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Aires Distintos

     Algunas semanas más transcurrieron frente a mí sin yo poder retenerlas. No volví a hablar con Demian. Si acaso lo veía pasar por ahí en la empresa, a la hora de almorzar, pero ambos manteníamos el orgullo al tope y ninguno le dirigía la palabra al otro. Poco a poco me fui acoplando al ritmo de mi nuevo puesto de trabajo, y ya todos confiaban plenamente en mí para designarme responsabilidades importantes. El Sr. Cherllet asignó a una chica nueva, Genevive, para que fuese mi auxiliar. Me estaba costando un poco entrenarla, pero al menos era una buena chica.

La estadía de Adam en mi casa, que se suponíasería por una semana nada más, se había extendido bastante y ya iba a cumplirun mes teniendo a ese particular inquilino en casa. Su incesante búsqueda deempleo en las distintas empresas editoras del país había sido infructuosa, yaque en toda parte donde llegaba le cerraban las puertas. Incluso llegaronrumores a sus oídos que decían que su propio padre se había encargado decontactar a otras empresas para evitar que Adam obtuviese un empleo. Mi amigose sentía inútil, devastado, y una increíble y pesada carga monetaria en micasa.

- ¡Hey! ¿Qué tal te fue? – le dije animada al verlo entrar por la puerta de la casa.

- Fatal – dijo sentándose en el sofá. – ¡Me volvieron a rechazar! No puedo creer que el viejo me haya hecho esto. Esta vez se pasó de la raya.

- No creo que tu padre haya divulgado una mala fama sobre ti en la industria, Adam.

- ¿Que no? Nada más con escuchar mi apellido arrugan la cara. Si tú tan sólo los vieras...

- No te preocupes, ya llegará algo.

- Claro que me preocupo, Anna. Odio ser una carga para ti. No es justo que viva en tu casa, disfrute de los servicios básicos, me coma tu comida... ¡y todo sin darte un sólo centavo a cambio!

- Ya te he dicho que eso no me importa.

- Lo sé, pero sigue siendo incómodo para mí. Además, ese no es el único problema. El dinero que tengo apenas me alcanzará para pagar el auto por un par de meses más. No sabes cuánto me arrepiento de haber sido un derrochador durante tanto tiempo.

- Si hace falta, te ayudaré a pagar el auto.

- Espero que no tengamos que llegar a esos extremos.

- De seguro conseguirás un empleo cuando menos lo esperes.

- Mejor que sea cuando más lo necesite. Es decir, ya – dijo dirigiéndome una mirada divertida. Al menos aún conservaba su sentido del humor.

Para mi felicidad se venían unos días feriados, y no tendría que ir a trabajar por toda una semana. Había pensado decirle a Adam que nos fuéramos a vacacionar en alguna ciudad aledaña, o que me llevase a conocer algún otro país europeo. Tenía una particular curiosidad por conocer Italia o Alemania. Aún no se lo había dicho, pero estaba segura de que le encantaría la idea. Sería bueno para él para despejarse de sus problemas, y para mí para descansar de la presión laboral.


Era martes cuando Tamara entró a mi oficina con un mensaje bastante curioso.

- Brown, un caballero está abajo. Dice que quiere hablar contigo.

- ¿Un caballero? – ¿quién sería? ¿Adam? No, imposible, no se atrevería a venir acá. ¿Mi papá? Nada que ver, él no sabría ni comprar un boleto de avión. – ¿No se identificó?

- No, pero dijo que era un viejo amigo y que usted no se negaría a verlo.

- Bueno... – vacilé por un segundo. – ¿Ya qué? Déjalo pasar.

Tamara se retiró y yo volví a bajar la mirada hacia mi ordenador. Genevive me veía con confusión aunque no supe si atribuírselo a mi visita inesperada, porque ella siempre tenía la mirada perdida. La puerta se abrió y descubrí una voz conocida, pero que no escuchaba desde hacía ya bastante tiempo.

- Vaya, Srta. Brown. Está hecha usted toda una ejecutiva.

- ¡Javier! – exclamé sorprendida, y me levanté para ir hacia donde estaba él. – ¡Tanto tiempo! Pero, ¿cómo?

- Bueno, como tú nunca me llamaste decidí venir yo en tu búsqueda. No fue difícil conseguirte.

- Eres increíble – lo abracé con cariño, pero lo solté en el acto al percatarme de que Genevive nos veía con sus ojos de borrego. – Oye, dentro de poco será la hora de almuerzo. ¿Qué te parece si salimos por allí a comer?

- Suena perfecto. Esperaré sentado afuera. No quiero interferir con tu trabajo.

- ¿Quién es? – preguntó Genevive apenas Javier se marchó.

- Un amigo que conocí el primer día que llegué a Francia. Fue muy atento conmigo y estaré por siempre agradecida con él.

- Es muy lindo – dijo la chica.

- ¿Sabes? No me había percatado de eso. Pero ahora que lo dices, sí, es muy bien parecido.


Salí casi corriendo, con cartera en mano, en busca de Javier, y lo encontré al final del pasillo tomando agua del bebedero. Me le acerqué y lo abracé por detrás.

- ¡Hey! Cuidado, me harás botar el agua – Javier se volteó hacia mí y me devolvió el abrazo.

- ¿Cómo has estado? – pregunté.

- Habrá suficiente tiempo para ponernos al día mientras comemos.

Llegamos a un restaurant cercano, muy sencillo en decoración pero con un menú exquisito. Pasamos un rato muy ameno, entre risas, cuentos y anécdotas de ambos. El pago corrió por su cuenta, por más que insistí en pagar yo también una parte.

- ¿Así que ahora eres editora principal? Vaya, que orgullo, cuando te conocí estabas bajo contrato como auxiliar.

- Sí, han pasado muchas cosas en estos últimos meses.

- Y, ¿bueno? ¿Qué tal anda tu corazoncito?

- Vacante – reí tímida. – Tuve... una mala experiencia con uno de mis compañeros de trabajo. Éramos pareja, pero terminamos, y no de la mejor manera.

- Lo siento mucho. Pero a la vez me motiva. Es bueno saber que no habrá nadie que impida que te saque a bailar el viernes por la noche.

- ¿Este viernes? Saldré agotada de la oficina...

- Oh, vamos. Vine por ti, para poder pasar unos días juntos, tú sabes, divertirnos un rato. Luego de nuestro primer encuentro... quedé con ganas de más.

- De acuerdo... ¿Y a dónde vamos?

- No sé si te lo he mencionado, pero soy el principal inversionista de uno de los mejores clubes nocturnos de París.

- ¿En serio? ¡No lo sabía! Vaya, ¡qué emoción!

- Bueno, este viernes lo conocerás. El local abre tarde, así que pasaré a buscarte a las 9:30pm.

- De acuerdo, nos veremos entonces.



- ¡Hey, Anna! – me saludó emocionado Adam cuando llegué a casa esa noche. – Tengo algo que decirte.

- ¿Sí? Yo también tengo que contarte algo. Pero vamos, tú primero.

- Hablé con un primo. Me dijo que me consiguió una entrevista de trabajo muy prometedora, y quedamos en que yo iría a su casa la próxima semana para él poder acompañarme.

- ¡Wow! ¡Eso es genial! ¿Y dónde vive tu primo?

- Ese es el punto... Mi primo vive en Viena...

- ¿Qué? ¿En Viena? ¿O sea que debes irte a Austria?

- Será sólo por una semana.

- Pero si consigues el trabajo te irás... para siempre.

- Para siempre es mucho tiempo. También son palabras muy grandes. Nunca te dejaré sola, lo prometo – me sonrió. – ¿Y bien? ¿Qué tenías que decirme?

- Ehmm, bueno. Hoy fue a visitarme a la oficina un viejo amigo, y me propuso que pasáramos juntos algunos días de la semana que viene, divirtiéndonos, ya sabes...

- ¿Un viejo amigo? ¿Dónde dormirá él?

- ¡Adam! ¿Qué estás pensando de mí?

- ¡Yo no estoy pensando nada! Es sólo que soy muy posesivo y no quiero a nadie en mi sofá – le di un codazo y nos echamos a reír. – Al menos estarás acompañada – añadió a la vez que me daba un caluroso abrazo.


Me encontraba arreglándome para mi salida nocturna con Javier. Adam había tomado el tren a Viena esa mañana. Estaba feliz de que mi amigo tuviese una oportunidad de trabajar, pero de verdad no quería que se fuera lejos de mí. ¡Al menos no tan lejos! El simple hecho de pensar en que Adam se iría del país me hacía estremecer. ¿Cómo iba a poder sobrevivir sin tenerlo a mi lado en todo momento? Era algo que, definitivamente, no quería averiguar.

Javier vino por mí en su auto y me llevó al club nocturno del que me había hablado. El local se llamaba Plaisir Coupable, y todo su estilo y decoración iban acorde al nombre del sitio. Adentro, las paredes estaban recubiertas con un fino tapiz de moqueta color vino, que le daba al ambiente un aspecto sensual. La barra era circular y estaba en el centro del local, de manera que las personas, sin importar en que parte de la discoteca estuviesen, pudieran acceder a ella fácil y rápidamente. Justo arriba de la barra estaba la cabina del DJ, donde un experto en música moderna y mezclas de pistas hacía de las suyas brindando un fondo musical atractivo a todos los jóvenes que se divertían moviendo sus cuerpos al ritmo de lo que sonaba. Aunque apenas llevaba unos meses de inaugurado, ya estaba catalogado como uno de los mejores del país, y se notaba la popularidad que había alcanzado por la gran cantidad de personas que allí se encontraban. Entré al local del brazo de Javier, quien se veía a gusto y orgulloso con lo que veía a su alrededor. Caminamos hasta donde estaba la barra y nos sentamos en un par de sillas que aún quedaban disponibles.

- ¿Te gusta el lugar? – me preguntó Javier.

- Está increíble. Amo la decoración y la estructura arquitectónica.

- Gracias. Fue mi idea colocar la cabina allá arriba – dijo señalando el sitio destinado al DJ. – Me pareció que sería bueno para ahorrar espacio, además de un detalle muy moderno.

- Fue una excelente idea.

- ¿Qué quieres de tomar? ¿Ron?, ¿vodka?

- No gracias, no tomo.

- A mí no me vas a engañar con eso. Aunque sea un par de copas, para celebrar.

- De acuerdo – cedí. – Una vodka no muy fuerte, por favor.

Pasamos un buen rato sentados en la barra. Javier me contaba sobre el génesis del night club, y de cómo, llevado por su interés en las finanzas, había negociado para ser uno de los inversionistas. Para su fortuna, el dueño del local había resultado ser una persona muy tratable y con una mente abierta para los negocios. Luego de varios convenios había accedido a que Javier financiara parte de la construcción del local a cambio de un porcentaje proporcional en las ganancias en los primeros tres meses luego de su apertura, e incluso permitió que mi amigo participara en la toma de decisiones y diseño del club. Al ver el éxito que la discoteca tuvo en tan sólo un mes, decidió convertir a Javier en inversionista fijo y agente de relaciones públicas.

Javier me presentó a varias personas, entre empleados, proveedores, conocidos, y hasta cinco o seis clientes fijos. Luego de un rato de charla y de un par de copas, Javier me invitó a bailar. Estaba ansiosa, así que me levanté de un salto y seguí a mi amigo, tomada de su mano, a una zona despejada de la pista de baile.

Javier bailaba con una gracia inigualable. Se notaba que pasaba bastantes noches en aquel local, no sólo porque parecía que tuviese alas en los tobillos, sino también porque muchas chicas lo llamaban por su nombre, le coqueteaban y se le insinuaban para que bailara con ellas. Era un espectáculo que causaba mucha gracia, ver cómo Javier rechazaba sutilmente la compañía de cuanta chica se le acercaba, alegando que esa noche venía sólo conmigo.

Bailamos toda la noche. Tenía mucho tiempo sin ir a una discoteca a pasar un buen rato, desde mis años de loca adolescencia, cuando me escapaba de casa para ir a bailar con mis amigos. La selección musical del local fue excelente. Disfruté cada instante en compañía de Javier y conocí a mucha gente divertida. Cansada de tanto bailar, le pedí a Javier que me acompañara de nuevo a la barra a sentarme un rato. Comprensivo, accedió. Me tomé una copa más, descansé los pies, y luego seguimos bailando hasta que se hizo la hora de cerrar.

- ¿Te divertiste? – me preguntó mientras íbamos de camino a mi casa en su auto.

- ¡Por supuesto! La pasé excelente.

- Pues me alegro, porque quería proponerte algo.

- ¿Ah, sí? ¿Qué cosa?

- Bueno, como esta semana es feriada, tengo que pasar cada noche por el local. Tú sabes, es parte del protocolo, mostrar la cara de los inversionistas es ganar público al instante, y eso conviene en estas épocas. Entonces quería preguntarte... si no te molestaría ir conmigo todas las noches al night club, como mi acompañante.

- Wow, ¿en serio? – la verdad era que hacía ya mucho tiempo que había dejado atrás mi etapa fiestera, pero esa noche en el Plaisir Coupable me había recordado lo bueno, divertido y emocionante que podía llegar a ser.

- ¡Claro! Y todo pago, ¿eh? Puedes entrar y tomar lo que quieras sin pagar ni un sólo Euro.

- Suena excelente, Javier. Por supuesto que me encantará acompañarte.
- Perfecto. Presiento que la próxima semana será muy interesante.

- Interesante... – repetí yo. En realidad yo hubiese pensado en otro adjetivo como "entretenida" o "divertida". – Será genial, entonces, disfrutaremos de un buen tiempo juntos.

-Claro que sí – dijo poniendo su mano en mi muslo izquierdo. – Claro que sí...

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