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Capítulo 14: Odio las fiestas.

Volví a mirar la hora, 12:02. La fiesta había comenzado hace una hora apenas y en todo ese tiempo yo seguía haciendo lo mismo; mirar por la ventana de mi habitación que daba vista al patio para ver lo que pasaba. Cosa que era muy aburrida porque solo estaban hablando, bailando, bebiendo, drogándose, otros más al fondo agasajándose y algunos se aventaban a la piscina. Básicamente nada fuera de lo común, según las películas donde aparecían fiestas universitarias.

¡Ay, Hanna! ¿¡POR QUÉ TENÍAS QUE ABRIR LA BOCA!? Siempre he odiado tener extraños en mi casa y ahora tengo a casi toda la universidad metida aquí. Pero también es culpa de Aarón por no haberse negado a todo esto.

Un movimiento brusco en el picaporte de la puerta de mi habitación hizo que dejara de ver por la ventana. Como estaba cerrada con seguro se seguía moviendo, así estuvo unos segundos más hasta que la persona se dio por vencida y creo que se marchó. Esto no era la primera vez que pasaba, ya era como la quinta. Claramente era una parejita de calenturientos, que buscaban una habitación donde hacer sus porquerías, pero lo que no sabían es que se llevarían una gran decepción al ver que las siguientes dos puertas también estaban cerradas a petición de Aarón, que en cuanto llegamos a casa me mandó a que cerrara todas las puertas de la planta alta y ahora sé por qué.

Mi vista regresó al patio, pero eso no tardó mucho, porque esta vez tocaron la puerta.

— ¡EL BAÑO ESTÁ ABAJO! — Grité por el sonido de la música y porque esa era la única razón por la que alguien tocaría la puerta en una fiesta ¿no?

— ¡YA LO SÉ, JESS! — Reconocí esa voz.

— ¡DANIEL!

— ¡SÍ! ¿¡PUEDO PASAR!? — Me puse de pie y me encaminé a la puerta. Al llegar la abrí solo un poco para ver si era él.

Cuando comprobé que si era, me hice a un lado.

— Pasa.

— Linda habitación.— al cerrar la puerta y girarme hacia él vi que estaba mirando a todos lados.

— Gracias.

— ¡Wow! Esos son muchos libros ¿Los leíste todos?

— Sí.— sonreí orgullosa.— Am... No quiero sonar mal educada pero ¿Qué haces aquí?

— Aarón dijo que estabas aquí porque no te gustan las fiestas y me pidió que viniera para hacerte compañía, porque soy al único del equipo que tampoco le gustan.

— Así que ¿Mi hermano te lo pidió? — Honestamente eso me molestaba.

— Bueno... no fue así... más bien dijo que estabas aquí y decidí venir para que no estuvieras sola.

— Bueno ¿Entonces viniste por tu propia voluntad?

— Sí.— sonrió apenado por lo que yo le devolví la sonrisa.

— Está bien, aunque creo que te vas a aburrir más aquí que si te hubieras quedado haya abajo.

— No lo creo ¿Qué hacías antes de que te interrumpiese?

— Primero: No me interrumpiste en nada, solo quiero que quede claro.— Me sonrió.— Y segundo: solo estaba mirando por la ventana para ver que hacían. Lo sé muy aburrido ¿No?

— No del todo.— Caminó a la ventana para ver al patio, yo lo seguí. Tardó un momento mirando el patio hasta que volvió a hablar.— Ves el chico que está solo haya al fondo.

— Sí.— Era un chico castaño que no apartaba la vista de un trío de amigas.

— ¿Cuánto apuestas a que terminara hablando con la pelirroja? — lo pensé un momento.

— Hecho. De todas formas yo creo que le hablara a la castaña.

— Bien, hay que ver. — nos sentamos en el asiento de la venta, no dejamos de mirar al chico y al trío de chicas.

No pasó más de un minuto cuando el chico comenzó a acercarse al pequeño grupo. Al principio parecía que se había acercado para hablar con la pelirroja pero no fue así, al igual que con la castaña, la cual yo apoyaba, en vez de ellas dos se fue con la tercera chica que era rubia. ¿Cómo no lo pensé? A todos los chicos les gustan las rubias.

La miré fijamente hasta que ella giró un poco la cabeza (estaba de espaldas) y pude descubrir que era Hanna mientras que el chico era el mismo que no la había dejado de ver en el campo de la universidad. ¿Pero quién podía culparlo? Porque sinceramente Hanna era muy bonita.

— Bueno... ninguno ganó.— dije sin apartar la vista de aquel grupo.

— Cierto, pero no importa mucho, podemos suponer de otra cosa.

— ¿Cómo qué?

— Pues...— miró al patio unos segundos. Su vista se centró en los chicos del equipo de fútbol, sus compañeros, que habían aparecido en el patio mientras tenían a un chico cargado que segundos después fue arrojado a la piscina.— Ya sé ¿Quién crees que será el próximo en ser arrojado?

— No lo sé, hay muchas posibilidades y la mayoría no las sé honestamente.— me quedé pensando, ya que estaba la mitad de la universidad aquí ¿Cómo podría adivinar? Así que dije lo primero que pensé, o mejor dicho a lo primero que vi.— ¿A ti? — él rió.

— Wow, que gran amiga. Bueno pues, yo creo que tú serás la siguiente.— reí. Claramente ambos perderíamos.

El equipo entero volvió a adentrarse en la casa para buscar a su próxima víctima. Daniel y yo solo miramos por la ventana esperando, ya que esta vez se estaban tardando.

— Se están tardando.— dije.

— Es que vienen por ti.

— Sí, claro.— Eché mi cabeza hacia atrás mientras reía y cuando volví a centrar mi atención a Daniel, me di cuenta que él solo me estaba mirando con una sonrisa, yo le correspondí haciendo lo mismo, solo nos quedamos mirando. Él me miraba y yo a él. Estaba nerviosa y algo incomoda, pero el primer sentimiento creció mucho más cuando noté que él estaba reduciendo el espacio entre nosotros. Comencé a mover mi pulsera por el nerviosismo pero yo no me moví. Nuestras miradas no se separaron ni por un momento, ni siquiera cuando unos pocos centímetros eran los que nos separaban.

Pero nada pasó. Ambos nos separamos de golpe al escuchar que alguien tocó la puerta algo que extrañamente hizo que me sintiera aliviada.

— ¡¿QUIÉN ÉS?! — me puse de pie para acercarme a la puerta.

— ¡Aarón! — al escuchar que era él me apresuré a la puerta para abrirla.

— Aquí está Daniel ¿verdad? — fue lo primero que dijo cuando abrí la puerta.

— Sí ¿Por qué?

— ¿Podemos pasar?

— ¿Cómo? — ¿A caso escuché bien? dijo ¿Nosotros?

Aarón me tomó por la mano para hacerme a un lado y abrir la puerta de mi habitación por completo haciendo que todo el equipo de fútbol entrase y se dirigieran hacia donde estaba Daniel. Por unos instantes desapareció de mi campo de visión porque el equipo lo tenía rodeado. Lo volví a ver cuándo varios lo tenían agarrado de los brazos y piernas, y lo dirigían a la puerta. Antes de salir Daniel se dirigió a mí.

— ¡Creo que ganaste! — solo le sonreí porque no sabía que más hacer.

— ¿Qué ganaste? — preguntó Aarón cuando todo el equipo se encontraba escaleras abajo.

— Nada importante.

— Bueno, gracias por dejarnos pasar.

— Seguro. — Aarón me sonrío y se encaminó a la planta baja.

Entré de nuevo a mi habitación, pero cuando intenté cerrar la puerta algo me lo impidió, volví a abrirla para ver que era, aunque realmente no era un "qué" sino un "quién".

William era ese "quien", aunque no lo pareciera, porque el William que yo conozco se ve demasiado seguro de sí, y a quien yo tenía enfrente estaba totalmente desorientado.

— ¿Estás bien, Will? — No me dijo nada, solo me miró pero no con el odio que siempre lo hace, lo hizo como si quisiera algo o como si estuviera molesto pero no exactamente conmigo, pero a pesar de que su mirada no era como las de siempre, me seguía sintiendo igual; torpe, insegura y pequeña.

Poco a poco se fue adentrando a mi habitación, cuando entró por completo cerró la puerta sin apartar su mirada de mí. Yo solo me quedé callada, me daba miedo hacer algo que lo pudiera molestar, pero más lo que sea que estaba cruzando por su cabeza.

Puso su mano atrás de mi cuello haciendo que dejara de alejarme cada vez que él se me acercaba, no apartaba su mirada de mis ojos, ni yo de los de él aunque ahora solo nos separaban unos centímetros. Me movió un poco y me dio un beso en la mejilla.

— ¿Qué estás haciendo? — dije en voz baja, pero él no me respondió, sus labios se acercaron a los míos, aunque no los tocó, solo los roso, pero yo no quería eso, por más estúpido que sonara yo quería que acortara la distancia. Pero no pasó, sus labios se alejaron hasta que llegar a mi oreja izquierda haciendo que me estremeciera pero todo eso terminó cuando al fin habló...

— ¿En serio creías que te iba a besar? — El comenzó a reírse y yo lo aparté de un empujón.

Seguía riéndose a carcajadas, incluso estaba llorando de la risa.

— ¡Carajo, en serio que te escuchaste y viste de lo más patética y desesperada!

Apreté los puños pero no dije nada solo me acerqué para abrir la puerta.

— ¡LARGO! — dejó de reírse de golpe para mirarme.

— ¿Qué?

— ¡DIJE QUE TE LARGUES! — No me había dado cuenta que estaba gritando hasta que sentí ardor en mi garganta. Por un segundo creí ver que lo hice sentir mal y triste, pero descarté eso cuando una sonrisa burlona cruzó por su rostro. No dijo nada solo se marchó y yo cerré la puerta de un portazo, justo a tiempo para que él no viera que las lágrimas se apoderaban de mí. Otra vez.

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