
Celine
Celine
Hace 16 años...
Observé el "18" que adornaba el pastel frente a mí y no pude evitar sentir regocijo al soplar las velas con los ojos cerrados mientras deseaba que esto se repitiera por mil años más. Cuando todos aplaudieron y me vitorearon abrí los ojos y me reí al ver a mi bebé extender una mano hacia el pastel intentando tomar un pedazo mientras su padre lo cargaba. La gran sonrisa de Robert logró hacerme sonrojar como siempre, sentí mariposas en el estómago cuando se acercó y me dio un corto beso en los labios.
—¡Hora de comer pastel! —exclamé tomando el cuchillo, todos gritaron emocionados y se acercaron. Se me hizo agua la boca cuando corté una rebanada del elaborado bizcocho de almendras cubierto con ganache de chocolate, decorado con caramelo y trocitos de nuez de macadamia. Le sonreí tímidamente a Robert. Siempre me compraba mi pastel favorito aunque la pastelería que lo hacía quedaba a casi una hora de distancia.
Cinco minutos después me encontraba cargando a Dominik mientras disfrutaba del agradable ambiente, mis familiares y amigos habían venido hoy a pesar de las alertas de tormenta que había.
—Mamá... pastel... —miré a Dominik y sonreí antes de darle un millón de besos por todo el cuerpo. Estaba enamorada de mi hermoso bebé. Le di un poco de pastel y vi como sus ojitos grises se iluminaban a la vez que comenzaba a aplaudir. A nuestro lado llegó Robert, el cual nos abrazó y después de darnos un beso a cada uno fue secuestrado y arrastrado por nuestros amigos hacia la sala para jugar videojuegos, bufé. ¿Es que no se cansan de eso?
—Dame a mi nieto, niña, ¿no ves que quiere estar con su abuelita? —con una sonrisa forzada le pasé mi hijo a mi suegra. Nunca le he caído bien a esa señora pero por Robert hago mi mejor esfuerzo para no caerle aun peor. Él nunca aceptará el hecho de que su madre es una mujer extremadamente celosa que no quiere compartir a su hijo, aunque desde que Dominik nació ha dejado un poco su intensidad.
Al escuchar el timbre me dirigí a la puerta alejándome de la música y de todos. ¿Quién será? Me pregunté con duda. Ya habían llegado todos mis conocidos cercanos.
Miré con confusión al cartero cuando lo vi en mi entrada con un paquete y una carta en las manos, él me sonrió amablemente.
—¿Celine Brown? —preguntó verificando el nombre en una lista que traía, asentí un poco descolocada. Todavía se me hacía un poco extraño escuchar mi nombre con mi apellido de casada. —Tiene un paquete, firme aquí por favor...
—¿Quién lo envía? —demandé saber antes de firmar, tenía miedo de escuchar la respuesta. El cartero pareció un poco sorprendido y bajó la mirada nuevamente a los papeles que traía. Además, ¿por qué no lo había dejado en el lobby?
—Qué extraño... no tiene remitente —en cuanto dijo eso con extrañeza supe quién lo había enviado.
Ya no sabía qué hacer con el acosador anónimo que desde hace dos años había comenzado a enviarme cartas, correos electrónicos y por lo visto ahora también paquetes. En sus cartas decía que era la mujer de sus sueños, que imaginaba cómo sería una vida conmigo y mil cosas más. Lo que más temor me daba es que él sabía quién era yo pero yo no tenía ni idea de quién podría ser él. No sabía su nombre ni como se veía. Al principio pensé que si lo ignoraba el acoso se detendría pero no fue así. Lo que me pregunto es, ¿por qué en dos años no ha dado nunca la cara?
Todo mi cuerpo se enfrió al considerar la posibilidad de que tal vez había permanecido oculto porque yo no había cumplido la mayoría de edad, hasta hoy...
—Pues como no tiene remitente no voy a recibir nada, ¿acaso eso no es ilegal? —pregunté molesta, el cartero se puso un poco nervioso y después de disculparse se retiró con el paquete y la carta, cerré la puerta y me recosté de ella mientras suspiraba. ¿Por qué me tiene que estar pasando esto a mí?
—¿Quién era? —di un respingo al escuchar a Robert, lo descubrí mirándome con interés.
—Un cartero pero tenía una d-dirección e-equivocada... —mentí mientras jugaba con mi cabello sin poder evitarlo, él me miró con escepticismo sin creérselo. No he querido contarle sobre el acosador, no quería agregarle una preocupación más. —R-Regresemos a la f-fiesta —dije rápidamente tomándolo del brazo y caminando nuevamente hacia donde estaban los demás, él seguía mirándome con sospecha por lo que le di un beso en los labios para despistarlo y comencé a bailar mientras trataba de olvidar lo que había pasado hace un momento, él me sonrió cuando moví sus brazos para que bailara conmigo. Nada ni nadie me arruinará este día.
Estos dos últimos años no han sido sencillos. Criar a Dominik ha sido todo un sacrificio, especialmente para Robert. Él se negaba a aceptar del todo la ayuda económica de nuestros padres, por lo que ha tenido que trabajar y estudiar a la vez. Yo solo estudio y cuido de Dominik, lo cual de por sí ha sido difícil también. A mí no me molesta recibir ayuda de mis padres mientras así pueda darle una mejor calidad de vida a mi hijo. Fue un cambio trascendental en nuestras vidas pero los tres éramos una pequeña familia feliz.
Los tres...
Un momento...
Mis pies dejaron de moverse dejando a Robert bailando solo cuando caí en la cuenta de algo. Sentí que mi alma abandonaba mi cuerpo por un milisegundo. Robert se detuvo y me miró preocupado, agarré sus manos con temor y corrí levemente con él hacia nuestra habitación.
—¿Qué pasa, amor? —preguntó sin comprender nada, me sentí muy acalorada cuando cerré la puerta y lo miré.
—A-Acabo... Acabo de d-darme c-cuenta de q-que llevo c-como d-dos meses s-sin tener la r-regla...
En cuanto dije eso su bello rostro empalideció, dejé caer mi cuerpo lentamente en el piso de la habitación mientras una oleada de sentimientos encontrados me invadía. ¿Estoy embarazada?
—¿Segura? —preguntó Robert saliendo de la sorpresa, asentí haciendo un puchero. ¿Cómo es que tardé tanto en darme cuenta? Pero es que no tenía más síntomas de embarazo, además estaba tomando pastillas anticonceptivas...
—Puede que sea por otra razón, no lo se... —susurré parándome nuevamente y levantándome la blusa, mi abdomen se veía muy plano.
—Quédate aquí, iré rápido a la farmacia y traeré una prueba... —Robert me había dicho aquello mientras literalmente corría hacia la puerta, asentí con mucho temor, de repente tenía ganas de vomitar. Él se acercó nuevamente y me dio un repentino beso antes de salir despavorido por la puerta.
Los minutos parecían horas. Sentí que había pasado una eternidad hasta que Robert finalmente entró por la puerta, se veía todo sudado y nervioso, como si hubiese corrido una maratón.
—¿Te fuiste corriendo? —le pregunté con curiosidad, él asintió efusivamente y no supe si reírme o preocuparme.
—No podría manejar con estos nervios... —dijo muy convencido de ello. —Toma —cuando me pasó la bolsa que traía en las manos me pasé una mano por la cara con pesar.
—¿Era necesario comprar todas las pruebas de la farmacia? —pregunté al ver las diez pruebas en la bolsa, él se rascó la cabeza muy avergonzado y me apuró para que entrara al baño.
Tomé un pequeño frasco que guardaba en un estante y como pude oriné en él, miré mal a Robert mientras comenzábamos a abrir las diez pruebas con pesar, él se rio un poco nervioso, no pude evitar reírme yo también. Debí haberlo visto venir, él hizo lo mismo cuando nos enteramos de que estaba embarazada de Dominik, solo que aquella vez compró unas quince pruebas y también me obligó a hacerme dos pruebas de sangre ya que al parecer los quince resultados positivos no habían sido suficientes para él.
Los dos nos miramos seriamente y después de poner todas las pruebas en el frasco nos quedamos mirándolo fijamente mientras esperábamos los resultados.
Sentí un poco más de calma cuando agarró mi mano y la apretó suavemente, podía ver que él tampoco sabía cómo sentirse, se veía entre ansioso y asustado.
Después de los cinco minutos más largos de nuestras vidas vimos como iban apareciendo dos rayitas en cada una de las pruebas...
Sentía sorpresa, felicidad pero sobre todo temor. ¿Cómo era posible? Me pregunté mientras miraba fijamente las dos rayitas que indicaban un resultado positivo. De nada sirvieron las pastillas anticonceptivas que tomaba todos los días a la misma hora, aquello se había convertido en una especie de ritual desde hace dos años cuando mi pequeño Dominik llegó de sorpresa a nuestras vidas.
El grito de emoción de Robert me tomó por sorpresa, de pronto mis pies habían abandonado el piso, él comenzó a dar vueltas alrededor conmigo en brazos, se veía demasiado feliz lo cual me hizo sentir alivio. Tenía miedo de que reaccionara de una manera negativa. No pude evitar sonreír mientras lágrimas calientes comenzaban a salir a cántaros de mis ojos.
—Te amo tanto —dijo entre lágrimas mientras me bajaba, yo también lloré un poco de la emoción y nos besamos con locura.
Cuando él se arrodilló y le dio un beso a mi barriga mi corazón casi explota de amor y ternura. Ahora nuestra pequeña familia será de cuatro...
Solté un gritito cuando me levantó nuevamente y me llevó hasta la cama, acaricié su cabello mientras él le hablaba en voz baja a mi barriga después de acostarme.
—¿Sabes que todavía ni tiene orejas, verdad? —le pregunté con burla, él se encogió de hombros y siguió en lo suyo.
Sonreí. Aunque por un momento tuve un mal presentimiento...
. . .
Al día siguiente, después de que Robert se fuera al trabajo me arreglé y en cuanto salí de nuestra habitación me encontré con unos pequeños ojos grises observándome con atención, mi corazón se hinchó al verlo y sin dudarlo lo cargué en mis brazos haciéndolo reír.
—¿Cómo se siente mi mejor amigo? —le pregunté a mi bebé mientras lo abrazaba.
—¡Mamá! —contestó con emoción, me reí.
—Bi.. en, a ver, repítelo —dije enseñándole a decirlo, mientras él trataba de imitar la palabra mis ojos fueron a Juliette, la señora a la que le pagaba para que me ayudara a cuidarlo cuando yo no tenía tiempo.
Juliette se encontraba preparándole un biberón con leche, le sonreí cuando me miró dulcemente. Ha sido una salvavidas en muchas ocasiones. También se encargaba de limpiar el apartamento de vez en cuando. Miré alrededor y sentí un poco de pena por ella al ver todos los juguetes que habían regados por todo el piso. Robert no dejaba de consentir a Dominik con juguetes y el pequeño niño disfrutaba redecorar el lugar con ellos.
—¡Bien! —miré a Dominik con mucha sorpresa y lo felicité por haber dicho la palabra, él se rio y comenzó a jugar con mi cabello, le di un gran beso en una de sus pequeñas mejillas. Dominik es un niño muy inteligente y atento, aparte de hermoso, cada vez que salía con él solo recibía cumplidos. Mi bebé será un rompecorazones en el futuro. —Vas a ser un gran hermano mayor —le susurré mientras lo dejaba dentro de su corral para que jugara con sus carritos.
Vivíamos bien, de eso no podía quejarme. Robert trabajaba para mi padre en su bufete de abogados, y mi padre le pagaba bien por ello. Vivíamos en un modesto apartamento de tres habitaciones en un recatado edificio en una zona de clase media. No era a lo que había estado acostumbrada toda mi vida, pero era feliz aquí y no podría haber deseado nada mejor.
Hoy era mi primer día en la universidad, por lo que estaba un poco nerviosa. Tras coger mi mochila y verificar que tuviese adentro todo lo que necesitaba, comencé a recoger rápidamente algunos de los juguetes de Dominik para que Juliette no tuviese tanto trabajo.
—No, no, no tienes que hacer eso. Ya lo haré yo en cuanto alimente y acueste al pequeño leoncito —miré un poco apenada a Juliette cuando me dio una reprimenda. Nunca me deja ayudarla. —Vas a llegar tarde así que vete, vete, yo me encargo de todo —hice un puchero y casi me derrito al oírla.
—Sabes que no me gusta que trabajes tanto —le dije mientras me miraba en el espejo y me peinaba un poco antes de salir. Pero ella tenía razón, a este paso voy a llegar tarde.
—Y a mí no me gusta que llegues tarde —su respuesta me hizo sonrojar un poco. A veces sentía que era como una madre para mí.
Después de agradecerle y de despedirme de mi bebé me encaminé hacia la universidad. Espero pasar más tiempo con Dominik ahora que estaba en la universidad, donde los horarios eran más flexibles que en el instituto. Los únicos días en los que no podré estar con él mucho tiempo serán los lunes, ya que tenía clases todo el día. Por desgracia hoy era lunes. Me pareció haber escuchado a Robert diciendo que pasaría a buscarme en la noche o algo así, pero no estaba muy segura de ello. Le he dicho muchas veces que no me diga nada cuando estoy entre dormida y despierta. Más tarde lo llamaré.
Tras llegar al campus y dar mil vueltas alrededor por veinte minutos, finalmente encontré el edificio donde tocaba mi clase. Cuando llegué al salón toqué la puerta dos veces con algo de temor. ¿Y si no me dejaban entrar? Eso sería algo demasiado vergonzoso.
—Pasa y siéntate —dijo con exasperación la señora que me abrió después de poner los ojos en blanco, vaya, que agradable señora. Pensé con sarcasmo a la vez que entraba.
Cuando entré mi rostro se calentó con violencia, no hacía falta verme al espejo para saber que parecía un tomate andante. ¡¿Por qué hay tanta gente aquí?! Me interrogué mientras sentía unos cuarenta ojos sobre mí a medida que arrastraba mis pies por las escaleras del salón, me dirigía hacia los asientos que quedaban más arriba, pensaba sentarme en una esquina y hacer mi papel de camaleón mimetizándome con las paredes para que nadie me viera.
—No existo, soy invisible... no existo, soy invisible —me repetí en un susurro mientras caminaba. ¿Por qué me miran tanto? me pregunté con rabia cuando todavía tenía a medio salón viéndome embobados cuando me senté en la última fila al lado de un tipo que dormía con la cabeza apoyada sobre la mesa, solo podía ver su cabello castaño y sus tupidas pestañas. De pronto abrió los ojos y tras mirar alrededor me observó con sorpresa.
—Para la próxima no toques la puerta, solo entra y te ahorraras el espectáculo de miradas... te lo digo por experiencia —dijo después de notar que me miraban, soltó una risita extraña, asentí en agradecimiento por el consejo mientras miraba sus ojos azules, los cuales me devolvían la mirada con mucho interés y hasta algo de fascinación. —Soy Mick, es un placer —se presentó extendiendo su mano con rapidez, le sonreí un poco y le devolví el saludo.
—Soy Celine —dije en voz baja, sentí un escalofrío cuando su mano agarró la mía con algo de fuerza, de pronto tuve miedo. Algo me decía a gritos que me alejara de ese tipo. Fue como si todas las señales de alerta de mi cuerpo se hubiesen activado de repente.
—Nunca en mi vida había visto a una chica tan hermosa como tú...
Su comentario me hizo soltar su mano con algo de brusquedad. Aunque su expresión era amigable y encantadora, en sus ojos había algo que no me gustaba ni me cuadraba, podía notar la malicia en ellos y en su tono de voz.
—G-Gracias —dije deseando salir corriendo por la puerta, dejé de prestarle atención y miré al frente con incomodidad. Sentí su mirada sobre mí durante toda la clase, literalmente no la apartó ni un solo segundo. Había un asiento vacío más adelante pero tenía miedo de cambiarme y que el tipo reaccionara de alguna forma violenta.
—Sabía que te sentarías aquí atrás. A pesar de ser tan bella eres muy tímida...
¿Qué? Miré de reojo al rarito a mi lado y deseé que estuviese hablando con otra persona pero no, el tipo seguía mirándome fijamente.
"Ni siquiera me conoces" quise decirle eso pero mi instinto me decía que era mejor no dirigirle la palabra y simplemente ignorar que estaba ahí al lado.
Voy a pedir un cambio de clase.
Salí del salón con ese pensamiento en la cabeza. Tenía un muy mal presentimiento con ese chico. No era una buena persona.
—¡Celine! —me hice la sorda e ignoré su llamado mientras aceleraba el paso y me perdía entre el mar de estudiantes.
No era la primera vez que me encontraba con personas como él. He conocido hombres que literalmente han amenazado con quitarse la vida solo porque los he rechazado. Durante un tiempo les tuve miedo y rencor a casi todos los hombres por hacerme la vida un poco más miserable. No podía salir tranquila a la calle sin que algún idiota hiciese algún comentario o insinuación fuera de lugar. Me entristecía saber que vivir así era el día a día de muchas mujeres, que solo por el hecho de ser mujeres algunos hombres se sentían con derecho de vernos como si fuésemos un trozo de carne o algún objeto fabricado para su mera diversión. Los odié por mucho tiempo.
Hasta que conocí al hombre más maravilloso que pudo haber llegado a mi vida. Robert. Siempre fue tan respetuoso, amable, detallista y dulce conmigo, que poco a poco mi mentalidad cambió. Pero sé que todavía hay indeseables y desgraciados allá afuera, como el cobarde que me acosa a través de mensajes y cartas desde que tengo 16 años.
Miré el anillo de compromiso y la alianza que adornaban mi dedo anular en mi mano izquierda, sonreí bobamente. Tuve mucha suerte de encontrar a Robert. Muchas personas me juzgaron por haber tenido un bebé y por haberme casado siendo tan joven, pero para mí lo importante es que somos felices juntos. Hay personas "maduras" que tienen hijos y no le dan ni una cuarta parte del amor y la atención que nosotros le damos a Dominik.
Después de largas y agotadoras horas en la universidad por fin era hora de regresar a casa. No podía esperar más para estar con mi niño.
No sé si eran paranoias mías o qué pero me sentí observada todo el día cada vez que caminaba por las calles del campus. Ya había oscurecido bastante y los postes de luz apenas iluminaban un poco, me sentí más segura al estar rodeada de muchos estudiantes mientras caminaba hacia una de las puertas de salida.
Agarré con fuerza los tiros de mi mochila cuando salí del campus. Olvidé llamar a Robert para preguntarle si vendría a buscarme pero como no vi su auto al salir supuse que había escuchado mal lo que me dijo esta mañana. La estación de metro estaba a unas tres calles de la universidad. Tragué duro y aceleré el paso cuando noté que por aquí no había tantas personas.
"Te voy a comprar un taser para que estés más segura cuando salgas". Las palabras de Robert resonaron en mi cabeza, debí haberle hecho caso cuando me sugirió eso hace unos días al ver un comercial en la televisión. Me sentiría mil veces más segura si tuviese conmigo una pistola eléctrica, pero mi tonto sentido pacifista de sí a la paz y no a la violencia me impidió aceptarlo.
Eres tonta, Celine. Sabiendo que tienes un acosador acechándote. Quise darme una bofetada a mí misma pero me controlé.
Me di la vuelta con el corazón en la mano cuando escuché pasos detrás de mí, quise echarme a chillar cuando vi la silueta de un hombre acercándose a mí, llevaba el rostro cubierto con una máscara negra. Sin pensarlo mucho comencé a correr mientras lloraba. ¡¿Por qué tengo que llorar por todo?! Me maldije sin parar de correr a pesar de que las lágrimas no me dejaban ver absolutamente nada frente a mí, podía sentir los mocos salir de mi nariz y embarrarme toda la boca.
Mi vida pasó delante de mis ojos cuando tropecé con una piedra y caí al duro asfalto, sentí que mi tobillo se torció. Solo pude pensar en Dominik, en Robert y en el bebé que llevaba dentro cuando me limpié los ojos y vi al hombre enmascarado acercarse. Al ver el abrigo verde que llevaba puesto supe que era el mismo tipo que había visto en mi primera clase.
—S-Sé q-que e-eres tú... —dije como pude haciendo que se detuviera por un momento, al ver sus ojos a través de la máscara lo confirmé. Era él. No me equivoqué al tener un mal presentimiento en cuanto lo toqué. ¿Cómo era su nombre? Incluso lo había olvidado. —¿P-Por qué h-haces esto? ¿E-Es porque t-te ignoré? —le pregunté con la voz cargada de rabia y de miedo, él seguía en el mismo punto de antes, solo estaba ahí parado mirándome.
Miré alrededor pero seguíamos solos en la calle, sabía que la estación del metro no estaba tan lejos. Si podía llegar allí estaría a salvo. Mi teléfono comenzó a sonar dentro de mi mochila. Debe ser Robert...
—Creí que eras diferente a las demás. Pero, ¿sólo porque eres linda te crees con derecho de ignorarme? ¿Crees que no vale la pena hablar conmigo? —preguntó con un tono resentido y burlón el hombre, fruncí el ceño. ¿Qué clase de psicópata persigue a alguien por la noche solo porque no quiso hablarle?
—E-Escucha, lo s-siento, ¿bien? E-Estuvo mal q-que te ignorara. No m-me hagas d-daño por f-favor, tengo u-un bebé e-esperándome en casa, s-si lo que quieres e-es robarme o a-algo tómalo t-todo, no m-me importa —dije nerviosa mientras alejaba mi mochila de mí para que la tomara, ahora mismo solo me preocupaba que pudiese hacerle daño al bebé en mi vientre, por eso ni siquiera lo mencioné. No conozco a este tipo, no sé de lo que pueda ser capaz.
Él miró por un largo rato los anillos en mi mano, no podía ver su expresión pero imaginé que se sorprendió por eso. Justo cuando creí que me dejaría en paz comenzó a acercarse más, comencé a gritar como loca por ayuda hasta que me dolió la garganta, sus ojos llenos de odio se encontraron con los míos.
—Cállate la boca —masculló molestó acercándose a mí. —Pensé que nuestro primer encuentro sería diferente. Después de que te vi en un parque hace dos años he investigado todo sobre ti, ese hombre con el que estás no te merece...
¡Él es mi acosador!
Me quedé de piedra al oírlo. Este es el hombre que ha estado acechándome desde los 16.
—¡Hey! ¡¿Qué le estás haciendo maldito?! —miré con alivio a Robert cuando estacionó su auto junto a la calle y se bajó corriendo, su rostro se desencajó al verme tirada en el piso y ver al hombre a pocos pasos de mí, sin dudarlo fue corriendo hacia él cuando intentó escapar.
—¡Robert! —lo llamé con desesperación al ver que se perdía en la oscuridad de la noche persiguiendo al tipo, tenía miedo de que le pasara algo.
Como pude me levanté, tenía un pie un poco torcido pero aún así agarré mi mochila y cojeando fui tras ellos. Logré ver como más allá Robert se le había abalanzado encima al tipo y lo golpeaba como si no hubiese un mañana.
—¡Ya basta, Robert! —lo detuve cuando vi que el acosador ya ni se movía, Robert me miró con preocupación y agarrándome la cara entre sus manos llenas de sangre me examinó.
—¿Cómo estás? ¿Quería robarte? —preguntó preocupado sin soltarme, no pude evitar lanzarme a sus brazos y sollozar con fuerza. —Voy a llamar a la policía —dijo alejándose un poco mientras sacaba su teléfono del bolsillo, asentí sin despegarme de él.
Mick. Recordé el nombre que me había dicho el tipo. Quizás ese ni es su nombre real.
Lo miré, él seguía tirado en el suelo, me alivio un poco verlo moviéndose con dolor, temía que Robert lo hubiese matado, ese habría sido un gran problema.
Observé con desprecio su rostro lleno de sangre y de moratones, su mirada era de odio puro hacia Robert, cuando me miró a mí me estremecí con temor. En sus ojos había algo que pude distinguir claramente. Venganza. Había sed de venganza.
. . .
—¡¿Cómo que estará libre hasta que se investigue el caso?! —Robert azotó con fuerza todo lo que tenía sobre su escritorio al escuchar eso mientras hablaba por teléfono, yo también me preocupé. El temor en sus ojos lo decía todo. Temíamos que ese hombre regresara a por nosotros por venganza.
—Después de solo una semana en prisión —dije indignada sin poderlo creer.
—Debes tener más cuidado a partir de ahora. Esa vez solo fue cuestión de suerte, no quiero que te quedes sola en la calle en ningún momento. Contrataremos a un chofer para que te lleve a donde quieras ir —no pude evitar hacer una mueca cuando escuché eso, Robert me miraba con seriedad. Por su tono sé que eso no es negociable.
—Los choferes son muy caros y por si no lo has notado vamos a tener otro bebé en unos meses, no podemos darnos ese lujo —dije señalando hacia mi barriga, él se reclinó sobre su escritorio y negó.
—Ya hablé con tus padres y están de acuerdo, ellos ayudarán con los gastos del chofer...
Entrecerré los ojos y lo miré mal. Me sorprendía que el señor "podemos apañárnoslas solos" hubiese aceptado eso.
—Parece que ya lo han decidido todo sin mí... como no tengo voz ni voto aquí pues me voy —dije levantándome de la silla con algo de molestia, él me miró con una ceja arqueada, hice un puchero y caminé hacia la puerta con indignación.
—Eres una niña —al escucharlo decir eso con resignación le mostré el dedo mayor de mi mano derecha y tras una dramática salida cerré la puerta con fuerza.
Tomé un libro que había comprado hoy y fui a la habitación de Dominik a ver como estaba. Lo encontré durmiendo plácidamente en su cama, con las piernas cruzadas me senté en el sillón que había junto a la cama y comencé a estudiar.
—Ya me voy a la universidad —ni siquiera levanté la mirada del libro cuando escuché a Robert. —Perdón por tomar decisiones sin ti, amor... pero es para protegerte... me moriría si te pasara algo —mis mejillas se encendieron y no pude evitar mirarlo, se veía arrepentido así que le sonreí y me levanté del sillón.
—Está bien, lo sé... exageré un poco —me disculpé con un poco de timidez, él me miró con amor y agarrando mi cintura me dio un beso en la frente. —Ten un buen día hoy —le dije acariciando su cuello, me abrazó con fuerza.
Después de darle un beso a Dominik y a mi barriga, se marchó. Volví al sillón con una sonrisa y seguí estudiando durante una hora.
Al ver que Dominik seguía durmiendo decidí limpiar un poco y lavar algo de ropa.
Mientras lavaba la ropa después de haber limpiado todo el apartamento sentí una punzada en el corazón, fui corriendo a verificar a Dominik pero mi bebé seguía durmiendo como un tronco.
Un mal presentimiento se alojó en mi pecho durante toda la tarde. Debía ser por la noticia de que Mick había salido de la cárcel...
—Estás a salvo, nada te va a pasar... —me di ánimos mientras sacaba la ropa de la lavadora.
Me acerqué a la puerta cuando el timbre sonó, después de dudar por unos segundos si abrir o no, decidí hacerlo y con alivio saludé a Juliette con un abrazo al verla.
—Llegaste justo a tiempo. Iré a la azotea a tender esta ropa —le dije mientras cargaba el cesto con la ropa húmeda.
—Si quieres puedo hacerlo yo...
—Para nada, tú acabas de llegar, siéntate y relájate un poco, el príncipe sigue durmiendo —respondí entre risas mientras abría la puerta nuevamente, ella me sonrió y asintió.
Caminé hacia el ascensor con un poco de dificultad mientras cargaba el pesado cesto. Me sequé el sudor de la frente con una sonrisa mientras marcaba el último piso. Me gustaba la sensación que tenía después de esforzarme haciendo algo.
Cuando salí a la azotea el cielo nublado me hizo dudar por un segundo si debía tender o no la ropa. Le he dicho mil veces a Robert que debemos comprar una secadora para dejar atrás estos dilemas con el clima.
Decidí aventurarme y comencé a tender todo mientras tarareaba una canción.
Mis ojos se abrieron a más no poder cuando desde atrás una mano me cubrió la boca y un brazo me agarró con fuerza para que no pudiera escapar, comencé a forcejear con violencia mientras mi corazón martilleaba con fuerza. ¡Mick!
—Siempre obtengo lo que quiero, querida —traté de gritar pero su mano me lo impedía, mis ojos se llenaron de lágrimas de la impotencia que sentía. ¿Por qué yo? —No me gustan las niñas malas, llegó la hora de que alguien te ponga en tu puesto —susurró en mi oído con lascivia, me moví como loca tratando de liberarme de su brazo pero fue imposible, él me duplicaba el tamaño, miré al cielo con súplica.
Por favor señor, sálvame.
Fue lo último que pensé antes de que Mick me cargara sin ningún esfuerzo y caminara hacia la puerta conmigo.
—¡AYUDA! ¡AYÚDENME! —grité con todas mis fuerzas cuando su mano abandonó mi boca por un segundo, él me bajó sin soltarme y sin que me lo esperara me dio una bofetada tan fuerte que sentí sangre en mi boca y mi mejilla arder.
Sus ojos azules estaban cargados de rabia y malicia. Sentí un fuerte golpe en la nuca antes de que mis ojos se cerraran y cayera en la inconsciencia...
. . .
Cuando abrí los ojos sentí un fuerte dolor de cabeza, me reincorporé rápidamente de donde estaba acostada. Miré a mi alrededor, me encontraba sola en una habitación. Solo había una cama y una mesita de noche al lado con una lámpara, la puerta estaba un poco abierta. Miré mi cuerpo con temor buscando señas de que Mick me hubiese hecho algo pero todo parecía estar normal, mi blusa y mi short de pijama estaban en su puesto, suspiré de alivio y me llevé una mano a la barriga.
—Saldremos de esta —le dije a mi bebé mientras me paraba de la cama, la cual rechinó estridentemente en cuanto me moví. ¡Maldita cama!
—¡Hasta que por fin despiertas!
Me giré rígidamente hacia la puerta, Mick estaba ahí parado con una expresión de exasperación, sus ojos recorrieron mi cuerpo con deseo, no pude controlar las arcadas y terminé vomitando escandalosamente.
—Pero qué asco —me alegró escucharlo decir eso con repugnancia, me aseguré de que una buena cantidad de vómito me cayera encima, ensuciándome la blusa y la cara. Lo miré con súplica.
—Déjame ir, por favor... —dije entre lágrimas, él comenzó a reírse y me agarró con fuerza del brazo mientras literalmente me arrastraba fuera de la habitación. La sala de este lugar estaba completamente vacía, era como si nadie viviera aquí. Comencé a gritar por ayuda otra vez, mi voz ya no salía con fuerza, sentía la garganta lastimada.
—Si, si, grita... no servirá de nada —se mofó abriendo una puerta, vi que era un baño. Él me empujó hacia la ducha y comenzó a desnudarme, me removí con fuerza tratando de evitarlo pero sentí que mis brazos perdían fuerza. —Te di un relajante para que disfrutaras más...
Me quedé estupefacta al oír eso, aún así seguí luchando con todas mis fuerzas y gritando mientras él abría la llave y me mojaba el cuerpo.
—¿Creíste que un poco de vómito me detendría? He estado esperando años por esto... —lo miré a los ojos buscando algún atisbo de humanidad en ellos, algo que lo hiciera arrepentirse pero solo me encontré con una fría y perversa mirada.
Robert...
Esta vez no llegaría a salvarme, algo me lo decía.
—D-Déjame p-por favor... —dije como pude con la voz ronca, él me ignoró y siguió bañándome. Lloré con fuerza al sentir sus manos tocando mi cuerpo desnudo.
—Tu novio me tachó de violador cuando me denunciaron, ahora soy la vergüenza de mi familia gracias a ustedes. Yo solo quería acercarme a ti... pero ahora nadie me quiere cerca, mis hermanas ni siquiera me dejan jugar con mis sobrinas, los rumores sobre mí son terribles...
Le supliqué mil veces que no siguiera con esto pero él pasaba totalmente de mí, después de unos minutos me arrastró desnuda fuera del baño y tras entrar en otra habitación me tiró sobre la cama.
—N-No tienes q-que hacer e-esto... —dije sollozando, él me sonrió de lado y negó.
—Considera esto un ajuste de cuentas...
Lloré con más fuerza cuando dijo eso y comenzó a quitarse la ropa...
7 meses después.
Por primera vez en meses me volví a sentir viva cuando la enfermera puso en mis brazos a mi pequeño Dylan, sin poder evitarlo lloré como una niña sin importarme qué pudiesen pensar los que estaban a mi alrededor.
Él ha sido quien me ha mantenido con vida todo este tiempo, si no hubiese sido por él y por Dominik ya me hubiese suicidado.
Robert se acercó a mí con algo de duda, le pasé a nuestro hijo, él lo miró completamente enamorado. Me tensé cuando se acercó y me dio un beso en la mejilla, mi reacción hizo que se alejara casi de inmediato.
No podía estar con él desde que Mick se aprovechó de mí. Mis traumas habían comenzado a deteriorar mi relación con Robert, a quien me moría por contarle todo lo que me había pasado pero la amenaza de Mick retumbaba en mi cabeza.
"Si le dices a alguien lo que pasó, voy a buscar a tu pequeño hijo y lo degollaré frente a ti...".
La última vez que vi a Mick fue hace una semana, había ido a matarme a mi propia casa porque no confiaba en que mantendría la boca cerrada, pero al ver mi barriga pensó que llevaba a su hijo dentro de mí. Por el bien de mi niño tuve que fingir que sí era su hijo y controlar mis ganas de matarlo ahí mismo.
Yo tenía un nuevo propósito en la vida.
Yo seré quien mate a ese imbécil, no sin antes hacerlo sufrir.
Miré a mi recién nacido ángel y la culpabilidad me carcomió por dentro. Tarde o temprano va a sufrir las consecuencias de mi mentira, mientras Mick crea que es su hijo va a correr peligro. No tengo derecho a amarlo, no después de haberle arruinado la vida...
Casi podía sentir mi corazón congelarse y todo rastro de sensibilidad desaparecer de mi cuerpo.
Haré todo lo que sea necesario para proteger a mis hijos.
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Robert y yo mirábamos a Mick impactados. Él sonrió y sacó un arma de su chaqueta, cuando le apuntó a Robert con ella sentí un escalofrío en todo el cuerpo. Cálmate. Me dije mientras pensaba rápidamente en qué hacer. La presencia de Mick me había tomado por sorpresa.
—¿Cómo entraste aquí? –Robert preguntó eso con una ceja arqueada y con mucha calma, como si no tuviese a un psicópata literalmente apuntándole con una pistola, tragué duro y miré con disimulo hacia uno de los sofás. Había escondido un arma allí al igual que en muchos otros lugares de la casa por si algo como esto llegaba a suceder. No podía arriesgarme a ir hasta donde estaba el arma, no con ese demente apuntándole a Robert, le daría oportunidad de matarlo 20 veces en ese tiempo.
—Ustedes mismos me dejaron entrar. Por cierto, me dieron una gran bienvenida. Soy el dueño de la marca de ropa para embarazadas que contrató a tu esposa como modelo...
Traté de mantener una expresión neutral al oírlo, pero la verdad es que quise gritar y reprimirme por haber aceptado esa maldita oferta de modelaje. Fui demasiado ingenua, hay cosas que nunca llegaré a cambiar.
Miré a Robert, si le pasa algo por mi culpa nunca en la vida me lo perdonaría. Mi esposo miró a Mick con desprecio, al verlo apretar los labios supe que estaba controlándose para no lanzársele encima.
—Sabes Mick, de lo único que me arrepiento en todos estos años... es de no haberte matado aquella noche que atacaste a mi mujer... —Mick enrojeció de furia al oír a Robert decir eso con un tono serio. Mis mejillas se calentaron al escucharlo llamarme "mi mujer".
—Por eso yo te mataré esta noche... ya sabes, para no arrepentirme después —la respuesta de Mick me dejó helada, la tensión en el ambiente era palpable.
—Entonces ya seremos dos que no nos arrepentiremos en el futuro... —dijo Dominik fríamente mientras entraba en la sala detrás de Mick y le apuntaba con su arma a la cabeza haciéndolo empalidecer. Quise lanzar un gritito de emoción. ¡Ese es mi hijo!
Aproveché que Mick se distrajo con la llegada de Dominik y me apresuré en sacar el arma que escondía en el sofá, cuando le apunté yo también con mi pistola dorada él levantó ambas manos en señal de rendición.
—No es justo un dos contra uno —cuando dijo eso con un falso tono de molestia lo miré fríamente. Él es el menos indicado para hablar de justicia.
—Tampoco fue justo un psicópata contra una chica indefensa —mascullé con frialdad acercándome a él, vi una ráfaga de miedo atravesar sus ojos. Eso Mick... Si yo fuese tú tendría miedo. —Pero ya no soy esa niña asustada a la que violaste sin compasión —solté con todo el odio del mundo, por su mirada supe que comprendió que lo mataría.
—Celine... —ignoré el llamado de Robert y seguí acercándome a Mick.
—Apártate Robert —le advertí sin detenerme y sin apartar los ojos de mi objetivo. Fueron muchas las noches en las que consideré quitarme la vida debido a las pesadillas que tenía con ese día.
—Si te sigues acercando lo voy a matar —amenazó él apuntando nuevamente hacia Robert, arqueé una ceja.
—¿Se puede disparar sin brazo? —pregunté fríamente a la vez que cerraba un ojo y le disparaba en el brazo con el que agarraba el arma, la cual cayó al piso lejos de él a la vez que un ladrido de dolor salía de su boca, sonreí al verlo agarrarse con dolor mientras la sangre brotaba a montones. Sus gritos fueron una dulce música para mis oídos, cerré los ojos y lo disfruté por un segundo. —El siguiente irá a tu cabeza...
—¡Celine! —la molesta voz de Robert me hizo mirarlo con rabia. ¿Por qué me interrumpe? He esperado mucho por este momento.
Todas mis fuerzas se fueron al carajo cuando entendí por qué me llamaba así. A su lado estaba Dylan mirando con terror como Mick se desangraba en la sala, sus inocentes ojos fueron a mí y cuando vi miedo en ellos algo se rompió en mi interior.
—Esto es lo que soy, Dylan —dije secamente mientras devolvía mi mirada hacia Mick, el cual miraba a Dylan buscando su ayuda. —Mick, tienes que saber algo... ¿recuerdas cuando te dije que Dylan era tu hijo? Mentí... solo te lo dije para que no me mataras —le confesé muerta de risa, disfruté mucho cuando su rostro se desfiguró en una expresión de incredulidad, sonreí con malicia y le mantuve la mirada para que viese que no miento.
—No es cierto... e-él es nuestro hijo... —dijo molesto, parecía querer convencerse a sí mismo, me reí más cuando vi que le estaba doliendo la noticia. Sabía que lo destruiría enterarse de la verdad.
—Dylan cariño, si quieres puedes darle un poco de cabello a este idiota para que haga una prueba de adn —respondí con un tono burlón. —Preferiría mil veces vivir entre los cerdos, comer estiércol o morirme antes que tener un hijo tuyo —declaré con total honestidad, un escalofrío de satisfacción recorrió toda mi espina dorsal cuando vi tanto dolor en sus ojos. —Si hubiese estado embarazada de ti yo misma habría bebido veneno o me hubiese lanzado desde un puente... de frente —dije pensativa mientras reía, él me miraba con odio mientras negaba. Lo mejor de todo es que decía la verdad.
Ay, Mick. Esto no es nada para todo lo que tengo planeado para ti. Pensé sádicamente.
—Maldita perra —el orangután caminó rápidamente hacia mí, ni siquiera pestañeé o moví un dedo. Vi como Dominik lo tiraba al piso y lo inmovilizaba, sonreí con sorna.
Mi hijo mayor estaba entrenado profesionalmente para inmovilizar o asesinar a cualquier persona ya sea con o sin un arma. Yo me encargué de que estuviera preparado para proteger a su familia en cualquier situación.
Pero a veces, al ver lo vacíos y fríos que se veían sus ojos supe que una parte de él se había perdido en el proceso.
Todos hemos tenido que hacer sacrificios.
Miré a Dylan y sonreí con tristeza. Todo ha sido para protegerte a ti principalmente.
—Vivirás otro día más solo porque mi hijo está aquí observando... pero espero que sepas que te mataré, tarde o temprano lo haré... —le susurré eso a Mick cuando me acerqué a él mientras Dominik todavía lo agarraba. Mick me retó con la mirada. —Muy pronto seré yo quien ajuste las cuentas —dije antes de retirarme de la sala llena de sangre, le dediqué una última mirada antes de que se desmayara por la pérdida de sangre.
—Dominik, encárgate —Al escuchar a Robert decir eso rodé los ojos y me apresuré a entrar en mi habitación antes de que viniera con alguno de sus sermones.
—Ahórratelo, no me interesa escucharlo —dije fríamente de mal humor cuando escuché la puerta de la habitación abrirse y cerrarse detrás de mí. Sin girarme tomé un pequeño pañito de seda de mi mesita de noche para limpiar mi pistola dorada, sonreí viendo mi reflejo en ella, tenía mi nombre escrito y cada bala tenía tallada el nombre de Mick.
Después de guardarla me di la vuelta al no escuchar a Robert emitir palabra alguna.
—¿A qué has veni...
Abrí mucho los ojos cuando él, con una mirada hambrienta se acercó y después de agarrarme por el cabello juntó nuestros labios con violencia, después de salir de mi sorpresa le correspondí el apasionado beso mientras me sentía en las nubes..
Dos minutos después nos separamos rápidamente acalorados y jadeando cuando escuchamos la puerta cerrarse, cuando miramos hacia allá no había nadie. Dios mío...
¿Quién nos vio?
Dylan
Mierda, mierda, mierda.
Cerré la puerta de mi habitación y me senté en la cama agarrándome la cabeza, la sentía a punto de estallar. Ya no entendía nada de lo que pasaba en este manicomio que llamaba casa.
No estaba muy seguro de qué era lo más extraño que había visto hoy; si ver a mi madre disparándole a Mick o ver a mis padres, que supuestamente se odiaban, besándose como si el mundo se estuviera acabando.
—¿Puedes decirme qué está pasando? Todo el mundo está alterado y hay un montón de sangre en la sala...
Deseé estar ahora mismo en algún vuelo sin retorno hacia China o Egipto. En realidad preferiría estar en cualquier lugar menos en este.
—Dean... te levantaste... —dije con el tono más casual que pude fingir.
Dean se va a matar cuando se entere no solo de que mi padre tendrá una hija, sino también de que anda por ahí besuqueándose con mi madre.
Cuando él me miró con sospecha y comenzó a acercarse a mí me levanté de un tirón.
—Mick estaba aquí... y mamá le disparó en un brazo... —le dije recordando lo que pasó, él se quedó boquiabierto por unos segundos.
—¿Y qué más? ¿Se lo llevó la policía? —preguntó alarmado, asentí lentamente.
—Se desmayó así que se lo llevaron en una ambulancia pero también fueron policías y Dominik —respondí con algo de frustración.
Según lo que me contaron, Mick entró aquí gracias al equipo de producción de la sesión de fotos que le hicieron a mi madre. Después de esto si esta casa ya era antes como una cárcel, ahora será toda una fortaleza.
—¿Y Robert, dónde está? Debe estar volviéndose loco...
Me dio un ataque de tos cuando preguntó por mi padre, Dean hizo una mueca.
—Deberías dejar de mojarte en la lluvia, te vas a morir un día de estos —me reclamó el doctor Dean mientras me miraba con desaprobación, me reí un poco disimulando mis nervios. —Iré a buscar a Ro...
—¡No! No lo hagas... debe estar ocupado poniéndole la denuncia a Mick y todo eso... ya sabes cómo se pone cuando se estresa, es mejor dejarlo solo un tiempo... —dije rápidamente interrumpiéndolo, él se me quedó viendo un buen rato y después asintió pensativo, suspiré aliviado.
¿Qué explicación le dará mi padre a Dean?
—¿Acaso pasó algo más? Actúas un poco... raro —negué efusivamente cuando preguntó eso escudriñándome con la mirada.
—¿Q-Qué m-más va a p-pasar? N-Nada interesante p-pasa...
—¿Seguro que...
—Sí, seguro. Acabo de recordar que había quedado con Will y ya voy tarde...
—Daniel me dijo que tenían una cena familiar esta noche, cena en la que está Will... ¿qué me estas ocultando? —me pasé una mano por la cara con pesar, olvidé por completo que Will me dijo que hoy estaría con su familia. Dean comenzó a acercarse más a mí con su mirada de detective poniéndome más nervioso todavía.
—Ja... ¿Will? ¿Dije Will? Me refería a Cameron... sí, quedé de ver al camarón hoy...
—Dijiste Will —me recordó él con sospecha, me reí nervioso.
—Ya sabes como es el amor... uno comienza a alucinar... y a divagar... —dije corriendo hacia la puerta, él me siguió con la mirada. —El amor, Dean... es por el amor... —repetí mientras me alejaba y me reía fingiendo estar relajado.
—El amor... claro —dijo él con escepticismo, le sonreí por última vez y bajé corriendo las escaleras con terror.
Necesito tiempo y espacio para pensar, y era obvio que en esta casa no iba a lograrlo. Saqué mi celular y le envié un mensaje a Cameron diciéndole que iría a su casa, en cuanto él me respondió caminé hacia la puerta.
—Dylan, ¿vas a alguna parte? —genial. Me giré con una gran sonrisa falsa hacia mi padre.
Quería decirle mil cosas por jugar con los sentimientos de mi mejor amigo pero no podía hacerlo sin saber bien qué fue lo que pasó. Quizás fue mi madre quien comenzó el beso...
Pero eso no justifica que él también estaba tragándosela con la boca.
—Sí, papi. Iré a la casa de Cameron —dije inocentemente tratando de ocultar todo lo que sabía. Estoy seguro de que ellos no lograron ver que fui yo quien los vio.
—Está bien, ten cuidado —me sorprendió que dijera eso y se fuera sin decir nada más, se veía muy desubicado. Suspiré. Quizás ya se arrepintió de lo que pasó.
Salí de la casa y le pedí a Scott, uno de los choferes/guardaespaldas que me llevara con Cameron. Necesitaba un tiempo fuera para procesar todo...
Bajé mi cabeza rápidamente escondiéndome cuando vi el auto de mi hermano llegar. Me bajaría a preguntarle qué había pasado con Mick pero seguramente no me dejaría salir después de eso.
—Ya te vi. Te quiero aquí a las 9...
Resoplé al oír eso. Ni siquiera nuestro propio padre me dijo algo así. Miré la hora, eran las 7:40.
—Sí, a las 9 de mañana... vámonos, Scott —murmuré sacando la cabeza, Dominik me miró fijamente, le sonreí y me rasqué la nuca. —Estoy bromeando... —rectifiqué riendo levemente, él soltó una risita. —O quizás no... —dije con malicia haciendo que dejara de reírse, me reí y negando miré a Scott para que avanzara. Le dije que me llevara al café donde trabajaba el camarón, ya que me puso un mensaje diciendo que estaba allá haciendo horas extras.
Dominik y yo tenemos una conversación muy importante pendiente. Recordé mientras lo miraba por el espejo retrovisor.
Cameron
—¿Cuánto falta para que termines? Ni siquiera me estás prestando atención...
Le pedí paciencia a Dios y miré a Dylan a la vez que secaba un vaso. El pequeño castaño me miraba con aburrimiento mientras se tomaba la malteada de brownies que me hizo prepararle, parecía un niño haciendo un berrinche.
—Estaba atendiendo un cliente, ¿qué querías que hiciera? ¿Que lo ignorara para escuchar mejor sobre la nueva temporada de dramas familiares? —pregunté sarcásticamente, él me miró pensativo y asintió tomándoselo en serio, me reí. —A ver, cuéntame otra vez qué fue lo que pasó... —dije resignado cuando comenzó a sorber con fuerza por la pajilla después de haberse terminado la malteada.
—¿Recuerdas al que creíamos que era amante de mi mamá, el que quería secuestrarme porque pensaba que era su hijo? En fin, él fue a mi casa porque resultó ser el CEO de la empresa que contactó a mi madre para modelar, cuando ella lo vio le disparó, pium, pium. Después vi al... novio de Dean besándose con otra y como no supe qué hacer vine aquí...
Dejé de secar el vaso después de oír todo eso, él lo había dicho como si fuese algo casual o normal. Miré alrededor buscando las cámaras ocultas, todo esto debe ser parte de un show o alguna broma.
Me encogí de hombros. Su novio es nuestro director... No sé por qué sigo sorprendiéndome a estas alturas.
—Deberían tener su propio reality show, ¿no crees? —le sugerí sin poder evitarlo, él me miró mal pero después se rio.
—Lo he pensado —admitió con culpa, nos reímos un momento.
Fruncí el ceño al pensar seriamente en lo que me contó. Sin duda en esa familia hay un desequilibrio bastante extraño. Eso explicaría por qué Dominik es tan misterioso.
—Deberías contarle a Dean lo que viste —dije con cautela, él hizo una mueca y apoyó su mejilla de la barra.
—Lo sé... pero no tengo el valor para hacerlo —admitió con pesar. No me gustaría estar en su posición. Dean es un buen amigo y una buena persona, merece estar con alguien mejor.
—Lo tienes. Ponte en el lugar de Dean, ¿si algo así pasara con tu novio no te gustaría enterarte lo más pronto posible? ¿Y cómo te sentirías si tu amigo lo supiera y se lo estuviese guardando? Callar algo así te hace cómplice de lo que pasó...
Supe que mis palabras le dolieron cuando su mirada pareció perderse por un momento. Sé que él no quiere hacerle daño a Dean, pero mientras más tiempo pase, más probabilidad habrá de que Dean vea su silencio como una traición.
—¡Deme... otra cerveza señor unicornio! —exclamó después de un rato arrastrando las palabras, me reí con ganas. ¿Se emborrachó con una malteada de chocolate?
—Qué buena actuación, cualquiera pensaría que estás borracho de verdad... —lo felicité por lo real que había sonado eso, me sorprendía viniendo de él, ya que para mal actor que lo busquen.
Él giró la cabeza hacia mí con confusión, mi sonrisa se borró de golpe cuando vi sus ojos rojos, me llevé una mano a la boca. ¿Qué hice?
Caminé hacia una de las neveras en la cocina y vi el envase de helado de brownies que había usado para prepararle la malteada. Hubiese deseado que fuera el helado de brownies con ron, el cual tenía una baja dosis de alcohol, pero era algo peor que eso...
"Happy Brownie's Ice Cream".
Precaución: No usar más de 5 onzas.
Propiedad de Martin.
Este envase no era para la venta, es de Martin, el jamaiquino que casi siempre parecía estar en otro planeta. ¿Cómo se le ocurre ponerlo en la nevera con los demás helados? No solo usé cinco onzas, perdí la cuenta después de la número diez ya que el enano quería una malteada extra grande con extra brownies. Acabo de drogar al hijo del primer ministro...
Peor aún, acabo de drogar al hermano de Dominik. En otras palabras, esto un tutorial de cómo cavar tu propia tumba.
Salí de la cocina corriendo, es un peligro dejarlo solo así como estaba. Frené de golpe cuando lo encontré perreándole a una silla y riéndose como loco.
—Mierda —me limité a decir mientras corría a la puerta y la cerraba con seguro para que no se le ocurriera escapar.
Por suerte era a mí que me tocaba cerrar hoy el local, hace media hora que todos los demás se habían marchado.
Comencé a caminar de un lado a otro mientras pensaba en qué rayos debía hacer.
—¿Y si lo llevo a su casa y lo dejo en la entrada como si fuera un paquete? —me pregunté.
No, probablemente le contó a alguien que iba a encontrarse conmigo. Sabrían que fui yo... Dominik y su padre me matarían y probablemente terminaría en prisión.
—Si llamo al director él también me mataría y quizás hasta me suspendería... —murmuré para mí mismo rechazando de inmediato esa idea.
—¡Ay, esa es mi canción favorita también! —miré a Dylan cuando dijo eso y comenzó a bailar con mucha pasión. ¿Qué canción? Me pregunté viendo que la radio estaba apagada.
—¿Con quién hablas Dylan? —le pregunté con un tono tranquilo para no alterarlo, cuando me miró me tuve que tapar la boca para no soltar una maldición. Sus ojos parecían dos tomates, sus pupilas estaban muy dilatadas. Se notaba a kilómetros que había dejado de vivir en esta realidad hace rato.
—Con los caballitos de mar —dijo como si fuera obvio mientras bailaba la música de su cabeza, comencé a sudar y miré la hora.
Él me había mencionado que solo le habían dado permiso hasta las 9... Y ya eran las 8:40.
Pensé en llamar a Dean pero seguro que en ese estado Dylan terminaría contándole que vio a su novio con otra y entonces tendría aquí a un drogado y a otro en depresión.
Observé en silencio como Dylan se tiraba al piso y comenzaba simular que hacia un ángel de nieve.
—¡El frío es parte también de mí! —comenzó a cantar con fuerza mientras hacía el muñeco de nieve. ¿Debería amarrarlo?
Mientras buscaba información en internet sobre cómo hacer que el efecto pasara más rápido levanté la vista del celular al escuchar la puerta abrirse, casi se me desorbitaron los ojos cuando vi a Dylan quitarle el seguro y correr hacia afuera, me apresuré en seguirlo.
—¡Ahre mi amado corcel! —exclamó después de agarrar la rama de un árbol del suelo y de ponérsela entre las piernas como si fuese un caballo. Traté de atraparlo pero corría demasiado. —¡Yijah! ¡Prepara la pólvora Carmen, hoy comeremos sanguijuelas fritas!
¿Pero qué rayos? ¿Carmen?
—No le hagan caso... se escapó del loquero pero lo tenemos controlado, es inofensivo —le dije a dos señoras que pasaron por la calle y lo miraron estupefactas, pero en cuanto dije eso lo miraron con mucha lástima.
Me bajó la presión cuando vi que dejó de correr y se tiró en plena calle. Corrí hacia él y lo miré con temor de que estuviese muerto.
—Aquí apolo 17, estamos listos para el despegue... —dijo seriamente fingiendo que controlaba una nave espacial, negué y lo cargué en un hombro. —¿Hannah Montana eres tú? —resoplé cuando me quitó la gomita que amarraba mi cabello y luego comenzó a cantar una canción de Hannah Montana.
Lo mejor sería enviarle un mensaje a su padre desde su celular fingiendo ser él y decirle que se quedaría afuera esta noche, amarrarlo y esperar a que se le pase el efecto.
Tendré que quedarme con él aquí en el café, si lo llevo así a mi casa mi madre me mataría. Para ella, Dylan era un niño bueno que no mataría ni a una mosca.
Cuando regresamos al café le puse seguro a la puerta nuevamente, esta vez con llave. Cuando escuché el celular de Dylan tragué duro y se lo quité de las manos mientras él se iba a perseguir sabrá Dios qué.
Mi corazón dio un vuelco al ver el nombre de Dominik en la pantalla. No sabía qué sería peor, si contestar o no hacerlo.
Si no contesto lo más probable es que se aparezca aquí sin avisar...
—Buenas... —dije contestando a regañadientes. Fingiré que todo está bien y le diré que Dylan dormirá en mi casa esta noche.
—¿Cameron? ¿Por qué tienes el celular de Dylan? —preguntó con curiosidad, suspiré.
—Es que Dylan está bañándose, esta noche dormirá aquí en mi casa —mentí descaradamente mientras veía a Dylan quitarse la camiseta que traía y comenzar a bailar la macarena, escuché un gruñido del otro lado.
—Yo digo que después de eso comienza a bailar la conga, ¿qué piensas tú?
Ese sarcástico comentario me hizo mirar rápidamente hacia los ventanales que daban a la calle, me pasé una mano por el cabello con vergüenza al notar el auto de Dominik estacionado más allá
—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —pregunté con curiosidad y temor.
—Lo suficiente —tras decir eso secamente me colgó.
Maldije y le quité el seguro a la puerta al verlo caminar hacia acá con una cara de pocos amigos.
—Llevaba como diez minutos ahí afuera, quería ver cuánto tardabas en llamarme pero por lo visto no ibas a hacerlo nunca —dijo entrando al café y mirándome mal, bufé. ¿Por qué será? Me pregunté con sarcasmo viendo su molesta expresión. —Al principio pensé que se había emborrachado pero al parecer lo drogaste...
Temí por mi vida cuando su fría mirada pasó desde su hermano, quien ahora le hablaba a sus dedos, hacia mí. Me revolví incómodo y no me dejé intimidar.
—No sabía que era un helado especial... no tengo razón alguna para hacerle eso a propósito —me defendí cruzándome de brazos y sosteniéndole la mirada, él me observó durante unos segundos robándome el aliento, después de soltar un suspiro se acercó a Dylan.
—Vamos a casa, pequeño —le dijo suavemente mientras le acariciaba el cabello, por un momento sentí celos pero aparté ese estúpido sentimiento rápidamente.
—Mamá osa y papá oso se estaban besando, yo los vi, no se lo digas a nadie —cuando Dylan dijo eso con secretismo Dominik se quedó en silencio por unos segundos, parecía algo sorprendido. No puedo creer que le haya encontrado sentido a las divagaciones de su hermano drogado...
—No puedo llevármelo así a la casa, se armaría la de Troya y no parece que se le vaya a pasar pronto el efecto —me sentí culpable cuando Dominik dijo eso apartándose de él y mirándolo pensativo.
Con la cantidad de helado que tenía esa malteada probablemente durará toda la noche en ese estado. Por la seguridad e integridad de mi persona decidí no compartir esa información con Dominik.
—¿Entonces qué harás? —le pregunté bajando la voz, él me miró y sonrió un poco.
—Tienes la palabra culpa escrita en la cara —cuando dijo eso con un poco de compasión dejé caer mis hombros. Claro que me sentía culpable, debí haberme fijado en las etiquetas. —Tranquilo, lo llevaré a mi apartamento y me quedaré cuidándolo esta noche —levanté la mirada al sentir su mano en mi hombro, cuando nuestros ojos se encontraron sentí una corriente eléctrica por todo mi cuerpo, por la pequeña sonrisa en la que ladeó sus labios supe que él también lo había sentido.
—Déjame ayudarte, podemos turnarnos para cuidarlo. Parece que no has dormido bien —dije apartando de un manotazo su agarre en mi hombro; él arqueó una ceja. Lo sugerí solo para limpiar un poco mi conciencia y porque las ojeras bajo sus ojos eran bastante prominentes.
—Como quieras —respondió con un extraño tono de felicidad que me hizo dudar por un momento si había tomado la decisión correcta.
Entrecerré los ojos y mientras él se acercaba a Dylan me quité el delantal y fui por mis cosas. Cuando regresé lo encontré cargando al pequeño castaño, me mordí el labio inferior con nerviosismo y le abrí la puerta del café para que pudiese salir.
—Vas a tener que dejar de comer tantas papas fritas —lo escuché decirle eso a Dylan, me reí por lo bajo. Tenía razón, Dylan estaba un poco pesado.
—¡Señor sí señor! ¡El sargento patata está listo para atacar! Ra ta ta ta ta —Dominik y yo nos miramos con confusión y no pudimos evitar reírnos cuando Dylan comenzó a simular que sus manos eran metralletas.
—Me sentaré atrás con él —dije rápidamente subiéndome al lado de Dylan en cuanto Dominik lo entró como pudo en el asiento trasero. Me gané una mirada burlona de su parte pero no me importó. No quería ir delante con él.
Diez minutos después, tras un viaje en silencio, nos encontrábamos subiendo entre los dos a Dylan al ascensor, traté de ignorar lo caliente que se sentía mi cuerpo en las zonas donde Dominik sin querer me rozaba.
Cuando llegamos al apartamento los recuerdos me invadieron, mis ojos me traicionaron y miraron hacia la puerta de su habitación donde casi llegamos a hacer el amor.
Ignorando lo caliente que se puso mi rostro lo ayudé a llevar a Dylan a otra habitación, lo tiramos en la cama como un saco de papas y nos arrepentimos al instante cuando comenzó a rodar como un gusano.
—Soy un rodillo... —Dominik alcanzó a detenerlo antes de que se cayera de la cama, Dylan se reía bobamente mientras miraba al techo, me rasqué la cabeza y comencé a poner las almohadas alrededor de los bordes de la cama como se las ponen a los bebés para que no se caigan.
—Iré a buscar más, vigílalo —dijo Dominik saliendo de la habitación, cuando Dylan se sentó en la cama y me miró fijamente con sus enormes ojos rojos me asusté.
—D-Dominik... —lo llamé con temor al ver que Dylan estaba en silencio observándome, se veía algo molesto. Me daba mucho miedo su expresión, parecía poseído por algún demonio.
—Chin, chan, chen, chon, chun —comenzó a hablar como chino enojado sin dejar mirarme, cuando Dominik entró con varias almohadas en las manos me miró y lo vi aguantarse una risita. Me crucé de brazos y me recompuse. A mí no me daba risa. —¿Dónde está mi Will? ¡Quiero ver a Will! —comenzó a levantar la voz y a hacer un berrinche mientras Dominik terminaba de acomodar las almohadas, me acerqué a Dylan para limpiarle el sudor de la frente, estaba empapado. Me daba pena verlo así.
Tomé una toallita húmeda del paquete que había al lado de la cama y se la pasé por la frente con cautela, el pequeño castaño cerró los ojos y se recostó, parecía sentirse mejor después de sentir la humedad de la toallita, sonreí un poco al ver lo tierno que se veía con las mejillas coloradas y el cabello todo mojado por el sudor pegándose a su frente.
Lancé un grito cuando se incorporó de repente y me vomitó encima, su vomito chocolatoso me ensució toda la camisa y el pantalón, me quedé petrificado por unos segundos tratando de controlar las arcadas que me dio eso, no pude controlarlo cuando vi lo que parecían ser trocitos de un brownie masticado en mi camisa, yo también vomité un poco.
Miré a Dylan con ganas de agarrarlo por el cuello y estrangularlo hasta matarlo pero para mala suerte mía se había quedado rendido de un momento a otro. Miré a Dominik, su cara estaba roja, supongo que a él también le enfureció que su hermano haya provocado este desastre.
Cuando Dominik no aguantó más y explotó de la risa me levanté de la cama con rabia y lo miré con molestia, él se estaba riendo a más no poder mientras se agarraba la barriga, rechiné los dientes al verlo literalmente llorar de la risa. Nunca lo había visto reírse de esa forma...
Sonreí con malicia y me acerqué corriendo a él, cuando le di un fuerte abrazo su risa se cortó de golpe, me restregué lo más que pude de su cuerpo y después me alejé para ver mi obra de arte.
Dominik se había quedado completamente tieso por un momento, su mirada bajó con temor hacia su ropa y casi le da algo al ver la enorme mancha de vomito de chocolate que tenía. Ahora el que comenzó a reírse como loco fui yo.
Cuando su rostro se desfiguró en una mueca de asco y luego me miró con molestia salí corriendo por la puerta sin dejar de reírme, miré con terror como comenzaba a perseguirme.
—Esto lo vas a pagar caro —dijo mientras me seguía, me reí y seguí corriendo por toda la sala con él a pocos pasos de mí.
—¿No que amas mucho a tu hermanito? ¡Pues ahí tienes una parte de él en tu ropa! —dije muerto de la risa, su enfurecida expresión me divertía mas que darme miedo. Dominik parecía haber perdido la calma y frialdad que lo caracterizaba.
Miré al frente con terror cuando vi que iba a chocar contra un jarrón, me di la vuelta para devolverme pero resbalé con el vomito y terminé cayendo al suelo, Dominik también resbaló y cayó encima de mí haciéndome soltar un quejido de dolor, quise gritar cuando noté que mi cara había quedado pegada a su camisa sucia, cuando inconscientemente abrí la boca para gritar pude sentir el sabor del vomito de chocolate de Dylan, como pude me quité a Dominik de encima y luché contra las arcadas.
—Tiempo fuera, voy... v-voy a vo... vogmitar —dije haciendo un gran esfuerzo, él me miró con temor y se alejó de mí.
Cuando por fin pude controlar mis nauseas vi su mano extendida hacia mí, con duda la tomé y me levanté del piso con su ayuda.
Dominik tenía una sonrisa relajada y divertida en su rostro, me reí un poco de la situación hasta que sentí mi corazón acelerarse, carraspeé y dejé de reírme. No puedo olvidar todo lo que me hizo pasar este hombre.
—¿Y el baño? Necesito bañarme urgentemente —dije secamente recuperando la compostura, me sentí mal cuando su sonrisa se borró.
—Puedes ir a ese de ahí, yo iré al de mi habitación —respondió señalando una puerta, asentí y caminé hacia allá mientras lo sentía mirándome. Esta será una noche larga.
En cuanto entré al baño me recosté de la puerta con cansancio. Era una tortura estar cerca de él sin poder tocarlo o besarlo.
Me quité la ropa sucia y entré a la ducha, me sentí aliviado cuando finalmente pude quitar todo rastro de vomito de mi cuerpo. Miré el shampoo que había a un costado y lo tomé, cuando lo abrí y me llegó ese aroma no pude evitar excitarme un poco, ese era el mismo que usaba Dominik siempre.
Lavé mi cabello mientras tarareaba una canción que había puesto en el reproductor de música táctil que tenía la ducha inteligente integrada. Esta ducha era simplemente magnifica. Pensé al ver como el agua caía desde arriba y desde el frente, el regulador de temperatura era lo mejor, se podía poner exactamente los grados que querías. El agua estaba tibia, como me gustaba.
Como dicen, fue un pobre el que dijo que el dinero no compraba la felicidad. Podría durar una hora aquí adentro bañándome y sería feliz.
Detuve la música y salí de mi propio mundo cuando escuché la voz de Dominik vagamente al otro lado de la puerta. ¿Qué había dicho? Me pregunté mientras salía de la ducha.
—Voy a ponerla en el estante...
Cuando Dominik entró al baño con una toalla en las manos no me dio tiempo a reaccionar y cubrirme, él se quedo igual de sorprendido viéndome.
Su mirada gris fue desde mi rostro hacia mi torso y mi abdomen, cuando iba a mirar mas abajo reaccioné y le quité la toalla de las manos cubriéndome con ella, pero su mirada cargada de deseo me dio a entender que me había visto completito como vine al mundo.
Ignorando el bochorno y su seductora mirada caminé fuera del baño agarrando con fuerza el nudo que le hice a la toalla.
—Te dejé algo de ropa en mi habitación —cuando dijo eso caminé hacia su habitación con las piernas temblándome un poco por los nervios.
—Gracias —me limité a decir antes de entrar en la habitación, él me sonrió encantadoramente cuando me di la vuelta, miré su cabello chorreando gotitas de agua que terminaban en su sexy barba, sentí el calor extenderse en mi cuerpo.
—Por cierto, te ha caído muy bien ir al gimnasio —dijo bastante complacido mirando mi cuerpo con descaro, lo miré mal y cerré la puerta rápidamente. En cuanto estuve fuera de su vista me puse las manos en las mejillas muriendo de los nervios y la excitación. Caminé hacia el espejo y me miré.
Sonreí con suficiencia viendo lo trabajado que estaba mi abdomen, y lo bien que me veía. Esos meses matándome en el gimnasio valieron la pena.
¿Qué se siente, Dominik? ¿Ver lo que no puedes tener?
Dean
Observé con atención como retiraban la alfombra llena de sangre de la sala y la reemplazaban rápidamente por otra como si nada hubiese pasado. Creo que todo esto debería ser prueba suficiente de que Celine no está en todos sus cabales. Espero que Robert y Dylan puedan abrir los ojos.
Salí al patio y me senté en una mesita mientras pensaba en qué podría ser lo que me estaba ocultando Dylan. No soy tan tonto como para no haber notado que había algo extraño en él y creo que es algo que involucra a Robert. Extrañamente no he podido verlo desde la escena con el tal Mick, me dijeron que él había salido a ocuparse de algunas cosas pero era raro que ni siquiera me contestara los mensajes que le dejé.
Vi a Celine salir al patio con el perrito de Will, ella se veía muy contenta hasta que me vio, fruncí el ceño cuando la vi ponerse nerviosa y tras agarrar al perrito dio media vuelta y se devolvió como si hubiese visto un fantasma.
¿Celine acaba de huir de mí? ¿La misma mujer que siempre actuaba con superioridad y aprovechaba cualquier ocasión para decirme algo malo?
Definitivamente ha pasado algo.
Sonreí cuando mi celular sonó y vi que era Robert. ¡Ya era hora!
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