Capítulo 28
Jugueteé con mis dedos con la mirada clavada en ellos, no quería levantar mi cabeza y observar a Nacho de pie frente a mí. Me sentía una niña siendo regañada, solo que él no decía nada. Tan solo estaba ahí, con sus ojos puestos en mi persona, lo sentía. Sentía su mirada penetrante, escuchaba su respiración lenta, oía el tamborileo de sus dedos sobre la mesa de mi escritorio, y si movía un poco mis ojos, podía ver sus zapatillas y parte de sus piernas cubiertas por un jean.
Suspire resignada. Al parecer él no pensaba decir nada, así que supuse que estaba esperando que fuera yo la primera en hablar, quizás en responder la pregunta que me hizo. Pero lo cierto era que lo único que tenía ganas de hacer era abrazarlo y besarle hasta que me faltara el aire y los brazos se me entumieran.
Refregué la palma de mis manos sobre mi acolchado, una a cada lado de mis piernas y cerré los ojos un momento para luego tomar aire y elevar la mirada.
Como lo había supuesto, él se encontraba observándome. Sus ojos estaban fijos en mí, y sus dedos no dejaban de tamborilear, provocando que el sonido ya me estuviera causando desespero.
—¿No dirás nada? —pregunte y note lo ronca que estaba mi voz.
Nacho arrastró la silla y se sentó frente a mi, observandome directo. Me gustaba su mirada, no importaba de qué color fueran sus ojos, con el marrón de antes o el verde de ahora, su mirada seguía siendo la misma, con la misma intensidad, con la misma esencia.
—Creo que la que debería hablar eres tú, Auryn... explicarme qué estás haciendo.
Fruncí el ceño.
—Solo te observo.
No sabía si había visto bien, pero estaba casi segura que había intentado esconder una sonrisa.
—Hablo de lo que me paso, este no soy yo.
Asentí... ese no era él, al menos no físicamente. Su cabello estaba rubio, un poco más largo que antes y en ondas. Sus labios más gruesos, su piel se había aclarado bastante, el color verde de sus ojos era algo que jamás había visto en mi vida. Tenía un poco de barba, algunas de sus facciones habían cambiado, mientras que otras se mantenían iguales, tal y como las había imaginado y recordaba. Su cuerpo... eso si era completamente diferente. Ahora tenía más músculos, muchos más, se notaba la firmeza de sus brazos y abdomen bajo la camiseta que llevaba y su altura había aumentado un poco. Ya no parecía aquel chico de diecisiete años... ahora parecía mayor, quizás de veinte y tantos.
En otras palabras... era completamente lo contrario a el chico que físicamente, cree.
—Si esperas una solución o explicación... yo no la sé —me sinceré —. No he hecho más que...
—Desear que me volviera real —acabó la frase por mi y asentí —. ¿Entonces no tienes idea de que me sucedió? —preguntó.
—No, no lo sé —hizo una mueca y bajé la mirada —. ¿Dónde has estado? —me atreví a preguntar.
—Eso no es importante —cortó el tema y mordí mi labio intentando no ponerme mal.
Era obvio que aún me odiaba, y más con lo que le sucedía ahora.
—Para mi si lo es Nacho... te extrañe —balbuceé y tape mi rostro con las manos de inmediato.
No quería llorar, no debía llorar, pero no podía aguantarme. Lo extrañaba, y ahora que lo veía, que solo quería abrazarlo... él me seguía detestando.
—En la casa de un compañero del trabajo —dijo luego de unos segundos. Lo observe.
Su mirada fría y dura aún no cambiaba, pero parecía más calmado.
—Y volviste, ¿por qué?
Señaló su cuerpo y rostro como si fuera obvio.
—Necesitaba saber si estabas haciendo algo conmigo para que cambie —refregó su rostro con las manos y dejo salir un largo suspiro mirando al techo.
—No he hecho nada, no he deseado nada y no puedo escribir ni hacer nada con la historia desde que... saliste de allí —aseguré y me observó con el ceño fruncido.
—¿Nada? —negué —¿No has cambiado mi vida?
—¿Qué? —pregunte confusa.
—Si no has escrito sobre, no se... una madre, un padre diferente. Amigos... novia... ¿No has creado una nueva vida para mí?
—No, ya te he dicho que no pudo hacerlo —aseguré —. Y tampoco me serviría para nada —añadí —, ¿por qué lo preguntas?
Esto cada vez me gustaba menos, cuando creía estar al borde de las cosas malas, cuando creí que habían llegado a su límite, cuando pensaba que ya tenía toda la información necesaria... aparecían más y más cabos sueltos. Más cosas para arruinar y descontrolar la tranquilidad que intentaba tener ante todo aquel caos.
Nacho ladeo la cabeza y su mirada se perdió en algún punto sobre mi cama.
—He tenido sueños extraños, son como... recuerdos. Antes eran borrosos y no los entendía, pero desde que me aleje de ti... se volvieron nítidos y claros. Como todo este cambio físico, al inicio lo note, mis ojos estaban cambiado, también mi cabello, pero era casi imperceptible... y cuando me fui, solo pasaron unos días y comencé a cambiar radicalmente. El problema es que nadie lo nota, solo yo... y al parecer tú —me observó —. También hay algo más...
—¿Más? ¿Qué cosa? —pregunte sin ánimos.
Lamió sus labios.
—Escucho cuando escribes, en mi mente, como si vivieras allí —abrí los ojos sorprendida, ¿a qué se refería? —. Al inicio no sabía lo que me sucedía, pero note que eran como poemas, así que la tercera noche que comencé a escucharte... vine hasta aquí, te observe por la ventana, y allí estabas, escribiendo. Volví al otro día, y te vi nuevamente, y hoy creí que lo mejor era entrar y averiguar qué sucedía.
Jadeé, sin terminar de comprender toda la información que me estaba llegando, o mejor dicho, todos los misterios que se me estaban presentando.
—Te juro que jamás quise hacerte mal Ignacio, yo solo... estaba enojada, triste, y con inocencia pedí un tonto deseo, pero jamás creí que se hiciera realidad —sorbí por la nariz y deje que las lágrimas salieran —. Luego te conocí... y comenzaste a dejar de ser ese chico que creé, eras otro, diferente... y me gustaste, te quise. El temor de que me odies cuando supieras la verdad o que me creyeras loca me carcomía por dentro.
—Te extrañe —lo observe mordiendo mi labio inferior y una pequeña sonrisa se deslizó por sus labios en tanto se colocaba en cuclillas frente a mí y tomaba mis manos sobre mi regazo —. Te extrañe como un loco Auryn... intente mentalizarme de que te odiaba, pero no podía hacerlo. Sentía que me faltaba algo si no estabas conmigo —acarició mi mejilla —. Al inicio no pude comprender cómo lo pasaste, y no es como que ahora te entienda por completo, pero... te creo, y no quiero alejarme. Solo que todo esto es un ida y vuelta, un vaivén de emociones que no puedo controlar, me siento en una montaña rusa, en el cielo por instantes y a punto de darme un golpe seco contra el piso... estoy intentando entender todo lo que paso, pero no quiero perderte. No me perdonaría perderte.
Quería sonreír al escucharlo decir aquello, en verdad quería hacerlo, porque me estaba devolviendo el alma luego de tanto, me estaba dando alegría, pero me daba miedo quererlo tanto, me daba miedo todo lo que pudiera suceder luego, me daba miedo que solo fuera un bonito sueño del cual despertaría.
—Perdón —susurré en tanto lo abrazaba y escondía mi rostro en la curva de su cuello.
Con uno de sus brazo rodeo mi cintura y con el otro acarició mi espalda de arriba a abajo. Su cuerpo se sentía diferente al tacto... pero era la misma conexión, eran los mismos sentimientos, era la misma química. Porque no importaba su aspecto, seguía siendo el mismo chico al que quería.
—Perdóname tú también, brujita. No debí comportarme de esa forma... arreglaremos esto juntos, lo prometo.
Se separó de mí sin quitar sus pupilas de las mías. Sonrió con ternura y luego sus ojos viajaron a la toalla que aún continuaba sobre mi cabeza y su sonrisa cambió por una divertida.
—Esa toalla en tu cabeza siempre fue muy tentadora... saber que te duchaste, el agua recorriendo tu cuerpo —me dio una sonrisa ladeada y coqueta, para luego observarme con profundidad y seriedad —. ¿Puedo besarte?
Dejé escapar una risilla.
—Nunca pediste permiso... no creo que debas comenzar ahora.
Pero no deje que él lo hiciera, fui yo la que acuné su rostro y lo bese. Y cuando acaricie sus brazos y abdomen note que para nada me molestaba su nuevo físico, sino que todo lo contrario.
Nacho se separó de mí con brusquedad y me observó con los ojos muy abiertos.
—Auryn... quizás me esté volviendo real.
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