Capítulo 9
Cumpleaños número dieciséis
Jimin adoraba realizar fiestas y más cuando eran para festejar el cumpleaños de Jungkook. En esa ocasión la fiesta fue en el salón del castillo infernal, los invitados eran miembros de la realeza de distintas razas del submundo, la idea de Jimin era dar a conocer a su hijo adolescente para que encontrara una pareja digna (a pesar de su corta edad ya era hora de ir buscando candidatos) Pero Jungkook estaba encerrado en su habitación sin querer salir porque no le gustaba para nada la idea de su padre.
—Jungkookie, sal... Todos esperan por ti en la fiesta —dijo Jimin al otro lado de la puerta.
—No quiero.
Jungkook estaba acostado en la cama mirando al techo mientras dibujaba con sus dedos puntos centelleantes en el aire para distraerse.
—Entonces le diré a Yoongi que venga por ti.
—¡Haz lo que quieras, no iré a la fiesta! —volvió a gritar.
Bastaron un par de minutos para que Yoongi arrancara la puerta de la habitación de un solo jalón. Jungkook se puso de pie inmediatamente sonriendo con descaro y retando con la mirada a su padre.
—Vas a bajar ahora mismo —dijo Yoongi con severidad.
—Ya les dije que no quiero. —Cruzó los brazos.
—¡Preparé todo para ti! ¿Por qué armas un escándalo? —se quejó Jimin.
—No quiero buscar pareja, ¡apenas tengo dieciséis! Quiero seguir jugando con los dragones y saltar por el lago de fuego.
Yoongi miró a Jimin de reojo, luego suspiró al mismo tiempo que asentía con la cabeza.
—Bueno, nada de buscarte pareja. Solo baja a divertirte.
—¿Lo prometen? —Alzó las cejas.
—No sabía que te molestaba... —murmuró Jimin.
—Pues ya lo sabes —masculló entre dientes.
Jungkook recibió muchos regalos aquel día, también propuestas de matrimonios arreglados pero Yoongi salía al rescate para rechazarlas con suma brutalidad. El príncipe decidió apartarse del baile para sentarse en las escaleras que guiaban al pasillo por donde los sirvientes cruzaban de la cocina al salón. Ahí se encontró con una ángel oscura que aparentaba su misma edad físicamente pero que en realidad rondaba los cincuentas. Ella era rubia, sus ojos azules y delicados al igual que sus rasgos, simpática y de sangre ligera.
—Por lo que veo no te gustan las fiestas —dijo ella.
—Las fiestas me encantan, el asunto es que... —Jungkook se quedó en silencio— ¿Quién eres?
—Me llamo Brenda, soy hija de uno de los sirvientes de la casa.
—¡Hey! —gritó una quimera joven con rostro de pantera, alas negras de ángel y cuerpo de humano— ¿Por qué están acá escondidos?
—Me aburrí —dijo Jungkook con sinceridad sintiéndose al mismo tiempo más cómodo.
La quimera frente a él era Freud, el hijo de Jilianny. Lo conoció cuando tenía diez años y desde ese momento se convirtió en su mejor amigo.
—Mejor disfruta, eres el príncipe y la fiesta es en tu honor. No todos los días se cumplen dieciséis años. —Estiró la mano jalando a Jungkook hacia la pista de baile.
Jimin y Yoongi destacaban entre todos al bailar pues se complementaban de una manera tan maravillosa que hipnotizaban a todos los que veían su danza.
Jungkook comenzó a bailar con su par de amigos al lado de sus padres. Todo era risa y diversión hasta que Jimin enloqueció.
Él comenzó a escuchar voces indistintas que le pedían a gritos asesinar a todos los demonios del lugar.
El rubio se apartó de Yoongi repentinamente encendiendo sus manos en un color fuego vivo y lanzando de su poder hacia los invitados, pero Jungkook lo contuvo en un movimiento rápido lanzando el fuego al techo del palacio.
Yoongi tomó a Jimin por los hombros gritándole que reaccionara, pero Jimin seguía poseído por la maldición de haber hecho el ritual aperta memoria años atrás cuando los celestiales le borraron sus recuerdos.
—¡Jungkook, saca a los invitados del palacio, Jilianny trae al sacerdote. Ahora! —gritó Yoongi.
Jungkook invitó a los invitados a salir del salón creando distintos portales que los guiaban a sus respectivos reinos mientras que Yoongi trataba de contener a Jimin. Mientras que Jilianny corría velozmente para llevar al sacerdote principal al gran salón.
—¡Tengo que quemarlos a todos! —gritaba Jimin enfurecido.
—¡Basta Jimin, reacciona mi amor! —Yoongi le rogaba desesperado.
—¡No me llames de esa manera asqueroso demonio!
—¡El sacerdote está aquí! —gritó Jilianny cuando regresó corriendo.
—¡Llévate a Jungkook a su habitación! —Ordenó Yoongi.
—¡Ya no soy un niño! —gritó el muchacho.
—Decir que no lo eres demuestra que lo eres ¡Llévate a Jungkook de aquí, ya! —Yoongi le dijo a Jilianny mientras seguía conteniendo a Jimin tomándolo por los hombros—. Tomó su medicina antes de que comenzara la fiesta, ¡¿Por qué está descontrolado?! —Le preguntó al sacerdote.
—El tiempo llegó mi señor, la medicina ya no surge efecto...
—¿Tan pronto? ¿Qué hago?
—Dormirlo es la mejor opción por ahora, mi señor —dijo el sacerdote.
—¡¿Dormirlo?! —preguntó en un grito.
—¡Suéltame asqueroso demonio! —volvió a gritar Jimin.
Yoongi no dijo una sola palabra más, simplemente dejó salir de su boca humo negro para dormir a su amado. Jimin cayó desmayado en sus brazos.
—¿Y ahora qué?
—Yo no puedo sanarlo, mi señor. La única manera es yendo al templo celestial y rogarle a los arcángeles que le quiten la maldición.
—¡Esos malditos van a negarse!
—Es la única manera.
—Cuiden de Jungkook.
Fue lo último que dijo antes de desaparecer.
Yoongi apareció frente al santuario sagrado en el reino celestial. Distintos ángeles lo vieron llegar con Jimin en brazos pero ninguno se atrevió a atacarlo, no después de haber sido testigos de su inmenso poder. Cuando llegó al santuario llamó a los arcángeles desesperado.
—¡Namjoon, Seokjin, Hoseok. Vengan ante mí! —gritó y ellos lo escucharon.
Los tres salieron de inmediato. Ellos sabían a lo que iba.
—Te tardaste en pedir nuestra ayuda —dijo Seokjin.
—Pero pasa, ¿por qué te quedas afuera?
—La gloria puede lastimar a Jimin —dijo desde la puerta del santuario.
—No creí volver a vernos. No después de que nos obligara a dormir mientras asesinabas a los nuestros —dijo Hoseok.
—Eres el menos indicado para decir eso, Jimin solo quería salvarme.
—Y ahora tú lo quieres salvar a él de la maldición celestial —aseguró Namjoon.
—Háganlo y a cambio les prometo una cosa —dijo Yoongi tragando saliva nervioso.
—¿Qué puedes ofrecernos, tú rey del inframundo? —cuestionó Seokjin.
—Prometo no asesinarlos, lo firmaré en una hoja celestial con mi propia sangre. Será un pacto entre nosotros cuatro. —Suspiró— Ya no quiero guerras, solo quiero que mi familia sea feliz.
—¿Seguro que ya no quieres guerras, Yoongi? —preguntó Namjoon.
—Así es. Ya no me interesa gobernar el universo... Yo me retiro, los dejo en paz. Mis prioridades han cambiado.
—Tenemos que estar los tres de acuerdo para esto, ¿Estás de acuerdo Namjoonie? —preguntó Hoseok.
—Sí, después de todo Yoongi fue nuestro amigo en el pasado.
—¿Y tú Seokjinie?
—Si esto va a mantenerme con vida acepto. Pero tienes que firmar el pacto con tu sangre — contestó Seokjin.
—¡Entonces hagámoslo! —insistió Yoongi.
—Pero todavía falta mi respuesta —dijo Hoseok.
—¿Y cuál es, hermano? —preguntó Seokjin.
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