Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Dos Amigos

     Tenía los melosos ojos de Adam clavados en los míos. Era magia lo que sentía en ese momento, aunque una parte de mí deseaba con todas sus fuerzas que él se diera la vuelta y se alejara. Su mirada bajó de mis ojos a mi boca, y de mi boca de vuelta a mis ojos. Se acercó a mí lentamente, y antes de darme cuenta estaba cayendo en la tentación de besar a Adam una vez más. Pero, ¿cómo evitarlo? Sus labios eran tan dulces y sensuales, sus besos eran calmados y a la vez te dejaban con ganas de más. Sus ojos colaboraban con el hechizo mortal de la seducción, y sus manos eran el perfecto complemento con piadosas caricias a través de mi cabello... Un momento, ¿sus manos? Había estado tan encantada con los besos de mi amigo que había visto totalmente normal que sus manos hubiesen decidido unirse al juego y retarme a mantener la cordura en cada segundo que pasaba.

     Entre sus labios pude sentir cómo se delineaba una sonrisa, y no pude evitar esbozar una también yo. Eso era como un juego. Un juego loco y apasionante que no quería que terminara. Adam fue bajando sus besos de mi boca a mi cuello, y se detuvo por unos instantes a oler mi perfume. Su profunda aspiración me causó cosquillas e instintivamente dejé escapar mi risa.

- ¿Pasa algo? – dijo Adam riendo también y separándose de mi cuello para irse a mi rostro una vez más.

- Me haces cosquillas.

- Entonces lo seguiré haciendo. Amo hacerte reír.

- Yo pensé que amabas hacerme enojar.

- También. Pero me gusta mucho hacer esto...

     Sin dejar de sonreír, Adam volvió a besar mis labios. Se estaba convirtiendo en algo vicioso, y no tenía idea de cómo detenerlo. Aunque, sinceramente, no quería que se detuviera. Los besos siguieron por un largo rato, y cada segundo yo me sumergía más en su malicioso par de labios seductores, y él se iba embriagando cada vez más con mi aroma. En un momento de respiro me dediqué a mirarlo a los ojos y a confirmar, una vez más, que estaba cautivada por ellos, sin piedad alguna o derecho a réplica. Adam intentó besarme de nuevo, pero se lo impedí. Si íbamos a jugar, iba a ser con mis reglas.

- Alto, Adam. No podemos seguir con esto.

- ¿Qué ocurre? – dijo separándose de mí y dejando espacio para que yo pudiera incorporarme en el sofá.

- Pues, es que no me siento cómoda de esta manera.

- Ya, comprendo. Oye, disculpa si fue demasiado, es que...

- ¡Eh, eh, eh! ¡Shht! – dije colocando mi dedo índice en su boca, el cual él besó. – No me está funcionando el dejarte las cosas tan fáciles – continué, colocando una pícara sonrisa que Adam, por la forma en la que ablandó su mirada, pareció deducir.

- ¿Qué quieres decir? – dijo apartando mi mano de su boca.

- Quiero decir... ¡Atrápame si puedes!

     Salí corriendo a toda la velocidad que mis largas piernas podían dar. Adam se puso de pie de inmediato y corrió tras de mí intentando alcanzarme. Lo que él no sabía era que yo podía ser bastante rápida si me lo proponía. Corrimos en círculos por toda la sala, pasamos por la cocina y él intentó acorralarme, pero me escabullí con agilidad. Parecíamos un par de niños pequeños corriendo en el patio del colegio.

     El fin de mi huida llegó cuando entramos a mi habitación, y Adam se aprovechó de la inminente falta de espacio para abalanzarse sobre mí y que ambos cayéramos, frente a frente, sobre mi cama. Adam me abrazaba mientras yo seguía riendo, y calló mis carcajadas con un suave beso. El sol ya había caído y ahora la luna reinaba por completo el cielo parisino, haciendo de mi habitación un escenario propicio para el romance. Adam me besaba con cautela y deseo. Seguía acariciándome con mucho cariño y yo seguía sintiéndome adorada entre sus brazos. Empezó a juguetear con las tiras de mi camiseta y yo reía para mis adentros al verlo tan concentrado en tan insignificantes trozos de tela. Al final se decidió por bajar ambas tiras por completo y besó mis hombros con sensualidad, para luego comenzar un corto recorrido desde uno de ellos hasta el centro de mi pecho.

- No tan rápido, Cherllet. ¿No crees que te estés propasando un poco? – dije en tono de broma.

- A ver, déjame pensarlo. Estamos aquí, en tu casa, de noche, solos... No, no veo cual es la parte en la que me propaso – contestó sonriendo.

- Te recuerdo que tan sólo somos amigos.

- Tú estás soltera, yo estoy soltero. Sigo sin ver cuál es el inconveniente.

     Una vez más reí, pero en esta ocasión fui yo quien lo atrajo hasta mis labios y lo besó con pasión. El juego siguió avanzando, y poco a poco la ropa de ambos fue cediendo. Con mucha ternura Adam me despojaba de mis prendas, no sin asegurarse cada vez de que yo estaba dispuesta a continuar. Pero yo me limitaba a responderle con besos y caricias que le indicaban que aquello que estaba haciendo era justo lo que quería. Llegó el momento en el que ya no había marcha atrás. O tal vez sí. Tal vez ese sería otro de los tantos momentos en los que mis malos recuerdos me arruinaban lo que podría ser un encuentro especial.

- Anna, ¿estás segura de esto? – Adam me miraba a los ojos como tantas veces lo había hecho, trasmitiéndome los mismos sentimientos de siempre. Pero esta vez en sus ojos vi más que ternura, vi la respuesta.

     Lo tomé por la nuca y lo volví a besar, y al separarnos pude ver la sonrisa radiante y cariñosa que adornaba su rostro. Pasamos toda la noche, juntos, allí, en esa cama, compartiendo mucho más que nuestros besos, nuestros cuerpos, nuestros sentimientos. Adam había logrado lo que ningún otro hombre había podido en todos esos años, desde aquella tarde de mi adolescencia en la que me entregué a quien no me merecía. Pero en ese momento yo no pensaba en el pasado, pensaba en el presente, en aquella maravillosa experiencia que Adam y yo estábamos viviendo. Fue una noche eterna, una noche para nunca acabar. Nos estábamos amando. Éramos dos amigos haciendo el amor, aunque, por más que repetía esa frase en mi cabeza, algo en ella no terminaba de encajar.


     Luego de tan majestuoso fin de semana, el lunes le daba la bienvenida a una nueva semana laboral, y con ella a un nuevo camión de trabajo en la oficina. En esos días mi vida no podría ser más detestable. Como si no fuese suficiente que Adam hubiese tenido que volver a Viena el domingo por la mañana, ahora también parecía que todos en la empresa se ponían de acuerdo para cargarme de absurdos quehaceres y responsabilidades. Cada veinte minutos entraba Tamara a mi oficina con una carpeta gigante de cosas que yo debía hacer. Contaba con la ayuda de la pequeña Genevive, pero ella me seguía pareciendo tan torpe que no era capaz de encomendarle ninguna tarea de rigor.

     A media tarde, luego de que todo el mundo en la empresa, excepto yo, hubiese almorzado, llamaron por milésima vez en el día a la puerta de mi oficina.

- Adelante – dije con voz hastiada, estaba cansada del golpeteo. – Tamara, ya te dije que... – levanté la mirada hacia mi visitante y me estremecí al ver que no era Tamara precisamente. – Sr. Cherllet, ¿qué hace aquí?

- Quería verla, Brown.

- Discúlpeme, de verdad, no recibí ninguna notificación para que fuera a su...

- No, Brown. Esta vez quise venir personalmente a hablar con usted. Se trata de un asunto personal. ¿Sería posible que...? – dijo mi jefe haciendo señas disimuladas en dirección hacia Genevive, y en seguida entendí que quería que la chiquilla se fuera.

- Genevive, ¿sabes? no almorcé y en realidad tengo mucha hambre – dije buscando algo de dinero en mi bolso. – ¿Por qué no vas a comprarme algo de comer?

- Pero el comedor ya está cerrado – fue su contesta.

- No importa, ve al restaurante que queda a un par de cuadras, el que me gusta. Sabes cuál es, ¿no?

- Sí, sí.

- Bueno, tráeme una ensalada césar con pollo, un batido grande de moras sin mucha azúcar, y una botella de agua mineral – y le entregué el dinero.

- ¿Puedo ir, Sr. Cherllet? – dijo la chica mirando a nuestro jefe, aún insegura de la petición que yo le hacía.

- Claro, no hay ningún inconveniente.

- De acuerdo – Genevive se levantó y se dirigió hacia la salida.

- ¡No olvides las servilletas! – le grité a la vez que ella cerraba la puerta a sus espaldas.

- Pensé que nunca se iría – se burló mi jefe. – ¿Segura que su almuerzo llegará?

- Oh, no se preocupe. Genevive es un poco ingenua, pero es muy buena acatando órdenes. Siéntese, señor – mi jefe se sentó en la silla que le correspondía a mi asistente, y en seguida su expresión de gracia se tornó en una bastante sombría.

- Brown, vine hasta aquí para pedirte un enorme favor. Es tal vez el más grande que pueda pedirle alguna vez.

- ¿Qué ocurre?

- Se trata de mi hijo.

- ¿Adam? – por mi mente pasaban miles de cosas, ¿se habría enterado el Sr. Cherllet de que Adam y yo habíamos...?

- Sí. Yo sé que ustedes se hicieron muy íntimos amigos mientras trabajaban juntos en esta oficina.

- Es cierto.

- Pero desde que ya no trabaja aquí no sé absolutamente nada de su paradero.

- Eso es bastante lamentable, pero...

- Anna, tú eres su amiga. ¡Debes de saber algo! Por favor, dime, ¿qué es de la vida de mi hijo?

- Pues...

     En ese momento no sabía qué hacer. Mi amigo le seguía guardando mucho rencor a su padre. No podía confesarle a mi jefe que Adam estuvo viviendo por unos meses conmigo. Si hiciera eso, padre e hijo me asesinarían, Adam por revelar el secreto que me pidió explícitamente que mantuviera, y el Sr. Cherllet por mantener oculto a su hijo en mi departamento sin decirle nada. Tampoco podía contarle que Adam estaba viviendo en Austria con su primo y que trabajaba allá, podría desencadenar conflictos familiares. Nunca me había planteado que ese momento podría llegar a ocurrir.

- Brown, por favor.

- Sí, hemos mantenido contacto. Por mensajes de texto. Él está bien, Sr. Cherllet.

- Pero dime, ¿qué te ha dicho? ¿Dónde está?

- No ha querido decirme su ubicación... Pero está trabajando, no atraviesa problemas económicos.

- ¡Gracias al cielo!

- Lamento no poder decirle más.

- No te preocupes, Brown – suspiró. – ¿Sabes? Cuando despedí a mi hijo de esta empresa, yo estaba de verdad muy enojado. Adam fue tan irresponsable que quise escarmentarlo, darle una lección. Quería que por primera vez en su vida fuese responsable, que se procurara su propio bienestar. Y, honestamente, nunca pensé que su independencia duraría tanto. Pero han pasado los meses y ahora me doy cuenta de que estaba equivocado.

- Tal vez Adam ya aprendió la lección.

- Tal vez. Pero lo cierto es que, ¡vaya!, extraño a ese muchacho, y estoy arrepentido de haberlo alejado de mí. Sin él a mi lado cada día, me he quedado sin familia.

- Lo comprendo, señor.

- Muchas gracias por tu ayuda, Brown – dijo levantándose del asiento.

- No hay de qué.

- Y, por favor, si llegas a saber algo de mi hijo, comunícamelo.

- No lo dude.

     El Sr. Cherllet se despidió de mí con un ademán de brazo y cabeza, y cruzó la puerta de salida en el momento justo en el que Genevive venía cargando una bolsa con mi pedido. El Sr. Cherllet la dejó pasar y le sostuvo la puerta para que no fuese a tropezar y a armar un desastre de comida en el suelo. Cuando la chica hubo entrado y me entregó el encargo junto con el cambio que había quedado del dinero que le di, mi jefe se volvió hacia mí una vez más.

- Será mejor que almuerce ahorita, Brown. Tanto trabajo sin comer le hará daño.

- Gracias, Sr. Cherllet.


     No dudé en escribirle a Adam esa misma noche para contarle lo que su padre me había pedido. Sin tardar ni un minuto, me llamó para que yo pudiera explicarle mejor los hechos. Que delirio poder escuchar su voz, pero que tortura el tener que oír su tono alterado y darle amargas explicaciones. Le conté todo exactamente como había ocurrido. Le relaté desde los artilugios que tuve que utilizar para que Genevive abandonara la oficina, hasta el pesar que noté en la voz de su padre cuando de despedía de mí.

- Me niego a creer que el viejo haya ido a tu oficina por eso. Aquí hay gato encerrado.

- Adam, ¿le tienes que ver algo sospechoso a todo?

- Si se trata de Antón Cherllet, sí.

- Te recuerdo que Antón Cherllet es tu padre. ¡Está preocupado por ti! ¡Eso es todo!

- Y yo te recuerdo que mi propio padre me echó de su empresa, dejándome sin casa, sin auto y sin entrada de dinero, sobreviviendo con lo poco que tenía en mi cuenta. ¿O es que ya olvidaste que antes de venirme a Austria viví un par de meses de arrimado en tu casa?

- Lo sé, pero la gente cambia, reconoce sus errores y se arrepiente. Tu padre está arrepentido.

- Me cuesta creer eso.

- Yo sí lo creo. Vi la tristeza en sus ojos, la noté en su tono de voz. De verdad te extraña.

- ¿Ah, sí? Pues, yo no lo extraño a él.

- Eso sí que no lo creo. Es tu padre y lo amas, así como él te ama a ti.

- Ay, Anna. Eres tan ilusa e inocente.

- Y tú tan terco y testarudo – dije tajante. – Adam, deberías intentar hablar con él.

- ¡No!

- ¡Adam!

- No, Anna, ¡no lo haré! ¡Ese hombre destruyó mi vida!

- Él sólo quería que tú aprendieras a ser responsable, que pudieras valerte por ti mismo.

- ¿Ahora estás de su lado?

- No estoy del lado de nadie. Estoy a favor de la unión entre ustedes.

- Ya dije que no.

- ¡Adam!

- Anna, entiéndeme por favor. Puede que él sea mi padre, pero arruinó mi vida.

- Yo no lo veo así.

- ¿Ah, no?

- No. No creo que tu padre haya arruinado tu vida, sino que trató de que tú mismo la formaras.

- Eres increíblemente influenciable.

- Puedes decir lo que quieras de mí, pero recuerda que este problema es tuyo y de tu padre, y entre los dos deben arreglarlo.

- ¿Qué es lo que sugieres?

- Que hables con él, que le digas cómo estás, qué haces para ganarte la vida, al menos que le des una señal de que estás vivo.

- No voy a hacer eso.

- De acuerdo, Cherllet. Puedes hacer o no hacer lo que quieras, yo no soy nadie para obligarte a algo que no es de tu agrado.

- No, Anna, tampoco hables así...

- Haz lo que quieras – repetí. – Hasta luego Adam.

     No pude hacer más que colgar el teléfono, aunque eso significara dejar a Adam hablando solo. ¡Que hombre tan terco!, ¿cómo no podía ceder aunque fuese un poquito su obtuso orgullo? Entendía que estuviese enojado, pero los rencores no deben durar para siempre.


     El resto de la semana fue tan atareada como ese primer día. Trabajar se estaba volviendo un juego peligroso para mí, una caminata sobre una cuerda floja. Pero no sólo era yo. La tensión se sentía en los pasillos y se reflejaba en los rostros frustrados de los trabajadores. Por mi parte, intentaba sobrellevar la angustia rutinaria con profundas respiraciones y sesiones interdiarias de té de manzanilla. Necesitaba un cambio radical en mi vida, y lo vi llegar el viernes en la tarde cuando Tamara se acercó a mi oficina decirme que el jefe quería verme.

- Sr. Cherllet – lo saludé al entrar a su oficina.

- Anna Sophia Brown. Son incontables las veces que te he visto atravesar esa puerta en todos estos meses, y aún así sigues entrando con la misma cara de susto del día que llegaste a esta empresa.

- ¿Supongo que debería disculparme por eso?

- No, no, en absoluto – dijo riendo paternalmente. – Sonará cruel pero me divierte verte así. ¡No me malinterpretes! Es que siento que veo tu naturaleza, a la verdadera tú. No veo a la Anna Brown licenciada en periodismo que llega todos los días vestida, peinada y maquillada impecablemente a trabajar, que cumple sus labores de la mejor manera posible y que rinde cuentas en tiempo record. Veo a la Anna Brown tierna pero tajante, temerosa pero decidida, con alma de niña pero cerebro de mujer.

- ¿Y cual Anna Brown le gusta más?

- Ambas, en realidad. Pero a la que necesito en este momento es a la primera. Siéntese, Brown. Tengo una propuesta que hacerle.

- ¿Una propuesta? – pregunté mientras me sentaba.

- Pues sí. Quiero que escuche atentamente, porque de esta consulta puede depender su futuro, el mío y el de mi compañía.

- ¡Me está matando de la intriga!

- De acuerdo, no te torturo más. Sabes que, como presidente de la empresa, mi labor es velar por el crecimiento de la misma. Siempre tengo nuevos proyectos en mente, y es por eso que Cherllet's Professionals tiene tantos productos distintos. Esta vez estoy pensando en algo grande, Brown.

- ¿Sí? – lo insté a seguir hablando.

- "CP Fashion News" – dijo haciendo un gesto de titular de altura con las manos.

- No... no lo entiendo, señor – de verdad estaba cofundida.

- Sólo imagínalo, Brown. El próximo producto de Cherllet's Professionals será una revista especializada en modas, ideal para las mujeres parisinas. ¡Ropa, peinados, maquillajes, consejos de belleza, todo! ¡Será todo un éxito!, de eso estoy seguro. Una ciudad tan cosmopolita como París sabrá valorar un trabajo como éste. ¿Qué opinas?

- Wow, señor. Realmente es una excelente idea. Pero aún no entiendo qué tengo que ver yo con todo esto.

- Esto, querida, es lo que tiene que ver directamente contigo. Quiero que tú seas la directora de este producto. Quiero que seas tú quien dirija y presida la mesa de juntas de CP Fashion News.

- ¿¡Yo!? – exclamé sorprendida.

- ¡Por supuesto! Has demostrado ser una persona responsable. Confío plenamente en ti como para otorgarte un trabajo así. Por eso apenas se me ocurrió, tu nombre vino a mi mente. ¡Eres perfecta para el puesto!

- Esto es... inesperado.

- ¡Claro que es inesperado! Si se me ocurrió ayer – rió. – Ahora escucha, Brown. Quiero que lo pienses bien. Este trabajo no sólo trae consigo nuevo puesto, nueva paga. También trae nuevas responsabilidades. Ser jefe no es fácil.

- Lo sé. Si ya como editora principal me está costando bastante.

- Es por eso que quiero que lo pienses bien. No quiero presionarte en absoluto. Pero el trabajo trae presión.

- Es una decisión complicada.

- Te daré tiempo para que lo pienses. ¡Todo el tiempo que requieras! Bueno, no. Quisiera estar empezando el proyecto a finales del mes que viene, así que realmente tienes de dos a tres semanas para pensarlo y venir a mi oficina con una respuesta.

- ¿Y en el caso de que no acepte?

- Tendré que darle el puesto a otra persona. A Lanna, tal vez. Pero sería una pena que no aceptaras.

- De acuerdo, Sr. Cherllet. Lo voy a pensar.

- ¡Esa es la Anna Brown que me agrada!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro