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Capítulo 48


Noah apoya su cabecita en mi pecho. No dudo en abrazarla con fuerza. Sus sollozos son fuertes y su cuerpo tiembla. Temo que pueda volver a desmayarse. El doctor fue claro cuando dijo: no puede estar bajo presión o estrés. Su herida puede abrirse.

—Noah debes calmarte— le digo masajeando su espalda

—Me duele a cabeza— musita con la voz rota. Empiezo a preocuparme y la separo de mi pecho. Rápidamente se cubre el rostro con las manos, y yo no tardo para apartarlas. Se me parte el alma cuando veo que Noah tiene toda su carita roja, sus ojos están más que rojos y tiene los parpados sonrosados e hinchados. Reprimo las ganas de zarandearla para que me diga quien fue el causante de su llanto. Aunque está más que obvio, que la culpable es su madre. Tengo ganas de ir a la casa de esa mujer y gritarle tres cosas en la cara, se más de lo que ella quiere admitir.

Limpio sus lágrimas en un vano intento de ayudar.

—No llores ángel— le pido. Cierra los ojos y vuelve apoyarse en mi pecho. Beso su cabeza y la envuelvo con mis brazos. Poco a poco su cuerpo deja de temblar y sus sollozos dejan de sonar. Empieza a respirar pesadamente y por un momento el pensamiento que pudo desmayarse me alarma, la muevo un poco y se remueve demostrándome que se durmió en mis brazos.

Retiro algunos rizos de su rostro empapado y le acaricio la mejilla. Hago mil maniobras para conducir con ella en mi regazo y ruego para que ningún policía aparezca.

Cuando aparco fuera de casa, está nevando a mas no poder. Arropo a mi ángel con mi cazadora y la tomo en brazos, bajando con sumo cuidado del coche. Ella se acomoda en mis brazos y se acurruca más. Sonrío inconscientemente al ver sus ojos cerrados, sus largas pestañas están mojadas y sus labios se encuentran entre abiertos. Me sorprendo a mí mismo besando su frente. Se encuentra mucho más delgada de lo que recuerdo. La cargo aún con más facilidad de lo que lo hacía meses atrás. Su peso es la mejor prueba de saber que no se ha estado alimentando de forma adecuada, y tengo la leve impresión que su madre es la culpable de eso.

La recuesto en mi cama, y me deshago de sus zapatos. Enciendo el calefactor de la habitación y la cobijo con una manta. La dejo por unos segundos sola, para pedirle a Selena que compre todo lo que el médico receto a Noah. Sonriendo sale de casa, y yo me dispongo a volver a la habitación con Noah.

Cuando entro a la habitación no puedo evitar reírme de Noah. Toda la manta la tiene enrollada a sus pies y está en una pose sumamente extraña. Tiene la cabeza apoyada en su rodilla izquierda, y sus dos brazos están estirados hacia al frente. Me acerco a la cama, e intento acomodar su cuerpo de una forma cómoda. Estoy seguro que si sigue así, va a despertar con todo el cuerpo dolorido. Cuidadosamente coloco su cabeza en una almohada y vuelvo a poner su cuerpo en forma recta. Me recuesto junto a ella por un momento hasta que tocan la puerta. Abro la puerta y me encuentro a Selena con un vaso de agua en una bandeja, y todos los medicamentos que le encargue. Dejo todo reposando en la mesita de noche y espero a que Noah despierte.

No se alrededor de cuánto tiempo pasa hasta que Noah abre sus bellos ojazos. Temo a que me pille observándola así que tomo el mando del televisor y empiezo a pasar canales con desdén.

—Hola— me dice con voz soñolienta. Sin decir nada, tomo de la bandeja el vaso de agua y le paso los medicamentos. Noah frunce el ceño y pregunta: —¿qué es eso?

—Son los medicamentos para tu anemia. Necesitas cuidarte más— sujeta el vaso de agua con ambas manos, y se lleva las tres pastillas a la boca para bebérselas de un solo trago.

Me regresa el vaso de agua, y se queda en silencio viendo sus dedos. Veo como sus ojos vuelven a cristalizarse, y su labio inferior empieza a temblar. Me acerco rápidamente a su cuerpo, en un intento de consolarla.

—¿Quieres hablar de... bueno lo que sea que haya pasado? Me sorprende cuando me dice que sí. Yo me hubiera negado rotundamente. Y bueno si Noah se hubiera negado, le hubiera obligado a decirme lo que sea que le haya hecho su madre.

—Carmen no quiere que me relacione contigo— no me sorprende en lo más mínimo. Siempre supe a la perfección que yo no era de su agrado.

—¿Solo por eso? — le pregunto

—Si... bueno, no— admite. Observo como se muerde el labio inferior. Tomo su mano y le doy un leve apretón tratando de darle confianza. No soy bueno para hablar y mucho menos para hacer demostraciones de afecto.

Da dos largos suspiros y mira fijamente sus manos.

—Mi madre me manipulaba a su antojo— suelta de repente, yo me tardo unos segundos en entender lo que acaba de decir. —Ella controlaba hasta el más diminuto aspecto de mi vida— la voz empieza a quebrársele y hace un esfuerzo para continuar—Cuando mi padre nos abandonó ella era muy cariñosa conmigo. Incluso cuando vivíamos con él, mamá me compraba regaliz a escondidas. Cuando mi padre se daba cuenta a Carmen le tocaba su parte.

Cierra los ojos durante unos segundos y yo me quedo prácticamente boquiabierto. Siempre supuse que su vida era bonita; tenía a su madre y a su padre juntos. Creció con dos pilares de enseñanza, y fue completamente feliz, junto a sus muñecas y su casita perfecta.

—Llegaba ebrio la mayor parte del tiempo, y el dinero siempre nos faltaba porque lo gastaba en alcohol. Carmen cada noche me encerraba en mi habitación. Gracias a ello nunca me golpeo, pero si escuchaba los gritos de agonía de mi madre.

Nunca imagine que la vida de Noah haya implicado un padre ebrio y golpeador. O falta de dinero y escases de felicidad.

Los ojos de Noah están tan llenos de vida y calidez, que nunca imagine que su vida no haya sido color de rosa. Desde la que la conocí, vi en sus ojos felicidad.

—Mi padre nos abandonó cuando yo tenía nueve años. Mis abuelos nunca ayudaron a mi madre. Ella se pasaba las noches viendo las planillas de pagos, y estirando cada billete para que nos alcance. A medida que iba creciendo, me daba mucho cariño las pocas horas que la veía. Yo era consciente que mi madre trabajaba por lo cual nunca le reclame nada al respecto. Pero ella siempre me inculcaba que clase de amistades debo tener; que debo hace y que no. Cuantas horas tengo que dormir, incluso cuantas enjabonadas debo darme, cuando me ducho. Poco a poco fui creciendo bajo sus mandatos, pronto fui yo quien elegía mis amistades, pero todas eran las mismas; buenos estudiantes, personas de buena familia, etc. Cuando nos mudamos empezamos a pasar menos tiempo juntas, pero nunca desconfió de mí. Claro, ella sabía a la perfección quienes escogería de amigos, pero los conocí a ustedes. Conviví con Gaby, los chicos, Zed, Matt y tú. — respira profundamente y yo no puedo dejar de pensar en todo lo que acaba de decir —No me di cuenta de todo esto hace mucho. Nunca creí que mi madre tratara de vivir a través de mí. Quiso cumplir sus sueños ¡Tenía planeada mi vida! — de sus ojos empiezan a brotar lagrimas sin control.

—Tranquila, si ya no quieres hablar, no sigas— digo tratando de calmar su llanto. Niega con la cabeza y continua:

—Mi padre regreso a mi vida cuando cumplí quince. Apareció de repente frente a la puerta de casa. Muy elegante, con un traje muy caro y su maletín. Dijo que se había recuperado de su adicción y quería volver a relacionarse conmigo. No con mi madre, solo conmigo. Recuerdo que ese día él me dijo que una de las razones por las que se marcho era porque mi madre era demasiado manipuladora. Lo odie en ese instante más que nunca, y le dije que se largara. Me mandaba dinero mensualmente, y por sus correos, me entere que se había casado y tenía una linda familia. Cuando nos mudamos me regalo mi coche y quise devolverlo, pero no lo acepto. Desde el día que desperté de mi coma, mi madre cambio rotundamente. Ya no había ningún atisbo de la mujer que creí que era. Se mostraba muy molesta y trataba de ligarme con el hijo de su amiga. Me golpeo y me obligaba a recibir a Jake. Ya no puedo seguir así ¡Quiero vivir mi propia vida y cometer mis propios errores!— exclama

A este punto Noah ya está llorando a moco tendido. 

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