Capítulo 17
Narra Goku
Habían pasado dos semanas desde la caída de Milk. Eran las ocho de la tarde de un jueves y yo estaba en la biblioteca acabando el último de mis trabajos. Media hora después el trabajo estaba pulido, corregido y terminado, sin embargo no era capaz de moverme de esa silla.
Si, era un cobarde.
Estaba evitando a Milk.
Después de que se recuperara al par de días me alejé de ella. Empecé a saturarme con actividades extras: estudiaba de más, iba al gimnasio, me encerraba en la biblioteca… cualquier cosa que me evitara estar en el piso. No podía verla. Quería, pero no podía.
Aún estaba agradecido porque no hubiese notado mi reacción a su pijama. Sin embargo, no podía arriesgarme a que me volviera a pasar o a que notara mis sentimientos por ella, ¡me echaría del piso! ¡Diablos, y sé perfectamente que moriría de la agonía si no pudiera vivir con ella más o si se enfadaba conmigo por haberle mentido! Estaba en una total encrucijada. No sabía que hacer. No podía ir a decirle que llevo todo el curso mintiéndole. Me tiré de los cabellos.
-Perdona – me volví hacia la voz susurrante. Era la bibliotecaria – vamos a cerrar en quince minutos.
-De acuerdo, gracias – comencé a recoger mis libros y notas.
Eché todo en la parte de atrás del volvo y conduje despacio hacia el piso. Al final, me detuve en un restaurante mexicano y pedí mesa para uno. No me gustaba mucho este tipo de comida, pero el guacamole me recordaba a Milk. Si, era masoquista.
Cuando llegué al piso, todas las luces estaban apagadas ya. Era así todos los días. O llegaba muy tarde, para no pillar a Milk cenando, o llegaba muy temprano, para cenar primero y encerrarme en mi dormitorio.
La puerta de Milk estaba cerrada. Puse la oreja sobre la puerta y escuché. No había ruido dentro. Me atreví a abrir una rendija y asomé un ojo. Milk dormía. Abrí un poco más y metí la cabeza. Su olor me golpeó y sonreí. La observé durante un par de minutos. Sólo con eso, ya soy feliz.
Cerré con cuidado y me metí en mi habitación. Sonó mi móvil. Black.
-¡Ey, idiota! ¿sigues con humor de perros? – ese fue el saludo de Black cuando descolgué.
-Yo no estoy de humor de perros y no me digas idiota imbécil – empecé a pasear por la habitación soltando libros y apuntes.
-No, claro, y yo soy una frágil princesilla en busca de su caballero de brillante armadura ¡no me jodas! – me soltó y estaba seguro de que Black había rodado los ojos.
Desde que volvimos de Navidades él estaba felizmente insoportable.
-¿qué quieres? – le pregunté como si le estuviera perdonando la vida.
-Tienes planes para mañana en la noche.
-No sé que voy a hacer mañana viernes – me quité los jeans a tirones.
-No te estoy preguntado, te estoy diciendo que ya sé lo que vas a hacer – sentenció – te quiero a las 11 en la esquina de James St con Boren Ave. Un poco más abajo han abierto un local al que vamos a ir. Y, por supuesto, te quiero sonriente, bien arreglado y sin una nota mustia en tu voz.
-¿y eso? – inquirí enfadado por sus órdenes.
-Te voy presentar a mi novia.
Se me cayó la pijama de las manos, ¿novia? ¡wow!
-¿Cómo? ¿novia? ¿novia de verdad?
-¡Claro, hombre! Es la mujer de mi vida.
-Pe... pero Black – estaba impresionado ante su declaración firme y sin dudas - ¿de dónde la has sacado?
-Ya mañana te vuelvo a llamar y te cuento con más detalles, he quedado en llamarla antes de acostarme, ¡a…!
-Espera, espera – lo corté - ¡no pienso ir a conocer a tu novia a un club y quedarme luego de sujetavelas!
-No te preocupes, también irá su mejor amiga para conocerme a mí.
No sé si lo que me planteaba era mejor.
-¡Peor! ¡Te conozco y me vas a dejar tirado con una desconocida!
-Que no hombre, ya mañana hablamos, ¿de acuerdo? ¡adiós!
Y me quedé como tonto escuchando el sonido de corte de la llamada.
Me metí en la cama y crucé los brazos detrás mi cabeza. Lo que me faltaba. Aguantar a la novia de Black y a su mejor amiga.
[...]
Era las nueve y media de la noche del viernes. Había cenado algo ligero y me había duchado. Estaba con la toalla en la cintura y afeitándome delante del espejo del baño. Milk había llegado hace poco al piso porque mientras me duchaba la había escuchado trastear en la cocina.
Pasé la cuchilla de forma ascendente, con cuidado, a lo largo del cuello.
No podía seguir evitando a Milk. Esta mañana me había acorralado en la cocina. Se había levantado antes de lo acostumbrado y me había esperado en la cocina después de desayunar.
Enjuagué la cuchilla en el agua que tenía acumulada en el lavabo.
Me había hecho un interrogatorio digno del FBI. Al principio, me cogió con la guardia baja. Sus jeans ajustados y su camisa verde botella con los primeros botones abiertos me había atontado. Sin embargo, supe reaccionar y me inventé una historia de un desamor y de que un tipo me había rechazado, que por eso estaba tan ido. Me hizo prometer que le contaría esas cosas para poder echarme una mano, que la había tenido preocupada todo ese tiempo.
-¡Diablos!
Dejé caer la cuchilla al agua y apreté el lavabo con mis manos hasta que mis nudillos se quedaron blancos. ¡¿Cómo le iba a contar esas cosas si precisamente era ella la causante de todas mis desdichas? Y lo que tenía claro es que no podía seguir evitándola, si no seguiría preguntando hasta llegar a la guinda del pastel. No sé que hacer.
Busqué la cuchilla en el agua y retomé lo que estaba haciendo. Ya reflexionaría mañana. Esta noche intentaría divertirme y estar contento por Black. Él no se merecía que tratara a su novia de una patada cuando parecía muy enamorado. No era culpa de ellos que yo estuviera con un maldito humor de perros. ¡Oh, diablos! ¡Ni yo mismo me entendía ya! ¡Parecía una quinceañera enamorada por primera vez! ¡Toda una nena!
-¿Puedo?
Se escucharon unos golpecitos en la puerta y luego Milk entró. Sólo llevaba una bata celeste corta.
Tragué el nudo que tenía en la garganta.
-Es que tengo un poco de prisa y como no salías, ¿te importa si me ducho mientras acabas eso? – señaló con su barbilla la espuma de afeitar que quedaba en mi mandíbula y mejilla.
-Eh… - bien Goku, te vuelve a pillar con la guardia baja – no me importa – "¡estúpido!" me dije, pero tampoco es que pudiera decirle que no. No debería suponer nada para mí que una mujer estuviera duchándose a mi lado. Le di un intento de sonrisa.
-¡Estupendo! ¡Gracias! Es que voy un poco tarde.
Milk pasó por detrás de mí y dejó su toalla encima de la taza del wáter y antes de que pudiera procesarlo, dejó caer la bata al suelo, enseñándome su espalda y trasero. La cuchilla me tembló en la mano y la alejé de mi cara para no provocar un accidente.
Habían sido sólo veinte segundos, el tiempo que Milk tardó en dejar caer la bata al suelo y entrar en la bañera, cerrando la cortina, sin embargo, yo lo veía a cámara lenta en mis retinas.
Cuando escuché el agua, parpadeé repetidas veces. Nada más la vi desde mi perfil y sólo su anatomía trasera, pero con eso fue suficiente para que mi amigo reviviera después de dos semanas. Reafirmé el nudo de la toalla.
-¿tú también sales, mariquita? – la voz de Milk salió un poco amortiguada por el ruido del agua.
-Si – miré la cortina corrida, una pena que fuera tan pesada y oscura. Bueno, pena no, me dije mirando mi tienda de campaña -¿Has quedado?
-Si – cortó el agua y la escuché trastear entre los botes – he quedado con Ami.
Volví a coger la cuchilla para terminar. Milk no podía salir y encontrar ese circo en mi toalla. Era increíble lo que su espalda y trasero habían conseguido en mí. Sobre todo su respingón y pellizcable trasero.
Milk siguió hablándome y preguntándome sobre que opinaba de ponerse falda o pantalón. Por supuesto, le aconsejé que falda, que así parecía más alta y que podría ver sus cremosas piernas. Está claro que lo último solo lo pensé para mí.
Me puse una hidratante en la cara para después del afeitado y me despedí de Milk, saliendo del baño. En menos de un segundo estaba encerrado en mi habitación, sentado sobre mi cama.
-Tengo un serio problema – miré mi entrepierna. Al estar sentado y erecto al máximo, la toalla ni me cerraba bien.
Quité la toalla bruscamente y me dejé caer hacia atrás en la cama. Cerré los ojos.
Milk abría la puerta de un tirón. Yo levantaba la cabeza un poco de la cama y la veía desnuda en toda su gloria. Avanzaba hasta colocarse en frente de mí. Las gotas de agua corrían desde su cuello hasta perderse entre sus pechos blancos y más abajo. Se subía a la cama y trepaba por mi cuerpo hasta que sentó justo debajo de mi erección. Me miraba con esos grandes ojos chocolate y dejaba escapar una sonrisa coqueta. Agarraba mis manos y las ponía en sus suaves caderas. Se alzaba sobre sus rodillas unos centímetros y yo la ayudaba a dejarse caer sobre mi doloroso problema.
Gruñí.
Arrastraba mis manos desde sus caderas hasta su trasero. Ese trasero respingón y esponjoso. Clavaba mis dedos en su carne blanda y le ayudaba con el vaivén. Milk echaba la cabeza hacia atrás y las puntas de su cabello cosquilleaban en mis muslos. Se mordía el labio inferior y yo la tomaba por las caderas, incrementando el ritmo.
Un sonido gutural salió desde lo más profundo de mi pecho.
Un portazo resonó en la distancia y abrí los ojos de golpe.
-¡Diablos! – miré el desastre que había ocasionado en mi entrepierna.
Tanteé sobre la cama en busca de la toalla y cuando la obtuve, me limpié. Gracias a Dios, sólo me había manchado yo mismo y mi colcha no había sufrido daños. Lancé la toalla en el cesto de la ropa sucia y me dispuse a vestirme al fin. Esta noche, con chicas desconocidas, alcohol en mis venas y lejos de Milk, me vendría bien.
[...]
Narra Milk
No sabía porque Goku estaba así. Decir que llevaba dos semanas raro era quedarme corta. A saber que bicho le habría picado. Terminé de ponerme las medias.
Desde mi caída había estado distinto. No lo había visto apenas y me evitaba las pocas veces que coincidíamos en el piso. Me levanté de la cama y abrí el armario para sacar el vestido que me iba a poner. Lo dejé encima de la cama mientras me peinaba y me maquillaba delante del espejo que tenía dentro mi dormitorio.
Miré satisfecha la trenza lateral que me había hecho. Suspiré. ¿Será que Goku estaba enfadado conmigo por el numerito con Ami? Lo pasó mal, yo misma lo vi y lo noté. Sin embargo, si estuviera enfadado, podría estarlo un par de días, pero ¿dos semanas? Y en el caso que estuviera enfadado tampoco entendía por qué. Tampoco había hecho algo muy malo.
Agarré el rímel para acabar de pintar mis ojos.
Lo que tenía claro es que lo que me dijo esta mañana era una gran mentira, ¡eso lo sabíamos los dos! ¿Qué había tenido problemas de amores? ¡Já! Eso no se lo creía ni él, y eso que aparentemente era yo la que mentía mal.
-Bueno, Milk, esta noche vas a disfrutar –le dije a mi reflejo en el espejo – sobre todo si conozco al supuesto amor de Ami – reí.
Ami estaba súper emocionada con la idea de presentármelo. No me había querido comentar nada de él hasta que había estado segura, pero me había dicho que ese chico era el Él, el que llevaba buscando toda su vida. Su caballero sureño.
Me metí el vestido por las piernas y lo ajusté a la cintura con un cinturón bronce. Me encantaba ese vestido. Me lo había regalado Ami el año pasado por mi cumpleaños y sólo me lo había puesto en Navidad. Esta noche sería un buen momento para volver a usarlo. Era azul marino y más que un vestido, parecía una túnica, porque sin el cinturón quedaba bastante holgado. Me encantaba su escote de pico, enseñando lo justo, y su caída sobre los muslos. Me coloqué unas botas bajas negras con un tacón medio. Cogí mi bolso y el abrigo y salí de mi habitación.
Goku estaba de espaldas en medio del salón y tuve que recordarme cerrar la boca. Era imposible que a alguien le quedara mejor esos pantalones, ajustados en su trasero y cayendo sin arrugas hasta sus zapatos.
-¿Milk? – se giró para verme. Su mirada cambió durante un breve segundo -¿te vas ya también?
Pero me costó trabajo responderle. Si los pantalones color arena le quedaban bien por detrás, por delante eran aún mejor con el cinturón y los zapatos negros. Mientras esperaba mi respuesta, se remangó las mangas de la camisa color berenjena hasta la mitad de sus antebrazos. Me obligué a abrir la boca y decir algo.
-Sí, sí.
-¿Necesitas que te alcance a algún lugar?
-No, gracias. Ami viene a por mí. He quedado abajo con ella a las once y cuarto.
-De acuerdo, entonces me voy – se puso su abrigo negro y cogió su cartera, las llaves del piso y las del coche.
-Bajo contigo – me apresuré en tomar mis llaves. Necesitaba más de su presencia para ser feliz por hoy. La escenita del baño me había sabido a poco, a pesar de haberme comido con los ojos sus abdominales y la "V" de sus caderas.
Tiré de la puerta y fui al ascensor, donde Goku sostenía la puerta abierta para mí. Presionó el botón de abajo. Inspiré disimuladamente. En verdad, tenía que haber esperado a que se fuera él primero en el ascensor. Olía exquisitamente a recién afeitado, y eso, junto a su olor natural, me estaba emborrachando. Apreté mi abrigo, que aún tenía doblado sobre mi brazo, para evitar lanzarme a su cuello.
Cuando llegamos, Goku volvió a abrir la puerta con su brazo y me dejó salir primero.
-¿Me permites? – preguntó señalando mi abrigo mientras estábamos todavía dentro del portal.
-Claro.
Goku me ayudó a ponerme el abrigo. Estaba segura que las zonas de mi piel que había tocado sus dedos ahora estaban de gallina. Goku abrió la puerta del portal y la sostuvo abierta para que saliera.
-Bueno, pequeña, pasa buena noche – me dedicó una sonrisa y me acarició la mejilla con un gesto vago.
-Igualmente. Nos vemos mañana, mariquita – respondí con un guiño de ojo.
Goku comenzó a caminar dándome la espalda. Alzó su mano derecha para volver a despedirse y luego, metió las dos en los bolsillos de su abrigo.
Dejé escapar un suspiro anhelante. Sería afortunada la zorra que lo tuviera esta noche.
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Espero les haya gustado, hasta la próxima.👋👋👋
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