Capitulo 2:☁️
Abrí los ojos cuando escuche algo que sonaba como una alarma, y con mis párpados agotados busque el reloj que hacía tanto ruido. Me sentí como estúpido al no hallar algo tan básico como más, sin embargo, ese aparato cuadrado en la mesa era el que emitía el desesperante ruido.
"Deslice hacia la derecha para apagar"
Hice lo que el artefacto me pedía, pero sin tocarlo y me decepcioné cuando la alarma continúo sonando. Opte ahora por tocar el círculo que se hallaba en el medio y esta vez sí funcionó. Respire a gusto rascando mi nuca y organice algunos cuadernos y libros dentro de lo que sería ahora mi mochila de estudios.
Visualice una vez más mi horario de clases y al notar que tenía tiempo use el baño público del condominio para asearme. Por fortuna había encontrado mis productos de limpieza personal en un cajón al lado de la cama, y use estos para verme mucho más limpios. Me peine como podía frente al espejo, tocando mi rostro cada tanto al no comprender que todo lo que me ocurría era real, yo era tan joven y diferente ahora.
Me vestí con lo que encontré guardado y usé un pequeño mapa que estaba entre mis documentos para poder llegar a la universidad, la cual se hallaba a solo quince minutos caminando.
Dejé que el aire ingresará a mis pulmones y me sentí complacido cuando experimente paz debido a esto. Las calles se notaban limpias y todo mundo parecía estar en sus propios asuntos. Nadie se volteaba a ver y caminaban muy recto, más que todo los adultos pues algunos jóvenes si iban encorvados. Al toparme entonces con el centro universitario percibí enseguida su gran majestuosidad. Era enorme y lucia muy bien cuidado. Las paredes estaban pintadas si tener desgaste, el suelo estaba pulcro y la flora a nuestro alrededor se contemplaba resplandeciente y con vida. Definitivamente no debía ser un lugar barato.
Mi primer día en este nuevo lugar solo se basó en asistir a clases y tomar notas. No poseía conocidos y tampoco amigos, más me valía encontrar a la joven pronto, antes de la depresión y la ansiedad me ganarán.
La primera semana continuó de igual forma y se me hizo tan cansado. Nadie se me acercaba ni siquiera una diminuta mosca, pues los lugares eran tan aseados que estas ni siquiera existían, y todo empeoró cuando los terrores nocturnos hicieron acto de presencia. Tenía pesadillas sobre mis compañeros muertos en batalla, también soñaba que perdía a mis hermosos hijos en macabras tragedias y mi amada Emma solía hablarme a penas yo cerraba los ojos. Todo era un caos en mi mente.
No dormía bien, no comía bien y la misión se veía tan lejana e imposible que ya comenzaba de reconsiderar la sencillez de la misma.
En otra noche cuando hacía una de mis tareas el artefacto hubo sonado, colocando en alerta a todo mi sistema nervioso y a mí mismo que por poco me quede dormido. Busque la pequeña pantalla cuadrada y visualice en esta el nombre "Jin". Era cierto, por poco olvidaba a ese pintoresco hombre el problema ahora es que no sabía qué hacer para callar al artefacto.
Pensé con cabeza y observé las opciones que tenía siendo estos un punto rojo y otro verde, y si algo me había enseñado la guerra es que nada objetivo en este mundo lo más probable es que ni vería a Emma jamás. Por ella y por mis hijos debía enfocarme.
— ¡Hola! — grito el hombre que ahora aparecía en la pantalla.
El artefacto resbaló de mis manos y tuve que hacer florituras en el aire para que este no cayera al suelo.
— ¿C-como es que estas ahí? — pregunte aturdido, inspeccionando el artefacto de arriba abajo.
— ¿Esto? Se llama tecnología amigo, pero no te preocupes es solo tecnología inofensiva. No te va hacer daño, al menos que decidas serle infiel a alguien por mensajes, pero esa es otra historia...
— Pensé que no te vería más.
— ¿Cómo crees? Te dije que estaríamos en contacto ¿no?, así que cuéntame ¿cómo vas con la misión? — pregunto y recordé que era un idiota al haber olvidado eso debido a mis tareas.
— No he podido hacer mucho...la verdad es que no he hecho nada — admití con vergüenza — las tareas de la universidad me han absorbido por completo. Lo lamento.
— No debes disculparte, recuerda que esto te beneficia más a ti que a mí, pero bueh ¿quieres un empujoncito? — dijo con una expresión chistosa, acercándose a la cámara.
— ¿Un empujoncito? — cuestione con una ceja elevada.
— La chica que buscas está en la cafetería de al frente a dónde vives charlando con amigas, tal vez deberías acercarte y ver qué sucede — me incitó y yo me sentí agradecido por su generosidad.
— ¿De verdad? Eso es estupendo ¡voy de inmediato! — exclame a punto de cruzar la puerta, cuando entonces Jin me detuvo.
— Espera, espera ¿quieres que su primera impresión de ti sea esa?
— ¿A qué te refieres? — cuestione haciendo ya mueca con los labios.
— Bueno no sé si te beneficie que ella te vea como un auténtico zombie amigo ¿acaso has visto esas ojeras? — desde la pantalla señaló a mi rostro y con pequeño espejo de mano pude certificar que lo que decía Jin era cierto. Me veía del asco. — lávate el rostro, los dientes y usa ese perfume que te regale ¡adiosito!...
— Oye espera... — pero antes de que pudiera decir algo más Jin desapareció de la pantalla, y con él la oportunidad de saber cómo funcionaba este artefacto rectangular.
Hice lo que me dijo, siguiendo sus instrucciones y cuando observe en mi reflejo algo que me agrado baje a la cafetería mencionada. Caminé con mis manos ocultas en los bolsillos de mi jean y a lo lejos pude completar por primera vez la belleza de la delicada mujer. Su cabello era castaño oscuro y lacio, usaba poco maquillaje e iba vestida con colores marrones, lo cual me sorprendió al ser este mi color favorito. Disfrutaba de un café junto a dos amigas y pedí un capuchino para poder estudiar de lejos la rutina que debía seguir.
Extraje de mi abrigo la libreta que traje conmigo y anoté con un lápiz las actitudes que notaba de ella. Solía sonreír mucho y sus movimientos eran muy femeninos. Sus piernas siempre estaban cruzadas y de vez en cuando jugaba con las puntas de sus cabellos haciendo rulos con sus dedos delgados. Observé poco después que había ordenado un trozo de pastel de chocolate con almendras, por lo que deduje que este era su sabor favorito.
Debido a este nuevo descubrimiento le pedí a la azafata que le llevara una segunda porción y que yo cubría el gasto, solo debía decirle que era yo quien le obsequiaba el pastel.
Las esperanzas no fueron muchas, pues la joven ni siquiera regresó a verme eso solo lo hicieron sus amigas, quienes expresaron miradas extrañas y al marcharse habían dejado el trozo de pastel tal y como se los hube entregado. Eso se me había hecho muy descortés.
Los dos días próximos fueron iguales y cuando me acercaba a ella, fuera en centros comerciales o la fila para el banco ella solía huirme, y antes de hacerlo me observaba como si yo fuese un auténtico desquiciado. No entendía que estaba sucediendo, normalmente con mis antiguas parejas no había sucedido de tal forma, quizás era solo un anticuado.
La crisis llegó más tarde cuando en uno de esos días sus amigas me detuvieron antes de que pudiera hablarle.
— ¿Qué te pasa? ¿Por qué la sigues? — reclamó la joven de cabello corto con sus cejas juntas.
— ¿Disculpa? — cuestione.
— ¿Eres un acosador? Porque si lo eres vamos a llamar a la policía — habló su otra amiga de cabello negro.
— ¿La policía? — repetí expandiendo mis ojos por la sorpresa — no soy un acosador, solo quiero conocerla.
— ¿Y conocerla como para qué? Eres un tipo extraño. Sino dejas de perseguirla vamos a llamar a la policía y te denunciaremos — advirtió la de cabello corto.
— Chicas no es necesario que hagan eso — habló Sunjin y cuando escuche su voz sentí que los mismos ángeles me hablaban.
— ¿Por qué no? Este nombre te ha seguido por días, no es normal que haga algo así.
— Es verdad, además huele a perfume barato — hablo la otra amiga.
— ¿Cómo que perfume barato? — pregunte indignado.
— Mira no sé quién eres y no quiero nada contigo, solo deja de perseguirme o te juro que le diré a mi padre, y él es juez — me amenazó esta vez observándome a los ojos.
Pensé que todo terminaría ahí hasta que ella volvió a girarse a mí y por algún motivo su mano se dirigió hasta mi barbilla, tocando la misma.
Sunjin no reaccionó por dos segundos y con sus ojos bien abiertos me contempló como si yo fuese el santo grial. Sus amigas no entendían lo que sucedía, yo tampoco, pero me erguí estático hasta que ella reaccionó.
— Saben...creo que iré a tomar un café con este joven — menciono ella.
— Pero ¡¿qué dices?! — gritaron ambas de sus amigas — ¡¿te volviste loca?! ¡Ni siquiera sabes cómo se llama!.
— Soy Wal...Jungkook, Jeon Jungkook — pronuncie yo con una sonrisa de victoria.
— Tranquilas solo iremos ahí — señaló la cafetería de siempre — les avisaré si algo sucede, aunque a decir verdad no creo que suceda nada malo. No luce como un mal hombre — dijo ella con una sonrisa curiosa.
— Pero...
— Vamos, ella ya perdió la poca cordura qué le quedaba — habló la de cabello corto halando del brazo a la otra amiga, pero Sunjin seguía sonriendo y eso me tranquilizaba.
—¿Vamos entonces? — pregunto enseñando sus dientes.
— Sí, claro...
No entendía el cambio de actitud en la joven no obstante, esto había resultado perfectamente a mi conveniencia.
Entramos a la cafetería y allí conversamos de nuestras clases.Explicó sobre su carrera, yo le explique de la mía propia y en cuestión de veinte minutos se me hizo una chica muy dulce, aunque no tanto como mi amada Emma (a ella ninguna mujer podía igualarla).
—¿Entonces agendas mi número? – preguntó cuándo yo pagaba la cuenta.
— Oh si, por supuesto — afirme sacando de mi bolsillo mi pequeña libreta.
— ¿No tienes teléfono? — pregunto con preocupación arqueando ambas cejas.
— ¿Qué es un teléfono? — cuestione confundido, pero ella solo rio.
— Uy si, ya entendí eres muy chistoso. Yo lo anotaré — ella tomó mi lápiz y escribió sobre la hoja su número telefónico — llámame cuando te sientas solo o pienses que tus ropas no combinan ¿de acuerdo?.
— Sería un placer — afirme sonriendo de lado.
— Bien, debo irme. Disfruta de las plantas — se despidió haciendo referencia a mi carrera.
— Adiós, fue un gusto — hice una reverencia qué ya había aprendido desde el primer día y ella me siguió.
El momento a su lado había sido tan indescriptible que no sabía que sentir exactamente. Solo podía admitir que me había gustado, y que deseaba llamarla en cuanto tuviera tiempo.
Ese mismo día, más tarde, recordé lo que era un teléfono celular y en la siguiente clase pasé la vergüenza de tener que pedirle a un profesor que me ayudara con el artefacto. Este mismo siendo muy amable acepto y ya tenía el número de Sunjin para marcarle...solo me faltaba saber cómo usar el teléfono.
Me escondí detrás de estantes en la biblioteca, y observé como los jóvenes usaban este nuevo de tipo de teléfono que para mí resultaba magia. Unas horas después de practicar mucho pude marcar a Sunjin y ella me contestó con sosiego. Desde ese momento conversamos muchas cosas, aunque todos los temas de conversación por algún motivo concluían siempre en maquillaje y dinero.
Se veía como una chica agradable y mis torpezas la hacían reír, al menos eso era bueno. Yo continuaba anotando detalles de su persona en mi pequeña libreta, y ella continuaba coqueteándome de forma discreta. En uno de esos días en donde algunas horas nos sobraban, tuvimos nuestra primera cita.
Yo la invite a patinar sobre una pista de hielo que había descubierto gracias a un profesor, y cerramos la noche teniendo la dicha de ver una película en el cine. Me impresionan los colores tan llamativos y los fenomenales maquillajes de los actores, algunas bestias parecían muy reales.
Hubo más citas, claro está, y ella fue quien se acercó para darme el primer beso. Algo de lo que me percate después era que a pesar de que Sunjin estuviera en cada uno de mis días, me sentía vacío. Mi cuerpo ansiaba algo más, y cuando la luna se plantaba sobre el cielo me seguía sintiendo solo. Ella era una chica alegre, sí, pero sonó se podía comparar a mi amada Emma. Mi alma anhelaba entrelazarse con su otra mitad más, sin embargo, tenía que explicarle siempre que esa otra mitad ya no existía, y que de no lograr mi objetivo en este mundo lo más probable es que ni vería a Emma jamás. Por ella y por mis hijos debía enfocarme.
— Si, realmente estoy cansada de que mi hermano me opaque — me conversaba Sunjin — ósea todos sabemos que es el mejor médico de la ciudad, pero cada que tiene una oportunidad lo presume.
— Oh, yo también tengo un hermano que es médico.
— ¿De verdad? — expandió sus ojos asombrada — no me dijiste que tuvieras un hermano.
Había pisado en falso y dije algo que no debía decir. William ya no existía en este mundo y yo no tenía hermanos.
— Ah sí...es que realmente no es mi hermano, pero somos tan cercanos que me gusta decirle así — intente solucionar mi error y bebí del café para que no se me notarán los nervios.
— Mmm comprendo... — hablo Sunjin seguramente buscando en su cabeza algún tema para hablar — me gustó estar contigo esta tarde Jungkook, pero creo que ya se me hace tarde para mis clases de ballet.
— No te preocupes, yo pago la cuenta — me apresuré a decir cuando la observé abrir su bolso para buscar dinero.
— Oh ¿en serio? Que tierno eres — canturreo con voz aguda achinando sus ojos.
Estuve a punto de decirle algo cuando presencié una brisa a la que la acompañaban cantos. El tiempo se detuvo y sentí una sensación de placer que inundaba mi cuerpo, como si acabará de tomar agua luego de padecer deshidratación. Después el suelo comenzó a temblar al igual que las paredes de la cafetería y los objetos dentro de esta.
— ¡Está temblando! ¡Está temblando! — gruñí levantándome con un respingo.
— ¿De qué hablas? — pregunto Sunjin colocándose a mi par, observándome con desconcierto.
El sismo acabó, pero los cantos melodiosos regresaron a mis oídos, esta vez hacia mi izquierda donde por supuesto me giré. Había cientos de personas en la calle, iban de un lado a otro cruzando pistas y avenidas, pero el sol se posaba sobre solo una persona.
Su cuerpo entero resplandecía en brillo, en destellos, en divinidad. Aturdido, abandoné la cafetería para mirarle más de cerca en cuanto escuchaba a lo lejos a Sunjin llamándome, pero sucedía que mis pies se movían solos y yo no tenía control de mí mismo mientras lo observaba. Contemplarlo existir era tan gratificante; una sensación que se escapaba de las palabras del diccionario, no había como describirlo.
Y entonces mi corazón vibró pidiendo auxilio cuando lo vi cruzar la calle siendo imprudente.
— ¡Hey! ¡Espera! ¡Ten cuidado! — grite corriendo en su dirección, tropezando con las personas.
El chico no me oía, parecía estar sordo, pero aun así seguí corriendo. Una camioneta negra transitada por la pista en una velocidad exagerada, y esa misma camioneta se estaba aproximando al joven.
— ¡Cuidado! ¡Espera!
Estando a unos escasos centímetros de él fui temerario y empujé su cuerpo con el mío propio, hasta que caímos sobre el asfalto. El conducto de la camioneta dio un giro inesperado y se estrelló contra un poste de luz, el cuello se derrumbó sobre el techo del auto soltando chispas.
Fue todo un escándalo y la gente se acercó a observar, hubo gritos entre mucho ruido y aun así nada lograba distraer a mis ojos, afanados a permanecer sobre aquel joven. Su piel era pálida y sin imperfecciones. Tenía la cabellera teñida de plateado y conservaba el rostro más deslumbrante que había visto desde que arribe a Corea. El contacto de mi piel con la suya fue solo el comienzo de un gran deleite, y me percibí tan satisfecho que pensé que de mis ojos lágrimas iban a brotar.
Tocaba el mundo con mis propias manos y el cielo se posaba ante mí. Su sonrisa se amplió entonces y sus ojos acabaron en una línea, volviéndose más perfecto cuando lo creí imposible.
— ¿Estás bien? — pregunto con su cálida voz.
Apariencia de Jimin en esta historia.
— Park Jimin. 20 años.
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