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Capítulo 5

Me entretuve una y otra vez, pasando el pequeño sobre de azúcar de una mano a la otra mientras esperaba ansioso verla cruzar la calle. Con su bolso color verde y su cabello recogido en una cola. Tarareando siempre alguna canción, caminando con tranquilidad y sin prestar atención a las personas a su alrededor, perdida en su mundo y pensamientos.

Quizás sonaba como un acosador, no podía negarlo, pero no era así. Simplemente mi cuerpo reaccionaba. Actuando sin pedir permiso. Y allí me veía varias veces, varios días, buscando la excusa perfecta para hablarle. Para no quedar como pesado. Porque a pesar de que ella hablaba de cosas extrañas, le creía, y necesitaba conocer más de esa historia, como de Auryn.

La ví cruzar la calle con cuidado y volver a su mundo en cuanto se encontró segura en en la acera. Quería hablarle, ¡Maldición! Tenía que hablarle, pero estaba casi seguro de que me querría lejos. Cuando me contó todo aquello, pude leerlo en su mirada, ya no quería revivirlo. Y allí estaba yo, insistiendo como un niño para obtener algo que, quizás, hasta era mala idea tener. 

Sabía que la gente me tacharía de loco si se lo contará a alguien, como siempre. Y sabía que debía simplemente caminar, alcanzarla antes de que se pierda entre la gente, invitarle un café, y conocerla más. Pero cuando quise hacerlo, cuando reaccione, solo fue para darme cuenta que ya estaba a escasos metros de ella, siguiéndola desde atrás. No me detuve, y acelerando mis pasos, llegué justo detrás de ella y toqué su hombro despacio. 

Se volteo con el ceño fruncido y en cuanto me vio hizo un gesto de cansancio. Debía admitirlo por muy loco que suene, pero me llego a doler aquello.

―No sabía que me detestabas tanto ―solté un poco brusco.

Me observo, escéptica.

―Te dije que te salve la vida. Si eso es detestar, estas mal informado sobre los sentimientos ―se burló y volteó volviendo a caminar.

La seguí con las manos en los bolsillos de mis jeans azules, porque tomé aquella respuesta como una invitación, aunque seguramente no lo fue.

―¿Qué buscas? ―preguntó antes de que pudiera hablar.

Observe su perfil.

―¿Tú novio? ―clavó sus profundos ojos en los míos.

―¿A qué viene esa pregunta?

―Curiosidad, hace mucho no lo veo contigo ―me encogí de hombros como si no esperara ansioso su respuesta.

―Guau ―se detuvo ―. ¿Me has estado espiando o algo así?

―Algo así ―curvé mis labios en gesto inocente.

Mi respuesta la tomó desprevenida, al igual que a mí. Ya que ni pensé al responder, pero disfruté demasiado de la sonrisa tímida y tierna que se formó en sus labios, y que intentó ocultar de inmediato volviendo a caminar.

Volví a seguirla.

―Su padre enfermo, así que estará fuera por un mes. ¿Otra pregunta? ―me dio una rápida mirada.

―¿Podemos ser amigos?

Seguro aquello era lo más patético que haya hecho con una chica, pidiendo amistad, asco.

Auryn se detuvo y se giró hacia mí. Observó a nuestro alrededor y se acercó un poco.

―No creo que eso sea una buena idea ―susurró.

―Antes lo eramos.

―Antes era diferente, Nacho.

Sonreí.

―Daniel ―la corregí y cerró los ojos como maldiciendose ―. Si no supiera que así me llamaba, me pondría celoso ―bromeé, pero no le causó mucha gracia. Me aclaré la garganta ―. Quiero saber como era, al menos eso me merezco ¿no? después de todo me torturaste por cuatro años y al parecer tuve un muy cruel final en otra vida.

Ladeo la cabeza nerviosa y se mordió una de sus uñas quitando el esmalte de color rosa.

―Eso fue bajo.

―Lo se.

Bufó frustrada y me saco el dedo del medio con cara de fastidio.

―Podemos intentarlo ―dijo al bajar la mano ―. Pero si... si sientes algo extraño, sueños, pesadillas, alucinaciones o algo, debes alejarte, debemos alejarnos. No se como esto pueda influir...

―Es un trato ―asegure con una sonrisa que se me hizo difícil disimular.

Dada por terminada la conversación, se dio la vuelta y se dispuso a seguir caminando. Esa vez no la seguí, pero si la observe hasta que se perdió entre la multitud, y lo cierto es que aunque espere que volteara, aunque sea una vez, no lo hizo.

De igual forma, no podía no sentirme feliz. Al menos había dado un paso importante, y era acercarme a ella. Observe las llamadas perdidas en mi teléfono, mientras caminaba de regreso a mi departamento. Sabía que estaba actuando mal, Carla no se merecía ser ignorada, aunque a veces sintiera que me asfixiaba. Y por primera vez, creía que tenía el valor de terminar. Que injustas eran las relaciones, para comenzarlas se necesitaban dos, pero para terminarlas, solo bastaba con que una persona no quisiera seguir y todo se destruía. Sabía que iba a ser injusto para ella, pero más injusto sería que siguiera a su lado sin quererla.

Con un poco de nervios, le envíe un mensaje diciéndole si podría venir a mi departamento para hablar. Gruñí cuando, de inmediato, respondió «espero no vayas a dejarme» porque la única cosa que me estaba pidiendo, no podía dársela.

―Hola, amor ―saludó al entrar, sonriendo.

Se acercó con unos saltos muy entusiasmados, y me dio un rápido beso en los labios. Creí que me recriminaría por haberla ignorado, por no atender sus llamadas, o por decirle que si podía venir otro día cada vez que se aparecía aquí. Al menos, si lo hiciera, sería más fácil decirle aquello, pero no, ella solo sonreía.

―¿Cómo has estado? ―pregunte desde el sofá mientras la observaba dejar su bolso sobre la pequeña mesa frente a mí.

―Muy bien, y te tengo una noticia genial ―anunció sentándose a mi lado.

―¿Cuál? ―pregunté, temiendo que no sea una de sus locas ideas.

Sonrió aún más.

―Le he pedido a mi padre un préstamo para que vayamos a la playa, teníamos ese plan desde hace mucho y nos vendría bien.

―No puedo dejar mis clases, lo sabes.

Conocía ese juego, hacía algo para que no pudiera dejarla, buscaba excusas, evadía el tema.

―Solo serán cuatro días ―se acercó y acarició con su mano mi pierna, con la punta de sus dedos. Algo que siempre me había vuelto loco de ella... antes ―. Por favor, prometo que no te vas a arrepentir...

―Si, lo haré... y tú también ―suspiré y me aleje, observándola a los ojos, con sinceridad y dolor ―. Sabes la razón por la que te llame, sé que lo haces. No quieras evadir un tema que siempre vuelve, debe llegar a un final.

Sonrió, como si no entendiera y se puso de pie dándome la espalda mientras fingía mirar un cuadro de decoración que había venido junto con el departamento.

―No se de que hablas. Esta todo bien, iremos a la playa y lo que sea que ronda en tu cabeza, desaparecerá, como siempre ―me dijo con voz suave.

Me puse de pie y me acerque a ella, tomándola de los hombros y haciéndola que volteé para observarme. Me rompí un poco más al ver sus ojos húmedos.

Bajando un poco mis manos y colocándolas en sus brazos, la observe con ternura y le di una sonrisa, intentando calmarla.

―¿No estás cansada de poner anestesia para una herida abierta que solo va a cerrar si se la sutura?

Apretó los labios y bajó la mirada.

―No quieras usar metáforas básicas de mi carrera para dejarme ―lo escupió con rabia y dolor. Y dio un paso atrás, alejándose de mi tacto ―. Te di todo, estuve contigo en tus peores momentos y me quieres pagar así. Das asco.

―Y te lo agradezco, lo sabes, pero también sabes que llevamos años arrastrando una relación que no tiene futuro. Mereces más que un hombre que esté contigo por agradecimiento, mereces a alguien que sepa valorarte.

―Típico ―gruño sin dejar de observarme ―. Típica frase estúpida para terminar una relación. Solo eres un cobarde que se rinde y no lucha por lo que quiere...

Antes de hacerlo tenía claro que no sería fácil. Que ella podría decirme cosas que me harían sentir de la mierda. Pero nunca me imaginé que aquello resultaría tan complicado. 

―Es que yo ya no te quiero, Carla. Te quise, supongo que te ame... pero ya no ―la interrumpí ―. Y aunque suene a una frase estúpida, te mereces a alguien mejor. Eres perfecta, pero para otro hombre, no para mí.

Esperaba gritos, llantos, promesas o preguntas, pero no hizo nada de eso, simplemente asintió, limpió una lágrima que corrió por su mejilla, tomó su cartera... y se fue de allí. cerrando la puerta con lentitud y en silencio. Dejando el vacío de su presencia. Por primera vez después de tanto tiempo, estaba solo y sabiendo que así seguiría, que ella no abriría la puerta de nuevo. Y dolía, debía admitirlo, pero estaba tranquilo, era un paso más a la vida que, sabía, me esperaba. Porque sentía que aquella que estaba viviendo, no era la correcta, ni la que quería.

«Buenas noches»

Sonreí, en medio del caos, lo hice. Su voz, por primera vez, en vez de alterarme o ponerme ansioso, me había hecho tranquilizar.

―Buenas noches, Auryn.

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