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Capítulo 11


Narra Goku

Había pasado una semana completa casi sin ver a Milk. El lunes me contó que tenía que preparar un trabajo con unos compañeros, así que después de trabajar volvía a la universidad para ir a la biblioteca o iba a casa de alguno de sus compañeros. De ese modo, había pasado la semana entera.

Me tiré en la cama y me puse a mirar el techo.

Una gran parte de mí la echaba de menos. Echaba en falta su olor por el piso, la música que sonaba desde su habitación, el vapor que dejaba en el baño tras la ducha y las cenas compartidas. Eso sí que lo echaba en falta. Los dos juntos en la cocina preparando la cena entre conversaciones y risas.

Me levanté y miré la hora. Ya eran las once. Me vestí, tomé mis cosas y salí de la habitación. En la cocina me preparé un sándwich y agarré una lata de refresco del refrigerador. Lo eché todo en mi mochila.

A pesar de ser sábado, decidí ir a la biblioteca. Milk se había ido temprano a casa de una compañera para según ella terminar ya hoy el trabajo. Me monté en el coche y conduje hasta el campus. Total, para estar en el piso solo, mejor me iba a mirar los libros y a tomar los datos que necesitaba.

Aparque y puse rumbo a la biblioteca para pasar allí buena parte del sábado.

[...]

Cuando salí de la biblioteca ya era completamente de noche y el cielo estaba totalmente rojo. Seguramente mañana llovería con intensidad. En el momento que abrí la puerta del piso, dieron las seis y media de la tarde en el reloj del salón. Sobre el mueble del vestíbulo ya había otro juego de llaves. Sonreí. Milk estaba en casa.

-¡Hola, pequ…! ¿Milk?

De la impresión se me cayó la mochila al suelo. Ella rió.

-¿qué se supone que haces?

-¿cómo qué que hago, mariquita? ¡Solo hidrato mi cutis! – me contestó con dificultad.

Milk tenía extendido sobre el rostro y parte del cuello una especie de masa blanca un poco dura que le impedía hablar con fluidez. Únicamente se le veían los labios, los ojos y su contorno. Intentó alzar una ceja ante mi cara de desconcierto, pero la sustancia esa no le permitió mover apenas los músculos de su cara.

-Ah, claro – solté una pequeña risa. Se supone que eso debía ser algo evidente para un gay, ¿o qué?

-Estoy tan cansada de toda esta semana que he dedicado la tarde a consentirme – se sentó en el sofá – me he dado un baño relajante, me he puesto la ropa más cómoda de todo mi armario – estiró la camiseta gris que llevaba puesta – y ahora me he preparado una mascarilla natural de pepino – apoyó la cabeza en el respaldo del sofá y cerró los ojos.

-Entonces te dejo tranquila – no sabía que debía hacer en esta situación.

-Oh, no, tontito – abrió los ojos y me miró – te estaba esperando. Me ha sobrado un poco de mascarilla y pensé que quizás la querías para relajarte después de un día duro.

"¡¿Cómo?"

-Sólo he estado en la biblioteca, no estoy muy cansado – no me pondría eso en la cara ni muerto.

-¡Oh, vamos, mariquita! – se levantó y me tomó del antebrazo para llevarme al sofá – así no desperdicio la que me ha sobrado.

-Pe..pero…

-¿es qué te has aplicado una hace poco? Porque no es bueno abusar de las mascarillas, Ami me dijo que resecan el cutis.

"¡Dios, dios, dios!" ¿y ahora qué le digo?

-No, no, es que bueno… - Milk me miró fijamente – deja primero que me cambie, ¿de acuerdo? Me pondré ropa cómoda.

-¡Ok! – sonrió – yo iré mientras a quitarme mi mascarilla, ya la he tenido puesta suficiente tiempo.

Entré a mi dormitorio y me saqué la camisa por la cabeza sin quitarle los botones. Abrí el armario y saqué una camiseta vieja. Cuando vi mi rostro en el espejo, me gruñí.

-Bien, Goku, lo poco que te quedaba de macho lo acabas de tirar por el retrete – suspiré y salí de la habitación.

Milk, con la cara lavada, me esperaba en el sofá. Debo de reconocer que su piel se veía aún más brillante y sedosa que de costumbre. Me sonrió y yo le dejé ver una mueca que espero que interpretara como una sonrisa. Me senté junto a ella.

-De acuerdo – se acercó más a mí y arrastró lentamente las yemas de sus dedos por mi mentón - ¿te has afeitado hoy, no? Tienes la piel muy suave, aunque también me gustas con la barba de tres días, te hace ver sexy.

¿Milk me acaba de llamar sexy? En momentos como este odio ser gay.

-¡Ah! – Milk tocó mi entrecejo – espera, antes de aplicarte la mascarilla, voy a quitarte ese par de vellos que tienes en el entrecejo.

Milk se levantó del sofá y corrió hacia su habitación. Espera, ¿qué?, ¿qué?, ¿qué? ¿ella va a depilar mi entrecejo? ¡está loca! ¡me va a hacer gritar como una nena! Milk llegó de vuelta en un momento y con las pinzas en mano, giró mi rostro y miró fijamente mis cejas.

-Sólo será un momento… - entrecerre los ojos y acercó rápidamente las pinzas a mi cara.

Sentí perfectamente como cogió el pelito con las pinzas y tiró. Oh. Tomé en un puño parte de la funda del sofá. Eso dolió. Milk volvió a usar las pinzas unas tres veces más y al final, puso la yema fría de su dedo sobre mi entrecejo para paliar el ardor. Espero que no notara como de arrugada dejé la funda.

-Ya – dejó las maléficas pinzas sobre la mesita y cogió un cuenco con la mezcla blanca – es de pepino, tu piel no reacciona mal al pepino, ¿no?

-No – espero que no.

Con una pequeña brocha, agitó la masa. Mojó la brocha y la llevó directa a mi frente, pero se frenó.

-Tu cabello me molesta – chistó - ¿tienes algo para sujetarlo?

Tuve que apretar mis dientes para que mi expresión no variara, ¿Milk que se esperaba? ¿creía que tenía todo un set de belleza en mi habitación? ¿o qué yo dormía con pinzas en el cabello y pepinos sobre los ojos?

-Eh… no.

-No te preocupes, buscaré algo – volvió a salir del salón.

Lo que tiene que hacer uno para mantener una fachada. Esta chica me iba a matar. Si Black se entera de lo que estoy haciendo ahora mismo, se reiría de mí hasta el final de mis días.

-¡Mira! – Milk llegó de nuevo y me enseñó unas ligas – esto servirá. ¿Quieres ponértelas tú? – estiró la palma de su mano con las ligas.

-No, no – no sé cómo se ponían esas cosas, ¡diablos! – mejor pónmelas tú como mejor te convenga.

Milk asintió. Se quedó de pie tras el sofá y suavemente peinó con sus dedos mi cabello hacia atrás, despejándome la frente. Sentí como tomaba montoncitos de mi cabello y deslizaba una de las ligas sobre él. Cuando terminó, volvió a sentarse en el sofá y a tomar el cuenco.

Sentí la mascarilla fría cuando la aplicó sobre mi frente. Por inercia, cerré los ojos al sentir la brocha sobre el arco de mis cejas. Después, puso sobre mi nariz con cuidado de no tocar mis ojos.

-¿mariquita?

-¿Si? – abrí los ojos.

-¿te importa si me siento ahí? – señaló mis piernas – es que no puedo poner bien la mascarilla si estoy sentada a tu lado – se mordió el labio.

No podía estar pidiéndome eso, no. Definitivamente, alguien de ahí arriba me odiaba.

-Claro, no hay problema – “Goku

*-_-, ¡estás idiota, estás rematadamente idiota!" – como te sea más cómodo – debía dejar de ser tan servicial y comportarme como un hombre de verdad.

Milk dejó el cuenco sobre el sofá y sin perder un segundo se sentó a horcajadas sobre mis muslos. Unos míseros centímetros separaban su entrepierna de la mía. Sus pantalones negros de yoga se estiraron sobre sus muslos y, porque yo llevaba aún puestos los vaqueros, si no estoy seguro que notaría perfectamente la tersidad de su piel.

Tomó de nuevo la brocha y el cuenco y continuó con su labor. Sin embargo, esta vez no pude cerrar los ojos. Aproveché esos minutos para estudiar todos los matices de su rostro: como su cabello se ensortijaba en las sienes, lo estilizado de sus cejas, el color negro de sus ojos concentrados, los labios llenos y rosados.

Milk se movió sobre mi regazo para llegar bien al lateral de mi mejilla. Apreté de nuevo los dientes, se había situado imperceptiblemente sobre mi entrepierna. Agradecía llevar aún los vaqueros, cuya basta y áspera tela evitaba que Milk notara como me estaba poniendo con sus movimientos.

-Bien, sólo falta el cuello. Levanta un poco la cabeza – lo hice – gracias. Uys, - protestó – espera un segundo.

La miré. Milk tomó un coletero que tenía en la muñeca. Alzó sus brazos y empezó a recoger todos los mechones de su cabello en una cola.

Oh…

Creo que una mujer debería tener prohibido hacer eso encima del regazo de un hombre. Al levantar los brazos, los pechos de Milk se habían alzado orgullosos contra su camiseta. La camiseta era suelta, pero con esa acción, sus pechos se habían apretado contra la tela y no llevaba sujetador.

No. llevaba. sujetador

-Estupendo, ya puedo terminar – me sonrió – no sabes lo que me molestaba el cabello.

Goku piensa en otra cosa, piensa en otra cosa. Mi madre bailando en bikini. Mi padre bailando el sapito. Black con falda. Niños berreando. Agua fría, muy fría… Necesitaba que Milk acabara ya, ¡ya!

-¡Terminé! – Milk se levantó de mi regazo y sonrió. Yo incliné ligeramente mi cuerpo hacia delante para cubrir un poco mi zona problemática – dejémosla actuar media hora. Me voy a limar las uñas mientras tanto.

Milk se fue y regresó con una lima y un bote de esmalte de uñas transparente. Se sentó junto a mí y comenzó a limarse las uñas de la mano izquierda. Me preguntó cómo me había ido la semana y yo le pregunté a ella de vuelta, intentando olvidar mi problema.

Definitivamente era difícil vocalizar correctamente con la masa esa puesta en la cara, no podía mover bien los labios y menos aún gesticular con las cejas.

-Por fin, el trabajo terminó esta mañana – me contó – el lunes tenemos que presentarlo al profesor – abrió el bote de esmalte – el trabajo cuenta el cuarenta por ciento de la nota final - protestó.

-Eso es demasiado. Es un porcentaje bastante amplio.

-Ya, por eso nuestro grupo tiene que darle una buena impresión al profesor y exponer el trabajo correctamente. El profesor también evaluará nuestra capacidad de trabajar en equipo – Milk chasqueó la lengua – espero que Mike se comporte.

-¿Mike? – ese era nuevo.

-Es un total baboso – Milk frunció la nariz y apoyó la palma de su mano en mi muslo para poder pintarse las uñas – ha estado toda la semana insistiéndome para que salga con él.

No sabía que estaba diciendo Milk, solo era consciente de su mano suave en mi muslo mandándome un torrente de chispas eléctricas.

-¿eh? ¿baboso?

-Sí, un total y completo baboso – quitó la mano, ¡al fin! y la puso frente a ella para comprobar que sus uñas estuvieran bien pintadas – ni a ti te gustaría.

-Claro, claro – a mi no me gustaría ninguna clase de tipo.

Milk miró el reloj – mariquita, ya deberías quitarte eso – me levanté – oye, ¿te apetece comida china para cenar mientras vemos una película?

-Por supuesto – le sonreí todo lo que pude contando que llevaba eso pegado en la cara.

-Llamaré mientras tú te lavas – me sonrió - ¡y mañana me tienes que ayudar a elegir mi ropa para la exposición!

Entré en el baño y cerré la puerta. Me senté en la taza del wáter. Creo que acababa de pasar la peor hora de toda mi vida. Apreté con las manos mis rodillas para controlar mi duro problema. Suspiré. Me levanté y abrí el grifo del agua caliente del lavabo. Alcé la cabeza mirándome en el espejo. Cuando me vi con el cabello recogido como el de una niña y con la mascarilla, mi problema se esfumo solo.

[...]

Era sábado de nuevo. Había pasado una semana completa otra vez. Sin embargo, esta semana fue como de costumbre. Nuestras clases por la mañana, Milk trabajando en el comedor al mediodía, yo con mis prácticas por la tarde y las cenas compartidas entre charlas y risas.

Eché un par de cucharadas más de café en el filtro de la cafetera. La puerta de Milk aún seguía cerrada, quizás cuando despertara le apeteciera un café. Le di al botón y me senté a esperar.

Anoche habíamos salido por separado. Yo salí con Black y Milk con su amiga Ami. Me revolví el cabello y bostecé.

Black había estado raro. Un par de chicas se acercaron y esta vez no fui yo él que las espantó, sino él. Decía que ya no estaba interesado en líos de una noche y se fue por otra copa. Cuando regresó, comenzó a hablar sobre Acción de Gracias, que era la fiesta más cercana que teníamos en el calendario.

-¿huelo a café?

La cabeza de Milk apareció por el resquicio de la puerta. Alzó el rostro y olfateó el aire.

-Sí, he hecho para los dos, pequeña.

Milk entró en la cocina y corrió una silla para sentarse en la mesa a esperar conmigo a que el café terminara de caer. Los dos llevábamos aún el pijama puesto. Ella llevaba un pantalón de tela suave de color beige y una camiseta roja que le quedaba muy amplia y por lo cual se había anudado en la cintura lo que le sobraba de tela, mostrando una franja blanca y aterciopelada de la piel de su vientre. Yo me había limitado a ponerme una camiseta blanca para acompañar a los pantalones de algodón que usaba para dormir.

-¡Ya! – Milk pegó un salto cuando sonó el pitido de la cafetera. Me levanté a ayudarle – no, no, yo me encargó, siéntate.

Colocó las tazas en la mesa, trajo el azúcar y calentó la jarrita de la leche en el microondas. Puso la cafetera en la mesa y sacó un paquete de galletas de una de las gavetas. Tomó con cuidado la jarra de la leche del microondas cuando acabó el tiempo.

Se sentó y sirvió mi café. Llenó la taza casi hasta el borde, le puso un dedo de leche y media cucharadita de azúcar. Justo como me gustaba. Le sonreí cuando me lo tendió. Luego preparó el suyo: media taza de café, hasta arriba de leche y dos cucharadas de azúcar. Me parecía tonto, pero ya me sabía todas sus costumbres y manías con las comidas y bebidas. Hoy se encontraba feliz, si no lo estuviera, sólo se habría puesto una pizca de azúcar.

-Bueno – sacó una galleta del paquete y la mordisqueó - ¿cómo te fue anoche?

-Estuvo bastante bien.

-Ese amigo tuyo con el que sales tanto, ¿significa algo o…?

-¡No!

Milk dio un respingo y casi se le cae la galleta de la mano. La asusté, pero como no sobresaltarme, ¿Black y yo? ¡uffff! Si alguna vez me obligaban a tirarme encima de un tipo, sabe dios que no sería Black. Vamos, ¡ni muerto!

-Lo siento – me disculpé – es que solo es un buen amigo y valoro mucho su amistad como para pensar en otra cosa – espero que esa afirmación la dejara satisfecha.

-Claro, lo comprendo – Milk se recompuso y me sonrió – muchas veces es mejor negarte al amor en vez de perder una valiosa amistad.

Me dejó perplejo su declaración.

Iba a hablar de nuevo, pero sonó el timbre de la puerta. Milk frunció el ceño y miró el reloj que colgaba de una de las paredes. Solo eran las once para las diez de la mañana. Ella hizo el intento de levantarse, pero la detuve.

-No te preocupes, yo voy. Sigue con el café.

Ni de broma dejaba que ella fuera a abrir la puerta cuando ninguno de los dos sabía quién era ni esperábamos visita. Abrí la puerta.

-¿Mamá?

💞💞💞💞💞💞💞💞💞💞💞💞💞

Espero les haya gustado el capítulo, pienso hacer un maratón mañana, claro si a ustedes les agrada la idea.

Una pregunta
¿Como quisieran que se llame el ex de Milk?

Si podrían ayudarme les agradecería.

Hasta mañana sábado👋👋👋👋.

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