Despertar
Ayudó a mi abuela a poner la mesa en lo que ella termina de cortar el pastel de durazno en la cocina.
―Hijo, ¿qué te pareció Aide?―menciona desde allá.
―Alguien muy reservada y desconfiada.
Sale de la cocina y camina a la mesa.
―¿Nada más eso?―pregunta insatisfecha.
No sé que espera que comenté.
―Si abu o ¿cómo qué gusta que le mencioné?
Me extraña que ella pregunté tanto por alguna chica, ni por Traicy pregunto tanto.
―Eso lo dejo a tu criterio―menciona con una sonrisa.
―Pues le confieso que me es raro el que ella venga a vivir aquí después de tanto tiempo y ¿vio la forma en que sus ojos se dilataban?
―Así que la detallaste hijo―su sonrisa se agranda.
―No en ese sentido, pero ella no me miraba a los ojos por mucho tiempo, además algo raro me pasaba...
―¿Cómo que?―inquiere.
Toma una silla y se sienta esperando que continúe.
―Tuve el impulso de acercarme a ella y como no lo hice mis manos comenzaron a sudar.
―Vaya―es lo único que menciona.
No comentamos algo más, pero a mí me ronda una pregunta y no sé si es el momento adecuado de hacerla, pero lo haré.
―¿De dónde la conoce Abu?
―¿Aide?―afirmó con la cabeza―ella es parte del porqué vivimos aquí.
―¿Nada más eso?
―Si, todavía no estás preparado para saber más cosas, pero si tan interesado estas ¿por qué no te acercas a ella y le preguntas?
Abuela traicionera, sabía que me voltearía la jugada.
―Pues fíjate que no es mala idea, mañana me acercaré a ella―afirmó.
―Como gustes, eres libre de decidir.
Siento que con esto me hundiré, pero no sé, sí, es bueno o malo.
Sin mencionar algo del tema cenamos viendo un documental sobre el Titanic.
Esta mañana desayune lo más rápido posible, mi abuela no estaba así que salí al museo para encontrarme con ella y Aide, ayer no le pude avisar a que hora nos veríamos para abrir el lugar.
Al entrar a la calle del museo veo al papá de Traicy hablar con mi abuela ambos serios, ese señor hay veces que me da mucho miedo, trató de caminar tranquillo a ellos.
―Buenos días, señor y abuela.
―Buenos días muchacho, ¿cómo te encuentras hoy?
Algo extrañado por su saludo y más pregunta es que tardó en responder.
―Pues bien señor, gracias por preguntar.
―Que bueno, entonces luego vemos eso Regina.
Mi abuela sólo mueve la cabeza y el señor desaparece a velocidad vampírica.
―Entremos Gil que deje a Aide acomodando unas cosas.
―Pensé que no había llegado―comentó asombrado.
Entramos al museo.
―Si, ayer hablé a su casa para decirle a que hora comienza y su tío hizo favor de venir a dejarla.
―Me parece bien, entonces dejaré mi mochila aquí e iré a ayudar a Aide.
Dejo mi mochila en el piso.
―Si hijo está en mi oficina, yo iré por un café.
Mi abuela va en dirección a la tienda de recuerdos y yo voy a su oficina.
La puerta está abierta, pero aún así tocó para que sepa que estoy aquí, pero no se mueve del lugar donde está, preocupado me acerco y notó que su mirada está perdida y sus pupilas se están poniendo blancas, asustado comienzo a moverla.
No responde.
―¡Aide no me asustes!―gritó desesperado.
Al decir eso busca con su mirada algo y sólo hasta encontrarse con mi mirada sus pupilas cambiaron a color ámbar, luego a rojo, en eso veo que sus colmillos empiezan a salir.
―¡Aide!―la vuelvo a zarandear.
―No te preocupes jamás te lastimaría―menciona Aide tratando de tomar mi rostro.
No pongo resistencia a ello, es rara la sensación hace un momento estaba asustado, pero tan sólo oír esas palabras me tranquilizaron mucho.
―No lo beses Aide―menciona alguien detrás de mí.
Soy consciente del como soy alejado de ella y ese alguien me obliga a dormir.
―¿Qué estaba pasando?
―Fue involuntario.
―¿Te parece eso involuntario?, lo estabas manipulando y él iba a ceder.
―No veo mayor problema salieron cosas buenas de esto.
―Tú cállate, que en lugar de prevenir estorbas.
Me remuevo un poco tocando la superficie donde estoy, por el olor a pino sé que estoy en mi habitación, abro los ojos perezosamente y busco de donde provienen esas voces.
No distingo muy bien, pero por las voces sé que son 3 hombres y una mujer.
Una sombra pequeña viene en mi dirección.
―Te ayudaré a sentarte―demanda.
Acomoda mi almohada y pone otra para mi cabeza, me toca el hombro a la vez que me empuja un poco hacía atrás para que acomode bien.
―Gracias―digo en voz baja.
―¿Cómo te sientes?―pregunta.
Las otras figuras toman lugar del otro lado de mi cama, dos toman asiento en mi cama y una está de pie.
―Bien, pero sigo sin ver y no los reconozco.
―Deja ayudarte en eso―menciona la figura de pie.
Pone una mano en mi cabeza y otra a la altura de mis ojos en un movimiento rápido, al quitar sus manos empiezo a sentir frío como si hubiera comido algo frío y se te congela el cerebro, no siento mis ojos y tengo que llevar mis manos a ellos para verificar que aún los conservo.
Hago presión en ellos un rato y poco a poco los comienzo a sentir.
―Puedes abrir los ojos Gil―demanda.
Pego un respingo al ir esa voz, de todas las personas jamás me imaginé que estaría ayudándome el papá de Traicy.
―Papá lo estás asustando con tu presencia―comenta Treice.
―Deja de usar tu poder con el pobre chico―manda.
―No lo utilizó padre, sólo ve al pobre y escucha su corazón latiendo a mil―suelta riendo Tomás.
De todas las personas que pudieron estar aquí conmigo tenían que estar ellos.
Pero eso me inquieta más, si ellos están aquí eso significa que la sombra pequeña es Traicy, debe de ser.
―Pobre iluso―menciona de la nada Tomás.
―Ya déjenlo en paz―comenta su padre―Aide querida ya te cercioraste que está bien, ahora si nos podemos ir tranquilos.
Inmediatamente abro los ojos y miro al otro lado, en efecto es Aide, ella me mira y sonríe débilmente.
―Perdona Gil, con permiso―menciona sin mirar a alguien y sale de mi habitación.
Sigo mirando esa puerta, deseo que ella vuelva a entrar, no me gustó ver su cara triste, quiero que vuelva con alguna excusa y que ese gesto cambié.
―Llevas inconsciente dos horas Gil, ¿crees poder asistir a la escuela o deseas quedarte?
Al escuchar cuánto llevo acostado decido pararme, no puedo holgazanear más.
―Por lo visto eres fuerte, mira que pararte de esa manera sin marearte es increíblemente...
―Irresponsable jovencito―termina de decir su padre.
Me encojo en mi sitio.
―Dale crédito está alterado por sus sentimientos―comenta burlón Tomás.
―Ayúdenlo a caminar no se vaya a caer en las escaleras―menciona su padre antes de desaparecer de mi habitación.
Hacen caso los hermanos, uno lleva mi mochila y el otro me ayuda a caminar, en verdad que bajar las escaleras fue un reto y no porque me fuera a marear, los hermanitos creen que jugar a los borrachitos en las escaleras es lo más divertido del mundo.
Llegamos a la escuela con retardo, pero al menos llegamos con bien.
Como aún no acaba la segunda clase debemos esperar a que toque el timbre y pasar a nuestros salones.
Lo que no me explicó ¿qué hacen de guardaespaldas los hermanitos?, me guían como niño pequeño. Desde que entramos a la escuela hasta llegar a la cafetería.
Con la mirada Tomás busca una mesa vacía y Treice tira de mí, al llegar junto al mayor caminamos juntos hasta la mesa disponible, ponen con cuidado las mochilas en el piso y tomamos asiento en la mesa cuadrada.
―Seremos claros, Gil―menciona serio Tomás.
Treice cruza los brazos y me observa detenidamente.
―Si antes protegíamos a Traicy de ti, ahora debemos protegerte de Aide―menciona Treice.
―¿Cómo?―pregunto extrañado.
Este giro no lo esperaba, no me extrañaría que me amenazaran con alejarme de Aide, todos sabemos que ellos son demasiado celosos y nadie se atreve a llevarles la contraria.
―Verás, nuestra prima ha pasado por mucho y eres el único humano con el que se descontrola―explica Treice.
―No creo que sea para tanto y si me permiten iré a la biblioteca―contesto molesto.
Cuando me paré a tomar mi mochila no me paso desapercibida la mirada que tenían los hermanos.
―Te acompaño―menciona Treice.
Toma su mochila y se pone de pie.
―No, yo puedo ir sólo―comentó defensivo.
Treice sonríe burlón.
―Niño tonto por si no te das una idea a lado de biblioteca está el salón del consejo estudiantil y necesito ir ahí.
Tomás suelta una risa simplona y yo más incómodo no puedo estar.
Pego mi mochila a mi cuerpo y camino a la salida seguido de Treice, caminamos por el pasillo en silencio, cosa que duró poco con mi acompañante.
―Desde hace un tiempo mi hermano y yo sabíamos que serías un dolor, pero no imaginábamos la magnitud.
―Explicate que no entiendo―comentó frustrado a la vez que me detengo.
Exasperado me observa.
―Si niño, por esta y muchas más razones no queremos que estés ni con nuestra hermana ni prima.
―Pues lo siento mucho, ahora si no les haré caso, ya me harté de que no puedo ser libre de hablarles...
Me toma del cuello y estampa contra un muro, su rostro está muy cerca del mío.
―Yo no dejaré que por un simple humano pierda a mi familia―ejerce un poco de fuerza en mi cuello―escucha nuestra advertencia y llévala a cabo.
Suelta mi cuello y desaparece de mi visión.
Acto seguido llevó una mano a mi cuello y sobo un poco, aun cuando no ejerció mucha fuerza, me parece extraña su actitud.
―¿Ahora en que lío te metiste con esa familia?―menciona una voz familiar.
―Nada que te importe Mario―respondo tajante.
―Tranquilo Gil, sólo era una pregunta―menciona Erick.
―Ahora resulta que todos desean cuidarme, pues no, ya me harté de esto y saben que, mejor me iré al museo―ajustó mi mochila y a paso decidido camino a la salida de la escuela.
Estoy molesto, mucho sería poco, pero trató de pensar claramente el motivo y nada, es como si me cegara a entender, pero no es justo que no pueda decidir.
Una vez fuera del edificio camino por la vereda hasta llegar al museo, estando frente al museo veo salir con unas cajas a Aide, por lo apresurada que está tal vez no noté mi presencia.
―¿Gusta que le ayudé señorita?―la interrogó desde donde estoy.
Veo como pega un brinco, dirige su mirada a donde estoy y niega con la cabeza, pone en el contenedor las cajas y camina en mi dirección.
―¿No deberías estar en la escuela?―es lo primero que sale de sus labios.
Otra vez estoy sintiendo cosas extrañas, mis manos están sudando, llevo mis manos a las correas de mi mochila y aprieto fuerte.
―Si, pero no me sentía bien para estar batallando con sus primos―me sincero.
Sus mejillas adaptan un color carmesí.
―Por favor no me hables de usted, me haces sentir más vieja de lo que estoy―menciona incómoda.
La sensación no aminora, todo lo contrario y esto me abruma, no quiero ponerme nervioso.
―Bueno, pero a cambio quiero que me acompañes a tomar un café.
No le tomo parecer y tomando su mano tiro de ella para que nos adentremos al edificio.
―¿Esta mi abuela?
Apenas me acordé de ella.
―No, vino mi tío y se fue, dejándome a cargo el museo.
No es la primera vez que se van juntos a quien sabe donde, hay veces que han tardado semanas en llegar.
―Bueno pues nos viene excelente el café, sirve que platicamos de lo sucedido.
Llegamos al apartado de recuerdos y voy a conectar la tetera del agua, una vez ya conectada busco los cafés y bolsitas de azúcar.
―¿Qué café te gustaría?
Volteó en su dirección y la encuentro limpiando el mostrador.
―Café negro sin azúcar por favor―menciona sin voltear a verme.
―No hay de ese café, mira estos son los sabores―digo tomando la caja.
Le muestro los diferentes cafés que hay, lo gracioso de eso es que todos saben igual, pero es el café popular del museo y mi abuela es la encargada de traerlos de sus viajes.
―Veamos que tal está el de moka―comenta sin despegar la mirada de los cafés.
―Sabe igual todos, te lo advierto―menciono con una sonrisa.
―Ya lo sé, lo escogí por el color, me gusta el morado―suelta una pequeña risa.
Pongo nuestros cafés en el mostrador y camino a la pequeña mesa poniendo los demás junto a la tetera, desconecto el agua y regreso al mostrador con ella, ya Aide saco el sobre de los envases lo que me facilita mi tarea.
Abro los sobresitos y vierto el contenido en los envases, con una cuchara revuelvo bien, debemos de mover hasta conseguir espuma.
Una vez ya listos, tomo ambos cafés.
―Bueno espero y te gusté―menciono entregándole su café.
―Gracias―menciona incómoda.
Le da un pequeño sorbo, y mira a otro lado.
―¿Está bien qué faltes tanto a la escuela?―su pregunta me descoloca.
―La verdad no tengo idea, sería raro para todos los docentes no verme, era de los alumnos que nunca faltaba, pero siempre hay una primera vez.
―Ya veo.
Es lo único que menciona, pero no quiero que muera nuestra plática, así que le preguntaré lo sucedido hace unas horas.
―Me dirás ¿qué pasó esta mañana?
Veo como se tensa.
―No es algo grave, está todo bajo control ahora―menciona seca.
―Aún así me gustaría saber, para ayudarte cuando pase eso.
Al decir eso una pequeña sonrisa se asoma por sus labios.
"Por ti es que todo se descontrola".
Extrañado observó a Aide.
―¿Acaso tú me hablaste telepáticamente?
Vuelve a tensarse.
―Pensé que no te llegaría―se sonroja.
―¿Tiene que ver como lo de la mañana?
―Sí.
―Sabes esto de que respondas vagamente no ayuda en nada.
Agacha su mirada.
―Perdón, pero no sé que tan preparado estés para saber toda la verdad.
―Si dé algo te ayuda sólo dime qué pasó en la mañana y ahorita.
Lo piensa por un momento.
―Me parece justo.
Hago ademán de sentarnos en el suelo, ella sentada en forma de indio es que se recarga en la pared, mientras que yo extiendo mis piernas recargado en el mostrador.
Suelta un suspiro largo y trata de mirarme.
―Verás en el lugar que estuve me pusieron un collar que era para dormir mis poderes...
―¿Eso no es algo malo?―la interrumpí.
―No quisiera saber que tipo de riesgos pasaría, pero ahora que me lo han quitado y me están ayudando a poner otro de sanación han salido poderes que ya no manejaba.
―¿Cuáles podías manejar?
―Mis habilidades de vampira están intactos, sólo era leer o mandar mensajes telepáticos algunas veces.
―Debió ser duro.
Afirma con la cabeza.
―Lo era, pero todo está bien ahora.
Terminó mi café y lo pongo a mi lado izquierdo.
―¿Qué poder despertó hasta ahora?
Tengo curiosidad.
―Hasta ahora se ha manifestado el manipular a las personas―menciona con cautela.
Deja su envase encima del mío.
―Fue lo de la mañana verdad.
Vuelve a afirmar con la cabeza.
―Entonces es algo bueno ¿verdad?
―No del todo, verás apenas ayer me dieron el collar de sanación y hoy se me presentan poderes, eso no da buena señal―explicó.
―Mientras no dañes a alguien, todo está bien―ánimo.
―Tienes razón.
La veo un poco pensativa al decir eso último, a decir verdad tampoco me gusta el rumbo que está tomando esta conversación, mejor hay que cambiar la plática o se volverá incómodo.
―Bueno, ya arreglado esto, ¿te gustaría ver algo más del museo?
―¿Tu abuela no se molestará?―pregunta desconfiada.
―No te preocupes y dime tu petición.
Por su mirada desconfía un poco menos o eso espero, mientras espero su opción, optó por pararme y tirar nuestros vasos.
―Tu abuela me prometió ver algunos archivos, pero no sé si tengas acceso a ellos―comenta por fin.
Volteó a verla y ella también se ha parado, pero sigue recargada a la pared.
―Claro que si, toda la historia del pueblo redactada en esos archivos me la sé de memoria―mencionó orgulloso.
La veo sonreírme sin ningún temor o algo de por medio.
―Pues vamos antes de que te arrepientas―comentó.
Sin perder su sonrisa me sigue al sótano.
―¡¿Entonces no conoces a tus padres?!―pregunta sorprendida.
No pensé que le interesará saber algo de mí, nadie pregunta algo de mi pasado y gracias a eso me acostumbré a no hablar de ningún tema familiar.
―No, desde bebé ellos me dejaron con mi abuela.
Deja el papel que estaba leyendo dentro del folder.
―¿No tienes alguna foto de ellos o algo?
―Tengo fotos, pero no me interesa saber algo de ellos―menciono seco.
―¡Oh! Perdona, me dejé llevar por mi curiosidad―menciona apenada.
Toma otro folder del archivero para leerlo.
―No es eso, sabes eres la primera que le interesa saber algo de mí.
―Pues gracias por la confianza Gil.
―¿Y tus padres dónde están?
―Muertos―menciona simple.
Sorprendido por su respuesta es que tomó un momento para que diga algo, pero nada más comenta.
―¿Pero cómo?―preguntó inquieto―una leyenda sobre tu familia es que estaban en su lugar de origen, después de fundar el pueblo es que se aislaron en ese lugar por algún miedo o algo así.
―Nada de eso es verdad―menciona tranquila―mis padres vivían de mis poderes y me vendieron a un cazador, aquel desgraciado es culpable de mi situación.
―Vaya entonces eso explica muchas cosas.
―Si y bueno creo que ya es hora de que me vaya, ya es algo tarde y debes de hacer deberes escolares.
Deja el folder en su lugar y camina a la puerta, yo la sigo para cerrar bien la puerta del sótano.
―Tienes razón, ya tenía que cerrar desde hace dos horas, pero se nos fue el tiempo.
―¿Qué más debes de meter?
Hago un recorrido mental por todo el museo corroborado que todo está cerrado.
―Nada más―enumeró con los dedos―la puerta de las salas están cerradas y la tienda igual así que ya nos podemos ir.
―Bueno pues vámonos.
Caminamos en silencio por el pasillo, mientras caminábamos se iban apagando las luces del pasillo junto con las de la escalera.
Cuando visualizamos la salida del edificio veo la silueta de mi abuela junto con la del tío de Aide, ambos están platicando un poco tensos.
Mi abuela deja de hablar cuando estamos cerca de ellos.
―Vámonos Aide, tus primos y tía nos esperan―no espera que se despida y toma del brazo a su sobrina.
Ambos desaparecen de nuestra visión.
―Vámonos hijo, cierra bien―ordena sería mi abuela.
Hago caso a lo que me dijo, sin entender la actitud de ambos adultos.
Horas antes
Hago tiempo en lo que mi nieto se reencuentra con Aide, la sola idea de que ellos lleguen a ser pareja me emociona.
Quisiera que sus padres estuvieran aquí con él, pero siendo realistas sabemos que eso no es posible, todos arriesgamos mucho por Gil.
Cuando estoy por llegar a mi destino soy interceptada por Augusto y sus hijos, Traicy tiene una mirada diferente a los hermanos, todo se aclara cuando su padre habla.
―Vete a la escuela Traicy y avisa que tanto tus hermanos como Gil entrarán tarde―ordena.
―Si padre―con la cabeza inclinada desaparece del lugar.
―¿Me dirán que pasa con ustedes?―interrogó.
―Pasa que Tomás tuvo una visión referente a tu nieto y mi sobrina.
―¿Qué tiene de malo no me digas que también a Aide le prohibirán acercarse a mi nieto?
Los tres hombres se tensan.
―Usted sabe el motivo de nuestra prohibición a nuestra hermana―menciona Tomás.
―¿Y Aide qué?
―Tanto usted como nosotros sabemos la verdad―comenta inquieto Treice.
―En este punto no sabemos quién es peligroso para quien, pero tenemos que entrar en esa habitación para salvarlos―menciona Augusto.
Sin decir algo es que entramos a mi oficina y lo que vemos nos deja sin palabras, tanto que el primero en reaccionar es Treice.
―No lo beses Aide.
Los hermanos separan a mi nieto y este cae inconsciente al momento, Augusto corre a su sobrina y está con una sonrisa triste nos ve.
―De ahora en adelante no debes estar sola con Gil, debemos prevenir cualquier cosa, ¿entendiste?
―Si tío―menciona muy bajo.
―Bien, ustedes lleven a Gil a su casa y hasta que recobre la conciencia no quiero que lo dejen sólo―ordena.
―Así será padre.
Toman a mi nieto y desaparecen de la oficina.
―Bien una vez que ellos se fueron, necesito saber una cosa Aide―la vampiresa levanta la mirada―¿es tu pareja destinada Gil?
―Si tío―responde temerosa.
Tengo que intervenir o Augusto no sabrá llevar el rumbo de la conversación.
―Escucha con atención Aide, mi nieto no es lo que parece...―me interrumpen.
―Hay algo que se le ha estado ocultando y tú estando con él no sé si sea lo mejor―explica Augusto.
―Trataré de no dar problemas, nunca dañaría a mi destino de eso estén seguros.
Empieza lo complicado.
―De eso estoy seguro Aide, pero es de él de quien tenemos miedo a como reaccione, pensé que esto tomaría más tiempo, pero tal parece que esto se aceleró―le explico.
―¿Qué quiere decir con "esto"?
―Todavía no estas lista para saberlo sobrina, ten paciencia y pronto lo sabrás.
―Mientras cuidaras del museo en lo que nosotros nos encargaremos de algo.
Sin esperar respuesta camino fuera de mi despacho, camino al sótano en búsqueda de aquel papel que siempre llevo.
―¿Llevas todo?―mencionan a mis espaldas.
―Si Augusto, vámonos para llegar cuánto antes, no quiero dejar tanto tiempo sólo a mi nieto.
―El hechicero blanco nos está esperando abajo.
Ya no tendremos que desviarnos tanto.
―Lo bueno es que los niños ya se fueron a la escuela y Aide al museo―menciono aliviada.
―Los únicos niños entre nosotros sabes que son tú y tu nieto―menciona el hechicero recargado en el umbral de mi habitación.
Augusto sonríe al comentario, sé que él piensa lo mismo pero no lo exterioriza.
―Como sea, tenemos que ir rápido hay mucho de que hablar―aceleró el paso.
Salgo de mi casa con los dos hombres de escolta, una vez ya fuera veo estacionado el carro de Augusto, me voy a la parte trasera del carro.
Veo el panorama por la ventanilla cansada, todo esto es desesperante y el tiempo se nos acaba.
―Regina―menciona Augusto.
―¿Qué sucede?―observo a ambos.
―Te estaba preguntando ¿qué harás ahora?―menciona el hechicero.
―Siendo sincera no tengo una idea clara en este momento, sólo quiero que ya acabe y poder estar libre de tanto secreto.
―Lo mismo quisiéramos―menciona Augusto.
―Por lo mientras debemos hacer algo con lo que esté despertando en el chico, pasaremos por mi casa antes y tienes que dárselo pronto.
Cuando ya estamos llegando al pueblo es que Augusto toma la desviación hacía el bosque.
Dejamos el carro cerca de algunos matorrales y lo demás lo caminamos, por el aspecto que tiene el bosque es que no hay problema con alumbrado, podemos ver perfectamente el paso.
Gracias a los atajos es que llegamos más rápido a la casa del hechicero.
―Recuerda Regina, debe de comer si o si el antídoto―menciona antes de entrar a su casa.
―Sí.
―Pasen que no tardó en hacer el elíxir―nos invita.
Pasamos y cerca de la puerta es que nos quedamos.
Siempre me pareció extraño las cosas que hay en esta casa, partes de animales y cuarzos de forma extraña es lo que te recibe, frascos llenos de algo en las repisas y que decir de su exagerada dotación de inciensos.
―¡Ya tengo tu elixir!―menciona saliendo de la otra habitación―recuerda que es sólo una toma y es todo no hay efectos secundarios.
Camina hacia mí y entrega aquel frasco ámbar.
―Bueno pues gracias―mencionó.
―Si, ya nos tenemos que ir, Aide no ha regresado a casa―menciona molesto Augusto.
―No sean duros con ellos, entiendan que cuando el lazo se manifiesta más difícil se les hará despedirse después―sugiere el hechicero.
―Tiene razón, no nos vamos a poner exigentes―menciona Augusto.
Ambos lo observamos sorprendidos.
―Eso no lo esperaba de ti, pensé que a como te pusiste en la mañana serías el primero en oponerse―comentó.
―Estoy de acuerdo, no eres igual de extremista como tus hijos―menciona riendo el hechicero.
―No, soy el primero en querer lo mejor para mi sobrina y la ayudaré en todo.
―Tengo curiosidad, ¿desde cuándo tu hijo supo de esto?―menciona el hechicero.
―Desde que conoció a Gil, él sabía esto.
―¿Y cuándo pensabas contármelo Augusto?, es de mi nieto del que estás hablando, del que sufría rechazos por tu hija y los desplantes de tus hijos.
De sólo recordar el dolor en los ojos de mi nieto me hace enfurecer.
―Tiene razón, si hubiera mencionado algo nada de eso hubiera pasado, pero él sabe que no debe meterse con el futuro ajeno―excusa su padre.
―¿Desde cuándo lo sabías?―volví a insistir.
―Apenas me lo dijo hoy, cuando estamos en la habitación de tu nieto, cuando lo menciono me enoje por lo mismo, pero no podemos cambiar el pasado, lo sabes más que nadie Regina.
―No me metas en tus problemas, ¿cuántas veces me has acompañado a ver a mi hijo y nuera para solucionar esto? Dime ¿cuántas?
―Entiendo tu punto, pero entiende apenas me enteré ¡hoy!.
―Eso no te quita culpa, sabes del poder que tiene tu hijo y no pudiste preguntarle por algo como esto, dejemos de lado a Aide, ¿qué pasaría si en lugar de tu sobrina fuera tu hija?―al decir eso el hechicero vemos como Augusto tiene los ojos rojos―así pasa con Aide y Gil, gracias a tu egoísmo es que no pensaste en consecuencias futuras.
―No es lo mismo, mi hija sabe que no puede estar con un humano que no es su pareja eterna―vuelve a justificarse.
―¿Muy seguro de que tu hija no siente algo por Gil? ¿Crees que esperará a su pareja cuándo puede estar con Gil disfrutando a costillas de Aide?
―¡Eso no pasará!―grita histérico.
―Así como te sientes, así se siente Aide al saber que su pareja ama a otra―finaliza.
La cara de Augusto se descoloca, sus hombros caen y sus ojos vuelven a su color.
―No lo había pensado―susurra.
―Claro que no, crees que poniendo a tus hijos de por medio es más que suficiente, pero no lo es y debes hablar con tu hija lo más pronto posible.
En toda la discusión me quedé pensando y en parte siento que igual mi culpa, aliente a mi nieto a ir con una vampiresa sabiendo que su pareja puede venir y ella lo escogerá ante todos.
Creo que esas palabras no sólo marcaron a Augusto, sino a mi igual, no medimos ninguna consecuencia y ahora otra persona pagará nuestro error.
―Bueno no es que los corra, pero ya tengo sueño y debo pararme de madrugada, así que buenas noches―nos señala la puerta.
En silencio es que salimos de su choza y caminamos al carro.
Augusto maneja en silencio, ninguno sabe como manejar la situación.
―Iremos al museo a verificar si están ahí―es lo primero que menciona.
―Está bien.
Llegamos al museo y vemos las luces prendidas, bajamos del carro y esperamos afuera del edificio.
―Siguen aquí―comenta tranquilo.
Saca su celular y lo veo escribir algo en el aparato.
―Les he avisado a mis hijos.
―No veo el motivo, pero bueno cada quien.
―Lo hago para que no vengan y compliquen más la situación―bufa.
―No es tarde para que los reprendas un poco―sugiero.
―Ganas no faltan, pero su madre se me iría en contra.
Sé que eso es lo más seguro que pasaría y de sólo imaginar eso me saca una sonrisa.
―¿Qué harás con ellos aquí todos los días?
―Nada, dejaré que Aide haga lo que tenga que hacer para estar con mi nieto, a comparación tuya yo los quiero lo más pronto posible juntos.
Ya no mencionamos algo más porque los vemos salir temerosos del museo.
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