C52
Después de la visita a William en el hospital, Evan compró nuestros boletos de regreso a Chicago, le explicamos a Karen que no podíamos quedarnos el domingo porque yo tenía trabajo pendiente y se me había olvidado traerlo, me disculpe con ella y le prometí que se lo compensaría pronto. Me despedí de ella cuando nos fue a dejar al aeropuerto y claro que Evan tuvo que actuar que era algo que él ya sabía pero por dentro y a juzgar por su expresión, estaba siendo destrozado por la ira absoluta.
Cuando llegamos a la ciudad, lo primero que hizo fue decirme que me consiguiera un taxi y yo acepté, me quite el anillo y se lo entregue cuando cruzamos los dos la puerta de la salida.
—No me lo voy a quedar —le recordé como otras veces, yo no necesitaba tenerlo conmigo todo el tiempo.
Alzó la vista, tenía una expresión molesta, rabiosa y cínica.
—¿Por qué no le dices a Chris que te recoja? —preguntó con ligero sarcasmo, en lo que tomaba el anillo y lo guardaba en su pantalón.
—¿Por qué insistes en cambiar de tema? —quería desviarme de eso y a la vez no porque si quería molestarlo, pero la pregunta era, ¿Por qué le molestaba? —Lo dices como...
—¿Molesto? Sí lo estoy pero no por eso, sino porque me hiciste quedar como un idiota delante de Karen, yo le había platicado que podríamos quedarnos el fin de semana.
—Le dijiste "podríamos" lo que se traduce a una probabilidad no un hecho. —lo corregí con arrogancia porque me fascinaba hacerlo quedar como imbécil.
Quiso probar que yo estaba mal pero no pudo lograrlo, se quedó con la ganas de hacerlo, apretándose la mandíbula y lanzándome unos ojos hostiles que antes me hubieran intimidado pero ya no, él aprendía que también debía complacer mis peticiones, porque no sería yo la única que sacrificaría todo, se dio vuelta que yo me revelaba poco a poco y no le convenía que yo me pusiera en contra de él aunque tuviera forma de chantajearme.
En lo que se iba, le marcaron por teléfono e inmediatamente lo sacó de su pantalón, tuve el infortunio de ver la pantalla con el nombre, decía "Camille". Se alejó y yo me quedé viendo como se iba y se mezclaba con la gente que iba apresurada entrado por la entrada del aeropuerto; me quedé sola aunque fue fácil conseguir taxi, tomé camino a casa, pensando en que clase de plan ahora estaría tramando con Camille y que si sería yo parte de ello, me preocupaba y me interesaba lo que hacían ellos dos junto con Jordan, porque mi terror era pensar que me envolvían a mí de nuevo.
(...)
Llegue a la casa de Chris justo cuando sacaba todo para su venta de garaje, había dos chicos que reconocí de la fraternidad, estaba segura de que eran de último año, se veían bastante grandes, me saludaron y yo me les uní; Chris estaba dentro de la casa y cuando me vio con sus amigos se entusiasmó, me dio un abrazo y me invitó jugo de naranja.
—Estoy bien, desayuné antes de venir —sonreí, vi que sus amigos comían galletas de coco, las que una vez hicimos, o bueno, que él me hizo porque yo casi no ayudé mucho. —¿Ya casi está listo?
—Claro, solo nos faltaba sacar unas cuantas cosas de esas dos cajas y ya estará todo listo. —se frotó las manos y caminó hacia las cajas para cargarlas y ponerlas en una gran mesa, sacaríamos todo y lo acomodaríamos para hacer todo atractivo y que pudiera venderse.
Lo ayudé a sacar lo que había dentro, en su mayoría eran portarretratos viejos pero muy bonitos, incluso me dieron ganas de comprar varios para las fotos que había sacado de varios paisajes y que eran mis favoritas. Fuimos sacando todo y me topé con varios portarretratos usados, me quedé viendo más de la cuenta porque Chris me había hablado.
Escuche su risa al lado mío, el de la foto era él de niño junto con su mamá , estaban en su fiesta de cumpleaños número 7.
—Ese soy yo como podrás darte cuenta, el de los grandes hoyuelos —rió un poco más y eso fue agradable, le daba un toque cómico a la situación, tenía que admitir que era un niño adorable, era inevitable no contagiarse con su pequeña sonrisa. —Fue un buen cumpleaños, ese día tuve todo lo que pedí, ese gran tractor y mi juego de video.
—Tus padres deben extrañarte —admití, dejando de ver la foto un poco para ver su reacción, fue una sonrisa más pequeña porque le debía dar nostalgia estar separado de ellos.
—Claro que los extraño, fue difícil irme pero en Oregón no estaba lo que yo quería, ellos fueron considerados y me dejaron irme a pesar de tener 18 años, es curioso, mis padres se conocieron en Washington pero al nacer nos mudamos a Oregón y ahora vivo en Chicago, creo que no tengo un lugar fijo para vivir —soltó una carcajada y sus amigos escucharon el comentario y rieron con él.
—¿Y qué era lo que querías? —me concentré más en lo que me había llamado la atención, ¿Por qué dejar a su familia? Pude hacerme una idea, la posibilidad de ser camarógrafo era buena en Chicago y no tanto en Oregón.
Me sobrecogió un poco que me hubiese tocado mi mano al querer ver la fotografía, me cruzó una sensación agradable, tibia que me hizo sonreír y a él también, no sé porque pero su tacto era cálido y suave y en ese momento no sé por qué no puede dejar de ver sus ojos.
—Quería ver de lo que era capaz, desafiarme a mí mismo y ver cuánto podía lograr lejos de casa. —respondió
—Y hasta ahora te ha ido bien —añadió uno de sus amigos, sonriendo, Chris también le sonrió y yo me concentré en acomodar todo lo de la venta. Al parecer era cierto, tenía un buen trabajo, una casa y buenos amigos.
Estuvimos unos diez minutos más arreglando hasta que todo quedó listo, yo quería comprar los portarretratos que había visto y algunas cajas que podían serme muy útiles, conforme pasaron los minutos, sus vecinos y amigos del trabajo iban llegando a comprarle. Yo le avisé a Florence que estaba en la venta de garaje de Chris y prácticamente ella dijo que estaría con nosotros en unos quince minutos.
Cuando Florence se nos unió, ella también le hizo compras a Chris, la verdad todos fueron muy lindos y agradables porque me di cuenta que Chris estaba rodeado de buenos amigos y eso me sobrecogía, era genial ver con cuánta gente contaba; estuve aproximadamente unas cuatro horas sin que me diera cuenta de nada, todo se fue demasiado rápido.
La venta terminó a las cuatro de la tarde y cuando ayudamos a recoger, Chris nos invitó a comer, prometió hacernos lo que quisiéramos y la mayoría votó por tofú, no era un platillo que acostumbrara pero acepté porque a fin de cuentas, sería genial probar lo que Chris fuese a preparar. La casa de Chris por dentro era acogedora, aunque fuese de dos pisos era pequeña, se podía escuchar la tranquilidad por todas partes pues ya que vivía solo la mayoría de los espacios estaban vacíos, la decoración era igual de agradable, muy sencilla.
—Sería genial que pudieras salir con Chris cuando yo no esté disponible —Florence me guiñó un ojo, observando como los chicos estaban en la cocina haciendo de las suyas, riendo seguramente por las tonterías que debían hacer dentro —Chris es agradable, un gran sujeto, la verdad tenerlo de amigo te hará bien y es muy interesante, tiene platicas muy amenas.
Hice una pequeña mueca porque sus palabras parecían dirigirse a otro lado que no era el correcto, no sé porque me dio ganas de decirle que no era lo que ella pensaba pero decidí no hacerlo, ella tenía razón, Chris era accesible y cuando Flo estuviera ocupada yo estaba segura de contar con él.
—Sí, gracias por la información —susurré, bajando la mirada, buscando desesperadamente algo en donde poner mis ojos que no fuera el grupito de hombres en la cocina.
Todos fuimos a la mesa para poder comer, habían preparado tofu empanizado con ensalada, la verdad no sabía mal o no sabía si era solo el empanizado lo que había logrado gustarme; la conversación del grupo fue al principio entre todos pero luego cada quien tomó platica con quien fuera, como Chris estaba a mi lado, platique con él sobre el platillo y después lo suertudo que fue al conseguir una buena cantidad con la venta de garaje.
—No lo hubiera logrado sin ayuda tuya ni de ellos —señaló a sus amigos, que reían ya demasiado fuerte, efecto del vino. —Además, jamás creí que todas las cosas sin uso que tenía hace años, podrían darme un ingreso extra bastante bueno.
—Pues tuviste demasiada suerte, hoy fue un buen día para ti.
Sonrió y con discreción quiso verme a los ojos.
—Sí, lo fue porque es la primera vez que estás aquí.
—Puedo venir cuantas veces quieras, si me invitas —admití, igualmente ruborizada y algo nerviosa respecto a lo que dijo, aunque no me desagradó.
—Siempre estarás invitada —me prometió, mostrando una sonrisa a medias que inesperadamente me dejó mucho en que pensar, sin razón alguna quería verlo sonreír así siempre.
Sonreí abiertamente ante la forma en que me lo dijo, quería ser discreta pero Florence se dio cuenta de mi felicidad y solo me guiñó un ojo, me ruboricé y baje mis ojos a la comida. Toda la tarde estuvo increíble y parecía que las horas no pasaban entre las charlas que hacíamos todos, reímos tanto que el vino nos daba la valentía para decir ocurrencias.
Ignoré que incluso mi celular sonó, fui a ver quién era porque estaba en mi bolsa junto al sofá, vi la pantalla y estaba de nuevo ese número sin registrar que solo quería decir una persona, Evan; tenia aproximadamente once llamadas, desde hace una hora, miré enfurruñada el teléfono y maldije una y otra vez para mis adentros, era imposible que no dejara de joderme.
Lo llamé solo para decirle que se fuera a la mierda y colgarle. Esperé a que respondiera y cuando lo hizo me interrumpió antes de que pudiera decirle "Vete a la mierda"
—Estoy fuera de tu departamento desde hace una hora —concluyó, como si se esperara el insulto que iba a gritarle y quiso frenarme.
Casi creí que la cara se me caería del pánico, la sangre abandonó mi rostro y me llegó hasta los pies tan rápido que no asimilé que me había quedado petrificada, no podía ni hablar, me había sacado un susto horrible, mi corazón palpitó tan fuerte después de lo que di crédito a lo que sucedía.
—¿Por qué estás ahí? ¿Qué carajo haces en mi departamento? —lo acusé con la voz baja pero exasperada, mi corazón palpitaba más fuerte con el coraje.
—Necesito hablar contigo —me dijo con un poco de frialdad.
—Pues ya estamos hablando, ¿Qué quieres?
—No te lo voy a decir por teléfono.
—¿Por qué no? —insistí con voz violenta —Hazlo o te cuelgo y apagaré el maldito teléfono para que dejes de molestarme.
—Porque si no vienes, me llevaré tus cosas, es parte de lo que quiero hablar contigo.
Lo que hice fue imaginar la cara de Mía cuando viera a Evan allá fuera, se supone que nosotros habíamos terminado, para todos mis amigos y conocidos era lo que yo había dicho y todos los creyeron, que de repente llegara y le dijera a Mía que quería verme, era lo que me estaba haciendo enfadar. ¿Qué iban a pensar? ¿Qué volvimos, que estamos juntos de nuevo?
—Creo que Chris puede esperar —espetó con voz seca.
Me tomó por sorpresa su comentario, me molestó pero a la vez me hizo pensar que a él también le molestaba y la pregunta que siempre rondaba por mi cabeza era ¿Por qué le molestaba?
Suspiré profundamente y me mordí el labio para evitar una discusión con él ahí mismo, cerré los ojos y conté hasta diez, no me quedó de otra.
—Espera en el lobby, no quiero que nadie te vea —mascullé, colgué antes de que pudiera decir otro comentario estúpido y miré hacia la mesa donde los demás reían y bromeaban, no tenían idea de que había pasado un mal rato y que justo ahora iba encaminada a enfrentarme al peor dolor de cabeza que podía existir, discutir con Evan era como hablar con la pared, jamás estaríamos de acuerdo y todo eso era agotador.
La única persona que pareció sentir que los observaba fue Chris, quien me invitó a acercarme con ellos de nuevo, mostrándome una sonrisa luminosa, amable y sincera, quise poder regresarle la sonrisa pero lo único que pude proyectar en ese momento fue una sonrisa en disculpa porque él inmediatamente sabía lo que pasaba al estar alejado de ellos sin intención de volver a la mesa.
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