con una sonrisa de superioridad. Es un blandengue.

Cuando subí cinco escalones con la pesada maleta ya no tenía aliento. ¿Qué diablos tenía ahí adentro?

—Ustedes no tienen nada de fuerza —se quejó Abigail mirándonos con desaprobación, ella y Dylan ya habían llegado al segundo piso, resoplé. Al menos podrían ayudarme a subirla.

Mi corazón se aceleró al escuchar la voz de Dominik a lo lejos. Miré hacia abajo y mis ojos se encontraron con su penetrante mirada gris, a su lado había un alto hombre pelinegro.

—¡Dominik! ¡Dominik! ¡Necesitamos tu ayuda! —me quedé boquiabierto cuando Abigail llamó a Dominik con insistencia, la asesiné con la mirada, ella estaba viéndolo con una sonrisita angelical. —Cameron necesita ayuda con mi maleta —dijo ella señalándome, resoplé y seguí subiendo las escaleras con toda la dignidad del mundo aunque ya sentía mis manos acalambrarse por el peso.

—Déjamelo a mí —me sorprendí cuando Dominik llegó a mi lado en un pestañeo y me quitó la maleta de las manos, lo observé levantar la maleta con una sola mano y subir las escaleras como si nada. Estos meses en el gym... Para ser vencido de esta forma.

Terminé de subir las escaleras sintiéndome un poco humillado.

—Es que hoy me tocó brazos en el gym y me duelen un poco —mentí con desdén mirando a Dominik, él sonrió burlón y asintió.

—¿Quieres un masaje? —susurró en mi oído, me aparté rápidamente sin poder evitar sonrojarme. Vi a Abigail y a Dylan supuestamente hablando a pocos pasos de nosotros pero sin despegarnos el ojo de encima.

—Dominik, ¡date prisa! —todos miramos hacia abajo, el tipo alto con acento ruso estaba mirándonos con una ceja arqueada. Pasé saliva cuando lo vi mirarme detenidamente sin ningún disimulo, luego abrió y cerró la boca con sorpresa, escuché a Dominik suspirar. —Un momento... tú eres...

—Vladimir —lo llamó Dominik con advertencia a medida que comenzaba a bajar las escaleras. El tipo no le hizo caso y siguió mirándome con asombro. ¿A caso sabe quién soy?

—¡Cameron! ¡Tú debes ser el famoso Cameron! —exclamó con una gran sonrisa mientras comenzaba a subir las escaleras, lo miré sorprendido. ¿Famoso? ¿Es amigo de Dominik? Dominik lo agarró por un brazo y lo arrastró de vuelta al primer piso antes de que se acercara más a mí. —Podemos esperar un poco más, quiero conocer a tu novio...

¡¿Su novio?! Miré con los ojos desorbitados a aquel extraño extranjero. Él cree que soy el novio de Dominik, el cual miraba mal al tipo a su lado. Parece que el tal Vladimir no ha sido actualizado.

—Sí, es mi novio, si te acercas a él te voy a matar —cuando Dominik dijo eso Abigail y Dylan soltaron un "uhhh" de provocación que me hizo mirarlos mal, no sabía dónde esconderme de la vergüenza que tenía. ¿Por qué Dominik dijo eso? Su amigo comenzó a reírse y levantó ambas manos.

—Ya hablaremos luego, Cameron —respondió el tipo ignorando la amenaza de Dominik y guiñándome un ojo, Dominik soltó un gruñido y antes de salir por la puerta me miró, no sé qué vio en mi cara pero pareció molestarse aún más ya que salió sin soltar a su amigo y cerró de un portazo. ¿Y yo qué hice?

—¿Qué rayos acaba de pasar? —preguntó Abigail emocionada. Ni siquiera yo comprendía lo que acababa de suceder.

—Después de un tiempo te acostumbras —dijo Dylan encogiéndose de hombros.

Después de dejar nuestras cosas en la habitación de Dylan, caminamos hacia la de Dean. Decidí olvidarme de Dominik por esta noche. Quería paz y tranquilidad.

Cuando Dylan abrió la puerta de una habitación Abigail y yo nos sorprendimos al ver todo tirado en el piso, incluso había restos de cristales rotos. En medio de todo el caos se encontraba Dean tirado en la cama con una expresión despreocupada mientras veía la televisión. ¿Cómo puede estar tan tranquilo en este desastre? Él nos miró con un poco de sorpresa que rápidamente fue sustituida con fastidio.

—Váyanse —dijo enojado sin dejar de ver la tv, me sorprendió escuchar su tono. Esto era peor de lo que Dylan nos había contado.

—Haremos una pijamada hoy, te vendría bien distra...

—No quiero ser parte de su estúpida pijamada, ahora váyanse —él interrumpió a Abigail, la cual le había estado hablando dulcemente, pude notar un poco de dolor en los ojos de ella.

—No tienes que hablarle así —dije seriamente ganándome una mirada fría de su parte. Dean estaba irreconocible, nunca antes lo habíamos visto ser así de grosero y cortante con alguno de nosotros.

Entiendo que tenga el corazón roto, pero no por eso debe tratarnos de esa forma. Cuando yo estuve encerrado y en depresión cuando Dominik me dejó nunca llegué al punto de tratar mal a mis amigos, sabía que ellos solo querían ayudarme y también sabía quién era el único que merecía mi enojo.

—Dean...

—He dicho que se vayan, quiero estar solo. ¿Es que no lo entienden? —cortó a Abigail con rabia, Dylan miraba todo en silencio, me sorprendía un poco ya que era el más expresivo y sensible de todos. Él suspiró y salió de la habitación, Abigail lo siguió después de mirar a Dean con tristeza.

—Si estar solo es lo que realmente quieres... sigue así que lo vas a conseguir —le dije decepcionado, él me miró molesto, noté como sus ojos se llenaban de lágrimas, cuando intenté acercarme levantó una mano deteniéndome.

—Vete, Cameron —susurró dolido. No entendía nada. Él actuaba como si le hubiésemos hecho algo malo.

Me pasé una mano por el cabello y caminé hacia la puerta con resignación. Espero que ese comportamiento tan hostil se le pase pronto.

—Ha estado así todo el día, esta mañana ni siquiera me habló cuando vine a verlo —nos dijo Dylan en cuanto cerré la puerta, ahora sí se veía muy triste y molesto.

—Lo mejor será darle su espacio... —asentí cuando Abigail dijo eso pensativa, Dylan hizo una mueca. Ella tiene razón, si seguimos insistiendo tal y como está Dean ahora, solo vamos a empeorar la situación. —Pero ya, no nos desanimemos... ¡hoy es nuestra noche! —exclamó la rubia recomponiéndose, Dylan y yo nos miramos con miedo cuando una sonrisa malévola apareció en el dulce y angelical rostro de Abigail. —Les tengo una sorpresa...

. . .

Solté un gruñido y una lagrimita cuando sentí uno de los pelos de mis cejas ser arrancado bruscamente con una pinza, abrí los ojos y miré mal a Abigail, quien llevaba ya unos cinco minutos torturándome.

—¡Deja de moverte! Podría pincharte un ojo por accidente si te sigues moviendo tanto —se quejó fastidiada, tragué duro y me aguanté las ganas de reírme al verle la cara, traía una mascarilla blanca puesta. No había forma de que pudiese tomarla en serio con esa cosa.

Ya llevábamos unas dos horas encerrados en la habitación. Abigail nos había puesto mil cosas en la cara, tenía todo esto planeado desde el principio. Miré de reojo a Dylan y sin poder evitarlo más me reí con ganas al ver que tenía una mascarilla de aguacate en la cara, solo se veían sus ojos cargados de fastidio y su boca, los tres traíamos una especie de venda gruesa en la cabeza que mantenía nuestro cabello alejado del rostro. Dylan me mostró su dedo mayor de una mano mientras que con la otra sostenía un mini ventilador que le echaba aire a su rostro.

—¡Ay! —exclamé cuando Abigail me quitó otro pelo. No puedo creer que las mujeres hagan esto voluntariamente. Duele demasiado.

—Mírate, estás mucho mejor ahora —dijo la rubia poniendo un espejo frente a mí, admiré mi rostro y me sorprendí. Ya entendía por qué lo hacían aunque doliera tanto, la diferencia era muy notable.

—¿Por qué no le haces eso a Dylan? —pregunté con un tono malicioso, Dylan abrió la boca para hablar pero esa mascarilla que traía ya se había endurecido tanto que no le permitió decir nada, me reí.

—Las cejas de Dylan son perfectas —dijo Abigail mirando al castaño, rodé los ojos viendo como Dylan sacaba la lengua.

—Es genética, bebé —masculló él entre dientes, bufé.

Cuando intenté levantarme de la silla Abigail negó y me volvió a sentar con brusquedad. ¿Y ahora qué?

—Falta tu mascarilla —dijo ella apenas pudiendo mover la boca, dejé caer mis hombros con derrota y la dejé.

Ella sacó una mascarilla de su maleta, en cuanto había abierto la maleta comprendí por qué pesaba tanto. Allí traía de todo, ropa, mil productos de belleza, traía también una extraña máquina que parecía una arrocera, y tenía varias bolsas que contenían pequeñas bolitas blancas que parecían chips de chocolate.

Observé a Abigail sacar la mascarilla con cuidado de su envoltura y ponerla en mi rostro con delicadeza. Se sentía babosa y fría, pero extrañamente era relajante. La rubia sacó la arrocera de la maleta y la conectó de un tomacorriente, la miré extrañado, ella tarareando abrió una de las bolsas con las bolitas blancas y echó una buena cantidad en la arrocera.

Entrecerré los ojos. Recordaba haber visto algo parecido en mi casa, mi mamá tenía una arrocera igual.

Un momento...

Eso no era una arrocera.

—Dylan —lo llamé en un susurro, el castaño estaba ahora muy concentrado leyendo una de las revistas de moda y belleza que había traído Abigail.

No pasé por alto lo rápido que él se había adaptado a toda esta locura, incluso le había pintado las uñas de los pies a la rubia una hora antes.

—¡Dylan! —repetí molesto, él levantó la mirada de la revista, me acerqué más a él mientras Abigail movía el contenido de la arrocera con una especie de palo. —Está calentando cera, ¡planea depilarnos con eso! —exclamé en voz baja con mucho temor en la voz, apenas podía hablar con esta cosa puesta en la cara. Los ojos azules Dylan se abrieron mucho y se levantó de la cama en un salto, Abigail nos miró con sospecha y corrió hacia la puerta antes que nosotros.

—De aquí no sale nadie —dijo como psicópata, Dylan y yo nos miramos horrorizados.

Esto fue una muy mala idea...

—Resiste  —le dije a Dylan mientras agarraba su mano como muestra de apoyo mientras Abigail le despegaba la cera con fuerza, el grito del castaño se hubiese escuchado en toda la casa si la rubia infernal no le hubiese puesto un paño en la boca como mordaza.

Miré mis piernas, estaban un poco rojas y no había quedado ni un solo pelo desde que Abigail abusó de ellas minutos antes. El rostro de Dylan estaba igual de colorado.

—Me lo agradecerán en un rato, vayan a bañarse —dijo ella con una sonrisa mientras se alejaba de Dylan y comenzaba a recoger todas sus cosas, los dos la miramos mal.

—No aguanto un minuto más con esto en la cara —murmuró Dylan fastidiado tras quitarse la media de la boca. —Al final de pasillo hay un baño y también en la habitación de al lado —dijo rápidamente antes de encerrarse en el baño.

—Te traje algo, Cameron —miré con temor a Abigail, me sorprendí cuando sacó de la maleta una pequeña caja blanca con negro de la marca Gucci. Tomé la caja cuando me la pasó con una dulce sonrisa.

—¿Qué es? —pregunté con curiosidad abriendo la caja sin mucho cuidado, me reí un poco viendo el pijama rojo vino de seda que había dentro. Era un pantalón un poco corto y un camisón de mangas cortas, el diseño era un patrón del logo de la marca. Al tocarlo se me hizo agua la boca, nunca antes había tocado algo tan suave. —No debiste, gracias —le dije agradecido y aun sorprendido, no entendía a qué venía el regalo pero tampoco lo iba a rechazar. Su mirada me pareció algo sospechosa por un segundo, era misteriosa.

—Póntelo hoy, quiero ver cómo te queda —me dijo con súplica, asentí con una sonrisa.

—Iré a bañarme —dije caminando con la caja hacia la puerta, ella asintió.

Caminé hacia la habitación de al lado donde Dylan había dicho que estaba el baño. Era una habitación grande con una decoración bastante recatada, todo estaba muy ordenado y limpio. Dejé la caja sobre la cama y entré al baño.

Me quité la mascarilla y la boté en el zafacón. Tras lavarme la cara con uno de los jabones líquidos que había, miré con asombro lo radiante que estaba mi rostro, además estaba muy suave.

Mientras me bañaba podía sentir lo suaves que también habían quedado mis piernas, nunca antes las había tenido tan así.

Tras unos minutos bañándome salí de la ducha y tomé una de las toallas que vi, tras anudármela en las caderas salí a la habitación. Abrí la caja sacando el pijama de esta. Maldije al olvidar traer ropa interior.

Al escuchar la puerta abrirse miré hacia allá y me encontré con unos ojos color miel observándome sorprendidos. Era el amigo de Dominik, se llamaba Vladimir si no recordaba mal.

—¿Esta es tu habitación? Dylan me dijo que estaba vacía —dije un poco apenado, él se rascó la nuca algo nervioso y negó.

—La mía es la de al lado, me confundí, con tantas puertas cualquiera se pierde... —respondió con diversión, asentí totalmente de acuerdo con él.

—¿Con quién estás hablando? —mi corazón se detuvo al escuchar a Dominik. Cuando él se paró al lado de su amigo y miró hacia acá con genuina sorpresa sentí que me temblaban las piernas pero mantuve la compostura. La mirada de Dominik podría congelar hasta el infierno cuando la bajó por mi cuerpo al ver que sólo tenía una toalla cubriéndome. Vladimir lucía notablemente incómodo ahora.

—Dominik... —lo llamé en voz baja. ¿Por qué sentía que debía darle una explicación? Nosotros no éramos nada y tampoco me encontraba haciendo algo malo.

—Vístete, Cameron —dijo él fríamente mientras cerraba la puerta.

—Qué problema... —murmuré resoplando y vistiéndome rápidamente.

Me sentí muy cómodo con la suave tela del pijama, el cual me quedaba a la perfección. Tras coger la caja vacía caminé fuera de la habitación. No había rastros de Dominik o de su amigo en el pasillo. Sabía que Dominik estaba furioso. ¿Pero qué culpa tenía yo de eso? Ni siquiera debería importarme.

Pero me importa.

Con la cabeza hecha un lío regresé a la habitación de Dylan y lo encontré tirado en la cama con Abigail, ambos tenían sus pijamas puestos.

—Tengo hambreeee —dijo Dylan reincorporándose en la cama, cuando me miró de arriba abajo se sorprendió. —No sabía que los camarones tenían gustos tan refinados —Soltó con burla, me reí sarcásticamente mirándolo mal. Cuando Abigail se levantó, me evaluó con la mirada y asintió con algo de orgullo, arqueé una ceja.

—Sabía que ese color te quedaría genial —dijo limpiándose una lagrimita falsa de emoción, me reí y me tiré en la enorme cama con ellos. Todos escuchamos el sonido que hizo el estómago de Dylan, lo miramos. El castaño estaba muy sonrojado mientras se agarraba la barriga. —¡Hagamos una pizza! —exclamó Abigail levantándose, Dylan la miró emocionado. Como sabía que no iba a sacarles esa idea de la cabeza, me encogí de hombros y me levanté de la cama.

Los tres caminamos hacia la cocina, la casa se encontraba desierta, como si no hubiese nadie más aparte de nosotros. La verdad es que me daría miedo vivir en una casa tan grande.

—¿Dónde están las personas que trabajan aquí? —pregunté extrañado, Dylan giró un poco su cabeza para verme.

—Después de cierta hora se van, ellos también tienen una vida, camarón —respondió como si fuera obvio, me crucé de brazos y miré con algo de temor los tenebrosos pasillos. ¿No le da miedo vivir aquí? —Aunque creo que sí hay una que vive aquí —dijo ahora pensativo, Abigail se rio pero yo me asusté más. Él ni siquiera está seguro de lo que dijo...

—¿Es que tienes miedo, Cameron? —me preguntó Abigail en un susurro, su mirada comprensiva me dio la confianza de asentir, ella me abrazó mientras entrabamos en la cocina, Dylan nos miró de reojo.

—Se dice que el espíritu de una señora ronda por esta casa... —dijo Dylan mirándome tenebrosamente, me reí viendo claramente que quería asustarme más.

No tenía miedo de espíritus o cosas así, me imaginaba que si algún asesino serial venía sería horrible escapar de esta casa tan grande que parecía un laberinto.

—Intenta con otra cosa —le dije con burla, él se rio sospechosamente mientras miraba a Abigail, la cual le siguió la risita. Esos dos estaban ocultándome algo.

—Hay algo que si te lo cuento te daría un infarto... —no comprendí el susurro de Dylan, su mirada era oscura.

—¿De qué hablas? —pregunté confundido.

—No está hablando de nada... vamos a cocinar, tengo mucha hambre —respondió Abigail rápidamente abriendo los estantes de la cocina. No puedo bajar la guardia hasta saber qué estaban tramando.

Cinco minutos después teníamos casi todos los ingredientes para la pizza en la encimera. A decir verdad no confiaba mucho en las dotes culinarias de Abigail y de Dylan, pero no había de otra.

—Rayos, se acabó la harina, debemos buscar más en la despensa —soltó Dylan con pesar mirando con fastidio hacia un estante, Abigail hizo un puchero.

—Te acompañaré —dijo la rubia agarrándolo del brazo, él asintió, los dos me miraron.

—Yo también iré —dije rápidamente. No pensaba quedarme solo en esta casa.

Caminé detrás de ellos un poco distraído. Tal vez debería hablar con Dominik...

Alcé la vista y encontré a Dylan y a Abigail mirándome de reojo, miré alrededor. Estábamos en un pasillo que tenía varias puertas. Me detuve cuando ellos lo hicieron.

Dylan abrió una puerta que estaba a mi lado. Todo estaba oscuro en el interior exceptuando la leve luz que se escapaba por debajo de una puerta que había más allá, la cual me permitió distinguir una cama.

—Eso no parece una alace... —me interrumpió el fuerte empujón que me dieron los dos hacia el interior de la que claramente era una habitación, solté un quejido cuando caí al suelo de culo. ¿Qué diablos?

—¡Byeeee! —dijo Abigail con una gran sonrisa antes de cerrar la puerta, me levanté rápidamente al escuchar como cerraban desde afuera con una llave, traté de abrir la puerta pero sin ningún éxito.

—¡Abran la puerta, imbéciles! —exclamé tocando fuertemente pero no recibí ninguna respuesta. Se habían marchado y me habían dejado aquí encerrado.

Sabía que ese par se traía algo entre manos. Pero, ¿encerrarme en una habitación? ¿Qué iban a ganar con eso? ¿Asustarme?

Prendí las luces rápidamente y miré alrededor. Era una habitación muy grande, las paredes tenían un sobrio y elegante papel tapiz gris, en el centro había una gran cama con gruesas sábanas blancas con cuadros azules, noté que a ambos lados de la cama había una mesita de noche, sobre una de ellas había una moderna lámpara de lectura y un pequeño bowl de cristal lleno de chocolates. Caminé hacia un escritorio que había a un costado. El sonido del agua cayendo me hizo mirar con terror hacia la puerta del baño. No estaba solo. Entendí todo cuando devolví la mirada al escritorio y vi unos gruesos libros de medicina.

Esta era la habitación de Dominik.

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