Vampiro (SebaCiel)
Los seres sobrenaturales y los humanos no se mezclan, ha sido así desde siempre. No importa si tienes un enamoramiento por uno de ellos o si es tu pareja destinada, si es humano no puedes tenerlo.
Es un acuerdo al que llegaron los humanos y algunos seres paranormales hace cientos de años, cuando estalló una guerra en la que los humanos mataban a todo lo que fuera diferente. Además de que detestaban que un paranormal les robara la pareja.
Muchos seguían la regla al pie de la letra, otros optaban irse por el vacío legal de esa regla. No puedes tener un humano, pero nada dice que no puedes volverlo uno de los tuyos.
Había muchas criaturas que podían transformar a los humanos en su especie y quedárselos, y eso se aplicaba a mí: Sebastián Michaelis. Era un hecho bien sabido que los vampiros son creados, por eso había cientos de humanos que pagaban millones para ser transformados en uno.
Aunque usualmente eran humanos despiadados, crueles y de malas intenciones que buscaban la inmortalidad para seguir con sus fechorías eternamente. Pero nosotros si bien alguna vez fuimos humanos también teníamos principios y no dejaríamos que la peste del mundo se quedara en ella por siempre.
Los primeros vampiros fueron creados de esa forma, algún humano que vendió el alma por la inmortalidad y transformo a otros y así sucesivamente sin discriminación, pero eran perseguidos y erradicados por los cazadores. Los que lograron sobrevivir de esos tiempos oscuros llegaron al acuerdo de que solo se transformarían a humanos si eran tu pareja destinada. O algún caso excepcional.
Yo no soy un humano transformado, soy de los pocos que nacieron siendo vampiro, ya que al estar muertos es difícil que existan embarazos, pero no imposible.
Mi vida ha sido larga. He visto y vivido tanto, conocido otros países, tantas personas, perdido y ganado fortunas, disfrutado de la compañía de varios cuerpos, pero la vida eterna en algún punto llega a ser tediosa. Has vivido tanto que ya nada es nuevo, no existe algo en el mundo que te haga sentir vivo y pasar años sin encontrar a esa otra mitad es una maldita tortura.
Hasta esa noche fría de Agosto cuando encontré el olor de sangre que embriago todos mis sentidos y sentí mi muerto corazón latir expectante. Mi pareja finalmente estaba frente a mí. Aunque no esperaba que Ciel fuera un drogadicto con depresión.
El descubrimiento fue completamente desagradable, las drogas hacían que la sangre tuviera un asqueroso sabor y un color vomitivo, la depresión la hacía demasiado espesa y hacia que perdiera nutrientes. Mi pareja era la peor opción que me pudo tocar. Si bien era un chico hermoso y su sangre tenía un buen olor todo lo demás era despreciable.
Las drogas eran una adicción sumamente difícil de quitar, había vampiros que las utilizaban para entretenerse un poco y jamás la dejaban porque decían que se sentían vivos con ellas. Pobres inútiles carentes de voluntad. Teníamos algo tan preciado como la vida eterna y en lugar de hacer algo productivo con ella se dejaban consumir por unos químicos. Por suerte no eran muchos los que caían.
La depresión era algo tratable pero no curable ¿Cómo convertiría a alguien en un ser inmortal, si esta enfermedad lo hacía desear estar muerto? Hacía que dejara de importarle las cosas, la apatía era una compañía constante. Eso explicaba la delgadez en la que su cuerpo estaba, aunque eso no quitaba su belleza.
¿Qué había pasado para que mi destinado tuviera una vida tan deplorable? Lo descubrí a los días. Vivía solo en un apartamento decrépito que apenas y podía pagar ya que no tenía familia ni amigos puesto que habían muerto cuando era pequeño. Y habiendo tantos trabajos decentes que hacer el prefirió ser un ladronzuelo de mala muerte y robar mientras las personas se embriagaban al ritmo de la música en un antro lleno de escoria humana.
De allí venían los problemas, la falta de amor y apoyo lo llevaron a la calle y tuvo que ganarse la vida de una forma deplorable que lo condujo a las drogas tratando de aliviar el dolor. Me sentí asqueado conmigo mismo al juzgarlo la primera vez que lo vi sin saber por qué de su ser. Pero si la falta de un hogar, una familia, un hombro amigo en el cual llorar, el tener a alguien a tu lado que te apoye en las buenas y malas, era lo que a él le faltaba yo podía dárselo infinitamente para toda la vida.
Pude haberme acercado a él en cuanto descubrí todo pero preferí darle tiempo y ver que hacía. Pero cuando una noche fría y oscura mi joven pareja estuvo a punto de quitarse la vida con una pistola supe que era momento de hacer mi jugada. Al principio estuvo asustado, imagino que jamás había tenido contacto con un paranormal, pero en cuanto noto lo que era no opuso resistencia. Imagino que estaba entregándose a la muerte al ver un vampiro enojado frente a él.
Estaba furioso, no con él sino conmigo porque debí presentarme antes de que intentara matarse, pero yo jamás fui conocido por tomar las mejores decisiones cuando era joven y evidentemente era un mal hábito que se quedó conmigo.
Al verlo tan dispuesto a morir y sin mostrar la menor pisca de resistencia o voluntad para vivir lo mordí. No hubo gritos, no hubo llanto, puro silencio y entrega. Bebí aun cuando el sabor era desagradable, tenía que resistir porque una vez que despojara su cuerpo de la última gota de sangre era cuando podía transformarlo. Así que aguante y trague el mal sabor pues sabía que la recompensa valdría la pena. No fue un proceso corto, fue largo y tedioso. Vi como sus ojos lentamente perdían el brillo y su piel se volvía blanca y fría hasta que finalmente no quedo nada, justo allí solté el veneno que lo volvería como yo.
Lleve su cuerpo inerte a mi casa esperando su despertar que no llegaría hasta dentro de unos días. Y en una habitación con pesadas cortinas que no dejaban entrar la luz del día, oscura e iluminada únicamente por el fuego de la chimenea, dos noches después de drenarlo por completo mi amado despertó. Estaba sumamente desorientado al verse vivo, pero en cuanto le conté lo que había hecho y por qué no paro de llorar. Me rogo incontables veces que lo matara, que lo sacara de ese sufrimiento, pero le dije que no podía matarlo al ser mi pareja destinada.
Traté de consolarlo tanto como pude, prometí quejamás estaría solo y que lo amaría por toda la eternidad. Fueron años de agoníaal ver que mi pareja no aceptaba su nueva vida ni me aceptaba a mí, pero gratafue la espera cuando finalmente un día mi pareja mostro signos de estar felizcon mi compañía, cuando acepto su nueva condición, cuando ya no dependía de lassucias drogas para calmar el dolor porque cada noche me dejaba amarlo. Fue unproceso difícil y tortuoso pero lo acepte con sus fallas y espere hasta quefinalmente me abrió su corazón. Y finalmente después de tanto tiempo ahoravivíamos felices amándonos en la noche por lo que durara la eternidad.
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