Capítulo 6
Tallé mis ojos ya demasiado cansado. Estar frente a la computadora por tanto tiempo, era agotador en todo sentido, pero necesitaba acabar con el trabajo para la mañana. Dejé la computadora sobre la mesa de noche y me levanté de mi cama hacia la cocina. Un café me vendría perfecto. Tomé la taza y la dejé sobre la mesa, esperando que el café este listo, cuando escuché el sonido de mi celular desde la recámara. Fruncí el ceño, eran las dos de la mañana y no solía recibir ningún tipo de llamada o mensaje a esa hora. Apresurado, caminé hacia la recamara y tomé mi celular de sobre la cama. Suspiro al ver de lo que se trata. Es un mensaje de mi madre, diciéndome que esté preparado para el próximo fin de semana. Sabía la razón por la cual lo decía, y se había vuelto agotador seguir esa idea incrédula.
Dos horas después, tenía el diseño listo, pero el sueño se había ido. Así que decidí que ir a recorrer la ciudad a la noche era una buena idea. Tomé un buzo grueso, jeans y zapatillas, y como si fuera un delincuente que escapa de la policía, salí despacio y con la capucha puesta.
Me gustaba la noche. Lo cierto es que hubo un tiempo en el cual salía mucho a clubs o antros donde la música fuera tan alta que tapara todo lo que escuchaba en mi cabeza. Funcionó por un tiempo, luego fue en vano. Desde esos momentos, aprendí que vivir de noche y dormir de día, no era un mala opción. La noche llena de energía, es como si todo se pudiera hacer, como si cada cosa fuera borrada a la mañana.
Saludé con un asentimiento de cabeza al sereno y salí fuera del edificio. Donde todo estaba casi vacío, dos o tres autos por las calles y dos personas. Caminé con la mirada en la calle con rumbo directo a la panadería que quedaba a siete cuadras. Mis noches de insomnio solía pasarlas ahí, hablando con el viejo Flavio, un hombre que siempre tenía algo interesante para contar. Al entrar, lo primero que noté es que él no estaba, si no que una chica joven de cabello rubio. Al verme, sus ojos se volvieron gigantes, retrocedió hacia atrás y me observó con miedo.
Reí para mis adentros, ¿creía qué iba a asaltarla?
Quité la capucha divertido y me dirigí al mostrador.
—¿Y Flavio? —cuestioné apoyando mis codos en la madera con una sonrisa.
La chica frunció el ceño y llevó su vista hacia la puerta detrás de ella.
—Abuelo —habló volviendo a mirarme —. Te buscan.
El hombre rechoncho y con su delantal lleno de harina, salió de allí. Al verme sonrió emocionado.
—Hace dos semanas no pasas por aquí Daniel, creí que me estabas engañando con el nuevo panadero de la esquina.
Junté mis palmas y las coloqué en mi pecho.
—No Flavio, yo le entregue mi corazón a sus bombas rellenas de mermelada de fresas —observé a la chica —. Un gusto, tu abuelo me ha hablado mucho de ti.
Era cierto, solía hablarme bastante de su única nieta, a la cual veía muy poco debido a que vivían lejos. Si no recordaba mal, su nombre era Amanda.
La muchacha observó a Flavio con recelo.
—¿También has intentado que él quiera conquistarme? —le recriminó volteando los ojos.
Los observé a ambos divertido.
—No, ya me dijo que no soy tu tipo —intervine.
—Así es, caprichosa. No dejaría que Daniel tuviera que soportarte, es mucho castigo para él.
Flavio me tomó del brazo y me arrastró hacia la cocina. Mientras escuchabamos los murmullos molestos de la chica. Reímos.
Al llegar a las sillas que mi gran amigo siempre tenía en una esquina de la cocina, tomé una de aquellas bombas que tanto me gustaban y me sentpe comiéndola.
—¿Qué te trae por aquí a esta hora, Daniel? —preguntó, curioso.
Lo observe comenzar a mezclar cosas en un gran recipiente.
Me encogí de hombros.
—Esta vez nada, simplemente no podía dormir.
Solía venir mucho aquí cuando escuchaba demasiado a Auryn. Falvio me solía entretener bastante, la mayoría de la veces lograba que tuviera un momento de paz cuando aquello se volvía muy pesado.
—¿Has vuelto a escucharla?
Sonreí, pensando que tengo mucho que contarle. Como que conocí a mi chica narradora, y que al parecer en otra vida tuvimos que afrontar una historia de terror.
—Si te contara... —murmuré, divertido.
—Tengo tiempo —se sacudió el delantal azul embarrado de masa.
—¡Vete!
Ambos nos quedamos callados al escuchar ese grito desde la panadería, era la nieta de Flavio. Corrí hacia donde ella estaba, dejando a el hombre detrás y al salir, sin pensar que quizás se trataba de un ladrón, vi a un chico de rodillas frente a la muchacha. Traía un ramo de flores y por su rostro, estaba pidiendo perdón.
—No hasta que me perdones —musitó él, despacio.
Me quede quieto observando la escena. No iba a meterme en problemas de parejas, ya había tenido bastante con los problemas con Carla.
Amanda gruñó.
—Franco, no quiero repetirlo de nuevo, lo nuestro se acabo en el momento que decidiste ser un completo idiota.
Di un paso atrás intentando que no me vean, no obstante el gruñido molesto de Flavio detrás de mí, hizo que la atención de ambos se centren en nosotros. El chico de rodillas me observó receloso y luego llevó su mirada a la rubia.
—¿Quién es este? —le reclamó.
Suspiré, ojala la chica no vuelva con él, se veía a tres millas que era un idiota. Y además no debía preocuparse de mi, ya tenía a otra chica en la cabeza.
—Vete muchacho, no quiero tener que traer la escoba como la vez pasada —advirtió Flavio.
Y yo solo podía pensar en cómo sacó de allí al ex novio de su nieta con una escoba.
—Abuelo, tú déjalo —dijo la chica con seguridad sin quitar la mirada del tipo arrodillado —. Como no te vayas ya mismo, llamo a la maldita policía y sabes de que soy capaz —lo amenazó.
El tipo no lo pensó mucho. Se puso de pie, me dio una mirada cargada de rabia, como si yo tuviera el tiempo y ganas de robarle a la novia, y se fue de allí largando una frase muy de película romántica.
—Pelearé por ti Amanda, y ganaré.
❦
Era ese maldito fin de semana que mi madre tanto adora en el año. Me encontraba sentado en el pequeño muro observando el parque de niños que se encontraba en frente. No quería estar adentro, oyendo a mi madre lamentarse. No creía que todas a las mujeres a las que les pasará aquello, estuvieran así, pero no podía juzgarla.
Mi vista recayó en una figura que pasó delante de mí. No me tomó más de tres segundos darme cuenta de quién se trataba.
—Auryn —dije alto. Haciendo que se detenga y mire hacia atrás.
La vi dudar unos segundos antes de dar la vuelta completamente y dirigirse hacia mí.
—Hola —saludó, observando el plato en mis manos.
—Mi madre hizo pastel —comenté, sonriendo.
Asintió.
Sus ojos viajaron por todo el lugar, se veía ansiosa.
—Debo irme —formuló, dudosa.
—No, no debes. Quieres, que es diferente.
Bajó la mirada, suspiró y se sentó a mi lado. A una distancia prudente. Clavó sus ojos en el piso y apoyó las manos en el muro junto a sus muslos. Auryn era linda, tenía un cuerpo bonito, con sus curvas.No era de revista, notaba unos pequeños rollitos en su panza, cabello negro y ojos marrones. Sus pequeñas manos tienen unas uñas bastantes largas, con esmalte color verde descascarado, la he visto quitarse el esmalte con los dientes, es gracioso.
—En realidad, debería irme —dijo finalmente, haciendo que apartara la mirada de sus uñas.
Sonreí, asintiendo y le tendí el plato con el trozo de pastel.
Me observó dudosa, pero lo tomó. Probó un bocado con la cuchara que había en el plato y la ví deleitarse con el sabor. Sonrió.
—Sé que tienes miedo, puedo verlo cada vez que me tienes cerca. Y sé que todo es raro, pero de verdad me interesa ser tu amigo, Auryn —me sinceré.
Tragó con fuerza y me observó.
—No se trata solo de miedo Daniel... hay cosas demasiado complicadas para ser entendidas, y lo que nuestro acercamiento puede provocar. Es una de esas cosas. Yo... —suspiró —. Yo no sé lo que todo esto podría causar. Acepté ser tu amiga porque quise, pero a veces no se si solo por querer algo está bien, hay cosas sobre todo lo que pasó que no entiendes.
—Ya pasó, y te creo. Te creo todo lo que me contaste, pero se soluciono, y aquí estamos. Yo creo que si estamos conectados, es por algo, y necesito saber la razón, no voy a dejarte ir ahora que te encontré. Viviste en mi mente por años, pase demasiado para dejar escapar la oportunidad de encontrar una explicación a todo.
—¿Y si la explicación en vez de solucionar las cosas, las complica? —preguntó con cuidado, clavando sus ojos en mi.
Era como ver dentro de un mundo misterioso cuando observaba su mirada.
Sonreí y metí las manos en mis bolsillos mirando al frente.
-No se Auryn, la vida se trata de eso. No creo que las cosas sean peores que cuando creí que estaba loco...
—Si, pueden ser peores. Más de lo que puedas imaginar —me interrumpió.
Asentí.
—Está bien, quizás tengas razón, pero prefiero morir en batalla que vivir escondido.
Su mirada seria me penetro, y una pequeña sonrisa se deslizó por sus labios. Tomó otro trozo de pastel, lo comió sin quitar la sonrisa y jugueteo con la cuchara en su mano.
—A veces olvido tu terquedad —carraspeó, como queriendo borrar aquellas palabras y miro el pastel —Está delicioso. ¿Quién cumple años? —cuestionó.
Hice una mueca.
—Mi madre le festeja el cumpleaños a un bebé que perdió con tres meses de embarazo. Según ella, sabe que su bebé está vivo de algún modo y debe festejar que tenga un año más de vida. Algo loco, lo sé...
Asintió seria y sonrió con tristeza.
—No deberías tomarla por loca, si a ella la hace feliz creer eso, esta bien. Las madres hacen lo que sea por sus hijos, aún cuando aún no los tienen.
Titubee a la hora de hacer la siguiente pregunta, pero quería conocerla más.
—¿Alguna vez... perdiste...
Negó de inmediato y respire tranquilo.
—No, pero sé de lo que es capaz una madre por tener a su hijo en brazos —relamió sus labios —. Cada familia es un mundo, y en el mundo de mi familia también hay pérdidas de ese estilo.
Asentí.
—Le diré que tengo una nueva amiga a la que le gusto su pastel.
—Mejor dile que la próxima vez haga de chocolate, ese sí es fantástico.
La observe con una sonrisa que me devolvió.
—Trato.
—Trato.
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