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Capítulo 18: Alguien en mi habitación.

Dedicado a: angielizarroyo muchas gracias por leer y votar.

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Desde que desperté sabía que sería un día difícil. Lo supe porque para empezar tuve que bañarme con agua fría, realmente fría. Después no podía encontrar mi mochila. Según yo la había dejado en el sofá que está a unos metros de mi cama pero no se encontraba allí, revisé en el escritorio (que es donde siempre la dijo) pero tampoco, curiosamente la encontré a un lado de la mesita de noche, al parecer tanta era mi distracción que no lo había recordado y en mi desesperación no la había visto.

Desafortunadamente las cosas no terminaron allí porque perdí tanto tiempo en encontrar mi mochila que no desayuné y para colmo Aarón se fue sin mí. Vaya hermano.

Llegué a la universidad pero nuevamente aquí no se había detenido mi mala suerte porque se me había olvidado un reporte que dejaron de tarea. Okay, hasta aquí todo estaba mal, muy MAL pero claro que el universo no tuvo compasión de mí ya que cuando estaba en camino a la cafetería solo recuerdo haber escuchado un "¡cuidado!" antes de que todo se volviera oscuro y de la nada apareciera aquí, en la enfermería.

— ¿Jess? — miré a un lado y al fin sentí que mi día mejoraba al ver a Daniel junto a mí aunque no se vea feliz sino más bien preocupado.

— ¿Qué...? ¡Auch! — me toqué la cabeza al sentir un fuerte dolor.

—Cuidado. — Daniel tomó rápidamente una bolsa color azul y la puso en mi cabeza lo cual provocó que brincara un poco por lo fría que ésta estaba.  

— ¿Qué me pasó? ¿Qué hago aquí? — sin soltar la bolsa que tenía en mi cabeza Daniel me respondió.

— Lo siento, fue mi culpa.— ¿su culpa? — lo que pasó fue que estábamos entrenando y cuando tocó mi turno de patear el balón lo hice muy fuerte, así que se salió de la cancha y justo en ese momento tú estabas pasando y te golpeó. En serio lo siento, Jess. No era mi intención lastimarte. — sonreí para que dejara de sentirse mal aunque eso no sirvió de mucho ya que su expresión de culpabilidad permaneció.

— No te preocupes.— llevé mi mano a mi cabeza para sostener la bolsa aunque esta primera terminó arriba de la de Daniel. — Ya estoy bien. — él sonrió en esta ocasión pero noté que eso no se debía a mis palabras sino al hecho de que había puesto mi mano sobre la suya pues su mirada permanecía en ese punto. Después de unos segundos dirigió su mirada a mí.

— ¿Pero y si te hubiera pasado algo? — volví a sonreír.

— Pero no paso nada, estoy bien ¿Sí? — Él permaneció en silencio y dudoso hasta que pudo responder.

— De acuerdo. — Supe que no estaba del todo de acuerdo por el tono que utilizó pero a pesar de eso me regaló una  de sus lindas sonrisas. Después de eso solo nos quedamos así, mirándonos pero nuevamente el universo no podía darme algo tan lindo porque justo en eso nos interrumpieron.

— ¡JESS! — miré a la puerta pues de ahí provenía el grito de Aarón. — ¿¡Estás bien, hermanita!?

— Sí, ella... — comenzó a decir Daniel pero Aarón lo interrumpió.

— ¡Tú ni hables, maldito asesino de hermanas!

— ¡Aarón! — grité molesta por su comentario.

— ¡QUÉ! ¡CASI TE MATA!

— ¡Ay, Dios! ¡Baja un poco tu drama por favor, Aarón!

— ¡Es que no puedo! ¡Si hubieras muerto yo también, ahora mismo, estaría muerto!

— ¡Aw! — eso vino de parte de Hanna que se encontraba entrando a la enfermería pero no venía sola, atrás de ella se encontraba William.— ¿No podrías soportar una vida sin tu hermana? — Hanna lo miró con ternura.

— No. Estaría muerto porque papá me mataría. — Hanna lo miró mal.

— Como siempre sigues arruinando los momentos tiernos.

— Gracias, doy clases los lunes, no cobro mucho. — Daniel, Hanna y yo comenzamos a reír a excepción de William que se encontraba recargado en el marco de la puerta mientras miraba mal algo y cuando lo vi atentamente me di cuenta que ese algo era Daniel.  

— ¿Y ya me puedo ir? — pregunté.

— Según la enfermera, sí, solo dijo que si te dolía la cabeza te tomaras esto. — Daniel me mostró una caja de pastillas.

— Está bien ¿Hermanito, me puedes llevar a casa? — Aarón me sonrió.

— Claro que sí, hermanita.

— ¿Y de paso me puedes cargar?

— Eso sí que no, pídeselo a tu noviecito que casi te mata.

— Él no me intentó matar.

— Y no son novios.— por primera vez William participó en la conversación. Todos lo miramos un segundo hasta que Aarón se acercó para cargarme a la salida y llevarme a casa.

— ¿Entonces solo dejaron un ensayo y un boceto de lo que me acabas de decir?

— Sip, solo dejaron eso ¿Qué acaso no confías en mí? — preguntó Emma a través del teléfono.

— ¿Honestamente? No, no confió en ti porque tú nunca apuntas las tareas y siempre me las preguntas a mí.

— Bueno eso es cierto pero en esta ocasión sí la anoté porque no estabas.

— Bueno, entonces creo que faltare más seguido.

— ¡NO! ¡NO SE TE VUELVA A OCURRIR DEJARME SOLA, JESSICA! — solté una carcajada por lo dramática que sonó. — ¡NO TE RÍAS DE MIS SENTIMIENTOS!

— Está bien, no lo vuelvo a hacer.

— Gracias.— su tono fue algo sarcástico.

— Oye, tengo que irme, gracias por la tarea.

— De nada, descansa mucho y nos vemos el Lunes.

— Adiós.

— Bye.

Y corté la llamada.

Al ver que la tarea era algo pesada agradecí que fuera viernes pues así podía hacerla mañana. Miré la hora y al ver que eran las 11:56 p.m. decidí que lo mejor sería dormir. Y  así lo hice.

Poco a poco comencé a despertarme por un fuerte dolor que sentí en la cabeza. Me senté en mi cama y tomé mi celular de la mesita de noche para ver la hora: 3:39 a.m.

Nunca me había despertado en medio de la noche, ni por un dolor o una pesadilla. Acerqué mi mano a la lámpara para que la habitación quedara iluminada por una tenue luz suficientemente "fuerte"  para que pudiera ver la pastilla y el vaso de agua que había debajo en la mesa. Tomé ambas y luego de poner la pastilla en mi boca la pasé con el agua.

Al dejar el vaso en la mesa por el radio del ojo pude ver algo extraño en mi habitación, levanté la vista y lo único que pude hacer fue dar un salto hacia atrás al notar que no estaba sola en mi habitación como yo pensaba.  

Esta tarde había dejado mi mochila en el sofá que se encontraba a unos metros de mi cama pero ahora ésta ya no se encontraba ahí, en su lugar ahora estaba William.

Tomé una almohada que estaba a mi lado y sin esperar mucho la lancé justo en la cara de William. Solo segundos bastaron para que él despertara de un sobre sobresalto.

— ¿¡QUÉ DEMONIOS...!? — se calló de golpe al notar que yo lo miraba. — Yo...

— ¿Qué haces aquí? — me miró unos segundos pero no dijo absolutamente nada. — ¿Qué haces aquí? — volví a preguntar pero él no me respondió. — No es la primera vez que haces esto ¿Verdad? — dije eso al ver que mi mochila estaba en el mismo lugar donde la encontré ayer en la mañana. William solo me miraba pero no me respondía. — ¿Desde cuándo lo haces? — Se quedó callado hasta que al fin me respondió.

— Desde... desde que fuiste a ayudar a tu mamá. — eso había pasado hace más de un mes. Me quedé unos segundos callada ya que esto realmente me aterraba porque no había razón alguna para que el viniera a mi habitación por la noches, solo si él me quisiera... Mi mente regresó a lo que había pasado en la cocina después de la fiesta de Aarón.

— Quiero que te vayas de mi habitación y que no vuelvas a venir ¿Quedó claro? — lo miré a los ojos cuando dije cada palabra y al terminar de hablar me quedé confundida al pensar que se había asustado con lo que había dicho pero confirmé que me había equivocado al ver como se ponía de pie y salía de la habitación pero no sin antes cerrar la puerta de un portazo.

Aun algo asustada apagué la lámpara e intenté dormir de nuevo.

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