13⋆.˚ Cuando hay silencio
꒰ Inea ꒱
Lo veo aparcar a la perfección su automóvil mientras se mueve pronto fuera de él y se acerca con una enorme sonrisa en sus labios. Almond viste como cualquier día, sin ninguna corbata apretando su cuello ni los artefactos médicos que suele usar en sus consultas. Pero por alguna extraña razón, hoy brilla más que ayer y es difícil, para mí, apartar la mirada.
—Hola —saludo sintiéndome extraña por mi repentina timidez—, llegaste temprano
Almond asiente, emocionado.
—Quería verte. ¿Has estado bien, Irina?
—Por supuesto, ¿y tú?
—Ahora me siento mejor
Muevo mis pies con inquietud cuando hay serenidad de su parte. Increíblemente Almond no parecía inmutado por la incomodidad, esa confusa y extraña incomodidad que me hacía bajar la mirada a mis relucientes zapatos de tacón bajo.
¿Cómo unas simples palabras pueden provocar esto?
La bocina de un auto suena y vuelvo mi atención a él, quien muestra una sonrisa sobre sus labios mojados. Sé que disfruta verme nerviosa.
—¿Entramos de una vez? Hace un poco de frío aquí —froto mis brazos, intentando convencerlo
—Este estacionamiento es un área cerrada, ¿de verdad sientes frío o...? —se acerca cortando la distancia. Pronto inclina su cuerpo hasta que su aliento roza mi nariz y el calor comienza a enrojecer mis mejillas. Alzó lentamente la mirada al no ver con claridad sus ojos por la diferencia de altura, su rubia melena luce desordenada y sus antenas verdes se esconden tras algunos mechones rebeldes—. ¿Te pongo nerviosa, querida Luna?
Me pregunto de dónde habría aprendido algo así.
—No bromees —masculló
Almond comienza a reír y logró recobrar mi postura.
—No bromeo, pero me gusta mucho cuando te sonrojas —dice, calmando su respiración
—¿Quién te enseñó esa clase de conquista?
—Las novelas coreanas —aprieto los labios—. Son interesantes, ¿sabes?
—¿Ellas te enseñaron a hacer "ese gesto coqueto" de hace un momento?
—Sí, ¿funcionó?, ¿fue demasiado exagerado?
Carraspeo.
—No, para nada
Eso es todo lo que tenía que decir por el momento.
De prisa avanzó escuchándolo nuevamente reír a mis espaldas y pronto me alcanza en el interior del bar. El lugar no es pequeño, pero la decoración mantiene un estilo vintage y colores frescos. Hay un barra por donde el cantinero sirve con elegancia diversas bebidas, dos tocadiscos antiguos, una máquina de dulces y las mesas se esparcen por el lugar repletas de gente.
Puedo oler el fuerte aroma de la cerveza y del tabaco rondando el local.
—Es impresionante este lugar —murmura Almond, a mi lado. Mira todo con entusiasmo como un niño pequeño y travieso—. ¿Tomamos una cerveza y luego un vaso de pisco?
—Hecho
Sonrientes nos acercamos hasta la barra.
Y, aunque hay un par de personas que conversan sentados alrededor de está, hay suficiente espacio sobre las butacas. Una vez sentados el cantinero sonríe mientras solicitamos dos enormes vasos de cerveza. No es mi bebida favorita, pero considero que una cerveza helada puede hacerte olvidar cualquier tipo de estrés. Sobre todo, si hay tantas cosas rondando tu cabeza.
Suspiro, reviso mi celular y no encuentro ningún mensaje. ¿Qué estaba esperando en realidad?
Por alguna extraña razón estos últimos días había crecido una inmensa manía por mirar la pantalla desbloqueada de mi celular, esperaba con ansiedad que el timbre me avisará de una reciente notificación, pero entre más lo pensaba, más difícil era entender si esperaba que fuera Almond o alguien más. Sobre todo, por la fecha que se acercaba.
—¿Cómo te fue en el trabajo? —Almond pregunta, sumamente interesado en escuchar mi respuesta
—Bien, todo bien. Atender una repostería no es tan agobiante como piensas
—¿Segura?
Niego, burlándome de mí misma.
—No, realmente es agotador. Hay días que hay tantos pedidos, que es imposible tomar un descanso —relamo mis labios y continuo—. Pero tal vez atender una repostería sea diferente a tu trabajo como pediatra
—Siempre y cuando tengas paciencia de sobra
—¿No me digas que los niños te enloquecen?
—No, son tiernos y divertidos. Créeme el problema son los padres
—¿Por qué lo dices?
—Suelen hacer tantas preguntas que no sabes cual responder. Pueden estar interesados en la salud de sus hijos o exagerar sobre sus cuidados —una carcajada resuena sobre la música interrumpiendo nuestra conversación y, muy a pesar de las voces alrededor, identificó perfectamente de quién se trata. Una rápida mirada y lo veo ahí, conversando con un par de personas. No hay ninguna mancha de harina en sus mejillas, lleva el pelo alborotado, la mirada atrevida y una pequeña cerveza en sus manos—. Tu jefe es divertido —comenta, al verme distraída
—Le gusta conversar, es un buen hablador en realidad
—¿Conversa contigo a menudo? —pregunta y sus brillantes ojos me encuentran con rapidez
¿Acaso estaba celoso?
—Todo el tiempo
—Ya veo —susurra
—¿Por qué ese tono?
—¿Cuál?, ¿a qué te refieres? —pregunta, nervioso y sonrojado
—Al tono de voz que usaste cuando me respondiste, sonabas decepcionado —comentó—. Oh, no. No me digas que estás celoso de mi jefe
—No lo estoy, sé que sus gustos son otros
—¿Entonces...?
—Es que me gustaría hablar contigo más. Digo trabajamos y no vivimos juntos. Quiero decir que no pasamos tanto tiempo juntos como me gustaría, eso no quiere decir que debamos estar todo el día tomados de la mano, aunque me gustaría, es solo que... —suspira cuando es incapaz de ordenar sus palabras—. Lo siento, fui demasiado intenso ¿no?
Niego con una enorme sonrisa en los labios. El cantinero deja dos enormes vasos de cerveza y se retira apresurado hacía otro cliente.
—Entendí lo que tratabas de decirme —él abre los labios, aliviado—. Sé que no podemos vernos a menudo, pero la vida adulta es difícil ¿no? Hay cuentas que pagar, cosas que comprar. Así que no te preocupes, podemos coordinar días para tener citas
—¿De verdad? —asiento—. ¡Eso me encantaría! Un día podemos ir a la playa, me gusta la playa. Y otro día podemos ir a una biblioteca a comprar libros ¿qué dices?
—Dale, ese es un buen plan. Entonces aprovecharé el tiempo para recomendarte los mejores libros que puedan existir en el mundo
—¿Cómo "Harry Potter"?
—Y probablemente algunos de Stephen King —bebo de mi cerveza
—Me gusta la idea
Su tono de voz se vuelve cálido y completamente complacido.
Por un segundo siento que la bulla que nos rodea comienza a desaparecer. Tal vez era el efecto del alcohol o porque yo me encontraba demasiado cansada, no lo sabía con claridad, pero me gustaba la sensación. Mirar sus ojos con ese cosquilleo en el vientre adormeciendo mi pecho era algo extraordinario, incluso aún más de lo que pensaba. Porque Almond era único en el universo.
Y ya no quería que estuviera tan lejos de mí. Nunca lo quise en realidad.
Vuelvo a beber de la helada cerveza terminando su contenido y relamo mis labios quitando los restos de espuma. Aprieto el asa del enorme vaso y lo vuelvo a mirar, esta vez dándome cuenta que él no había apartado sus ojos de mí. Y seguía ahí, sosteniendo su bebida y sonriendo.
—Me pregunto por qué siempre me ves de esa manera
—¿Cómo te miró, Irina? —pregunta
—Como si fuera lo más hermoso del mundo
—Pero eso eres en realidad, lo más hermoso que puedo ver ahora y siempre —su mano libre viaja una corta distancia hasta mi rostro y siento el roce de sus tibios dedos en mi mejilla, sus nudillos dejan de una leve caricia en mi nariz y suspiró, sin sentirme extraña ni avergonzada—. Creo que debo llevarte a casa
—Solo he tomado una vaso de cerveza —reniego—. No exageres
—No exagero, pero este vaso es enorme y tú no eres muy tolerante al alcohol que digamos. Así que déjame llevarte a casa ¿sí?
—Bien, bien —me pongo de pie, con las luces del bar cegando por un instante mi visión—. Arruinaste el momento, ahora me debes un pote de helado
Almond me observa y ríe.
*ੈ♡⸝⸝🪐༘⋆
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro