Capítulo 4
Días después...
Contenta y entusiasta, esperaba a que Leandro llegara por mí.
Me había invitado a pasar con él, y su hija, a la parcela de su ex cuñado, todo un fin de semana. Él tenía dos hijos.
Aquella parcela estaba en otra región, al sur.
Llegamos de noche y todo muy oscuro, los tres comenzamos a caminar por el desierto y gran jardín. Una maravilla.
Todo iba súper, hasta que llegó su ex cuñado, con sus dos hijos y Leandro me presentó ante ellos como una amiga.
A la mañana siguiente, amanecí enferma del estómago, para mi mala suerte. Algo había comido el día anterior, lo que no me cayó muy bien.
Como su hija, Catalina, y yo éramos las únicas mujeres en aquella cabaña, tuve yo, por ser la mayor, que preparar el almuerzo. Algo que yo no solía hacer...
<< ¡No soy muy buena en la cocina! >>
Leandro lo sabía, pero me ignoró, y enferma, me puse frente al lavaplatos a pelar las papas.
Todos estaban haciendo otra cosa y Catalina jugando con su primo, Leandro le ordenó que fuera a ayudarme, pero ella no lo tomó en cuenta.
Yo más que moleta, y peor, enferma, me puse nerviosa y los detesté a todos.
<< ¡No cocino ni en mi casa y tengo que estar aquí cocinándole a todos estos tontos de mierda! >>
Con nauseas, tomé otra papa y estaba más que urgida.
Su ex cuñado preparaba el asado, cuando Leandro se me acercó. Yo lo miré horrorizada.
_ ¿No me digas que ya está lista la carne?
_ No, pero le falta poco.
_ ¿Por qué no me ayudas a terminar de pelar las papas que me faltan?
_ No sé cocinar – fruncí el ceño.
_ Yo tampoco...
Seguí pelando y él se fue a ver a su ex cuñado, lo que más me irritó...
Él volvió a verme a la cocina y yo más que furiosa, él me miró y yo lo ignoré por completo.
_ ¿Quieres que te ayude? – le respondí cortante.
_ Ten. Lava las papas...
Enojada, me puse a prepararme un remedio casero, el que mi mamá me había indicado, por celular, como debía preparar.
Leandro me miró y solo se limitó a lavar las papas...
Ya todos sentados en la mesa, Leandro y su ex cuñado repartieron la comida. Yo por desgracia, solo podía comer papas y ensalada. Que divertido ¿No?
Probamos las papas y yo noté que a algunas les había faltado cocerse y quise hundirme.
Leandro fue el primero en hacer la observación.
_ Están un poco crudas las papás – me dio mucha vergüenza.
_ ¡Ay! ¡Quedaron crudas! ¡No puede ser!
_ No, tranquila. No pasa nada. Es que son muy grandes, quizás solo les faltó un poco más
_ Lo mismo digo yo, pero no saben mal – dijo su ex cuñado y yo sentí más vergüenza.
_ ¡Qué horror!
_ Tranquila, si no saben mal – su hija agregó.
_ Esta papa está cruda y muy dura – me sentí de lo peor y Leandro la reprendió.
_ No digas eso Catalina. Stephanie cocinó para todos nosotros.
_ Pero si está cruda y además muy dura – no lo toleré más.
_ Está bien. Esta fue la primera y única vez que cocino para ustedes, porque no lo volveré a hacer...
Hubo un silencio rotundo de parte de todos y yo tranquila, seguí comiendo.
Días después...
Un poco cabizbaja, algo sentía que no estaba funcionando. Por más que quería hacerme la desentendida, aquello me estaba sobrepasando.
Nuestro último viaje no fue precisamente el viaje de una luna de miel, o el viaje inolvidable de dos parejas que se aman, al contrario.
Sentí que Leandro me ocultó frente a su familia todo el tiempo. Pero eso ya era de antes...
Triste. Sentía que esto, lo nuestro, no iba a durar por mucho más, pero hui de aquel pensamiento e idea, y me puse a escuchar su increíble música y a escribir un poco.
Ya no estaba feliz, como en un principio. Creí que lo estaría siempre, y desanimada, pensé en Leandro y en que nuestra relación no era precisamente una relación normal de novios. Esos que salen a todas partes, juntos, que él sorprende a su novia; va a visitarla a su casa y se queda a cenar. Celebrar juntos sus cumpleaños, que sea atento, cariñoso, comprensivo, que esté a tu lado en las buenas y en las malas y que te amé y acepté tal cual eres...
Con esperanzas e ilusiones, llegó hasta el Costanera Center.
Contento, miró el enorme edificio frente a él y sonrió.
_ Ha pasado mucho tiempo desde que nos vimos esa última vez, preciosa...
Campante, no perdió las esperanzas y entró al Costanera Center...
Relajado y quitado de bulla, como siempre lo había sido, se metió las manos a sus jeans y comenzó a caminar por las tiendas, disfrutando de aquel largo paseo.
Entró en alguna tienda, que otra, sin dejar de soñar. Imaginaba nuestro reencuentro.
Se sentó en una cafetería, frente a la mística cascada de colores y se tomó un café cargado.
Miró la gente pasar y se tornó pensativo.
Sonó su celular. Era su mejor amigo.
_ Hola, John.
_ ¿Cómo estás? ¿Ya llegaste allá?
_ Si. Llegue ayer en la tarde.
_ Aun no comprendo ¿Por qué precisamente escogiste ese lugar para irte de vacaciones?
_ Porque era necesario.
_ ¿Aún crees que puedas encontrarla? – sonrió.
_ No lo sé, pero no pierdo las esperanzas.
_ Pero hombre, tienes que ser realista. Ella puede estar con otra persona.
_... Lo sé, pero prefiero no pensar en eso y correr el riesgo...
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