Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

2006/10/20 - Fuego

Ayer mis hermanos me interrumpieron y no pude seguir escribiendo, tuve que dejarlo a medias. Además, me dormí muy temprano. La verdad es que me gustó que mis hermanos vinieran a molestarme, diario, porque es verdad que son tontos, pero también es verdad que me escuchan cuando tengo algo importante que decir. No les he contado nada de esto, por supuesto. Ayer me hicieron reír con sus tonterías, y mi madre hizo okonomiyaki para cenar, así que espero que hoy cenemos croquetas de okonomiyaki. Si las cenamos, me gustaría guardar un táper para Jake. Evidentemente, hoy tampoco fue a clase, y es una tontería ir a su casa para dárselas porque no estará.

Pero... no sé. Solo me gustaría que las probara.

Ojalá pudiera.


Voy a seguir con lo que te estaba contando.


―Yolei ―dijo Tentomon, que estaba al lado de Izzy―, hasta que tú no vuelvas, la puerta del otro lado no aparecerá.

―¡Voy! ―gritó esta―. Bueno, chicos, tengan cuidado ―nos dijo, para seguidamente mirar a Ken por un momento y volver con Izzy―. ¡Y traigan a TK de vuelta! ¡Hasta luego!

―¡Adiós! ―nos despedimos.

Vimos cómo Yolei llegaba al otro lado y se bajaba de Halsemon. El digimon volvió a ser Hawkmon y Yolei se despidió de nosotros con el brazo. Ken, Davis y yo también nos despedimos igual. Entonces, una puerta apareció detrás de Tai, haciendo que este se asustara.

―¿Vamos? ―preguntó Sora.

―¡Vamos! ―dijimos.

Y entonces entramos por la puerta, temiendo la siguiente fase y dejando atrás a dos compañeros más.

Cuando pasamos por la puerta, entramos en un lugar muy extraño. No me gustaba, era un lugar oscuro, como un cuarto con paredes de metal oscuro. No parecía tener fin, y en algunas partes se reflejaba algo de luz. No me preguntes de dónde venía porque no lo sé.

―Vaya, cada vez hay sitios más raros... ―Veemon opinaba como yo.

―Vamos a buscar esa dichosa puerta, a ver si esto se acaba de una vez. Parece que están jugando con nosotros... ―dijo Tai molesto. Yo también estaba molesta, a mí también me parecía que estaban jugando con nosotros. TK no aparecía por ninguna parte, y lo único que ocurría era que aparecían más y más enemigos, obstáculos y problemas.

Caminamos por un oscuro pasillo, bastante amplio, pero silencioso. Estuvimos así durante minutos, horas, pero no encontrábamos la maldita puerta. Estábamos todos muy cansados.

―Tengo hambre ―dijo Davis al cabo de un rato.

―Yo también ―añadió Veemon.

―¡Y yo! ―agregó Agumon.

―Sí. ¿Qué hora será? ―preguntó Sora preocupada.

―Según mi reloj ―contestó Ken―, en el nuestro mundo deben ser casi las seis de la mañana.

―Nuestros padres deben estar muy preocupados ―susurré.

Tai me miró apenado.

―Oye, Ari, si quieres te puedes ir. Le pedimos a E.D. que abra una puerta para ti y te vas a tu casa.

―No, estoy bien ―le contesté sonriendo, intentando disimular lo asustada y cansada que estaba―. Pero gracias.

―Entonces, ¿descansamos un poco? ―preguntó el castaño al ver nuestras caras agotadas.

―¡Sí! ―gritaron Davis y Veemon, felices.

Nos sentamos en aquel suelo. Estaba congelado y duro. Era incomodísimo. Davis se quedó dormido enseguida, roncando como siempre, al igual que los digimon, que estaban agotados. Luego Tai imitó a Davis, seguido de Sora, que apoyó su cabeza en el hombro de su amigo. Ken se quedó dormido a los cinco minutos al lado de Davis, y Kari y yo nos quedamos sentadas en silencio, con Gatomon durmiendo en el regazo de esta.

―Tengo frío ―dije abrazando mis rodillas. Con suerte lograría abrir una conversación interesante con ella.

Pero Kari seguía mirando a ninguna parte, sin hablar, sin mirarme.

―Kari, dime, ¿qué pasó con TK el día de su desaparición? ―le pregunté, cogiendo valor. Llevaba todo un año pensando en mil cosas que podían haber pasado, pero nada coherente y nunca me atrevía a preguntarle.

Ella miró a su compañera y acarició la carita peluda de Gatomon.

―Bueno... cuando quieras contármelo me despiertas ―dije, para seguidamente acostarme en el frío suelo y cerrar los ojos en silencio.

―Es difícil de explicar ―comenzó Kari, haciendo que abriera los ojos y me incorporara.

La miré extrañada. Ella había levantado la cabeza y de nuevo, miraba a ninguna parte.

Y me empezó a contar:


TK y Kari se dirigieron al cuarto de ella, dejándome en el salón. Entraron y cerraron la puerta.

―¿De qué querías hablar? ―preguntó Kari.

―Kari, ¿por qué no me dices la verdad?

―¿Qué verdad?

―¿Qué te pasaba esta mañana? Ni siquiera fuiste a clase.

―Nada importante. ―Kari miró hacia otro lado.

―Soy tu mejor amigo, puedes confiar en mí.

―Lo sé... pero ya te dijimos que son cosas de chicas.

―Kari... estoy preocupado por ti.

―No tienes de qué preocuparte ―le sonrió―. No ha sido nada.

TK se le quedó mirando durante un rato que a Kari le pareció eterno. Entonces le pasó algo. Se llevó las manos a la cabeza, aparentemente dolorido, y empezó a gritarle a Kari cosas sin sentido que Kari no fue capaz de repetirme.

―¡Maldita sea! ―gritaba el rubio, furioso.

―TK, ¿qué...?

―¡Déjame en paz! ¡Y no le cuentes esto a nadie si no quieres que nuestra amistad se acabe para siempre!

―Pero ¿qué te pasa?

―¡Que me dejes! ―Y dicho esto, TK salió de la habitación aprisa.

―TK, ¿qué...? ―En ese momento fui interrumpida por el portazo que pegó el rubio con la puerta al salir del apartamento Yagami.


―Esto... ―Me quedé mirándola sorprendida. TK no era así. No podía creérmelo del todo, porque simplemente no veía a TK capaz de decirle cosas malas a Kari.

―No debí contártelo ―me dijo―. TK me dijo que no se lo contara a nadie.

―Kari, creo que hiciste bien. TK no es así. Algo raro debió pasarle.

Entonces, dos siluetas aparecieron al lado de Kari, haciendo que esta se levantara del susto, seguida por mí. Y me quedé muy sorprendida. Las dos siluetas estaban apoyadas contra la pared de metal, con los brazos cruzados. Definitivamente, mis sospechas eran ciertas: E.D y A.D eran los hombres que estaban aquella noche en el callejón, la primera vez que escuché las voces.

―Buenos días, niños elegidos ―saludó E.D., el más alto.

―¿Qué pasa? ―preguntó Tai levantándose con un bostezo, seguido de Sora, Ken y los digimon.

―Ah, hola ―saludó Sora.

―¿Podrían despertar al heredero del Valor y la Amistad, por favor? ―preguntó E.D. señalando a Davis, que estaba roncando como nadie.

―Será un placer ―dijo Tai sonriendo.

―Con delicadeza, Tai ―señaló Sora, que supuso que Tai planeaba algo.

―Claro que sí, Sora. Con delicadeza ―contestó.

Tai se acercó con cuidado a Davis, se agachó y le puso una mano en el hombro.

―Davis, despierta ―le dijo en voz baja― Davis...

Este respondió con un "Mmm".

Tai se acercó más a él, a su oído.

―Davis...―le susurró―. ¡DAVIS! ―gritó, haciendo que todos, sobre todo Davis, nos asustáramos―, Bien ―dijo orgulloso―, ya está despierto.

Sora le miró alzando una ceja y Tai le respondió con cara de niño bueno, cosa que no se creía nadie.

―¿Qué pasa? ―preguntó Davis alterado.

―No grites, Bello Durmiente ―le regañó Tai―. ¿No ves que tenemos visita?

―Bueno, como están todos despiertos ―comenzó E.D.―, debo decirles...

―Espera ―le interrumpí muy seria. Todos me miraron extrañados. Yo me quedé mirando a E.D. fijamente e intentando ver a través de aquella capucha pero, por desgracia, no tenía superpoderes―. ¿Quiénes son ustedes dos? ―le pregunté.

―Sé lo que sospechas ―me contestó el acusado―. Y te puedo asegurar que tus sospechas son ciertas.

―¿A qué se refieren? ―preguntó Davis.

E.D. y yo seguíamos mirándonos fijamente. O eso creía yo, claro.

―Entonces, tú y A.D. son los que estaban aquella noche en el callejón ―le dije, ignorando a Davis.

―Correcto ―me contestó―. Te estábamos vigilando. Fuimos nosotros los que permitimos que escucharas aquellas voces durante todo este tiempo.

―¿Por qué? ¿Por qué yo? No soy una niña elegida.

―Pero sí estás unida a los niños elegidos, en cierto modo y, aunque no lo creas, tu presencia es muy importante en esta misión.

―¿Alguien nos puede explicar qué está pasando? ―interrumpió Sora.

―¿Y por qué tu amigo no habla? ―le pregunté a E.D., ignorando la pregunta de Sora. A ese paso, si seguía ignorándolos, terminarían odiándome.

―Bueno, es algo que no puedo decir. Solo les digo que al menos uno o dos de ustedes podrían descubrir su identidad con solo oír su voz. Y no queremos que eso pase, ¿verdad, A.D.? ―le preguntó, a lo que este contestó asintiendo con la cabeza.

―Entonces, ¿quieres decir que al menos dos de nosotros le conocemos? ―preguntó Tai.

―Bueno, creo que estoy contando demasiado, pero sí.

Nos quedamos mirando a A.D. Por la ropa que llevaba y la capucha que le tapaba ―todo negro―, no se veía quién podía ser. Ni siquiera estaba segura de conocer a alguien que midiera más o menos lo que él medía. Ni se me pasó por la cabeza. A.D. tenía girada la cabeza hacia mí, como si me estuviera mirando, pero cuando lo miré, desvió la cabeza hacia E.D. y le puso una mano sobre el hombro.

―Bueno, a lo que venía ―comentó E.D., cortando el silencio―. Quería decirles que por ahora van muy bien, pero no deben darse este tipo de descansos. Creo que duró demasiado. Ahora, continúen. ―Dicho esto, los dos desaparecieron del lugar.

Nos quedamos callados. Yo por lo menos pensaba en el motivo de por qué E.D. me había dicho que mi presencia era muy importante en esa misión, en lo que me acababa de contar Kari, en A.D.

―Oye, Tai ―dijo Sora―. Puede que a ese tal A.D. lo conociéramos tú y yo en la primera aventura.

―Pero entonces Kari también lo conocería, y dijo dos personas.

―Kari y yo llegamos más tarde ―opinó Gatomon―. Puede que lo conocieran antes de que nos uniéramos al grupo.

―Puede ser...

―O puede que solo lo conozcan Tai y Kari. Después de todo son hermanos ―opinó Ken.

Estaban todos muy pensativos y yo tenía ganas de decirles que no se preocuparan y nos pusiéramos en marcha para buscar la dichosa puerta, pero Tai se me adelantó.

―Bueno, chicos, ¿vamos? Aún tenemos que buscar a TK, así que ¡andando!

Y nos pusimos en marcha, otra vez sin rumbo, sin saber adónde nos dirigíamos. Aquel lugar era siempre igual y eso me estaba poniendo aún más nerviosa de lo que ya lo estaba. Entonces, una explosión hizo que todos nos asustáramos y nos apartáramos de la pared derecha, que acababa de hacerse añicos. Del enorme agujero que se había formado, salió un digimon en forma de dinosaurio rojo. Entonces el digimon empezó a disparar bolas de fuego por doquier, provocando que una fuera directamente hacia Sora.

―¡Sora! ―gritó Tai, que estaba demasiado lejos.

―¡Digihuevo, evolución! ―gritó Davis, haciendo que Veemon armodigievolucionara en Flamedramon.

Flamedramon se puso entre Sora y la bola de fuego y desvió la última contra la pared.

―¡Davis, eres estúpido! ―le gritó Sora.

―Pero ¿qué hice ahora? ―preguntó el chico, confundido.

―¡Ahora te tendrás que quedar aquí! No podrás avanzar.

―¡Mierda! ―dijo Davis al darse cuenta de lo que acababa de hacer.

―Bueno ―interrumpió Tai―. Tampoco es para ponerse así, lo bueno es que estamos todos bien, ¿no?

―Claro ―añadió Agumon.

Los digimon seguían peleando. No paraban de devolverse ataques continuamente, esquivándolos una y otra vez.

Entonces, el digimon-dinosaurio se cabreó y empezó a lanzar bolas de fuego como un poseso. Peor que antes. Una de las bolas casi le da a Kari, a quien Tai consiguió salvar empujándola. Otra de las bolas fue directa a Ken, que la esquivó por los pelos. Y otra de las bolas se dirigió de nuevo a Sora. Davis corrió y empujó a Sora, imitando el acto que había hecho Tai con su hermana, pero la bola de fuego le dio a Sora de lleno en la pierna izquierda, haciendo que esta gimiera de dolor. Davis se sacó la chaqueta y la posó en la pierna de la pelirroja.

Todos corrimos al lugar donde se encontraban Sora y Davis y observamos la pierna de Sora. Estaba muy herida, tanto que incluso me dolía a mí con solo mirarla. Por suerte Davis había reaccionado rápido.

―Hay que echarle agua ―dijo Ken―. Si no, le dolerá más y empeorará.

―¿Y de dónde pretendes que saquemos agua? ―preguntó Tai.

Flamedramon y el otro digimon siguieron peleando mientras nosotros pensábamos en cómo apaciguar un poco el dolor de Sora. Entonces una silueta muy conocida apareció a nuestro lado.

―¿A.D.? ―le pregunté. Parecía que nadie se había dado cuenta de su presencia porque todos estaban muy pendientes de Sora y la pelea.

A.D. se me acercó en silencio y me entregó un pequeño kit de emergencia y una botella de agua de dos litros. Cuando se acercó, noté que no era alto. Medía pocos centímetros más que yo y era delgado. Ahora que me fijaba bien, no parecía un adulto.

―Gracias... ―le dije mientras intentaba averiguar quién era.

Entonces A.D. inclinó la cabeza, chasqueó los dedos y desapareció como si nada.

―¡Chicos! ―grité para llamar la atención―. ¡Miren lo que me dio A.D.!

Todos me miraron y sonrieron sorprendidos. Entonces Tai cogió el kit y se lo entregó a Ken. Él sabía más de eso que Tai. Ken se agachó al lado de Sora y todos maldijimos por no tener a Joe en un momento como este. El chico derramó agua en la pierna de Sora con mucho cuidado, haciendo que la chica gimiera de nuevo. Entonces abrió el kit y sacó un líquido raro, lo puso en algodón y con cuidado acercó el algodón lentamente a su herida.

―Esto te va a doler ―le avisó Ken antes de posar el algodón en su pierna con delicadeza.

Sora dejó escapar un pequeño grito de dolor.

―Bueno, no puedo hacer más ―dijo el chico vendándole la pierna.

―¡Muy bien, Ken! ―le animó Wormmon.

Flamedramon seguía peleando. Entonces, el digimon rojo lanzó al compañero de Davis contra una de las paredes, haciendo que esta se rompiera y provocando un agujero.

―¡Miren chicos! ―gritó Davis, señalando el agujero que habían provocado los digimon―. ¡Es una puerta!

Miramos en esa dirección y efectivamente, ahí estaba la famosa puerta.

―¡Váyanse! ―nos dijo Davis.

―Pero ¿y Sora? ―preguntó Tai.

―Tranquilo, Tai. Confía en mí, Flamedramon y yo cuidaremos de ella. En el estado en el que está no puede hacer mucho ―contestó el pelo-pincho.

―Tiene razón, Tai. No se preocupen por mí ―contestó la pelirroja, aún dolorida.

―Está bien ―dijo Tai―. ¡Vamos!

Y nos dirigimos corriendo hacia la puerta, esquivando cada golpe que lanzaban aquellos dos digimon. Entonces Flamedramon cayó delante de nosotros, haciendo que nos detuviéramos.

―¡Flamedramon! ―gritó Davis, asustado.

El digimon se levantó con dificultad y continuó peleando. Entonces, Tai, Kari, Ken y yo seguimos avanzando con cuidado. Y por fin llegamos a la puerta. Entramos de nuevo de uno en uno: primero Kari, luego Tai, luego yo y por último Ken, y la puerta se cerró tras él.


Tengo que hacer los deberes de clase, así que seguiré después.







Sombra&Luz

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro