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Capítulo 23

Logan

Nunca creí cuando decían que tener el corazón destrozado era lo peor que podía pasarle a una persona, siempre creí que eran simples exageraciones. Muchas de las chicas con las que me echaba un polvo me gritaban en la cara que no tenía corazón. Llegué a creerlo, pero definitivamente hoy me di cuenta que, si lo tenía. No estoy seguro si se encontraba destrozado y Noah llego para reconstruirlo, pero duele como los mil demonios llevar esta tristeza que carcome el alma.

Me quede admirándola sin decir una palabra, solo deleitándome con su preciosa compañía.

Cuando sujete su mano entre las mías, increíblemente la máquina que media su ritmo cardíaco empezó a sonar, pero no dando aviso que su palpitar aumentaba, al contrario, sus signos vitales estaban desapareciendo.

Un montón de enfermeras y doctores entraron, yo me aleje hasta la puerta rogando para que logren estabilizarla. Salí de la habitación a punto de romper en llanto. Me sitúe en las afueras del hospital y empecé a golpear una pared, desahogando mí ira.

Me senté observando como de mis manos caía gotas de sangre, no quise regresar dentro por miedo a encontrarme con una noticia que no quiero escuchar. Apoyo mis manos en mis rodillas y entierro mi cabeza en ellas tratando de aclarar todo lo que ronda en mi cabeza, suplicando que en el momento que vuelva entrar al hospital no encontrarme con malas noticias, al menos, no con más.

— Hermano, no puedes quedarte aquí— dice mi amigo moviéndome levemente el hombro, niego con la cabeza y parpadeo rápido para evitar que me vea con los ojos escocidos.

Me apoyo en las manos para ponerme de pie y camino a paso lento de vuelta al hospital. Una vez dentro la madre de Noah se encuentra temblando con un vaso de agua en las manos, la novia de mi amigo se encuentra dándole leves golpes en la espalda para tratar de calmarla.

Me siento en una de las sillas y prendo el décimo tabaco. Tras darle unas largas caladas voto la colilla y observo como el mismo doctor canoso viene a paso apresurado hacia nosotros.

— ¿La estabilizaron? — pregunto cerrando los ojos, preparado para escuchar cualquier noticia, sea buena o mala.

— Afortunadamente si

Juro que esas dos palabras han marcado mi vida. Tras explicarnos a todos sobre el estado en el que se encuentra el doctor se marchó.

— Joven — se dirigí la señora Carmen a mi

— Dígame señora

— ¿Qué clase de relación es la que tiene con mi hija? ¿Son novios acaso?

Un nudo bastante grande se formó en mi garganta dificultándome hablar y tragar. Nunca me había puesto a pensar qué clase de relación quiero con su hija o si somos algo parecidos a novios.

— Solo amigos — respondo con poca sinceridad sabiendo que lo que en un principio hacíamos no era de amigos simplemente, o bueno si, pero Noah no es la clase de chica que tiene amigos a derecho de roce o eso quiero creer.

— Entonces ¿Por qué no se ha marchado en todo este tiempo?

— Porque estoy preocupado por su hija y por una razón más fuerte aún

— ¿Cuál? — pregunta

— Estoy enamorado de ella — los ojos de su madre se abren como platos y niega con la cabeza

— Usted no conoce el significado de esa palabra, es muy joven y tengo el presentimiento que no es de los chicos que se quedan con una sola y le prometen amor eterno, conozco a los de su clase

— Con todo el respeto que se merece — respondo tratando de controlar mi tono de voz por no explotar allí mismo — No puede juzgarme sin conocerme, y si, antes de su hija era un mujeriego, pero desde la llegada de Noah a mi vida ni siquiera pude besar a otra que no sea ella, inconscientemente me engañaba a mí mismo que es solo atracción carnal, siempre supe que lo que sentía hacia su hija no era simplemente deseo, bueno, desearla hasta cierto punto sí, pero no el deseo sexual, sino el deseo de poseerla por completo, las ansias de descubrir sus miedos, sus más profundos y obscuros secretos, no puedo asegurar que no lastimare a su hija porque soy un cabrón, pero nunca lo haría por empeño propio, Noah ha llegado a cambiar mi vida, me ha sacado de la profunda obscuridad que era y si despierta: Hoy, mañana, en un año o incluso cien, esperaría por ella. Le aseguro señora que el tiempo que sea necesario para que despierte voy a esperar con paciencia y ansías para poder ver de nuevo su rostro lleno de vida.

En ese momento me di cuenta que habían sido las palabras más sinceras que había dicho, todo lo que le dije a su madre era todo lo que quise negarme a sentir.

La señora sin decir palabra solo me dio una mirada que no supe descifrar bien, se puso de pie y se dirigió nuevamente hasta donde se encontraba Gabriela.

Realmente no tenía que darle explicación alguna sobre lo que tengo con su hija, y, de todas formas, aunque se hubiera interpuesto me hubiera importado muy poco, su hija es libre de escoger lo que quiere hacer. Pero si tengo que recalcar algo fue que se sintió liberador haberme abierto sentimentalmente con relación a Noah, le dije todo lo que tenía que haberle dicho a su hija en su tiempo.

Decidido a esperar así sea un año para que despierte, me dispuse a sentarme en el mismo sitio en donde he esperado con ansias cada hora una noticia sobre los avances de Noah.

No he dormido absolutamente nada en estos días, no sé si es por miedo a despertar y encontrarme con una mala noticia o que cada vez que cierro los ojos la imagen de Noah ensangrentada cayendo herida me inunda.

Me niego a moverme de este lugar sin que Noah despierte. Me encargué ya de mi hermana, mis abuelos la han recogido no hace mucho, muy contentos de pasar unos días extra con su nieta, mi abuela supo que algo no andaba bien, solo me mantuve al margen y negué cualquier sospecha de su parte.

A medida que pasa el tiempo siento como las esperanzas de todos desaparecen, incluso la señora Carmen va perdiendo la esperanza poco a poco. Yo me niego rotundamente a creer que no va a despertar, tan solo la simple idea de no volver a ver sus ojos abiertos me pone malo, hace que algo dentro de mí se descomponga.

Siento miedo de volver entrar a esa habitación y ver como sus signos vitales desaparecen. Me niego a seguir viendo su cuerpo inmóvil en una cama en donde parece cada día perder más el color bronceado nato de su piel, tornándose de un color cada día más pálido, acostumbrado a su sonrisa y ahora tener que soportar como sus labios están pegados, de un color blanco y reseco.

No tengo más fuerza para soportar mirar esa imagen, lo único que me hace seguir cuerdo es la esperanza de volver a sentir una vez más su presencia llena de vida. Quiero volver a sentir sus labios moverse sobre los míos, con una perfecta sincronía, necesito volver a respirar su aroma frutal, volver a sentir su cálido aliento al hablar, ver su rostro sonrojarse por alguna de mis bromas sin sentido o mis gilipolleces.

Estoy seguro que mi chica está luchando desde cualquier lugar para despertar y yo confío en ella, confío en que va a despertar. No me importa si yo soy el único que tiene fe ciega en ello. Si nadie más tiene esperanza yo la tengo por todos.

La imagen de Noah frunciendo ligeramente el ceño cuando pise una de sus hojas desparramadas en el suelo viene a mi mente haciéndome sonreír. La incredulidad de la primera vez que la visite en su casa para advertirle sobre no ir al muelle. Su rostro molesto cuando tuvo que sacarme de un bar de mala muerte, incluso cuando termino drogada por mi culpa, todos los momentos compartidos con ella me llegan como una ráfaga de recuerdos. Algunos haciéndome sonreír y otros causándome un sabor amargo en la boca.

Observando la puerta de la sala de espera veo como Matt atraviesa la puerta trayendo consigo un vaso de café en sus manos, me lo entrega y me da una mirada lastimera, la cual me enoja bastante.

— No puedes seguir así — dice Matt, le dirijo una mirada de fastidio advirtiéndole que no diga nada más — Vale — murmura comprendiendo a la perfección mi mirada.

Me llevo el café a los labios, saboreando cada trago recuerdo que en todo este tiempo no he probado un bocado de comida, pero si debo ser sincero, no he sentido hambre o la necesidad de consumir cualquier tipo de alimento. Solo siento la enorme necesidad de ver despertar a Noah, sin ella, toda la obscuridad que desapareció con su presencia está regresando a mí vida.

Noah es la claridad en toda la tiniebla que me rodea.

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