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Capítulo 1

<< Otro día más aquí en el terminal de buses >>

Eso pensé mientras miraba ida los buses rojos en el enorme patio, tras la ventana de la recepción.

No me sentía de muy buenos ánimos y solo ya quería irme a casa.

Había sido un día largo, lleno de trabajo abrumador y además de frío y deprimente.

Trabajaba como secretaría recepcionista en aquella empresa de buses rojos hacía ocho años. Los cuatro primeros años trabajé en otra área, como administrativa, y de ahí vieron mis capacidades y subí a la gerencia. Un cambio muy bueno para mí, pero a la vez bastante estresante.

Mis días en aquel terminal eran maravillosos con la presencia del que ahora era mi novio. Leandro.

Él y yo nos conocimos allí y fuimos amigos por casi los siete años; aunque yo lo quise desde el primer momento en que comenzó a cortejarme y él lo sabía.

Fue algo complicado; era mayor que yo por más de diez años y puesto que él, Leandro, tenía otra relación. Yo lo sabía, pero no me importó. Siempre tuve la esperanza de que a esa mujer la dejaría y estaría solo conmigo, pero sus miedos, inseguridades no lo dejaban y eso me hacía entrar en un torbellino de incertidumbre, combinada con tristezas y angustias.

Él me decía que, si me quería, pero que le daba lástima el tener que romper y dejar a la que era su actual pareja. En instantes me sentía como basura y no sabía qué hacer, o como actuar.

Leandro era el primer hombre que en verdad se había interesado en mí y eso lo valoré y amé desde el comienzo.

Él tenía una hija y era divorciado.

Estaba ciega y convencida de que todo saldría como lo había soñado, pero ese sueño se demoró en hacerse realidad los casi siete años. Dentro de todo ese tiempo pasaron tanto alegrías, ilusiones, como tristezas y desilusiones, hasta el punto de que, en más de una vez, quise terminar la extraña relación que ambos teníamos.

Siempre decisiva, pero con el corazón destrozado, quería alejarme de él, puesto que sentía que lo nuestro nunca iba a preceder, pero él acabado, como yo, me lo impedía.

Mi corazón sin experiencia lo aceptaba y volvía a su lado, ya que lo amaba, pero con la duda de ¿Cuándo se decidiría al fin por mí?

Luego de que estuvimos bien un tiempo, me enteré, por él, que había terminado con la que era su pareja. Eso me alegró de inmediato, pero hubo un silencio del que me incomodó; lo que anhelaba oír fue todo lo contrario...

_ Pero Leandro, nosotros nos queremos.

_ Sí, pero yo ahora quiero estar solo, sin más relaciones...

Se me hizo un nudo en la garganta. No fui capaz de mirarlo y me quedé ahí sentada a su lado en el auto, inmóvil.

Leandro me miró.

_ Pero si así estamos bien.

_...

No sabía que decir, solo quería hundirme, y en mi mente solo se repetía:

<< Quiero algo normal >>

<< Una relación normal y estable >>

<< Tener un novio >>

<< Alguien que en verdad esté conmigo >>

<< Poder vivir muchas cosas bonitas con él, como muchas parejas lo viven >>

Podría haberme bajado de su auto y haberlo dejado, pero no tuve valor y carácter para hacerlo; algo dentro de mí me decía que no. Lo quería tanto y decidí continuar.

Leandro me miró.

_ Solo te pido un año. Déjame establecerme. Ver mis asuntos, lo de la casa. Ver si esto, lo nuestro funciona ¿Me entiendes?

_ O sea ¿Me estás diciendo que tengo una posibilidad?...

Bajó la mirada, no del todo convencido.

_ Si. La hay...

Contenta, le sonreí y volví a confiar en él.

Así el tiempo pasó y él sin darme muestras de nada, más solo me invitaba a su casa, para poder estar juntos, eso sí sin acostarnos. Eso valoro de Leandro, del que nunca quiso propasarse conmigo. Siempre me respetó.

Siempre yo me preguntaba cuándo llegaría el día en que él se decidiría por mí. Veía que mi prima y su novio eran más que felices, y yo me sentía triste, con un gran vacío.

Sin evitarlo, me deprimí y me volvió esa tristeza de que ya no podía seguir así y quise terminar otra vez con él.

Él cansado, ya no quería oírme terminarlo nuevamente y tuvimos una fuerte discusión.

Aquel tiempo yo no estaba para nada bien, ya que había tenido una gran pérdida. Sentí que él no estaba para mí.

Cuando se enteró, de lo que me había pasado, me llamó todos los días. Fue en aquel tiempo en que me había pedido tiempo.

_ ¡Te pedí tiempo!

_ ¡¿Y cuánto más quieres que te espere?! ¡Te he esperado por siete años!

_ ¡Ay vamos! ¡No son siete años!

_ ¡Claro que lo son! ¡Y ya no quiero! ¡Se acabó! ¡Me cansé de ti! ¡Siempre estás con tus prejuicios e inseguridades!

_ ¿Y qué quieres eh? ¿Qué te tomé de la mano y salgamos los dos felices como en las telenovelas? – lo miré con rabia y deseé darle un puñetazo ahí mismo.

Sin más, me bajé de su jodido auto; pretendía irme a mi casa, pero él me llamó.

_ Stephanie... - lo mire con dolor y rabia.

_ Yo en verdad te quiero y te amo.

_ Claro... - dije con sarcasmo.

_ De verdad te amo.

_ Solo déjame en paz y no vuelvas a venir a mi casa...

Me sentí tan destrozada, y triste, y sin más, él se fue...

Pasaron dos meses, pero mi corazón seguía muy triste y Leandro me mandaba correos electrónicos para decirme que me amaba y que me extrañaba, ya que yo lo había bloqueado de Whatsapp y de las llamadas.

Aun así, él se las ingeniaba para enviarme mensajes desde otros celulares y eso me atormentaba.

Algo, a pesar de todo, me hacía sonreír de igual forma. Cuando me sentía triste acudía a él, al que había sido mi eterno amor platónico de siempre. Joey Tempest.

Yo sabía perfectamente que entre él y yo nunca pasaría nada, por ser él una estrella de rock, y que estaba a miles de kilómetros de mí, pero mantenía más que vivos sus recuerdos de cuando pude estar a su lado, en cuatro ocasiones, cuando vino a dar sus conciertos aquí a mi ciudad.

Fui más que inmensamente feliz.

Luego de aquellos dos meses, Leandro y yo volvimos, pero ahora lo hicimos como siempre yo lo anhelé, como novios; lo conversamos, aclaramos todo lo de nuestra última discusión, y después Leandro me pidió que fuera su novia, lo que me hizo muy feliz.

Mi familia y mi mejor amiga Ainhoa lo aceptaron y yo creí que todo sería como el sueño que siempre había tenido...

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