Capítulo final: Parte II
Dylan
Todos se sobresaltaron por el estruendo que ocasionó la copa que segundos antes sostenía y que ahora se encontraba hecha trizas en el piso. No podía darle crédito a lo que mis ojos estaban viendo. ¿Esto era un espejismo? Ya no podía siquiera confiar en mis traicioneros ojos que me mostraban algo que simplemente era... Imposible.
—Vladimir... —susurré con incredulidad. El alto ruso de inconfundibles ojos color miel me sonrió con algo de burla. Me toqueteé el rostro con algo de fuerza para ver si despertaba de esta extraña y desagradable pesadilla. No era la primera vez que soñaba algo como esto, incontables veces imaginé y soñé que su muerte no había sido algo real. Pero esto se sentía distinto a cualquier otro sueño que hubiese tenido antes... Me sentía muy consciente de todo y no recordaba siquiera haberme quedado dormido...
—Hola, Dylan —cuando escuché su voz supe que no era un sueño. Vladimir me saludó jovialmente con un evidente tono divertido, las expresiones tan tensas de los demás confirmaban que esto realmente estaba sucediendo.
Sentí mucho terror y comencé a retroceder cuando él intentó acercarse a mí, aquello lo hizo detener. Nos quedamos observándonos en silencio. Sentía que sus ojos evaluaban cada pequeño detalle de mi reacción.
—P-Pero... ¿c-cómo es q-que estás... q-que e-estás...
—¿Vivo? —me interrumpió arqueando una ceja y pasando de mí tomó con calma una de las mimosas que había sobre la encimera, lo observé darle un trago mientras una de las chicas del servicio se acercaba rápidamente y comenzaba a recoger con cuidado los restos de vidrio.
Mi cabeza estaba en un completo estado de confusión y horror. Sentía que estaba viendo a un muerto pero a la vez la intensidad de su mirada me convencía de que Vladimir Sokolov era cualquier cosa menos un muerto. No era una alucinación...
Era él. Un poco más alto que la última vez que lo vi, con el cuerpo más musculoso, el cabello le llegaba un poco más arriba de los hombros, lo llevaba suelto y con unas suaves ondas naturales que le daban un aspecto algo salvaje, pero lo que más me impresionaba era su mirada calculadora llena de astucia y algo de frialdad.
—Verás, Dylan... después de que Dean y tú me abandonaran en mitad de la nada, alguien me salvó... —tras soltar eso con un tono banal tomó un pequeño sorbo de la copa. Aquello lo había dicho en un tono bastante bajo para que solo yo lo escuchara a pesar de que los demás no nos quitaban los ojos de encima mientras fingían tener interesantes conversaciones. Todo este tiempo supieron que él estaba vivo... Y ninguno dijo nada...
—¡Sabes que no queríamos hacerlo! —exclamé tratando de no subir demasiado la voz aunque ya todos probablemente sabían lo que hicimos Dean y yo esa noche.
—No, Dylan. Sé que tú no querías hacerlo... por cierto, gracias por eso —respondió él haciendo un misterioso énfasis en "tú". Sentí la boca seca. Que él diga eso solo significa una cosa... No solo estaba consciente en aquel momento, sino que lo recuerda muy bien...
—¿Por qué nunca nos contactaste? Dean y yo nos hemos estado sintiendo culpables todo este tiempo... —indagué con confusión y nerviosismo, la mirada de Vladimir era diferente, todo en él parecía haber cambiado de forma radical. Era muy imponente e intimidante ahora. Se había convertido en una versión actualizada de su padre...
—Déjame imaginármelo... debí llamarlos, ¿y qué? ¿Felicitarlos por lo que pasó? —preguntó sarcásticamente tomando un puñado de nueces de la encimera y arqueando una ceja, me relamí los labios y sentí algo de furia.
—Dean tuvo que ver a un psicólogo durante años... —murmuré buscando alguna pizca de empatía en él pero solo noté frialdad e indiferencia.
—Pobrecito, Dean. No puedo imaginar lo mucho que sufrió, dale mis disculpas —soltó con burla antes de dejar la copa de lado y caminar hacia su padre dejándome con mil preguntas.
—Dylan...
—No digas nada, Dominik. Eres un hipócrita, tú mismo ayudaste a Dean sabiendo lo mal que estaba con la supuesta muerte de Vladimir, ¿con qué cara lo viste llorar tantas veces por alguien que no estaba muerto? —le murmuré secamente a mi hermano mayor cuando se acercó a mí con una expresión de arrepentimiento, él negó rápidamente y cuando intenté alejarme me agarró por un brazo y me llevó a una esquina de la sala un poco lejos de los demás, se veía muy serio.
—¿Crees que soy tan descarado?
—Sí —respondí de inmediato cuando preguntó aquello algo indignado, él suspiró y negó.
—Las veces que hablé con Dean yo tampoco sabía que él estaba vivo. Estuvo durante meses desaparecido por lo grave que estaba, solo su familia sabía la verdad, pero un año después yo también me llevé la sorpresa cuando me vino a ver. No les conté nada porque era mejor así, ya no es el Vladimir que conocieron...
—Me doy cuenta de eso... —murmuré viendo de reojo al nuevo Vladimir, quien estaba ahora sentado en el sofá con las piernas un poco separadas, su lenguaje corporal parecía decir "soy el jefe" y por la forma en que los demás lo miraban, con mucho respeto, incluso mi madre lo miraba así, me confirmaba que realmente ya no era el mismo chico relajado, juguetón e insoportable del pasado. —Sigue siendo un mafioso, supongo —susurré lo que parecía bastante obvio a simple vista, Vladimir me miró en ese momento y me guiñó un ojo con picardía al ver que lo observaba, resoplé y aparté la mirada.
—Y no cualquier mafioso. Dile a Dean que se mantenga alejado de él, lo mismo va para ti —fruncí el ceño cuando Dominik dijo aquello con un tono de orden tan serio, iba a replicarle pero sus ojos helados estaban puestos en mí.
—Tranquilo, para Dean será como si siguiera muerto —dije cruzándome de brazos y tratando de sonar convincente aunque la ceja arqueada de mi hermano mayor y su mirada fija hicieron que me preocupara. ¿A quién quiero engañar? Lo más probable es que Dean tenga un colapso mental cuando lo vea...
Miré de reojo hacia la puerta cuando Klaus entró con una expresión ligeramente preocupada, en cuanto hicimos contacto visual él se acercó de prisa a nosotros, tragué duro. Era raro ver a mi sobrino siquiera un poco alterado.
—¿Qué pasa? —le preguntó Dominik a su hijo en voz baja cuando llegó a nuestro lado. Klaus me miró fijamente.
—Dean se desmayó —susurró dejándonos atónitos, no pasé por alto la mirada divertida que nos estaba dirigiendo Vladimir, como si ya supiera lo que había pasado.
—¿Dónde está? Llévanos con él —dijo mi hermano de inmediato, Klaus asintió y comenzó a caminar con paso firme hacia la puerta.
—¿Está todo bien? —nos detuvimos cuando Dahlia se acercó interrogándonos con la mirada.
—Sí, vamos a salir un rato por aire fresco —mentí sabiendo que Vladimir y los demás ahora nos prestaban toda la atención, Dahlia arqueó una ceja y asintió luciendo no muy convencida.
—Yo también necesito un poco de aire...
—Tú vas a ayudarme a verificar el menú de mañana —Cameron interrumpió a Dahlia salvándonos de ella, mi hermana iba a reprocharle hasta que sus ojos se iluminaron al escuchar la palabra "menú". Dominik le dirigió una mirada de agradecimiento al rubio, el cual lo ignoró olímpicamente lo que hizo que Klaus y yo nos miráramos un poco confundidos e incómodos.
—¿Nos vamos? —dije interrumpiendo la intensa mirada de mi hermano hacia su esposo.
—Claro, vamos —respondió Dominik apresurándose hacia la puerta luciendo algo desconcertado. Parece que hay problemas en el paraíso...
—¿Cómo rayos pasó esto? —pregunté dos minutos después cuando estuvimos los tres frente a la cama donde estaba el cuerpo inconsciente de mi mejor amigo, Klaus se rascó la nuca.
—Se desmayó cuando vio a Vladimir... —respondió cruzándose de brazos, solté un suspiro cansino sin sorprenderme, Dominik tampoco lucía asombrado.
—¿Vladimir le dijo algo? —preguntó mi hermano mirando a Dean.
—No hablaron, solo se vieron cuando llegó... como a cinco metros de distancia... —comentó Klaus mirando a mi mejor amigo con mucha intriga. —Dean me dijo que pensaba que estaba muerto por su culpa...
En cuanto dijo aquello tragué duro y miré con algo de temor a Dominik, pero él ahora me observaba con los ojos entrecerrados. Siempre pensé que me odiaría cuando se enterara de que abandonamos a Vladimir hace 18 años.
—Tranquilo, Vladimir me contó todo hace mucho tiempo —confesó con tranquilidad, me sorprendió no encontrar ni una pizca de acusación en su expresión.
—¿Y qué te dijo exactamente? —quise saber con algo de nervios, la mirada de Dominik se oscureció un poco.
—Que Dean quiso abandonarlo en mitad de la nada...
—Eso no sucedió a-así... —murmuré sintiendo escalofríos al recordar esa noche. Dominik y Klaus me observaron con escepticismo.
—Sí, eso fue lo que pasó.
Todos miramos hacia la cama al escuchar la inesperada voz del pelinegro, Dean tenía la mirada perdida hacia el techo. Negué rápidamente, me esforcé bastante en lograr compartir la culpa de lo sucedido con él...
—No tuvimos más opción... —susurré agarrando una de las manos de mi mejor amigo, él me observó y la soltó, sus ojos estaban llenos de lágrimas, cuando comenzaron a rodar por sus mejillas supe que estaba reviviendo aquella noche en su cabeza...
Dean
Hace 18 años...
Me lancé al suelo jadeando mientras trataba de recuperar el aliento, Dylan cayó a mi lado igual de sofocado que yo, estábamos llenos de lodo y sudor. En cambio, Vladimir se agachó con tranquilidad y sin una pizca de cansancio o sudor se quedó observando hacia donde segundos antes habían unos cinco hombres persiguiéndonos.
—Vamos —dijo el ruso levantándose y mirándonos con mucha seriedad, Dylan negó rápidamente, yo aún seguía luchando para normalizar un poco mi respiración. Me dolían los pies y tenía el corazón muy acelerado. Sentía que estaba por darme un infarto si seguía corriendo.
—N-No t-tengo f-fuerza... —dijo Dylan a duras penas, agradecí en silencio no ser el único abatido. Vladimir frunció el ceño pero después apartó la mirada y le disparó a un hombre que salió de repente de entre los arbustos. Di un respingo cuando escuché el sonido de la pistola con el silenciador. Ya perdí la cuenta de todos los cuerpos que he visto hoy. Vladimir era un completo monstruo.
Su mirada indiferente al matar me tenía con los nervios de punta, ni siquiera pestañeaba cuando jalaba del gatillo. Cameron no exageró cuando nos contó lo que había hecho el ruso en su casa.
—Caminen —nos ordenó mirándonos mal. Corrección, mirando mal a Dylan, ya que desde la incómoda conversación que tuvimos hace unos minutos no ha vuelto a dirigirme la mirada o la palabra.
Dylan se levantó como pudo y me tendió una mano, la cual miré con ganas de echarme a llorar, estaba cansado de correr, aun así la tomé y me levanté a duras penas del cómodo y húmedo suelo.
—¿Correremos hasta el fin del mundo? ¿A dónde se supone que estamos yendo? —preguntó mi mejor amigo irritado mientras los tres comenzábamos a correr nuevamente aunque a un paso más lento que antes.
—Debemos llegar a la carretera —dijo Vladimir como si fuera obvio, Dylan y yo nos miramos algo preocupados. Era demasiada la distancia que había entre la pared que limitaba la casa, la cual subimos hace unos minutos y la carretera a la que teníamos que ir.
—Creo que prefiero morir... —murmuré sintiendo el dolor en mis pies aumentar, al parecer Vladimir me escuchó ya que me miró de reojo con un poco de molestia, me encogí de hombros y seguí corriendo mientras apartaba la vista de sus penetrantes ojos color miel cuando recordé el intenso beso que nos dimos en el ascensor hace apenas unas horas. Moví mi cabeza con violencia olvidando aquello.
—Jack, ¿dónde están? Ya los tengo—mis pensamientos se vieron interrumpidos por su voz, él habló a través del auricular en su oreja. —Bien, ya casi estamos llegando —dijo a la vez que recargaba su pistola con una rapidez que Dylan no pudo evitar mirarlo muy impresionado.
—¡C-Creo que e-escuché a-algo por a-allá! —exclamó mi mejor amigo señalando unos arbustos. Me asombraba lo rápido que se había adaptado a ver a Vladimir matar a tantas personas a pesar de que vomitó como loco la primera vez que lo vio.
Vladimir se quedó mirando fijamente hacia donde señaló Dylan, nos quedamos en un silencio sepulcral durante unos segundos, mi pecho dolía por la ansiedad y el temor que he sentido esta noche.
—Sigamos —ordenó el ruso poco después, Dylan suspiró y comenzó a caminar detrás de él, cuando llegué al lado de mi mejor amigo noté que estaba temblando.
—Todo estará bien —susurré sabiendo que yo estaba más aterrorizado que él. Dylan asintió y mordisqueándose el labio inferior se acercó un poco más a mí mientras seguíamos a Vladimir.
Observé su ancha espalda y lancé un suspiro al recordar la conversación que tuvimos cuando llegué aquí...
. . .
—No deberías estar aquí.
En cuanto vi la expresión de Vladimir me había arrepentido de haber salido de aquella habitación blindada. Él me miraba con tanto enojo y frialdad que me hacía sentir bastante incómodo.
—Y-Yo solo q-quería...
—¿Qué querías, Dean? ¿Agregarnos otra preocupación más? —me interrumpió con molestia, me abracé a mí mismo y miré alrededor tratando de huir de su intensa mirada. Me sentí como un idiota.
—Quería saber si estaban bien... —susurré observando el frasco de cristal que decía "azúcar" como si fuese algo muy interesante. Me incomodaba hablar aquí en la cocina sabiendo que cualquiera podía escuchar cómo me regañaba. La verdad era que después de aquel beso, acepté a regañadientes que quizás me atraía un poco...
—¿Acaso no bastaba una llamada? —sus palabras eran como frías dagas. ¿Cómo podía ser tan insensible? Literalmente me jugué la vida tratando de llegar aquí. Tuve que escabullirme en la oscuridad mientras los hombres de Mick y los guardaespaldas de Robert intercambiaban disparos en la calle.
—Perdóname, fue mi error preocuparme por ti —solté con acidez mirándolo ahora, él arqueó una ceja y se quedó cruzado de brazos escrutándome con la mirada. Comencé a sudar por los nervios y sin poder evitarlo observé sus labios.
No te sonrojes, no te sonrojes, ¡no te sonrojes!
Cerré los ojos con vergüenza y pesar al sentir las mejillas calientes. Al abrirlos nuevamente me encontré con la oscura mirada de Vladimir. ¿Qué rayos le pasaba? Parecía alguien completamente diferente a la persona que hace unas horas me había dado el beso más caliente de mi vida.
—¿Es porque te besé? ¿Eso tiene que ver con que te preocuparas por mí? —cuando finalmente mencionó el beso que parecía haber olvidado la temperatura en todo mi cuerpo aumentó. Él seguía mirándome con demasiada atención.
—C-Claro q-que n-no... e-eso...
—Bien, porque eso no significó nada. Fue un simple beso —me cortó secamente mientras abría la nevera y sacaba una manzana. Me quedé tieso y de repente todo el calor había sido sustituido por el frío y por un extraño sentimiento de vacío... —No pensaste que significó algo más, ¿o sí? —la burla en su tono lastimó mi corazón, forcé una sonrisa con todas mis fuerzas y me encogí de hombros fingiendo desinterés.
—P-Para n-nada... —la voz me traicionó, sonó terriblemente quebrada delatando lo dolido que me sentía, y aunque era demasiado obvio, Vladimir me sonrió y pasó a mi lado revolviendo mi cabello.
—Bien, porque apenas eres un niño... —murmuró llevándose la manzana a la boca y saliendo de la cocina.
Me quedé en la misma posición durante unos largos minutos, sentía que si me movía o si siquiera suspiraba iba a comenzar a llorar.
—Dean, ¿estás bien? —pestañeé varias veces cuando sentí una mano sobre mi hombro, miré hacia arriba encontrándome con la mirada de Cameron. ¿En qué momento llegó?
—Todo está excelente —dije automáticamente con una pequeña sonrisa falsa, él me miró con incredulidad pero luego se cruzó de brazos y entrecerró los ojos.
—¿Vladimir te hizo algo? —preguntó con un tono misterioso, negué lentamente.
—No, no me hizo nada. Solo confundí algunas cosas... —respondí sintiéndome todavía más estúpido que antes. ¿Por qué siempre me terminan gustando los idiotas? —Iré a buscar a Dylan —agregué rápidamente caminando hacia la puerta, de reojo vi que el rubio no dejó de verme en ningún momento, me relamí los labios y salí de allí avergonzado de que me mirara como si fuera un cachorro atropellado. No quería la lástima de nadie. He llegado a la conclusión de que lo mejor será estar solo. Así nadie me seguirá haciendo daño...
Cuando salí a la sala me encontré con Valentin y Celine observándose el uno al otro, a pesar de que había unos dos metros de distancia entre ellos sentí que estaban teniendo un momento íntimo. Suspiré. Se nota a leguas que están locos el uno por el otro, lo cual en el pasado me habría alegrado bastante pero ahora solo pensaba en lo molesto que estará Robert cuando se dé cuenta, si es que no lo sabe ya...
Aquello me hizo sonreír.
. . .
Mis recuerdos se vieron interrumpidos cuando tropecé con una enorme roca, pero antes de que cayera al suelo Vladimir me sostuvo entre sus brazos dejándome estupefacto.
—Presta más atención a donde pisas —masculló suavemente antes de alejarse, sentí mi piel quemar donde antes habían estado sus manos.
—Gracias —murmuré fingiendo que su toque no me afectó. Él me ignoró y siguió caminando. Observé a Dylan, el cual estaba sumamente concentrado mirando alrededor. Creo que nunca en mi vida lo había visto tan concentrado en algo.
—Ya casi llegamos —dijo Vladimir mirándonos de reojo, Dylan y yo soltamos un suspiro al unísono.
Estuvimos caminando por unos minutos más en silencio hasta que se escucharon rápidas pisadas detrás de nosotros, me di la vuelta por la sorpresa y divisé a duras penas a tres hombres corriendo hacia nosotros con bastante rapidez entre los árboles.
—¡Corran y no miren atrás hasta llegar a la carretera! —exclamó Vladimir con seriedad mientras aligeraba el paso haciéndose a un lado para que cruzáramos. ¿Pretende quedarse aquí con ellos?
Dylan acató su orden y comenzó a correr con desesperación, en cambio yo me mantuve al ritmo del ruso.
—No te vamos a dejar aquí solo —dije corriendo a su lado, él me miró con confusión y algo de irritación.
—¡Tienes que irte ahora mismo! Por una vez en tu vida haz lo que te dicen y vete, por favor, Dean —al ver la súplica en su mirada me resigné y aceleré el paso dejándolo atrás. Sabíamos que los hombres buscaban secuestrar a Dylan, por esa única razón no abrían fuego descuidadamente, pero si Vladimir se quedaba solo entonces ellos no tendrían ninguna razón para contenerse...
Corrí esquivando los árboles y tratando de no tropezar nuevamente, Dylan se detuvo, cuando noté que sus preocupados ojos miraban detrás de mí, yo también me detuve y me di la vuelta. Ya habíamos dejado a Vladimir bastante atrás, los árboles y la oscuridad que había entre nosotros no nos dejaban verlo.
Dylan y yo nos miramos cuando escuchamos varios disparos.
—¿C-Crees q-que...
—No creo nada, Dean. Debemos seguir —Dylan me interrumpió acercándose a mí y agarrándome con fuerza por los hombros. Me asombraba la determinación en sus ojos.
Los dos miramos nuevamente hacia atrás al escuchar más disparos. Solo podíamos escuchar el arma de los tres hombres porque Vladimir llevaba silenciador en la suya. Aquello aumentó mi nerviosismo y ansiedad.
—¡Eran tres, Dylan! Lo van a matar... —dije un poco molesto quitando sus manos de mis hombros y comenzando a caminar hacia donde dejamos al ruso. No podía dejar de imaginarme a esos tres enormes hombres asesinándolo... ¿Cómo podía seguir adelante sabiendo eso?
—¡¿Estás loco?! ¿Has estado durmiendo o qué todo este rato? ¿Es que no has visto lo que es capaz de hacer Vladimir? —me tomó por sorpresa la violencia con la que Dylan me agarró por un brazo y tiró de mí hasta detenerme.
—¿Y si fuera Dominik? ¿Lo hubieses dejado solo igualmente? —le pregunté fríamente dejándolo impactado, Dylan fue soltando lentamente mi brazo. Ambos sabíamos que él jamás dejaría a Dominik detrás. —Si quieres puedes seguir adelante, pero yo voy a regresar —agregué con firmeza, mi mejor amigo soltó un suspiro pesado.
No perdí un segundo más y comencé a caminar dejándolo atrás. Estaba molesto por lo imbécil que fue Vladimir conmigo pero aun así no quería que le pasara nada malo, y es extraño que todavía no hubiese llegado a nuestro lado cuando lo hemos visto matar personas como si fuesen mosquitos.
—Nos vamos a arrepentir de esto... —miré a mi lado con sorpresa cuando Dylan caminó junto a mí. Sentí un cosquilleo en el pecho al ver que no me dejaría regresar solo a pesar de que claramente consideraba esto una muy mala idea.
Estuvimos caminando hasta que escuchamos voces a pocos pasos de nosotros. Nos acercamos con cautela, tratando de hacer el menor ruido posible. Dylan se agachó y me hizo señas para que hiciera lo mismo, caminé un poco agachado ignorando el dolor que tenía en las piernas.
Me quedé sorprendido cuando nos acercamos lo suficiente para ver lo que sucedía. Dos de los hombres que nos habían estado siguiendo estaban tirados en el frío y húmedo suelo... Muertos. El tercero de ellos se encontraba bajo la bota llena de lodo de Vladimir.
Aparté la mirada al ver la forma tan indiferente en la que el ruso miraba al hombre que literalmente agonizaba a sus pies, por lo que noté había sangre saliendo de su pecho, ya estaba prácticamente muerto pero aun así Vladimir siguió clavando su bota en el estómago del tipo.
—Te lo dije —me encontré con la mirada seria de Dylan cuando dijo aquello, pasé saliva y asentí a la vez que escuchábamos el leve sonido del arma con el silenciador.
Cuando volví a mirar hacia Vladimir algo a la derecha captó mi atención, vi como dos hombres más se acercaban sigilosamente a donde estaba el ruso.
—¡Vladimir! —grité para advertirle del peligro, él miró hacia mí con sorpresa justo cuando los hombres lo emboscaron. Sentí que el tiempo se detenía cuando los hombres le dispararon en el pecho, Dylan soltó un grito horrorizado. Vladimir alcanzó a dispararle a los hombres mientras su cuerpo caía al suelo. Me quedé helado al ver cómo daba espasmos violentos mientras su sangre salía a borbotones.
—Vamos —dije rápidamente corriendo hacia él con Dylan siguiéndome. Era mi culpa. Probablemente él ya sabía que esos hombres se acercaban, si no hubiese sido por mi grito él hubiese reaccionado a tiempo...
—¡Vladimir! ¡Vladimir! —lo llamó Dylan hincándose a su lado en cuanto llegamos, la mirada del ruso parecía estar perdiéndose, él observaba al cielo sin poder emitir palabra alguna. Le di palmaditas en la mejilla mientras mis ojos se humedecían.
—¡Ve por ayuda, Dylan! Yo me quedaré aquí con él —Le ordené a la vez que me quitaba el abrigo y la camiseta para cubrir las zonas donde salía la sangre. Sentí náuseas y mareo al ver que le habían disparado muy cerca del corazón. —¡Dylan! —grité sacándolo del trance en el que
parecía estar, él dio un respingo y asintió, lo observé levantarse con las piernas temblándoles.
—¿Escuchas eso? ¡Vienen más! —susurró frenético mi mejor amigo, yo tragué duro y seguí presionando con fuerza las heridas de Vladimir, el cual ahora parecía estar inconsciente, con las lágrimas bajando por mis mejillas asentí. Por supuesto que escuchaba el sonido de muchas pisadas acercándose a donde estábamos.
—D-Debemos i-irnos... —dije con dolor al ver que Vladimir apenas respiraba, no soportaría otro ataque más, tampoco aguantaría a que llegara la ayuda...
—V-Vamos a a-arrastrarlo hasta allá, puede que no n-nos vean detrás de esos arbustos —dijo mi mejor amigo agarrando los pies del enorme ruso, negué lentamente mientras lloraba. Había demasiada distancia entre nosotros y el lugar que señaló, no llegaríamos a tiempo, Vladimir era demasiado grande y pesado.
—L-Lo s-siento mucho... h-hubiese sido m-mejor que n-nunca me h-hubieras conocido —susurré en el oído del ruso con la voz entrecortada, con la vista borrosa le di un beso en los labios, los cuales estaban helados. Su pecho ya no se movía, me levanté con las últimas fuerzas que me quedaban y agarré a Dylan por un brazo deteniendo su intento de arrastrar a Vladimir, él me estaba mirando como si estuviera loco.
—¡No lo vamos a dejar aquí! ¿Te has vuelto loco? —masculló mi mejor amigo con rabia, negué lentamente mientras lloraba.
—¡Él ya está muerto! Y seguiremos nosotros si no nos damos prisa —vociferé entre las lágrimas mientras miraba a mi mejor amigo, él negó con los ojos llorosos y trató de arrastrar nuevamente al ruso. Los pasos se escuchaban cada vez más cerca así que no me quedó más opción que agarrar violentamente el brazo de Dylan y arrastrarlo lejos de allí mientras él lloraba y se retorcía a la vez que me maldecía.
—¡T-Tú quisiste r-regresar p-por él y ahora q-quieres que l-lo dejemos m-morir ahí! ¡Estamos v-vivos g-gracias a él! —gritó el castaño llorando violentamente, apreté los dientes y no dije nada mientras hacía el esfuerzo más grande de mi vida por arrastrarlo cuando realmente quería derrumbarme y morir junto a Vladimir. Siento que perdí la única razón por la que mi vida comenzaba a tener algo de sentido y alegría otra vez.
Pero él ya no estaba, vi con mis propios ojos que su cuerpo ya ni siquiera respiraba...
Actualidad
—De haber sabido que todavía estaba vivo entonces te hubiese hecho caso —terminé diciendo mientras miraba a Dylan, el cual estaba sentado a un costado de la cama mirándome con suma atención al igual que Klaus, mientras que Dominik estaba recostado de la pared con la vista clavada en la ventana.
—Tardé mucho en comprender lo que hiciste, pero sé que solo buscabas protegernos y sé que Vladimir entenderá eso —dijo mi mejor amigo suavemente agarrando mis manos, sonreí sin ganas y sin pasar por alto la inseguridad en su voz al decir aquello último.
—¿Ya has hablado con él? —le pregunté bajando la voz, él asintió con una expresión algo amarga.
No había necesidad de decirlo en voz alta, con solo mirar a Dylan sabía que estaba pensando lo mismo que yo.
Vladimir había cambiado.
Han pasado 18 años, es normal que cambiara, todos lo hemos hecho, tanto física como mentalmente... Pero Vladimir había cambiado en un muy mal sentido, me di cuenta desde que lo vi...
Mi corazón se aceleró al recordar ese milisegundo en el que intercambiamos miradas. El ruso estaba irresistiblemente atractivo... Su cabello, su rostro, sus ojos, su cuerpo, su altura... Dios mío...
¡No, Dean! Cálmate...
Me dije aquello a mí mismo cuando mi cuerpo comenzó a entrar en calor con solo imaginar a Vladimir.
—¿Desde cuándo es jefe de la mafia? —le pregunté a Dominik luego de aclararme la garganta, él pareció sorprendido de que supiera eso ya que miró de inmediato a su hijo, el cual se encogió de hombros.
—¡¿Jefe de la qué?! —soltó Dylan impactado levantándose de la cama, me reí con nervios por su reacción estupefacta y agradecí que la puerta de la habitación estuviese cerrada, Klaus sonrió un poco viendo a su tío.
—Nuestro resucitado amigo es un gran mafioso ahora —murmuré sentándome, ya estaba cansado de estar acostado, Dylan estaba boquiabierto.
—O sea, sabía que era mafioso y todo eso... ¿pero jefe? —repitió todavía en shock.
—Hace unos años sustituyó a Valentin —dijo Dominik cuidadosamente mirándonos, Dylan se cruzó de brazos y cerró la boca mientras parecía estar procesando la información. Hice una mueca. Ya comprendo por qué Valentin me estaba mirando mal, probablemente Vladimir le contó a todos lo que sucedió.
Pero lo que rondaba mi cabeza desde que lo vi es, ¿cómo logró sobrevivir?
—Bueno, ¿y qué hará? ¿matarme? —pregunté arqueando una ceja y levantándome de la cama. Dylan se rascó la nuca y se rio con nervios.
—Probablemente —dijo Klaus con una expresión tan seria que Dylan y yo nos quedamos helados, pero luego comenzó a reírse al ver nuestras caras, Dominik también se rio. —Tranquilos, Vladimir es un gran amigo de la familia, no creo que quiera venganza o algo así —agregó con calma mirándome con algo de diversión. —Es decir, si hubiese querido vengarse no creo que hubiera esperado 18 años... —murmuró pensativo, negué lentamente.
—A menos que eso haya sido parte de su venganza... —susurré más para mí mismo, Dylan pareció escucharme ya que asintió de acuerdo. —¿Por qué nunca me dijiste nada? —le pregunté esta vez directamente a Dominik, él soltó un largo suspiro.
—Klaus, ¿por qué no me cuentas qué tal es Harry como director? —dijo Dylan rápidamente acercándose a su sobrino y llevándolo fuera de la habitación sin disimular mucho. Me sorprendió un poco la última mirada algo intensa que me dedicó Klaus antes de alejarse con mi mejor amigo. Cuando la puerta se cerró devolví mi atención a Dominik, el cual se acercó con cautela a mí.
—Vladimir me hizo jurar que no les diría nada —dijo con un poco de frialdad en la mirada, solté una risa floja e ignoré el dolor en mi pecho.
—¿De verdad le prometiste algo así sabiendo lo mal que lo pasaríamos Dylan y yo culpándonos por una muerte que nunca sucedió? —le pregunté retóricamente sin poder creer que de verdad todos fueran capaces de guardar un secreto tan grande incluso luego de vernos sufrir durante años. Me quedé mirando los ojos grises de Dominik y negué. —No... esa no es la única razón... hay algo más, ¿cierto? —dije al ver que no había ni una pizca de arrepentimiento en su mirada, al verlo entrecerrar los ojos un poco confirmé que sí había algo más.
Dominik amaba demasiado a su hermano como para verlo sufrir tanto y no hacer nada al respecto. Probablemente pudo haber hecho entrar en razón a Vladimir con respecto a esa supuesta promesa.
—Ya se lo dije a Dylan, pero también te lo advertiré a ti... no te acerques a Vladimir, tu novio y tú se pueden quedar en mi casa estos días —aunque intentó hacer que sonara como una sugerencia, su mirada me decía que estaba dándome una orden. Me inquietó ver a Dominik hablarme de esa forma.
—No le tengo miedo a tu amigo, Dom —dije apartando de un manotazo su mano cuando la quiso posar sobre mi hombro. Él me miró con pesar.
—Solo vas a salir lastimado si te involucras otra vez con él —me reí al escuchar eso que dijo.
—Es tu mejor amigo así que dime esto, ¿de verdad crees que va a querer involucrarse con alguien que... ¿cómo fue que te dijo? Ah, sí, "que lo abandonó en medio de la nada" y prácticamente lo dejó morir...—dije fingiendo burla pero a Dominik no pareció hacerle ninguna gracia, de hecho, sin temor a equivocarme me parece estar viendo algo de preocupación en su rostro. Me abracé a mí mismo y me acerqué al ventanal. No me preocupaba "volver a involucrarme con él" porque sabía que aquello era imposible. Vladimir y yo éramos simples desconocidos con una trágica noche en común. Solo eso.
—Ten cuidado, Dean —no me di la vuelta cuando escuché eso y tampoco lo hice al oír poco después la puerta cerrándose de un portazo.
Dejé caer mis hombros y traté de relajar mi cuerpo mientras miraba el jardín trasero. Al observar la piscina tuve un recuerdo rápido de cuando vi a Vladimir nadar en el agua casi congelada como si nada y sonreír como si no tuviese ni la más mínima preocupación en su vida.
Caminé hacia el largo espejo que había en una de las paredes y me observé. Ya no era un niño. Eso era más que evidente, no solo en mi voz se notaba el cambio, sino también en mi cuerpo. No pensaba dejarme intimidar por ningún mafioso resucitado.
Observé la fotografía que había pegada en el espejo, en ella se veía a Klaus y a una chica rubia que le estaba dando un beso en la mejilla. Sonreí un poco, al menos los hijos de mis amigos están teniendo vidas normales sin romances prohibidos con directores y hombres casados...
Armándome de valor salí de la habitación y bajé las escaleras. Los nervios comenzaron a aflorar nuevamente al escuchar las voces y las risas en la sala principal. No puedo verlo...
Cuando me di la vuelta para regresar casi impacto con Dahlia si no fuese porque frenó sus pasos a pocos centímetros de mí, miré con terror lo cerca que estuvo de caer la bandeja llena de galletas de chispas de chocolate que traía en sus manos. La cálida risa llena de gracia que soltó me dejó embobado por unos segundos.
—Perdón, fue mi culpa, siempre voy caminando muy rápido... —se disculpó aun sabiendo que no fue su culpa, le sonreí y negué.
—Lo importante es que no nos caímos ninguno de los dos... ni ninguna galleta —le dije con tranquilidad, ella me sonrió con complicidad y asintió. Tenía que mirar hacia abajo para poder verla, era una chica de baja estatura, pero era simplemente preciosa.
Cameron salió de la sala y nos miró con curiosidad hasta que las galletas lo distrajeron, sin perder un segundo más tomó una bajo la atenta mirada de Dahlia.
—Tienes que probarlas, Dean. Dahlia hace las mejores galletas de la ciudad —dijo el rubio antes de darle una mordida, miré las galletas y mi estómago gruñó un poco.
—Adelante, las hice para ustedes —confesó Dahlia con las mejillas un poco rojas, le agradecí y tomé una, ella se quedó observándome con esos enormes ojos azules hasta que le di una mordida.
—Está muy buena —admití con honestidad al saborearla, ella sonrió de oreja a oreja. Si mi manager me viese comer esto me mataría...
—Vamos, te contaré como las hice —dijo animada mientras caminaba hacia la sala, miré a Cameron buscando ayuda pero él se limitó a asentir con una fingida mirada de sabiduría.
—Ya es hora —me susurró haciendo que mi estómago se revolviera de los nervios.
—¿Hora de qué? N-No e-estoy l-listo... —le respondí con terror viendo de reojo como Dahlia me esperaba en el umbral de la puerta. Cameron soltó una risita. No quería ver a Vladimir.
—Hora de escuchar cómo Dahlia prepara cada receta, ¿qué más va a ser? —respondió el rubio con burla, lo asesiné con la mirada.
—Tantos años con Dominik te han hecho daño —le dije con fastidio, él se rio. Sabía que estaba muerto de miedo por ver a Vladimir otra vez. Fruncí el ceño cuando noté un poco de tristeza en los ojos verdes del rubio.
—Me tengo que ir, luego hablamos, Dean —dijo antes de marcharse rápidamente dejándome con la duda de si había sido mi imaginación o si realmente lucía algo triste. Olvidé aquello al escuchar a Dahlia carraspear exageradamente para llamar mi atención. Mi estómago estaba hecho un nudo, no pude siquiera darle otra mordida a la galleta, la cual Dahlia miró con una ceja arqueada.
—Entonces, ¿cómo las hiciste? —le pregunté fingiendo interés mientras me acercaba a ella, mi pregunta iluminó su rostro nuevamente.
Dahlia comenzó a parlotear cuando entramos en la sala pero mis ojos de inmediato fueron al imponente hombre sentado en el sofá. Mi cuerpo disparó mi corazón y comencé a sudar como loco cuando él me miró. Sus ojos mieles bajaron por todo mi cuerpo lentamente, su expresión era inescrutable, no tenía ni idea de qué podía estar pensando así que imité su acción y lo miré de arriba abajo mientras la temperatura seguía subiendo. Su rostro era tan simétrico y perfecto, sus rasgos masculinos se habían marcado aún más con el paso de los años, su cabello seguía largo, ahora mismo lo llevaba suelto, sus ojos seguían robándome el aliento y su cuerpo... Dios, su cuerpo...
Se había convertido en el hombre más sexy que habían visto mis ojos. Sus piernas largas estaban enfundadas en un fino pantalón negro de vestir, mientras que su torso y abdomen era cubierto por una camisa blanca que le quedaba a la medida, aunque estaba cubierto completamente podía fácilmente imaginarme todo lo que ocultaba la ropa. Toda el aura que envolvía a ese hombre me secó la boca. Se veía tan poderoso e... Inalcanzable.
Él sonrió un poco justo cuando Dahlia me removió un brazo para que le prestara atención. Pestañeé varias veces y miré a mi lado.
—Creo que será mejor que nos sentemos y no que te quedes mirándolo como si fuera una de mis galletas —me susurró la castaña parándose de puntillas para hablar en mi oído, la vergüenza me envolvió y sin dudarlo me dejé arrastrar por ella hacia el otro extremo de la sala no sin antes notar las miradas curiosas de todos sobre mí, excepto por Celine, quien me miraba un poco preocupada y Robert, a quien recién había notado que se encontraba en el lugar. Él lucía un poco perdido en sus pensamientos.
—Gracias... yo... no sé qué me pasó —le dije a Dahlia en voz baja mientras me comía la galleta con nervios, ella dejó la bandeja sobre una mesita y me pasó una mano por un brazo consolándome. Debía estar realmente mal si una adolescente sentía que tenía que consolarme. Hace años desde que un hombre logró intimidarme de esa forma.
—Vladimir suele causar ese tipo de reacción, no te preocupes... —dijo ella con algo de compasión aunque había diversión en sus ojos, me relamí los labios.
—Por supuesto... —murmuré tomando otra galleta y mirando de reojo como ese tonto ruso reía y hablaba con los demás con tanta felicidad. Incluso su acento había cambiado, ahora era mucho más marcado que antes, probablemente estuvo todos estos años de vuelta en Rusia. Sentía cosquillas en mi estómago al escuchar su voz. Era raro oírla en la realidad después de haber soñado tanto con ella. Pero escuchar su voz tan distinta solo me recordaba que ahora no éramos nada más que desconocidos.
—Ay, no... —dijo Dahlia con lamento mirando detrás de mí, al darme la vuelta vi que Evie, la rubia hija de Cameron y Dominik, se acercaba a mí con una sonrisa enorme. —Déjalo en paz, Evie —soltó Dahlia con acidez borrando la sonrisa de la rubia en cuanto llegó a nuestro lado.
—Pero no he dicho nada todavía —se defendió mirándola mal, las dos se mantuvieron en una batalla de miradas por unos segundos hasta que Dahlia suspiró con resignación. Luego Evie sonrió otra vez y arrastró un sillón hasta nosotros para sentarse. Sonreí. Era como ver a Dylan y a Cameron en sus peleas diarias.
Dahlia y yo observamos a la rubia tomar galletas y comenzar a comerlas mientras me miraba con mucha curiosidad.
—Había oído mucho sobre ti, y he visto todas las campañas que has hecho, ¡me encantó la de Calvin Klein, estuviste tan jodidamente sexy! Pero tengo que admitir que eres mil veces más lindo en persona que en las fotos —soltó la rubia directamente mirándome el rostro con detenimiento, me reí con muchas ganas cuando mencionó la campaña en ropa interior que hice hace unos meses.
—Gracias, supongo —dije sin estar muy seguro de qué responder, ella me guiñó un ojo.
—¿Me puedes seguir en Instagram? ¡Sueño con tener tantos millones de seguidores como tú!
—Eres una interesada... —me reí cuando Dahlia regañó a la rubia, la cual ahora lucía un poco avergonzada.
—No hay problema, recuérdamelo más tarde, dejé mi celular en la habitación —respondí tranquilo, me parecía un poco tierna su reacción, ella me miraba con adoración y Dahlia un poco recelosa.
—¿Nos podemos tomar una foto? —preguntó con una gran sonrisa, asentí de inmediato y ella no tardó en sacar su celular y acercarse a mí con emoción, sonreí en cada una de las selfies que nos tomó.
—Ven tú también, Dahlia —dije al ver a la castaña haciendo un puchero mientras nos miraba, ella se asombró y se acercó con algo de timidez.
—¿Ves que tú también querías? —le dijo Evie con burla mientras seguía tomándonos fotos a los tres. Me reí cuando comenzaron a discutir. Sentí una intensa mirada sobre nosotros. —No voltees ahora, está mirando para acá —susurró la rubia al ver mi intención de darme la vuelta disimuladamente para verlo cuando terminamos de tomarnos las fotos.
—¿Tan obvio soy? —pregunté apenado, ellas se rieron un poco y negaron.
—No, no, es que Evie es muy fijona... —dijo Dahlia mirando mal a su sobrina, la cual literal parecía su hermana ya que tenían casi la misma edad. Evie se encogió de hombros restándole importancia.
—Mi papi está aquí —canturreó la rubia levantándose y apresurándose en ir con Dominik en cuanto este regresó a la sala.
Lancé un suspiro al ver la mirada cargada de amor que Dominik le dedicaba a su hija. Justo cuando los dos se fueron a sentar al sofá Cameron llegó y se detuvo en el umbral de la puerta, pero tras dirigirle una ácida mirada a su esposo se dio media vuelta y se marchó, pestañeé varias veces sin poder creer lo que habían visto mis ojos pero la mirada ausente de Dominik perdida en la puerta confirmó que definitivamente estaba sucediendo algo malo entre ellos dos...
Aiden, el hijo menor de Dylan y Will miraba embobado a Klaus mientras este hablaba con Vladimir. Ignorando al tonto ruso me enfoqué en Aiden, no sabía si en sus ojos había admiración o algo más... Aiden no puede estar tan loco como para...
—Amor —la voz de David me sacó de mis pensamientos e hizo que mágicamente todos guardaran silencio. Con una risa incómoda me levanté y me acerqué a mi prometido, cuya existencia había olvidado completamente por un momento.
—David, ¿cómo te sientes? —le pregunté llevándolo disimuladamente para una esquina de la gigantesca sala de estar. David me miró con mucho amor a pesar de que estaba pálido y algo sudado.
—Me siento mucho mejor —dijo agarrándose la barriga y sonriendo con calma, dejé caer mis hombros y me sentí un poco culpable por estar minutos antes comiéndome con la mirada a otro hombre. También estaba enojado, porque con solo ver a Vladimir sentía que todo mi cuerpo enloquecía, él encendía cada célula en mí... Mientras que con mi prometido era todo lo opuesto, literalmente cuando teníamos sexo solo pensaba en mi agenda de la semana o en la lista del supermercado...
David dirigió su atención a otro lado, por su mirada algo sorprendida sabía que estaba viendo a Vladimir, disimuladamente miré al ruso, el cual nos observaba con evidente burla, más bien, me miraba directamente con burla, lo miré mal. ¿Qué le resultaba tan gracioso? Me pregunté al verlo aguantarse una risita.
Los demás siguieron con sus conversaciones interrumpiendo el extraño silencio.
Me tomó por sorpresa cuando David me agarró de la mano y me sacó rápidamente de allí, lo miré confundido cuando me llevó hacia uno de los pasillos. Sabía que algo andaba mal por la seriedad en su semblante.
—¿Qué hace ese hombre aquí? —me preguntó confundido. Me quedé helado.
¿Hablaba de Vladimir? ¿Acaso sabe nuestra historia juntos?
—¿De qué hombre hablas? —respondí con otra pregunta para darle tiempo a mi cerebro de inventar algún tipo de excusa o algo así, pero la mirada escrutadora de David me dejó la mente en blanco.
—El ruso, Sokolov —dijo en un susurro mirando a ambos lados del pasillo con inseguridad a pesar de que estábamos solos. Tragué duro. —Es un mafioso muy peligroso, toda su familia lo es. Hacen todo lo malo que te puedas imaginar, tráfico de drogas, armas y personas, asesinatos, lavado de dinero... —el suspiro de alivio que solté dejó a David impactado, rápidamente me forcé en lucir algo consternado aunque me aliviaba que mi prometido conociera a Vladimir por su vida de mafioso y no por lo que sucedió entre nosotros. Pero debía admitir que me había sorprendido escuchar esas cosas de él, ¿Vladimir trafica personas?
—Es amigo de los Brown... —dije con cautela, aquello sorprendió un poco más a David. Solté un suspiro y puse una mano en su hombro. —Estamos de vacaciones, sé que para un detective como tú será difícil pero necesito que dejes pasar todo esto, estamos aquí para relajarnos, no para trabajar, además estás muy fuera de tu jurisdicción —agregué mirándolo a los ojos, él tenía el ceño un poco fruncido.
—No puedo hacer nada aunque quiera. Sabe jugar muy bien sus cartas, nunca lo han implicado directamente en algo ilegal, siempre tiene chivos expiatorios que pagan por él... después de todo aprendió del mejor... su padre —murmuró David con desprecio, respiré hondo y me masajeé las sienes. Tengo que mantenerlo alejado de Vladimir todo lo que pueda, no sabía qué era capaz de decirle ese ruso. David tenía un complejo de justiciero que llegaba a ser adorable hasta cierto punto, luego se volvía un problema... —Espera un momento.... Valentin... también es ruso... no me digas que es... —el pelirrojo dejó la frase inconclusa a la vez que su rostro empalidecía aún más.
—Sí, es ese Valentin Sokolov —dije con cautela temiendo un poco su reacción. David estaba boquiabierto pero luego la sorpresa fue sustituida por desprecio.
—¿Sabes a cuánta gente ha matado esa familia? —me preguntó en un susurro agarrándome los hombros con un poco de fuerza, respiré hondo.
—Me hago una idea... —respondí recordando todos los muertos que dejó Vladimir a su paso aquella noche. David suspiró y dejó caer sus manos. A pesar de aquella traumática experiencia, el único fantasma que me había perseguido todos estos años era el del alto ruso de carne y hueso que resultó ser todo menos un fantasma.
—¿Qué hacen aquí? Todos vamos a ver una película, vengan —di un respingo cuando Dylan apareció por un extremo del pasillo, él nos miró con curiosidad, David le sonrió y asintió borrando todo rastro del desprecio y el odio que había mostrado hace un momento. Aquel cambio tan rápido de expresión me dejó un tanto sorprendido.
—Me duele un poco la cabeza, creo que pasaré de la película esta vez... —mentí tocándome las sienes y fingiendo tener algo de dolor, David me agarró el rostro suavemente y me miró preocupado.
—¿Necesitas alguna pastilla? Debe haber una farmacia cerca, cualquier cosa que necesites me lo dices y lo conseguiré para ti, mi amor —suspiré sintiéndome un poco abrumado cuando me dijo todo eso con esa mirada tan atenta que ahora me hacía sentir culpable. Dylan rodó los ojos al escuchar a David, reprimí una sonrisa. Varias veces me ha dicho que David era demasiado empalagoso, que no comprendía cómo lo aguantaba.
—Creo que solo necesita descansar un poco —agradecí las palabras de Dylan cuando se acercó, solo bastó una mirada para que supiera que solo quería escapar de estar en una sala cerca de aquel hombre extranjero.
—¿Reunión secreta sin mí? —todos miramos a Aiden cuando llegó con los brazos cruzados y mirándonos con sospecha.
—Yo llevaré a Dean arriba. David, Aiden te llevará con los demás a la sala de cine... —dijo mi mejor amigo apartándome sutilmente de mi prometido, el cual comenzó a negar rápidamente.
—Me quedare con él...
—No, no. Disfruta la película, además así conocerás mejor a los demás, yo solo necesito cerrar los ojos un rato... —dije con algo de apuro fingiendo una sonrisa, David me miró con duda, Aiden estaba recostado de la pared mirándolo con expectación.
—¿Seguro que estarás bien? —preguntó el pelirrojo, asentí rápidamente. Él hizo una mueca. En sus ojos podía ver cómo estaba batallando consigo mismo. Sabía que no se resistiría a estar nuevamente cerca de Vladimir o de Valentin, no ahora que confirmó quienes son, la curiosidad era uno de los pilares de la personalidad de mi prometido. —Está bien, avísame si necesitas cualquier cosa —respondió finalmente dándose por vencido, le sonreí un poco. Él se acercó y plantó un suave y dulce beso en mis labios, luego se alejó con Aiden tras darme una última mirada.
—A veces solo quisiera darle un guantazo y...
—Dylan —lo llamé con reproche cuando susurró eso, él se rio un poco. —Tienes que decirle a Aiden que debe impedir que él y Vladimir hablen —le dije en cuanto desaparecieron de nuestras vistas, mi mejor amigo asintió y no perdió el tiempo en sacar su teléfono y escribirle un mensaje a su hijo.
Cinco minutos después nos encontrábamos en el segundo piso, en un salón cuyas paredes y techo estaban hechos de cristal, dejándonos ver el atardecer, vista que no pude apreciar mejor por toda la tensión que había en mi cuerpo.
—Si todo esto es demasiado para ti... David y tú pueden irse antes —negué en cuanto Dylan había comenzado a hablar.
—No, no voy a darle ese gusto a Vladimir. No huiré como un cobarde —mascullé molesto sentándome en el sofá luego de haber dado unas cuantas vueltas alrededor.
—Esa es la actitud —di un respingo cuando Cameron entró de repente en el salón. El rubio se tiró a nuestro lado y se cubrió el rostro con uno de los pequeños cojines. Dylan y yo nos miramos.
—Tú también eres un traidor, debiste habernos dicho la verdad —se quejó Dylan quitándole la almohadilla de la cara, la expresión de fastidio de Cameron fue sustituida por una un tanto más oscura y misteriosa.
—Ustedes son imanes para los problemas, créanme, sus vidas fueron mejor sin alguien como Vladimir en ella —resoplé en desacuerdo a pesar de lo serio que se veía.
—Ustedes no debieron tomar esa decisión por nosotros —dije molesto, él suspiró y después de quitarle violentamente el cojín a Dylan volvió a cubrirse el rostro no sin que antes notara las marcadas ojeras que tenía.
Dylan comenzó a discutirle sobre lo insensibles que fueron, dejé de escucharlo y de pensar en Vladimir cuando recordé la extraña actitud que ha tenido Cameron.
—¿Te sientes bien? —pregunté descubriendo suavemente su rostro, Dylan se calló de golpe y finalmente miró a Cameron con atención.
El rubio se quedó observándome un poco atónito, como si hubiese hecho una pregunta en otro idioma desconocido.
—Te iba a preguntar lo mismo, has estado un poco raro hoy —dijo Dylan entrecerrando los ojos y evaluándolo de arriba abajo, reprimí una sonrisa. Viven peleando pero los dos se aman y se preocupan demasiado el uno por el otro.
Cameron se tensó, luego se levantó luciendo sumamente incómodo, lo cual era algo más que inusual en él, quien siempre solía desbordar confianza en sí mismo.
—¿Pasa algo con Dominik? —supe que di en el clavo cuando notamos un poco de dolor en sus ojos. Mi corazón se aceleró.
—Puedes contarnos que sucede... —dijo Dylan pálido como una hoja de papel. Cameron cabizbajo caminó hacia la pared de cristal más grande de todas y se quedó observando como el sol se escondía. Se mantuvo en silencio por unos minutos hasta que finalmente se dio la vuelta con los ojos llenos de lágrimas.
—Dominik me está siendo infiel.
Dylan
Vomité con todas mis fuerzas todo lo que había comido durante el día. Sentía la cabeza en el aire. Han pasado demasiadas cosas en muy poco tiempo. No sabía qué me sorprendía más, si ver a Vladimir vivo o la confesión que Cameron nos hizo hace unas horas.
No podía creerlo. Mi cabeza y mi corazón se negaban a creer lo que nos había dicho. Tenía que escucharlo del mismo Dominik.
Como pude me di un largo baño y cepillé mis dientes mientras lloraba. Me sentía solo. Me sentía abandonado por Will. Lo necesitaba más que a nada ahora mismo.
Cuando salí del baño me sorprendió ver a mis hijos en mi cama, los dos estaban discutiendo como casi siempre, miré la hora en el reloj, era casi media noche.
—Hoy yo dormiré con él, así que lárgate —me reí al prestarle atención a lo que estaban diciendo.
—Los tres cabemos perfectamente, niños —dije subiéndome en la enorme cama y posicionándome entre ellos. Me mordí el labio inferior para no llorar cuando me abrazaron. Probablemente sabían lo que estaba sintiendo al estar aquí sin Will.
Aaron apagó la luz y los tres nos quedamos en silencio acurrucados y cubiertos por las suaves sábanas.
—¿Y ese hombre ruso... qué edad tiene? —Aaron encendió la luz y los dos miramos a Aiden con reproche al escuchar su pícara pregunta, el peliazul soltó una gran carcajada y nos dio la espalda. —Era solo curiosidad, Dios mío, no se puede jugar con ustedes...
—Tiene el doble de edad que tú y es un hombre muy peligroso, con eso ya te dije todo —le dije secamente haciéndolo refunfuñar, Aaron soltó un suspiro y tras mirar con desaprobación a su hermano, volvió a apagar la luz.
Cuando mis ojos se adaptaron a la oscuridad me quedé observando en dirección a una de las mesitas de noche, donde había dejado mi teléfono. Estuve durante unos minutos esperando que la pantalla se iluminara con alguna notificación de mensaje pero aquello nunca ocurrió. No recibí ninguna respuesta al mensaje de buenas noches que minutos antes le había mandado a mi esposo. Cerré los ojos y con una extraña sensación de opresión en el pecho luché por dormirme...
Cameron
El vino bajó por mi garganta con dolorosa lentitud. Me quedé observando la oscuridad que se alzaba ante mí mientras notaba a lo lejos las luces de un auto acercándose, cosa que pasaba al menos tres veces a la semana desde hace unos dos meses.
Como siempre, me alejé de la ventana antes de que Dominik me notara al bajar del auto. Mi esposo, el hombre de mi vida, al que le he dedicado los últimos 18 años y al que le he sido fiel en cuerpo y alma, estaba teniendo una aventura. Se escabullía por las noches como un ladrón y a veces durante el día no sabía nada de él por horas.
Mi corazón se rompía cada vez que lo sentía levantarse de la cama por las noches y marcharse de la casa en silencio, para luego regresar oliendo a un perfume de mala calidad.
—Por lo menos cómprale un mejor perfume —murmuré para mí mismo con amargura antes de dejar la copa sobre una mesa y caminar hacia nuestra habitación.
Me metí bajo las sábanas y cerré los ojos fingiendo dormir al escuchar la puerta abrirse minutos después. El Dominik de antes nunca hubiese caído con mis actuaciones de dormir, pero este llegaba tan cansado que era fácil de engañar.
"¡Báñate antes de entrar en nuestra cama!" Quise gritarle eso al oír como se quitaba los zapatos tras sentarse en la cama. Me clavé las uñas en las manos para controlarme cuando el mismo perfume de siempre invadió mi nariz y como cada noche, sentí sus cálidos labios en mi mejilla antes de que me apresara pasando su brazo por mi cintura y pegando su gran cálido cuerpo al mío. Me maldije por sentir mariposas en el estómago cuando en su lugar debería sentir náuseas o asco, quería gritarle y llorar. Si no tuviésemos dos hijos de por medio, ya lo hubiese encarado y mandado a la mierda.
Apreté los dientes cuando el perfume se volvió insoportable. Como pude me quité su brazo de encima y me levanté de la cama. Todo mi cuerpo estaba temblando de rabia y dolor.
—¿Qué pasa? —preguntó él antes de bostezar y sentarse, respiré hondo.
—¿Cómo puedes estar tan tranquilo? —susurré casi sin fuerza en la voz, Dominik prendió la luz de la lámpara a su lado. Pude ver la confusión escrita en su iluminado rostro.
—¿A qué te refieres? —preguntó ahora arqueando una ceja, resoplé. Traté de pensar en nuestros hijos para tranquilizarme y no dejarme llevar por el enojo. —Amor...
—¿Amor? —repetí con burla y sarcasmo interrumpiéndolo, él lucía perdido. —Eres un cínico, me iré a otra habitación —dije con fastidio caminando hacia la puerta con mi almohada en las manos.
—No tan rápido —su mano se apresuró en agarrarme cuando me marchaba, él se había levantado de la cama en un santiamén, respiré hondo y le di un manotazo para que me soltara pero aquello solo lo hizo arquear una ceja.
—Suéltame ahora mismo —dije conteniendo un poco el enojo, Dominik me ignoró y en cambio me atrajo hacia su cuerpo con autoridad, tragué duro al sentir mi piel erizarse. —¡He dicho que me sueltes! —exclamé enojado sin temor de que me escucharan, me alejé de él violentamente dejándolo estupefacto. Evie y Klaus estaban quedándose hoy con sus primos, en la casa de al lado, por lo que finalmente me sentía con libertad de gritar cuanto quisiera.
—¡¿Qué es lo que te pasa, Cameron?! —me estremecí cuando él también alzó la voz pero mantuve la frente en alto. Que los chicos no estuvieran aquí me hizo sentir lleno de valor para finalmente encararlo. Los ojos grises de Dominik se veían realmente confundidos, solté una risa floja.
—Tú eres lo que me pasas, ya no soporto esto. Sé que me estás engañando —dije sin más rodeos cruzándome de brazos, Dominik frunció el ceño y me miró con frialdad, sentí que sus ojos calaban mis huesos.
—¿Por qué piensas que estoy haciendo eso?
Su voz fue suave como el terciopelo pero había algo de amargura en su tono, sus ojos grises rebozaban frialdad, tragué duro. No recordaba la última vez que me miró de esa forma.
—Te vas por las noches, no sé nada de ti durante el día, te he visto hablar a escondidas y sin dejar de lado el horrible perfume de mujer con el que siempre llegas. He estado callándome durante estos dos meses por nuestros hijos, porque ellos serán los que más van a sufrir las consecuencias de tu estupidez. Pero todos tenemos un límite y yo ya he llegado al mío —declaré luchando internamente para no descomponerme y comenzar a llorar. Mis palabras lo hirieron, lo sé porque lo conozco y porque él ya no puede ocultarse de mí. Había dolor en su mirada.
Mi corazón dolía. Respirar dolía. Verlo dolía. Saber que nuestro amor se desmoronaba, dolía.
—¿Recuerdas el día que nos casamos, Cameron? —su pregunta me tomó un poco por sorpresa. ¿Qué clase de pregunta era esa?
—Fue el día más feliz de mi vida —murmuré recordando con nostalgia lo feliz que me sentí al pensar ingenuamente que siempre seríamos felices y que éramos él y yo contra el mundo.
—¿Y recuerdas lo que te dije esa noche en nuestra luna de miel? —me relamí los labios cuando susurró aquello cerca de mi oído. ¿En qué momento se había acercado tanto? Mi corazón latió con fuerza. Claro que lo recordaba. Aquella noche estaba marcada en mi alma como un sello irrompible, por tal razón me dolía más su traición.
—Lo recuerdo —mi voz salió en un suave susurro, Dominik se quedó mirándome fijamente, estábamos tan cerca que podía escuchar su respiración profunda y calmada. Me estremecí cuando su mano tocó mi mejilla y la acarició con delicadeza. No importa cuántos años pasaran, la más leve caricia que recibía de él era capaz de enloquecerme.
—No, no creo que lo hagas —su cálida mano cayó luego de decir aquello, sentí mucho frío y un abismo entre nosotros al ver lo decepcionado que lucían sus ojos. —Puedes dormir aquí, yo me iré a otra habitación —mi cabeza seguía procesando todo mientras lo observaba salir de la habitación tras dedicarme una pequeña sonrisa triste. Cuando la puerta se cerró sentí que mi corazón se encogía.
No creo que esa haya sido la reacción de alguien que está siendo infiel...
"Siempre seremos tú y yo sobre todas las cosas. Prometo que nunca en la vida te fallaré. Siempre te amaré, Cameron".
Mis ojos se llenaron de lágrimas al recordar sus palabras en nuestra noche de bodas. Aquello me lo había dicho a la luz de la luna frente al mar. El brillo de admiración y amor en sus ojos me había dejado sin palabras, nadie, absolutamente nadie en la vida me había hablado con tanta sinceridad.
Una serie de flashbacks irrumpió en mi memoria y de repente recordé lo maravillosos que han sido los últimos 18 años. Ese Dominik, el esposo que me ha dado todo lo que he querido en el mundo, ya sea material o emocional. Aquel que daría su vida por nuestros hijos, ese Dominik... Jamás me sería infiel.
Sin perder más tiempo salí y comencé a abrir las puertas de las demás habitaciones buscándolo.
La tercera fue la vencida. Dominik se encontraba de pie junto a la ventana, en cuanto se giró hacia mí un poco sorprendido, corrí hacia él y sin dudarlo me lancé en sus brazos.
—Lo siento mucho, de verdad perdóname, es que has estado actuando demasiado extraño... —comencé a hablar rápidamente mientras lo abrazaba y luchaba a la vez por no llorar. Sus brazos me rodearon protectoramente envolviéndome en su calor.
—Sh, sh, sh, tranquilo... —dijo suavemente sobando mi espalda cuando no pude evitar soltar unas cuantas lágrimas. Él se separó un poco de mí y limpió mis mejillas con las yemas de sus dedos, había demasiado amor en su mirada. Mucho más del que merecía. —Ven conmigo —añadió caminando hacia la puerta agarrando una de mis manos. Me dejé llevar por él.
—¿A dónde vamos? —le pregunté finalmente al verlo abrir la puerta de la entrada. Él se limitó a dedicarme una sonrisita misteriosa antes de caminar hacia su auto.
Me subí con algo de duda cuando abrió la puerta para mí, hice una mueca al sentir dentro del auto el olor del perfume malo. Traté de no hacerme más ideas mientras lo observaba subirse a mi lado.
Mantuve el silencio cuando arrancó y condujo en mitad de la noche hacia donde sea que planeaba llevarme. Debían ser las 2 de la mañana probablemente, pero mis ojos estaban muy abiertos y no había ni una pizca de sueño en mí. Observé a mi esposo, él sí lucía un poco agotado, me relamí los labios y aparté mis ojos de él cuando me miró. 18 años y todavía lograba ponerme nervioso.
—¿Un puerto? —pregunté sorprendido al ver el letrero de la entrada a uno de los puertos más reconocidos de la ciudad. Dominik sonrió de lado cuando lo miré.
No dije nada más cuando nos acercamos a la caseta de seguridad, un chico pelinegro saludó a Dominik luciendo un poco confundido.
—¿Se le olvidó algo, señor Brown? —preguntó sorprendido hasta que me vio y lució evidentemente impactado.
—No, Denis, se adelantaron las cosas, eso es todo —respondió mi esposo con tranquilidad, el tal Denis se llevó dramáticamente una mano a la boca pero luego asintió rápidamente dejándonos pasar.
—Si me necesitan estaré aquí mismo... —dijo el chico ahora sonriendo, Dominik le asintió y se adentró en el puerto.
—¿De qué estaban hablando? —pregunté con curiosidad mirando alrededor las sofisticadas cabañas de pesca que había en el moderno puerto.
—Ya lo verás —contestó mi esposo con misterio mientras conducía.
Me mantuve callado mientras dejaba que mis ojos vagaran por el lujoso lugar. Habían postes de luz en todo el camino, gracias a eso y a la luz de la luna, podía ver un poco las enormes casas a los lados. Cuando Dominik condujo hacia el área donde estaban los veleros y los barcos lo miré mas confundido todavía. ¿Acaso planeaba dar un paseo en barco a estas horas de la noche? Aunque no sería algo nuevo para ambos...
Amaba el mar. Dominik me hizo amar el mar. Nos habíamos pasado casi todas las vacaciones navegando por las aguas en distintos puntos de mundo. El sol, el viento, el olor, la arena, los puertos, el agua salada, los peces... Todo eso combinado me hacía sentir una acogedora calidez en el corazón.
Cuando el auto se detuvo miré al hombre de mi vida con curiosidad, él entrecerró los ojos observándome y tras soltar un suspiro de derrota sonrió.
—Quería que fuera una sorpresa, pero probablemente en unas semanas más hubieses pensado que tengo otros hijos o algo así...
—Dominik, yo...
—Shh. Aunque me ofende tu falta de confianza, comprendo que quizás mi comportamiento fue algo sospechoso...
—¿Algo? —lo interrumpí arqueando una ceja, él soltó una risita y negó.
—Bien, bastante sospechoso. Discúlpame por eso —lo miré mal cuando dijo eso último con un tono un tanto sarcástico. Sentí la tensión crecer cuando todo rastro de gracia desapareció de su rostro dando lugar a la frialdad y seriedad. Me estremecí. —Pero lo que más me sorprende es que hayas creído que existe otra persona en el mundo que pueda ocupar tu lugar... —su fría voz y la intensidad de su mirada me derritieron, sonreí un poco y no aparté mis ojos de él ni por un segundo sintiendo mi corazón acelerado.
—¿Quien dijo que pensé eso? Más bien creí que habías bajado tus estándares... —respondí con desdén sacándole una gran carcajada que también me hizo reír un poco.
Ese instante en el que nos quedamos simplemente mirándonos como si tuviésemos lo más preciado de nuestras vidas ante nuestros ojos, me hizo sentir un deja vú con nuestra noche de bodas. ¿Quién me hubiese dicho que ese frío chico que conocí se convertiría en mi compañero de vida?
—Vamos —dijo él bajando un poco la voz, volví a la realidad y salí del auto. En cuanto salí estornudé al percibir un fuerte aroma conocido... —Sí... el supuesto perfume de mi supuesta amante, en realidad son esas flores de ahí atrás —seguí con la mirada a donde apuntó y me avergonzó un poco ver las extrañas flores amarillas que había a un lado del camino. Eran demasiadas y el olor era bastante fuerte, pero definitivamente era el mismo aroma que tenía todas las noches que salía a escondidas.
Le sonreí nerviosamente y susurré un "ups" cuando llegué a su lado, él negó lentamente y tras agarrarme de la mano caminó hacia el muelle.
—Nuestro aniversario es en un mes, quería que esto fuera perfecto para ti. Sabes que mi pasatiempo favorito es hacerte feliz...
—No querrás decir que... —me quedé boquiabierto al comprender todo cuando fuimos por un coqueto camino de madera que llevaba a los yates y veleros aparcados en la orilla. No puede ser posible...
Dominik sonrió evidentemente complacido y asintió. Sin poder evitarlo di unos cuantos saltos de emoción cuando él señaló un enorme yate de dos pisos que estaba un poco alejado del resto.
—¡¿QUEEEEEE?! —grité con todas mis fuerzas literalmente arrastrándolo hacia allá. Mis ojos veían cada detalle del yate con impacto y la incredulidad competía con la emoción cuando nos detuvimos ante él. Era magnífico.
—Es tuyo.
Sin poder evitarlo salté hacia los brazos de mi esposo, el cual me abrazó con fuerza mientras se reía. Cuando me separé de él lo observé quitarle un papel que tenía pegado a un costado, mi boca casi pega al piso cuando vi que decía "Cameron" en una hermosa letra dorada.
—Dios mío, ¿por qué? Esto debió costarte una fortuna —dije ahora preocupado cayendo en la cuenta. Si los yates pequeños son caros, no me imagino cuál habrá sido el costo de este que era enorme...
—Te mereces esto y más —contestó él luciendo bastante despreocupado. —Está hecho desde cero especialmente para ti. Como no tenía mucho tiempo en el día, el equipo que lo construyó debía trabajar de noche bajo mi supervisión, por eso me veías salir de esa forma. Todavía no está amueblado y faltan algunos detalles por pulir...
—Es perfecto —murmuré mirando a mi esposo. No me referí solo al yate cuando dije eso. Soy la persona más suertuda de este jodido mundo. Las probabilidades de coincidir con alguien como Dominik son casi nulas.
—Sí que lo es —su mirada cómplice al decir eso y agarrar mi cintura me dice que él tampoco se refiere al yate. Sonreí un poco y sin esperar más junté nuestros labios en un húmedo y tierno beso....
Dean
Mis ojos estaban pegados al techo mientras escuchaba los ronquidos de David, nunca antes me habían molestado, hasta ahora que me parecían insoportables.
Quizás sea por todo el nivel de estrés que he estado manejando desde que llegué aquí.
Hice una mueca y con cuidado me quité su brazo de encima. Me senté en la cama en cuanto vi que aquello no lo despertó. David dormía como un oso hibernando y al parecer también roncaba como uno...
Me levanté de la cama y caminé alrededor mientras revisaba mis redes sociales. No tenía sueño, no tanto por la diferencia horaria entre Inglaterra y Estados Unidos, sino porque me había pasado horas encerrado aquí durmiendo y pensando en cómo evitar a cierto ruso mafioso. Había llegado a la conclusión de que lo mejor será evitar tener cualquier tipo de conversación en privado con él o bueno, incluso en público.
"Dean Mackay en aeropuerto de Londres junto a su prometido y amigos". Rodé los ojos al ver las fotos que nos habían sacado en el aeropuerto. Si no hubiese sido por idea de mi publicista, nunca habría anunciado mi relación con David hasta el día de la boda.
"No querías hacerlo público porque no estás seguro de casarte con él, acéptalo". Recordé las palabras de Dylan, suspiré. Traté de mantenerme ocupado todos estos meses para no pensar en si estoy seguro o no de aquello. Siempre me repetía lo mismo. David es lo mejor para mí...
Lo observé mientras dormía, observé su pecho desnudo, no era muy atlético pero tampoco estaba mal. Sentí de pronto un gran peso sobre mis hombros al notar que no sentía ningún tipo de emoción al verlo.
Aparté esos pensamientos de mi mente, salí de la habitación y me dirigí a la cocina ya que estaba muriéndome del hambre. No había querido bajar a cenar con los demás hace unas horas.
Al bajar las escaleras me sentí sobrecogido por el ambiente cálido en el primer piso. Miré mis piernas, tenía la piel erizada por el cambio de temperatura. Todos estos años en Miami me hicieron adorar el calor. Todo estaba a oscuras.
Miré hacia la oficina de Robert y rodé los ojos al tener vagos recuerdos de nuestra loca aventura. Y pensar que en unas horas se casará con una de las mujeres más dulces que he conocido en mi vida. Sin duda ella es mucho más de lo que él se merece. Suspiré. No le guardaba ningún tipo de rencor a Robert pero tampoco me agradaba, mientras más lejos estuviese de mí, mejor.
Encendí las luces de la cocina y al abrir la nevera sonreí a la vez que sacaba un pastel de chocolate al que le quedaban todavía tres rebanadas. Tenía ansiedad. Me sentía desesperado por comer algo dulce, cosa que era bastante extraña en mí ya que tenía años sin comer postres hasta que Dahlia desató mi verdadero ser con esas deliciosas galletas.
Me serví una rebanada y lo comí saboreando cada bocado mientras miraba alrededor. Tenía una fuerte opresión en el pecho, la nostalgia me estaba matando. Este lugar estaba lleno de recuerdos felices y tristes.
Después de comerme dos rebanadas completas de pastel con un vaso de leche, apagué las luces y me encaminé hacia las escaleras. Me detuve en mitad del camino al ver la luz que provenía de una de las salas. ¿Será Celine? Me pregunté recordando que varias veces me ha dicho que le cuesta conciliar el sueño por las noches. Caminé sigilosamente hacia allá y asomé un poco la cabeza por el umbral de la puerta, era Robert. Él cual miró hacia acá un poco sorprendido.
—Dean, acércate —dijo justo cuando pensaba largarme, solté un suspiro pesado y me adentré en la sala con algo de desinterés. Robert se encontraba sentado en un sillón junto a una chimenea eléctrica, en la mesita delante de él había dos copas con restos de vino. —Has cambiado muchísimo —comentó mirándome todavía con sorpresa y felicidad.
—Bueno, la última vez que me viste seguía siendo un adolescente —respondí sentándome frente a él con seguridad, mis palabras hicieron que su expresión pasara a ser algo avergonzada. Con el paso de los años fue que realmente comprendí lo grave que fue nuestra relación, pero por mi propio bien decidí omitir o al menos tratar de pensar lo menos posible en aquella oscura etapa de mi vida.
—Lo siento —se limitó a contestar sin dejar de observarme, me reí un poco.
—Ya nada de eso importa, fue hace demasiado tiempo —respondí agitando una mano con despreocupación, aquello no suavizó su expresión de culpa y vergüenza. —Felicidades por tu boda, Analise es una gran mujer —añadí poniéndome de pie y caminando hacia el minibar que había a un costado.
—Lo es. Dean, de verdad no sabes cuánto lamento lo que suce...
—Basta, Robert. Te lo digo de corazón, no te guardo rencor, la vida es muy corta para eso. Los dos cometimos el error de estar juntos en el pasado y eso es todo, no tiene sentido recordar esas cosas —lo corté rápidamente mientras me servía una copa de vino dándole la espalda.
—Está bien... felicidades a ti también, me enteré de que estás comprometido —sonreí un poco al escuchar algo de inseguridad en su voz, me di la vuelta y recostado del bar le di un sorbo a la copa. No he pasado por alto la forma en que me ha estado mirando desde que llegué, había admiración en sus ojos.
—Gracias —contesté viéndolo observar mi cabello, el cual había comenzado a llevar algo rizado desde hace un tiempo, aunque yo diría que es más ondulado que rizado. Cuando era adolescente odiaba demasiado mi cabello así y por eso lo planchaba casi todos los días hasta que inicié mi carrera de modelaje y prácticamente me obligaron a llevar mi cabello al natural, a todos les encantaba así y con el paso del tiempo a mí también me comenzó a gustar.
—¿Y qué tal es David? —me sorprendió un poco que supiera su nombre ya que no recordaba haberlos presentado hoy. —Hablamos un poco en la cena —añadió al notar mi confusión, asentí y tras tomar la botella me volví a sentar frente a él.
—Es un buen hombre —dije mientras le echaba vino a la copa que puso frente a mí, él me miraba con atención, esperando que dijese algo más. —Es serio, educado, me respeta, me valora... —agregué aquello pensando en mi pelirrojo prometido, hice una pausa y me terminé el vino en la copa de una sentada.
—Pero... —murmuró Robert con una ceja arqueada sirviéndome un poco más, subí las piernas en el sillón y las abracé mientras miraba las pequeñas llamas en la chimenea.
—¿Por qué crees que hay un pero? —pregunté en voz baja antes de agarrar nuevamente la copa, dirigí los ojos a Robert, él hizo una mueca y tomó un poco de vino con calma mientras miraba mis pequeñas medias grises.
—Porque no te ves nada feliz —respondió ahora mirándome fijamente. Sus palabras resonaron en mi cabeza haciéndome sentir peor de lo que ya estaba.
—Soy feliz con él, tú no me conoces, Robert —contesté un poco a la defensiva, él levantó las manos como señal de paz pero su expresión no cambió.
—Espero estar equivocado. Realmente quiero que seas feliz, Dean, te lo mereces más que nadie —me tensé un poco cuando extendió una mano y la puso en mi rodilla mirándome con algo de pena, moví disimuladamente mi pierna para que dejara de tocarme, cosa que hizo al instante al ver que me incomodó un poco.
—No necesito tu lástima, estoy muy bien, en serio —dije tratando de aligerar un poco el ambiente tenso que se formó, él me miró con duda pero terminó asintiendo. Quise reírme de mí mismo. La verdad era que quería probarle algo a todos al traer a David a este viaje, quería que viesen que yo también era capaz de sentar cabeza con alguien... Pero si Robert se dio cuenta tan pronto de que algo no está del todo bien, me imagino que los demás pensarán lo mismo que él...
—Mil años después lo encontré, Cheval Blanc Imperial 1947... —Robert y yo miramos hacia la puerta al mismo tiempo. Mi corazón se detuvo al ver a Vladimir, el cual se calló al notarme. Contuve el aliento y literalmente me quedé hecho piedra. Sus ojos mieles eran tan profundos y tan malditamente hipnotizantes que no pude apartar la mirada por más que quería hacerlo. —Debiste decirme que esperabas a alguien más, Robert —dijo el ruso con jovialidad y misterio adentrándose en el lugar con una sonrisa ladeada y dirigiéndose hacia mí, tragué duro cuando ese hombre tan alto e imponente se detuvo frente a mí y me extendió una mano. —Dean, cuánto tiempo, no había tenido oportunidad de saludarte —dijo cuando estreché su grande y caliente mano, todo mi cuerpo se estremeció y lo solté casi como si me quemara, él me miró con burla. Tenerlo cerca era algo completamente diferente a verlo de lejos. Me sentía abrumado por su presencia.
—Es un gusto verte, Vladimir, pensé que no lo volvería a hacer, ya sabes... como creí que estabas muerto... —dije con algo de sarcasmo manteniéndole la mirada, aquello lo hizo arquear una ceja y sonreír poco después mientras me escrutaba con la mirada. No titubeé, aunque me esté muriendo de los nervios no voy a dejarme intimidar por él.
—Aquí estoy, más vivo que nunca —contestó con una diversión que me pareció fingida, le sonreí incómodamente ignorando el cosquilleo en el estómago que me provocó su voz tan masculina y fuerte con ese acento tan cautivador. Él dio una vuelta sobre sí mismo para que viese cuan vivo estaba... Dios...
Dios mío. Perdóname.
Aquello lo dije en mi cabeza cuando sentí tanta excitación y deseo al verlo. Su cuerpo era maravilloso, todo de él lo era. Y era obvio lo consciente que estaba de su propio poder sobre la gente, su seguridad y esa sonrisa ladina lo delataban, pero de pronto noté algo oscuro en su mirada. Fue por casi un milisegundo, pero me pareció ver odio en sus ojos que ahora lucían inexpresivos y vacíos. Tragué duro. Sin duda todavía me guarda rencor por lo que sucedió...
—Eso veo, me alegra que estés bien —le contesté secamente tratando de lucir impasible. Usé toda mi fuerza de voluntad para mirar a Robert, quien ahora me miraba un poco apenado. —Si me disculpan, yo ya me marcho, pasen buenas no...
—¿Por qué no te quedas a tomar un poco? —Vladimir me interrumpió cuando me puse de pie y levantó un poco la botella de vino que había traído, su mirada era retadora. —Vamos, Dean. Este no es un vino de todos los días —agregó caminando hacia el minibar para abrir el vino, miré a Robert, él se encogió de hombros. Suspiré.
—Está bien, solo unos minutos más, mi prometido me está esperando —dije cruzándome de brazos y mirando nuevamente al ruso que estaba dándonos la espalda mientras abría la botella.
—Por supuesto —contestó con un tono algo extraño y burlón al darse la vuelta y acercarse con tres copas limpias.
—Quisiera acompañarlos pero ya es muy tarde y mañana es el gran día, pero disfrútenlo —miré a Robert con ganas de asesinarlo cuando se levantó del sillón, él me sonrió con tranquilidad. —Dean, Vladimir... —dijo en forma de despedida mirándonos antes de marcharse no sin antes cerrar las puertas del salón después de salir. ¡Esto me lo vas a pagar, Robert!
Miré al ruso. Él se quedó unos segundos mirando las puertas cerradas hasta que finalmente puso las copas en la pequeña mesa frente a nosotros y se sentó donde antes había estado Robert. Lo observé más atentamente mientras servía el vino en silencio. Él iba con unos pantalones negros y una camiseta blanca, un estilo bastante informal considerando cómo había llegado esta tarde. Pasé saliva al ver su cabello rebelde que lucía todavía húmedo, respiré hondo y sentí el aroma de su jabón o de su shampoo penetrar en mi nariz. Maldije haberme puesto un pantalón corto de pijama ya que así podía ver lo erizada que estaba mi piel desde que se me acercó. Él bajó la botella y después subió la mirada lentamente por mis piernas desnudas hasta mi rostro, una sonrisa casi imperceptible se formó en sus labios antes de que me pasara una de las copas media llena.
—Gracias —dije en un susurro tomando la copa con cuidado de no hacer contacto con su mano.
Vladimir se sentó en silencio, solo observándome fijamente. No estaba seguro de si me miraba de buena o mala manera, era totalmente indescriptible su expresión. Vacía.
—Escuché por ahí que eres modelo, parece que te ha ido muy bien —dijo de pronto mirando mi rostro con más atención antes de dar un gran trago, me encogí de hombros y asentí.
—No me puedo quejar —dije pensando en el inesperado éxito que he tenido en mi trabajo. —Yo escuché que sigues con el negocio familiar —comenté arqueando una ceja y recordando las palabras de Klaus y de David. Vladimir asintió levemente mirándome la boca. Me tomé todo el vino de un solo trago sintiéndome un poco más relajado gracias a los efectos del alcohol. Eso era lo que necesitaba ahora mismo para seguir teniendo el valor de no salir corriendo lejos de este hombre y de la evidente tensión sexual que había entre nosotros.
—Alguien debía hacerlo —respondió él despreocupadamente sirviéndome más vino. Cuando sentí que todo comenzaba a moverse un poco y que mis mejillas se calentaban, supe que debía dejar de tomar.
—¿No eres el menor de tus hermanos? ¿Cómo es que tú sustituiste a Valentin? —pregunté con curiosidad tomando la copa y bebiendo un poco más, Vladimir miró la copa y luego a mí.
—Mis hermanos no tienen lo que se necesita —se limitó a contestar con un tono algo cauteloso.
—¿Y qué es lo que se necesita? —quise saber en un susurro.
—Valor —respondió con seriedad, me acomodé en el sillón abrazando mis piernas nuevamente y miré hacia la chimenea apartándome de su intensa mirada.
—¿Valor para qué? ¿Para matar personas o traficarlas? —pregunté sin poder evitar sentir un poco de desprecio.
—Para todo, Dean... —aquello fue como recibir un puñetazo en el estómago, lo miré. No había ni remordimientos ni emoción alguna en sus ojos. Tomé un poco más de vino y lo observé sin ocultar mi evidente enojo.
—¿De verdad haces esas cosas tan horribles?
Vladimir se quedó en silencio por unos segundos mientras me analizaba con la mirada, me moví un poco incómodo al sentirme algo vulnerable ante él.
—Sigues esperando que todavía quede algo de esa persona que conociste hace 18 años, ¿no? —preguntó cruzándose de brazos y mirándome con atención, me sentí un poco apenado. La verdad era que sí, tenía la esperanza de que el Vladimir que conocí estuviese ahí todavía. Pero con solo ver a este hombre sabía que aquello era solo un tonto deseo. Estaba ante un completo desconocido.
No respondí su pregunta y llené nuevamente la copa de vino mientras me molestaba conmigo mismo por ser tan ingenuo. Todos estos años estuve buscando no tan inconscientemente a alguien que lo reemplazara o que simplemente se pareciera un poco a él, eran puros idiotas que lo peor que hacían era jugar con mis sentimientos, mientras que el real andaba por ahí haciendo cosas malvadas a un nivel completamente diferente.
—Creo que ya deberías dejar de beber —alejé mis labios de la copa cuando dijo eso observándome atentamente, sin dejar de mirarlo a los ojos me terminé todo el vino y puse la copa con fuerza sobre la mesa. Bebí por todas esas noches en las que fui miserable pensando en él.
—¿Acaso no fuiste tú quien me invitó a beber? —le pregunté apartándome un poco el cabello al sentir algo de calor, Vladimir seguía observándome sin siquiera pestañear. Me levanté sintiendo que todo mi alrededor se movía un poco. —Además, así podré decirte de frente todo lo que tengo que decirte —dije caminando hacia él, aquello lo hizo mirarme con más interés.
—¿Qué es lo que me tienes que decir, Dean? —preguntó con un tono bajo y algo ronco que me humedeció un poco, me relamí los labios y me detuve frente a él. A pesar de que ya estaba borracho, todavía seguía lo suficientemente lúcido como para decirle lo que me he guardado todo el día. Sus extravagantes ojos color miel me miraban con intriga y algo de diversión. Debe creer que estoy en la luna ya.
—Primero, es horrible que trafiques drogas y personas —solté sin miedo alguno dejándolo perplejo. —Eso te convierte a ti en una t-terrible t-terrible persona... —agregué mirándolo con desaprobación, él arqueó las cejas y se mantuvo expectante a que siguiera hablando. Tomé una bocanada de aire sintiéndome cada vez más fuera de mí mismo. El vino me estaba pegando demasiado fuerte. —Segundo, si crees que te tendré miedo porque eres un ma.. mafioso asesino, e-estás equivocado, no pierdas tu tiempo porque a mí me da igual quien seas, no dejaré que nadie me intimide... no me asustas, ¡tuve que lidiar con tu f-fantasma durante años! Y créeme que él era más tenebroso que tú —dije arrastrando un poco algunas palabras, Vladimir me observaba sin emitir ningún sonido, lo último que dije pareció dejarlo algo asombrado. —Y tercero... —cuando dije eso tuve que cerrar los ojos un momento, me sentía a punto de colapsar.
—Siéntate —me ordenó sosteniéndome de la cintura cuando me iba a caer. Dejé caer mi cuerpo y me senté mientras luchaba contra las ganas de vomitar, a pesar de la ropa pude sentir el calor en sus manos, mi boca se secó. —Eres todo un caso, Dean Mackay... —lo escuché susurrar aquello misteriosamente cerca de mi oído. Abrí los ojos de golpe.
¡Estaba sentado en sus piernas!
Me levanté de un tirón y me alejé de él corriendo. Me pegué de la pared más cercana y lo asesiné con la mirada. Él seguía en la misma posición de antes solo que ahora estaba aguantándose la risa.
—Te traeré un poco de agua —dijo levantándose y caminando hacia la puerta sin detenerse a mirarme, ni siquiera me dio tiempo de responder. En cuanto salió de la sala solté un largo suspiro de alivio y sentí mis hombros más ligeros, no había estado consciente de la tensión en mi cuerpo todo este tiempo.
Tengo que alejarme de él. Definitivamente debo hacerlo. Vladimir era capaz de transformarme con solo una mirada.
Caminé hacia la puerta lentamente justo cuando él venía entrando, me detuve y lo miré, con la mirada fija en mí me pasó un vaso con agua, el cual no dudé en tomar. Me sentí un poco mejor al beberla, pero aun así seguía demasiado mareado.
—¿Necesitas ayuda para ir a tu habitación? —preguntó tomando nuevamente el vaso cuando terminé, negué mirando hacia arriba. ¿Cómo era posible que estuviese más alto que la última vez? Yo también había crecido pero delante de él todavía me sentía como un enano, creo que todos parecíamos minions a su lado.
—Creo que puedo llegar yo solo —dije confiado a sabiendas de que me tomaría dos horas llegar siquiera a las escaleras. Vladimir fue con calma hacia la mesa donde dejó el vaso. Cerré los ojos un segundo cuando todo comenzó a verse borroso.
—Te llevaré —solté un grito y abrí los ojos como platos cuando me cargó con facilidad.
—Ya te dije que no necesito tu ayuda, ba-ja-me —dije golpeando su espalda ya que me había cargado como si fuese un costal de papas. Me callé al sentir arcadas nuevamente. Dios, esto me pasa por no medirme al beber.
—Relájate, Dean, te llevaré con tu prometido —asesiné su espalda con la mirada cuando lo sentí reírse un poco al decir esto último con sarcasmo.
—Llévame a otra de... de l-las h-habitaciones, no p-puede verme a-así —dije a duras penas arrastrando las palabras, estaba más mareado todavía al estar en esta posición.
—¿No puede verte así o no puede verte conmigo? —preguntó con malicia y burla haciéndome rodar los ojos.
—Ninguna d-de las d-dos... ¿t-tienes algún p-problema con David? —pregunté con la cabeza dándome tantas vueltas que me sentía en una montaña rusa, apenas podía abrir bien los ojos.
—Para nada, pero no creo que sea el hombre para ti —contestó descaradamente dejándome boquiabierto, me reí aunque me sentía un poco molesto. ¿Quién se cree que es para decir eso? Ni siquiera conoce a David.
—¿Y tú sí lo eres? —susurré escuchando como abría una puerta.
Vladimir me tiró en la cama con violencia haciendo que mi corazón explotara, tragué duro al verlo frente a mí observándome desde donde estaba.
—No, no lo soy —respondió finalmente mi pregunta apartando la mirada hacia otro lado, cerré los ojos con pesar. No sé por qué sentí un poco de decepción al escuchar aquello. —Pero vamos, ¿un policía? Pudiste haberlo hecho mucho mejor —soltó con burla haciéndome mirarlo mal a pesar de que todo daba vueltas, incluso su rostro. Él se estaba riendo al ver mi expresión.
—¿Cómo s-sabes que es policía? ¿Me has estado investigando? —pregunté fingiendo algo de indignación aunque me resultaba un poco halagadora la idea de que ha estado investigando sobre mí.
—No tengo tanto tiempo libre, pero no fue difícil adivinarlo, él grita policía por cada poro —contestó como si fuese algo bastante obvio, me reincorporé un poco para mirarlo mejor.
—¿Ahora j-juzgas a las personas? —indagué con una ceja arqueada, él sonrió.
—Me gusta pensar que las leo bien —respondió mirándome con intensidad.
—¿Y qué puedes decir sobre mí? ¿Me has leído bien? —me maldije por lo provocativa que sonó mi voz, la mirada de Vladimir se oscureció y no dejó de observarme. El ambiente estaba tan cargado de tensión pero sorpresivamente no de incomodidad. Cuando él se acercó un poco más a la cama supe que estaría dispuesto a pecar si tan solo me tocaba una vez más. Lo deseaba. Y por el atisbo de tentación que vi en su mirada supe que él también estaba loco por hacerlo.
—Descansa, Dean —dijo poco después apartándose un poco y dejándome con las ganas, pestañeé saliendo del trance de excitación en el que había entrado y lo observé dirigirse a la puerta, me senté en la cama. Todavía me sentía mareado pero hice un esfuerzo por mantenerme lo más lúcido posible cuando se detuvo y miró hacia mí. —Por cierto, no trafico personas, no deberías creer todo lo que dicen por ahí o lo que dice tu esposo... —soltó un poco pensativo, sentí algo de alivio al escuchar aquello, creo que él lo notó ya que alzó una ceja levemente.
—Prometido —lo corregí cuando caí en la cuenta de cómo llamó a David, eso lo hizo soltar una risita. —¿Y por qué no me lo habías dicho antes? —pregunté algo avergonzado de haberle dicho todas esas cosas esta noche, él se encogió de hombros.
—Es parte del precio de estar en la cima, te atribuyen hasta lo que no haces —dijo con una expresión un tanto apagada, me sentí mal. Para una persona normal sería horrible que estuviesen diciendo que hace ese tipo de cosas a pesar de ser inocente, pero los dos sabíamos que para Vladimir, aquello era todo lo contrario. Mientras peores cosas hagas supuestamente, más temor te tendrán los demás. Me quedé observándolo, sus ojos mieles no se habían apartado de mí. ¿Quién será realmente Vladimir Sokolov?
—¿Y qué hay de las drogas y las armas? —pregunté con curiosidad pensando que aquello también eran rumores hasta que la pequeña sonrisa tétrica de Vladimir me dejó helado.
—Duerme bien, recuerda que la curiosidad mató al gato, Dean... —aquello fue lo último que dijo antes de dirigirme una última mirada intensa al salir de la habitación y cerrar la puerta.
Solté un largo suspiro y me tiré de espaldas nuevamente en la cama. Todo mi cuerpo estaba en alerta. Me sentía extasiado por simplemente hablar con Vladimir. Pero me había quedado claro, sea quien sea Vladimir ahora, era una persona peligrosa en todos los sentidos...
Tomé una almohada y me cubrí el rostro con ella al sentir que luchaba contra una sonrisa. Me sentía vivo. Deseaba que llegara ya la mañana para verlo otra vez...
Cerré los ojos y abracé la almohada, sonreí otra vez al sentir que el olor de su shampoo seguía impregnado en el ambiente. Tenía años sin sentir tantas emociones desatarse dentro de mí...
. . .
Comencé a despertar al sentir los rayos del sol en mi cara, abrí los ojos y me quedé un rato mirando el techo. Hoy era la boda de Robert y Analise, a la cual todavía no he visto desde que llegué. Me senté en la cama desarreglada y estiré mis brazos. Miré alrededor y recordé todo lo que pasó anoche al notar que esta no era la habitación donde me estaba quedando. Después de bostezar me levanté de la cama y miré por los ventanales cómo estaban decorando todo el jardín trasero. Sonreí al recordar las tremendas fiestas que hacían los Brown antes. Entrecerré los ojos al ver a una rubia de cabello corto ordenándole a los demás dónde poner cada cosa. Era Abigail.
Abrí el ventanal y grité su nombre mientras movía los brazos para llamar su atención, ella miró hacia acá con el ceño fruncido pero luego soltó todos los papeles que tenía en las manos y corrió como loca hacia la casa. Me reí y caminé hacia la puerta.
Cuando salí de la habitación absolutamente todos los que estaban en una de las salas que daba al frente me miraron y tras unos segundos lucieron perplejos al ver que estaba en pijama. Me rasqué la nuca con confusión al ver que estaban todos aquí, incluyendo a David y exceptuando a Cameron y Vladimir. Dominik me miraba con demasiada seriedad. No pasé por alto las miradas y risitas pícaras que intercambiaron Evie y Dahlia. Dylan caminó hacia mí con los ojos como dos botellas. El único que no me miraba raro era David, el cual me sonrió dulcemente haciéndome sentir una gran culpa.
—Buenos días... —dije con duda, todos me saludaron y siguieron con sus conversaciones. Celine me miraba de reojo con diversión. ¿Qué está sucediendo?
—¡Deaan! —la voz de Abigail me interrumpió, la miré y la abracé en cuanto se acercó a mí. Sonreí cuando nos separamos. Abigail era tan hermosa como siempre, solo que ahora llevaba el cabello por los hombros. Se dedicaba a planificar eventos. Hablé un poco con ella y le presenté a David cuando se acercó. No pasé por alto la mirada tenebrosa que tenía Dylan. —Shelly vendrá más tarde, salió con Daniel a buscar algo a otra ciudad —dijo la rubia cuando le preguntamos por su esposa. Me rasqué la nuca.
—Probablemente será incómodo para Daniel estar aquí ya que Harry también está invitado —dije, Dylan y Abigail soltaron un suspiro y negaron.
—Ya ha pasado mucho tiempo desde que terminaron, creo que sabrán comportarse —comentó Abigail pensativa, hice una mueca. Daniel y Harry habían terminado unos tres años después de salir del instituto por lo que a veces eran un poco incómodas las reuniones que hacíamos todos de vez en cuando.
—¿Y qué hay de Wesley y Matthew? —le preguntó Dylan a Abigail con curiosidad, yo también me interesé. Tenía años sin saber de ellos. Abigail hizo una seña de decapitación con su mano y negó, cuando la miramos con horror se comenzó a reír.
—Felices de la vida, están viviendo en Hawaii o en alguna otra isla —contestó con felicidad. Dylan sonrió luciendo más animado. —Oyeee, ¡eso no va ahí! —le exclamó la rubia a un hombre que estaba poniendo un florero en la entrada de la puerta. —Discúlpenme chicos, tengo que encargarme de todo esto antes de que los invitados lleguen —se excusó sonriéndonos y saliendo de prisa por la puerta.
—¿Por qué te fuiste en la noche? —preguntó David mirándome con duda, Dylan me miró mal al ver que me puse algo nervioso.
—Estuvo conmigo, no podía dormir así que Dean me hizo compañía —dijo mi mejor amigo con una tierna sonrisa falsa, David le sonrió y asintió.
—¡Hora de desayunar! —exclamo Aiden tocando una copa con un cuchillo.
—Ve a desayunar, subiré a cambiarme —le sugerí a mi prometido para que se alejara, David asintió nuevamente y me dio un beso en la mejilla antes de caminar junto a todos los demás que se dirigían al comedor.
—¿Y bien, Dean? ¿Qué tal estuvo tu noche? —preguntó mi mejor amigo cruzándose de brazos y viéndome con falsa curiosidad, me reí un poco nervioso viendo como más allá hablaban David y Klaus.
—Tengo algo que contarte... —susurré para que nadie más me escuchara, Dylan arqueó una ceja y tras enlazar nuestros brazos camino conmigo hacia uno de los pasillos.
—Me imagino que sí... ya que todos te acabamos de ver saliendo en pijama a las 10 de la mañana de la habitación de cierto mafioso ruso al que específicamente te dijeron que no te acercaras... —murmuró haciéndome empalidecer, me detuve cuando íbamos a subir las escaleras y lo miré con terror, él asintió viéndome la cara. —Tranquilo, es obvio que David no sabe que esa es su habitación —aclaró comenzando a subir los escalones. Suspiré.
—No pasó nada entre nosotros, no me mires así —dije al notar cómo me miraba, evaluando mi cuerpo de arriba abajo. —Solo... solo tomamos un poco y hablamos... —agregué recordando la noche con una pequeña sonrisa, Dylan me miró como si estuviera loco y me arrastró hacia su habitación cuando llegamos al segundo piso.
—Te vas a casar pronto y Vladimir es una bandera roja andante —me recordó lo que ya sabía, puse una mano en su hombro y lo miré con calma.
—Lo sé, te dije que solo hablamos...
—¿Y por qué tienes una sonrisa boba desde que lo mencionaste? —dejé de sonreír en cuanto dijo eso con preocupación. Lo miré aterrorizado. Algo está mal conmigo. Me levanté demasiado feliz hoy y sé que Vladimir tuvo algo que ver con eso.
—Debe ser algún tipo de reacción post-trauma asesino —dije tratando de convencerme, Dylan me miró inseguro. Quería engañarme a mí mismo pensando que estaba feliz por saber que no era responsable de su muerte pero...
—Aléjate de él —asentí de inmediato en cuanto Dylan dijo eso. —Escúchame, Dean. Vladimir todavía tiene mucho resentimiento en su interior, pude verlo en él... —aquello me sorprendió cuando lo dijo, ya que por un momento creí que había alucinado ver algo de odio en los ojos del ruso anoche.
—Lo sé.
—No debe estar planeando nada bueno —susurró mi mejor amigo con sospecha, asentí un poco desanimado.
Lo sabía, claro que lo sabía. Aunque Dominik nos dijo que ya Vladimir lo había superado, la verdad es que estaba equivocado. Y Vladimir no parece el tipo de hombre que dejaría pasar algo tan fuerte como lo que sucedió...
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