| -Un centroamericano en Londres- |
Unos días pasaron tras el secuestro de la casera del 221-B, y Cora se encontraba tomando un té en la cafetería bajo el piso, cuando su teléfono móvil comenzó a sonar. La mujer de cabello carmesí posó sus ojos en la pantalla del teléfono, leyendo el nombre de la persona quien la llamaba: Greg. Tras suspirar, la joven contestó.
-¿Qué ocurre, Greg? -preguntó con calma mientras tomaba un sorbo a su taza de té.
-Buenos días, Cora -la saludó el Inspector de Scotland Yard en un tono suave-. Espero que no estés ocupada, porque tengo un caso para ti. He intentado contactar a Sherlock, pero no contesta.
-Oh, Sherlock ha decidido quedarse en casa con Hamish... Es normal que no conteste al teléfono -se rio la pelirroja mientras escuchaba el suspiro exasperado del hombre al otro lado de la línea telefónica-. Aunque yo estoy libre, así que, cuéntame los detalles.
-Verás, se ha escapado una puma concolor y ha recorrido libremente Primrose Hill hasta cerca de las 15:13 de la tarde, para después desaparecer. Fue rescatada hace años de un circo Mexicano. Ha realizado este recorrido desde el zoo hasta el santuario en innumerables ocasiones y sin incidente alguno -comenzó a explicarse Lestrade, con Cora sacando un bloc de notas y apuntando algunos datos que le fueran a ser de utilidad en la investigación-. Hemos evacuado un parque cercano y el patio de recreo y hemos pedido a las personas que se queden en interiores. No podemos usar perros para rastrearla... Tenemos que encontrarla nosotros, ¡y rápido! -indicó, mandándole a la pelirroja un mensaje de texto con los detalles sobre el puma:
Nombre: Lyra
FDN: 3/11/2001
Género: Femenino
Notas: Puma concolor peruano, 12 años. Rescatado hace tres años de un circo Mexicano cuando su propietario mago falleció. Se encontraba en un estado lamentable cuando llegó, pero ha estado feliz y sana en el santuario fuera de Londres desde hace unos años. No se le conoce ninguna enfermedad o herida.
-Es un caso muy interesante, Greg. De acuerdo, ahora me pongo a ello -sentenció Cora tras cerrar el mensaje de texto, habiendo guardado en su Palacio Mental aquellos datos, terminándose el té.
-Muchas gracias, Cora -le dijo Lestrade en un suspiro aliviado-. Te mando el mapa que hemos detallado con el área en la que tuvo lugar la huida. Será mejor que tomes notas sobre dónde podría encontrarse este puma una vez llegues allí.
-Te llamaré cuando lo resuelva -se despidió Cora, terminando la llamada antes de comenzar a desplazarse a pie con el mapa como guía-. De acuerdo... De modo que el puma se escapó en este punto -mencionó para si misma la joven, señalando con su dedo el punto en el mapa que había sido marcado, en el cual estaba escrito punto de Escape-. Las notas dicen que entonces corrió al oeste -murmuró, comenzando a caminar de nueva cuenta en aquella dirección mientras observaba sus alrededores.
Me pregunto qué estará haciendo Sherlock ahora..., pensó la joven, una imagen divertida de su marido y su hijo jugando juntos apareciendo en su mente, lo que la hizo reír.
La joven detective de cabello carmesí caminó hasta dar con una escuela, en cuyas puertas exteriores se encontraba una cuidadora. Se acercó a ella y comenzó a cuestionarla acerca de lo que había visto. La mujer le indicó que había visto al felino correr hacia el oeste, por lo que, tras agradecerle la información, Cora se puso en camino. Llegó con presteza a the Gardens, donde mantuvo una conversación con un residente de la zona. Éste le aseguró que vio al felino dar media vuelta y correr hacia el sureste.
-Así que al sureste... Eso me dirige al parque -murmuró Cora tras apuntar el nuevo dato en su bloc de notas, caminando hacia allí. Cuando llegó, observó las notas que le había facilitado Lestrade, en las cuales se habían anotado los testimonios de varios niños, quienes estaban atemorizados por el animal, y viceversa-. Sin embargo sus declaraciones se contradices, pues depende de a quién preguntes, el gato corrió al sur o al este. Después, en el patio de recreo, más niños han asegurado que vieron cómo el animal corría hacia unos árboles -rememoró mientras leía las notas, chasqueando la lengua con molestia, pues aquel caso estaba probando ser muy difícil. Tras suspirar, la de ojos escarlata se encaminó hacia el bosque, decidiendo examinarlo concienzudamente, logrando encontrar unas huellas de animal en el barro-. Huellas... Y por la forma en la que están dispuestas en el barro, indican que el puma corrió al este, hacia la línea ferroviaria -se dijo, comenzando a correr hacia aquella dirección, llegando a un túnel en el que entraban las vías de tren-. De modo que está ahí dentro... Pero a estas alturas a saber dónde podría estar en su interior -murmuró, antes de que sus pensamientos fueran interrumpidos por el sonido de su teléfono móvil-. ¿Cora al habla, quién es?
-Cora -se escuchó la voz de Lestrade al otro lado de la línea-, escúchame: la cuidadora que estaba con el puma cuando se escapó ha salido de urgencias. Puede que sea capaz de explicar qué pasó. Está ingresada en Barts.
-Gracias, Lestrade -dijo Cora con un tono agradecido-. Por cierto, ya sé dónde se encuentra Lyra.
-¡Increíble! -exclamó el Inspector-. ¿Dónde?
-En el túnel cercano a las vías de metro -replicó la detective con un tono casual antes de parar un taxi-. Me dirijo a Barts ahora. Tenemos que sacar al animal de ahí lo antes posible -mencionó, colgando la llamada y subiéndose al taxi. Cuando llegó a Barts, no perdió ni un segundo en ir a la habitación de la mujer-. Disculpe, ¿es usted la cuidadora de Lyra? -le preguntó a la mujer, sentándose en una silla junto a su cama.
-Así es, me llamo Ángela.
-Soy Cora Holmes, detective -se presentó.
-Oh, ¿es la mujer de Sherlock Holmes? -preguntó Ángela, recibiendo un gesto afirmativo por parte de la pelirroja-. ¡Vaya!
-Me han asignado este caso. Debo encontrar a Lyra -le comentó antes de cruzarse de brazos, adoptando una actitud más seria-. ¿Recuerda lo que ocurrió? ¿Por qué razón salió huyendo?
-Fue todo muy rápido. De la nada Lyra se volvió completamente loca, comenzando a arañar el suelo y los barrotes, y después me atacó cuando intenté calmarla. Pensé que quizás había captado el olor de otro felino, pero está acostumbrada a todo tipo de olores de animal en el zoo -comenzó a rememorar Ángela, cerrando los ojos con concentración.
-¿Había algún circo en las cercanías? ¿Alguna feria?
-No, para nada -replicó Ángela-. Nos aseguramos de ello.
-¿Algún tipo de sonido fuerte? ¿Ruidoso? -continuó cuestionando Cora.
-No. Es un barrio residencial muy tranquilo, además era un día soleado -contestó con celeridad la mujer-. Las tormentas también suelen agitarla -añadió al contemplar la extraña mirada que le dirigió la pelirroja al escucharla mencionar el tiempo-. He intentado avisar por teléfono para pedir ayuda, pero creo haberme desmayado... ¿Ha visto mi teléfono móvil por alguna parte?
-Me temo que no, señora -le dijo la de ojos escarlata mientras negaba con la cabeza.
-Puede que se me cayera antes -musitó.
-No se preocupe -le dijo Cora con una sonrisa amable-. Iré a echar un vistazo al zoo en busca de más pistas. En caso de encontrar su teléfono móvil se lo traeré de inmediato -le propuso-. Gracias por su tiempo -le agradeció antes de salir de la estancia.
Una vez salió de Barts paró un taxi, el cual pronto la llevó al zoo. La detective comenzó a buscar pistas por las inmediaciones, aunque a los pocos minutos logró hallar el teléfono móvil de la cuidadora de Lyra. Cora cogió el teléfono negro en sus manos, examinándolo de cerca. Buscó mensajes o llamadas que fueran de utilidad, aunque el teléfono estaba bastante dañado.
Me pregunto si por un casual Ángela no realizó una llamada, sino que hizo una grabación en su lugar..., pensó la de ojos escarlata antes de abrir la grabadora.
-Bingo. Aquí hay claramente algo grabado. Veamos que dice... -murmuró para sí antes de comenzar a escuchar la grabación, en la cual Ángela pedía ayuda a gritos.
Sin embargo, lo que llamó la atención de Cora no fueron sus gritos, sino un sonido que era casi eclipsado por su voz, por lo que escuchó la grabación unas cuantas veces, logrando averiguar que se trataba de la música de una furgoneta de helados. Tras atar los cabos en su mente, la pelirroja sonrió y sacó su teléfono móvil.
-Lestrade, la desaparición de Lyra fue solo eso, un truco de magia que fue grabado en su mente cuando solo era un cachorro en México -sentenció.
-¿De acuerdo, pero qué lo desencadenó? -preguntó Lestrade.
-El escuchar una furgoneta de helados en el parque cercano tocando La Cucaracha -replicó Cora mientras suspiraba-. Puede que la cuidadora no se percatase de ello, pero la audición tan aguda de Lyra sí que lo captó.
-Así que, si La Cucaracha era la señal para esconderse, ¿cuál es la señal para hacerla salir? -preguntó Greg, provocando que Cora se lo pensase por unos instantes.
-Deberíais probar con Jarabe Tapatio -indicó Cora con una sonrisa.
-Entendido. Vamos aprobar con eso -dijo Lestrade antes de colgar la llamada.
Por su parte, Cora decidió tomarse un café en una cafetería cercana, pues tenía algo de frío aquel día, por lo que una bebida caliente la ayudaría. En cuanto tuvo la taza de café con leche en sus manos, recibió una llamada de Lestrade.
-¿Y bien, Lestrade? ¿Cuál es el estatus del caso? -preguntó tras dar un sorbo a la taza.
-¡Tenías la maldita razón! -exclamó el Inspector de Scotland Yard al otro lado de la línea telefónica-. ¡Era la maldita Jarabe Tapatio! -indicó, lo que hizo reír a Cora.
-Ahora no dejes que se te suba a la cabeza, Greg -dijo ella-. No querría tener que lidiar con otro Sherlock con el ego por las nubes -bromeó, lo que hizo que Lestrade se riese-. ¿Dónde está Lyra ahora?
-De vuelta en su caja, sana y salva, gracias a ti -replicó Greg-. Deberías volver a casa, Cora -le aconsejó, lo que hizo que Cora arquease una ceja-. Sherlock ha estado llamándome toda la llamada para exigirme que te deje tranquila y vuelvas a casa. No he tenido más remedio que darle los detalles del caso -le contó, lo que provocó que Cora se carcajease.
-No te preocupes, Greg -dijo la pelirroja-. Volveré a casa en unos minutos.
Tal y como le había asegurado a Greg, Cora ya se encontraba a los pocos minutos en Baker Street. En cuanto abrió la puerta de la estancia, escuchó claramente los gorgoritos de Rosie y Hamish, indicando que ambos estaban en el piso junto a sus respectivos padres. Con una sonrisa, comenzó a subir las escaleras, entrando a la sala de estar a los pocos segundos, observando cómo Sherlock y John se encontraban sentados en sus respectivos sillones, mientras que los dos infantes jugaban en una sábana, en el suelo.
-Hola querida -la saludó Sherlock con una sonrisa, alzando su vista hacia ella.
-Hola Cora -la saludó John-, ¿cómo ha ido el caso? Greg nos ha dicho que era bastante difícil...
La detective de cabello carmesí decidió contarles a ambos cómo había comenzado sus indagaciones y cómo había logrado resolver el caso.
-Al final, solo necesitábamos esa canción para hacerla salir de su escondite -les contó, finalizando su explicación.
-¡Increíble! -se maravilló John.
-Esa es mi chica -murmuró Sherlock con un tono de voz bajo, que hizo que un escalofrío recorriese la espalda de su mujer, pues aquel tono y esa mirada que le dirigía en aquel instante le dejaba bien claro lo que harían aquella noche.
-Bueno, es genial que lo hayas podido resolver, Cora -mencionó John, observando divertido el rostro ruborizado de la joven-. Quien sabe lo que podría haber pasado si llegase a haber un puma suelto por ahí...
Cora asintió con una sonrisa, fijando sus ojos en su hijo y su ahijada. Hamish estaba jugando con un muñeco que su abuela, la Sra. Holmes, le había regalado cuando nació. Al ser hijo de Sherlock y por ende, de ella, era bastante comprensible que incluso sin haber cumplido un año ya gatease y comenzase a emitir balbuceos que querían asimilarse a palabras. Rosie por su parte, estaba jugando con unas llaves de juguete, sentada en la sábana. Hamish se acercó gateando hasta ella y cogió una de las llaves. En cuanto vio eso, Rosie comenzó a forcejear con él, empujándolo al suelo, cayendo el niño de espaldas en la sábana.
-¡Rosie! -exclamó John, tomando en sus brazos a su hija rápidamente, mientras que Sherlock tomó a su hijo en los suyos.
Hamish no lloró ni hizo ademán de hacerlo, sino que simplemente se quedó callado con una expresión pasmada por lo que acababa de suceder. Cora comprobó que su pequeño estuviese bien antes de abrir sus ojos con pasmo, pues le había parecido observar un brillo carmesí en las pupilas de su hijo, aunque esa sensación pronto desapareció, por lo que decidió ignorarla.
-Bueno, no se puede decir que no sea hija de su padre -bromeó la pelirroja con una sonrisa, recordando aquel día en el que John le propinó un puñetazo a Sherlock en la cara-. De tal palo, tal astilla.
Sherlock puso los ojos en blanco al escuchar aquel comentario por parte de su mujer, mientras ella y John se carcajeaban.
Esa misma noche, Cora se encontraba observando a Hamish dormir en la cuna, preguntándose si lo que había notado aquella mañana era real o solo su imaginación. No deseaba que su pequeño heredase alguna característica suya en lo que se refería a lo sobrenatural, por lo que estaba bastante preocupada. Estaba tan perdida en sus pensamientos que ni siquiera notó como unos brazos cálidos rodeaban su cintura, unos labios besando su cuello. Sherlock había notado que su mujer se encontraba preocupada por algo, por lo que había decidido intentar distraer su mente de esas preocupaciones. Cora dio un leve suspiro al sentir sus labios en su cuello, dejándose llevar por las sensaciones que recorrían su cuerpo como electricidad. Tras unos minutos se encontraba recostada en la cama, abrazada a Sherlock, quien acariciaba su pelo con ternura hasta que ambos cayeron en los brazos de Morfeo.
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