16⋆.˚ Cómo cuando éramos niños
꒰ Irina꒱
Me muevo por la cocina intentando buscar ese bendito y escandaloso portavasos. Es un objeto pequeño, con la forma de un árbol navideño sin ningún tipo de decoración, de color verde y con algunos rasguños causados por Mayonesa, pero es un objeto que siempre desaparece. Y, aunque intento guardarla en un lugar estratégico, por alguna extraña razón abandona su lugar.
¿Será que ese portavasos es un nuevo tipo de alienígena, tiene vida propia o es una máquina inteligente?
Suspiró, finalizando mi búsqueda y acomodando mi cabello. Debería dejar de ver tantas películas de ciencia ficción.
De nuevo en el sillón me concentro en el colorido televisor en donde una reciente noticia ocupa el diario matutino. Una nueva nave espacial, que hace mucho se perdió en el espacio, llegó finalmente a su destino. Cientos de alienígenas pudieron aterrizar y reencontrarse con los suyos.
Entre el tumulto que invade el inesperado aterrizaje logró identificar al líder de los recién llegados, sonriéndole a sus amigos con alegría mientras mira todo con suma curiosidad. Los periodistas se mueven apresurados intentando capturar las primeras palabras de los nuevos residentes, pero fracasan en su intento.
Y con el letrero Nuevos habitantes, nave espacial pérdida aterriza en la Tierra brillando en la pantalla me sumo en un cómodo silencio.
Tal vez estoy demasiado ansiosa por ver pronto a Almond o porque tengo un presentimiento que me mantiene inquieta desde hace 20 minutos. No lo sé, pero mirar la ventana con insistencia o concentrarme en los sonidos del exterior parecen mi tarea favorita este día. Sobre todo, si me encuentro con la renuente y fascinante voz de Yen cantando a todo volumen en la terraza.
Mi gato se sube al sillón y se posa a mi lado con elegancia. Sus grandes ojos dorados vagan hacía la televisión y hay un poco de curiosidad en ellos, como si los extraños extraterrestres fueran un juguete novedoso. Esa es la misma forma en la que mira a su veterinario, curioso y atento, aunque algunas veces este menciona tener miedo a que sus antenas sean demasiado llamativas para Mayonesa. Últimamente el color verde parece captar su atención de una manera indescriptible.
Tal vez se lanzará sobre Almond a penas lo vea. Acaricio su cabeza y dejó que el tiempo pase, lento, pero seguro. Y sigo pensando en Almond.
Y en Damián.
—Probablemente todavía tengamos más noticias cuando podamos hablar directamente con nuestros nuevos visitantes... —la periodista cierra la transmisión con una enorme sonrisa en los labios y cierro los ojos por un instante, algo cansada. Esa búsqueda fracasada ha dejado mis rodillas completamente adoloridas y rojas
Segundo después se oye una bocina y mi curiosidad me lleva hasta la puerta de mi casa. ¿Será Almond?
Mis dedos tiemblan sobre el pomo cuando segundos después alguien toca con suavidad y paciencia. Relamo mis labios, acomodo mi cabello y finalmente abro. Pero mi corazón se detiene y esa amarga sensación que me albergó las últimas semanas parece desvanecerse. Me encuentro cohibida, triste y extraña. Y es que no lo había visto en tanto tiempo que me siento como una extraña.
Damián sonríe bajo el umbral de mi puerta.
—Hola, hermanita
Su voz es suave, pero cansada. Pequeñas ojeras se visualizan bajo sus ojos y su cabello desordenado parece indicar que ha estado inquieto y nervioso. ¿Cómo no estarlo? Incluso yo, apretando las mangas largas de mi vestido, intento controlarme.
—Damián —su nombre sale de mis labios como una canción triste, mi garganta palpita y un nudo va formándose en él—. ¿Qué haces aquí?
Él sonríe, con las manos en sus bolsillos. Eleva los hombros sin dudar.
—Tu amigo extraterrestre me trajo aquí
—¿Almond?
—Sí, está afuera. Quiere darnos espacio —comenta—. Y creo que tiene razón, todavía no confió en él
—Pues no es tan malo como piensas
—Creeré en ti
Intentó calmar la ansiedad de mis manos y me aparto de la puerta. Con un gesto suave lo invito al interior, mi hermano duda, pero calmado ingresa.
Su curiosa mirada evalúa cada centímetro del apartamento, desde la televisión encendida frente al sillón, los cuadros que decoran una pequeña parte de las paredes, hasta al vanidoso gato sobre el cojín que lo mira con recelo. Pero esa curiosidad provoca que su sonrisa crezca y sus ojos brillen por algún sentimiento que no puedo comprender aún.
—Entonces... —dudo, llamando su atención—. ¿Quieres algo de beber?
—No, estoy bien
—Te ves cansado, ¿dormiste algo?
Damián suspira, derrotado.
—Últimamente no
—¿Por qué?
—Voy a divorciarme
Su rápida respuesta me causa una gran sorpresa e intento entender los motivos de su decisión, aunque realmente sepa la razón.
Mi hermano se casó por obligación o, en simples palabras, por un trato que mis padres llevaron junto a otra familia de empresarios. Unirían sus fortunas y privilegios para crear algo más grande, sin embargo, nadie notó como esos dos jóvenes que llegaron al altar sin conocerse parecían sufrir todo el tiempo. Porque no se amaban, tenían intereses, gustos, sueños completamente diferentes.
Damián al fin y al cabo siguió las órdenes de mis padres pensando en mí.
—Lo siento —susurro
—¿Ahora te disculpas a menudo?
—Damián sabes la razón por la cual me disculpo
—Lo sé, pero no es tu culpa. Tú no tienes la culpa ¿entendido? Fue el destino, además, ahora soy un adulto y puedo decidir si quiero o no seguir casado —él me oye suspirar y apartar la mirada intentando esconder la culpa que me invade—. Ambos lo decidimos
—¿Ella también quería esto?
Damián asiente.
—Estaba cansada y la entendí. Fue forzado y estúpido, no podíamos seguir con algo que nunca tendría un nombre. Probablemente nunca llegaríamos a fingir que todo marchaba bien
—¿Estás bien con eso?
—Ahora sí —sonríe y observa al desconfiado gato sobre el sillón—. Veo que vives cómodamente, ¿te ha ido bien?
—Sí, ¿a ti?
—Digamos que no tanto, es estresante está vida, pero... —se detiene y la duda me sigue invadiendo—. Me alegra saber que eres feliz
—No lo soy, completamente no
—¿Por qué no?
—Porque sentía muchas dudas y pensaba en ti, Damián. Creía que si era feliz, viviría de forma egoísta porque tú sufrías por mi culpa. Y ahora, al verte aquí, me siento aún más culpable. Te ves tan cansado que no puedo evitar creer que debí ser yo quién se arriesgará
—Eres mi hermana menor, mi deber es cuidar de ti
—No siempre el hermano mayor será fuerte, también tiene derecho a doblegarse y sentirse vulnerable. También necesitabas que alguien te proteja
—Lo sé, pero podía soportarlo
Me remuevo inquieta y viajó hacía mis recuerdos, donde siempre era protegida por él. Solo es un instante, pero realmente sigo sintiéndome culpable. Verlo ahí, sentado sobre el sillón, con ese traje caro, abatido y cansado estruja por completo mi corazón.
Y ahora tenía tantas ganas de llorar.
—Damián yo... ¿Ellos siguen viviendo ahí?
Tiemblo mirándolo directamente a los ojos.
—No, se fueron hace mucho
—Oh, suena gratificante ¿no?
—Completamente
El sillón emite un sonido bajo, pero sofocante. Y los pasos de mi hermano sobre el limpio piso llenan el silencio, alejando el estruendoso canto de Yen y la voz de la reportera en el televisor.
Damián toma asiento a mi lado y su mano pronto toma la mía, creando una sensación reconfortante.
—Te he extrañado —dice con la voz rota y baja—. Me pregunté si mi hermanita estaba bien, si era feliz
—Intento ser feliz, pero...
—Lo sé, no es fácil olvidarlo ¿verdad? Yo tampoco puedo hacerlo —siento sus dedos apretar mi mano suavemente, como si tuviera miedo a que en cualquier momento me alejará de él. Es cálido, como sus tiernos abrazos cuando tenía miedo de dormir sola en esa enorme habitación—. Estamos juntos de nuevo, prometo que está vez nada malo pasará
—¿Ellos ya no van a lastimarte?
—Deje de tenerles miedo el día que te deje ir lejos de ahí, ese día mi corazón se rompió por completo. Eso ya no importa —sus nudillos acarician mi nariz haciéndome reír—. Todo está bien ahora, Irina. Y está vez no te soltaré, es una promesa
Sus tibios brazos me acunan cuando nota las lágrimas corriendo por mis mejillas, la caricia de sus manos invade la tranquilidad de mi desordenado cabello y me siento nuevamente reconfortada. Cierro los ojos gozando de está plenitud, deseando que mi hermano no corriera lejos de mí otra vez, deseando que al final del día nada malo ocurriera.
Pero estaba aquí, abriéndome su corazón como cuando éramos niños y me hacía olvidar que en aquella gran casa estábamos completamente solos, aunque mamá y papá durmieran a unas cuantas habitaciones de la mía. La casa siempre estaba vacía y silenciosa.
—Extrañaba esto
—¿Mis abrazos? —susurra, sonriente
—Sí, siempre fueron cálidos
—Me alegra escuchar eso, Irina
—Y a mí decirlo —contestó
Damián toma un respiro, sin soltarme y siento el viento colarse a través de la ventana. Se siente como una tarde agradable.
—¿Eres repostera?
—Lo soy
—Cumpliste tu sueño, Irina. ¿Ahora comprendes mi felicidad? —inquiere y cierro los ojos oyendo los latidos de su corazón
—Tenía un deseo desde el día que deje esa casa
—¿Cuál era?
—Volver a verte, y finalmente se cumplió
—Suena tan bien
Su voz se derrite de forma melodiosa y dulce, reconfortando aún más aquel abrazo. Y nos sumimos en un silencio que ambos necesitábamos.
Pero mi paz repentinamente es interrumpida cuando un estruendoso ruido se escucha en el exterior y Almond aparece en mi campo de visión, herido y asustado.
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