20⋆.˚ Déjalo fluir
꒰ Irina꒱
Sus ojos adormilados contemplan nuestras manos, las cuales se mantienen unidas sobre la suave colcha de la cama. Desde que me senté a su lado, Almond no fue capaz de soltarme y permaneció completamente entusiasmado por mi llegada. Me hizo muchísimas preguntas, todas ellas interesadas en mí.
Y ninguna sobre lo que ocurrió. Eso me ponía aún más nerviosa. ¿Cómo era posible que se mantuviera tan calmado? Yo ni siquiera tuve el valor de mantenerme quieta, porque no dejaba de pensar en ello.
Era como una pesadilla, la más cruel.
—Oye... —él contesta con un ruido bajo—. ¿Te sigue doliendo la herida?
Me observa y rápidamente niega.
—Para nada
—¿No me estás mintiendo?
—No, no te miento. De verdad me siento mejor, Irina —sonríe, pero por alguna razón no me siento segura de su respuesta—. ¿Ocurre algo?
—No he podido dejar de pensar en lo que pasó, por eso quiero que seas completamente sincero con lo que sientas, Almond. Mentir, en está situación, no ayuda en nada. Solo debes decírmelo. Confía en mí ¿entendido?
Asiente y su melena dorada baila con suavidad. Parece un león despertando después de un largo sueño, solo que Almond no es un depredador, sino un adorable alienígena de mejillas rojas y ojos brillantes. Demasiado para mi corazón.
¿Y si peinó su cabello?
—¿Te asusté mucho? —inquiere y estruja mi mano con suavidad, mientras yo salgo de mis pensamientos
—Demasiado
Fui sincera y eso me dejó completamente paralizada. Y tal vez porque estaba intentando ser capaz de articular las palabras correctas, sin romper en llanto, sin quebrarme, pero era imposible. Cada vez que cerraba mis ojos lo podía ver, recostado sobre mi regazo, herido, con los ojos cristalizados y sentía que en cualquier momento iba a desaparecer de mi vida.
No quería llorar, así que tras un profundo suspiró me atreví a mirarlo nuevamente.
—Ya pasó, no te preocupes por mí. Preocúpate por recuperarte, perdiste mucha sangre. Además, no sabes cuán asustada está Yen
—¿Me extraña?
Fue tan tímido. Malditamente adorable.
—Mucho. Vendrá mañana a visitarte, nadie pudo detenerla. Así que prepara tu estómago para una sopa al estilo Yen
—Suena a una gran receta, ¿a qué sabe esa dichosa sopa?
—A pollo y verduras. Será una de las mejores sopas que probarás en tu vida —Almond suelta una suave risilla
—Entonces ¿vendrás mañana también?
—Todos los días, Almond. Pero tengo curiosidad, es algo que me lleva molestando durante estos días, nada malo lo prometo. Es solo que ¿por qué no has preguntado sobre el hombre que te atacó?
—Porque no es importante
—¡Lo es! Te lastimó y...
—Tendrá su merecido —interrumpe—, no necesitas enojarte más por él. No quiero que te sientas triste
—Almond casi te pierdo
Y sé que podía entenderme.
Era frágil cuando se trata de amar, porque luego todo puede desvanecerse. Aferrarse a algo me cuesta, así como me costó acostumbrarme a la soledad, a lo diferente y extraña que era, a que mi nacimiento no tuvo ningún significado para mis padres como la mayoría de niños que conocí. Entonces me di cuenta de que la única clase de amor que tenía a mi alrededor era la de mi hermano.
Y eso me daba aún más miedo.
Solía comparar a mi corazón con una pedazo del más delicado cristal, podías tocarlo, admirarlo, sentirlo y de repente, cuando menos lo pensabas, comenzabas a notar las grietas que nadie quería sanar. En ellas estaba mi historia, la de una niña que debía tocar el piano con gracia, mantener su posición en los primeros puestos, aceptar un matrimonio del que todos hablarían y finalmente, quebrarse lentamente y a la vista de todos. Y yo iba a gritar, pero nadie me escucharía.
Yo nunca quise esa vida y lamentablemente dejó huellas en mi alma. Almond no merecía que lo alejará, y eso me daba aún más miedo. ¿Yo en algún momento sería capaz de lastimarlo?
Cuando menos lo pienso tengo los brillantes ojos de Almond mirándome con preocupación y la fría caricia de mis lágrimas comienza a sentirse sobre mi piel. Estoy llorando cuando me prometí no hacerlo, pero...
Tuve miedo de perderlo, de volver a sentirme sola.
—Irina —sus brazos me cubren y escuchó el suave arrulló de su parte
Intenta calmar a mi desenfrenado corazón, a esa chica que había creado un enorme muro para sobrevivir, inclusive si en el fondo solo quería confiar un poco en el amor. Me di cuenta entonces que las casualidades llegan a ser hermosas y perfectas.
Almond llegó inesperadamente, nunca lo tuve en cuenta, nunca pensé que sucedería así. Y de repente lo tenía frente a mí, agitado, sorprendido y sonrojado, pidiendo que me convirtiera en su esposa. Contándome cada vez que podía, lo que yo significaba para él. Sorprendiéndome con sus detalles. Me sorprendí a mí misma al recordar que nunca respondí a su pregunta.
—Almond —susurre, recostando mi cabeza sobre su hombro— ¿recuerdas lo primero que me dijiste cuando nos conocimos?
—Sí, te propuse matrimonio. Bueno manera de conquistar ¿eh?
Reí.
—Es la mejor
—¿Por qué de repente lo mencionas?
—No te respondí en aquel entonces
—Oh, no es importante
—Lo es para mí —cerré mis ojos y me embriago con su fragancia
—¿Te sientes mal por eso? —pregunta
—No, no es eso
—¿Entonces qué ocurre, Irina?
Sigue acariciando mi cabello, tranquilizando mi corazón.
—Aceptó, realmente aceptó
Hay silencio de su parte y nerviosismo de la mía.
Sus brazos aprietan con suavidad mi cuerpo, su aliento es tibio y hace cosquillas sobre la piel de mi cuello. Es una sensación cálida y tranquila, a pesar de que aún no responde a mi pregunta. Tenía la certeza de que Almond se hallaba completamente avergonzado y era incapaz de mostrarme cuán bonitas se veían sus mejillas rojas.
Cuando menos lo pensé ya habíamos roto esa distancia para besarnos. Sus labios seguían siendo suaves, de ellas emanaba un extraño calor que me acariciaba con lentitud. Una de las manos de Almond me apretaba contra su pecho temeroso a que me alejará y la otra sujetaba mi cabeza con una inesperada tranquilidad. Se sentía como si fuera el primer beso, uno de tantos que iban a embriagarme de ahora en adelante.
Y repentinamente me invade la nostalgia.
Me recuesta sobre la cama, en un torpe y exitoso intento. Mantiene su peso en equilibrio con sus propios brazos, pero eso no lo aleja de mí. No, sigue cerca, adormeciendo mi serenidad y la preocupación por mantener su herida a salvo. El beso sigue un ritmo inexplicable que no me deja ninguna escapatoria. Aunque en realidad no quisiera huir.
Quería quedarme aquí, en está silenciosa habitación, olvidándome de que Max coqueteaba con un doctor en los pasillos, de los médicos cumpliendo su labor y del tráfico resonando a lo lejos.
Enredó mis brazos alrededor de su cuello mientras el beso comenzaba a intensificarse, sus curiosas y tímidas manos exploran mi rostro, forman un camino hasta mi cintura, donde mi blusa había dejado parte de mi vientre desnudo. Siento sus dedos tocarme y tiemblo debajo de él. Nunca antes había hecho esto, sin embargo, con Almond todo era inusual y perfecto.
Abandona mis labios y baja hasta mi cuello donde suspira. Al principió las cosquillas de sus besos me estremecen y luego lo puedo sentir, esa cálida sensación corriendo por todo mi cuerpo. Se siente tan bien que no quiere alejarme. Y el mundo desaparece a nuestro alrededor.
Es solo que la posición en la cual estábamos nos había hecho olvidarnos de que no éramos los únicos en ese lugar.
Una risa coqueta seguida de un jadeo nos alerta, con la mirada confundida nos alejamos observando a los recién llegados. Max junto a esa hermosa doctora están de pie junto a la puerta, ninguno se mueve, no dicen nada, pero sus expresiones provocan que todo la tensión desaparezca.
Recupero mi postura y Almond vuelve a su lugar, con torpeza y quejidos. Max parece disfrutar de está escena y sé que esa sonrisa traviesa invadirá mi privacidad en cualquier momento. Pero ¿qué puedo decir?
—Oh, hola
Sé que va a ser un largo día.
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