Capítulo 12
Corrí al baño en cuanto Nacho subió las escaleras y oí la puerta de su habitación ser cerrada. Una sonrisa estúpida apareció en mi rostro cuando estuve dentro. Él había dicho que era linda. No era la primera vez que lo comentaba, era como si solo lo dijera, como si fuera lo más normal del mundo. Como si no se diera cuenta lo nerviosa que me ponía cada vez que nombraba esas cosas o me dedicaba un halago. Era como si no notara lo mal que me ponía su cercanía, aunque intentara disimularlo. Y no se sentía como un halago o piropo superficial que te puede decir cualquiera, se sentía diferente.
Estaba con él en todo momento, ya ni pensaba en los demás. Quería estar con él, lo extrañaba.
Suspire intentando borrar la sonrisa. Debía recordar lo importante: Él no era real, y estaba enamorado de su mejor amiga, pero entonces, ¿por qué me decía esas cosas? El chico que yo creé solo tenía ojos para Mandy, jamás halagaba a otra chica. Nacho había cambiado desde que había llegado a mi lado, y eso me preocupaba.
Al terminar de ducharme, dudé unos minutos en salir del baño. No tenía la cara para cruzarlo, pero tampoco podría vivir allí de por vida. Aunque solo me faltaban unas mantas y alguien que me alcanzara comida por la pequeña ventana, suspiré resignada, debía salir.
Como si fuera una ladrona me dispuse a salir. La primera que lo hizo fue mi cabeza, observe a ambos lados para asegurarme de que Nacho no estaba allí en el pasillo. Suspire aliviada cuando no vi a nadie y una sonrisa triunfal apareció en mis labios. Al menos la primera fase estaba superada. Sin hacer mucho ruido saque todo mi cuerpo y acomodé la toalla que tenía en la cabeza secando mi cabello. No me gustaba usar el secador, ya que hacía que las ondas que tenía se convirtieran en un nido de pájaros. Tenía el cabello por la mitad de la espalda, era de color negro, negro como la noche, como el alma de Olivia, como un pozo de barro, como mis más oscuros deseos hacia la invención de mi mente... bueno, creo que el punto se entendió.
Estaba a solo dos pasos de llegar a mi habitación, cuando lo escuche subir por las escaleras. Quise moverme con rapidez y entrar, pero mis pies me lo impedían, y mi cabeza giró en dirección por donde venía Nacho.
Al verme abrió los ojos sorprendido y se aclaró la garganta. Llevaba solo una camiseta junto con un pantalón fino de andar entre casa. Su cabello estaba despeinado, algunos reflejos claros se hacían notar por la luz. Sus pasos se volvieron más lentos y se detuvo cuando estuvo frente a mí, a solo un metro. Gire mi cuerpo por completo en su dirección y sonreí. Él imitó mi acto y me regaló una sonrisa avergonzada. Al menos cuando me vio llevaba ropa interior decente y no de niña de diez años.
Rascó su cuello desviando la mirada.
—Lo siento —murmuró
Se veía tierno.
—Esta bien, cuando estoy nerviosa suelo decir cosas que no quiero también.
Sus ojos marrones, que ahora se veían más claros, como un verde extraño, se clavaron en los míos.
—No estoy disculpándome por lo que dije —aclaró y note que intentó no sonreír.
Abrí la boca sorprendida.
—Oh —fue lo único que salió de mí.
Mi respiración se estaba volviendo más pesada, y si sudaba un poco más tendría que volver a ducharme. Pero es que no podía evitarlo, él descontrolaba mi organismo por completo. Sentía que mi corazón podría salir de mi pecho con vida propia y lanzarse sobre él.
—¿Sabes? —dio un paso hacia adelante, haciendo que su aroma llegara a mi —No sé por qué, ni que me esté sucediendo, pero siento la necesidad de... —suspiro negando lentamente — No importa —aseguró desviando la mirada.
—A mi me importa —me sinceré y sus ojos volvieron a mi.
Una sonrisa dulce apareció en su rostro y dio un paso más, quedando pegado a mi cuerpo. Podía sentir el roce de su pecho contra el mío, podía oler su aroma sin nada que se interpusiera, podía sentir el calor que emanaba su piel tres la ropa que llevábamos.
Cerré los ojos cuando acercó su rostro, porque creía que si lo veía iba a darme un ataque. Suspire, pero creo que fue más un quejido y oí su risa bajito, casi como un susurro. Su nariz se posó en mi mejilla moviéndose con lentitud y luego delineó mis labios con ella. Sus manos se posaron con delicadeza en mi cintura y una de ellas subió quitándome la toalla en la cabeza, para luego volver a mi cintura. Quise abrir los ojos, porque eso se sentía irreal. Tenía que asegurarme de que él siguiera allí, frente a mi y no solo lo imaginaba.
—Auryn...
Su voz fue casi inaudible y entonces lo sentí, sus labios rozaron los míos. Era un roce casi imperceptible, me hacía cosquillas. Tanto en los labios como en todo mi cuerpo. Me estaba conteniendo para no moverme y juntar más nuestras bocas, en verdad lo estaba haciendo, pero él no tenía eso en mente.
—Yo...
—Quiero besarte... no, muero por besarte.
Su aliento chocando con mi boca, su pecho agitado, el calor incontrolable de su cuerpo, todo me llamaba. Y si ese chico frente a mi era irreal, yo lo sentía más real que a mi misma. Así que eleve mi mano colocándola en su cabello y sonreí asintiendo despacio, para luego sentir como me besaba.
Era un beso lento, como esos de película, como esos de libros. Sus labios eran suaves, suaves y gruesos, y su sabor era a chocolate con menta, era el sabor más placentero que jamás haya probado, y no quería dejar de probar jamás.
Gemí cuando mi espalda chocó con la pared y lleve una de mis manos sobre su pecho. Podía sentir su corazón, y me gustaba ver que estaba igual que el mío. Una de las manos de Nacho se dirigió a mi cabello y lo tomo uniéndome más a él. Su lengua delineo mi labio inferior y como si supiera que quería, abrí mi boca dándole libertad.
Eso era el paraíso, como un sueño, y no tenía idea de en qué momento me había comenzado a gustar tanto este chico, pero ahora me gustaba por completo.
Tras unos minutos, y ya faltándome el aire, me alejé observándolo. Aunque él continuaba con los ojos cerrados y una pequeña sonrisa adornaba su rostro, una sonrisa que estaba siendo mostrada por unos labios más hinchados de lo normal y que quería volver a probar. Me gustaba eso, me gustaba su expresión luego de besarme, y me gustaba lo bien que se sentía.
Luego de unos segundos en los cuales intente regular mi respiración, sus ojos se abrieron. Brillaban, brillaban demasiado, y estaban más llorosos de lo normal.
—Creo que me equivoque —aseguró sonriendo.
Fruncí el ceño.
—¿De qué hablas? —pregunte nerviosa.
Nacho acarició mi mejilla y pasó su pulgar por mis labios, causando que casi cerrara mis ojos.
—No quería besarte... lo necesitaba.
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