Capítulo 6
Maratón 1/3.
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Skylar:
― ¿Estás bien?― no respondo y solo me quedo mirando a la nada mientras me acurruco más en la cama― ¿Sky?― insiste.
― No― digo y suelto un largo suspiro―. No me esperaba esa reacción.
― Tampoco yo― la miro y tiene el ceño fruncido―. Aun no puedo creer lo que dijo.
― ¿La parte en la que me trataba de ofrecida? ¿O que prácticamente me haya quitado el derecho de referirme a ella como mi madre?― mi tono es cortante.
― No me…
― O que tal cuando dijo que me echaría a patadas si ponía un pie en la casa sin haberme desecho de esta “basura”.
― ¿Crees que hablaba en serio?
― No lo sé, Jess― me siento en la cama mirando hacia ella―. Mamá y yo teníamos nuestras diferencias pero jamás me había hablado de ese modo. La persona que me dijo todas esas cosas hace un momento no es la madre que yo conocí― empieza a picarme la cabeza, siempre me pasa cuando me altero, pareciera que tengo piojos o algo por el estilo cuando empiezo a rascarme como desquiciada―. Creo que en parte es mi culpa por haberlo dicho de ese modo.
― Dicho de cualquier modo iba a gritarte― eso es verdad pero…
― Debí habérselos dicho en persona, estas cosas no se hablan por teléfono.
― Bueno, eso es verdad, pero no cambia el hecho de que no debió decirte cosas tan feas.
― ¿Qué crees que opine mi padre?― es la pregunta que más me atormenta.
― Él no se veía molesto, más bien diría que estaba preocupado― no sé si de verdad cree eso o si solo está tratando de consolarme.
― Ojalá él sí quiera hablar conmigo.
― Ya verás que te llamará en cualquier momento― se lanza a la cama y se mete bajo las cobijas―. Ya es tarde y a ti te vendría bien descansar un poco, vamos a dormir.
― De acuerdo― me acomodo en mi lado y me quedo mirando el techo―. Buenas noches.
― Buenas noches― me da la espalda y permanece unos segundos en silencio antes de suspirar con fuerza―. Trata de no pensar demasiado en el asunto.
Me limito a responderle un “ajá” y no hay más palabras después de eso; ella se duerme pero a mí me cuesta conciliar el sueño, mi mente es un lío.
Ni siquiera había terminado de hablar cuando mi madre se puso a gritar como loca, me regañó de mil formas posibles y me dijo que no tendría ni donde caerme muerta si no me deshacía de “el problema” mientras aun tenga tiempo.
Yo me limite a escucharla maldecirme mientras mi padre intentaba hacerla callar porque tenía muchas preguntas para hacerme, yo simplemente me volví muda en ese momento, me encontraba horrorizada por cada palabra que salía por la boca de la mujer que me dio la vida.
La llamada terminó siendo exactamente lo que me temía: un total desastre. Lo último que dijo mi madre fue que no volvería a dirigirme la palabra hasta que me deshaga del bebé y arregle mi relación con Edwin, es obvio que ninguna de las dos cosas sucederá. Mi esperanza está en que papá aun quiera hablarme y trate de persuadirla para escuchar mis explicaciones. Porque es obvio que tengo mucho para decir.
Otro tema que me tiene preocupada es lo que voy a decirles cuando me pidan explicaciones acerca del padre. Obviamente el gran Paul McCartney no va a conformarse con un “no sé quién es”, él exigirá respuestas que no tengo y moverá cielo mar y tierra para encontrarlo. Eso si no toma el asunto de mala manera como cierta persona, claro.
Doy mil vueltas en la cama durante toda la noche pero no consigo que el sueño llegue a mí, en un punto la desesperación me gana y las ganas de llorar me inundan. Desde que me enteré que estoy embarazada he llorado sin descanso, pareciera que esa noticia me hizo perder el control de todas mis emociones, y lo odio. Odio no poder controlarme y ser una chica que llora la mitad del día, la otra mitad me la paso perdida en mis pensamientos.
Cuando por fin me gana el cansancio ya son pasadas las cinco de la mañana y solo consigo dormir tres horas, que no me sirven de mucho.
― Te ves fatal― seguro la mirada que le doy no es muy bonita por lo que termina dirigiendo la vista a su taza café mientras le da un trago.
― No es que me sienta bien, eso te lo aseguro― ni siquiera tengo apetito, lo único que hago es jugar con mi vaso de jugo.
― Entiendo que estés preocupada, pero estresarte no le hará bien al bebé― la miro enarcando una ceja.
― ¿Y tú como sabes eso?
― Lo escuché… por ahí― vuelve a concentrarse en su taza de café sin saber que decir, es obvio que lo dijo por decir.
― Sabes de bebés tanto como sabes de autos, Jess― aprieta sus labios y frunce el ceño―. O sea nada― sonrío.
― Te recuerdo que ayudé a mi prima cuando tuvo a sus gemelos― se muestra orgullosa pero yo sé cómo bajarla de su nube.
― ¿No dejaste caer a uno cuando tenía seis meses?― el sonrojo viene de forma inmediata.
― Se movía demasiado― se pone a jugar con sus dedos, siempre lo hace cuando está nerviosa o avergonzada―, solo sucedió una vez ¡y tenía 16 años!― se defiende―. En ese entonces era algo torpe.
― ¿Solo en ese entonces?― el sarcasmo es obvio y ella me lanza un pedazo de pan, yo río―. Sabes que estoy bromeando, tu coordinación ya no es tan mala.
― No voy a molestarme solo porque eso logró sacarte una risa, solo por eso no diré nada― de verdad parece alegarse por ello―. Estaba empezando a preocuparme, ya no la oigo mucho.
― Lamento haberte arrastrado a todo esto― ahora la avergonzada soy yo―. Mis problemas no deberían afectarte.
― Estoy aquí porque quiero y así lo decidí― se muestra seria―. Si quisiera irme solo tendría que agarrar mis maletas y ya.
― ¿No extrañas tu casa? ¿A tus padres?
― Con mis padres hablo casi todos los días y bien sabes que en mi casa me aburría― se encoje de hombros.
― Puedes irte cuando quieras, no te sientas en la obligación de permanecer aquí conmigo.
― Lo sé― terminamos de desayunar en silencio y una vez recogemos todo nos echamos en el sofá, yo me la paso mirando mi celular esperando una llamada de mis padres― ¿Cuándo harás una cita con un ginecólogo?
― ¿Eh?
― Hay que asegurarnos de que mi sobrino esté creciendo bien.
― No sé si esperar hasta volver a Seattle o hacer una cita mientras estemos aquí.
― No sabemos cuándo vamos a volver, lo que tú no quieres hacer es ir al hospital― le doy la sonrisa más inocente que puedo.
― Sabes que los odio― parezco una niña haciendo un berrinche.
― Pues tendrás que acostumbrarte, porque los visitarás muchas veces en estos ocho meses que siguen― estoy a punto de ponerme a protestar cuando el tono de llamada de mi celular me interrumpe.
― No tengo registrado el número― miro la pantalla sin saber si contestar o no, Jessica solo se encoje de hombros― ¿Hola?
― ¿Así que me estuviste poniendo los cuernos?― quiero lanzar mi celular por la ventana apenas escucho la voz de Edwin.
― ¿Qué quieres, Edwin?― mi amiga abre sus ojos a mas no poder cuando escucha el nombre de mi ex.
― Quiero que me respondas― por su voz puedo adivinar que no está ni un poco feliz.
― Y yo quiero que te arrolle un carro pero no podemos tenerlo todo, ¿verdad?
― Denisse me dijo que te embarazaste de algún imbécil, ¿es cierto?― ruedo los ojos y Jessica me hace señas para que cuelgue, yo niego con la cabeza; quiero acabar esto de una vez por todas― ¿Me estuviste engañando?
Ya veo que mi madre no tardó ni un poquito en irle con el chisme, me pregunto a quien más se lo habrá dicho, seguro que mis “amigas” ya estaran al tanto. Gracias mami.
― Eso no es algo que deba importarte, después de todo, la fidelidad nunca te importó demasiado.
― ¿De qué estás hablando? Tú fuiste la que me puso los cuernos.
― Tu cinismo sobrepasa los límites― decido poner la llamada en altavoz porque Jessica no deja de hacerme señas y preguntar qué es lo que dice―. Aun después de lo que hiciste te atreves a reclamarme.
― ¿Qué?
― ¿Crees que no sé qué me has sido infiel todos estos años?― el empieza a balbucear sin saber que decir― ¿Querías saber por qué te deje plantado? Ahí tienes la razón.
― No sé de qué me estás hablando.
― ¿Por qué no incluimos a Amanda en la conversación? Estoy segura que ella tiene mucho para decir.
― ¿Cómo lo…?
― Fui a su casa la noche antes de la boda― desearía poder borrar esa noche de mi memoria―. Esta conversación ya no tiene sentido, Edwin.
― Pero podemos arreglarlo, podemos…― Jessica me arrebata el celular y corta la llamada.
― No tiene caso seguir escuchando estupideces― se encamina hacia la puerta―. Voy a dar un paseo, ¿vienes?
― Estoy algo cansada, me quedaré aquí― le sonrío tratando de no mostrar mi mal humor.
― ¿Quieres que te traiga algo?
― Una dona de chocolate si no es mucha molestia.
― Bien. Vuelvo en unas horas.
Una vez que la puerta se cierra me echo en la cama y cierro los ojos; me siento física y mentalmente agotada.
― ¿Por qué respondí la maldita llamada?― pregunto a la nada.
Aunque no quiera admitirlo, oír su voz me hizo tener sentimientos encontrados. Es verdad que nuestra conversación fue de todo menos agradable pero aun así algo dentro de mí se alegró por volver a hablar con él. Patético.
Fueron años de relación en donde lo consideré mi mundo entero, tal vez lo que siento por Edwin aún no está del todo muerto y eso me enoja, me enoja bastante.
Es un sentimiento agridulce, mientras una parte de mi aun quiere ir junto a él, la otra solo quiere golpearlo hasta drenar por completo mi ira. Y es obvio que me gusta más la idea de golpearlo.
― Supongo que tomará un tiempo― me río―. Ahora hablo sola, genial.
Mi celular recibiendo una llamada me hace gemir en protesta porque estoy cansada y no quiero levantarme, decido simplemente hacer oídos sordos y dejarlo sonar, pero cuando entra una llamada por segunda vez, la idea de que sea mi padre hace que salte de la cama y corra hasta él.
Y en efecto, es mi padre. Inspiro profundamente antes de contestar y trato de reunir la poca valentía que tengo.
― Hola, papá― mi voz apenas es un susurro.
― Sky― se oye aliviado pero el que me haya dicho “Sky” y no “cariño” hace que me ponga nerviosa―, estaba preocupado― yo me quedo callada y por un momento la idea de colgar cruza por mi mente, siento que mojaré mi pijama―. Tenemos una conversación pendiente.
― Antes de que continúes debes saber que las cosas no son como mamá piensa. Yo jamás haría las cosas que ella dijo― mi voz se oye débil y mis nervios son muy obvios.
― Lo sé― eso me toma por sorpresa, estaba a punto de tener un ataque de nervios porque pensaba que estaba molesto―. Te llamo precisamente para que me expliques qué fue lo que paso, y me aseguré de que tu madre no pueda escucharnos.
― ¿Por qué no quieres…?― me detengo justo cuando la respuesta llega sola―. Mamá no quiere que hables conmigo, ¿cierto?
― Solo está algo alterada por la noticia― trata de hacer que no suene tan mal el hecho de que mi madre le haya prohibido hablar conmigo―. Sabes cómo es, dale unos días y seguro ella misma te llama.
― Si, seguro. Tenemos otra cosa de que hablar.
De seguro este puede ser el momento más incómodo que tendré en toda mi vida, porque hablar de todo lo que ha sucedido me avergüenza. Empezando por beber hasta perder la memoria y no ser consciente de mis actos, hasta desaparecer sin decirle a nadie porque no quería enfrentar la realidad.
A medida que voy relatando lo de aquella noche su respiración se acelera cada vez más. Por un momento considero la opción de detenerme pero descarto esa idea, porque no sé cuándo volveré a tener el valor para hablar de esto.
― ¿Edwin y Amanda?― bajo la cabeza, no quería contarle esa parte pero el insistiría en conocer la razón por la que no me presenté a la boda― ¿Estás completamente segura?
― Yo tampoco quería creerlo, pero es verdad.
― Los traté como si fueran de la familia y…
― Papá, no vayas a decírselo a nadie― le ruego―, al menos hasta que yo vuelva a casa.
― ¿Eso incluye a tu madre?― dudo en contestar. Sé que si ella se entera irá corriendo a preguntárselo a alguno de ellos dos y luego hablará con sus amigas haciendo que se expanda el rumor.
― Si.
― Bien― se aclara la garganta y yo espero por su siguiente pregunta― Sobre este chico...
― No recuerdo nada sobre él.
― ¿Solo su nombre?
― Es que…― me debato entre decirle cómo lo sé o no―, sí. Es lo único que recuerdo― no hace mal omitir ciertas cosas.
― Será difícil encontrarlo, pero seguro que sí lo conseguimos, solo debo hacer unas llamadas y…
― Papá, sobre eso…― es la conversación más difícil que he tenido en toda mi vida―, estaba pensando en que sería mejor no buscarlo.
― Pero…― no quiero que intente hacerme cambiar de opinión.
― Tengo mis razones, papá― lo escucho suspirar―. Por favor.
― Bien, haz lo que quieras.
― ¿Estás molesto?
― Un poco, pero te amo y voy a apoyarte― creo que voy a echarme a llorar―. Considero que ya es momento de que cometas tus propios errores y aprendas a lidiar con las consecuencias.
― ¿Crees que me estoy equivocando al no buscarlo?
― Si, pero no me voy a entrometer.
― ¿Gracias?― me sale una risa nerviosa.
Me la paso hablando con él por horas, Jessica vuelve y se une a la conversación por un rato pero luego vuelve a salir y yo continúo con la llamada. Hace tanto tiempo que no hablábamos de esta manera, tan relajados y durante horas. Cuando cuelgo me siento más tranquila, al parecer todo lo que necesitaba era saber que por lo menos él no me dará la espalda.
Siento que por fin las cosas irán por buen camino y espero no estarme equivocando, porque ya me estoy haciendo a la idea de que todo saldrá bien. Lo único que aún queda por solucionar es el asunto de mi madre, pero eso llevara tiempo. Por el momento puedo lidiar con el hecho de que no quiera hablarme, porque sé que eso no durará mucho.
Creo.
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