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(A/N): TODOBAKU; aunque ya lo haya esclarecido en la descripción. La personalidad de Shōto será la principal afectada por el OOC. Espero no causar incomodidad a nadie.





SHŌTO.

Cuando alguien se refería al amor como un sentimiento, no podía evitar sentir que se estaba equivocando en definirlo de esa manera.

Muchas personas cometían errores fatales basados en "sentir" amor; es verdad, el amor te hace experimentar muchas cosas, algunas más fuertes que otras, algunas más felices que otras, no obstante, fundamentado en esa ideología barata de "sentir", es por lo que la mayoría de la gente acaba con el corazón roto, y enemistados con la ideóloga de querer a alguien de nuevo.

Es como si hoy afirmaras sentir amor por una comida —en mi caso, el soba, pero para mí es irrefutable e incomparable el amor que le tengo a ese platillo—, y mañana, al descubrir algo "inadecuado" o poco común en ella, ese "sentimiento" se esfumara de un momento a otro, e inclusive, volver a otra vianda tu centro de atención.

Podría decirse que es como un ciclo vicioso. Uno que ocurre muchas veces en las relaciones que suele ser causa de ruptura como factor principal a raíz de una infidelidad.

Para mí el amor no es un sentimiento.

El amor, para mí, produce muchos sentimientos. Felicidad, tristeza, ansiedad, alegría, gozo, desgracia, emoción en general, depresión, etc, etc, etc.

El amor es una decisión basada en un compromiso. Uno que haces contigo mismo o con la otra persona. Puede presentarse de forma unilateral también. El amor es algo que alimentas a diario, con la confianza, el esfuerzo, el cariño, la dedicación y la reciprocidad —si nos vamos a lo más moderno o actual—.

Y es por eso, que yo sé, y reconozco, que los sentimientos que tengo hacia Midoriya, son todo, menos amor.

No me malentiendan, claro que siento algo por mi compañero de cabellos verdes y ojos esmeralda. Lo que sucede es que esos sentimientos no son tan fuertes como para catalogarlos como productos del amor.

Sí, me agrada verlo sonreír, aquello me genera una paz y tranquilidad gigantesca.

Sí, cada vez que habla es inevitable que no le preste atención, pues siempre tiene cosas interesantes por decir y suelen entretenerme bastante.

Sí, son inconfundibles para mí sus manías, formas de reaccionar, maneras de expresarse y modos de tratar a las personas.

Sí, conozco sus gustos hasta en cosas que pienso que no deberían corresponderme a mí, que solo soy su amigo.

Pero no, no creo estar muriéndome de amor por él; aclaro —de nuevo—, no porque él no se lo merezca —a decir verdad, pienso que es merecedor de todas las cosas buenas de este mundo y los que siguen—, sino porque jamás he sentido la necesidad abominable que cuentan mis compañeros, de respirar el mismo aire que el respira —que, paradójicamente, sí lo hago—, de estar atrás de él a cada momento, de saber de su vida a cada instante.

Yo, puedo, perfectamente, hacer mi vida muy aparte de lo que respecta a Midoriya.

Sin embargo, no puedo negar que algo se remueve en mi interior cada vez que paso tiempo con él, lo que me ha llevado a la conclusión de que, efectivamente, me siento atraído sentimentalmente hacia él.

¿He hecho algo al respecto? Por supuesto que no.

¿Planeo hacerlo? Eh... Siguiente pregunta, por favor.

—Todoroki-san —la voz de Yaoyorozu me transporta de regreso a mi plano actual, ella me mira desde el otro lado de mi banco con ojos curiosos—. ¿Tiene los apuntes de la clase de matemáticas de ayer?

—Ah, sí, claro —no tardo mucho en responderle, apresurándome a sacar mi libreta de apuntes—. Es cierto, no estuviste en esa clase —digo para no hacer la transacción tan seca antes de extenderle el cuaderno.

—Sí, tenía que estar en una junta de algo del consejo estudiantil con Iida-kun —me explica después de recibirlo—. Gracias Todoroki-san, se lo devolveré en cuanto halla terminado.

—Está bien, no te preocupes —veo cómo se despide de mí con la mano y se da la vuelta para ir a su asiento.

Bufo con aburrimiento, apoyo mi cabeza sobre mi mano ya que mi brazo está recargado de la mesa, y permanezco con la mirada enfocada en la nada. Las clases comenzaban a las siete treinta y apenas eran las siete diez; no es que adore madrugar, pero justamente hoy me desperté temprano y no pude volver a dormirme.

Detesto cuando sucede eso; en lo personal, me considero alguien que valora muy bien sus horas de sueño. Las disfruto, y no veo nada de malo en aprovecharlas al máximo.

Entonces cuando por quién sabe qué terminó madrugando inconscientemente, solo me queda consolarme diciéndome que cuando regrese a casa podré recuperar mi tiempo de descanso perdido.

De repente me parece que el reloj sobre la pizarra ha decidido andar con extrema lentitud, así que decido cerrar los ojos un momento, para descansar la vista únicamente.

Una leve brisa proveniente del aire acondicionado que prácticamente me queda enfrente mueve mis cabellos. Noto, mientras tanto, lo largo que se ha puesto, y pienso que debería cortar las puntas para evitar que sigan metiéndose en mis ojos como ya me ha ocurrido.

A veces pienso que es irónico el que tenga el cabello de dos colores; es decir, no siempre me he sentido bien conmigo mismo por ese hecho, igualmente me sucede con mi heterocromía.

Suelo atribuírselo a que gran parte de mi vida consideré esas cualidades mías, más que un rasgo que acentuaba mí atractivo, como algo que me recordaba constantemente todo lo que había tenido que suceder para que ese producto se diera.

Sumado a eso la cicatriz que ahora descansa bajo mi ojo izquierdo. Aquello también se convirtió en algo de lo que me avergoncé durante muchos años; incluso recuerdo que hubo una época en la que evitaba a toda costa los espejos o cualquier otra cosa que pudiera mostrar reflejo de mi cuerpo. Detestaba cada parte de mí, porque todo eso me recordaba a mi padre, y avivaba el rencor hacia él.

Y digo que es contradictorio, ya que, si quitamos mi parte albina y mi iris gris, sería prácticamente la copia, o más bien, el retrato en "miniatura", de Enji Todoroki. Lástima que no funciona al revés, porque aún quitándome el lado rojo de mis hebras y el ojo turquesa —me teñí el cabello y usaba pupilentes en un tiempo a inicios de la escuela media inicial—, sigo siendo el jodido rostro de mi jodido padre. Cómo quisiera parecerme más a mi madre.

Lástima que los malditos genes Todoroki son absurdamente dominantes.

¿Es que acaso la genética también se las arregló para fastidiarme la vida también? Por favor, que nadie me conteste o me lanzo por la ventana.

En síntesis, mi familia es un asco.

Mi padre, el estúpidamente héroe número uno de Japón, es un maldito narcisista con complejo de superioridad que tiene incrustado en su jodido y egocéntrico cerebro, la ideología de hacer a sus hijos a su modo.

Fue criado a la antigua, por lo que es un conservador de lo peor, y, como era de esperarse, nos transmitió su recatada tradicionalidad —de esta no me quejo tanto— y conservadurismo.

Sin embargo, su percepción de la realidad se vio un poquito alterada al darse cuenta de que jamás podría ser un héroe del calibre de All Might, quien en su momento también fue el número uno de Japón; gracias a su deseo de conseguir más fuerza y poder, cometió una de las peores equivocaciones de la historia, transformándonos así, en una familia repleta miseria, traumas, abusos, disfuncionalidad y, acomplejada.

Mi madre, por otro lado, también fue criada a la antigua —como detesto el sistema de crianza de Japón, deberían replantearse su estructura moral y su estereotipo familiar; nos harían un favor a todos—, por consecuente se puede decir que gran parte de su vida se dedicó a decir que sí a todo y a asentir con la cabeza sin protestar.

No quisiera decirle alfeñique a la mujer que me dio la vida, pero su fisiología es así. Fue casada con mi padre para ayudar a la economía de los Himura —me hubiera encantado usar ese apellido, pero como siempre, el idiota de Enji arrimándolo todo—, y gracias a eso fue que nació mi hermano mayor, Touya.

Él es... ¿Extravagante? Estudió para ser héroe en Yuei, pero apenas se graduó se dedicó a cosas no tan... Lícitas. Ha tenido siete arrestos y apenas ha cumplido los veintiocho años, el último fue tan grave que tiene que estar en arresto domiciliario durante trece meses. Fue lo mínimo que pudo conseguir nuestro padre para evitar que lo mandaran a un reclusorio por incendiar una escuela primaria por dos años.

Él jura que estaba vacía.

Los maestros... No tanto.

Después de Touya nació mi hermana mayor, Fuyumi. Se podría decir que ella es la más normal de todos nosotros. Desarrolló el quirk de nuestra madre, sin embargo, al ver lo que la ambición de mi padre nos había hecho a todos, optó por renunciar a la idea de ser heroína y prefirió llevar la vida tranquila que el ser un civil podría otorgar. Es maestra de preescolar, y después de fallar al intentar "restaurar el núcleo familiar", prefirió hacerse a un lado y llevar su vida de forma independiente, lejos de la casa en donde crecimos.

Decir que no me dolió su abandono parcial, sería convertirme en mentiroso.

Pero al fin y al cabo, ella es adulta y tiene derecho a tratar de rehacer su vida lejos de nuestro bochornoso apellido.

Luego de Fuyumi, está Natsuo.

Pido perdón a todos mis antepasados por lo que voy a decir, pero, a mi parecer, Natsuo es un llorón jodidamente torpe y reprimido.

Creo, de corazón, que de nosotros él es el que se ha guardado toda la negatividad de estos años para sí mismo, y ello lo ha convertido en un manojo de amargura y pesimismo.

Entiendo que resintió mucho ver a nuestro padre agredernos a mamá y a mí, y que el hecho de no sentir esa calidez familiar que se SUPONE, que se debe de tener para un crecimiento sano en un infante, le afectó bastante en su desarrollo como persona; no obstante, a veces pienso que se encierra en su propia molestia, y trata de hacer que todos los problemas y situaciones complicadas giren al rededor de él.

Y no me mal entiendan, adoro a mi hermano, se preocupa por mí y yo por él, nos apoyamos en lo que podemos y tratamos de convivir mucho en compensación por los años que no tuvimos esa oportunidad; es solo que a veces pienso que actúa como si el único que sufre fuera él. Como si quisiera que todo se tratara de él.

Y sí, creo que eso también es culpa de Enji, pero, no soy psicólogo ni psiquiatra para darle un diagnóstico a base de sus comportamientos. Eso no es trabajo mío.

Y ya como cereza del pastel, estoy yo.

Mi nombre es Shōto, que básicamente significa: Calor y Congelación. ¿Hasta en eso me tuvo que catalogar el idiota que me engendró? Maldito sea. El apellido que comparto con mis hermanos, también significa "Fuego rugiente", que en lo personal siento que caracteriza muy bien a Endeavor.

Se podría decir que soy, el segundo hijo más jodido —el primer puesto se lo lleva Touya, él sí que está descarriado— de ese matrimonio.

Desde el momento en que nací, mi padre me vio con el potencial de convertirme en una versión suya pero perfeccionada. Su quirk, combinado con el de mi madre, generaba un balance idóneo entre ambos elementos.

Tanto las llamas como el hielo encontraron un punto de equilibrio, por lo cual aumentaron mi capacidad como héroe al poseerlos a ambos.

Para algunos eso sería una bendición. Para mí, fue una maldición de la que hasta el sol de hoy me sigue costando liberarme.

Obviamente, en la creación "impecable" de Enji Todoroki, no tenía que haber lugar para distracciones. Nada de juegos, nada de vida social, nada de cosas que para el resto de los niños era normal.

No podía ver a mis hermanos, no podía salir a la calle solo, no podía ir a al jardín de infantes, todo era mediante maestros privados que iban a mi casa para educarme allí. No podía hacer nada que representara una amenaza para el objetivo de Endeavor.

Y, por supuesto, para llegar a ser una obra maestra, tuve que pasar por un espartano entrenamiento desde que cumplí los tres años. No tenía derecho a fracasar ni una sola vez, y cuando lo hacía —las pocas veces que ocurría, porque era tanto mi temor a mi padre que me auto exigía jamás claudicar—, todo resultaba mal para mí. Llegué incluso a caer en coma durante una semana por el desgaste físico.

Todos los abusos y maltratos, tanto corporales como psicológicos, llevaron a mi madre a un punto en el que su cordura no estaba en su lugar. Terminó arrojándome agua hirviendo al rostro cuando su temor a que yo me transformara en mi padre se volvió incontrolable. Luego intentó ayudarme con su quirk, pero aquello resultó peor, por lo que acabó quemándome el rostro con el hielo.

Ella fue internada en un centro psiquiátrico, Enji se quedó a mi cargo y al de mis hermanos, y de ahí en más cada quién ha estado haciendo de su vida lo que ha querido. Natsuo y yo somos los que aún vivimos en la casa familiar. Mamá aún no es dada de alta y Touya está encerrado en su departamento. Natsuo sigue con nosotros porque está estudiando el penúltimo año de medicina, pero sé que en cuanto acabe va a irse a vivir a otro sitio, posiblemente con su novia.

Y yo... Bueno, digamos que soy un terco sin remedio.

A pesar de todo, ya estoy en el tercer año en Yuei, la más prestigiosa academia de héroes de Japón. Sí, quiero ser un héroe, aún por encima de todas las desgracias que me han ocurrido desde que tengo uso de razón.

Cualquiera diría que estoy loco, pero pienso que aspirar a ser un gran héroe es algo digno de admirar, y más con mi trasfondo, aunque sé que hay quien la ha pasado peor.

Aún no me replanteo si quiero ser el número uno, pero sí aspiro a un buen lugar en el ranking.

El estar aquí me ha hecho reflexionar en muchas cosas de mi vida privada.

Y es ahí donde vuelvo al tema de Midoriya.

Suelto un tendido suspiro mientras pienso en su nombre.

Él ha sido una de mis mayores fuentes de inspiración desde nuestro primer año. Conocerlo fue algo increíble que trajo cosas positivas a mi vida. Fue gracias a su ayuda que pude aceptar mi lado izquierdo, literalmente.

Hice las pases con mi quirk de llamas, y es por eso que hoy, domino al cien por ciento ese lado. Claro, todavía sigo aprendiendo cosas, pero puedo asegurar que estoy muy por encima de mi yo de primer año. Y me atrevo a decir que puedo igualar, hasta cierto punto, el potencial de mi padre.

—¡Todoroki-kun! —abro los ojos tan pronto escucho mi nombre provenir de uno de mis compañeros.

—Ah, Iida-kun, ¿qué sucede? —cuestiono mientras me enderezo y disimulo un bostezo.

—¿Te gustaría ayudarnos a Yaoyorozu y a mí con una propuesta del consejo estudiantil?

Antes de que pudiera indagar acerca de eso, el timbre que anunciaba el inicio de las clases de hizo presente, y casi al instante, nuestro profesor, Aisawa, hizo acto de presencia en la puerta del aula.

—Te contaré al respecto en el almuerzo, ¿te parece? —sugirió Iida al ver al maestro entrando.

—Claro, no te preocupes —contesté a duras penas, ya que mi amigo se dio la vuelta cual rayo en un visaje ya estaba en su lugar.

Poco tiempo pasó para que Aisawa estuviera en el podio y diera la indicación para el inicio de esta sesión.

Al parecer tendríamos una prueba física esa mañana, por lo que inmediatamente fuimos a ponernos los trajes de deporte de la escuela y nos dirigimos al campo B para la actividad.

Fue, bastante más intensa de lo que pensé.

Todos acabamos agotados y al punto del desmayo después de dos horas de correr de arriba a abajo tratando de completar el circuito que nos habían puesto con ayuda de Cemento's. Era en parejas, a mí me tocó con Mineta... Desgraciadamente.

Fue un martirio tener que cargar con ese medio metro de color púrpura; se asustó tanto por los escenarios dentro del laberinto que tuve que traerlo sobre mi espalda durante la hora y media que duramos allí dentro. Más que ayudar, me atrasó, pero no podía decir nada porque estaría fallando a mi convicción como héroe.

En este momento estábamos dentro de las duchas. Todos estaban suspirando y quejándose de dolor, yo sentía un leve pinchazo en el término de la columna y la cintura. Un hombro me estaba molestando y mi brazo estaba entumecido.

—Ah, esto sí que es relajante —Denki había abierto una regadera y soltaba jadeos de gusto al sentir el agua caerle encima.

No podía verlo pero estaba seguro de que tenía una expresión boba en el rostro.

Sonreí, porque aquello era tan propio de él.

—Todoroki-kun —mi cabeza se giró antes de que yo pudiera procesarlo, Midoriya estaba frente a mí, aún con el uniforme puesto.

—¿Sí?

—¿Crees que podrías ayudarme a estudiar para el examen de álgebra?

Ni siquiera lo pensé.

—Por supuesto, no tengo problemas —le dije en un instante, con los nervios al tope.

—¡Gracias, Todoroki-kun! —entonces sonrió.

Él tenía una sonrisa muy linda.

—No hay de qué —le sonreí a medias—. ¿Te gustaría comenzar hoy?

No supe por qué, pero tuve la necesidad de proponer aquello a sabiendas de que también tenía que estudiar para las pruebas de inglés, que eran en dos días. Las de álgebra era en una semana.

—¿De verdad? —sus ojos se hicieron aún más grandes.

—Sí, ¿puedes? —me di vuelta un segundo para poder sacar de mi casillero mi toalla.

—¡C-Claro! ¿Te gustaría ir a mi casa? —me sugirió.

De nuevo, no fui capaz de pensar.

—No veo por qué no —cerré el locker—. ¿Saliendo de clases está bien?

—¡Sí, está perfecto! —una vez más, su gran sonrisa abarcó su adorable rostro—. ¡Gracias!

No pude responder, porque se fue saltando hasta donde estaban Iida y Kirishima para enfrascarse en una conversación con ellos dos.

Hice una mueca de sueño, pues el cansancio volvía a apoderarse de mí, ahora con el triple de intensidad, y apenas eran las diez de la mañana. Las clases culminaban a las tres.

Me di la vuelta para ir hacia una de las regaderas, y por accidente choqué contra alguien a quien no había visto.

—Tsk, ¡Ten más maldito cuidado, jodido mitad mitad! —ah, ya sabía quién era.

Bakugō me barrió con la mirada y se alejó de mí dando grandes zancadas. Ni siquiera tuve la oportunidad de ofrecerle disculpas.

Si no lo conociera, diría que solo era Bakugō siendo Bakugō; no obstante, pude notar que esta vez me habló con muchísimo más coraje de lo normal.

Y empujar a Kirishima, golpear a Kaminari, y  azotar la puerta al salir —que no tenía la culpa de nada—, confirmó mi suposición: Algo le había ocurrido porque estaba más malhumorado que otros días.

Elevé los hombros con duda y continué mi rumbo hasta la regadera que tanto anhelaba.
El agua fría contra mi cuerpo fue capaz de despejarme la mente y relajarme los músculos.

Solo podía pensar en que necesitaba sumergirme entre mis sábanas para terminar de ser feliz por completo.

Ya estando bajo el efecto de una ducha precoz pero renovadora, caí en cuenta de una cosa: Iba a ir a casa de Midoriya.

Iba a ir a casa del chico que me gusta.

¿Debería estar emocionado? No tengo idea.

Para cuando terminé de ducharme ya mi cuerpo se sentía más cómodo con el ambiente. Me cambié y salí con mis cosas de los baños. Era hora del almuerzo y tenía que buscar a Iida para que me contara acerca de ese tema de la sociedad estudiantil. Apenas estábamos comenzando el último ciclo escolar, por lo que supongo que habían sacado nuevas ideas para este año.

Solo esperaba que fuera llamativa y un poco interesante.

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