C45
Evan pidió atención a los pocos presentes que estaba en la habitación, yo estaba paralizada, juraba que si alguien me pedía moverme no iba a poder hacerlo, mis músculos estaban entumidos, en ese momento quise desaparecer, quise morirme, no podía ser cierto, esto era el límite, comprometerme con Evan era demasiado, este juego se salió de control. Mi corazón estaba desenfrenado pero no por la emoción, no por la gran espera que cualquiera en mi lugar hubiese querido, estaba asustada, porque esto era dar el paso que más me temía.
Vi a William que también era uno de los presentes, se le podía ver en el rostro y en sus ojos la ilusión ya que también intuía lo que se avecinaba, no podía darse la oportunidad de descubrir la mentira, ni la farsa de este compromiso, quería poder hablar pero de nuevo yo solo debía callar.
—Familia y amigos más íntimos, hoy los he querido reunir en esta oportunidad que todos estábamos juntos para darles la más grande e importante noticia de mi vida —su forma de hablar era tan increíble, no se notaba en absoluto actuado, parecía que de verdad había una cierta verdad en lo que decía, sobre todo por su tono y lo suave que podía ser, sus facciones estaban relajadas pero conservaban la felicidad que se asomaba poco a poco —Hoy quiero que todos ustedes sean testigos por supuesto de lo que he planeado desde hace tiempo, porque justo con ustedes está la persona más importante para mí.
En ese momento giró su rostro hacia a mí, había algo en sus ojos que me hirió, más tarde entendí que nada de lo que había en esos ojos que me miraban era verdad, esa emoción era fingida y lo sabía, esa mirada cargada de felicidad era una mentira igual que sus palabras.
—Y quiero que sepan que para mi estar cada día con Amber me ha hecho una persona diferente, soy alguien para bien en todos los sentidos, agradezco todos los días el haberla conocido, no pude tener a una mujer tan increíble en toda mi vida a como lo es Amber —poco a poco se acercó a mí y de forma esperada se arrodilló delante de mí y sacó la cajita de donde relució un precioso anillo de compromiso que les robó el aliento a todos los presentes, menos a mí. —Aquí, delante de mi familia te pido ceremoniosamente si... ¿Quisieras casarte conmigo?
Estaba petrificada, sus ojos se encontraron los míos, no podía hacer nada más que quedarme con una expresión neutra, solo existía una respuesta para mí pero debía cambiarla de forma obligatoria para los demás y para Evan; traté de controlarme y aunque esta repentina petición me tomó desprevenida, sabía que vendría tarde o temprano pero jamás creí que sería demasiado rápido, estaba a punto de condenarme a estar casada con Evan, de ser su esposa, a ser legalmente suya, su propiedad, en cambio, si no aceptaba, lo peor de verdad iba a venir.
No me quedó otro remedio más que sonreír y reír en sorpresa, mi risa fue temblorosa y supongo que eso le dio más realismo, eso debía servir para nuestra puesta en escena.
—Sí, acepto —respondí cuidadosamente, dejando que me pusiera el anillo, su sonrisa era gloriosa, tuve que mirar hacia otro lado para no ser la imbécil que pudiera ser apabullada por su belleza, aunque ya viéndolo bien, ya no lucía atractivo para mí, de tan solo verlo feliz por cumplir otro capricho suyo me enojaba, me hacía sentir otra vez tan impotente y frustrada, quería borrarle esa sonrisa de la cara. Se había salido con la suya.
Su familia aplaudió en cuando el anillo encajó perfecto en mi dedo, se los mostré a los presentes, Karen casi lloraba, estaba emocionada, tanto que sus ojos se salían de sus órbitas, se tapaba la boca para no gritar de la felicidad que la embargaba, estaba atónita; William sonrió, fue una autentica sonrisa, no lo había visto tan complacido y aliviado en tanto tiempo, me di cuenta que esto de verdad lo contentaba, incluso le agregó brillo y vida a su rostro pálido y bastante decaído, la felicidad le otorgó una calidez natural.
Evan me tomó de la cintura y me apegó a su cuerpo, lo que hubiese hecho en ese instante era alejarlo pero resistí cuando vi a todos tan contentos por nuestra causa, gritaban y aplaudían tanto que desee que se detuvieran, que pudieran terminar todo este momento que para cualquier mujer sería el mejor de su vida pero para mí era una condena, una tortura que recién estaba empezando.
Se inclinó a mi oído, su cercanía me puso rígida, no quería sentirlo ni tenerlo cerca de mí más tiempo.
—Será mejor que nos besemos para que puedan irse, eso es lo que esperan —susurró, supo que yo estaba incomodada con la atención que recibíamos, los gestos de celebración como los aplausos y los grititos me ponían incomoda.
Trague saliva, no podía reprimir mi sonrisa porque se supone que debía estar feliz, que era el mejor día de mi vida, que nada podía robarme esta sonrisa por nada del mundo; me giré hacia Evan y él sostuvo mi rostro entre sus manos, lo primero que pasó por mi cuerpo al sentir sus labios presionarse sobre los míos fue una tremenda tristeza que hizo que mis ojos se llenaran de lágrimas, llorar en medio de esta celebración era aceptable pero no eran lágrimas de alegría cómo muchos lo creían, esto me estaba quebrando por dentro.
(...)
Ya íbamos de regreso a Chicago, eran las diez de la noche a pesar de la insistencia de Karen de quedarnos mañana, nosotros decidimos volver esa misma noche, Evan ya había comprado los boletos, prácticamente ese era su plan, regresar hoy mismo. Esperamos nuestro vuelo y yo claro que me quite el anillo cuando tomamos asiento en el avión, lo vio un par de segundos y lo guardó en el bolsillo de su abrigo.
—¿No tienes dudas al respecto? —preguntó, sin mirarme.
Igual le respondí sin mirarlo.
—Aceptar ya fue muy difícil, ¿Qué quieres hacer? Una maldita boda en grande, ¿Esperarás que la pague Karen?
—Quería una boda en Las Vegas, nadie tiene porque enterarse.
Por primera vez lo miré, estaba anonadada.
—Acabas de pedirme matrimonio delante de tu familia y dices que no quieres que nadie se entere. ¿A que estás jugando? No tiene sentido, incluso pudimos haber fingido sin necesidad de hacer esta estupidez.
—Las cosas se hacen a mi manera, Amber —aclaró con voz neutra —Conozco a mi familia, es mejor así.
—¿Y si yo no quiero que mis amigos y familia se enteren? No quiero que nadie lo sepa, ¿Qué vas a hacer?
Se volvió hacia a mí, tenía una expresión seria, no supe si en sus ojos había confusión, no pude descifrarlo con exactitud pero sus ojos ocultaban algo.
—Como dije, nadie tiene porque enterarse, firmamos los papeles en Las Vegas y terminará esto, estaremos casados, les diremos que fue algo de último minuto.
Su idea era estúpida, por supuesto nadie se creería algo como eso, a menos por una sola cosa.
—Nadie te creerá. —admití casi molesta.
—¿Por qué no?
—Nadie se casa así de rápido a menos que haya una razón.
Hizo un mohín, suspiró un poco frustrado y se pasó la mano por su cabello, eso solo lo hacía cuando no encontraba una forma de arreglar el desastre o cuando no hacían lo que querían.
—Sí, ya se, la razón de un embarazo pero es tan fácil y sencillo como decir que no pudimos esperar a casarnos porque no resistimos estar separados, eso bastará para cualquiera, incluso para Karen y si no es así puede joderse. Yo ya estoy haciendo lo que quiere que es que le demuestre que soy suficiente hombre para sentar cabeza.
—Nadie te creerá tampoco —susurré esperando que no escuchara pero estábamos tan cerca uno del otro en el avión que era imposible.
—¿Y porque no lo creería? Me estoy casando —masculló un poco irritado, baje la mirada, jugando con un paquete de cacahuates que la azafata nos había entregado.
—Llevamos menos de cuatro meses de conocernos, casarte con alguien que apenas y conoces.
Y entonces se echó a reír, lo que hizo que me volviera hacia él con cuidado a ver que era lo que le causaba tanta gracia.
—Karen es la menos indicada para pensar en eso, ella se casó con su primer novio por estar embarazada y al año se divorció de él, por eso no viste al padre de Emilia ahí, quizá deberías aprovechar el tiempo que pasas con ella para conocer también sus secretos. —sugirió con una expresión malhumorada, prefirió terminar la conversación preparando su almohada para dormir las pocas horas que estaríamos en el avión.
No podía creer mucho de lo que Evan me decía, tenía bien presente que era un mitómano y que cualquier cosa que saliera de su boca no era tan cierto como podía sonar, yo ya no podía creerle nada y así iba a ser desde ahora en adelante.
Chicas, como lo puse en una de las historias de mi instagram, ya está el grupo de Whatsapp de la novela donde podremos hablar al respecto de los personajes o discutir de los capítulos, lo que ustedes gusten, ahí tendremos contacto directo y también les podré hablar de lo que tengo en mente para la novela.
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Gracias por su apoyo y sus comentarios, también votos, las adoro y nos leemos en el siguiente capítulo. Chao
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