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1 ⋆.˚ El adorable alienígena

Irina 



El universo y sus misterios

Como sabrán durante miles de años el universo se ha convertido en una gran fuente de misterios. La Nasa ha investigado y enviado naves a la Luna con el objetivo de averiguar más sobre ese enorme satélite, sin embargo, no conocíamos nada acerca de la vida en otros planetas más que simples suposiciones. Ni que el día de hoy estaríamos conviviendo con alienígenas.

Su llegada nos ha permitido evolucionar, conocer y aprender de su cultura. Son seres simples, con rasgos idénticos a los nuestros y detalles diferentes. Como que, en su naturaleza, el amor es algo más profundo. Significa mucho para ellos encontrar a su pareja eterna.

¿Recuerdan el suceso en Nueva Zelanda? Pues fue el comienzo.

Abarcando todo el misterio, conozcamos un detalle romántico de nuestros queridos alienígenas. Ellos mediante las antenas que evolucionaron en sus cabezas, pueden explorar emociones únicas en su organismo. Y detectar a esa persona con la cual se complementan. Más allá de los olores, personalidades, rasgos o características sin igual, nuestros amigables amigos tienen almas gemelas. No usan un nombre en específico para referirse a ellos, pero simboliza su todo.

No hay nada más romántico que esto, cuando lo ven, lo escuchan e identifican aquel corazón que amarán durante el resto de sus vidas, es imposible que un simple humano no quiera algo así. Y, aunque no han podido explicar con simples palabras lo que sienten al hallarlo, ahora entendemos la imaginación de un simple escritor de fantasía romántica.

Por otro lado, en diversas entrevistas ellos confirmaron que...



¿Por qué sigue mirándome?

No puedo concentrarme en está informativa lectura que me hará entender si enloquecí o es una jodida broma. Pero él todavía guarda silencio y cierne su mirada sobre mí ansioso por comprender mi rechazo. Y sé que ahora mismo este incómodo momento tardará mucho en dejar de ser solo un mal día.

Suspiro.

Se siente todavía tan irreal. Y, aunque es algo esperado en la sociedad de hoy que algo así pueda sucederte, para mí continúa siendo un inconveniente que no debía ocurrirme. Pero pasó, tenía a un adorable alienígena en mi salón, apretando sus manos con desesperación, mirándome fijamente y provocando que me sintiera tan culpable. Y ya odiaba mi falsa actuación. No podía seguir fingiendo que leía lentamente esta hoja. No, en algún momento debía hablar.

Es solo que, ¿exactamente qué debía decirle?

Podía ser un no, un rechazo simple y amable. O un insulto que lo asustará demasiado. No, no, no. Eso era cruel, era demasiado cruel. Tampoco podía ser una gruñona para rechazar su propuesta.

Debía poner en práctica lo que la televisión me enseñó durante años.

Y es ahí cuando me doy cuenta que no puedo hacerlo. Veo fijamente sus ojos. Se ve tan ilusionado y a la vez tan triste que mi corazón duele. ¿Cómo le digo no ahora? Probablemente pensaría que soy una mujer desdichada, creyente de que la soledad era el mejor instante en la vida de un ser humano. Y fuera lo que fuera, no podía dudar de mi decisión. Aunque me mirara con esos ojos y sonriera.

¡Diablos! Deja de hacerlo.

Las palabras vuelven a huir de mi garganta y Yen carraspea con esa amenazadora mirada que dice: Habla ahora o te quedas sin cena. Desde el primer momento ha estado a su lado, mostrándole el salón, llevándolo a tomar asiento en unos de mis sillones, sirviendo un vaso de agua para refrescar su cansancio y hasta preguntando cómo supo que era yo su todo.

Escucha... él inclina el cuerpo y sonríe ilusionado. ¿Tú me estás jugando una especie de broma?

Mente, concéntrate. Eso no era lo que iba a decir.

—No, claro que no. ¿Por qué lo haría?

Se encoge y me regaño a mí misma por ser tan dura con él. Literalmente no tiene la culpa de que esto se haya convertido en algo natural en la sociedad ni de que yo, inevitablemente, no quiera confiar en el amor.

—Por nada, olvídalo —arrugó el papel y lo arrojó al suelo—. Pero no puedo casarme contigo

—¿Por qué? —titubea y escucho su desilusión

—Lo dice porque está nerviosa —Yen interrumpe, palmeando lentamente su espalda—. Ella obviamente se casará contigo, solo tiene hambre. Ya sabes uno necesito energía para asimilar algo tan tierno como tu presencia

Veo su naturalidad y la inocencia que lo caracteriza. Es algo que puedes notar a primera vista. Almond se sonroja y asiente agradecido, pero sus ojos vuelven a su principal atención: Yo.

—Yen —regaño

—Nada de Yen, señorita. Tenemos que comer y principalmente considero que brindarle algo demuestra lo educada que eres. Así que no se diga más, ¡a comer!

Ella se pone de pie y contenta camina hacía la cocina. Detesto que siempre gane en las discusiones, ahora entendía a sus hijos. Yen ganaba, con o sin trampas.

Ruedo los ojos y me permito suspirar. ¿Por qué esto se estaba volviendo tan agobiante?

—Deja de mirarme, Almond —él se encoge disculpándose en voz baja—. ¿Cómo me encontraste? —pregunto, en un tono más suave

Noto la emoción en su rostro, rápidamente se remueve sobre su lugar intentando calmarse, pero sé que de alguna u otra manera desea acercarse. Lo puedo notar, sus ojos recorren el vacío que hay a mi lado y juguetea con sus dedos incapaz de tomar una decisión.

Demasiada ternura por procesar.

—Te busqué durante días

—¿A mí?, ¿cómo?

—Pues te conocí, digamos que no te vi directamente, pero escuché tu voz y supe que eras tú —dice él, con una cándida voz—. Así que seguí mi instinto y recorrí la ciudad con el objetivo de encontrarte

—¿Y tus antenas te guiaron a mí?

—Sí, fueron ellas —sonríe, satisfecho

—Entiendo —susurro

—No te ves contenta. ¿Te estoy incomodando, Irina?

Detengo mis ojos en su rostro y una punzada de pena invade mi corazón.

¿Cómo es posible que me observé de esa forma? Parece un cachorro, pequeño y vulnerable, que tiembla al escucharme. Y digamos que no estoy del todo convencida con mi amargura el día de hoy. Definitivamente no. Él me está haciendo sentir mucha paciencia y es algo nuevo en mí.

Intentó apartar mi atención a otro punto de la habitación, pero solo duró unos segundos lejos de Almond. Enseguida nuestras miradas chocan y me estremezco.

—No estoy incomoda, solo es algo nuevo que me digas todo eso —comentó—. Mira no es nada normal, en mi mundo, que de pronto venga alguien y te pida matrimonio. No te conozco, Almond. Yo no sé mucho sobre el amor, ¿lo entiendes?

—Lo entiendo, pero puedo enseñarte. Claro, si me lo permites

—¿Enseñarme qué?

Mi imaginación vuela de inmediato y no me detengo. Comienzo a sospechar sobre aquella insinuación, aunque sea notoria su evidente inocencia.

—Amor —susurra, saboreando con dulzura esa palabra—. Dices que no sabes sobre el amor, entonces puedo enseñarte. He leído muchos libros de romance por ti, para saber cual es la forma correcta de expresar mis sentimientos y de como puedo decirte cada día lo que siento por ti

Parpadeo, no puedo reaccionar.

Una brillante sonrisa invade sus labios, me siento avergonzada y nerviosa, pero aún así soy incapaz de apartar la mirada del adorable alienígena.

Deseaba, en el fondo, que no fuera un simple sueño. De esos que al despertar te arrancan el corazón. Pues ya había tenido muchos sueños, deseos en realidad, que me hicieron sonreír, gritar y llorar, aunque al abrir los ojos mi memoria supo la verdad. Y lentamente me rompía. Pero ni siquiera a Yen podía decirle, existían cosas que en silencio me molestaban y de las cuales no me gustaba hablar, porque seguían doliendo. Entonces, si estaba destinada a esto, ¿por qué me costaba tanto asimilarlo?

Definitivamente esto era real y sus brillantes ojos fueron la clave para saberlo.

Tragué saliva, carraspeo y vuelvo a enderezarme. Concéntrate, Irina, estás dejando en evidencia que no eres tan amargada como los demás piensan. Escucho la voz cantarina de Yen desde la cocina y sé que está disfrutando este momento. Ella siempre va por delante, con sus consejos maternales, sus adorables regaños y las palabras que intentan cambiar de parecer mis decisiones. Para ella que haya decidido vivir sola y sin amor es una total ofensa al universo.

Comprendo ahora porque su esposo la amaba tanto.

Sonrió y la profunda mirada de Almond me detiene. Lo había olvidado, tenía que decir algo, al menos un agradecimiento ¿no? Pero no tenía palabras y mi respiración se cortaba cuanto más lo pensaba.

—Bueno, gracias —titubee. Bien, esto es nuevo en mí—. Digo, es lindo que quieras enseñarme sobre el amor. Buen detalle, Almond. Es solo que ahora no quiero enamorarme de nadie

—¿Por qué te sientes triste?

—¿Qué dices? —susurré, sorprendida

—Siento tu tristeza, Irina. ¿Por qué estás triste?

—No lo estoy, Almond

Pero ni siquiera yo lo creía.

Y aquel atrevimiento, ese mismo por el cual lo vi dudar segundos antes, fue el primer movimiento que dio ante mi respuesta. Almond se puso de pie y se acercó, fue casi como un respiro cuando se detuvo rápidamente. Aunque la distancia no fuera grande.

Se colocó de cuclillas ante mí, miro mis ojos más de cerca, tomó mis manos entre las suyas y me dedicó una leve sonrisa, como si pudiera, de alguna u otra forma, sentir mi dolor.

—Lo siento mucho, Irina. Sea quien sea el causante de tu dolor, no dejaré que te siga atormentando. Pero me disculpo más por tardar tanto. Ahora estoy aquí y prometo hacerte completamente feliz —dice él, seguro en cada palabra—. Me alegra haberte finalmente encontrado

Por alguna extraña razón guardó silencio y disfruto de las caricias que sus dedos dejan sobre mi piel.







*ੈ♡⸝⸝🪐༘⋆

Es como supernatural, este amor me está poseyendo

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