Capítulo 30
Observé mi vestido negro en el espejo, y lo estiré acomodando la tela arrugada. Odiaba haber tenido que comprarme ropa para una situación como esta. Uno debería ir vestido como quisiera a el funeral de las personas que quiso, estaba segura de que mi abuela hubiera preferido verme vestida con un vestido azul. Amaba ese color en mí.
Cerré los ojos intentando que las lágrimas no volvieran a caer.
La puerta de mi cuarto fue golpeada, y supe que era el momento de salir, de dejar de esconderme en mi habitación. Debía ir a ver cómo enterraban el cuerpo de unas de las personas que más quería.
Abrí la puerta con lentitud y le di una sonrisa desanimada a Nacho, el cual tan solo me tendió su mano y beso mi frente para luego dirigirnos a la salida. De camino al cementerio, nadie dijo nada, ni mi padre, Nacho, y menos yo. Tan solo quería despertar de esa pesadilla... pesadilla que yo había causado.
Al bajar, estaban todos mis familiares por parte de mi padre, mi madre era hija única, al igual que mi abuela, así que no había nadie por esa parte que fuera, pero por suerte, ambas familias habían sido unidas. Por lo cual el cementerio estaba lleno de personas. Algunas personas observaron curiosos a Nacho, pero nadie preguntó nada.
Cuando el cura comenzó a decir aquellas palabras, yo solo pensaba en que ya no estaría con ella, no podía dejar de llorar, quería desahogarme. A mitad de la ceremonia, mi padre me tomó de la mano y le indico a Nacho que nos siguiera. Nos colocamos detrás de una gran estatua y observe su rostro preocupado. Ya me estaba cansado de ver esa mirada, esa expresión, esos nervios.
—Escuchen —comenzó observando con cuidado por un costado de aquella estatua, parecía escapar de algo o alguien —, quiero que vayan ya a casa, yo iré luego de que esto termine.
—Papá —chille volviendo a llorar —, me quiero quedar, es la abuela.
La mano de Nacho tomó la mía y me detuve.
Mi padre cerró los ojos, cansado, nervioso y habló con rapidez observándonos a ambos.
—Deben irse, Nacho no puede quedarse más aquí —sus ojos se clavaron en mí y me abrazó —. Lo quieres, sé que lo quieres... así que ve con él y quédense en casa —susurró en mi oído.
Asentí un poco aturdida y confundida.
—¿Qué sucede? —preguntó Nacho un poco nervioso.
Mi padre se apartó y lo abrazó a él también, le susurro algo y Nacho asintió.
Por alguna razón que desconocí, Nacho se colocó la capucha de su sudadera negra, tomó las llaves que mi padre le dio y me tomo de la mano para salir de allí y dirigiros al auto. Quitó la alarma y nos subimos en silencio.
—¿Qué te dijo? —pregunté luego de unos minutos.
Me dio una rápida mirada y tomo mi mano para luego besar mis nudillos.
—Te quiero.
Me gustaba escucharlo, pero sabía que ahora solo lo decía para evadir mi pregunta.
—Dime —insistí un poco molesta alejando mi mano y cruzándome de brazos.
Nacho suspiro y estacionó el coche para luego girar y observarme.
—Creo... que es mejor que él te lo explique —cerró sus ojos —. Y creo que sé lo que quiere contarnos, pero no me lo dijo —aseguró, observándome —. Simplemente me dijo que si te quería, te sacará de allí de inmediato.
—Estoy cansada de esto —me sinceré y Nacho se inclinó abrazándome. Era un poco incómodo con los cinturones de seguridad, pero no me importo.
—Tiene que acabar pronto Auryn —parecía debatirse sobre algo.
—¿Qué pasa?
Negó y se dispuso a poner en marcha el auto, pero lo detuve y lo observe. Pareció entender mi mirada de súplica y asintió.
—Solo tengo un mal presentimiento —susurró —, como si pudiera desaparecer en cualquier momento —sus ojos estaban un poco llorosos.
Mi corazón se encogió ante aquello, el simple hecho de pensar en eso me consternaba. Verlo de esa forma era destructivo para mi, quería verlo bien, feliz, tranquilo, con su sonrisa.
—Eso no pasará —intenté asegurar, pero pareció más como si intentara convencerme a mí misma.
Sin pensarlo un segundo me quite el cinturón de seguridad y me incline besándolo, sonrió un poco entre mis labios y unos minutos después me aleje acariciando su mejilla.
Al llegar a mi casa, tan solo nos quedamos en la sala, sin cambiarnos de ropa, sin ducharnos, sin hablar, sin comer algo, tan solo allí, ambos, sobre el sofá. Nacho se encontraba sentado, mientras yo estaba acostada, con mi cabeza en sus piernas, los ojos cerrados, y disfrutando de oírlo tararear una canción mientras acariciaba mi mejilla pensando que estaba dormida.
Oí la puerta de la entrada ser abierta, pero no abrí mis ojos, tan solo me quede quieta. Me gusto que Nacho no detuvieras sus caricias.
—¿Se durmió? —preguntó mi padre.
—Si, está cansada.
Se hizo un extraño silencio durante unos segundos y escuche el suspiro de mi padre.
—Despertemosla, tenemos que hablar.
—No —lo interrumpió Nacho —. Creo... creo que sé lo que dirás, y no quiero que ella lo sepa. La destruirá.
Abrí mis ojos de inmediato y si no estuviéramos en una situación dramática, hubiera reído por la expresión de sus rostros.
Me senté observando a ambos.
—Yo soy la que se metió con esa cosa, así que soy la que más tiene derecho a saber —dije frunciendo el ceño —. Ahora —sentencié.
Mi padre dejó salir un suspiro para luego sentarse frente a nosotros, en el sofá individual. Nacho tan solo se inclinó apoyando sus codos en las rodillas y apoyó las palmas de sus manos en su frente.
Sentí que mi corazón se descontrolaba dentro de mi pecho y un nudo se formaba en mi estómago. Tenía miedo.
—Auryn, Ignacio. Sé que ambos están al tanto de todo esto, pero... hay algo que no saben —observó a Nacho, el cual seguía en la misma posición —, o quizás tú lo sospechas Ignacio —el nombrado asintió sin moverse mucho, mi padre suspiro —. Tu abuela estuvo investigando luego de la muerte de tu abuelo, y averiguó casi todo cuando tu madre falleció, Auryn, por eso me pidió que no te diera el collar. Pero lo hice, y solo yo sé cuánto lamento no haber estado lo suficiente atento como para darme cuenta de que eso fue lo que mató a tu madre —pasó la palma de su mano por su rostro con frustración —. Tu abuela investigó, recorrió, habló con familiares de todas partes, y por eso descubrió todo aquello Auryn, descubrió lo que en realidad era esa magia, descubrió que fue lo que hizo con tu abuelo, con tu madre, descubrió cada mínima cosa... pero hubo una que no descubrió hasta hace tan solo unos días —dijo bajando la voz y cerró sus ojos un momento.
—¿Qué cosa?
—No se lo digas —pidió Nacho levantando la mirada y note lo rojo de sus ojos.
—No estoy seguro de si hablamos de la misma cosa Ignacio — rió sin humor —, ni siquiera sé si eso sea lo último por descubrir, si servirá de algo.
—Me estoy asustando —advertí subiendo mis piernas al sofá y abrazándome a ellas.
El chico a mi lado gruño y se puso de pie de espaldas a mí.
—Está bien, dilo... estoy completamente seguro de lo que dirás.
Mi padre volvió a suspirar y negó débilmente. Sus ojos se clavaron en mí con precaución.
—Les pedí que se fueran del cementerio porque había oficiales, Auryn —fruncí el ceño —, los cuales podría reconocer a Ignacio.
—¿Qué? No entiendo —dije aguantándome para no llorar.
—Esos sueños de los que Ignacio hablo... no son sueños Auryn —balbuceó, pero le entendí.
—¿Qué son?
—Son recuerdos —intervino Nacho volteandose, para luego dar un par de pasos y ponerse de cuclillas frente a mí.
Me regaló una mueca llena de angustia.
Mi padre asintió dándole la razón.
—¿Eso... qué significa exactamente? ¡No hablen a medias!
Mi padre se puso de pie para luego sentarse a mi lado y tomar mi mano.
—La magia no crea cosas, Auryn. La magia quita cosas a otras personas para cumplir con lo que se le pide—mi corazón se detuvo, ya no quería que siguiera —. Ignacio no se está volviendo real, Auryn... Ignacio es real, siempre lo fue.
Muajajajjajajjjjajaja y nadie lo adivino nunca. Ahí andaban ustedes burlándose de Nacho y Auryn por "darse cuenta" de que Nacho se estaba volviendo real tan despacio, pero no... nunca adivinaron lo que en realidad estaba sucediendo.
Ya no soy tan cliché ¿Cierto? *cara orgullosa*
¿Las impactó? *cara malévola*
¿Creen que Nacho y Auryn tendrán un final feliz? *cara pensativa*
Con cariño (mucho amor, en serio. No me odien)
¡Kalu!
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